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(6) Escapada Nocturna

El castillo está en completo silencio. 

Mis pasos resuenan suavemente contra el suelo de piedra, y el eco parece reverberar en cada rincón desierto. 

Hogwarts, bajo la oscuridad de la noche, transmite una vibra completamente distinta.

Las paredes y pasillos parece como si guardaran secretos, ajenos al bullicio y la energía de los estudiantes que lo recorren durante el día.

Los cuadros de los personajes dormidos en sus marcos, las armaduras que parecen custodiar los pasillos, y la luz tenue de las antorchas; todo ayuda a que el castillo tenga un aire misterioso completamente distinto al habitual.

Hogwarts nunca se ha sentido tan inmenso, ni tan antiguo, como esta noche.

Intento relajarme, recordando la lechuza que he enviado con urgencia no hace mucho. 

Confío en que mi nota haya llegado a Hermione y que ella, a pesar de lo inusual de mi pedido, haya entendido mi necesidad de hablar. 

Lo último que quiero es molestarla, pero si hay alguien que puede darme respuestas —o al menos escucharme sin juzgarme—, es ella.

Llego a la Gran Escalera, iluminada solo por la luz de la luna que se filtra a través de las enormes ventanas. 

Subo la escalera de caracol de caoba y llego a la Torre de Gryffindor. Al final del recorrido, me encuentro frente al cuadro que permite la entrada a su Sala Común. 

El retrato de la Dama Gorda duerme profundamente en su marco, ajena a mi espera. 

Me detengo, tratando de hacer el menor ruido posible, sintiéndome extrañamente pequeña frente a su gran figura dormida.

Empiezo a preocuparme por si Granger ha recibido mi mensaje urgente cuando el retrato frente a mí se entreabre con un leve crujido.

De la oscuridad, aparece Hermione, con la varita en alto, proyectando un tenue halo de luz dorada que ilumina su rostro y parte del pasillo. 

El repentino resplandor me toma por sorpresa.

—¿Qué haces despierta a estas horas? 

Susurra ella, mirándome con un ligero fruncimiento de preocupación. Luego mira a mi alrededor, asegurándose de que esté sola antes de añadir:

—Tu lechuza ha estado picoteando mi ventana hasta que me he levantado, y tienes suerte de que me despierto con facilidad, porque si no, ni me habría enterado.

—Lo siento mucho, Granger —digo en voz baja, temerosa de despertar a alguien más—. Pero... necesito tu ayuda con urgencia, y... no sabía a quién más acudir.

Ella me observa con cierta incredulidad, alternando la mirada entre la ventana donde se observa la luna en el cielo y mi rostro, tratando de medir la gravedad de mi solicitud.

—Leah... son las cinco de la mañana... —murmura, pasándose una mano por el cabello.

Parece muy cansada...

—Lo sé.

Bajo la mirada, la culpabilidad invadiendo cada rincón de mi ser.

—Te entiendo de verdad Granger. Sin embargo, no hubiera venido si no fuera urgente...

Antes de que Hermione pueda responder, la Dama Gorda, que hasta ahora había estado durmiendo placidamente en su marco, comienza a despertar. 

Sus ojos se entreabren y nos observa con incredulidad. 

La sorpresa es evidente en su rostro al vernos y se prepara para decir algo en voz alta, probablemente para cuestionarnos.

Sin perder un segundo, Hermione me toma del brazo y me empuja rápidamente hacia dentro de la Sala Común de Gryffindor.

Entramos casi tropezando con el umbral, y una vez dentro, Hermione cierra la entrada tras nosotras, guardando su varita para no iluminar de más. 

Nos detenemos en medio de la Sala Común, que está iluminada solo por el tenue resplandor de las brasas que quedan en la chimenea.

—Bien —dice ella, su tono apenas audible—. Ahora que estamos aquí... ¿Qué está pasando, Leah?

Me doy cuenta de que lleva un pijama rojo, decorado con pequeñas estrellas doradas que, bajo la luz del fuego, parecen brillar levemente. 

No puedo evitar sonreír al verla.

—Bonito pijama, Granger —murmuro divertida, intentando aliviar la tensión.

Ella baja la mirada, dándose cuenta de que aún está en su pijama y se sonroja, llevándose una mano nerviosa al cuello.

Ejem... No tuve tiempo de cambiarme... —murmura rápidamente, intentando recuperar su compostura.

Nos quedamos un momento en silencio, ambas intentando no reírnos. 

Hermione se aclara la garganta, enderezándose.

—Bueno... —dice, volviendo a adoptar su tono de seriedad— ¿Vas a decirme qué te preocupa tanto?

Le explico sobre el sueño que he tenido, los recuerdos de mi infancia en el orfanato, y cómo me desperté con la inquietante imagen de mis ojos volviéndose de un rojo vibrante.

Ella me escucha en silencio.

Cuando termino, se lleva una mano a su barbilla de forma pensativa y dice:

—Ojos rojos, ¿eh...? —murmura— Creo que recuerdo haber visto algo sobre eso en algunos libros de la biblioteca, están en una sección bastante restringida, y Madame Pince no es precisamente flexible... 

Después de quedarse callada durante unos segundos añade:

—Si fuéramos ahora no hay nadie más que el señor Filch patrullando despreocupado...

Su expresión se ilumina, como si una idea hubiera pasado por su mente. Se muerde el labio, es evidente como está avaluando si debería seguir adelante con lo que se le ha ocurrido...

—Espero que a Harry no le importe que tome prestada una cosa suya... —murmura para sí misma.

Luego, volviéndose hacia mí, se disculpa.

—Dame un minuto, Leah. Vuelvo enseguida.

Mientras la veo desaparecer en las sombras hacia su dormitorio, siento un gran alivio. 

La forma en que ha tomado mi problema en serio, sin siquiera cuestionar si lo que le cuento es real, me hace sentir realmente comprendida.

Ahora que estoy sola, me tomo un momento para observar detenidamente la Sala Común de Gryffindor. 

Es tan diferente a la de Slytherin, mucho más cálida, con esos tonos rojizos y dorados reflejados en la suave luz de la chimenea.

Todo aquí tiene un aire acogedor, incluso los sillones mullidos y las paredes llenas de pergaminos de antiguos alumnos.

Mis pensamientos se ven interrumpidos cuando siento una mano suave en mi hombro.

El susto me invade y, antes de que pueda gritar, me llevo una mano a la boca para contener el sonido.

Me giro de golpe... y no veo a nadie.

"¿Estaré imaginando cosas?" Mi respiración se acelera, mi corazón late con fuerza. 

Justo cuando el miedo comienza a invadirme, veo que, de la nada, aparece Hermione enfrente de mí, sujetando entre sus manos, lo parece ser un manto de invisibilidad.

—¿Q-qué...? —logro articular aún con el miedo en mi cuerpo. 

Hermione se ríe en silencio, con esa expresión de satisfacción.

—Siento haberte asustado —dice, bajando la voz—, pero tenía que asegurarme de que nadie nos vea. Esto nos será útil para llegar hasta la biblioteca.

La miro con asombro, comprendiendo por qué se refiere a tomar prestado "algo de Harry"...

—Esto... es impresionante, creí que esta capa era una leyenda... —murmuro, todavía tratando de calmar mi respiración.

Ella asiente y sonríe con complicidad.

—La capa de invisibilidad de Harry es un secreto en nuestro grupo, tienes que prometerme que guardarás el secreto... —me mira con seriedad— Solo unas pocas personas saben que él la tiene.

Asiento, todavía un poco abrumada por la idea de tener en mis manos un objeto tan especial. 

Hermione me entrega la capa y me pide que la sujete un momento.

—¿A dónde vas? —le pregunto, extrañada, cuando la veo retroceder con una sonrisa traviesa.

—A cambiarme, por supuesto, voy todavía con pijama... —responde, con un brillo juguetón en los ojos— A menos que quieras acompañarme... o prefieres esperar aquí.

El calor sube a mis mejillas de golpe, y niego rápidamente con la cabeza.

—No... no, está bien, esperaré aquí —murmuro, incapaz de mantener su mirada mientras una pequeña sonrisa se dibuja en mis labios.

Hermione sonríe, claramente divertida por mi reacción, y asiente antes de girarse para desaparecer en las sombras hacia su dormitorio.

Espero en la penumbra de la sala común, sosteniendo la capa de invisibilidad y todavía con el calor en mis mejillas. 

Apenas pasan unos minutos cuando escucho pasos suaves y la veo reaparecer, con una túnica oscura y cómoda.

—Vamos —dice Hermione en un susurro—, cuanto antes lleguemos, mejor.

Ambas nos cubrimos con la capa de invisibilidad y nos dirigimos con sigilo hacia la salida de la sala común.

Hogwarts sigue con esa calma total.

Hermione y yo cruzamos un par de pasillos en silencio, solo escuchando el eco de nuestros pasos amortiguados.

Al pasar frente a un gran ventanal, me detengo un segundo, asombrada por la vista del lago bajo la luz plateada, pero Hermione me da un suave tirón para que siga.

Llegamos al pasillo que lleva a la biblioteca.

Desde aquí, las grandes puertas dobles parecen aún más imponentes de lo que recordaba, y el silencio que reina hace que contengamos la respiración mientras nos acercamos. 

Granger lanza una última mirada alrededor, asegurándose de que no haya nadie a la vista, y me da un asentimiento antes de acercarnos a la entrada.

Seguidamente, coloca una mano en la puerta y susurra:

—Está cerrada.

Sin perder tiempo, saco mi varita y murmuro:

—"Alohomora."

El chasquido del cierre al abrirse suena casi ensordecedor en el silencio de la noche, pero logro abrir la puerta sin incidentes.

Hermione me mira con una ceja levantada y una sonrisa de aprobación.

—Veo que has estado practicando el hechizo —susurra, visiblemente orgullosa.

Le devuelvo la sonrisa y asiento, disfrutando por un momento de la pequeña victoria. 

Entramos bajo la capa de invisibilidad, cuidando de que no se escape ningún extremo mientras cerramos la puerta tras nosotras. 

Avanzamos lentamente entre las filas de libros.

El aire en la biblioteca es aún más frío de noche, impregnado de ese característico aroma a papel viejo y cuero.

Nos dirigimos hacia la Sección Prohibida, dónde las estanterías son imponentes, tan altas que apenas alcanzan el final del techo.

Hermione se inclina hacia mí y susurra:

—Una vez dentro de la Sección Prohibida, estaremos a salvo. Podemos leer sin preocuparnos... al menos durante unas horas.

Sigo sus pasos en silencio, cuidando de que no se escuche nada.

Hermione se detiene frente a una de las estanterías.

Saca con cuidado un libro de aspecto antiguo y nos sentamos en una mesa escondida entre los estantes.

Nos quitamos la capa de invisibilidad y, sin perder tiempo, enciendo la varita con un suave "Lumos".

La luz cálida ilumina el libro que Hermione ha colocado frente a nosotras, y las sombras en las estanterías a nuestro alrededor dan a la escena un aire de misterio.

Hermione pasa las páginas con concentración, su mirada recorriendo líneas y líneas de texto antiguo.

—Entonces... —murmura, sin apartar los ojos del libro— ¿Lo que buscamos tiene que ver con el significado de ojos rojos, no?

Asiento mientras me levanto a revisar las estanterías cercanas, escaneando títulos y lomos cubiertos de polvo en busca de algo útil. 

Hermione sigue hojeando el libro sin descanso, y yo me esfuerzo por ignorar el pequeño nudo de nervios en mi estómago.

—Aunque... no descarto que todo haya sido solo mi imaginación...

Hermione se detiene un momento y, cerrando el libro con un leve "pum", me lanza una mirada incrédula.

—¿Me estás diciendo que estamos aquí a las cinco de la mañana por algo que ni siquiera sabes si es real?

—Correcto —le sonrío, encogiéndome de hombros con una pizca de culpa.

Ella suspira y se levanta para buscar en otra estantería, sacudiendo la cabeza, pero veo una ligera sonrisa escondida en sus labios.

—En fin... no sé ni por qué te estoy ayudando.

Sonrío, divertida por su reacción, y cuando nuestras miradas se cruzan, suelto:

—Eres mi tutora, es tu obligación ayudarme...

—Eso es cierto —responde Hermione con una sonrisa resignada—, pero hasta cierto punto. Si Filch nos atrapa por aquí, podría matarnos. O peor... ¡Expulsarnos!

Nos miramos por un instante, y aunque ambas estamos serias, la situación tiene un toque cómico que no puedo evitar disfrutar.

Hermione, la alumna perfecta y sensata, está ayudándome a buscar respuestas en plena madrugada en la Sección Prohibida.

Nos reímos suavemente, sin atrevernos a hacer demasiado ruido, mientras seguimos buscando respuestas entre esos libros prohibidos que parecen contener más secretos de los que jamás imaginé.

Los minutos pasan mientras seguimos inmersas en libros polvorientos, pasando página tras página en busca de respuestas.

A medida que el silencio de la biblioteca se vuelve casi hipnótico, decido aprovechar la oportunidad y preguntar algo que no ha dejado de rondar mi mente:

—Hermione... acompañarme a la biblioteca a estas horas no es la única "cosa incorrecta" que has hecho últimamente, ¿verdad? 

—¿A qué te refieres? —ella levanta la vista del libro, frunciendo ligeramente el ceño.

Sonrío, intentando mantenerme seria, aunque la situación me divierte. 

Me inclino un poco hacia ella y murmuro:

—Sé que fuiste tú quien le lanzó el vaso lleno de agua a Draco en Las Tres Escobas.

Hermione se queda inmóvil por un segundo, sorprendida. Sin embargo, la expresión desaparece tan rápido como ha surgido.

Retoma su expresión de serenidad y vuelve su atención al libro.

—No sé de qué estás hablando. Sigue buscando información, y no pierdas más el tiempo, Leah —murmura en voz baja.

Su tono distante y profesional casi me hace reír, pero me esfuerzo por guardar silencio, contenta de ver un destello de su faceta traviesa. 

Volvemos a la lectura, y mientras Hermione sigue concentrada en las páginas, no puedo evitar pensar en ella.

No sé si simplemente es porque le toca ayudarme como tutora, pero Hermione no ha dudado en tenderme la mano. 

Es posible que... ¿a pesar de la diferencia entre casas y nuestros mundos distintos, la considere ya una amiga?

¿O es solo lo que yo deseo?

Mi monólogo se ve interrumpido cuando Hermione se sobresalta y sus ojos se agrandan. Su mirada fija en un párrafo que parece haber captado toda su atención.

—He encontrado algo... —murmura, casi sin aliento— Y si lo que dice aquí es cierto, Leah... tenemos un grave problema.

Me acerco rápidamente, un nudo de nervios en el estómago, y miro el párrafo que señala.

El dedo de Hermione se posa sobre una palabra que apenas comprendo al principio.

¿Magia antigua? —pregunto, sin disimular mi desconcierto.

Hermione asiente, sus ojos marrones clavados en el libro con preocupación.

—La magia antigua es la más poderosa... y la más peligrosa, Leah. No se parece a nada que hayamos aprendido aquí en Hogwarts.

Pasa el dedo por la línea, y ambas leemos el extracto que describe esa magia en específico:

"La magia antigua es una magia arcaica, independiente de todas las demás, que no requiere del uso de una varita ni de un encantamiento verbal. La capacidad para usar esta magia debe heredarse. Es por este motivo que no está al alcance de todos..."

Mis ojos siguen las palabras mientras Hermione salta unas líneas y sigue leyendo en voz baja:

"Aquellos que intentan usarla sin lograr controlarla son consumidos por ella, perdiendo poco a poco el control de su ser... cegados por su poder, hasta que se convierten inconscientemente en recipientes de esta energía.

"...Estos recipientes se van llenando de poder con el tiempo hasta que la magia antigua dentro de ellos es tan inmensa que su cuerpo colapsa bajo su influencia..."

Trago saliva, sintiendo que el peso de cada palabra cae como una losa sobre mis pensamientos. Hermione me interrumpe antes de que alcance el final del párrafo, mirándome con ojos serios, como si acabara de entender algo crucial.

El rojo... —murmura, con la mirada fija en mí— Ese es el color que caracteriza a la magia antigua.

Un escalofrío recorre mi cuerpo, y me pongo de pie, sin saber si lo que siento es miedo o incredulidad.

—Entonces, eso quiere decir que... —empiezo a decir, apenas capaz de articular mis pensamientos.

Hermione sigue leyendo, levantando la mirada cada tanto hacia mí, cada vez más convencida.

—Leah, si realmente viste tus ojos volverse rojos... podrías ser una portadora de magia antigua.

Mis piernas se sienten débiles, y apenas logro procesar lo que Hermione me está diciendo.

Siento cómo los latidos de mi corazón resuenan en mis oídos, intensificando la mezcla de miedo y desconcierto que amenaza con desbordarse.

—¿Y... q-qué podemos hacer ahora? —pregunto, intentando contener el temblor en mi voz.

Hermione cierra el libro con cuidado, su expresión tan serena como puede mantenerla, y posa su mano sobre la mía, transmitiéndome una calidez inesperada. 

El gesto, tan simple, logra anclarme en la realidad, aunque apenas pueda asimilar la magnitud de la situación.

—Por ahora, solo podemos esperar... —dice con suavidad—... Observar si vuelve a ocurrir. No podemos sacar conclusiones precipitadas de algo tan... importante.

Asiento, tragando el nudo que se ha formado en mi garganta. Su contacto y sus palabras consiguen tranquilizarme un poco, pero el miedo sigue ahí, latente, como una sombra que se niega a disiparse.

Las luces de nuestros hechizos "Lumos" proyectan sombras tenues sobre los estantes, y, por un momento, ambas quedamos en silencio, procesando lo que hemos leído.

Sin una palabra más, cerramos los libros y apagamos las varitas, devolviendo la biblioteca a su oscuridad y su calma inquietante.


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¿Magia Antigua?

Parece que la vida de Leah es más interesante de lo que esperaba...

Espero que os haya gustado, no olvidéis dejar un voto en cada capítulo, me ayuda mucho <3

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