(5) Cerveza de Mantequilla
Todas las tardes de las semanas siguientes, las he pasado en la biblioteca. Rodeada de libros de todo tipo y encabezadas, claro, por Hermione Granger.
Ella me ha guiado por el mundo mágico con una paciencia que, para ser sincera, no me esperaba de ella.
Al principio, su manera de enseñar me sacaba de quicio.
Hermione siempre parece tener la respuesta perfecta y la técnica precisa para cada hechizo o poción, como si fuera una enciclopedia viviente. No solo eso, sino que su tono, cuando corregía mis errores, me hacía pensar que estaba disfrutando demasiado del rol de "sabelotodo".
Había momentos en los que me era casi imposible no rodar los ojos o morderme la lengua, y me costaba no contestarle.
No obstante, a medida que han pasado los días, he notado que Granger realmente quiere ayudarme.
Esa insistencia que tanto me irritaba al principio estaba lejos de ser una actitud arrogante.
Me he dado cuenta de que nunca ha intentado hacerme sentir inferior; simplemente, tenía un verdadero interés en que entendiera todo.
Fue en ese momento cuando empecé a ver a Hermione desde otra perspectiva"Quizás no era tan irritante como había pensado".
Hubo un día en particular que aún me hace reír cada vez que lo recuerdo.
Estábamos en una de nuestras largas sesiones en la biblioteca, y Hermione estaba ayudándome a repasar el hechizo de Alohomora.
Cada vez que intentaba abrir una caja de práctica, la cerradura se resistía a mis intentos, mientras que Hermione lograba desbloquearla de inmediato.
Después de mi tercer intento fallido, la miré con frustración.
—¿Por qué me sale siempre mal? —le pregunté, casi desesperada.
—Quizás es porque no tienes la pronunciación adecuada, Leah.
—Alo-ho-mora —pronuncié, exagerando la "h".
Ella tenía ese brillo característico de diversión en sus ojos y mi exageración de la "h" la hizo sonreír.
Entonces decidí aprovechar la situación y bromear:
—Tal vez no esté destinada a ser una maga... tal vez esta varita esté destinada para usarse en la música...—dije con tono teatral.
Hermione intentó contener su risa, pero cuando me vio mover la varita como un compositor, ya no pudo evitarlo.
Después de eso, la biblioteca se llenó de nuestras risas contenidas mientras tratábamos de no hacer ruido y ganarnos la mirada de advertencia de la bibliotecaria.
Fue en ese momento, viendo a Hermione reírse tan genuinamente, cuando entendí que había juzgado demasiado rápido.
Las sesiones en la biblioteca con Hermione no han sido lo único destacable de las últimas semanas.
El dormitorio en la casa Slytherin, que comparto con Selene, Ophelia y Araminta, ha pasado por algunas "modificaciones" que nos parecían, modestamente, necesarias para sentirnos realmente en casa.
Bajo la supervisión de Draco y algunos de sus "consejos expertos", nos animamos a cambiar el color de las paredes de un verde oscuro y frío a un tono más cálido y acogedor, con un hechizo sencillo que nos enseñó él, asegurándonos que "nadie lo notaría".
Además, aprovechamos para reorganizar la función de algunos muebles: nuestra antigua mesa de trabajo ahora servía como tocador compartido, y los armarios, que antes estaban completamente separados, los fusionamos para ahorrar espacio y añadir una esquina donde Selene pudiera montar una improvisada estantería de pociones.
Fue una semana de risas y secretos compartidos.
Cada vez que lográbamos añadir un nuevo detalle a la habitación, Draco aparecía para inspeccionar el resultado, arqueando las cejas y dándonos su aprobación. Todo parecía perfecto, y durante un tiempo realmente creímos que habíamos logrado el cambio sin levantar sospechas.
Sin embargo, la suerte no ha estado de nuestro lado.
Una tarde, mientras discutíamos emocionadas sobre la nueva distribución, alguien en nuestra sala común nos escuchó y, por accidente, —o eso espero— informó de nuestra hazaña al profesor Snape.
Al día siguiente, la atmósfera cambió por completo: el profesor Snape apareció en la puerta de nuestro dormitorio, examinando cada rincón con su mirada penetrante, desde las paredes repintadas hasta los muebles movidos.
"Ya que les sobra tiempo para... redecorar su dormitorio, lo dedicarán mejor a asistir a las sesiones de limpieza del aula de Pociones durante una semana". Snape emitió su veredicto con voz helada.
La diversión terminó en un parpadeo, y aunque pasamos esa semana entre trapos y frascos de pociones, no pudimos evitar reírnos a escondidas cada vez que recordábamos lo cerca que estuvimos de salirnos con la nuestra.
El miedo que sentía durante las primeras semanas, poco a poco se ha ido disipando, reemplazado por estos pequeños momentos con gente que ya puedo considerar amigos.
Y es con ellos con quienes voy a ir a visitar Hogsmeade esta tarde.
Hogsmeade es el único pueblo enteramente mágico en toda Gran Bretaña y está a poca distancia de Hogwarts.
Para los estudiantes, es casi un santuario de libertad, un sitio donde podemos escapar de las estrictas normas del castillo y explorar tiendas de artículos de magia, la cerveza de mantequilla en Las Tres Escobas, y quizá alguna sorpresa en Zonko's, la tienda de bromas.
Al salir de la última clase, Draco y Blaise se acercan nosotras con una sonrisa que dice más que cualquier invitación.
—Entonces, ¿listas para la excursión a Hogsmeade? —dice Draco, con entusiasmo en sus ojos.
—He oído que el chocolate caliente de Las Tres Escobas es el mejor en todo el Reino Unido —comenta Selene emocionada.
—Y Zonko's está lleno de sorpresas —agrega Blaise, lanzando una mirada traviesa hacia Draco— Sería un pecado perderse el lugar más famoso de bromas mágicas.
Vamos todos hacia el pueblo.
Estamos envueltos en capas y bufandas contra el frío, mientras el viento fresco de noviembre nos revuelve el cabello.
Ophelia camina a mi lado, sus ojos brillan de emoción mientras me pregunta:
—¿Tienes algún sitio en mente, Leah?
—No lo sé... nunca he estado en Hogsmeade. Sin embargo... he escuchado hablar maravillas de Honeydukes y sus dulces mágicos en los pasillos del castillo.
Draco se adelanta un poco para llegar a nuestro lado y decir:
—Honeydukes es una visita obligada, y ya que tenemos la suerte de ir juntos, podemos explorar más que solo las tiendas básicas. Incluso Las Tres Escobas, si Blaise no me deja en bancarrota con toda la cerveza de mantequilla que planea beber.
—Oh, sí, claro. Como si eso de dejarte en bancarrota fuera remotamente posible...—bromea Blaise, poniendo los ojos en blanco.
Ríen juntos, y siento que esta pequeña burla entre ellos es una costumbre que tienen de años.
Cuando por fin llegamos y veo el letrero de madera con "Hogsmeade" tallado a mano, mi corazón da un pequeño brinco de emoción.
Esa misma emoción inicial nos hace difícil ponernos de acuerdo sobre dónde ir primero.
Tras un momento de discusiones, las prioridades de cada quien quedan claras.
Ophelia y Araminta se escapan juntas hacia una pequeña tienda de amuletos mágicos, ambas compartiendo el mismo interés por los encantamientos protectores y objetos curiosos.
Selene, fascinada por los relatos de dulces encantados, se va con Blaise hacia Honeydukes, dejándome a mí con Draco, quien sugiere ir a Las Tres Escobas.
—Podemos ir más tarde a Honeydukes. Ir a conocer Las Tres Escobas es casi un rito de iniciación para un estudiante de Hogwarts. —comenta él mientras avanzamos— Nunca has probado la cerveza de mantequilla, ¿cierto?
—No, nunca —admito, mientras caminamos por la calle adoquinada.
Observamos los escaparates que resplandecen con luces cálidas. La atmósfera de Hogsmeade es encantadora, tan mágica como lo había imaginado.
Draco sonríe, como si llevarme allí fuera su deber.
—Entonces estás en buenas manos. Yo, Blaise y el resto, somos de los clientes más queridos. —bromea con una sonrisa tímida— Siempre que tenemos una oportunidad, este es nuestro punto de encuentro. Pansy, Crabbe, Goyle, y yo venimos aquí casi cada visita. Aunque Crabbe y Goyle están aquí más por la comida que por otra cosa... no es como si apreciaran la historia del lugar.
Entramos en Las Tres Escobas y noto inmediatamente la atmósfera acogedora del lugar.
Hay mesas de madera pulida, chimeneas en cada extremo del local, y una luz tenue que invita a sentarse y relajarse.
Draco nos encuentra una mesa cerca de la ventana, desde donde puedo ver el paisaje parcialmente nevado de Hogsmeade.
Una camarera nos sirve dos cervezas de mantequilla muy apetitosas, con espuma en la parte superior.
Me doy cuenta de que Draco observa mi reacción atentamente.
—¿Y bien? ¿Qué te parece? —pregunta, con un brillo divertido en los ojos mientras tomo el primer sorbo.
La cerveza de mantequilla es dulce, cálida, y con una consistencia que me recuerda un poco al caramelo derretido. Siento un cosquilleo en la lengua, como si tuviera un toque de magia en cada gota.
—Es... deliciosa. Diferente a lo que imaginaba, pero me gusta mucho —respondo, sonriendo.
—Sabía que te gustaría. Tiene su encanto, ¿no? Este sitio siempre ha sido como una especie de refugio. Aquí todos olvidamos por un rato el estrés de los estudios, o los problemas en el castillo.
Él y yo seguimos conversando animadamente, sumidos en el ambiente acogedor del lugar.
Sus historias sobre su grupo de amigos y sus anécdotas en Hogwarts son entretenidas, y poco a poco, me siento más relajada en su compañía.
No obstante, justo cuando estoy comenzando a sentirme cómoda, él me mira con una expresión un poco más seria.
—Quería hacerte una pregunta.
Duda un instante antes de decir:
—¿Qué tal te va con la... sangre sucia?
La palabra cae en la conversación como un peso inesperado, y lo miro frunciendo el ceño.
—¿Sangre sucia? —repito, un poco desconcertada.
Es una palabra que he escuchado de algún Slytherin de último año, pero no sé realmente lo qué significa...
—He oído el término, pero... no estoy del todo familiarizada con el significado.
Draco rueda los ojos, casi como si estuviera sorprendido de tener que explicarlo, y hace un ligero movimiento de cabeza señalando una mesa a nuestra derecha.
Sigo su gesto y, para mi sorpresa, veo a Hermione Granger sentada con Harry Potter.
Están conversando casualmente, como si no hubiera nadie más en el mundo.
—Eso de allí es una sangre sucia —responde Draco, sus ojos reflejando un desprecio evidente.
Parpadeo, sin poder ocultar mi desconcierto.
—¿Hermione? —pregunto, volviendo la vista hacia él— ¿Qué tiene que ver eso con ella?
Draco deja escapar un suspiro, como si no pudiera creer que no entienda.
—"Sangre sucia" es como llamamos a los nacidos de muggles.
Lo explica como si revelara una verdad evidente y dolorosa...
—Son todos los que no tienen ningún tipo de sangre mágica en sus familias. Esa Granger se comporta como si fuera la mejor de todos, pero... bueno, no lo es. No tiene lo que los demás magos y brujas de verdad tenemos.
Me quedo en silencio, procesando sus palabras.
Había escuchado suspiros y comentarios sobre los "sangre sucia" antes, pero hasta ahora no me había detenido a pensar en lo que significaban.
En un instante, las ideas que tenía sobre Draco y su círculo de amigos se agitan dentro de mí.
Miro hacia la mesa de Hermione una vez más, y veo su sonrisa al conversar con Harry. Me doy cuenta de que, en todo este tiempo, ella nunca me ha tratado con esa frialdad o juicio que Draco ahora muestra. Granger me ha estado ayudando a pesar de todo.
La palabra "sangre sucia" se siente cruda y dolorosa, y una parte de mí comienza a entender que quizás en el mundo mágico hay más divisiones de las que imaginaba.
Draco sigue hablando, su voz impregnada de desprecio mientras observa a Hermione y Harry a la distancia.
—Es solo cuestión de tiempo. —escupe, casi como si fuera un hecho evidente— Estirpes como esas... eventualmente desaparecerán. Es lo que debe pasar. Esas líneas de sangre nunca debieron existir en el mundo mágico.
Sus palabras caen sobre mí como un peso inesperado y doloroso.
La crudeza de su desprecio me duele, y un pensamiento aparece en mi mente, uno que nunca había considerado seriamente hasta ahora.
Trago en seco y miro a Draco llena de dolor.
—Entonces, según tu teoría... yo, que ni siquiera conocí a mis padres, que no tengo idea de mi origen... ¿También soy alguien que no debería existir?
Él parece congelarse al darse cuenta del efecto de sus palabras, pero no me detengo.
—Yo podría ser perfectamente hija de "muggles", y entonces, por esa lógica, tampoco pertenezco aquí.
—Leah... no... no tiene nada que ver contigo, en serio. Es evidente que el Sombrero Seleccionador sabía bien lo que hacía al... —Draco Balbucea, intentando encontrar una forma de retractarse.
No lo dejo terminar.
La desilusión y el dolor que me ha causado con sus palabras me impulsan a actuar.
Sin una palabra más, me levanto de la mesa, y mi movimiento abrupto atrae algunas miradas curiosas de los demás presentes, incluidas las de Harry y Hermione.
—Me largo. Ya he tenido suficiente.
Draco se levanta detrás de mí, alcanzándome en un par de zancadas y sujetándome del brazo.
—Leah, espera. —su tono es suplicante, algo que nunca esperaba oír— Por favor, déjame explicarte.
Siento su mano aferrarse a mi brazo, pero la rabia y la decepción me queman por dentro.
—Suéltame —murmuro entre dientes, mi voz tensa.
Antes de que pueda liberarme de su agarre, como si una fuerza invisible se activara, veo cómo un vaso de agua en la mesa cercana se eleva y flota en el aire. Y con un movimiento ágil, el vaso se voltea sobre Draco, empapándolo de agua de pies a cabeza.
Suelta mi brazo en un acto reflejo, quedándose completamente atónito mientras el agua le gotea del cabello a la ropa.
No entiendo bien lo que acaba de suceder, pero al girar la cabeza hacia un lado, veo a Hermione, que observa la escena con una sonrisa discreta mientras guarda su varita entre sus cosas.
Algo me dice que ella tiene mucho que ver con este inesperado giro de los acontecimientos, y no puedo evitar sonreír, aliviada de haber encontrado una salida.
Sin decir nada más, salgo del establecimiento, dejando a Draco detrás de mí, atónito y perplejo.
Aún con la adrenalina en el cuerpo, camino rápidamente hacia la tienda de Zonko's, donde veo a Ophelia, Selene y Araminta revisando algunos artículos con entusiasmo.
Apenas entro, las chicas alzan la vista y sus expresiones cambian al verme.
—¿Leah? —pregunta Selene, con preocupación en su tono— ¿Estás bien? ¿Qué ha pasado?
—Nada, chicas. —intento esbozar una sonrisa— Creo que me he cansado un poco... Voy a regresar al castillo para descansar un rato, de verdad no me encuentro muy bien.
—¿Segura? —pregunta Ophelia, alzando una ceja.
Asiento, esforzándome por no delatar los sentimientos mezclados en mi mirada.
Tras susurrar algunas palabras de despedida, me doy la vuelta y me encamino hacia el castillo.
En el camino de regreso, los pensamientos me inundan, como una corriente incesante de preguntas y decepciones.
"¿Cómo es posible que haya gente que piense así de otros?" No importa cuánta magia haya en el mundo, nunca he entendido cómo alguien puede odiar solo por el lugar de donde vienes o la sangre que corre por tus venas.
No puedo evitar sentir una punzada de tristeza al recordar la manera en que Draco hablaba de Hermione, una persona que, a pesar de todo, no ha hecho más que ayudarme.
Quería creer que los rumores sobre él no eran ciertos, que debajo de toda esa arrogancia había alguien que podía ver más allá de esos prejuicios. No obstante, sus palabras me golpearon con una verdad helada, y ahora esa imagen que intentaba construir de él se ha desmoronado.
Y por más que lo intente, lo que ha pasado esta tarde, ha hecho que no pueda dejar de pensar en mis propios orígenes.
Yo misma no sé de dónde vengo; mis padres no están en mi vida, y nunca sabré si fue porque me abandonaron o porque ya no están en este mundo.
La tristeza y la impotencia hierven en mi interior, como una mezcla que me cuesta procesar.
❀・°・❀
Llego al castillo y de allí voy directa sin detenerme hacia la habitación.
Caigo suavemente sobre la cama, intentando perderme en la oscuridad reparadora de los sueños, buscando un consuelo que solo el olvido del sueño parece ofrecer.
No obstante, en lugar de alivio, mi mente retrocede, llevándome a un recuerdo enterrado y doloroso de la infancia.
Me veo a mí misma, pequeña y sola en un rincón del orfanato.
Escucho las risas y los susurros de otros niños a la distancia, esas palabras que tantas veces me hicieron daño: "la niña rara está allí", "es tan extraña", "normal que no tenga amigos".
Las voces son crueles y frías, y resuenan en mi mente como una canción distorsionada.
De pronto, uno de los niños se me acerca, sus ojos brillando con malicia mientras me observa fijamente.
Veo su mano señalar hacia el pequeño osito que sostengo, el único objeto en el mundo que sentía realmente mío, un pequeño peluche que apretaba contra mi pecho como si fuera un escudo contra el mundo.
—Dame tu osito, lo quiero para mí —dice él, su voz cargada de una mezcla de ira y desprecio.
—No... no te lo doy, es lo único que tengo —murmuro, aferrándolo con fuerza.
A él eso no le importa, su expresión se oscurece, y veo cómo su mano se extiende, tirando del osito con brusquedad.
La pequeña yo intenta resistir, suplicando:
—"Por favor, para, lo vas a romper"
Él sigue, empeñado en quitarme lo único que me importa.
Un sonido desgarrador llena el espacio, y veo horrorizada cómo el pequeño osito cae al suelo, su cuerpo roto y con el algodón esparcido a su alrededor.
—No... —sollozo, sintiendo un vacío doloroso en el pecho.
El niño solo se ríe con crueldad.
—Estúpida Leah, ya no lo quiero. No sirve para nada.
En ese instante, algo en mí estalla.
Un calor sube por mi cuerpo, una rabia desconocida que me hace temblar.
Miro al niño y, sin entender cómo, siento como si algo oscuro y poderoso se apoderara de mí.
Veo el miedo en sus ojos cuando murmura:
—"Niña rara, ¿por qué tienes los ojos rojos?"
Sin embargo, ya es demasiado tarde.
Con un impulso que no controlo, el niño sale disparado, golpeando su cabeza contra la pared y quedando inconsciente en el suelo.
Entonces, la pequeña yo se da cuenta de lo que acaba de hacer.
—No, no, no... ¿Qué he hecho? —murmura, mientras el eco de sus palabras se disuelve en el aire.
Una mezcla de pánico y culpa la invade.
❀・°・❀
Me despierto bruscamente en medio de la noche, jadeando y empapada en sudor frío.
Me siento desorientada, con el corazón latiendo tan fuerte que parece querer salirse de mi pecho.
"Ese sueño se sintió muy real..." Una parte de mí sabe que algo no va bien.
Observo en silencio a mis compañeras, que duermen plácidamente bajo las cobijas, ajenas a la tormenta que ruge en mi interior.
Es por la noche y ya han regresado de Hogsmeade.
Miro por la ventana. La luna está en su punto más alto.
Con el corazón aún latiendo desbocado, me levanto despacio, procurando hacer el menor sonido.
Mis pies descalzos hacen poco ruido contra el suelo mientras me dirijo al tocador.
Una extraña sensación de incomodidad me invade al acercarme al espejo, pero al mismo tiempo, una especie de impulso incontrolable me lleva a mirarme.
El reflejo me muestra una expresión confusa y cansada, el rostro pálido y los ojos ligeramente enrojecidos, seguramente por la falta de sueño.
Lo que dijo el niño dijo en el sueño, "¿Por qué tienes los ojos rojos?", resuena en mi mente, como si fuera una advertencia olvidada hace mucho tiempo.
Y entonces, mis ojos en el reflejo cambian.
En un parpadeo fugaz, el iris de mis ojos cambia a un color rojo vibrante. Un color imposible, antinatural.
Luego, recupera su color natural, el azul.
Siento un estremecimiento y me aparto del espejo, sin saber si he alucinado o si realmente ha sucedido.
Esto... esto no puede estar pasando. ¿O sí?
Con la mente hecha un caos y el miedo palpitando dentro de mí, sé que no hay posibilidad de que vuelva a dormirme.
No tengo muchas opciones, pero hay alguien que puede saber más sobre esto y ayudarme a averiguar qué ocurre, aunque probablemente no esté precisamente contenta de que la despierte en plena noche.
╔══❀・°・❀══╗
Bueno, bueno, triple capítulo hoy.
Espero de verdad que os guste y pueda seguir transmitiendo las mismas emociones que transmitía el cómic.
Buenas nochesss <3
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