(4) Lecciones No Planeadas
Han pasado los primeros días en Hogwarts y, aunque me esfuerzo en adaptarme, me siento más perdida que nunca. Las clases avanzan a un ritmo que apenas logro seguir, y hay momentos en los que me parece que nunca podré ponerme al día.
No obstante, no todo ha sido tan difícil.
Draco, a pesar de nuestro primer encuentro algo tenso, ha sido de gran ayuda.
No solo me ha ofrecido consejos sobre cómo desenvolverme en las asignaturas principales, sino que también se ha tomado el tiempo para darme algunas recomendaciones sobre la mejor manera de moverse por el castillo, de qué pasillos evitar y dónde encontrar lo que necesito.
Aunque había escuchado los rumores que circulan sobre no acercarse a Malfoy, no puedo evitar pensar que tal vez no es tan horrible como dicen. Al fin y al cabo, ha sido útil y, por raro que parezca, amable en sus propios términos.
Además de él, mis compañeras de cuarto también me han apoyado.
Desde el primer día, me han ayudado con las asignaturas, mostrándome los trucos para no perderme entre las aulas y, sobre todo, mostrándome lo que significa realmente ser parte de una casa como Slytherin.
Aunque al principio sentía que me costaba encajar, poco a poco empiezo a darme cuenta de que, tal vez, este lugar no es tan grande ni tan aterrador como parecía al principio.
A pesar de sus consejos y de notar que hay personas que me apoyan, hay algo que no pueden enseñarme, algo que no puedo recuperar, y es el tiempo perdido.
Las horas que no pasé entrenando hechizos, las clases que no pude tomar, los años que quedaron vacíos en mi aprendizaje. Ningún consejo, por más útil que sea, puede devolverme ese conocimiento básico que todos parecen dar por sentado.
En la clase de Pociones, especialmente, me siento fuera de lugar.
Es una asignatura avanzada, compartida con los de sexto año. Estoy rodeada de estudiantes que ya conocen todos los ingredientes y hechizos a la perfección.
Una de las anécdotas más curiosas que puedo recordar ocurrió en una de las primeras clases.
El famoso Harry Potter sorprendió al profesor creando la poción perfecta y, para asombro de todos, superó incluso a la alumna más brillante de la clase, una chica de cabello rizado y mirada penetrante llamada Hermione Granger.
Se dice que es la estudiante más lista de su año, y no me cuesta creerlo: hasta el profesor Slughorn se mostró impresionado cuando Harry logró dejarla atrás.
La situación fue divertida, porque la expresión de sorpresa de todos fue tan notoria que hasta Harry parecía algo incómodo con tanta atención.
En cuanto a las clases de vuelo... bueno, digamos que he tenido un "progreso".
Aprendí a "flotar" en la escoba, lo cual parece un primer paso, aunque la profesora McDougal insiste en que "tarde o temprano" me moveré, al menos un centímetro, sobre ella.
Claro que mis compañeros de primer año ya están deslizándose en el aire con algo de soltura, pero yo sigo allí, plantada, intentando que la escoba me obedezca más de dos segundos.
Y luego... está el profesor Snape, quien nos enseña Defensa Contra las Artes Oscuras. Digamos que los alumnos que oí en la estación de King's Cross hablando de él, y de su... peculiar estilo, les doy toda la razón.
Diría que es un poco, "¿estricto?".
Aunque "implacable" podría describirlo mejor.
Una voz fría y baja interrumpe mis pensamientos.
—¿Señorita...?
Siento un escalofrío recorrerme al darme cuenta de que el mismísimo profesor Snape está parado justo a mi lado, observándome con impaciencia.
—¿Hay algo que esté pensando que le parezca más interesante que la clase que estoy impartiendo?
Mi pulso se acelera y noto que mis compañeros están en silencio, mirando la escena con expectación.
El profesor Snape me observa con un brillo de desdén en sus ojos oscuros.
Cruza los brazos antes de decir con voz gélida:
—No me extraña que hayan descubierto que puede realizar magia a sus dieciséis años, señorita, viendo su evidente incompetencia para desenvolverse en esta asignatura.
Luego, se gira hacia la clase, recorriendo las filas de estudiantes con una mirada penetrante.
Los alumnos, como si respondieran a un peligro inminente, comienzan a bajar la cabeza y esconderse tras sus libros, evitando cualquier posible contacto visual con él.
—Parece que debo buscar a alguien que intente enderezar este... —hace una pausa para escoger su siguiente palabra con evidente desdén— ...desastre.
Con un gesto seco, fija su mirada en la última persona que esperaba ver involucrada: Hermione Granger.
Ella parpadea sorprendida y aprieta su libro contra el pecho. Es evidente que se siente intimidada por su presencia.
Snape parece no percatarse de eso.
—Señorita Granger, supongo que, a pesar de su ya extenso horario de estudio, podría intentar instruir a la señorita en las bases que necesita para no ser una... vergüenza de sexto año.
Su voz se desliza por el aire con su característico tono, dejando claro que no espera ni una protesta.
Hermione intenta articular una respuesta, claramente incómoda:
—Profesor, yo... bueno, tengo...
—Excelente. Me alegra ver su entusiasmo —el profesor Snape no le da espacio para más excusas.
La clase se queda en un tenso silencio mientras Hermione, visiblemente sorprendida, se ve obligada a asumir la responsabilidad de enseñarme.
No puedo evitar sentirme culpable por la forma en que Snape ha impuesto la tarea sobre ella, y aunque sé que necesito la ayuda que me ofrece, me resulta difícil no sentirme como una carga.
Dicho esto, el profesor se vuelve hacia la pizarra para continuar la lección.
Cuando miro hacia la derecha, Hermione y yo cruzamos miradas por primera vez.
Un nudo se forma en mi estómago, tan denso y pesado que me cuesta respirar. Hay algo en su mirada, algo que no puedo identificar exactamente.
¿Rencor?
¿Rabia?
Quizás, algo de compasión, aunque no puedo decirlo con certeza.
Lo que me sorprende es la intensidad con la que sus ojos me atraviesan, como si estuviera tratando de leer mis pensamientos.
Un leve rubor me sube por el cuello, y la incomodidad me invade aún más.
Justo en ese momento, Harry susurra algo a Hermione al oído, tal vez intentando aliviar la tensión en la atmósfera. No obstante, por más que me esfuerzo por escuchar, las palabras de Harry se pierden entre el murmullo de la clase
Inmediatamente, aparto la vista y miro al frente, enfocándome en la pizarra.
El tiempo parece alargarse mientras escucho la voz de Snape y el susurro distante de mis compañeros.
Después de la hora más larga de mi vida, la clase termina.
Me apresuro a recoger mis cosas, ansiosa por salir de allí lo más rápido posible, para evitar quedarme en el centro de atención.
Justo cuando estoy a punto de levantarme y escapar de la escena, la voz de alguien impide que lo haga:
—Te llamas Leah, ¿no?
Me giro rápidamente y la veo.
Hermione Granger está frente a mí, observándome con curiosidad.
Su cabello, castaño y algo rizado, cae en cascada sobre sus hombros. Sus ojos, que antes parecían tan intensos, ahora tienen un brillo más cálido, algo que me desconcierta aún más.
—Sí, soy yo —respondo luego de unos segundos.
Ella me analiza, y yo me siento incapaz de romper el contacto visual.
Con un gesto, Hermione aparta un mechón rebelde que se había deslizado sobre su rostro antes de decir:
—He hablado con el profesor Snape y he aceptado ser tu tutora oficialmente. Así que... espero que estés lista para esforzarte, Leah.
Bajo su mirada, me siento pequeña, como si su sola presencia me encogiera.
Sin pensarlo demasiado, asiento tímidamente, incapaz de encontrar las palabras.
Hermione observa mi reacción con diversión en sus ojos.
—Perfecto —responde finalmente con una sonrisa.
Ese gesto, tan breve como amable, disipa un poco la tensión que siento, haciéndome pensar que, quizás, esto no será tan terrible como imaginaba.
—Nos vemos después de la próxima clase, en la biblioteca —continúa, con la misma naturalidad de quien está acostumbrada a este tipo de responsabilidades.
Su tono es práctico, casi casual, pero hay algo en su actitud que me inspira una pequeña chispa de confianza. Tal vez, con ella como guía, realmente pueda aprender.
—Empezaremos con los fundamentos básicos de magia de primer año. Nada complicado.
De repente, Harry aparece a su lado. No dice nada, simplemente observa la escena.
No obstante, su mera presencia lo cambia todo.
La sonrisa de Hermione se desvanece casi al instante, sustituida por una expresión neutral, como si hubiera construido un muro entre nosotras.
Harry me observa brevemente, sus ojos verdes clavándose en mí con una intensidad que me resulta incómoda, casi inquisitiva.
Es como si estuviera evaluándome, buscando algo que no entiendo.
Hermione parece percibirlo también, porque desvía la vista hacia él y, tras un instante de silencio tenso, me mira con una expresión distante, completamente diferente a las anteriores.
—Nos vemos después de la próxima clase, Leah.
Sin esperar respuesta, se gira y sigue a Harry por el pasillo. Su paso ligeramente apresurado, como si quisiera alejarse cuanto antes.
Me quedo allí, paralizada, la incomodidad aún latente bajo el peso de la breve interacción.
"¿He hecho algo malo?" Mi mente no deja de girar en círculos, tratando de entender qué acaba de pasar.
"¿Por qué esa mirada inquisidora de Harry, como si sospechara algo de mí?" Es una sensación incómoda, que me deja con una sensación de inseguridad que no sé cómo gestionar.
Suspiro, tratando de sacudir esos pensamientos mientras recojo mis cosas y me apresuro a salir de la clase.
Justo cuando doy un paso fuera del aula, alguien me llama desde el otro lado del pasillo.
—¡Leah!
Me giro rápidamente y veo a Draco Malfoy, acompañado de otro chico. Ambos se acercan con paso seguro, su presencia destacándose en el pasillo.
—Leah, te presento a Blaise Zabini —dice Draco, con una ligera sonrisa.
Es evidente que es alguien importante para él.
—Un placer —dice el nuevo chico.
Blaise extiende la mano para saludarme, y me fijo en sus rasgos inmediatamente: Es alto, de piel oscura, con el cabello negro y lacio.
—Igualmente — respondo, devolviéndole el saludo con una sonrisa.
Luego de esa fugaz presentación, me giro hacia Draco y lo observo, visiblemente confusa.
—¿Qué haces aquí?—pregunto al verlo fuera de su clase.
Él se encoge de hombros, mirando a su amigo antes de responder:
—Este año decidí no tomar Defensa contra las Artes Oscuras. No quiero perder el tiempo con Snape... ni con sus... metodologías.
Su tono es algo despectivo, pero sin la hostilidad que usualmente muestra. Parece que simplemente no le interesa la clase.
Blaise asiente, como si la decisión de su amigo fuera completamente normal. Él, al igual que Draco, parece estar acostumbrado a la idea de sortear cualquier regla que no les convenga.
—Y bien, ¿qué tal te ha ido esta última hora?— pregunta Draco visiblemente interesado.
—Bueno... la clase de Defensa contra las Artes Oscuras fue...
Intento encontrar las palabras adecuadas antes de continuar.
— ...Interesante. Snape, como siempre, no perdió oportunidad para demostrar que disfruta haciéndonos sentir incómodos. En mi caso, no fue diferente. Me humilló delante de todos por no saber algunas cosas, ya sabes, porque, según él, "no estoy a la altura de los estudiantes de sexto año".
Me detengo un momento, recordando el malestar de ese instante.
No me gusta revivirlo, pero es difícil evitarlo cuando hablo de ese profesor.
—Después de eso, Snape no me dejó ir sin más. Me dijo que, "para no ser una vergüenza para la clase", necesitaba un tutor académico. Claro, como si fuera tan fácil encontrar a alguien dispuesto a ayudarme con los fundamentos de magia cuando todo el mundo está tan centrado en sus propios estudios.
Siento que, aunque lo menciono de manera algo irónica, es algo que aún me incomoda. A pesar de eso, Draco y Blaise siguen escuchándome con interés.
—Y, como si etodo eso no fuera suficiente, me dijo que encontraría a alguien en aquel preciso instante para que me ayudara, y al final, me asignó a Hermione Granger...
Mi tono se va suavizando mientras explico todo, aunque sigo sin estar completamente cómoda con la idea de tener a alguien como Hermione como "tutora"...
—No es que me moleste... pero... ¿Hermione? Ella parece tener siempre algo mejor que hacer, y ni hablar de las expectativas que tiene de mí. Vamos, que me sentí como si estuviera siendo observada bajo un microscopio.
Al terminar, miro a Draco y Blaise, y me doy cuenta al instante de que sus expresiones no son las que esperaba.
Blaise está con los brazos cruzados, aparentemente indiferente, pero Draco parece haber captado algo más, un pequeño destello de interés al mencionar el nombre de mi nueva tutora.
—¿Hermione Granger? —dice él, con una mueca despectiva.
—Esa niñata se cree mejor que todos los demás. Y ni hablar de Potter... —su voz se vuelve más amarga—... Siempre actuando como si fuera el centro del mundo.
Su tono, a pesar de ser sarcástico, lleva consigo un desprecio palpable.
A medida que caminamos por los pasillos, empieza a hablar sobre el famoso "trío de oro" y su desdén por Harry Potter, es algo que claramente no intenta ocultar.
Seguimos caminando y no tardamos en llegar a la clase de Encantamientos.
Draco me lanza una mirada antes de separarnos.
—Bueno, ya sabes, si necesitas algo, no dudes en decirme —se encoge de hombros—. Aunque, si te soy sincero, Granger no puede enseñarte las cosas tan bien como yo. No tiene... mi toque especial, ¿sabes?
Es evidente que por su forma de hablar, se considera superior a la mayoría...
La conversación con Draco se desvanece en el aire mientras me adentro en clase de Encantamientos.
El aula está llena de murmullos y risas.
El profesor Flitwick, pequeño y lleno de energía, saluda a la clase con entusiasmo.
Nos indica que hoy vamos a practicar el hechizo Wingardium Leviosa, un encantamiento básico para levitar objetos.
Parece sencillo, y por un momento me siento aliviada, creyendo que finalmente podría hacer algo bien.
El profesor nos da instrucciones claras, y todos comenzamos a practicar.
Con la varita en mis manos, me concentro en el movimiento que explicó Flitwick: "De arriba hacia abajo, con gracia".
Levanto la varita, diciendo el hechizo en voz baja:
—"Wingardium Leviosá"
No obstante, la pequeña pluma delante de mí no se mueve.
Lo intento de nuevo, y luego una vez más.
Nada.
La pluma sigue en su lugar, tan inmóvil como la primera vez.
A mi alrededor veo a mis compañeros levitando sus plumas con facilidad.
El profesor Flitwick se acerca a mí con una sonrisa comprensiva.
—No te preocupes, Leah, es solo cuestión de práctica.
Su voz es suave, pero puedo ver un ligera preocupación en sus ojos.
A medida que la clase avanza, mi frustración crece.
Mis compañeros ya están levitando objetos más grandes, mientras yo sigo luchando con esa maldita pluma que no se mueve ni un centímetro.
Cuando la clase llega a su fin, me siento derrotada.
El profesor me regala una sonrisa alentadora y me dice que no me desanime. Sin embargo, en mi interior, me siento absolutamente incapaz.
Salgo del aula, sintiéndome como si hubiera fallado en algo que ni siquiera debería haber sido difícil.
La frustración me oprime el pecho mientras me encamino hacia la biblioteca para encontrarme con Hermione Granger.
Suspiro, cansada, y me obligo a dar un paso tras otro, cruzando los pasillos, ignorando las voces a mi alrededor.
Cada paso hacia la biblioteca parece más pesado que el anterior. No quiero estar allí, pero sé que debo. Me he comprometido, y no puedo fallar de nuevo.
Llego a la gran puerta de madera de la biblioteca.
La empujo con suavidad, y el sonido de la puerta abriéndose resuena en el silencio del interior.
La biblioteca es imponente, con estanterías que parecen no tener fin, repletas de libros de todos los tamaños y colores.
La luz del atardecer entra suavemente por las altas ventanas, bañando las mesas con un cálido resplandor dorado.
Al fondo, en una esquina alejada, la veo.
Hermione Granger.
Está sentada en una de las mesas más apartadas, con la espalda recta y una expresión serena en su rostro. Su mirada está completamente absorta en el libro entre sus manos, como si nada pudiera perturbarla.
La luz que entra por la ventana le da un brillo suave al cabello castaño, que se extiende en mechones ordenados sobre sus hombros.
Me acerco con cuidado, tratando de que mi paso no haga ruido.
Cuando estoy a un par de metros de ella, me detengo, sintiéndome un poco torpe por interrumpir su momento de paz.
Casi por instinto, Hermione levanta la vista del libro, y nuestros ojos se encuentran por un breve momento.
No parece sorprendida de verme, como si ya hubiera anticipado mi llegada.
—Hola, Leah.
Su voz vuelve a ser tranquila y cálida. Eso me hace sentir un poco menos incómoda.
Entonces, aparta el libro y hace un gesto hacia la silla frente a ella.
—Puedes sentarte. He reservado este espacio para que estemos cómodas mientras repasamos.
Dejo caer mi mochila sobre la mesa con un suspiro.
Hermione no pierde tiempo y comienza a sacar libros, colocándolos cuidadosamente frente a mí, como si ya supiera exactamente lo que voy a necesitar.
Yo la miro sin saber muy bien que decir.
Sus dedos pasan rápidamente por las páginas, buscando algo en específico, y al final, me ofrece un par de volúmenes que parecen ser lo que necesitamos para empezar.
—Estos te pueden servir para repasar lo que vimos en clase.
Coloca un libro frente a mí y otro en su lado de la mesa.
Luego, me observa con una mirada evaluadora, como si estuviera esperando que dijera algo más.
—¿Te gustaría repasar ese encantamiento en particular?
Al ver que no digo nada, añade:
—¿Tuviste algún problema con el hechizo de "Wingardium Leviosa" en la clase de Encantamientos?
Instintivamente, desvío la mirada hacia un lado.
—Nope, ningún problema —respondo rápidamente.
Intento que mi voz suene más convincente de lo que realmente me siento.
—No es cierto, ¿verdad? —dice ella con una calma tan serena que me hace sentir aún más vulnerable.
Me muerdo el labio inferior, resistiéndome a contarle lo que realmente pasa.
—Es solo que... —empiezo, bajando la mirada— El hechizo de "Wingardium Leviosa" no me sale bien. No sé qué pasa, pero en clase, no logré hacer que la pluma flotara ni un centímetro.
Hermione no responde de inmediato. Se queda en silencio por un momento, observándome fijamente.
Luego, con una sonrisa suave, se levanta de su asiento.
—Está bien, no te preocupes. Es muy fácil. Repite el hechizo como lo digo yo, ¿vale?
Me mira a los ojos, su expresión llena de comprensión.
Al observarla, el miedo a equivocarme se disuelve.
—"Wingardium Leviosa" —dice Hermione, haciendo el gesto con la varita en el aire.
Intento seguir sus movimientos, pero al principio todo me sale mal. Mi varita apenas se mueve, y la pluma ni se inmuta.
Ella me observa, un destello de diversión en sus ojos.
—Eso estuvo cerca, pero recuerda, es 'Le-vió-sa', con énfasis en la 'vió', no 'Leviosá'— corrige, su tono suave.
Intento otra vez, pero la pluma ni se inmuta. Me siento frustrada, y el calor sube a mi rostro, sabiendo que ella está esperando que lo logre.
Mi paciencia empieza a agotarse.
—¿Sabes qué? —digo, desafiándola de manera impulsiva— Si es tan fácil, ¿por qué no lo haces tú?
Hermione arquea una ceja, claramente intrigada por mi desafío.
Durante un segundo, parece que hay una chispa de tensión en el aire.
Ella no dice nada de inmediato, pero puedo ver en su rostro que está evaluando la situación, midiendo mis palabras.
Al final, sus labios se curvan ligeramente hacia arriba, como si aceptara el desafío sin necesidad de discutirlo.
—Está bien. Verás, no es tan complicado cuando te lo explican correctamente.
El ambiente cambia ligeramente.
Ya no es solo Granger como mi tutora, sino que, de algún modo, parece que estamos probándonos mutuamente en un campo que ninguna de las dos quiere ceder fácilmente.
Con una sonrisa en los labios, Hermione levanta su varita:
—"Wingardium Leviosa." —dice, en un solo movimiento fluido y preciso.
La pluma en la mesa levita delicadamente, flotando en el aire con la misma suavidad con la que ella ejecutó el hechizo.
Me quedo observando, asombrada, sin poder evitar admirar su destreza.
La mirada tranquila y confiada de Hermione me hace sentir, por un momento, como si todo lo que necesitara fuera una pizca de su calma para hacerlo bien.
Con Granger de tutora... tal vez las clases no sean tan aterradoras después de todo.
╔══❀・°・❀══╗
¡AHHHHHHH!
Ya se han conocido oficialmente...
:)
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