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(39) A Tu Lado

El peso de sus palabras cae sobre mí como una losa.

No deberían estar lejos, pero algo en su ausencia me deja un nudo en el estómago. Draco y Luna, que permanecen a mi lado, intercambian una mirada rápida.

Draco interviene, cruzándose de brazos:

—Hermione, Harry y Ron tenían que ir directamente a Gringotts con Griphook y venir aquí...

—Y, sin embargo, no están aquí... —replico, sintiendo cómo la frustración y el miedo empiezan a apoderarse de mí.

Aberforth da un paso más cerca y me coloca una mano firme en el hombro. Es un gesto reconfortante, pero no suficiente para calmar el caos en mi mente.

—Tranquila, chica. Puede que hayan tenido que cambiar de planes sobre la marcha. Harry no es precisamente un experto en mantener la discreción.

Lo dice con un intento de suavizar la situación, aunque sus palabras no me arrancan ni una sonrisa.

—No... esto no está bien... —murmuro, llevándome una mano a la frente.

La presión dentro de mi cabeza empieza a intensificarse...

"¿Dónde crees que están ahora? Tú sabes la respuesta. Puedes sentirlo. Todo esto es culpa tuya." 

—¡Cállate! —exclamo sin darme cuenta, apretando los puños.

Luna se acerca, su expresión de preocupación suavizada por su típico aire despreocupado.

—¿Todo bien, Leah? —pregunta con una dulzura desconcertante.

—Estoy bien —admito, cuando logro recupero el control.

Aberforth, que no había apartado su mirada de mí desde que entramos, da un paso hacia adelante, frunciendo el ceño.

—¿Qué ha pasado? —pregunta, su voz más suave de lo que esperaba.

Parpadeo varias veces, intentando apartar las palabras de Voldemort de mi mente. Las voces, aunque amortiguadas, siguen siendo un eco persistente.

Luna interviene antes de que pueda responder:

—Está bien, solo... está pasando por algo complicado...

Aberforth no parece convencido. Se cruza de brazos y lanza una mirada inquisitiva a Draco.

—¿Qué es lo que está pasando exactamente? —inquiere.

Draco suspira, claramente incómodo con la idea de tener que explicarlo.

—Voldemort usó a Leah como recipiente para uno de sus horrocruxes, convirtiéndola en uno. Lo unió a él, y ahora... todavía tiene cierta conexión con su mente. Hemos estado intentando enseñarle oclumancia para que pueda bloquearlo, pero... —hace una pausa, mirándome de reojo—... aún no está completamente preparada.

Aberforth da un paso hacia mí, sus ojos ahora cargados de algo que no había visto antes: miedo.

—Leah... —susurra, su voz temblando ligeramente—... ¿Es eso verdad?

Trago saliva, incapaz de mirarlo directamente. Mi mirada se queda fija en el suelo mientras asiento lentamente.

—Así es.

El silencio que sigue es pesado, como si todos en la habitación estuvieran conteniendo el aliento. Sé que está preocupado, y la idea de enfrentar su decepción o su miedo me pesa demasiado.

—Eso significa que para vencer a Voldemort... —susurra finalmente, su voz apenas audible.

Levanto la mirada hacia él, esta vez con determinación. Mi garganta arde, pero mis palabras salen claras y firmes.

—Así es. Haré lo que sea necesario. Ese monstruo debe desaparecer, cueste lo que cueste.

Aberforth me observa en silencio durante un momento que parece eterno. Finalmente, asiente, aunque su expresión sigue cargada de preocupación.

—Tienes el espíritu de alguien que no se da por vencido, chica. Solo recuerda que, incluso en una guerra, no tienes que enfrentarlo todo sola.

Draco interviene antes de que pueda responder.

—Y para eso estamos aquí. Para asegurarnos de que esté lista. Para que consigamos encontrar otra forma de vencerle sin tener que... —se gira hacia mí, sus ojos grises fijos en los míos—... sacrificar a nadie más.

Mi mirada se nubla, bajándola al suelo mientras un peso familiar y doloroso se instala en mi pecho.

El recuerdo de Dobby atraviesa mi mente.

Aberforth levanta una ceja y fija su atención en Draco, su voz cargada de sospecha.

—¿Sacrificar a nadie más? —pregunta con cuidado, inclinándose un poco hacia adelante— ¿A qué te refieres con eso, muchacho?

Draco abre la boca. No obstante, antes de que pueda responder, mis palabras salen en un susurro tembloroso:

—D-Dobby... ha muerto.

El silencio que sigue es como un golpe seco.

Aberforth parpadea, sorprendido, mientras su expresión cambia de confusión a incredulidad.

—¿Q-qué?

Su voz se quiebra ligeramente, y puedo sentir cómo el peso de la noticia lo golpea tanto como a mí.

—Murió salvándonos... —añado, esforzándome por mantener la voz firme— Nos llevó a un lugar seguro, pero... Bellatrix...

No puedo terminar la frase.

El aire parece haberse vuelto más denso, como si el peso de la culpa y el dolor se estuviera acumulando sobre todos nosotros.

Aberforth cierra los ojos por un momento, una mano temblorosa pasando por su barba.

—Dobby... —murmura, como si el nombre en sí fuera un recuerdo tangible.

Luego, cuando habla, su voz está teñida de dolor y rabia contenida...

—Ese elfo siempre tuvo más valor que la mayoría de los magos que he conocido.

—Y pagó con su vida por ello. —añado, apretando los puños— No pienso permitir que su sacrificio sea en vano.

Draco me observa de reojo, como si buscara las palabras adecuadas, pero finalmente opta por quedarse en silencio.

Luna, por otro lado, se acerca a mí y me coloca una mano suave en el hombro.

—Dobby sabía lo que hacía. Lo hizo porque te quería. Porque creyó en ti, en todos nosotros. Y su valentía nos dio esta oportunidad. No podemos desperdiciarla.

Asiento lentamente, sus palabras resonando en mi interior, aunque la culpa y el dolor aún permanecen.

Aberforth finalmente habla, su tono más firme ahora:

—Entonces, si eso es lo que está en juego, tenemos que asegurarnos de que estés lista. De que esta vez, nadie salga herido.

Draco asiente, dando un paso al frente con su varita en la mano.

—Leah, sé que estás afectada por todo lo que está pasando, pero necesitamos continuar. Cada segundo que perdemos, él gana ventaja.

Respiro hondo, tragándome mi preocupación y levanto la mirada hacia él.

—Hazlo.

Aberforth mueve algunas sillas a un rincón más apartado de la taberna, lejos de la sala principal donde podemos ser vistos con facilidad.

En el suelo coloca una alfombra vieja y algo desgastada, como si esperara amortiguar cualquier caída. Luego, se gira hacia Draco y lo observa con una mirada seria.

—Puedo hacerlo yo. —su voz firme— Si estás de acuerdo, puedo llevarlo a un nivel más... intenso. Ella necesitará enfrentarse a algo más difícil para resistir lo que Voldemort pueda hacer.

Draco lo considera por un momento, mirándome antes de asentir.

—De acuerdo. No hay problema. Por lo que Leah me ha contado, usted es su mentor.

—Así es. Después de todo, todo lo que sé desde que dejé Hogwarts lo aprendí de él —admito con una sonrisa.

Me siento en la silla que me ha preparado y Aberforth se coloca frente a mí, varita en mano.

—Prepárate, chica. Esto será más difícil de lo que crees —me advierte.

Asiento lentamente, tragándome la ansiedad que comienza a acumularse en mi pecho. Cierro los ojos y respiro hondo, dejando que el aire calme el temblor en mis manos.

—Estoy lista —respondo.

Siento la gravedad en su voz cuando murmura el hechizo.

"Legilimens."

Todo desaparece en un torrente de imágenes y sonidos. Cuando abro los ojos dentro de mi mente, ya no estoy en la taberna.

Parece... parece Gringotts.

El banco está hecho pedazos.

Las columnas de mármol están rajadas, y enormes grietas recorren el suelo, dejando al descubierto un abismo que parece no tener fin. Llamas furiosas consumen los restos de las estructuras y lanzan sombras grotescas en las paredes ennegrecidas.

Un olor acre llena el aire, una mezcla asfixiante de humo, sangre y muerte.

Intento moverme, pero mis pies se sienten pesados, como si estuviera atada al suelo. Y entonces lo veo.

Voldemort.

Camina lentamente entre los escombros, su figura envuelta en una túnica negra que se agita a pesar de que no hay viento.

Su rostro, pálido y serpentino, parece más aterrador bajo la luz anaranjada del fuego.

Siento como si estuviera viéndome, incluso aquí, en mi propia mente.

—Él sabe que lo estoy viendo... —murmuro, mi voz apenas audible incluso para mí misma.

No sé si las palabras salen en voz alta o solo están en mi cabeza, pero Voldemort se detiene.

Gira la cabeza lentamente, como si me escuchara. Una sonrisa espeluznante curva sus labios delgados, y un escalofrío recorre todo mi cuerpo.

—Está muy enfadado —susurro, tratando de mantener el control.

Mis ojos se posan en el suelo, y el aire parece abandonar mis pulmones al ver lo que hay allí.

Veo a Griphook. Está en el suelo. Él... él está muerto.

El pequeño duende yace en una postura antinatural, su cuerpo cubierto de cortes profundos, sus ojos abiertos pero vacíos.

La visión es tan clara que me quita el aliento.

Mi mente, traicionera, se llena de pensamientos de Hermione, Ron y Harry: "¿Dónde están? ¿Están bien?"

Mi desesperación crece, y como si respondiera a mis pensamientos, Voldemort habla.

—Los mataré, Leah... —su voz es un susurro que serpentea por mi mente— A todos los que te importan. Incluso a ella.

Hermione.

Mi corazón se detiene, y siento que el miedo comienza a envolverme como una sombra. Voldemort lo siente.

Lo sé porque su sonrisa se ensancha, y da un paso hacia mí.

—¿Cómo osas desafiarme? —gruñe, su voz resonando como un eco en mi mente— ¿Cómo osas mirar en mi mente?

Cada palabra golpea con fuerza, y mi miedo crece hasta amenazar con desbordarme. Quiero huir, pero mis pies siguen clavados al suelo.

Las llamas parecen acercarse más, y el calor me sofoca.

"No. No le daré el control."

Reúno todas mis fuerzas, aferrándome a cada fragmento de determinación que puedo encontrar.

Respiro hondo, cerrando los ojos dentro de la visión y plantándome en mi lugar.

—¡Sal de mi cabeza! —grito con toda la fuerza que tengo.

Un destello de luz irrumpe a mi alrededor, y siento cómo la figura de Voldemort se desvanece, empujada hacia atrás.

Su rostro, antes triunfante, se distorsiona en una máscara de ira antes de desaparecer por completo.

Cuando abro los ojos, estoy de vuelta en la taberna.

Mi cuerpo está empapado en sudor, y siento como si me hubieran golpeado con un hechizo desmembrador.

Aberforth se inclina hacia mí, su rostro marcado por líneas de preocupación.

—¿Estás bien, chica? —pregunta, su tono más suave de lo habitual.

Quiero responder, pero mi garganta está seca. Solo logro asentir débilmente mientras intento recuperar el aliento.

Draco se acerca, con la varita aún en la mano, pero su mirada fija en mí.

—¿Qué viste? —pregunta con cautela.

Trago saliva, tratando de calmar el torbellino de emociones en mi interior.

—Gringotts... destruido. Llamas por todas partes. Y Griphook... él está muerto.

Mis palabras parecen pesar en el aire. Draco aprieta la mandíbula, y Aberforth niega con la cabeza lentamente.

—¿Algo más? —insiste Draco, sus ojos buscando los míos.

—Él sabe que lo estoy viendo... —digo con un nudo en la garganta— Me habló directamente. Me amenazó. Dijo que matará a todos los que me importan... incluso a Hermione...

Aberforth se endereza y cruza los brazos.

—Leah, lo que sea que estés haciendo, ten cuidado. Esto no es un juego.

—Lo sé —respondo, con la voz apenas un susurro.

—Por hoy ya es suficiente. —dice Aberforth— Necesitáis descansar. Seguro que habéis tenido un largo viaje hasta aquí.

Eso es verdad. El cansancio se siente como un peso físico que amenaza con derribarme en cualquier momento.

Luna sonríe ampliamente y dice:

—Estamos cansados, sí. No obstante, hemos visto muchos animalitos por el camino.

Aberforth nos indica que nos sentemos en una de las mesas del fondo.

—Tengo algo de comida para vosotros. No es mucho, pero servirá.

Mientras nos acomodamos, un rugido gutural rompe el silencio.

Todos giramos la cabeza al mismo tiempo hacia Luna. Esta sigue con su sonrisa despreocupada y tiene sus manos en su abdomen:

—Es posible que tenga un poquito de hambre...

Draco se ríe, y yo, por mi parte, no puedo evitar sonreír también.

No obstante, el peso en mi pecho sigue presente.

Poco después, Aberforth regresa con platos llenos de guiso humeante y pan recién horneado.

Luna empieza a devorar su porción con una voracidad que contrasta con su aire siempre etéreo. Draco come con su habitual elegancia, su postura recta incluso en un lugar tan sencillo como este.

Yo miro mi plato, pero no tengo hambre.

Desde que he recuperado mis recuerdos, desde que volví a recordarla... no puedo pensar en otra cosa.

Hermione ha ocupado desde entonces mis pensamientos.

"¿Dónde está ahora? ¿Está a salvo?" Las palabras de Voldemort resuenan en mi mente como un eco constante, golpeando contra mi conciencia.

Los murmullos de Luna y Draco llegan a mí como si estuvieran muy lejos.

Una risa suave escapa de Luna al contar algo que ella encuentra fascinante, y Draco responde con un comentario que no escucho.

No importa. Todo lo que importa es encontrarla.

Aparto el plato frente a mí y me pongo de pie.

—No tengo hambre.

Siento cómo Draco me observa con preocupación.

—Leah, hemos tenido un largo viaje. Estaría bien que comieras un poco —insiste él, como si intentara razonar conmigo.

Sacudo la cabeza y desvío la mirada.

—No puedo. No ahora —respondo, tragando el nudo que se forma en mi garganta— Necesito estar sola por un momento. Saldré a tomar aire, lo necesito.

Aberforth, que había estado sirviendo agua a Luna, se detiene y me mira con el ceño fruncido.

—Ten cuidado, chica. Hay mucha gente que os está buscando.

—Ya lo sé.

Hay una capa negra que cuelga de una silla cercana. Me la coloco, asegurándome de cubrirme completamente antes de salir.

El aire fresco de la noche me golpea el rostro en cuanto cruzo la puerta trasera. Suspiro con fuerza, dejando que el frío me despeje un poco la mente.

Sin hacer ruido, me deslizo hacia el bosque cercano. Cada paso me lleva más lejos del bullicio de la taberna, más lejos de las miradas preocupadas y las palabras que no quiero escuchar.

Ahora mismo, solo quiero estar en un sitio que me transmita tranquilidad, aunque sea por unos minutos.

Mis pies me guían sin dudarlo, como si supieran exactamente a dónde necesito ir. Y lo saben. 

El lugar donde le pedí salir a Hermione.

En el claro del bosque.

Los árboles se abren poco a poco, y allí está. Tal y como lo recuerdo: la hierba suave iluminada por la luz de la luna, las hojas susurrando en un viento ligero, el aire lleno del aroma de la tierra húmeda.

Me detengo en el centro del claro y cierro los ojos. Por un momento, dejo que los recuerdos me invadan: su sonrisa tímida, la forma en que su cabello caía sobre su rostro cuando estaba nerviosa, el brillo en sus ojos cuando aceptó...

Mi pecho se aprieta, y mis piernas tiemblan bajo el peso de la culpa y la preocupación.

—¿Dónde estás? —susurro al aire, mi voz quebrándose.

La única respuesta es el silencio del bosque, envolviéndome como una manta pesada que en lugar de calmarme, intensifica el vacío que llevo dentro.

Recordar todo lo que compartí con Hermione fue un camino doloroso, uno que parecía imposible de atravesar.

Las sesiones con Draco ayudaron, sí, pero al final, fui yo quien tuvo que abrirse paso entre los recuerdos nublados. Fue como atravesar una tormenta, arrancando cada velo de confusión con mis propias manos.

Y ahora que lo recuerdo todo... el dolor es aún peor.

No puedo evitar sentirme culpable por todo.

Aunque estuviera bajo la influencia de Voldemort, aunque me controlara, no puedo perdonarme. Lo que le hice a Hermione... lo que le hice a todos. "¿Y si le ha pasado algo? ¿Y si ya no puedo hacer nada para ayudarla?"

Mi vista comienza a nublarse, mis pensamientos desbordados por el remolino de miedo y remordimientos.

Las piernas finalmente ceden, y caigo de rodillas sobre la hierba fría. Las lágrimas comienzan a fluir sin control, y las dejo correr, porque no tengo fuerzas para detenerlas.

—Hermione... —murmuro entre sollozos...

Soy idiota. Como si al decir su nombre pudiera traerla de vuelta.... Como si eso bastara para que estuviera bien.

De repente, un crujido rompe el silencio, el sonido de pasos acercándose entre las hojas caídas.

Confundida, me levanto con esfuerzo, limpiándome rápidamente las lágrimas para intentar aclarar mi vista.

—¿Quién está ahí? —digo, mi voz apenas un susurro lleno de alerta.

Instintivamente, llevo la mano hacia mi túnica, buscando mi varita, solo para recordar con un nudo en el estómago que la he dejado en la taberna.

Mi respiración se acelera mientras entrecierro los ojos, tratando de distinguir la figura que se abre paso entre la maleza.

Cuando finalmente aparece frente a mí, el aire parece congelarse en mis pulmones.

—... ¿Hermione? —murmuro, sin atreverme a creer lo que ven mis ojos.

Ella está allí, despeinada, con los mechones de su cabello enredados y su ropa manchada de polvo, pero inconfundiblemente bella. Una sonrisa llena de calidez y alivio se dibuja en su rostro, y por un instante parece iluminar todo el bosque.

—E-esto... ¿Esto es real? —mi voz apenas es un hilo, temblorosa y quebrada

Hermione da un paso adelante, su sonrisa ampliándose mientras abre los brazos.

—¿Por qué no lo averiguas tú misma?

Algo dentro de mí se rompe, y las lágrimas vuelven a brotar con fuerza, nublando mi visión por completo. Sin pensarlo, corro hacia ella, mis piernas moviéndose con una velocidad que no sabía que aún tenía.

Cuando finalmente la alcanzo, me lanzo a sus brazos, envolviéndola con tanta fuerza que siento que podría desaparecer si la suelto. Su abrazo es inmediato, firme, desesperado, como si también temiera que todo esto pudiera desvanecerse en cualquier momento.

No hay bosque, no hay guerra, no hay dolor.

Solo estamos nosotras, aferrándonos la una a la otra como si nuestra supervivencia dependiera de ello.

Cuando finalmente nos separamos, aunque solo lo justo para poder vernos, su rostro está bañado en lágrimas, al igual que el mío.

Sin pensarlo, alzo una mano temblorosa hacia su mejilla. La calidez de su piel bajo mis dedos me asegura que esto es real.

Hermione cierra los ojos un momento al sentir mi toque, dejando escapar un sollozo silencioso antes de abrirlos de nuevo.

—¿M-me recuerdas? —susurra, su voz quebrada, como si temiera la respuesta.

Las palabras me golpean con fuerza. "¿Cómo podría no recordarla? ¿Cómo podría haber pasado un solo día sin que su rostro estuviera grabado en mi mente?"

—Te recuerdo, Granger. Te recuerdo como si nunca te hubiera olvidado.

Ella sonríe, aunque las lágrimas siguen cayendo. Su risa suave, entrecortada, rompe el silencio del bosque.

—Por un momento pensé... pensé que te había perdido para siempre.

La tristeza en su voz me hace estremecer, y mi mano en su mejilla se mueve, limpiando una lágrima que desciende lentamente por su rostro.

—Nunca. Siempre voy a volver a ti, Hermione. Siempre.

Y antes de que pueda dudar, cierro la poca distancia que quedaba entre nosotras.

El beso es hambriento, desesperado, como si los días de separación se estuvieran desmoronando en este único momento.

Mis manos se enredan en su cabello, sujetándola con fuerza. Ella responde con la misma intensidad, sus dedos aferrándose a los pliegues de mi túnica, como si temiera que pudiera desvanecerme en cualquier instante.

Cuando finalmente nos separamos, apenas un par de centímetros, su respiración cálida roza mis labios.

Mis ojos buscan los suyos, anclándome en esa mirada que siempre fue mi refugio.

Hermione sonríe, con lágrimas aun brillando en sus mejillas.

—Te quiero, Leah.

Un sollozo escapa de mis labios, y las lágrimas vuelven a desbordarse. Mi voz tiembla al hablar, rota por la emoción.

—¿A-a pesar de todo?

Hermione levanta una mano, limpiando suavemente una lágrima que recorre mi rostro.

—Pues claro, tonta. Porque todo lo que hemos pasado me ha traído hasta aquí. A tu lado.

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¡VOY A LLORAR, ERA LO QUE LLEVABA TIEMPO ESPERANDO!

Mis bebes vuelven a estar juntasss ;)

Espero que os haya gustado, no olvidéis dejar un voto en cada capítulo o comentar, me ayuda mucho <3

Gracias por leer.

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