(38) Ecos del Pasado
Aún estamos en la pequeña casa junto a la playa, refugiados en este rincón donde el mar golpea las rocas cercanas con un murmullo incesante.
Es un sonido que debería ser calmante, pero no puede silenciar las voces en mi cabeza.
Voldemort sigue ahí, susurrando, a veces gritando.
Sus palabras son como una corriente fría que no cesa, recordándome lo que soy y lo que él dice que debo ser.
Harry también puede oírle.
Lo sé porque algunas noches lo veo levantarse con los ojos cargados de oscuridad y los hombros tensos.
Se queda mirando al horizonte a través de la ventana, como si buscara respuestas que nunca llegan.
Yo no puedo decirle nada. Confío en que Hermione le cuente, cuando crea que es el momento adecuado.
Hermione...
Ha pasado la mayor parte del tiempo a mi lado.
Es extraña la forma en que me cuida, como si no pudiera evitarlo, aunque mi mera presencia debería ser suficiente para mantenerla alejada.
Nos encontramos admirando el paisaje frente nosotras.
El aire es fresco, salado, y, aunque no lo reconozco, parece traer algo de alivio a mi mente sobrecargada.
Las olas rompen contra las rocas cercanas, su sonido constante como un recordatorio de que el mundo sigue adelante, a pesar de todo.
Hermione está sentada a mi lado, su postura relajada pero con las manos inquietas, entrelazando los dedos en su regazo. Hablar con ella se siente más natural ahora, aunque sigue habiendo una distancia, una barrera invisible que no sé cómo atravesar.
Es extraño, pero su cercanía no me incomoda. Más bien, la necesito.
A menudo, cuando estoy cerca de ella, destellos borrosos se cuelan en mi mente: una carcajada compartida, el roce de una mano, la reconfortante certeza de encajar en algún lugar...
No son más que sombras de recuerdos. No obstante, son suficientes para provocarme una punzada de algo que podría ser nostalgia.
En el fondo sé que fue muy importante para mí.
Que sigue siendo importante.
—Es hermoso aquí —dice ella, rompiendo el silencio, aunque su voz tiene un matiz de melancolía.
—Dobby lo habría disfrutado —respondo, mirando al horizonte.
Mi voz suena más firme de lo que esperaba, pero sé que ella puede ver lo que siento detrás de las palabras.
Hermione asiente despacio, sus ojos perdiéndose en el paisaje.
—Él habría encontrado la manera de hacernos reír, incluso ahora. Era su don.
Una pequeña sonrisa aparece en mi rostro, aunque no llega a mis ojos. Dobby, incluso en sus últimos momentos, había encontrado la forma de recordarme quién era.
Su pérdida aún pesa como una piedra en mi pecho.
Bajo la mirada hasta mis manos.
Mis dedos juguetean con un hilo suelto en la tela de mi ropa, algo para mantenerme ocupada mientras intento organizar el caos en mi cabeza.
—Hermione... —mi voz se rompe un poco — No te recuerdo como sé que debería hacerlo.
Ella no dice nada al principio, pero su postura cambia, sus manos se tensan por un breve instante antes de relajarse de nuevo.
—Él jugó demasiado con mi mente...
Continúo, mi voz un susurro lleno de frustración y tristeza.
—Voldemort sigue ahí, susurrándome, y siento que nunca voy a poder...
Cierro los ojos, sacudiendo la cabeza mientras las palabras se atascan en mi garganta.
"¿Qué pasará si nunca llego a recordar lo que ella significa para mí?" Esa idea es como una daga en el pecho, más afilada incluso que los susurros de Voldemort.
Hermione, como si entendiera exactamente lo que estoy pensando, gira hacia mí, dejando que su mirada me encuentre.
—Leah... Eso ahora no importa.
La miro, confundida, y estoy a punto de protestar, pero ella alza una mano, acallándome con delicadeza.
—¿Sabes por qué no importa? —continúa— Porque ahora estás aquí. Ahora te tengo aquí, y eso es suficiente.
Mis ojos comienzan a arder, una presión incómoda en mi pecho amenaza con desbordarse.
—No quiero perderte otra vez. Él ya me quitó demasiado de ti, de nosotras. No dejaré que lo haga de nuevo.
Se inclina un poco hacia mí, tomando mis manos entre las suyas. Su tacto es cálido, un contraste con el frío que siempre parece aferrarse a mí últimamente.
—No sé cuánto tiempo tomará, Leah, pero voy a estar aquí. Tendré paciencia, porque lo único que quiero es que estés a mi lado. Y si eso significa empezar de cero... entonces haré nuevas memorias contigo.
Sus palabras, tan llenas de sinceridad y esperanza, me golpean con fuerza. Por primera vez en mucho tiempo, siento algo parecido a alivio.
Mi mirada se encuentra con la suya, y en ese instante, algo dentro de mí se ablanda.
—¿Cómo puedes estar tan segura? —mi voz apenas es un susurro.
Hermione sonríe.
—Porque ahora que te he recuperado, no pienso dejar que nada te pase.
La tensión entre nosotras flota en el aire.
Nuestras miradas se encuentran, como si ambas intentáramos comprender lo que está pasando dentro de la otra.
Hermione no aparta sus ojos de los míos, y siento un extraño nudo en el estómago, algo que no logro identificar del todo.
Es en ese momento cuando el sonido de pasos apresurados interrumpe la atmósfera.
Harry y Ron aparecen en la entrada del porche, seguidos de cerca por Griphook.
—Es hora de irnos.
Anuncia Harry, su mirada fija en Hermione, aunque noto cómo lanza una rápida mirada hacia mí, evaluándome.
Hermione asiente despacio, rompiendo el contacto visual para ponerse de pie.
—Cuídate mucho, Leah. Estaremos de vuelta pronto —dice, su voz suave.
Antes de que pueda responder, Hermione se inclina hacia mí y me rodea con los brazos.
Esta vez, no dudo.
Mis manos se mueven automáticamente para corresponder al abrazo, aferrándome a ella con fuerza, como si temiera que el simple acto de soltarla pudiera ser demasiado definitivo.
—Tú también, Granger. Cuídate.
Hermione se separa con una sonrisa, y su mirada parece sostener una promesa silenciosa mientras se aleja para unirse al grupo.
Observo cómo los cuatro se preparan, ajustando detalles para lo que claramente es una misión peligrosa.
Draco aparece desde dentro de la casa, acompañado por Luna.
—No te preocupes, nosotros nos encargaremos de llevarla al punto de encuentro —dice Draco, cruzando los brazos mientras dirige una mirada breve hacia Hermione.
—¿Punto de encuentro? —pregunto, frunciendo el ceño y levantando la mirada hacia él.
Nadie parece dispuesto a darme una respuesta clara.
Hermione, aparentemente satisfecha con lo que Draco ha dicho, asiente y se vuelve hacia Harry, Ron y Griphook.
—Estaremos bien. Todo saldrá según lo planeado —les dice.
Harry extiende su mano, y un instante después, los cuatro desaparecen con un fuerte crack que resuena en el aire. La ausencia es inmediata y pesada, dejando un vacío que me toma por sorpresa.
Draco me mira y se encoge de hombros.
—Ya lo entenderás cuando sea necesario. Sabemos que Voldemort sigue en tu cabeza. No podemos arriesgarnos a que él anticipe nuestros movimientos. Por ahora, necesitas descansar y recuperarte.
Sus palabras tienen sentido, aunque no dejan de incomodarme. Voldemort aún es una sombra persistente en mi mente, un parásito que no logro expulsar.
Luna, con su tono animado e impredecible, aplaude ligeramente, como si acabara de ocurrírsele algo brillante.
—¡Hablando de eso! —exclama con entusiasmo— Ahora vamos a trabajar en cómo evitar que ese hombre malo esté en tu cabeza. ¡Será divertido!
Parpadeo, desconcertada por su energía repentina, pero algo en su actitud despreocupada me arranca una pequeña sonrisa.
Quizás, después de todo, un respiro no sea algo tan malo.
❀・°・❀
Qué equivocada estaba cuando creía qué la idea de Luna sería buena...
El sol está alto en el cielo, la arena caliente bajo mis pies, y mi respiración es un desastre. Estoy corriendo, o al menos intentándolo, mientras Draco corre junto a mí con una expresión de puro agotamiento.
Delante de nosotros, Luna está sentada en la arena, observándonos con una sonrisa como si todo esto fuera perfectamente normal.
Finalmente, mis piernas ceden. Me detengo y me inclino hacia adelante, apoyando las manos en las rodillas mientras trato de recuperar el aliento.
—¡C-como...! —jadeo, levantando la mirada hacia Luna— ¿Cómo se supone que correr sin descanso me ayudará a... a evadir los pensamientos?
Draco se detiene a mi lado, sus manos en las caderas mientras jadea como si hubiera corrido un maratón.
—Y... ¿Por qué estoy... yo... corriendo... también? —logra decir entre bocanadas de aire, mirándola como si hubiera perdido la cordura.
Luna parpadea lentamente, como si no entendiera la pregunta.
—Bueno, pensé que si te enfocabas en el esfuerzo físico, sería más difícil para Voldemort invadir tu mente. Tu cuerpo ocupado, tu mente libre, ¿no? —dice con la lógica más despreocupada del mundo, como si esto fuera un hecho científico.
Draco y yo nos miramos, todavía tratando de recuperar la respiración.
—¿"Tu cuerpo ocupado, tu mente libre"? —repite Draco, antes de apuntar hacia mí— ¡Eso no explica por qué estoy yo aquí! ¡No tengo a Voldemort en mi cabeza!
Luna inclina la cabeza y sonríe, completamente imperturbable.
—Oh, bueno, pensé que te vendría bien un poco de ejercicio. Te veías algo pálido, Draco.
Él la mira como si acabara de insultar su orgullo Malfoy, pero está demasiado cansado para replicar.
—Esto es ridículo... —murmura, desplomándose en la arena a mi lado.
Yo también me dejo caer, agotada.
—¿Qué... sigue? —pregunto con sarcasmo, mirándola—. ¿Saltar sobre un pie mientras recitamos poesía?
Luna aplaude emocionada.
—¡Esa es una idea maravillosa! —dice con un brillo en los ojos.
Draco y yo la miramos, horrorizados, mientras ella comienza a buscar algo en la arena como si estuviera planeando seriamente hacerlo.
—Creo que nos hemos ganado un descanso...
Me dejo caer completamente en la arena, cerrando los ojos y esperando que Draco tenga la fuerza de oponerse antes de que Luna realmente nos ponga a saltar.
Luna, con su aire despreocupado, levanta la vista del lugar donde escarbaba en la arena y dice:
—Leí en un periódico muggle que el ejercicio físico ayuda a liberar endorfinas y mejora la concentración. Pensé que podría servir para esto.
Cierro los ojos y suelto un suspiro exasperado, dejando caer la cabeza hacia atrás.
—Dudo mucho que algo tan mundano vaya a solucionar algo tan... mágico —replico, señalando mi propia cabeza con un dedo.
Draco, que parecía estar disfrutando de su pausa en la arena, de repente se pone de pie, sacudiéndose la arena de la ropa con un aire decidido.
—Está bien, ahora me toca a mí.
Levanto una ceja, mirándolo como si hubiera perdido completamente la cabeza.
—¿Qué se supone que quieres decir con "te toca a ti"?
Él me lanza una mirada segura, un gesto raro en él, como si estuviera disfrutando de tener un plan por una vez.
—Conozco un hechizo... —dice, cruzándose de brazos— Si entrenamos tu mente, es posible que a Voldemort le sea más difícil controlarte o saber dónde estás.
Mis ojos se entrecierran, más por desconfianza que por curiosidad.
—¿Entrenar mi mente? ¿A qué te refieres exactamente?
—Legeremancia y oclumancia.
Responde, como si fuera lo más obvio del mundo y añade:
—Bloquear tu mente para que no pueda leer tus pensamientos ni controlarte.
El término flota en mi mente como una campana distante. Algo en él me resulta vagamente familiar, pero no lo suficiente para sentirme cómoda.
—¿Tú... sabes cómo hacerlo? —pregunto, ahora más curiosa que incrédula.
Draco se encoge de hombros, con una leve sonrisa confiada.
—Aprendí un poco. No soy un experto, pero podría enseñarte lo básico. Al menos más que correr en círculos como idiotas.
—¡Oye!
Luna protesta con un puchero, aunque su sonrisa despreocupada permanece intacta.
—Es mejor que nada, supongo... —murmuro, levantándome con cuidado, aunque todavía algo escéptica.
—Perfecto —dice Draco, su varita ya en la mano.
Luna, ahora fascinada, observa con atención, sentándose en la arena como si estuviera a punto de presenciar un espectáculo. Por alguna razón, ese gesto no me tranquiliza en absoluto.
Draco se coloca frente a mí, su varita levantada. La seguridad en su expresión me hace sentir un nudo en el estómago.
Me cruzo de brazos, indicando que estoy lista. O al menos, tan lista como podría estar para algo así.
—Cierra los ojos... —me instruye, su voz más seria de lo habitual— Respira hondo y concéntrate en una sola cosa. Algo neutro.
—¿Algo neutro? —repito, levantando una ceja.
—Sí, como... una piedra. Una ola. Algo que no evoque emociones fuertes —responde con paciencia inusual.
Obedezco, dejando que mi respiración se profundice mientras trato de imaginar una ola rompiendo contra la arena, constante y sin fin.
—Voy a lanzar el hechizo... —advierte— No luches contra él físicamente. En lugar de eso, cierra las puertas en tu mente. No lo dejes entrar.
—¿Y si lo hace? —pregunto, aunque ya conozco la respuesta.
Draco no dice nada, pero su expresión endurecida lo dice todo.
—"Legeremens"
La palabra apenas se disuelve en el aire antes de que sienta la intrusión.
Es como si algo helado y viscoso se deslizara dentro de mi cabeza.
Las imágenes comienzan a aparecer, fragmentadas al principio: rostros que reconozco, pero no puedo ubicar, lugares que se desvanecen antes de que pueda atraparlos.
Entonces, la voz de Voldemort serpentea entre los recuerdos, su tono cargado de veneno:
"Estás perdida sin mí, Leah. Todo lo que tienes, todo lo que eres, me pertenece. ¿Crees que ellos pueden ayudarte?"
Mis ojos se aprietan con fuerza, y un temblor recorre mi cuerpo.
—¡No lo dejes entrar! —grita Draco.
No obstante, su voz parece lejana, amortiguada por el caos en mi mente.
La ola que intentaba imaginar se transforma en una marea negra, arrasando con todo a su paso.
Las imágenes cambian: una figura pálida sosteniendo una varita, un hogar envuelto en llamas, y luego... Hermione. Su risa cálida. Sus ojos llenos de confianza.
"Ella no puede salvarte."
—¡No! —grito, mi voz temblorosa.
—¡Ciérrale el paso, Leah! —insiste Draco, su tono urgente— No le dejes llegar a lo que es tuyo.
Con un esfuerzo titánico, imagino puertas cerrándose, una tras otra, sellando cada rincón de mi mente. La sensación fría lucha por mantenerse, intentando colarse por las grietas.
El dolor en mi cabeza es agudo, como si una garra invisible intentara rasgar mi conciencia... Sin embargo, no cedo.
Las palabras de Draco me anclan.
—No dejes que tome lo más importante. Eso es tuyo, Leah. ¡Tuyo!
El tirón en mi mente se debilita, y finalmente, el frío se desvanece. Mi cuerpo tiembla mientras abro los ojos lentamente.
Draco avanza hasta llegar a mí, su rostro está pálido por el esfuerzo.
—Lo hiciste bien...
Luna aplaude desde su lugar, sonriendo ampliamente como si acabáramos de ganar algún tipo de concurso.
—Eso fue... —mi voz se quiebra mientras intento recuperar el aliento—... Horrible.
—Y necesario. —responde él— Si puedes bloquearlo, tendrás una oportunidad cuando más lo necesites.
Entonces Draco guarda silencio por un momento, su mirada fija en la arena como si estuviera buscando las palabras correctas.
Después de unos segundos, se cruza de brazos y deja escapar un largo suspiro.
—No soy bueno con esto... —admite, su tono bajo— Me siento... inútil. Quiero ayudarte, pero a veces siento que todo lo que hago solo empeora las cosas.
Lo miro, sorprendiéndome por su sinceridad.
Malfoy nunca fue alguien que dejara entrever debilidad, al menos no que yo recordara... o supusiera.
—No eres inútil, Draco. No tienes idea de lo que significa para mí que estés aquí, haciendo esto.
Antes de que pueda responder, Luna se incorpora, juntando las manos con una sonrisa soñadora.
—Es curioso. En Hogwarts, fuisteis mejores amigos. Siempre juntos, como si no pudierais separaros.
Mi mente da vueltas tratando de procesar sus palabras. Sin embargo, algo dentro de mí parece encajar cuando continúo por inercia, como si las palabras ya estuvieran ahí, esperando salir.
—Como aquella vez que fuimos a por cerveza de mantequilla y... —mi voz tiembla ligeramente mientras el recuerdo comienza a tomar forma— soltaste ese comentario sobre Hermione...
Draco alza una ceja, su interés claramente despertado, pero se mantiene en silencio, esperando.
—Nos separamos durante un tiempo después de eso, ¿verdad? —digo finalmente, mirándolo a los ojos.
La sorpresa en su rostro es inconfundible, al igual que la de Luna, que ahora parece aún más emocionada.
—¿Eso es real? —murmuro, mi pecho apretándose mientras espero una respuesta.
Draco asiente lentamente, la duda cediendo a algo más cálido, casi nostálgico.
—Sí... lo es.
El recuerdo ahora es claro en mi mente: un comentario que se sintió como una daga, mi enfado, y la distancia incómoda que siguió entre nosotros hasta que Draco finalmente cedió y se disculpó conmigo.
—¡Lo he recordado! —exclamo, mi voz llena de emoción.
Draco y Luna me miran, sus rostros reflejando mi misma sorpresa.
—Draco, hazlo otra vez —digo rápidamente, girándome hacia él, mi corazón latiendo con fuerza.
Él parece dubitativo, pero no tarda en responder:
—Leah, acabas de pasar por mucho. No puedo arriesgarme a...
—¡Por favor! —insisto, interrumpiéndolo— Estoy recordando. Draco, esto está funcionando.
Draco cierra los ojos brevemente, como si sopesara el riesgo, y finalmente asiente, levantando su varita de nuevo.
❀・°・❀
Cubiertos por capas oscuras que apenas nos protegen del frío que azota Hogsmeade, nos movemos con cautela por las callejuelas empedradas. Las pocas ventanas iluminadas parecen aún más brillantes en el silencio de la noche.
Draco se vuelve hacia mí, susurrando apenas:
—Leah, sígueme.
Asiento, ajustando mi capa mientras Luna camina detrás de nosotros, tarareando suavemente una canción que no reconozco.
Draco se detiene, mirándola con incredulidad.
—¿Qué estás haciendo?
Luna sonríe con esa calma inquebrantable que parece siempre rodearla.
—Tanto misterio me pone nerviosa, y cantar me ayuda.
Draco suspira profundamente, sacudiendo la cabeza.
—Está bien, pero recuerda que no debemos ser vistos.
Nos movemos con más rapidez, cruzando Hogsmeade hasta que llegamos a la taberna Cabeza de Puerco.
Draco nos guía hacia la entrada trasera, y yo lo sigo en silencio, sintiendo los nervios tensar mis músculos. Seguidamente, golpea la puerta con una secuencia rápida y precisa, un código que apenas entiendo, y esperamos.
Después de unos segundos, la puerta cruje al abrirse, revelando una figura familiar.
Aberforth Dumbledore.
—Leah... —susurra al verme.
Sin dudarlo, me arrojo hacia él, envolviéndolo en un abrazo que él devuelve con fuerza. Por un momento, todas las preocupaciones desaparecen mientras me pierdo en la seguridad que siempre ha significado Aberforth para mí.
—Te he extrañado... tanto —susurro, sintiendo lágrimas acumularse en mis ojos.
—Yo también, chica.
Su tono es más suave de lo que esperaba, y cuando me aparto, sus ojos brillan con algo que no había visto antes: alivio.
—Pasad rápido. No es seguro aquí afuera.
Entramos al cálido interior de la taberna, el aire cargado de humo y el olor de madera vieja envolviéndonos. Por un instante, siento que estoy en casa.
Aberforth cierra la puerta tras nosotros con un golpe seco, dejando fuera el frío cortante de la noche.
Miro a mi alrededor, esperando encontrar la cara conocida que tanto anhelo ver, pero la sala está vacía, salvo por nosotros.
El corazón se me hunde un poco, aunque intento no mostrarlo.
—¿Dónde están?
Mi voz suena temblorosa mientras busco a Hermione, Ron y Harry con la mirada.
Aberforth frunce el ceño, su expresión ahora preocupada.
—¿No veníais todos juntos? Pensé que llegaríais al mismo tiempo.
Su respuesta me deja un nudo en el estómago.
Si no están aquí, "¿dónde podrían estar?" Me esfuerzo por mantener la calma, pero una tristeza sorda se instala en mi pecho.
—N-no...
Desvío la mirada hacia el suelo mientras una sensación de vacío me invade:
—... Pensábamos que estarían aquí.
El ambiente se vuelve pesado, el calor acogedor del lugar contrasta cruelmente con la inquietud que comienza a apoderarse de mí.
╔══❀・°・❀══╗
Luna es la combinación perfecta de encanto y excentricidad...
Por lo que he notado... ¿Recuperó Leah todos sus recuerdos?
Espero que os haya gustado, no olvidéis dejar un voto en cada capítulo o comentar, me ayuda mucho <3
Gracias por leer.
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