(37) Dejar ir
Mis manos tiemblan mientras me arrodillo junto a Harry. La escena frente a mí es más de lo que mi corazón puede soportar.
Harry me mira con desesperación y con voz rota pregunta:
—Hermione... ¿Tienes algo? ¿Algo que pueda ayudarle?
Mi mente entra en un frenesí, buscando soluciones, algo, lo que sea, pero todo lo que tengo... todo lo que tenía estaba en mi bolso mágico.
Y me lo quitaron junto con mis otras pertenencias en la mansión Malfoy.
Comienzo a buscar frenéticamente en mis bolsillos o en cualquier lugar donde pueda haber olvidado algo útil. No obstante, mis manos regresan vacías cada vez.
—No... —susurro, sintiendo cómo las lágrimas me queman los ojos.
Alzo la mirada hacia Harry y niego con la cabeza, desesperada...
—No tengo nada. No puedo... no puedo hacer nada.
Harry cierra los ojos, apretando la mandíbula mientras sujeta con más fuerza al pequeño elfo en sus brazos.
—Por favor, Dobby, resiste —le murmura, su voz apenas un hilo de esperanza que lucha por no desaparecer.
A mi lado, Ron respira pesadamente, con el rostro encendido de rabia e impotencia.
Todos estábamos pendientes del pequeño elfo hasta que oímos unos pasos acercarse desde la distancia.
Leah avanza lentamente hacia nosotros, sus pasos inciertos.
El aire a mi alrededor pesa como si el mundo entero estuviera sosteniendo la respiración.
Hay algo en su andar, en la forma en que sus ojos se mueven del pequeño cuerpo de Dobby hacia el rostro de Harry y luego hacia mí, que me deja congelada en mi lugar.
La furia y el dolor que había visto en Leah antes parecen haberse desvanecido, reemplazados por algo que no puedo definir. Un atisbo de duda, quizás. O tal vez... algo más.
Ron da un paso adelante y se coloca frente a Leah.
—¡No te acerques! —le advierte, su voz firme, cargada de rabia contenida.
Su varita apunta hacia ella, pero hay un temblor en su mano que delata su confusión.
Yo también debería querer detenerla, mantenerla lejos de Dobby, de Harry, de todos nosotros... No obstante, algo en mí no puede hacerlo. No después de todo...
Hay algo en sus ojos, un destello familiar, cálido, que me recuerda a la Leah que conocí antes, antes de todo esto.
—Ron, no —mi propia voz me sorprende.
Me pongo de pie rápidamente, ignorando la sorpresa en su rostro, y lo aparto suavemente con una mano.
—Déjala.
—¿Q-qué? ¿Qué estás diciendo? —Ron me mira como si hubiera perdido la cabeza, pero no tengo tiempo de explicarle.
Leah sigue avanzando.
Cada paso suyo parece resonar en la arena húmeda, y cuando está lo suficientemente cerca, Harry levanta la mirada hacia mí, buscando mi aprobación. Puedo ver la duda en sus ojos, la incertidumbre.
Le sostengo la mirada y asiento, con la certeza de que esto es lo correcto.
Harry toma una respiración profunda y, con todo el cuidado del mundo, deposita a Dobby en los brazos de Leah mientras ella se arrodilla frente a él.
Sus movimientos son lentos, casi ceremoniales.
Y una vez el pequeño elfo está en sus brazos, todos estamos pendientes de lo que va a pasar.
❀・°・❀
El cuchillo.
Mi mirada no puede apartarse del cuchillo clavado en el cuerpo pequeño y frágil de ese elfo.
Algo en su imagen es familiar. No obstante, mi mente está en caos, fragmentada, como si intentara ensamblar piezas de un rompecabezas con bordes que no encajan.
El aire a mi alrededor está cargado de emociones ajenas.
El chico de cabello negro desordenado que me mira con cautela, la chica de rizos me regala una mirada cálida, y el chico pelirrojo aún me observa con desconfianza.
Todos me resultan extrañamente familiares... Hay una conexión, es tenue, como un hilo desgastado que podría romperse en cualquier momento.
—Señorita Leah... —la voz del elfo me saca de mis pensamientos.
Mis ojos vuelven a fijarse en él, en su mirada débil.
Su voz resuena en mi interior, como un eco lejano. Algo en su pequeño rostro me perturba, y ese nombre... Dobby.
La voz en mi cabeza es fría y serpenteante, un susurro oscuro que me envuelve como una sombra:
"Leah, vuelve a mí"
Mi Señor me está llamando. Su presencia aún está latente, como un peso en mi conciencia, reclamándome.
Mis manos tiemblan ligeramente mientras sostengo al elfo. El cuchillo, su sangre, su dolor... todo me golpea como un torrente.
Su mirada débil se encuentra con la mía, y mi garganta se aprieta.
—Dobby siempre... creyó en usted.
La tristeza en su voz me hace tambalear. No debería importarme. No debería sentir nada por él. Pero lo siento.
"¿Quiénes son estas personas?" Mi mente sigue luchando por comprender.
Mi corazón se aprieta mientras intento recordar. Intento encontrar algo más allá de las sombras de Voldemort en mi mente, algo que explique por qué estoy aquí, por qué siento esta confusión.
El elfo. Dobby. Su nombre resuena dentro de mí, trayendo consigo imágenes distorsionadas: Una casa, un sentimiento familiar, una promesa que no consigo recordar del todo...
Algo en mí sabe que debería importarme, que debería recordar. La voz en mi interior sigue empujando contra esa sensación, intentando llenarme con su frío control.
Con una fuerza que parece casi imposible en su estado, el pequeño elfo levanta una mano temblorosa y la coloca suavemente sobre mi mejilla.
—Dobby... le hará recordar una parte de usted que le quitó cuando era un bebé, tal vez eso pueda ayudarla...
Imágenes comienzan a formarse, cada vez más claras, más reales.
Los recuerdos se suceden rápidamente... Mis padres... Mi hogar... La visita de Voldemort y mi elfo, Dobby.
Parte de mis recuerdos vuelven y también, todo lo que aquello significó para mí.
—Y ahora... es usted quien debe esforzarse por recordar todo lo que construyó después.
Su mano cae lentamente de mi mejilla, pero las palabras resuenan en mi interior.
Todo parece empezar a encajar parcialmente.
Las memorias me inundan con una intensidad tan abrumadora que apenas me doy cuenta de que las lágrimas empiezan a rodar por mis mejillas.
Sollozos desgarradores me atraviesan mientras lo abrazo con fuerza. Lo miro a los ojos, esos ojos que ahora comienzan a cerrarse.
—Te recuerdo... Dobby.
Mi voz es quebradiza, apenas un murmullo entre mis lágrimas:
—Ahora que te he recordado, por favor, no me dejes. No otra vez.
Él me mira con una sonrisa débil, sus grandes ojos llenos de algo que solo puedo describir como amor incondicional.
—Dobby le prometió una vez que estaría siempre con usted, señorita Leah. Sin embargo, por más que le duela a Dobby, sabe que ya no puede cumplir esa promesa... —su voz es más débil ahora, un eco que apenas resiste
—No, no es verdad, Dobby. Yo puedo hacerlo. Creo que puedo curarte. No puedes irte así, no puedes.
Él sonríe nuevamente, mirándome directamente a los ojos.
—Dobby sabe que es demasiado peligroso para usted usar su magia. No mientras Voldemort siga en su cabeza. Además...
Se detiene, respirando con dificultad.
—Hay cosas... cosas que ni siquiera la magia más antigua puede curar.
Mi cuerpo tiembla mientras niego con la cabeza.
—No puedes decir eso. No es verdad. Tienes que quedarte conmigo.
Dobby mira a su alrededor, sus ojos descansando brevemente en cada uno de los presentes antes de volver a mí.
—Dobby ha visto que tiene una nueva familia, sabe que la van a cuidar... Y ahora ya puede irse tranquilo...
Mi pecho se hunde al escuchar esas palabras sinceras. Mi mente intenta no aceptar la realidad que está por suceder.
—Dobby sabe que usted va a poder con todo esto... porque Dobby siempre estará apoyándola.
Levanta un dedo débil y señala mi pecho, directamente a mi corazón.
—Desde aquí, señorita Leah. Siempre.
La sonrisa en su rostro permanece incluso mientras sus ojos se cierran por última vez.
Lo aprieto contra mí, sintiendo cómo su pequeña figura pierde la fuerza.
El mundo a mi alrededor se difumina.
Las olas rompen contra las rocas, el sonido parece lejano, irreal. Todo lo que queda es este momento, este dolor, y la pequeña figura inmóvil de Dobby en mis brazos.
Un susurro frío invade mi mente otra vez:
"Leah... vuelve a mí."
No puedo ignorarlo, pero al mismo tiempo, no puedo responder. Mi cuerpo se siente pesado, mis emociones siguen desbordadas.
Un torbellino de sentimientos me inunda: culpa, rabia, tristeza y una confusión abrumadora.
Aún siento el calor que quedaba en el pequeño cuerpo de Dobby en mis brazos y con cuidado, casi con reverencia, lo dejo en el suelo.
Mis manos tiemblan mientras acaricio su rostro, como si al hacerlo pudiera devolverle algo de vida.
Las lágrimas comienzan a caer, primero en silencio, luego en torrentes incontrolables. Un sollozo desgarrador escapa de mi garganta, y mis manos se aferran a mi pecho, intentando contener el dolor que amenaza con consumirlo todo.
De repente, siento unos brazos rodeándome desde atrás.
Me sobresalto al principio, pero el calor y la suavidad del gesto me desarman.
Es un abrazo firme, lleno de ternura, y hay algo en él que me resulta familiar. Algo que había anhelado, aunque no sé por qué.
Sin pensarlo, me giro hacia la persona que me sostiene.
Mi rostro encuentra refugio en algo suave. Cabello. El aroma me envuelve como una manta reconfortante, y me dejo llevar, escondiendo mi rostro entre esos rizos. Mis lágrimas empapan su hombro mientras mis manos se aferran a su ropa.
❀・°・❀
La casita en la que nos encontramos está ubicada al lado de la playa. Es pequeña y acogedora, construida con madera envejecida que lleva años enfrentando el azote del viento salado del mar.
Estoy tumbada en una cama, el eco de todo lo que ha sucedido aun resonando en mi mente. Miro al techo, las lágrimas secas en mis mejillas.
Dobby...
Me cuesta creerlo...
Su sacrificio, sus palabras, el dolor.
Mis manos tiemblan ligeramente cuando las miro, como si todavía pudieran sentir su diminuta figura.
Voldemort sigue presente, su sombra nunca desaparece del todo, pero hay algo que comienza a surgir dentro de mí. Algo que no sé cómo nombrar.
Un golpe suave en la puerta me saca de mis pensamientos.
—¿Leah? —la voz al otro lado es tranquila.
Me incorporo lentamente, limpiándome las lágrimas con las mangas mientras intento calmar mi respiración.
—Adelante.
La puerta se abre despacio, y veo a Draco asomarse. Cierra la puerta tras de sí con cuidado, y se queda un momento en silencio, observándome desde la distancia.
—Me dijeron que querías verme.
Asiento lentamente, señalando la silla junto a la cama. Draco se sienta, cruzando los brazos como si intentara mantener cierta distancia emocional.
—Draco... —mi voz tiembla mientras busco las palabras— necesito que me cuentes quién soy.
Él me mira, sus ojos grises entrecerrándose ligeramente, como si estuviera evaluando cuánto decir.
—Leah, no sé si este es el mejor momento...
—¡Por favor! —lo interrumpo, mi voz se quiebra.
Mis manos tiemblan mientras las llevo a mi cabeza.
—Tengo fragmentos en mi cabeza, recuerdos que no encajan. Personas que siento que conozco, pero no entiendo por qué...
Draco permanece en silencio, y puedo ver cómo su mandíbula se tensa.
—Ellos... —señalo hacia la puerta, refiriéndome a Harry, Hermione y Ron— ¿Quiénes son para mí? ¿Por qué siento que... que debería confiar en ellos? Pero al mismo tiempo, hay algo que me detiene.
Mis palabras se atropellan, y mi respiración se acelera.
—Y Voldemort... su voz está ahí, Draco. Siempre está ahí, diciéndome que vuelva, que lo obedezca. ¿Por qué no puedo librarme de él? ¿Qué es lo que está bien o mal?
Me inclino hacia él, aferrándome a su mirada, buscando respuestas que parecen fuera de mi alcance.
—Por favor, dime la verdad. ¿Qué soy yo? ¿Por qué estoy atrapada entre esto?
Draco pasa una mano por su cabello, visiblemente incómodo. Mira hacia un lado, como si esperara encontrar una salida, pero finalmente se rinde con un suspiro profundo.
—Leah... —comienza, eligiendo cuidadosamente sus palabras— No es fácil de explicar. Voldemort... él te... moldeó. Te convirtió en un horrocrux. En su arma.
Continúa, señalando en la misma dirección que yo antes:
—Ellos son tus verdaderos amigos. Te conocen de antes... de todo esto. Sin embargo, Voldemort se aseguró de que no lo recordaras.
—¿Por qué? —pregunto con un hilo de voz.
—Porque tenías un corazón, Leah. Porque eras demasiado fuerte para controlarte por completo. Entonces él... —Draco traga saliva, sus ojos se oscurecen— se aseguró de romperte.
El silencio entre nosotros es casi palpable.
—Pero ahora... ahora puedes elegir.
Draco me mira directamente, sus ojos llenos de una intensidad que nunca antes había visto en él y añade:
—Puedes recordar quién eras, o puedes seguir escuchándolo.
Mi respiración es superficial mientras trato de procesar lo que dice. Mi mente está nublada por la confusión.
—Draco... ¿Por qué confío en ti? —pregunto, mi voz un susurro.
Él desvía la mirada, sus labios formando una línea apretada.
—Porque... hemos pasado demasiado tiempo juntos últimamente. Porque he visto lo que Voldemort te ha hecho, y... no puedo ser como él.
Su honestidad me desarma. Algo en mí quiere creerle, aferrarse a esta pequeña conexión que tengo con él.
—Entonces... ¿Qué debo hacer? —pregunto, mi voz llena de desesperación.
Draco se detiene un momento, como si considerara sus palabras antes de responder. Sus ojos me miran con algo que parece duda, o tal vez compasión.
—No puedo decirte qué hacer, Leah. Solo tú puedes decidir qué significa todo esto para ti... Sin embargo, —hace una pausa, como si eligiera cuidadosamente sus palabras— no tienes que hacerlo sola.
Antes de que pueda decir algo más, un golpe suave resuena en la puerta, interrumpiendo el momento.
Ambos nos giramos hacia el sonido.
La puerta se abre lentamente, y allí está ella. La chica de rizos y ojos marrones.
Hermione Granger.
Mi corazón da un vuelco extraño.
Hay algo en ella... algo que no entiendo pero que me envuelve como una brisa cálida. Es ese mismo sentimiento familiar que me ha estado atormentando desde que llegué aquí.
Hermione se queda en el umbral.
—Umm, perdón... yo... quería hablar con ella.
Draco sonríe ligeramente, como si entendiera algo que yo no puedo comprender.
—Claro —responde, poniéndose de pie con una naturalidad casi ensayada.
Al pasar junto a ella, le da un leve asentimiento, como si estuvieran en alguna clase de acuerdo tácito.
Se detiene un momento en la puerta, mirando hacia mí.
—Recuerda lo que dije, Leah. No tienes que hacerlo sola.
Y con eso, cierra la puerta tras de sí, dejándonos a Hermione y a mí en la habitación.
Hermione se sienta en la silla que Draco había ocupado momentos antes. Su postura es rígida, sus manos descansan en su regazo mientras sus ojos se encuentran con los míos.
—¿Cómo te sientes? Por lo de Dobby, quiero decir... Sé cuánto significaba para ti.
La sinceridad en su voz me desconcierta. Miro hacia el suelo por un momento antes de responder.
—No sé... Es como si una parte de mí hubiera desaparecido con él.
Mi voz tiembla, y trago saliva para estabilizarla:
—Pero al mismo tiempo, algo volvió. Es... complicado.
Un silencio se extiende entre nosotras.
Cuando alzo la mirada, sus ojos me están observando, llenos de esperanza. Es una expresión cálida, como si estuviera esperando algo, algún tipo de reconocimiento.
—¿Recuerdas quién soy? —pregunta finalmente, su voz temblando levemente.
La pregunta flota en el aire. Me duele no poder responderle como parece desear.
—Recuerdo fragmentos... —digo con sinceridad, desviando la mirada— Tu rostro, tu voz... Todo parece familiar... Sin embargo, no encaja del todo.
Veo cómo el brillo en sus ojos se apaga un poco, como si mis palabras fueran un pequeño golpe contra su esperanza. A pesar de todo, no se da por vencida.
Hermione posa una mano sobre la mía, y un escalofrío recorre mi piel, como si una corriente eléctrica se moviera entre nosotras. Algo en ese contacto me resulta tan familiar que casi duele, pero no puedo explicarlo.
Ella suspira, mirándome como si quisiera decir mucho más de lo que realmente puede expresar.
—El duende, Griphook, nos ha dicho dónde podemos encontrar el siguiente Horrocrux. Tendremos que partir pronto para buscarlo.
Sus ojos buscan los míos, esperando mi respuesta. Hay algo en ellos que me llama, que me invita a ser parte de lo que están haciendo.
No obstante, una verdad amarga ha estado creciendo en mi interior, y no puedo ignorarla más.
—Por lo que he visto y por lo poco que recuerdo... estáis buscando los Horrocruxes para destruirlos, ¿verdad?
Hermione asiente.
Su mirada se ensombrece, como si ya supiera lo que voy a decir a continuación.
Las palabras salen de mi boca antes de que pueda detenerlas:
—Yo soy uno de los Horrocruxes que tenéis que...
—No, Leah. Hay otras formas de acabar con todo esto. No tiene que ser así —me interrumpe antes de que pueda continuar.
Me detengo un momento, observándola.
Sus ojos me miran con intensidad, como si intentara convencerme, como si quisiera protegerme de una verdad que ya he aceptado.
Una sonrisa se dibuja en mis labios. Es una sonrisa cansada, resignada.
—Hermione...
Desabrocho lentamente los primeros botones de mi camisa.
Cuando el tejido se separa lo suficiente, la cicatriz queda visible, justo encima de mi corazón.
Hermione se queda mirando, su expresión cambia de incredulidad a tristeza en cuestión de segundos.
Sus labios se separan ligeramente mientras sus ojos reconocen la forma de la cicatriz.
—Es igual a la de... —susurra, incapaz de terminar la frase.
No necesito que lo haga. Ambas sabemos de qué está hablando.
Con calma, vuelvo a abrocharme la camisa, cubriendo la cicatriz de nuevo. Mientras lo hago, siento cómo su mirada permanece fija en mí.
—Por lo que he visto y recuerdo, Granger, eres lista. Sabrás lo que hacer cuando llegue el momento.
Mis palabras parecen impactarla, y veo cómo la fuerza en sus ojos se tambalea. Sin embargo, también sé que es lo que necesita escuchar.
—Leah... —su voz tiembla un poco— ¿P-puedo... puedo abrazarte?
La pregunta me toma por sorpresa.
Mi cuerpo se tensa instintivamente, y mi mente se llena de dudas. ¿Por qué querría hacer algo así? ¿Qué propósito tiene? Al mismo tiempo, hay algo en su expresión que me desarma.
Miro sus ojos, ese brillo cálido que parece atravesar cada capa de confusión y oscuridad dentro de mí.
—Está bien —respondo después de unos segundos.
Hermione se acerca con cuidado, como si temiera romper algo frágil.
Me envuelve en un abrazo cálido, sus brazos rodeándome con suavidad como si quisiera protegerme de todo.
El contacto me sobresalta al principio, pero luego algo dentro de mí se remueve, un sentimiento enterrado profundamente.
Es familiar, reconfortante, y al mismo tiempo desgarrador.
Mi mente sigue resistiéndose... Sin embargo, mi cuerpo parece ceder. Mis brazos, casi por instinto, se levantan y la envuelven también, devolviendo el gesto.
Y en este momento, por primera vez en mucho tiempo, no me siento completamente vacía.
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Dobby, vas a doler toda una vida </3
Entonces eso significa que Leah en algún momento deberá...
Espero que os haya gustado, no olvidéis dejar un voto en cada capítulo o comentar, me ayuda mucho <3
Gracias por leer.
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