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(36) El Precio de la Lealtad

Mi padre habla, su tono altivo y seguro, como si cada palabra que sale de su boca fuera una verdad absoluta.

No lo escucho.

No puedo.

Todo lo que puedo hacer es observar la escena frente a mí, como si estuviera atrapado en una pesadilla de la que no puedo despertar.

Leah... Ella no es solo una aliada forzada bajo el yugo de Voldemort. Ella fue mi amiga, una de mis mejores amigas.

Verla ahora, con la mirada vacía y su varita apuntando con una precisión implacable, me rompe el corazón en pedazos que no sé si podré volver a juntar.

Había tratado de ayudarla, intentando que no la llevaran junto al señor oscuro con todas mis fuerzas...

No obstante, desconocía lo que le habían hecho, el alcance de la oscuridad que la había consumido... Y saber que ha estado sirviéndole a él, al monstruo que nos tiene a todos encadenados bajo su mandato, me está destrozando.

"¿Es esta la realidad de lo que mi familia apoya? ¿De lo que siempre he creído que era el camino correcto?" Porque si esto es lo que significa estar del lado de Voldemort, si esto es lo que nos cuesta... no sé si puedo seguir justificándolo.

Ahora, ella está aquí delante, con la varita levantada, enfrentándose a Hermione, la persona que sé que más quiere.

Y Hermione... Su mirada está llena de una mezcla de horror y dolor, algo que no puedo soportar.

Entonces, la veo sacudir esos sentimientos y armarse de valor.

Granger da un paso al frente con las manos alzadas. Es como si intentara alcanzar algo que está más allá de su alcance. Como si aún creyera que puede llegar a Leah, que todavía hay algo dentro de ella que no ha sido consumido por la oscuridad.

Ante mí solo queda esta escena, esta cruel ironía de dos personas que deberían amarse enfrentándose como enemigas.

Una parte de mí quiere mirar hacia otro lado, pretender que esto no es asunto mío. Convencerme de que no puedo cambiar nada, de que no debería intentarlo. La otra, más fuerte, más humana, no puede soportar quedarse quieta.

Cuando Leah murmura: "Crucio", algo dentro de mí se rompe.

El rayo rojo sale disparado hacia Hermione, y en ese instante, mi cuerpo actúa antes de que mi mente lo procese.

Avanzo con rapidez, ignorando las miradas, ignorando todo excepto el hechizo que no puedo permitir que impacte entre ellas. No entre Leah y Hermione.

Me llevo a Granger conmigo al suelo y las miradas se clavan en mí desde todas las direcciones.

Potter y Ron me observan con expresiones de absoluta incredulidad. Bellatrix abre los ojos de par en par, incapaz de ocultar su sorpresa.

No obstante, es la voz de mi padre la que corta el aire como un cuchillo.

—¿Se puede saber qué haces, Draco?

La furia tiñe sus palabras mientras se aproxima a grandes zancadas hacia mí:

—¿Cómo te atreves a salvar a una Sangre Sucia?

Miro hacia arriba, todavía respirando con dificultad, sabiendo que todas las miradas están sobre mí.

La mirada de mi padre es helada y su tono es una amenaza clara cuando vuelve a hablar:

—¿Cómo te atreves, Draco?

—No puedo... no puedo dejar que esto pase —logro gesticular, aunque mi voz es apenas un susurro.

El silencio en la habitación es ensordecedor. Incluso Leah parece ligeramente confundida, su varita aún alzada, pero su mirada vacilante.

Hermione, que todavía está en el suelo junto a mí, parece tan desconcertada como los demás.

Lentamente, la ayudo a levantarse.

El silencio en la habitación es ensordecedor, un vacío cargado de tensión que amenaza con estallar. Leah sigue con su varita alzada, pero noto como si algo dentro de ella estuviera luchando por salir.

Por un momento, tengo la esperanza de que eso sea suficiente.

Luego de unos segundos, Leah sacude la cabeza como si se librara de una telaraña, y esa chispa que había visto desaparece.

Sus ojos vuelven a endurecerse, y su varita ahora apunta directamente hacia nosotros.

—¡Ya basta! —grita Harry con desesperación.

Sin embargo, algo más ocurre en ese instante. Algo que hace temblar a todos los presentes.

El aire en la habitación cambia, se vuelve más frío, más oscuro, como si una sombra gigantesca hubiera caído sobre nosotros.

Leah tiembla, y de repente, sus ojos se vuelven grises, sin vida, como dos espejos opacos.

Cuando habla, su voz es distorsionada, un eco profundo y escalofriante que no pertenece a ella.

Hermione jadea junto a mí, y cuando miro de reojo, veo que está temblando, sus ojos fijos en Leah llenos de horror y angustia.

Leah —o lo que sea que esté en su lugar ahora— sonríe lentamente mientras da un paso adelante.

—Vaya, vaya, Lucius... —su tono es burlón, lleno de un desprecio venenoso— ¿Ni siquiera puedes hacer que tu propio hijo te obedezca?

Mi padre, siempre tan imperturbable, da un paso atrás.

Entonces Leah gira su atención hacia Potter. La sonrisa en su rostro se ensancha cuando dice:

—Y tú... Harry Potter. Hace tiempo que quería hablar contigo.

Mi padre y Bellatrix, como si se hubieran percatado de la verdad al mismo tiempo, palidecen aún más. Un destello de reconocimiento pasa por sus rostros, y luego, como si algo invisible los empujara, ambos caen de rodillas ante Leah.

—Oh, mi señor... —Bellatrix susurra con reverencia, su cabeza baja en sumisión— Esperábamos su llegada, pero no de esta... forma.

Leah sonríe, y aunque la expresión es suya, la malicia que irradia pertenece únicamente a Voldemort.

—Después de todo, no sois tan incompetentes como esperaba...

Su tono está cargado de desdén, y la sonrisa burlona no desaparece mientras se gira hacia nosotros. Sus ojos grises, vacíos de la humanidad de Leah, se posan en Harry, Ron y Hermione.

—El trío de oro... —dice con sarcasmo, alargando las palabras como si saboreara cada sílaba—... Nada más ni nada menos.

Hermione, a mi lado, tiembla de rabia.

Noto cómo su mano, fría y temblorosa, se desliza dentro de mi capa y saca mi varita que había escondido allí.

Antes de que pueda detenerla, la levanta y la apunta directamente a Leah... o más bien, a Voldemort.

—¡No te perdonaré nunca lo que le has hecho! —grita, su voz rota por la furia y el dolor— ¡Aléjate de ella y déjanos en paz!

Leah se ríe. Es un sonido hueco, macabro, que hace que todos los presentes se tensen.

—¿Hacerme daño? —dice, con un brillo de burla en los ojos grises— ¿En serio? Ahora mismo soy ella, y por lo que he visto, sé que nunca le harías daño...

Hace una pausa, y sus palabras se vuelven más bajas, casi susurradas:

—Yo leo sus pensamientos. Yo veo lo que ella ve. Yo soy ella.

Hermione se queda paralizada, sus dedos aferrados a la varita con tanta fuerza que parecen blancos.

—Ya no tienes nada que hacer, Sangre Sucia —añade Voldemort con desprecio, disfrutando de cada palabra como una daga clavada en Hermione.

Antes de que pueda responder, algo inesperado ocurre.

Una voz clara atraviesa la tensión.

—Devuélvele la varita.

Todos nos giramos hacia la entrada de la sala. Allí, de pie, con la varita alzada y el rostro lleno de determinación, está Luna Lovegood.

El asombro recorre la sala como una onda expansiva. Incluso Voldemort, a través de Leah, parece momentáneamente desconcertado.

—¿Cómo te has escapado? —escupe Bellatrix, incrédula— ¡Colagusano estaba vigilando!

Antes de que pueda recibir una respuesta, aparecen detrás de Luna dos figuras más.

Ollivander y el duende Griphook emergen de las sombras.

—Devuélvele la varita a Hermione —repite Luna, su voz cargada de firmeza mientras apunta a Bellatrix con su varita.

Voldemort, usando a Leah, sonríe con calma.

—No lo hagas, Bellatrix —le ordena.

Bellatrix, todavía incrédula y fuera de sí, balbucea otra vez con furia:

—¿C-cómo os habéis escapado?

Antes de que nadie pueda responder, una voz suave y débil resuena a sus espaldas.

—Dobby cree que esto no le pertenece.

Con un chasquido, Dobby aparece detrás de Bellatrix, sosteniendo las varitas de Ron y Hermione en sus pequeñas manos.

Antes de que alguien pueda reaccionar, el elfo doméstico desaparece de nuevo con un destello y reaparece junto al trío de oro, entregándoles las varitas.

Hermione, no duda ni un segundo antes de devolverme mi varita. La coloca en mi mano con una firmeza inesperada, como si confiara en mí más de lo que yo mismo confío en lo que puedo hacer.

Luna, junto con los recién llegados, se une a nuestro lado. Ahora somos una línea, enfrentándonos a Leah, Bellatrix y Lucius.

—Maldito elfo —murmura Bellatrix, sus ojos llenos de furia.

Mi padre, con la mandíbula apretada, escupe con desdén:

—Dobby, ¿cómo te atreves? ¡Después de todo el tiempo que has servido a nuestra familia!

Leah ríe con incredulidad, su voz cargada de veneno.

—Debería estar aquí presente para acabar con todos vosotros... porque no sois nada —sus ojos grises como el acero se clavan en Dobby.

Dobby, con una sonrisa triste en el rostro, no retrocede. Da un paso hacia Leah, y su voz, aunque suave, resuena con una fuerza que no esperaba.

—Señorita Leah, ¿qué le han hecho? —su mirada cargada de dolor— Esto no es usted.

La sonrisa de Voldemort en el rostro de Leah desaparece.

Esta titubea, y algo en su interior parece quebrarse.

Sus ojos grises destellan, y por un momento, se vuelven azules.

—P-por favor... —murmura ella, su voz rota mientras se lleva las manos a la cabeza— M-marchaos de a-aquí...

El dolor en su rostro es tan evidente que se siente como un golpe.

Hermione da un paso adelante, como si no pudiera soportar ver a Leah así, pero Harry y Ron la detienen, tomándola por los brazos.

—¡Por favor! —exclama Hermione, su voz llena de desesperación— No podemos dejarla de nuevo...

Miro a Leah, luego a Hermione, y siento un peso insoportable en mi pecho.

—Hermione...

Poso mi mano en su hombro ganándome su atención, y añado:

—Hace tiempo le prometí a Leah que intentaría cambiar, que sería mejor persona mientras estuviera en mi mano. Y voy a ayudarla... tal como ella me ayudó a mí. Pero ahora mismo, no podemos hacerlo.

Leah grita de dolor, y el sonido es tan desgarrador que todos nos tensamos.

Sus ojos vuelven a oscurecerse, y el Señor Oscuro toma el control una vez más.

—¡Acabad con todos ellos!

Ordena, levantando una mano con el dedo apuntándonos, como si ya dictara nuestra sentencia.

Bellatrix y Lucius levantan sus varitas de inmediato, sus expresiones frías y despiadadas.

Dobby, sin perder la calma, simplemente chasquea los dedos.

Las varitas vuelan de las manos de todos, incluso la de Leah, cayendo al suelo como hojas muertas.

El ambiente en la sala es tenso, como si cada respiración fuera una cuenta regresiva hacia el caos. Las miradas de los presentes están fijas en Leah, o en lo que Voldemort ha hecho con ella.

Potter se inclina ligeramente hacia el pequeño elfo y, en voz baja, le susurra:

—Llévatelos de aquí. —señala a Luna, Ollivander, Griphook— Necesitamos que estén a salvo, y tú eres el único que puede hacerlo. Vuelve a por nosotros después.

Dobby asiente.

Con un chasquido de sus dedos, desaparece junto a los tres que Potter ha mencionado, dejándonos solos en la sala: Harry, Ron, Hermione y yo.

Potter se gira hacia mí. Me mira con firmeza y me dice:

—Draco, este es tu momento para hacer las cosas bien. ¿Qué vas a hacer?

Mi mente es un caos.

No puedo volver a lo que una vez llamé hogar, a la seguridad ilusoria que mi familia me prometió. Ahora lo veo claramente: todo eso era una mentira, un espejismo construido sobre miedo y poder.

Miro a mi padre.

Sus ojos se clavan en los míos con un desprecio helado, como si yo ya no fuera su hijo, sino un traidor. La confirmación de mi mayor temor está allí, en su mirada.

Entonces, alguien avanza y se posa junto a mí.

Cuando miro a mi lado, veo a Granger. Su mirada es firme, pero hay algo más allí, algo que nunca esperé: confianza.

—Si alguien puede hacer entrar en razón a Leah, eres tú, Draco. Te necesitamos en esto.

Trago saliva, sintiendo cómo el peso de su confianza se mezcla con mi propia culpa. Bajo la mirada y suspiro profundamente.

—Está bien. —digo finalmente— Haré lo que esté en mi mano.

Hermione asiente, y una pequeña sonrisa, casi imperceptible, aparece en su rostro.

Es extrañamente reconfortante, como si por primera vez en mucho tiempo, alguien además de Leah, creyera que puedo hacer algo bueno.

Hablando de ella, nos giramos para observarla.

Su risa llena la sala, una risa hueca, cruel, que no pertenece a la Leah que conocí.

—¿Y cómo pensáis hacerlo? —pregunta ella, su tono goteando burla y desprecio.

Miro hacia Hermione, y luego hacia Leah.

Me armo de valor y, en voz baja, le susurro:

—Lo siento, Leah. Espero que puedas perdonarme por esto.

Antes de que pueda detenerme, saco mi varita.

"¡Desmaius!"

El hechizo la golpea de lleno, y su cuerpo se desploma, inerte, en el suelo.

—¡¿Cómo te atreves, Draco?! —Bellatrix grita, su voz llena de furia.

Mi padre no dice nada. Su mirada está cargada de desaprobación.

Decido ignorarlo cuando añado:

—No nos iremos sin Leah. Cueste lo que cueste.

Hermione asiente, su sonrisa llena de aprobación.

Mi padre y Bellatrix avanzan amenazante hacia nosotros. Deteniéndose en seco cuando Hermione les apunta con su varita:

—Ni lo intentéis —advierte, su tono peligroso.

Luego se gira hacia Harry y Ron y ordena:

—Coged a Leah.

Ambos asienten, arrastrándola mientras sigue inconsciente hacia nuestro lado.

Mi padre murmura, su voz fría y cargada de presagio:

—No sabéis lo que estáis haciendo. La persona que tenéis ya no es la misma que conocisteis.

Con un chasquido inesperado, Dobby reaparece.

Sus ojos grandes recorren la escena rápidamente, deteniéndose en Leah, quien está siendo cargada por Harry y Ron. Una sonrisa tranquila aparece en su rostro.

—Dobby cree que ahora ya podemos irnos —anuncia con confianza.

Este levanta una mano, listo para llevarnos lejos.

Justo cuando el tirón del hechizo de desaparición comienza a arrastrarnos, Bellatrix grita de pura frustración y lanza un objeto hacia nosotros que no puedo llegar a identificar.

❀・°・❀

Aparecemos en una playa oscura, el aire frío nos recibe como una bofetada. Todos nos desplomamos en la arena húmeda, el sonido de las olas impactando contra las rocas cercanas llena el silencio.

Por un momento, nadie dice nada. Todos están tratando de recuperar el aliento, de procesar lo que acabamos de escapar.

Yo, tumbado en la arena, escucho el rugir del océano. Giro mi cabeza y veo a Hermione. Está sujetando la mano de Leah, que aún sigue inconsciente.

Una pequeña sonrisa cruza mi rostro, aunque no dure mucho.

Al mirar a los demás, veo a Harry y Ron, jadeantes pero ilesos. Dobby no está junto a ellos y lo busco con la mirada entre el paisaje.

Antes de que consiga encontrarlo, un murmullo apenas audible sale de Leah.

Mis dedos se tensan alrededor de mi varita mientras la observo.

Su cuerpo tiembla ligeramente y sus ojos parpadean.

Cuando finalmente se abren, no son grises. Sin embargo, la mirada es fría, helada, como un cristal afilado.

—¡Suéltame! —grita mientras se libera bruscamente de la mano de Hermione.

Se levanta con movimientos rápidos y nerviosos, buscando algo desesperadamente en el suelo.

—¿¡Dónde está mi varita!? —demanda, sus palabras un filo de acero.

Los demás nos ponemos de pie rápidamente. Apenas unos segundos después de escapar de la mansión, la tensión ya ha regresado a nuestras vidas, más fuerte que nunca.

Leah avanza hacia Hermione, su postura agresiva, pero Harry y Ron la detienen antes de que pueda llegar a ella.

—¡Leah, para! —grita Ron, su voz llena de desesperación— ¡Es suficiente!

Doy un paso hacia ellos, intentando ayudar a calmarla. No obstante, cuando Leah me ve, su mirada me atraviesa como un cuchillo, llena de puro desprecio.

—Traidor de la sangre. —escupe, sus palabras como veneno— Aléjate de mí.

Su forcejeo se intensifica, sus movimientos bruscos e impulsados por una furia que parece consumirla.

Estoy a punto de insistir, pero en ese momento, unas figuras emergen corriendo hacia nosotros desde la lejanía.

Luna, Griphook y Ollivander llegan, atraídos por el ruido de nuestra pelea.

—¡No puedo creer que la hayáis traído aquí! —exclama Griphook, su voz cargada de desprecio mientras señala a Leah— ¡Nos va a matar a todos!

Hermione, con su rostro encendido de rabia, le responde sin dudar:

—O tal vez tendríamos que haberte dejado a ti allí.

La tensión entre ellos parece a punto de explotar cuando, de repente, un murmullo débil, casi un susurro desesperado, interrumpe la discusión.

—Dobby siente interrumpir...

Todos nos giramos hacia la fuente de la voz, y el horror nos invade.

Dobby está a unos metros, tambaleándose, con una mano temblorosa sobre su abdomen. Sus grandes ojos, normalmente llenos de vida, están nublados por el dolor.

Bajamos la mirada y vemos la empuñadura de un cuchillo sobresaliendo de su cuerpo.

El pequeño elfo intenta dar un paso hacia nosotros, pero sus piernas no le responden. Se desploma en la arena húmeda, dejando una pequeña mancha oscura que se extiende bajo él.

—¡Dobby! —grita Harry, su voz ahogada por la desesperación.

Leah, que hasta ahora había estado luchando con furia, se detiene en seco. Su mirada se posa en el elfo, y por un instante, su expresión es indescifrable.

Harry deja de lado todo lo demás, incluso a Leah, y corre hacia Dobby, cayendo de rodillas junto a él.

—Dobby... —susurra con un nudo en la garganta mientras lo toma con cuidado entre sus brazos—... Estarás bien, no te preocupes.

La escena se queda congelada en el aire, el sonido de las olas rompiendo contra las rocas cercanas se mezcla con el silencio que cae sobre nosotros.

Hermione, con las manos temblorosas, se arrodilla junto a Harry, mientras Ron, con una expresión de rabia contenida, se queda de pie, mirando la escena.

Leah parpadea indecisa.

Sus ojos se mueven lentamente, primero hacia el cuchillo que aún está clavado en el pequeño cuerpo del elfo, y luego hacia su rostro, ahora pálido y lleno de dolor.

Entonces, como si el tiempo mismo se hubiera detenido, Leah comienza a caminar hacia él.



╔══❀・°・❀══╗

Draco la decisión que has tomado hoy, tendrá consecuencias, ¿positivas/negativas? Quien sabe...

Leah, ¿qué es lo que pretendes hacer?

Espero que os haya gustado, no olvidéis dejar un voto en cada capítulo o comentar, me ayuda mucho <3

Gracias por leer.

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