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(30) Escape

Mi respiración es irregular, y mi pecho se mueve como si el aire que inhalo no fuera suficiente.

Umbridge sigue sonriendo, como un depredador que saborea su presa. Su voz, cargada de burla, retumba en mi cabeza.

—Dime, pequeña, ¿qué vas a hacer? —repite con un tono que me araña por dentro— Adelante, mátame. Abraza la oscuridad que forma parte de ti. Después de todo, desde que viniste al mundo, solo has traído desgracia y destrucción.

Sus palabras son como un veneno lento que se esparce. Algo dentro de mí se quiebra, como un cristal que cede bajo presión.

"¿Y si tiene razón?" Una lágrima solitaria desciende por mi mejilla.

"¿Y si todo esto es mi culpa? Si no hubiera nacido, tal vez mis padres seguirían vivos. Tal vez..." La duda se filtra en mi mente.

—Leah, no lo hagas —dice Hermione a mi lado.

Su voz parece lejana al principio, pero cada palabra perfora el torbellino que hay en mi mente.

—Sé que no eres así. No la escuches.

Hermione está recuperando su verdadera forma; su cabello se aclara, volviéndose castaño mientras el efecto de la poción multijugos se desvanece.

Ron también está recuperando su aspecto. Su cabello rojo comienza a asomar, y como está tratando de hacer Hermione, él intenta razonar conmigo:

—Solo está jugando contigo. Nada de lo que dice es verdad. Tú tienes el derecho a decidir quién quieres ser —dice con calma, tratando de que las palabras de Dolores no me afecten.

La fuerza en sus palabras y la calma en su mirada me alcanzan como un faro en mitad de la tormenta.

Hermione se acerca lentamente, su mano suave se posa en mi brazo, tembloroso por la rabia.

—Leah, —dice con firmeza— la esencia de nuestra identidad no reside en la sangre, sino en las elecciones que tomamos.

La miro a los ojos.

Sus palabras, tan simples y tan ciertas, me llegan con una fuerza que automáticamente me hace recapacitar.

Bajo mi varita lentamente, dejando escapar un suspiro tembloroso.

—Yo... no quiero ser... no quiero ser como tú —murmuro, mirando a Dolores con una mezcla de dolor y determinación.

Umbridge se sobresalta al ver cómo Ron y Hermione dejan atrás por completo su disfraz.

Su rostro se tensa, y se levanta de su silla con un movimiento brusco.

—¡Vosotros no sois mis empleados! —exclama, señalándolos con furia.

Hermione no se inmuta. Con un rápido movimiento, saca su varita y apunta directamente a Umbridge.

—Por supuesto que no. Antes muerta que trabajar para usted.

De repente, un movimiento a mi izquierda llama mi atención. Harry emerge de debajo de su capa de invisibilidad, su expresión es gélida, como una máscara de acero.

—No vamos a hacerte daño, Umbridge, aunque todos nosotros lo estemos deseando... —dice Harry, con una voz que podría cortar el aire— Solo necesitamos que nos des un objeto.

Dolores sonríe con frialdad, cruzándose de brazos mientras avanza hacia nosotros con deliberada lentitud, sin un atisbo de intimidación.

—El mismísimo Harry Potter en mi oficina... —su voz goteando sarcasmo— Qué ganas de terminar lo que no pude hacer cuando estuve en Hogwarts.

Aprieto los puños, pero me obligo a mantenerme calmada.

—Cierra la boca y dinos dónde guardas el guardapelo, bruja —digo, mi voz firme, aunque mi corazón late con fuerza.

Dolores levanta una ceja, su sonrisa de superioridad más irritante que nunca.

—¿Y qué os hace pensar que os lo voy a decir? —pregunta, su tono lleno de desdén— Sois solo unos mocosos. No podéis hacerme nada.

La sangre me hierve al escucharla.

Levanto mi varita otra vez, pero esta vez mi mano tiembla.

—Si sigues hablando, voy a... —mi voz cargada de rabia y frustración.

—No vas a hacerme nada. —dice alzando un dedo índice con arrogancia— No tienes el valor para hacerlo, ya lo demostraste antes. Eres demasiado débil, Leah.

Su voz resuena en mi mente como un martilleo constante. Sus palabras son una daga, y mi cuerpo entero está tenso, al borde de explotar. Los segundos que siguen se sienten interminables.

La sala está en completo silencio; nadie se mueve.

Entonces, Hermione rompe el tenso equilibrio.

— "¡Stupefy!"

El hechizo de su varita impacta de lleno contra Dolores, quien cae al suelo inconsciente con un golpe sordo.

—Jo... quería hacerlo yo —se lamenta Ron, cruzándose de brazos con una expresión de indignación.

Estoy perpleja.

Miro a Hermione boquiabierta, tratando de procesar lo que acaba de ocurrir.

—¿Granger? ¿Por qué hiciste eso? —pregunto, mi voz aún agitada por los nervios.

Hermione me mira con una sonrisa, mientras guarda su varita.

—No voy a dejar que nadie te trate mal, y mucho menos esa puerca rosa.

La sinceridad en su tono me toma por sorpresa.

Esa mirada, tan firme y llena de determinación, hace que algo en mi interior se rompa. No es debilidad, no esta vez; es una oleada de emociones que no puedo controlar.

La adrenalina del momento, el caos, la intensidad de lo que acabamos de vivir... todo me arrastra como un torrente.

Antes de darme cuenta, me inclino hacia ella.

—Hermione... —susurro, mi voz un hilo tembloroso.

Ella apenas tiene tiempo de reaccionar cuando mis brazos la rodean, atrayéndola hacia mí en un abrazo lleno de euforia.

Sin pensarlo, sin medir las consecuencias, mis labios encuentran los suyos.

Es un beso lleno de intensidad

Sus manos suben por mi cuello, aferrándose como si necesitara lo mismo que yo en ese instante.

—Siempre tan impulsiva... —murmura ella, con un toque de ternura.

—No podía evitarlo.

Y entonces, como si el universo conspirara para arruinar el momento, Ron, completamente ajeno, rompe el silencio:

—Bueno, ahora que Umbridge está inconsciente y claramente no nos va a ayudar, ¿cómo se supone que vamos a encontrar el guardapelo?

Harry, con los brazos cruzados y una expresión pensativa, murmura:

—Si es el guardapelo... estará lleno de magia oscura.

Hermione alza la cabeza rápidamente, como si algo encajara en su mente.

—¡Eso es! La magia oscura y la magia antigua están relacionadas... La magia oscura apareció gracias a la manipulación de los conocimientos de la magia ancestral.

Le sonrío, incapaz de evitarlo.

—Granger, eres un libro de conocimientos andante.

—Lo sé —responde Hermione con un leve toque de diversión en sus labios.

Harry complementa el razonamiento, un destello de idea brillando en sus ojos:

—Eso me ha dado una idea. Leah, ¿crees que puedes localizar el foco de esa oscuridad con tu magia antigua? Creo que solo tú puedes hacerlo.

Dudo por un momento.

Hermione posa una mano en mi brazo, su toque cálido devolviéndome la confianza.

—Lo voy a intentar — digo finalmente.

Cierro los ojos, dejando que el mundo a mi alrededor se desvanezca. Las voces de Harry, Ron y Hermione se convierten en un murmullo distante mientras me concentro.

Intento captar ese rastro de energía oscura que debería irradiar del Horrocrux.

Una sensación fría y opresiva empieza a envolverme, como si las sombras mismas me estuvieran guiando. La magia antigua siempre se ha sentido viva y cálida, pero esto... esto es diferente.

Más pesado.

Más oscuro.

Murmuro con el ceño fruncido:

—Puedo notar que está en esta habitación... pero... es muy extraño. Percibo dos focos de magia oscura diferentes.

El eco de la voz de Ron llega hasta mí:

—¿Dos focos? ¿Puede que Umbridge tenga otro objeto con magia antigua guardado aquí?

Harry interrumpe con urgencia:

—Debemos centrarnos en el guardapelo. Nos estamos quedando sin tiempo. ¿Puedes localizar su ubicación exacta, Leah?

Aprieto ambas manos contra mi cabeza, enfocándome en la fuente de mayor intensidad.

Siento el tirón de la magia oscura como un peso físico, girando la cabeza instintivamente hacia mi derecha.

—El foco mayor... proviene del segundo cajón de su escritorio.

Abro los ojos y señalo directamente al mueble.

—Entonces tiene que estar por aquí —dice Harry, ya moviéndose hacia el escritorio.

Empieza a rebuscar, abriendo y cerrando cajones con rapidez, hasta que finalmente exclama:

—¡Bingo!

Todos nos acercamos rápidamente mientras Harry sostiene una caja adornada. Dentro, sobre un lecho de terciopelo, está el collar: el Horrocrux.

Es idéntico al que encontramos en la cueva, y por un instante, una chispa de triunfo llena la habitación.

—¡Lo tenemos! —dice Ron, con una sonrisa de alivio.

No obstante, nuestra celebración es breve.

Golpes fuertes resuenan desde la puerta, seguidos por una voz autoritaria:

—Señorita Umbridge, ¿ha terminado? La llaman desde el Departamento de Seguridad Mágica.

La tensión en el ambiente se dispara.

—Mierda. —murmuro, sintiendo cómo mi euforia se transforma en alarma— Es ese hombre del departamento.

Harry guarda rápidamente el collar dentro de su chaqueta, mirando a la puerta con el ceño fruncido.

—Si entra, nos descubrirá...

Los golpes se repiten, esta vez más insistentes.

—Señorita Umbridge, abra la puerta.

Me cruzo de brazos, tratando de mantener la calma aunque la situación sea todo menos favorable.

—No hay forma de que salgamos de aquí sin luchar... —digo, mi tono lleno de impaciencia.

Los golpes ahora son casi ensordecedores.

—Si no abre la puerta, seguiré el protocolo y entraré a la fuerza.

Ron toma una decisión rápida, sus manos moviéndose hacia su varita.

—Voy a abrir la puerta. Preparaos, esto se va a poner feo.

Nos preparamos, alineándonos y apuntando nuestras varitas hacia la entrada.

Ron abre la puerta con rapidez, y un hombre del Departamento de Seguridad Mágica aparece al otro lado.

Su expresión pasa de la impaciencia al asombro en cuestión de segundos al encontrarnos a nosotros dentro del despacho de Dolores.

Sus ojos recorren la escena, deteniéndose en el cuerpo inconsciente de Umbridge en el suelo.

—¿Qué estáis haciendo vosotros aquí?! —exclama, claramente confundido.

Antes de que pueda reaccionar, Hermione avanza hacia él con rapidez.

¡PUM!

Granger le golpea la cara dándole un puñetazo:

—¡Nada de varitas, no hay tiempo!

El hombre se tambalea hacia atrás, llevándose las manos a la nariz mientras cae al suelo con un gemido de dolor.

—¡Ugh!

Aprovechamos su momento de desconcierto para escapar, saliendo del despacho a toda velocidad. Mientras corremos por los pasillos, no puedo evitar mirar a Hermione con incredulidad.

—¿Por qué tengo la sensación de que ese no es tu primer puñetazo?

Hermione, con las mejillas encendidas y la adrenalina corriendo por sus venas, apenas tiene tiempo para responder.

—Digamos que no es mi método preferido, pero a veces... funciona.

Antes de que pueda decir algo más, un eco mágico recorre el edificio, una voz amplificada resonando en todas direcciones:

"Atención todos: Harry Potter y su séquito están en el Ministerio de Magia."

La tensión sube un nivel. Ron, jadeando mientras corre junto a nosotros, suelta con exasperación:

—¡Ya saben que estamos aquí!

La voz vuelve a resonar, esta vez con una orden que pone los pelos de punta:

"Detenedlos. Se dirigen a la salida."

Las alarmas empiezan a sonar, y los pasillos del Ministerio se llenan de movimiento.

Llegamos jadeando al vestíbulo principal.

Nuestra esperanza de una escapatoria rápida se ve aplastada cuando un grupo de magos y brujas aparecen detrás de nosotros, sus varitas listas y sus voces gritando:

—¡No llegaréis muy lejos!

Los hechizos empiezan a volar.

Nos lanzamos tras una columna cercana, utilizando su sólida estructura para protegernos de la lluvia de hechizos que viene detrás de nosotros.

Los destellos de luz verde, roja y azul chispean en todas direcciones, zumbando peligrosamente cerca de nuestras cabezas.

Ron asoma su varita desde el borde de la columna y grita:

"¡Petrificus Totalus!"

El hechizo impacta de lleno en un mago que avanzaba hacia nosotros, dejándolo rígido como una tabla antes de que caiga al suelo con un ruido seco.

Harry, por su parte, lanza un "Expelliarmus", haciendo volar la varita de una bruja que intentaba flanquearnos.

—¡Buen trabajo! —grita Ron mientras asoma de nuevo para lanzar otro hechizo.

La situación se complica cuando más magos llegan, rodeándonos poco a poco. Sus pasos se escuchan acercándose, y los destellos de sus hechizos iluminan el vestíbulo.

Mi voz rompe el caos:

—Cada vez aparecen más... debemos salir de aquí antes de que sea tarde.

Hermione, siempre con la mente trabajando a toda velocidad, escanea la zona buscando una salida.

Antes de que pueda decir algo, un hechizo va directo hacia ella.

Reacciono casi instintivamente y la empujándola a un lado, evitando que le hechizo logre alcanzarla.

—¡Cuidado, Granger!

Hermione tropieza, pero se estabiliza, mirándome con una sonrisa agradecida.

—Gracias, Leah —dice, antes de señalar algo al otro lado del vestíbulo— ¡Ya lo tengo!

Seguimos la dirección de su dedo, y allí, a unos metros de distancia, están las chimeneas de los Polvos Flu, sus bordes adornados con runas relucientes.

—¡Si usamos las chimeneas, podremos salir de aquí! —grita Hermione, sus ojos brillando con determinación— Es la forma más rápida para volver.

Harry murmura, sin quitar la vista de los hechizos que vuelan sobre nosotros:

—Tengo mala experiencia con eso, pero si no hay otra opción...

Nos lanzamos hacia las chimeneas, esquivando hechizos que se estrellan en el suelo y las paredes. Uno de ellos impacta cerca de mí, lanzando chispas que queman ligeramente mi camisa.

Eso hace que me detenga un segundo para sacudir las chispas que quedan en mi ropa, causando que me separe un poco del grupo.

—¡Seguid corriendo! —grita Harry, apretando los dientes mientras bloquea un ataque.

Hermione es la primera en llegar a una de las chimeneas. Se arrodilla rápidamente y rebusca en su bolso mágico, sacando un pequeño saquito lleno de Polvos Flu.

—¡Entrad todos, rápido!

Harry, Ron y yo nos apresuramos hacia la chimenea. Harry entra el primero y Ron, una vez dentro, se gira para asegurarse de que le estoy siguiendo.

Estoy a punto de entrar cuando mi mirada capta algo que hace que mi corazón se detenga por un momento.

La misma señora rubia que nos había interceptado antes de llegar al despacho aparece en el vestíbulo, empujando a otros magos mientras se abre paso hacia nosotros.

Su rostro es una máscara de rabia pura, sus ojos clavados en mí como dagas.

—¡No os dejaré escapar tan fácilmente! —grita.

Un escalofrío recorre mi columna, pero rápidamente me giro hacia Hermione, el pánico atravesando mi voz.

—¡Granger... es el momento de irnos!

Hermione asiente rápidamente y, con una bocanada de aire, lanza un puñado de Polvos Flu al fuego de la chimenea. Las llamas verdes chisporrotean con intensidad mientras ella empieza a pronunciar la ubicación:

—¡Llévanos al Bosqu—!

No llega a terminar.

Una voz cortante y decidida ruge desde la dirección de la maga rubia.

"¡Diffindo!"

El hechizo vuela directamente hacia mí, un destello de luz afilado que corta el aire como una navaja.

Todo pasa en un instante.

Hermione apenas alcanza a girar hacia mí con una expresión de alarma, pero antes de que pueda reaccionar, siento un tirón repentino.

—¡Cuidado! —grita Ron, lanzándose hacia mí en el último segundo.

El tirón me hace tambalear mientras él me empuja a un lado, el hechizo impactando contra su pecho y desgarrando parte de su ropa.

En el último segundo, las llamas verdes nos envuelven y desaparecemos entre ellas.

❀・°・❀

El aire se escapa de mis pulmones al impactar contra el suelo cubierto de hierba húmeda.

La luna ilumina el claro del bosque, bañando el lugar con su luz plateada. Sin embargo, mi visión es un torbellino de sombras y estrellas.

Me llevo una mano a la cabeza, intentando estabilizarme.

—Me siento... muy mareada —balbuceo, tratando de incorporarme.

A mi lado, Harry emite un gemido similar, sosteniéndose el estómago.

—Ugh... Esto ha sido peor que la última vez... definitivamente peor.

Hermione sacude la cabeza mientras se pone de pie, tambaleándose un poco. También parece afectada.

—¿Estáis todos bien? —pregunta, su tono cargado de preocupación— ¿Qué ha pasado?

Antes de que alguien pueda responder, una voz apagada y débil nos llama desde unos metros detrás de nosotros.

—Chicos... —la voz de Ron tiembla, llena de dolor— Creo que... no me encuentro muy bien.

El horror se instala en mi pecho cuando todos giramos hacia él.

Ron está de pie, pero se sostiene apenas; su camisa blanca se está empapando rápidamente de sangre oscura que emana de su costado.

—Oh, dios mío... —murmuro, llevándome una mano a la boca.

La expresión de Hermione se transforma en puro pánico.

—¡RON! —grita, corriendo hacia él y ayudándole a apoyarse en el suelo.

Harry se lanza también a ayudarla, su rostro pálido.

—No lo entiendo... —dice Harry, con desesperación— ¡Él entró con nosotros! ¡Lo vi entrar con nosotros!

El miedo y la culpa me consumen:

—Todo es mi culpa... —susurro, mi voz quebrándose mientras me llevo las manos a la cabeza.

—¡Leah, no digas eso! —Hermione responde, su tono cargado de terror.

—¡Sí, lo es! —grito, incapaz de contenerme— ¡Si no hubiera tardado tanto en entrar...!

De repente, Ron comienza a convulsionar, su respiración se vuelve áspera y entrecortada, como si no pudiera tomar aire.

—¡HARRY, rápido! —Hermione grita, sujetando a Ron mientras se sacude— ¡Dame mi bolso mágico!

Harry se levanta de un salto y se dirige al bolso. Abre el compartimento expandido y empieza a rebuscar frenéticamente entre los frascos de pociones.

—¡Date prisa, Harry! Saca uno de los pequeños frascos verdes y dámelo. —Hermione grita, mientras las convulsiones de Ron empeoran.

Harry encuentra un vial y lo pasa con rapidez. Hermione lo abre y, con cuidado, intenta verter el líquido en la boca de Ron.

Durante un segundo todos contenemos la respiración.

No obstante, Ron no mejora. Sigue tosiendo sangre y luchando por aire.

—¿¡Por qué no funciona!? —Hermione grita, desesperada, con lágrimas surcando su rostro.

Un impulso de urgencia y frustración me invade.

—¡Tenemos que hacer algo! ¡No va a aguantar mucho más! —exclamo, mirando frenéticamente a Hermione y a Harry.

Hermione revisa de nuevo las heridas, sus manos temblorosas llenándose de sangre:

—¡El hechizo ha llegado a sus pulmones! No hay forma de que una poción corriente pueda curar algo así tan rápido.

Sin pensar, doy un paso hacia ellos, mi corazón latiendo con fuerza en mis oídos.

—Hermione, déjame intentarlo —mi voz tiembla.

—Leah, no sabes si tu magia le hará daño...

—¿Acaso tenemos otra opción? ¡Míralo, Hermione! ¡Se está muriendo!

Harry con evidente urgencia exclama:

—Hermione, ¡Leah tiene razón! Es la única opción que tenemos ahora mismo...

Hermione me mira, temblando, y luego aparta la mirada hacia Ron, cuyas convulsiones están disminuyendo pero no por mejora, sino porque se está debilitando.

—Hazlo, Leah. Por favor, salva a Ron.

Me arrodillo junto a él, sintiendo mi corazón golpear con fuerza en mi pecho. Hermione y Harry se hacen a un lado, dándome espacio mientras mi mente trabaja frenéticamente.

—Voy a intentar absorber el hechizo que aún daña su cuerpo. —mi voz tiembla de incertidumbre— Ha recibido un impacto demasiado fuerte. Aberforth me enseñó a canalizar mi magia de dentro hacia fuera, pero si invierto el proceso... tal vez pueda extraer lo que queda del hechizo.

Sin esperar una respuesta, coloco ambas manos sobre el pecho de Ron, justo donde la sangre mancha su camisa.

Su respiración entrecortada y el calor bajo mis palmas me dicen que el tiempo se agota.

Cierro los ojos y me concentro, buscando ese flujo de energía que Aberforth me enseñó a dominar.

Empiezo a canalizar la energía.

Una corriente de magia fluye desde mis manos hacia el interior del cuerpo de Ron. No obstante, me topo con una barrera oscura: los restos del hechizo que lo hieren desde dentro.

Es una magia poderosa y no cede fácilmente.

—Vamos... —murmuro, tratando de aplicar más presión.

La resistencia del hechizo es demasiado fuerte; no puedo contenerlo. Es como intentar extraer veneno de una herida que no deja de sangrar.

Entonces, una idea me golpea con fuerza, absurda, pero tal vez posible.

—¡Harry! —grito, mi voz cargada de urgencia.

—¿Qué? —responde, acercándose.

—Sé que te va a parecer una locura, pero necesito el horrocrux.

—¿C-cómo? —Harry tartamudea, su expresión incrédula.

—¡El guardapelo! —exclamo, sin apartar las manos del pecho de Ron— Creo que al ser un objeto impregnado con magia oscura, me ayudará a canalizar y contener esta energía. Por favor, Harry, ¡confía en mí!

Harry duda por un momento, mirando el collar dentro de su chaqueta como si le ardiera en las manos.

—Más te vale saber lo que haces, Leah...

Con sus manos temblorosas, lo saca y me lo tiende.

Tomo el horrocrux con una mano mientras la otra permanece sobre el pecho de Ron.

Con cuidado, me lo pongo de collar, sintiendo al instante como la energía que emana del colgante es abrumadora, casi paralizante.

Cierro los ojos y me concentro en absorber el flujo del hechizo.

—Vamos... —murmuro, mi voz apenas audible.

Siento el impacto del poder del horrocrux chocando con mi magia. El colgante comienza a temblar, su superficie se calienta y emite un brillo tenue, como si se resistiera a absorber más poder.

Un grito escapa de mis labios mientras lucho por mantener el control.

—¡Leah! —grita Hermione a mi lado.

La energía comienza a drenarse de Ron, su respiración se vuelve más constante, más profunda. Mi cuerpo se sacude con la intensidad de la magia que estoy manejando. Sin embargo, no me detengo.

No puedo hacerlo ahora.

Con un último esfuerzo, libero el hechizo del cuerpo de Ron y lo encierro por completo en el horrocrux. El guardapelo tiembla violentamente, como si se resistiera a contener el poder, antes de apagarse por completo.

Me desplomo hacia atrás, agotada, con el horrocrux aún colgado de mi cuello, su superficie fría contra mi piel caliente por el esfuerzo.

De repente, algo cambia. 

La sangre que manchaba la camisa de Ron deja de fluir, como si la herida hubiese comenzado a cerrarse por sí sola.

Hermione se inclina rápidamente hacia él, sus manos temblorosas palpando la zona.

—¡La hemorragia se ha detenido! —exclama, sus ojos llenos de alivio.

Ron empieza a toser, su pecho subiendo y bajando con debilidad, pero claramente está respirando mejor.

Cada tos parece arrancarle el dolor acumulado, y aunque su rostro sigue pálido, hay un rastro de vida en sus ojos que no estaba allí hace un momento.

Me incorporo como puedo, todavía jadeando, y me acerco.

—Hermione... ahora... —digo, mi voz ronca por el esfuerzo— Dale otra poción.

Hermione asiente rápidamente, sacando otra botella del pequeño bolso mágico que siempre lleva consigo.

—Vamos, Ron, bebe esto... —le dice con suavidad.

Ron obedece, tragando el líquido lentamente mientras Hermione le sostiene la cabeza. Su rostro se relaja un poco más con cada sorbo, como si la poción estuviera terminando lo que mi magia había empezado.

Harry observa todo con los puños apretados y la mandíbula tensa. Cuando ve a Ron respirar más tranquilamente, deja escapar un suspiro tembloroso.

—Lo lograste Leah... —murmura, con una mezcla de alivio y cansancio.

Ron, todavía pálido y tumbado en el suelo, murmura débilmente:

—Puedo... puedo respirar...

Hermione se lleva una mano a la boca, incapaz de contener las lágrimas. Se lanza hacia él, abrazándolo con fuerza, sin importarle el estado en el que está.

—¡Idiota! —solloza, su voz cargada de emoción— ¡Qué susto nos has dado!

Ron, todavía algo desorientado, deja escapar una pequeña risa ahogada, devolviéndole el abrazo torpemente.

Harry sonríe al ver la escena, su expresión relajada por primera vez en horas.

Debería sentir lo mismo. Debería sentir alivio, incluso felicidad al ver a Ron, Harry y Hermione a salvo y juntos.

No obstante, algo dentro de mí lo impide. Una punzada fría y oscura se instala en mi pecho, una emoción que no había sentido antes.

Observo cómo Hermione acaricia el cabello de Ron, su preocupación tan palpable que casi puedo tocarla. Cómo sus lágrimas caen mientras murmura algo que no logro escuchar, su voz entrecortada por el llanto.

Y yo... no puedo evitar sentir celos.


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Leah cariño... quítate ese collar antes de que sea tarde...

Espero que os haya gustado, no olvidéis dejar un voto en cada capítulo o comentar, me ayuda mucho <3

Gracias por leer.

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