(3) Ceremonia de Selección
Las largas mesas están repletas de estudiantes de todas las edades, algunos de pie observándome con descaro, otros apenas echando un vistazo antes de volver a sus conversaciones.
Todos llevan túnicas negras con detalles de color en los bordes: algunos en rojo, otros en verde, amarillo o azul, y parece que cada grupo está reunido en una de las cuatro mesas, cada una decorada con un estandarte diferente que cuelga del techo.
Uno de estos tiene un león dorado sobre fondo rojo y debajo la palabra "Gryffindor".
En otro veo un tejón negro sobre un fondo amarillo que lleva el nombre de "Hufflepuff".
A la derecha, un águila plateada se alza sobre un fondo azul con la inscripción "Ravenclaw".
Y, por último, hay un estandarte verde con una serpiente plateada, debajo de la palabra "Slytherin".
Mientras avanzo por el pasillo, mis ojos se encuentran con otros estudiantes de primer año, parados en fila frente a un gran atril decorado con un gran búho dorado al final del salón.
Me uno a ellos, intentando no llamar más la atención.
Frente al atril, se encuentra un hombre mayor con una larga barba blanca y una túnica de color púrpura.
Él sonríe amablemente al grupo, y parece que toda la sala aguarda sus palabras:
— Os doy la Bienvenida un año más a Hogwarts. —su voz es cálida— Y a todos los nuevos estudiantes, es un placer teneros hoy aquí. Soy Albus Dumbledore, director de la escuela. Hoy empezáis un viaje que marcará vuestras vidas para siempre.
El murmullo de los estudiantes se apaga en silencio respetuoso mientras Dumbledore continúa:
—Antes de que puedan unirse oficialmente a sus respectivas casas, —señala los estandartes que cuelgan sobre cada mesa— es necesario que cada uno pase por la Ceremonia de Selección. Esta ceremonia os ayudará a descubrir cuál es vuestro lugar en Hogwarts, la casa en la que hallaréis a sus compañeros y, tal vez, sus futuros amigos.
La mirada de Dumbledore recorre a todos los alumnos de primer año, deteniéndose brevemente en cada uno.
Cuando sus ojos se posan en los míos, veo un destello de sorpresa en su expresión que apenas es perceptible. Es un instante tan breve que casi creo haberlo imaginado, pero aun así, siento un pequeño escalofrío.
El director vuelve la vista a la lista que sostiene y, tras una leve inclinación de cabeza, comienza a leer nombres para que cada estudiante pase al atril y complete la Ceremonia de Selección.
Entonces, frente a nosotros, aparece un sombrero viejo, de aspecto inofensivo. Aparentemente, parece un complemento para la cabeza normal y corriente. No obstante, tan pronto como el sombrero se posa en la cabeza del primer alumno, este empieza a hablar.
Su voz resuena por todo el Gran Comedor, reflexionando en voz alta sobre el estudiante y, finalmente, gritando el nombre de una de las casas, desatando vítores y aplausos en las mesas correspondientes.
Los primeros niños pasan uno a uno.
"¡Hufflepuff!"
"¡Ravenclaw!"
"¡Gryffindor!"
Los nombres de las casas se escuchan una y otra vez mientras cada nuevo estudiante encuentra su lugar.
Y, después de lo que parece una eternidad, mi nombre es llamado.
A medida que camino hacia el atril, puedo oír cómo los murmullos aumentan a mi alrededor, y no es difícil entender el motivo.
"¿Una alumna de primer año tan mayor?"
"¿Cómo es posible?"
"¿Qué estará pasando?"
Las palabras se deslizan entre los susurros, y siento cómo algunas miradas de desconcierto y sorpresa me siguen hasta el asiento.
Me siento, y apenas el sombrero toca mi cabeza, noto como si pudiera leerme la mente...
—Vaya, vaya... Tú eres mayor que los otros. No es común ver a alguien así en la Ceremonia de Selección. ¿Cómo te llamas? —dice el sombrero con curiosidad.
—Leah —respondo en voz baja, apenas moviendo los labios.
Me siento muy extraña. ¿Cómo podría explicarle a alguien que estoy hablando con un sombrero?
El sombrero, ajeno a las preguntas en mi cabeza, sigue reflexionando sumido en un silencio que se alarga durante unos segundos más...
Hasta que sus palabras resonando en cada rincón de mi mente:
—Veamos... tienes una energía interesante, algo fuera de lo común. —continúa— Un poder extraño, diría yo...
—¿Extraño? —pregunto, sin poder ocultar el desconcierto en mi voz.
La voz del sombrero se calla nuevamente.
Noto que algunos de los profesores sentados detrás de mí observan atentamente la ceremonia, quizás intrigados por la duración de mi selección.
—Sí, extraño... pero no sabría decirte con exactitud. Hay en ti una ambición poderosa, una astucia naciente y una intensa búsqueda de identidad, de encontrarte a ti misma... —hace una pausa, como si evaluara cada palabra antes de decirla— Ah... así es... creo que encajas bien en...
El sombrero se detiene un segundo, como para dar el último veredicto, y entonces grita para todo el comedor:
—"¡SLYTHERIN!"
El Gran Comedor estalla y se oyen aplausos llenos de euforia desde la mesa de Slytherin.
Mientras camino hacia allí, los aplausos y murmullos a mi alrededor van disminuyendo poco a poco, pero percibo algunas miradas y susurros que no dejan de seguirme.
Bajo el estandarte de la serpiente, veo a mis nuevos compañeros que me miran con interés; algunos, incluso, me lanzan miradas de aprobación, como si ya me consideraran uno de los suyos.
A mi izquierda, en la mesa de Gryffindor, una conversación en voz baja capta mi atención.
Un chico con el pelo negro despeinado y gafas redondas, está hablando con una chica de pelo rizado quien lo escucha atentamente.
— "Que haya aparecido de la nada a estas alturas..." —dice el chico, frunciendo el ceño con un tono de preocupación.
La chica asiente y le responde en voz baja, aunque lo suficientemente clara para que la escuche mientras paso:
—"La verdad es que sí parece sospechoso..."
Ambos me observan fugazmente, y justo cuando estoy a punto de sentarme, oigo al chico susurrar algo más, inquieto:
—"¿Has visto que ha llegado a la vez que Malfoy? Tal vez..."
Esto es lo último qué logro escuchar, porque en el instante que me siento en la mesa, empiezo a ser bombardeada con preguntas de mis nuevos compañeros.
Las preguntas varían desde de dónde vengo, cómo es que aparecí así de repente, y si tengo algún vínculo con otras familias mágicas.
Los rostros de todos están expectantes, y siento cómo el calor en mis mejillas aumenta con cada pregunta que apenas logro responder.
Justo cuando pienso que no podré soportar la presión de tanta atención, escucho una voz familiar y tranquila:
—¡No la agobiéis tanto! —dice Draco, quien ha estado observando la situación desde el otro lado de la mesa.
Luego, me dirige una pequeña sonrisa de bienvenida.
— Ella es uno de los nuestros; habrá tiempo de sobra para conocerla. Por ahora, dejemos que se sienta como en casa.
Su intervención me sorprende, y noto cómo la intensidad de las preguntas disminuye. Agradezco el respiro y me siento más cómoda, preguntándome si tal vez lo había juzgado demasiado rápido.
Quizás no es tan frío ni arrogante como me pareció en un principio.
Poco después, el profesor Dumbledore se pone en pie una vez más, captando la atención de todo el Gran Comedor.
—¡Bienvenidos, estudiantes, a un nuevo curso en Hogwarts! —proclama, y su voz cálida y profunda resuena en cada rincón de la sala— Y ahora... ¡Que comience el banquete!
Con un aplauso solemne, junta ambas manos y, de repente, como si fuera magia (que, de hecho, lo es), las mesas frente a nosotros se llenan de platos exquisitos: pasteles, guisos, frutas frescas, y un sinfín de alimentos que jamás había visto.
El aire se llena de aromas tentadores, y la emoción en el comedor crece mientras los estudiantes se sirven y charlan animadamente.
Poco a poco, el banquete se convierte en un festín lleno de risas y rostros satisfechos, y en medio de tanta gente, me siento realmente parte de este lugar por primera vez.
Una vez que todos están satisfechos, algunos riendo perezosamente mientras terminan sus postres y otros ya somnolientos, Dumbledore se levanta una vez más para dar las últimas indicaciones de la noche.
Con un gesto, varios estudiantes mayores se levantan de sus asientos y se posicionan frente a las mesas.
—Los prefectos de cada casa ahora acompañarán a los alumnos a sus dormitorios. Por favor, síganlos y presten atención, ya que las escaleras tienen la costumbre de cambiar.
Los prefectos de Slytherin, dos estudiantes de último año con un aire de confianza y autoridad, nos hacen señas para que los sigamos.
Nos dirigimos hacia una puerta en el extremo del comedor y comenzamos a atravesar pasillos y corredores cada vez más oscuros, alejándonos del bullicio del Gran Comedor.
Mientras avanzamos, siento la curiosa sensación de estar descendiendo cada vez más, como si el propio castillo nos guiara hacia lo profundo.
Nos detenemos frente a una pared de piedra lisa, sin ninguna entrada visible.
Uno de los prefectos se acerca a la pared, y con un susurro casi imperceptible, murmura una especie de contraseña. De repente, una serpiente de piedra tallada en la pared empieza a moverse y se desliza hacia un lado, revelando una entrada secreta.
Con ojos llenos de asombro, entramos en la zona reservada para Slytherin, situada bajo el lago. La atmósfera aquí es más fría, y la luz se torna de un verde etéreo, proyectando sombras temblorosas en las paredes debido a la suave refracción del agua.
Mientras me detengo un segundo para absorber el ambiente misterioso del lugar, noto que Draco, quien había quedado rezagado en la fila, se acerca a mí y susurra en voz baja, sus labios curvándose en una media sonrisa.
—Dicen que hay un monstruo en el lago... —sonríe levemente al ver mi expresión de incredulidad— Quizá algún día tengas suerte y lo veas.
La idea de un monstruo merodeando cerca de aquí añade un toque aún más enigmático a este nuevo hogar.
La entrada a la sala común se cierra tras nosotros, y los prefectos nos guían a través de un pasillo amplio hasta un salón común decorado con muebles oscuros y elegantes, y una chimenea que crepita suavemente, iluminando la sala en tonos verdes y plateados.
Me asignan una habitación compartida junto a un grupo de chicas que parecen de mi edad, aunque no reconozco a ninguna.
Apenas cruzo la puerta del dormitorio, una de las chicas, con el cabello oscuro y ondulado, me recibe.
—Tú eres Leah, ¿cierto? —me dice, estudiándome por un momento antes de extender una mano— Soy Selene Rosier. Pareces de mi edad, pero, estás en primero, ¿verdad?
Asiento, aunque dudo antes de responder.
—Es... complicado. Digamos que estoy en un curso de prueba.
Selene arquea una ceja, pero no dice nada más y solo me invita a sentarme con un gesto.
La otra chica en la habitación, una rubia de ojos claros que revisa unos apuntes junto a la ventana, se gira hacia mí y, con una sonrisa, se presenta:
—Soy Ophelia Greengrass. Té vi un poco perdida en la ceremonia, pero creo que en unos días te acostumbrarás. Hogwarts tiene su forma de hacerse parte de uno, o al revés.
Otra chica, sentada en el borde de su cama mientras juega con la varita entre los dedos, parece un poco menos impresionada.
—Araminta Burke —dice con tono distraído, como si estuviera evaluándome en silencio.
Luego añade:
—He visto que llegabas con Draco. Supongo que al menos ya conoces a alguien.
—No, realmente... apenas intercambiamos un par de palabras. —digo, recordando su expresión escéptica y el aire de superioridad que intentaba no dejar entrever.
Selene sonríe con algo de complicidad.
—Draco puede ser un poco... orgulloso, pero al final es un buen compañero. Nos veremos bastante, ya verás.
Asiento y sonrío, sintiéndome extrañamente bien recibida en este ambiente. Me acerco a mi cama y coloco la pequeña pila de cosas que he traído a Hogwarts.
Mientras me acomodo, siento la mirada de Selene, que se ha girado hacia mí con cierta sorpresa.
—¿Tan solo has traído esto para todo el curso? —pregunta, mirando mi pequeña maleta y el par de libros que traje conmigo.
—Sí... Hagrid solo me acompañó a comprar lo básico. Dijo que me haría llegar el resto más adelante —respondo, recordando el ajetreo de la última semana.
Selene asiente lentamente, como si estuviera evaluando lo que le cuento.
La habitación se llena de un silencio cómodo mientras termino de organizar mis cosas. Cada rincón es nuevo y desconocido, pero algo en mí empieza a relajarse.
A pesar de lo intimidante que ha sido el día, parece que estoy, al fin, en un lugar al que podría pertenecer.
Después de probablemente el día más duro de mi vida, me acuesto, rodeada de pensamientos y preguntas que se arremolinan en mi mente.
Sin embargo, el cansancio es mayor que cualquier fuerza ahora mismo, y poco a poco, el sueño se apodera de mí, sumiéndome en un profundo descanso en esta nueva y extraña realidad.
En la oscuridad del sueño, palabras fragmentadas y ecos vagos flotan en mi mente, envolviéndome en una sensación de distancia y misterio:
"Debe dejarla en un sitio seguro," dice una voz cargada de una tristeza indescriptible.
No puedo ver a quién habla, pero su tono está teñido de dolor, como si lo que dijera le costara más de lo que debería.
"Alejada de todo... por su seguridad..." continúa esa voz, más suave, apenas un susurro.
El eco de estas palabras parece sumirse en una niebla espesa. Intento asomarme, ver a quién pertenece esa voz, pero una sensación de lejanía y vacío me invade.
"Sé... sé que le dolerá...", dice finalmente la voz, rompiéndose, como si el peso de esta decisión fuera insoportable.
El sueño se disuelve lentamente, y en la penumbra siento algo indescriptible: una profunda sensación de soledad, como si lo hubiese perdido todo en aquel momento, dejándome detrás.
Me despierto sobresaltada, respirando entrecortadamente.
El sueño aún pesa sobre mi mente, como una sombra persistente que se niega a desvanecerse. Mi corazón late rápido, descompasado, como si el eco de esas voces todavía resonara en mis oídos.
Me incorporo lentamente, sintiendo cómo el cansancio se mezcla con la inquietud, mientras la luz suave de la mañana empieza a filtrarse por las cortinas de la habitación.
A mi alrededor, mis compañeras de habitación ya están despertando y preparándose para el primer día en Hogwarts. Las risas suaves y el murmullo de las voces me llegan a los oídos, pero me siento extrañamente desconectada de todo.
En el fondo, esa sensación de soledad que el sueño dejó en mí no se disipa.
Ophelia se aproxima con una expresión preocupada. Se detiene a mi lado y me observa con atención, como si pudiera ver más allá de mi fachada.
—¿Leah, has pasado mala noche? —pregunta suavemente, mientras acomoda su largo cabello rubio.
Parece realmente preocupada. Entonces, continua, su voz llena de comprensión:
—Deben ser los nervios del primer día. No te preocupes, todas estábamos muy ansiosas el primer día de escuela.
Me quedo mirándola un momento, el sueño aún nubla mis pensamientos, y reflexiono sobre lo que soñé.
Las voces, las palabras que me dejaron una sensación de pérdida, de separación... "¿Qué significaba todo eso? ¿Por qué ese sentimiento de desarraigo tan profundo?"
Respiro hondo y sacudo la cabeza, tratando de dejar atrás la pesadilla.
Alzo la vista y, con una ligera sonrisa, le doy a Ophelia una respuesta que suena más convincente de lo que realmente siento:
—Sí, debe ser eso... los nervios del primer día. —asiento, restándole importancia a la sensación extraña que aún me persigue— Solo necesito un poco de tiempo para acostumbrarme a todo esto.
Ophelia sonríe suavemente, como si aceptara mi explicación sin hacer preguntas. Me siento un poco mejor al ver que no insiste.
No quiero hablar de esos sueños, de esa sensación de soledad que no logro comprender.
—No te preocupes, Leah. Seguro que todo irá bien —responde Ophelia, dándome un pequeño golpe amistoso en el brazo mientras comienza a alistarse para el día.
Mientras me ajusto el uniforme y trato de despejar mi mente, Selene se acerca y, con una sonrisa tranquila, me ayuda a juntar todo lo que necesitaré para el día.
Me pasa los libros, la túnica y el sombrero, que aún está colgado en mi perchero, y me observa mientras busco mi horario.
—¿Tienes algo interesante a primera hora? —me pregunta, echando un vistazo a mi papel.
Reviso rápidamente y veo que la primera clase es de vuelo con escoba.
—¿Volar? —murmuro, sorprendida— Pero si ni siquiera tengo una escoba...
Selene me mira por un momento, como si esperara que yo estuviera bromeando, pero ve que hablo en serio.
Antes de que pueda añadir algo más, escuchamos la voz de nuestra tercera compañera, que entra en la habitación con una sonrisa amigable en el rostro.
—¿No tienes escoba? —pregunta Araminta, levantando una ceja— Espera un segundo, tengo una vieja que te puedo prestar. No es mucho, pero para principiantes puede servir.
Selene y yo nos giramos, sorprendidas, mientras la chica me ofrece una escoba un poco gastada, pero claramente en condiciones de ser utilizada.
La miro, asombrada por la amabilidad, y me siento enormemente agradecida.
—Muchas gracias —digo, un poco abrumada por la generosidad de mis compañeras.
—No hay de qué. —responde la chica intentando sonar despreocupada— Todos comenzamos con algo modesto. Con el tiempo, mejorarás.
Selene me sonríe y asiente, claramente satisfecha con la ayuda. Aunque no conozco bien a mis compañeras aún, me siento más tranquila al ver que no estoy sola en esto.
—Vamos, prepárate. —me dice Selene, llevándome de vuelta al presente. Me da un empujón amistoso— Este es solo el primer día, ya verás cómo lo disfrutarás.
Le echo un vistazo rápido a mi horario, notando que, para mi sorpresa, la mayoría de las asignaturas son las correspondientes a primer año. Sin embargo, hay dos clases que llaman mi atención: Pociones y Defensa Contra las Artes Oscuras, que están en el horario de sexto año.
No puedo evitar fruncir el ceño. ¿Por qué tendría yo esas asignaturas si apenas estoy comenzando mi educación en Hogwarts?
No tengo tiempo para pensar demasiado en eso ahora.
El reloj avanza rápidamente, y la clase de vuelo me espera. Con la escoba prestada en las manos, me despido brevemente de mis compañeras y me dirijo hacia las afueras del castillo.
El aire fresco de la mañana me recibe con un soplo, y me da la sensación de que hoy será un día largo, pero lleno de nuevas experiencias.
Camino por el sendero empedrado que lleva al campo de vuelo, notando cómo el suelo se vuelve cada vez más despejado, hasta que llego a un área abierta, donde varios estudiantes ya se encuentran reunidos, algunos con sus propias escobas, otros, como yo, un poco perdidos.
Al frente de todos, una mujer de cabello rubio y recogido se mantiene erguida, con una expresión seria y profesional. Lleva una túnica verde y parece estar esperando que todos los estudiantes se organicen.
—Bienvenidos a la clase de vuelo estudiantes de primer año. —dice con una voz fuerte y clara, mientras nos observa con atención— Soy la profesora McDougal, y hoy aprenderán lo básico para volar en una escoba. Presten atención, porque este es un ejercicio fundamental para su futuro aquí en Hogwarts.
La profesora hace un gesto con la mano, indicando que nos acerquemos a las escobas dispuestas en fila. Mientras me acerco, noto que la mayoría de los estudiantes son bastante pequeños.
Cuando el grupo se organiza y nos alineamos frente a la profesora, ella se detiene por un momento, observándome con una mirada inquisitiva.
—¿Es usted... una estudiante de primer año? —pregunta, levantando una ceja, claramente sorprendida.
Me quedo quieta por un segundo, sin saber cómo responder.
La profesora McDougal, viendo mi duda, sonríe ligeramente y se cruza de brazos.
—Vaya, vaya, parece que tenemos una "novata" con un poco más de experiencia, ¿eh? —dice con tono divertido, claramente intentando aligerar el momento.
Un par de risas se escapan de los estudiantes cercanos, y yo no puedo evitar sonrojarme un poco. Siento todas las miradas sobre mí, pero trato de mantenerme firme.
La profesora parece percatarse de mi incomodidad, porque su expresión cambia de repente a una más tranquila, incluso amigable.
—Bueno, para disipar esa vergüenza, serás la primera en demostrar cómo se sube a una escoba. —dice con una sonrisa traviesa.
Mi corazón da un pequeño salto en mi pecho, y aunque trato de no mostrarlo, la sensación de nervios me invade. La profesora da un paso atrás, señalando que pase hacia delante.
"Genial, definitivamente hoy será un día muy largo." Noto los nervios a flor de piel.
╔══❀・°・❀══╗
¡Esto solamente está empezando!
El mundo que Leah espera está lleno de misterios, desafíos y momentos que cambiarán su vida para siempre.
Gracias por leer.
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