Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

(27) Refugio

La calle principal del Caldero Chorreante está tan bulliciosa como siempre. Bajo el efecto del hechizo desilusionador, nuestras formas se distorsionan, y paso entre los clientes intentando no chocar con nadie.

Aunque estamos ocultos, siento el peso de todas las miradas como si pudieran vernos realmente.

El lugar huele a cerveza rancia y tabaco. Miro a mi alrededor con atención, buscando esa figura escurridiza que Kreacher describió con tanto desdén.

—¿Creéis que sigue viniendo aquí? —pregunta Ron, apenas moviendo los labios.

—Sí. —responde Harry sin dudar— Mundungus no es alguien que cambie sus hábitos fácilmente.

Mis ojos recorren cada rincón del lugar mientras Hermione se mueve cerca de mí.

Cada mago de aspecto sospechoso parece un posible objetivo, pero ninguno es Mundungus.

Cruzamos el establecimiento y salimos al callejón trasero del Caldero Chorreante, cerca de unos contenedores llenos de restos.

Desde allí, podemos observar en una esquina oscura, una figura inconfundible.

Postura encorvada, el cabello grasiento, y ese aire de rata lista para correr al menor ruido.

Ese parece ser nuestro hombre.

Está negociando con un mago que sostiene una capa raída en las manos.

—Ahí está. —susurro, señalándolo apenas con un gesto de la cabeza.

Harry asiente, sus ojos llenos de determinación. Hermione se inclina ligeramente hacia mí y susurra:

—No debemos asustarlo. Si se da cuenta de que estamos aquí, huirá.

Nos movemos con cautela, rodeando el callejón para bloquear cualquier posible escape. La adrenalina late en mis venas mientras agarro mi varita con más fuerza. Esto tiene que salir bien.

El otro mago con Mundungus, gesticula con impaciencia. Está hablando en voz baja, pero el tono exasperado llega hasta nosotros.

—¿Esto? ¿Por esto me haces esperar? —gruñe el hombre, agitando la capa raída en la cara de Mundungus.

—¡Oye! —responde Fletcher, en un intento de sonar ofendido— No sabes reconocer un auténtico tesoro cuando lo ves.

—Claro, un tesoro. —comenta Ron con ironía detrás de mí, lo suficientemente bajo como para que solo nosotros lo oigamos.

Me río por su comentario, pero Hermione nos lanza una mirada feroz, tan cargada de autoridad que mi sonrisa desaparece de inmediato.

Nos acercamos un poco más, mi corazón latiendo con fuerza.

Estoy a tan solo unos pasos de él, y la tensión es casi insoportable. Mundungus sigue regateando, completamente ajeno a nuestra presencia.

Entonces Harry hace un gesto rápido con la mano.

Es la señal.

Con un movimiento coordinado, todos apuntamos nuestras varitas hacia él.

"¡Petrificus Totalus!" —exclama Harry.

El cuerpo de Mundungus se congela en el acto, cayendo al suelo como un tablón de madera.

El otro mago se asusta y empieza a correr, dejándonos solos con nuestra presa.

—¡Por fin! —exclama Ron, acercándose al cuerpo inmóvil de Mundungus y dándole un golpecito en la cabeza.

—Ron, compórtate. —reprende Hermione, aunque su tono denota un leve alivio.

Harry se inclina sobre Mundungus y conjura:

— "Finite Incantatem."

Fletcher se sacude ligeramente al recuperar el control de su cuerpo, su rostro palideciendo al vernos.

—¡Eh, eh, espera un segundo! ¡Esto no es lo que parece! —balbucea, levantando las manos en un gesto defensivo.

—No me hagas reír. —le corta Harry, con una firmeza que me sorprende incluso a mí— Sabes perfectamente por qué estamos aquí.

—¿Yo? ¡No tengo ni idea! —dice Mundungus, sus ojos moviéndose rápidamente, buscando una escapatoria que no existe.

—Déjate de rodeos, ¿dónde está el guardapelo? —pregunta Hermione con firmeza.

Da un paso adelante y lo amenaza con su varita.

Su tono es frío, afilado, y por un instante Mundungus se encoge como si sus palabras pudieran cortarlo.

Y no lo culpo. Si a mí me hablara así, probablemente confesaría hasta lo que no he hecho.

Una parte de mí siente un escalofrío solo de imaginar lo que sería estar en el lugar de Mundungus. Pero otra parte... bueno, digamos que no me importaría que me hablara así bajo otras circunstancias.

—¿E-El qué? —balbucea Fletcher, tratando de ganar tiempo.

—No te hagas el idiota. —digo, interrumpiendo su actuación patética— Sabemos que lo robaste de la casa de los Black.

Él abre la boca para protestar, pero Harry lo silencia rápidamente al apuntarle directamente con la varita.

—Habla. Ahora.

El hombre traga saliva, su rostro empapado en sudor.

—¡Vale, vale! Lo robé, ¿de acuerdo? ¡Pero no lo tengo!

El silencio que sigue es tan pesado como una roca. Harry estrecha los ojos, inclinándose aún más hacia él.

—¿Entonces quién lo tiene?

Mundungus aparta la mirada, como si revelar la verdad pudiera sellar su destino. Finalmente, murmura:

—Lo... lo tiene ella.

Hermione insiste una vez más:

—¿Quién?

Mundungus tartamudea, con un miedo evidente en sus ojos.

—Dolores Umbridge...

Hermione palidece de repente, su determinación transformándose en un asombro helado. Ron suelta una maldición en voz baja, su rostro endureciéndose al instante y el cuerpo de Harry se tensa.

La mención de ese nombre tiene un impacto inmediato en los tres.

Yo, sin embargo, me quedo completamente perdida.

—¿Dolores Umbridge? —repito, sin entender exactamente la gravedad de la situación— ¿Quién es esa mujer?

Hermione se gira hacia mí, su rostro todavía marcado por el disgusto.

—Es... una persona horrible. En quinto año, fue enviada por el Ministerio para controlarnos en Hogwarts. —su tono está cargado de resentimiento— Tomó el puesto de profesora de Defensa Contra las Artes Oscuras y más tarde, de Alta Inquisidora del colegio.

—¿Y qué hizo? —pregunto, tratando de seguir el hilo.

—¿Qué no hizo? —responde Ron con sarcasmo— Prohibió prácticamente todo lo que hacía que Hogwarts se sintiera como un colegio normal. Cualquiera que la desafiara acababa en detención...

Hermione me lanza una mirada sombría antes de añadir:

—... Y esas detenciones incluían usar una pluma encantada que grababa en tu propia piel lo que escribías, como si fuera una cicatriz.

Un escalofrío recorre mi columna mientras intento imaginar la crueldad de semejante castigo.

—¿No estaba desaparecida? —pregunto, recordando algo que mencionaron antes sobre su desaparición.

Harry asiente.

—Sí, o eso creíamos... Porque, al parecer, ahora está de vuelta y tiene el guardapelo.

Antes de que Mundungus pueda decir algo más, Harry avanza hacia él, cogiéndolo por el cuello de la camisa y empujándolo contra la pared.

—¿Cómo es que lo tiene ella? —le gruñe, su voz llena de furia contenida.

—¡Yo no quería! —se defiende Mundungus, levantando las manos como si eso pudiera protegerlo de la furia de Harry— Me chantajeó. Estaba vendiendo cosas cuando apareció y... no tuve opción. ¡Le di el guardapelo para que no me delatara!

Harry suelta a Mundungus con un empujón, y el hombre cae al suelo, tosiendo y jadeando como si hubiera escapado de un monstruo.

Harry no le presta más atención.

—Ya no nos sirve —dice con brusquedad, dirigiéndose hacia nosotros.

Nos aseguramos de que Mundungus no nos siga, y con lo poco que hemos averiguado, nos retiramos del lugar con rapidez.

❀・°・❀

La puerta trasera de la taberna se abre con un chirrido.

Aberforth aparece del otro lado, con el ceño fruncido y varita en mano, observa los alrededores antes de permitirnos entrar.

—Rápido, antes de que alguien os vea. —murmura, haciéndose a un lado para que pasemos.

Entramos en fila, y tan pronto como la puerta se cierra detrás de nosotros, el aire cálido y ligeramente cargado del lugar nos envuelve.

Aberforth nos observa con preocupación.

—¿Y bien? ¿Cómo ha ido?

Ron se deja caer en una silla con frustración.

—¿Cómo ha ido? —repite con sarcasmo, levantando la voz ligeramente— Horrible. Esa mujer horrenda, Dolores Umbridge, tiene el guardapelo.

Aberforth frunce el ceño, claramente disgustado, pero en lugar de sumarse a la tensión, levanta una mano para calmarnos.

—Bueno, relajaos un poco. Estáis aquí a salvo por ahora, y he preparado algo de cena. —señala una pequeña mesa en la esquina más alejada de la ventana— Sentaros, hablaremos mientras coméis.

Nos dirigimos a la mesa y nos acomodamos.

Hermione, con una sonrisa cálida, toma la tetera y sirve té en mi taza antes de llenar la suya.

—Aquí tienes, Leah. —me ofrece con amabilidad.

Siento cómo el calor se acumula en mis mejillas y aparto la mirada rápidamente, murmurando un suave:

—Gracias, Hermione.

Me encuentro incapaz de mirarla directamente por un momento, pero cuando lo hago, ella me devuelve una sonrisa que hace que mi corazón lata más rápido.

Aberforth regresa con un plato caliente para cada uno y los coloca delante de nosotros. El aroma reconfortante del guiso llena la habitación mientras se sienta junto a mí, posando una mano firme en mi hombro.

—Mirad la parte positiva, —dice, su tono alentador— ahora ya sabéis dónde está, ¿no?

Todos intercambiamos miradas.

—Sí, pero... —empieza Harry, dejando la frase en el aire.

—Esa mujer prácticamente vive en Ministerio de Magia. —completa, Ron— Ese sitio está plagado de mortífagos y de aurores leales a ellos.

—Y además somos los magos más buscados del país... —añado, dejando mi cuchara a un lado— Nuestras caras están en todos los carteles. Sería una locura entrar allí.

De repente, Hermione se congela.

Sus ojos se iluminan con una chispa de comprensión y, sin previo aviso, se levanta de golpe. El movimiento es tan brusco que casi tira los platos de la mesa.

—¡Eso es! —exclama, señalándome con entusiasmo— ¡Leah, eres un genio!

Parpadeo, confundida.

—¿Ah, sí?

—Sí.

Hermione empieza a caminar de un lado a otro, agitando las manos mientras explica:

—Con la poción multijugos, podríamos hacernos pasar por trabajadores del Ministerio. Entraríamos disfrazados, y de esa forma acercarnos a Dolores sería pan comido.

Harry se inclina hacia adelante, intrigado.

—Eso es brillante, Hermione.

—Por suerte, tengo dos frascos de poción multijugos preparados desde hace meses. Sabía que podría necesitarlos en algún momento. —continúa, con una sonrisa satisfecha.

Antes de que pueda reaccionar, Hermione se sienta de nuevo a mi lado, rodeándome con un brazo.

Su rostro iluminado por una sonrisa cálida y orgullosa.

—Leah, ¡eres genial! —dice, antes de inclinarse y darme un beso en la mejilla.

El calor se dispara en mi rostro, y la sensación de su beso todavía hormiguea en mi piel. Tratando de disipar mi vergüenza, bebo un sorbo de té.

Harry, sentado frente a nosotros, cruza los brazos y sonríe ampliamente.

— Leah, ¿puedes pedirle ya, que sea tu novia? Es evidente que lo está deseando...

Me ahogo con un sorbo de té, tosiendo mientras intento recuperar la compostura.

Hermione se aparta rápidamente, mirando a Harry con los ojos abiertos y un ligero rubor coloreando sus mejillas.

—¡Harry! —protesta ella. 

Ron se aclara la garganta antes de decir:

—Y creo que aquí todos hemos visto cómo os besasteis en la torre de Astronomía... —dice él con una media sonrisa.

Aberforth, que hasta ahora había estado escuchando en silencio, me mira con una ceja arqueada.

—¿Ah, sí? —murmura.

Cubriéndome el rostro con las manos, intento que la tierra me trague.

—¿Podemos centrarnos en el plan, por favor? —balbuceo, mi voz sonando más aguda de lo que me gustaría.

Hermione también parece incómoda, pero una pequeña sonrisa juguetea en sus labios.

—Sí, sí, centrémonos en el plan. —dice rápidamente, mientras Harry y Ron tratan de disimular sus sonrisas.

La cena transcurre con normalidad después de la pequeña escena.

Aberforth nos anima a ajustar los últimos detalles del plan mientras terminamos de comer. Aunque el ambiente se relaja un poco, el cansancio en los rostros de Harry, Ron y Hermione es evidente.

Yo misma apenas puedo mantener los ojos abiertos cuando subimos al piso superior, donde Aberforth nos preparó una pequeña habitación con cuatro camas estrechas para que podamos tener un lugar donde dormir y descansar.

No podría estar más agradecida por todo lo que ha hecho por nosotros.

Mientras coloco mis pocas pertenencias al pie de mi cama, me detengo un momento para mirar alrededor.

Harry se quita las gafas con un suspiro pesado; Ron ya está medio tumbado, murmurando algo sobre lo mucho que extraña una buena almohada; y Hermione organiza cuidadosamente unos libros junto a su cama.

Justo cuando iba a cambiarme, siento una mano suave sobre mi antebrazo.

Levanto la vista y encuentro los ojos de Hermione mirándome con algo que no puedo descifrar del todo.

—Antes de dormir, ¿puedes venir un momento conmigo?

Parpadeo, sorprendida por la petición.

—¿Ha ocurrido algo malo? —pregunto en voz baja, preocupada.

Hermione niega con la cabeza, pero no dice nada más. En su lugar, hace un pequeño gesto con la mano, invitándome a seguirla.

Sin pensarlo mucho, asiento.

Con pasos sigilosos, salimos a hurtadillas de la taberna.

El aire de Hogsmeade es helado, y una brisa gélida se cuela bajo mi abrigo mientras caminamos. La calle principal está completamente desierta a estas horas; ninguna luz brilla en las ventanas, y el frío parece haber ahuyentado incluso a los más valientes.

Hermione avanza, sus pisadas apenas un murmullo sobre el camino.

Sin decir nada, me guía hacia el bosque cercano, un lugar que a estas horas parece un cuadro lleno de sombras.

—¿Adónde vamos? —pregunto finalmente, rompiendo el silencio.

—Es un lugar muy bonito. No te preocupes. —responde, volviendo la cabeza para dedicarme una sonrisa que alivia toda la preocupación que podría haber sentido.

Después de unos minutos caminando bajo el frío y entre la penumbra del bosque, llegamos a un pequeño claro.

Hermione se detiene y se gira hacia mí, sacando algo de su bolsillo.

—Ahora que hemos llegado, quería darte esto. —dice, extendiéndome un sobre.

Lo tomo con cuidado, algo perpleja, y abro el papel con delicadeza.

Dentro hay dos fotografías.

La primera ya me deja sin aliento.

Es una instantánea del día en que le dieron a Araminta el trofeo de mejor guardiana de Quidditch.

La imagen muestra a Ophelia, Selene, Araminta y yo, riendo juntas en la ceremonia. Colin Creevey, siempre con su cámara en mano, había capturado ese momento para el periódico escolar.

Lo recuerdo como si hubiera sido ayer: la emoción en los ojos de Araminta, la forma en que Ophelia siempre encontraba algo gracioso que decir, y Selene, que no podía dejar de aplaudir con entusiasmo.

—Hermione... —susurro, incapaz de apartar la vista de la fotografía.

Hermione posa su cabeza sobre mi hombro, observando la foto desde mi perspectiva.

—Y mira esto — dice ella, señalando la foto entre mis manos.

Como si estuviera viva, la imagen comienza a moverse. Veo a Araminta levantando el trofeo con una gran sonrisa, mientras Ophelia y Selene la animan desde los lados, y yo me acerco para darle un abrazo.

Hermione levanta la cabeza y pone una mano suave en mi espalda, su toque reconfortante.

—Espero que esto te ayude a recordarlas.

Sus palabras tocan algo profundo en mí. La nostalgia me invade, y una oleada de emociones me recorre mientras pienso en mis amigas, en cuánto las echo de menos.

Sin pensarlo mucho, me vuelvo hacia ella y la abrazo con fuerza, agradecida más allá de las palabras.

—Gracias, Hermione. No sabes cuánto significa esto para mí.

Ella me sostiene por un momento antes de que me aparte, y entonces mi atención se dirige a la segunda fotografía.

En esta imagen estamos Hermione y yo.

Las dos riéndonos a carcajadas.

Lo recuerdo perfectamente: ese día encontramos una cámara vieja en el trastero de Aberforth, y decidimos probarla aunque no estábamos seguras de que funcionara.

La foto se mueve, mostrando el instante exacto en que el flash nos sorprendió. La luz nos ilumina de golpe, y ambas cerramos los ojos, riendo a carcajadas al darnos cuenta de que habíamos hecho algo mal.

Es un momento tan simple y tan perfecto que me llena de calidez.

Hermione se aclara la garganta y sonríe, esta vez con un toque de timidez.

—Quería que tuvieras algo que te recordara que incluso en los momentos más complicados, hemos tenido momentos buenos... momentos que importan.

Levanto la vista de la foto y me encuentro con sus ojos llenos de simpatía.

Algo en mí se rompe y, al mismo tiempo, se repara. Quiero decir algo, pero las palabras parecen quedarse atascadas en mi garganta.

—Yo... no sé... Hermione, esto es... yo... —balbuceo, sintiéndome completamente fuera de lugar, como si hubiera olvidado cómo formar una frase coherente.

Hermione ríe, un sonido ligero que parece derretir el frío de la noche.

—No tienes que decir nada, Leah. —dice con suavidad, acercándose un poco más— He hecho esto porque me importas. Porque te quiero.

Tomo las manos de Hermione entre las mías, sintiendo cómo sus dedos se entrelazan suavemente con los míos.

Ella me mira con curiosidad, ladeando la cabeza.

—¿Por qué tan seria de repente? —pregunta, una pequeña sonrisa aún jugando en sus labios.

Respiro hondo, intentando calmar los nervios que bailan en mi estómago. Luego, la miro a los ojos y dejo salir las palabras que tanto he querido repetir.

—Yo también te quiero, Granger.

Sus ojos brillan bajo la luz de la luna y sujeta mis manos con más fuerza, como si quisiera asegurarse de que estoy aquí, de que esto es real.

—¿De verdad? —pregunta, su voz suave, casi un susurro.

—Claro que sí, Hermione. Te lo dije aquella vez en la torre de astronomía, y lo repito ahora: te quiero.

Entonces, tomo aire de nuevo, y con un pequeño empujón de valentía, decido dar el siguiente paso:

—Llevo semanas queriendo decirte esto, pero nunca encontraba el momento adecuado. Eres increíble. Me haces sentir segura, incluso en medio de todo este caos. Siempre estás ahí para apoyarme, para hacerme reír, para darme fuerzas cuando siento que no las tengo... No puedo imaginar esto sin ti.

El silencio entre nosotras se siente cálido, envolvente, como si el mundo hubiera desaparecido y solo existiéramos nosotras dos.

Llevo mi mano hacia su rostro, mis dedos rozando con suavidad su mejilla. Hermione levanta la mirada, sus ojos clavándose en los míos.

—Hermione, sé que estamos en medio de una guerra, que nuestras vidas están patas arriba y que probablemente esto no sea lo más sensato... pero no quiero seguir esperando.

Mi voz tiembla un poco, pero me obligo a continuar:

—Quiero estar contigo. Quiero que seas mi pareja.

La sorpresa en su rostro es evidente, y por un instante, temo que tal vez me he precipitado. No obstante, cuando veo cómo una sonrisa se forma lentamente en sus labios, todas mis dudas desaparecen.

—¿Eso es...? ¿Estás pidiéndome salir? —pregunta, su voz temblorosa.

—Eso es exactamente lo que estoy haciendo. —respondo, esforzándome por mantenerme serena aunque mi corazón late con fuerza— ¿Qué me dices, Granger? ¿Te atreves a soportarme como novia?

Antes de que pueda decir algo más, se lanza hacia mí, envolviéndome en un abrazo cálido. 

La siento reír contra mi hombro, su voz un susurro lleno de felicidad.

—Por supuesto que sí. Claro que sí, Leah.

La calidez de sus palabras llena cada rincón de mi ser, y sin pensarlo, mis brazos la rodean con la misma intensidad.

Nos quedamos así, abrazadas bajo el cielo nocturno, mientras la luna parece brillar solo para nosotras.

Cuando nos separamos un poco, Hermione toma mi rostro entre sus manos, mirándome con ternura.

—Pero solo si prometes que me dejarás ayudarte, que no intentarás cargar con todo tú sola.

Río suavemente, asintiendo.

—Lo prometo Granger, siempre y cuando tú también me hagas la misma promesa.

Su sonrisa se ensancha, y antes de que pueda añadir nada, se inclina hacia mí, rozando mis labios con los suyos en un beso suave.

—Gracias por hacer que todo esto sea un poco más soportable. —murmura, su voz un susurro lleno de sinceridad.

—Gracias a ti, por darme una razón para seguir luchando.


╔══❀・°・❀══╗

El caos de la guerra no siempre ahoga los momentos que importan. 💕

Espero que os haya gustado, no olvidéis dejar un voto en cada capítulo o comentar, me ayuda mucho <3

Gracias por leer.

╚══❀・°・❀══╝

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro