(26) Lo Que Dejamos Atrás
Desde "la muerte" de Dumbledore hace unos meses, el mundo mágico ha caído en un caos que se siente como una herida abierta.
Hogwarts, el que una vez fue mi refugio seguro, ha cambiado por completo.
Con Severus Snape como director, el castillo no es más que una sombra de lo que solía ser.
Dobby, siempre leal, ha encontrado su propio papel en esta lucha: nos entrega las cartas que Ginny, Luna y los demás logran enviarnos desde Hogwarts.
Los relatos que nos llegan desde la escuela pintan una imagen sombría.
Los pasillos, que antes resonaban con risas y el bullicio típico de los estudiantes, ahora están envueltos en un silencio tenso, roto únicamente por los pasos pesados de los Carrow.
Estos nuevos "profesores" han convertido la educación en una herramienta de miedo y control, usando castigos físicos como lección y promoviendo una ideología de odio.
Las clases son una pesadilla para cualquiera que no sea sangre pura, y hasta los propios estudiantes comienzan a dividirse. Aquellos con ascendencia muggle son señalados y humillados públicamente, obligados a realizar tareas degradantes como una forma de reforzar su supuesta inferioridad.
A pesar de la valentía de quienes se han quedado para luchar desde dentro, es difícil no sentirse impotente al saber que, por ahora, no podemos hacer nada más que escuchar y planificar desde fuera.
La búsqueda de los horrocruxes no ha sido menos amarga.
Después del descubrimiento en la cueva, la esperanza que habíamos reunido se desmoronó rápidamente. El colgante que encontramos resultó ser una simple réplica. Las iniciales grabadas en un pequeño pergamino dentro del objeto —R.A.B.— fueron nuestra única pista.
El golpe fue devastador, como si hubiéramos llegado a la cima de una montaña solo para caer de nuevo.
A pesar de este tropiezo, dos Horrocruxes ya han sido destruidos. Harry nos contó que el diario de Tom Riddle fue el primero en caer, cuando él mismo lo atravesó con un colmillo de basilisco en su segundo año en Hogwarts.
El segundo fue el anillo de los Gaunt, que debilitó gravemente a Dumbledore, pero que logró destruir antes de caer inconsciente.
Estas victorias nos dan algo de consuelo, una prueba de que los Horrocruxes no son invencibles, pero también nos recuerdan cuán peligrosa es esta misión.
Mientras tanto, la vida como fugitivos no deja de ser un recordatorio constante de lo que hemos perdido y lo que está en juego. Estamos siendo buscados por todo el país, nuestras caras impresas en carteles de "Se busca", perseguidos por mortífagos y simpatizantes de Voldemort.
Aberforth ha convertido la taberna en un refugio para nosotros, un lugar donde podemos ocultarnos brevemente y reunir fuerzas. Él ha hecho más de lo que jamás podría haber imaginado al acogernos bajo su tutela.
Lo que comenzó como un gesto de ayuda hacia Harry, Hermione, Ron y yo, se ha transformado en un vínculo inesperado.
Además, Aberforth me está ayudando a controlar la magia antigua que bulle dentro de mí, una fuerza que hasta ahora ha sido más una maldición que un don. Me enseña a no temerle, sino a comprenderla y usarla con cuidado.
En sus lecciones hay una paciencia inesperada, pero también dureza, porque sabe lo que está en juego si fallo. "Esto no es un juego, Leah", repite cada vez que mis intentos se desvían de lo que espera.
Y tiene razón: mi vida y la de mis amigos dependen de que aprenda a controlar este poder antes de que sea demasiado tarde.
Él, con su rudeza y su corazón escondido tras mil capas de cinismo, ha tomado un rol que nunca pensé que alguien más podría ocupar: el de una figura paterna.
—¿Estás por lo que estás o no? —me corta él con su tono severo.
Sacudo la cabeza, volviendo al presente.
—Lo siento, lo siento, estoy aquí. Solo... perdí la concentración.
Él resopla, cruzándose de brazos.
—Perder la concentración es un lujo que no puedes permitirte, Leah.
Asiento, tragando el nudo en mi garganta. Tiene razón. Siempre tiene razón.
—Vamos otra vez. —dice, señalando un claro en el bosque— Esta vez, siente lo que haces. La magia no es solo lanzar hechizos. Es como un río. Si no lo canalizas bien, o te arrastra o te ahogas.
Cierro los ojos, dejando que el viento que me rodea calme mi mente. Escucho la respiración de Aberforth, firme y constante, como un recordatorio de que no estoy sola en esto.
Dentro de mí, siento esa extraña energía, salvaje e intensa.
—Concéntrate, Leah. Siente la magia fluir. No luches contra ella. Guíala.
Respiro hondo y dejo que sus palabras me envuelvan.
Visualizo el río en mi mente, cómo fluye dentro de mí, potente pero controlado. Mis dedos se tensan alrededor de mi varita, y al abrir los ojos, ya no siento el miedo habitual.
Solo enfoque.
Levanto la varita y murmuro:
— "¡Confringo!"
Una luz roja brota de la punta, impactando en una roca cercana. La explosión resuena en el bosque mientras la piedra se rompe en mil pedazos. Miro los fragmentos esparcidos en el suelo con orgullo.
—¡Bien, bien! —me anima Aberforth con entusiasmo— Sigue así, canaliza la energía.
Mi corazón late con fuerza, esta vez no es por miedo. Me siento poderosa, capaz. Dejo que la magia fluya nuevamente, enfocándome en un árbol seco a unos metros de distancia.
Con determinación, pronuncio:
— "¡Incendio!"
El hechizo sale con fuerza, impactando en el árbol.
Las llamas se extienden rápidamente por sus ramas desnudas, brillando con un color rojo intenso. Sin dudarlo, levanto la varita una vez más y conjuro un chorro de agua que apaga el fuego con facilidad, dejando solo humo y cenizas.
Aberforth avanza hacia mí, su mano áspera colocándose sobre mi hombro.
—¿Cómo te sientes? —pregunta, su tono más suave de lo habitual.
Sonrío, todavía respirando con rapidez por el esfuerzo.
—Mucho mejor que en las primeras sesiones, la verdad. —digo, mi voz cargada de gratitud— Muchas gracias, señor Aberforth.
Él asiente, sus labios curvándose en una leve sonrisa que apenas dura un segundo.
—No me des las gracias aún. Todavía queda mucho por hacer. Pero... vas por buen camino, chica. Sigue así.
Por primera vez en semanas, siento que realmente estoy avanzando. Aberforth se cruza de brazos, observándome con su habitual expresión severa.
—Si mantienes la cabeza fría y no actúas por impulso, podrás usar la magia antigua sin sufrir daño —dice con firmeza.
Bajo la mirada, un peso familiar apoderándose de mi pecho.
—Es difícil no actuar impulsivamente cuando tu vida corre peligro... —admito en voz baja, mis palabras cargadas de frustración.
Él no responde de inmediato. En lugar de eso, hace un gesto para que lo siga.
Caminamos en silencio hasta un lago cercano, donde el agua cristalina refleja la luz del sol en destellos dorados. Él se sienta sobre una roca grande junto a la orilla, señalándome con la cabeza para que lo acompañe.
Obedezco y me siento a su lado, abrazando mis rodillas mientras mis ojos siguen el movimiento tranquilo del agua.
—Si queréis derrotar a Voldemort, debéis confiar en vuestras habilidades —dice finalmente, con un tono que no deja espacio para dudas.
Sus palabras, aunque ciertas, no logran calmar mi inquietud. Suspiro, dejando que el sonido del agua acompañe mi desánimo.
—Sin poder ir a Hogwarts es difícil mejorar nuestras habilidades... —murmuro, fijando la mirada en el horizonte.
Aberforth me mira, sus ojos azules penetrantes.
—En la escuela ya no tienen nada que enseñaros. Y, además, ahora mismo tenéis una misión más importante que eso: encontrar los horrocruxes y destruirlos.
La verdad de sus palabras golpea con fuerza. No obstante, no disipa el amargor que siento.
—Llevamos tiempo buscando sin progreso alguno. —mi voz tiembla ligeramente, la frustración filtrándose en cada palabra— Y para empeorar las cosas, Dumbledore sigue sin despertar y no sabemos cómo ayudarle. Empiezo a creer que hemos iniciado una misión imposible.
El aire entre nosotros se llena de silencio, roto solo por el murmullo del agua y el canto distante de los pájaros. Aberforth deja escapar un largo suspiro, su mirada suavizándose mientras observa el reflejo del sol en el lago.
—Todo se va a resolver. —dice con una calma que me toma por sorpresa— Sé que podéis lograrlo. Os he visto trabajando juntos, a ti, a Harry, a Ron, y Hermione, y a pesar de no conoceros desde hace mucho, ya os movéis como un equipo de verdad. Tenéis algo especial, chica.
Lo miro de reojo, sus palabras llenándome de un calor inesperado. Hay algo en su tono, en la firmeza de su creencia, que me obliga a sonreír a pesar de todo.
Pero entonces, Aberforth me lanza una mirada más curiosa, ladeando la cabeza con un brillo extraño en los ojos.
—Ahora que lo pienso... —dice con aire distraído— ¿tú y Hermione...?
Mi cerebro entra en pánico.
Siento el calor subiendo por mi rostro como si hubiera lanzado un Incendio sobre mí misma.
—¿Q-qué? ¡No! —mi voz sale más aguda de lo que esperaba, y levanto las manos en un gesto de negación apresurado— No, no, no... Bueno, al menos no... oficialmente.
Aberforth arquea una ceja y, por un momento, parece que va a decir algo más, pero en lugar de eso, suelta una risa ronca y profunda.
—"No oficialmente..."—repite, alargando cada palabra para disfrutar al máximo mi nerviosismo— Bueno, eso lo explica todo. La forma en que os miráis, la tensión esa...
Abro la boca para responder. No obstante, él me detiene antes de que pueda protestar.
—No soy ciego, chica. Detecté que a mi hermano le gustaban los hombres mucho antes de que él siquiera se lo planteara. —dice con una risa ronca, como si acabara de soltar la revelación más obvia del mundo.
Mi rostro debe de estar rojo como un tomate porque siento el calor subiendo hasta las orejas. Me cubro el rostro con las manos, soltando una risa nerviosa que no puedo contener.
—¿Podemos concentrarnos en la magia antigua, por favor? —logro decir, aunque mi tono traiciona mi vergüenza.
Aberforth solo se ríe más fuerte, sacudiendo la cabeza mientras se pone de pie y se sacude el polvo de las manos.
—Leah, ¡por fin! —grita una voz que reconozco al instante.
Antes de que tenga tiempo de reaccionar, alguien choca contra mí con tanta fuerza que casi pierdo el equilibrio. Pero ese perfume... ese calor... no tengo dudas.
—¡Hermione! —susurro mientras siento sus brazos rodearme con fuerza.
—Te he echado tanto de menos. —murmura contra mi hombro, su voz temblando ligeramente— Me alegra saber que estás bien.
Sin pensarlo, me giro y le devuelvo el abrazo con la misma intensidad. Como si pudiera transmitir todo lo que siento a través de ese contacto.
Cuando Hermione se separa un poco, apenas lo suficiente para mirarme, me da un beso en la mejilla que envía un escalofrío cálido por mi cuerpo.
—Yo también te he echado de menos. —le digo, intentando mantener la compostura aunque mi sonrisa traiciona lo feliz que estoy— Me alegra mucho verte... pero...
Miro detrás de ella y veo a Harry, Ron y Luna acercándose a paso rápido.
—... ¿Qué hacéis aquí? ¿Ha pasado algo?
Hermione aún tiene sus manos en mis brazos cuando la pregunta sale de mis labios. Su expresión cambia levemente, pasando de la calidez al mismo cansancio que llevamos cargando todos estos meses.
Antes de que pueda responder, Harry se adelanta con su característico tono decidido.
—Teníamos que encontrarte. —dice— Hemos averiguado algo importante sobre el medallón.
—¿Qué es? —pregunto con rapidez, mi corazón acelerándose al pensar en un posible avance.
Ron, que parece igual de cansado que el resto, toma la palabra.
—El medallón original, el verdadero Horrocrux, no desapareció del todo. Fue un enredo complicado, pero hemos conectado las piezas.
—Es más bien un rompecabezas. —interviene Luna, sacando un pequeño pergamino del bolsillo y extendiéndolo hacia mí— Regulus Black, fue quien robó el medallón de la cueva y lo reemplazó con uno falso. De aquí las iniciales que encontrasteis en el pequeño pergamino dentro del medallón. Después, lo entregó a su elfo doméstico, Kreacher, con instrucciones para destruirlo.
Mis ojos se agrandan al escuchar ese nombre.
—¿Kreacher? —repito con incredulidad— ¿El elfo de la familia Black? Dobby me habló de él, pero... ¿Qué tiene que ver en todo este asunto?
Hermione asiente, apretando mi brazo con suavidad.
—Todo. Regulus murió antes de poder destruir el medallón, y Kreacher intentó cumplir con las órdenes de su amo. No obstante, no pudo lograrlo. Al final, el medallón permaneció en Grimmauld Place, en la casa de los Black... hasta que Sirius murió.
La mirada de Harry se entristece. Por lo que sé hasta ahora, era su padrino y tenían muy buena relación... Es evidente que su muerte lo marcó.
Ahora, Harry, con un semblante más sombrío, se cruza de brazos antes de añadir:
—Después de eso, Mundungus Fletcher entró a robar en la casa. Se llevó varias cosas, entre ellas el medallón.
—¿Y Fletcher dónde está ahora? —pregunto con ansiedad, deseando más respuestas.
Ron resopla, mirando al cielo como si necesitara paciencia.
—Eso es lo complicado. Fletcher no es exactamente el tipo de persona que coopera fácilmente... Sin embargo, tenemos que encontrarlo y hablar con él. Es nuestra única pista.
Luna, con un tono que suena casi esperanzado, añade:
—Tal vez Kreacher también pueda ayudarnos. Estuvo mucho tiempo con el medallón y puede saber más de lo que pensamos.
Miro a Aberforth, que observa desde la distancia con los brazos cruzados. Su expresión no delata nada, pero sé que ha estado escuchando atentamente.
—Entonces, ¿vamos tras Fletcher o hablamos primero con Kreacher? —pregunto, girándome hacia el grupo.
Harry mira a Hermione, como si esperara su aprobación antes de responder. Ella asiente levemente, sus ojos aún perdidos en pensamientos.
—Primero hablamos con Kreacher. —dice Harry finalmente— Está en Grimmauld Place, y si alguien sabe algo sobre ese medallón, es él.
Ron no parece muy entusiasmado. Simplemente, se cruza de brazos y asiente, aceptando la decisión. Luna, en cambio, sonríe con suavidad y se ajusta el cabello detrás de la oreja.
—Yo no puedo ir con vosotros. Debo volver a Hogwarts. El control es mucho más estricto ahora, pasan lista constantemente y los Carrow no pierden oportunidad de castigar a cualquiera que no cumpla sus reglas. No puedo levantar sospechas.
—Ten cuidado, Luna. —dice Hermione, con evidente preocupación— Y si algo va mal, envíanos una señal.
—Lo haré. —responde Luna antes de girarse para marcharse, dejándonos solos frente a nuestra misión.
❀・°・❀
Al llegar al número 12 de Grimmauld Place, el aire frío del callejón parece cargar con el peso de la historia del lugar.
La casa aparece entre los edificios vecinos como si emergiera de un recuerdo olvidado. Harry lidera, seguido de Hermione, Ron y yo.
Mis pasos son cautelosos al entrar, mi mirada explorando el interior oscuro y cargado de un silencio inquietante.
—Este lugar siempre me pone los pelos de punta. —murmura Ron, rompiendo el silencio.
Harry llama a Kreacher con voz firme, y el sonido de un pop resonante llena la habitación.
El elfo doméstico aparece con una expresión severa, sus grandes ojos llenos de desconfianza.
—¿Qué desea el amo Harry? —gruñe, inclinándose levemente.
Harry no pierde tiempo en rodeos.
—Sabemos que tu amo te confió el medallón y que Mundungus Fletcher lo robó. Necesitamos saber todo lo que recuerdas sobre eso.
El nombre de Mundungus hace que Kreacher se ponga rígido y sus orejas se tensen.
—Ese ladrón... —susurra con un tono venenoso— Se llevó las cosas del amo Sirius. Robó lo que Kreacher protegió por órdenes del amo. ¡El ladrón vendió todo lo que encontró en esta casa!
—¿Sabes dónde podríamos encontrar a Fletcher? —pregunta Hermione suavemente, intentando calmarlo.
El elfo respira profundamente antes de sacudir la cabeza.
—Kreacher no sabe dónde está ahora. El ladrón desapareció después de robarlo todo.
—¿Tienes alguna idea de dónde podríamos buscarlo? —presiona Harry.
Hermione se arrodilla un poco para estar a la misma altura que el elfo. Su tono volviéndose aún más gentil.
—Kreacher, esto es importante. El medallón no es solo un objeto. Si nos ayudas, estarás honrando la memoria de Regulus.
El nombre de Regulus provoca un cambio en Kreacher. Su expresión endurecida se suaviza apenas, y sus hombros caen como si el peso de sus recuerdos lo abrumara.
El elfo parece debatirse por un momento, antes de responder:
—Mundungus siempre iba a los mismos lugares. Tabernas, callejones donde podía vender lo que no era suyo. Quizás allí lo encontréis... si la suerte os acompaña.
—Eso es suficiente. —dice Harry con determinación, mirando a los demás— Vamos tras Fletcher. Averiguaremos dónde se esconde.
Hermione asiente, aunque la preocupación se refleja en su mirada.
Ron, por su parte, resopla con una mezcla de exasperación y resignación.
—Genial. Otro viaje a las profundidades del submundo mágico.
╔══❀・°・❀══╗
Que empiece la búsqueda...
PD: La relación de Aberforth y Leah me transmite mucha calidez :)
Espero que os haya gustado, no olvidéis dejar un voto en cada capítulo o comentar, me ayuda mucho <3
Gracias por leer.
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