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(24) Latido

La figura de Bellatrix Lestrange permanece grabada en mi mente como una sombra oscura e imponente. Su risa, su mirada desquiciada, sus ansias de destruir... todo me provoca escalofríos cuando la miro.

Desde mi posición, observo cómo levanta la varita con desprecio hacia el director.

Dumbledore, a pesar de la amenaza que se cierne sobre él, mantiene su compostura habitual.

—Lestrange... —su mirada muestra una profunda tristeza— Me duele ver cómo ha acabado una de mis alumnas más talentosas.

Bellatrix sonríe con malicia.

—¡Deja de hablar, viejo! —le grita, su tono cargado de veneno mientras apunta con su varita hacia él— Por suerte, hoy vas a cerrar la boca para siempre.

Dumbledore no se inmuta. No obstarte, la tensión en el aire se podría cortar con un cuchillo.

Entonces, Bellatrix se gira hacia Draco, su mirada penetrante hace que él se estremezca.

—Draco, querido... —dice con una dulzura falsa que no oculta su crueldad— Acaba con él. Cumple lo que se te ordenó hacer.

Draco asiente. Su brazo tiembla visiblemente cuando alza la varita. La lucha interna en sus ojos es dolorosamente evidente.

El silencio se vuelve insoportable, todos expectantes de lo que hará Draco. Mis puños se aprietan con fuerza, y sin darme cuenta, empiezo a levantar la varita para intentar hacer algo.

—Leah, no... —susurra Harry a mi lado, bajándome el brazo con suavidad.

Su mirada me dice todo lo que necesito saber: no debemos intervenir.

Me obligo a respirar profundamente, aunque el aire no parece llegar a mis pulmones. Mis ojos vuelven a Draco, que cierra los suyos con fuerza, como si eso le ayudara a bloquear el peso de la decisión.

—¿A qué estás esperando, mocoso? —grita Bellatrix, perdiendo la paciencia.

De repente, unos pasos resonantes interrumpen la escena, y una figura emerge de las sombras de la torre.

—Por favor, Bellatrix... —dice una voz profunda y pausada que reconozco de inmediato— Es evidente que el pobre niño es incapaz de hacerlo.

Mi mente se paraliza.

El profesor Snape.

La confusión me embarga al verlo allí. No parece haber venido para detener nada. Sus movimientos son lentos, calculados. Su expresión no refleja sorpresa ni enojo, solo una calma perturbadora que no logra tranquilizarme.

"¿Qué está haciendo aquí? ¿De qué lado está realmente?"  Mis pensamientos corren en todas direcciones.

Bellatrix sonríe al ver al profesor Snape.

—Siempre tan elocuente, Severus. Quizá seas tú quien deba mostrarle a Draco cómo se hace.

Snape asiente a las palabras de Bellatrix, su rostro una máscara impenetrable, como si todo estuviera escrito de antemano.

—Así es. —dice con su voz grave y controlada— He venido a cumplir lo prometido.

Dumbledore parece entenderlo todo en ese instante. La expresión de serenidad en su rostro se rompe, dando paso a una mezcla de dolor y súplica.

Alza una mano con gesto cansado.

—Severus... por favor...

Esas son sus últimas palabras.

— "¡Avada Kedavra!"

Un rayo verde surca el aire como un látigo mortal.

Mi grito rompe el silencio:

—¡NOOOO!

La magia dentro de mí estalla, vibrando con una intensidad casi insoportable. Siento como algo se libera de mi interior mientras el hechizo viaja por el aire. En un instante inexplicable, el rayo cambia de color, de verde a un rojo ardiente.

No obstante, el impacto es inevitable.

El hechizo golpea a Dumbledore, su cuerpo se sacude con un espasmo antes de caer, como una marioneta sin hilos.

Todo parece detenerse mientras me arrodillo, incapaz de procesar lo que acabo de presenciar.

Las lágrimas llenan mis ojos, empañando la visión de Dumbledore, ahora inerte en el suelo. A mi lado, Harry emerge de nuestro escondite, su expresión llena de dolor.

—¡No puede ser! —murmuro entre sollozos, sintiendo que el aire me falta.

Una risa aguda y perturbadora corta el momento como un cuchillo. Ambos giramos hacia Bellatrix, quien nos observa con los ojos llenos de una macabra diversión.

—Bueno, bueno... —dice mientras baja ligeramente su varita, aunque su amenaza sigue implícita— El mismísimo Harry Potter y la chica de la magia antigua. He oído tanto hablar de ti, pequeña.

Levanta su varita hacia nosotros, sus movimientos lentos.

—Parece que hoy matamos dos pájaros de un tiro.

Mi cuerpo se tensa al escuchar sus palabras, pero mis ojos buscan a Draco. Lo encuentro, de pie, como una estatua, con su rostro pálido y los ojos llenos de una angustia que apenas puede disimular.

Cuando nuestras miradas se cruzan, la suya se desvía rápidamente.

—Draco... —susurro, mi voz llena de tristeza.

Él no responde. Su expresión lo dice todo. La culpa lo consume, como si el peso de sus decisiones lo estuviera destrozando desde dentro.

Antes de que pueda decir algo más, Snape da un paso al frente, interrumpiendo el momento.

—Señor Potter... —su voz fría llena el espacio— Me sorprende verlo aquí.

Harry, temblando de rabia, grita con todas sus fuerzas:

—¡¿Cómo se atreve?! ¡Dumbledore confiaba en usted! ¡Lo ha traicionado!

Snape, inmutable, cruza los brazos y lo observa con la misma frialdad que siempre.

—Siempre fuiste tan ingenuo como tu padre... —dice con un tono cargado de desprecio, como si cada palabra estuviera diseñada para provocar a Harry.

La rabia de Harry es palpable, sus puños aprietan con fuerza su varita.

Antes de que pueda responder, Bellatrix se acerca a Snape, inclinándose hacia él con una sonrisa cruel.

—Suficiente charla, Severus. —le susurra al oído— Acabemos con todos ellos hoy mismo.

Su risa es aguda, casi inhumana, y envuelve el espacio. Snape asiente sin decir una palabra, mientras Bellatrix avanza hacia nosotros con una mirada hambrienta.

Doy un paso al frente, mi varita firme en mi mano, y digo con determinación:

—No os permitiré hacernos más daño.

Bellatrix se detiene, echando la cabeza hacia atrás en una carcajada burlona.

—¿Crees que tu magia antigua me intimida, niña? —pregunta con desdén, jugueteando con su varita torcida— Vas muy equivocada.

Aprieto los dientes y, sin vacilar, lanzo un hechizo hacia ella.

"¡Desmaius!"

—¡Protego! —responde ella con facilidad.

Bloquea mi hechizo sin siquiera inmutarse. Su sonrisa se ensancha mientras da otro paso adelante.

Harry, a mi lado, lanza un hechizo con rapidez, apuntando directamente hacia ella. Bellatrix esquiva el ataque con un movimiento fluido, ni siquiera necesita un contrahechizo.

—Vaya, vaya... —dice con un tono divertido, observándonos con un brillo oscuro en sus ojos— Parece que os he subestimado. No voy a cometer ese mismo error dos veces.

Su varita se alza rápidamente, y antes de que podamos reaccionar, grita:

"¡Avada Kedavra!"

El rayo verde viaja hacia mí, rápido y letal.

Apenas tengo tiempo para procesar lo que está sucediendo. Mi corazón se detiene cuando me doy cuenta de que no tengo escapatoria, de que no voy a lograr bloquearlo a tiempo.

—¡Leah, muévete! —grita una voz detrás de mí.

De repente, siento un golpe fuerte, alguien me empuja al suelo con toda su fuerza. Caigo de bruces mientras Hermione aterriza sobre mí.

El hechizo pasa rozando por encima de ambas, impactando en una pared detrás de nosotras con un estallido.

—¡Hermione! —grito, ayudándola a incorporarse mientras mi corazón late con fuerza desbocada.

Hermione jadea, pero sus manos se apresuran hacia mis mejillas, sujetándolas con urgencia mientras sus ojos recorren mi rostro con angustia evidente.

—¿Estás bien? —pregunta ella con la voz temblorosa.

Su preocupación me desarma, y asiento mientras mantengo mi mirada fija en la suya.

—Sí... estoy bien. ¿Y tú?

Ella inspecciona rápidamente su propio estado, comprobando que no hay heridas graves, y asiente, dejando escapar un leve suspiro. Una pequeña sonrisa se forma en sus labios.

—Estoy bien.

La ayudo a levantarse con cuidado, pero apenas estamos de pie cuando Bellatrix, todavía apuntándonos con su varita torcida, rompe el breve instante de calma con su voz gélida.

—Qué pena que no seas consciente del poder que tienes, niña... —dice, refiriéndose a mí con desprecio— Qué desperdicio.

Antes de que pueda responder, Hermione da un paso adelante, colocándose entre Bellatrix y yo, su varita en alto y su postura desafiante.

—¡No dejaré que la toques!

Bellatrix abre los ojos con incredulidad, antes de soltar una carcajada cruel.

—¿Cómo osas dirigirte a mí, maldita sangre sucia? —escupe las palabras como si fueran veneno— Cuando mi señor controle el mundo mágico, yo misma me encargaré de que toda vuestra estirpe desaparezca.

La tensión en el aire aumenta cuando Bellatrix levanta su varita de nuevo, sus intenciones claras en su mirada demente.

Hermione permanece firme, incluso sabiendo lo peligrosa que es la mortífaga.

Sin embargo, antes de que el hechizo salga de su varita, Snape se mueve rápidamente a su lado y le baja el brazo.

—¿Qué haces, Severus? —protesta Bellatrix, fulminándolo con la mirada.

Snape no se inmuta y responde con voz controlada.

—Bellatrix, creo que ya es suficiente.

Ella lo observa incrédula, como si no pudiera creer lo que escucha. Por un instante, su furia se redirige hacia él. Mientras tanto, alcanzo a notar a Draco detrás de ellos, dejando escapar un pequeño suspiro de alivio.

—¿Suficiente? —repite Bellatrix, su tono cargado de ira— Son unos malditos mocosos, ¡podríamos acabar con ellos fácilmente! Si tan solo...

—No podemos acabar con ellos. 

Snape la interrumpe con autoridad, mirándola directamente a los ojos antes de decir:

— El Señor Tenebroso tiene otros planes. ¿Qué crees que sucedería si fueras tú quien arruinara su trabajo? Ten paciencia, Bellatrix. Obtendrás lo que quieres... a su debido tiempo.

Por un momento, parece que Bellatrix va a seguir protestando. Finalmente, da un paso atrás, bajando su varita aunque la sujeta con fuerza.

—Está bien... —dice con voz cargada de veneno.

Bellatrix baja su varita, aunque la sujeta con tanta fuerza que sus nudillos están blancos.

Da un paso atrás y lanza un hechizo al cielo.

Una explosión verde ilumina el firmamento, y la oscura Marca Tenebrosa se extiende como un emblema de terror, visible desde cualquier rincón del castillo.

Después de eso, se gira hacia Draco y Pansy.

—Nos vamos de aquí niños.

Ellos asienten en silencio, posicionándose junto a Snape y Bellatrix. Con un movimiento elegante, Bellatrix alza la varita de nuevo, creando una nube de humo negro que los envuelve.

Draco me mira a los ojos, su expresión llena de tristeza. Yo, en cambio, le devuelvo una mirada cargada de decepción.

—Nos veremos más pronto de lo que creéis. —dice Snape con voz baja, antes de desaparecer junto a ellos.

El humo se disipa, y el espacio queda vacío, como si nunca hubieran estado allí.

Harry interrumpe el silencio con un susurro cargado de desánimo.

—Mirad el cielo...

Los tres avanzamos hasta la ventana. Desde allí, podemos observar La Marca Tenebrosa dominar el horizonte nocturno.

El peso de la derrota cuelga pesado en el aire mientras observo la marca extenderse como una cicatriz en el cielo.

—Hemos perdido. —dice Harry, su voz firme, pero rota— Sin Dumbledore, no tenemos nada que hacer...

Harry acepta la derrota, y por un momento, quiero creer que está equivocado. No obstante, esas palabras se hunden en mi pecho como piedras, ahogándome.

Mis ojos se desvían hacia el cuerpo de Dumbledore. Su figura yace inmóvil, frágil en el frío suelo de piedra. Algo en mi interior no quiere aceptar lo que mis ojos me están diciendo.

Y entonces lo escucho.

Bum bum.

Mi respiración se detiene por un instante, y no estoy segura de si el sonido provino de fuera o si lo estoy imaginando.

Bum bum.

El sonido vuelve a hacerse presente.

Me dirijo hacia él, mis pies moviéndose antes de que mi mente pueda alcanzarlos. Caigo de rodillas a su lado, mirando su rostro sereno, casi como si estuviera durmiendo.

Coloco una mano temblorosa sobre su pecho.

Bum bum.

Ahí está otra vez. Débil, pero claro.

—¿Leah? —escucho la voz de Hermione detrás de mí.

—Es imposible... —susurro, las palabras suenan huecas incluso para mí.

—¿Qué haces? —Hermione se acerca, y puedo sentir su mirada en mi espalda.

—Siento algo... —respondo, más para mí que para ella— Es como si...

Me interrumpo porque no sé cómo explicar lo que estoy sintiendo.

Harry se arrodilla a mi lado, sus ojos llenos de duda y desesperación. Lo observo colocar su mano donde está la mía. Él espera, su rostro tenso.

—No hay nada, Leah —dice finalmente, negando con la cabeza.

Lo miro, la desesperación quemándome por dentro.

—¡Está ahí, Harry! —mi voz temblando— ¡Lo estoy sintiendo!

Hermione da un paso adelante, con los brazos cruzados. Hay algo de duda en su postura.

—¿Leah? —pregunta con cautela— ¿Estás diciendo que el director Dumbledore sigue vivo?

La miro directamente, buscando las palabras adecuadas.

—Lo sé, parece imposible. —respondo finalmente, mi voz apenas un susurro— Pero lo siento... puedo sentirlo.

Mis palabras resuenan en el silencio que nos rodea. Harry me mira, su rostro pálido y lleno de incredulidad.

—¿C-cómo es posible que siga... que siga vivo? —pregunta, y su voz tiembla como si temiera aferrarse a esa posibilidad.

Me pongo de pie lentamente.

—Desconozco el motivo.

Mi mirada fija en el suelo por un momento antes de alzarla hacia Harry:

—La única persona que había sobrevivido a la maldición asesina hasta la fecha... —hago una pausa, viendo cómo sus ojos se ensanchan.

— Eras tú, Harry.

Él traga saliva.

—Leah... te creemos. —su voz es más firme ahora, y me sorprende su confianza— Si tú lo sientes, es porque es verdad, y queremos aferrarnos a esa pequeña esperanza.

Hermione, que ha permanecido callada, asiente.

—Si queremos que despierte, —dice con su tono práctico habitual— debemos averiguar por qué ha sobrevivido.

Sus palabras tienen sentido, pero algo dentro de mí se remueve con inquietud.

—No deberíamos quedarnos aquí. —digo, mi tono grave y preocupado— Hogwarts ya no es un lugar seguro.

Hermione suspira, con una expresión amarga en su rostro.

—Dejó de serlo desde hace tiempo...

En ese momento, los ojos de Harry se iluminan como si acabara de recordar algo vital. Se pone de pie de un salto y nos mira con urgencia.

—Dumbledore, años atrás, me habló de alguien que podría ayudarnos...

—¿Quién? —pregunta Hermione con rapidez.

—¿Crees que podría tener respuestas? —pregunto yo justo después.

Harry asiente con determinación.

—Si hay alguien que pueda entender esto, es él. Vive en Hogsmeade.

Hermione se endereza, sus pensamientos ya girando en cómo llevar a cabo el plan.

—Debemos irnos cuanto antes. —dice— Si alguien descubre que Dumbledore sigue vivo, estarán tras él también.

Miro el cuerpo del director, todavía inmóvil, pero con esa débil señal de vida que solo yo puedo percibir.

—Si hay algo que pueda salvar al director, debemos hacerlo.

❀・°・❀

La oscuridad de Hogsmeade parece más densa de lo habitual, casi opresiva, mientras Hermione y yo caminamos por las calles vacías.

—Harry nos dijo que encontraríamos a Aberforth aquí —susurro, rompiendo el tenso silencio.

Delante de nosotras, una pequeña taberna se perfila contra la noche: la Cabeza de Puerco.

El cartel, con una cabeza de jabalí desgastada por el tiempo, se balancea suavemente bajo el viento. La luz apenas emana desde sus ventanas mugrientas, dejando entrever un interior oscuro y mal iluminado.

Un escalofrío recorre mi espalda mientras observo el lugar.

—Este sitio no me da buena espina, Granger... —murmuro, incapaz de ocultar mi nerviosismo.

Hermione me coge ambas manos con suavidad y me mira directamente a los ojos.

—Tranquila, Leah. Si vamos juntas, no hay nada que temer.

La calidez de su contacto me devuelve algo de calma. Asiento, esbozando una pequeña sonrisa mientras siento cómo el calor sube a mis mejillas.

—Lo sé.

Ella me devuelve la sonrisa, y juntas empujamos la pesada puerta de madera.

El interior de la taberna es tan lúgubre como su exterior. La escasa luz de unas velas mal colocadas apenas ilumina el lugar, dejando la mayoría de las esquinas envueltas en sombras.

En el mostrador, un hombre mayor limpia vasos con un trapo que parece tan desgastado como su rostro. Su cabello grisáceo es largo y descuidado, y una barba áspera cubre su mandíbula.

Hermione, siempre educada, se aclara la garganta para anunciar nuestra presencia.

—Buenas noches. Buscamos al señor Aberforth.

El hombre ni siquiera detiene lo que está haciendo. Apenas alza la vista y vuelve a centrarse en su trabajo.

—¿No sois muy jóvenes para venir a este tipo de lugar a estas horas? —su tono, sarcástico.

La presencia del hombre me intimida.

Hay algo en él que me pone nerviosa, pero mi preocupación por Dumbledore me impulsa a reunir el valor suficiente para acercarme al mostrador.

—Es muy urgente. Debemos encontrarlo cuanto antes.

El hombre suspira, deja el vaso que estaba limpiando y, tras un breve momento de pausa, dice con cansancio:

—Soy Aberforth. El dueño de esta taberna.

Hermione da un paso adelante, su tono suplicante mientras intenta explicarse.

—El director Dumbledore informó a un amigo nuestro que...

Él la interrumpe bruscamente.

—¿Albus? —Su voz tiene un tinte frío, casi despectivo.

Hermione asiente rápidamente.

—Sí, necesitamos su ayuda porque...

El hombre no la deja terminar.

—Albus nunca necesitó mi ayuda. ¿Por qué la necesita ahora?

Sus palabras son como un jarro de agua fría. Hermione y yo nos miramos, incrédulas ante la frialdad en su voz.

—Si habéis venido aquí a hablar de él, creo que ya podéis iros —añade, girándose para volver a lo suyo, como si nuestra presencia no significara nada.

Algo en su actitud hace que mi pecho se llene de indignación. Antes de que pueda pensarlo dos veces, mi voz rompe el aire cargado de la taberna.

—¡Dumbledore fue atacado y no despierta!

Aberforth se detiene en seco. Sus manos, aún sosteniendo el vaso, permanecen inmóviles por un instante.

Se gira hacia nosotras y susurra:

—Llevadme allí.

❀・°・❀

El silencio en la torre de Astronomía es casi insoportable mientras Aberforth se arrodilla junto al cuerpo inerte de Dumbledore, examinándolo con el ceño fruncido.

Hermione, Harry y yo observamos desde unos pasos atrás.

—Lo que me habéis contado... —murmura Aberforth, como si hablara para sí mismo— Sobrevivir a una maldición asesina... creí que era imposible.

Cruzo los brazos, mi mirada alternando entre él y el cuerpo del director.

—Estamos en presencia de las dos únicas personas que lo consiguieron —digo, dejando que mis palabras caigan pesadas en el aire.

Aberforth levanta la mirada, observando por primera vez detenidamente a Harry. Lleva una mano hasta su barba, pensativo, antes de hablar.

—Así que tú eres el famoso Harry Potter.

Harry, intrigado, da un paso adelante.

—¿Le habló el director Dumbledore de mí? —pregunta, con cierta ansiedad en su voz.

—No. Albus y yo hemos tenido una relación... complicada. —Aberforth se cruza de brazos, su expresión se suaviza.

Su respuesta deja a Harry visiblemente confundido. Él continúa explicando para clarificar.

—Supe de ti por la taberna. Personas que hablaban de un niño que sobrevivió a algo imposible.

Harry baja la mirada.

Ah... Creí que, al conocerse los dos, debían ser muy amigos.

Por primera vez, Aberforth parece vacilar. Baja los brazos y desvía la mirada hacia el suelo.

—No hemos sido muy amigos últimamente... —admite en voz baja.

Hermione no tarda en preguntar lo que todos estamos pensando.

—Si no son amigos... ¿Qué tipo de relación tiene con el director Dumbledore?

El hombre no responde de inmediato.

En lugar de eso, dirige una larga mirada al cuerpo inerte de Dumbledore antes de girarse hacia nosotros. Sus ojos se encuentran con los míos, luego con los de Harry, y finalmente con los de Hermione.

—Albus es mi hermano.


╔══❀・°・❀══╗

Yo no soy tan cruel como las películas y los libros...

Al menos no de momento ;)

Espero que os haya gustado, no olvidéis dejar un voto en cada capítulo o comentar, me ayuda mucho <3

Gracias por leer.

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