(23) Demasiado Tarde
El sonido de los pasos arrastrados de las criaturas nos envuelve, y el aire parece volverse más pesado.
Los Inferi siguen avanzando, sus ojos vacíos fijos en nosotros mientras sus movimientos inhumanos los acercan cada vez más.
—¿Hermione ha dicho que hay que quemarlos? —pregunta Harry, su voz teñida de nerviosismo —¿A qué se refería con eso?
Me detengo por un momento, mi mente trabajando frenéticamente. Entonces lo entiendo.
—¡Eso es! —exclamo— Los Inferi son criaturas resistentes que viven en la oscuridad, ¿no?
Harry asiente rápidamente.
—Entonces, —continúo— si queremos acabar con ellos, primero tenemos que quemar su piel.
—Entendido.
Harry se gira hacia los Inferi, levantando su varita con determinación
— "¡Confringo!"
El hechizo impacta en una de las criaturas, envolviéndola en llamas. Esta grita con un sonido espeluznante mientras su cuerpo se incendia, iluminando la cueva con una luz anaranjada.
—¡No es suficiente! —grito al ver que, aunque herida, sigue avanzando. Con un movimiento rápido, apunto con mi varita— "¡Expulso!"
La explosión de mi hechizo impacta con fuerza, reduciendo la criatura a cenizas.
Sonrío con satisfacción.
—Hermione, eres un genio... —murmuro, casi para mí misma.
No obstante, mi alegría dura poco.
Más criaturas comienzan a emerger de las sombras, sus cuerpos húmedos y deformados moviéndose hacia nosotros.
—¡Leah, tenemos problemas! —grita Harry, mirando horrorizado la cantidad de criaturas que se aproximan— ¡Vienen muchos más! ¡No podremos luchar contra todos uno por uno!
Mi mirada se posa rápidamente en Hermione y Dumbledore, quienes siguen inconscientes en el suelo después de beber ese líquido.
Intentamos arrastrarlos para alejarlos del peligro, pero son demasiado pesados y, con cada segundo que pasa, los Inferi están más cerca.
—¡No podemos dejarles aquí! —digo con desesperación.
—¡Ya lo sé! —Harry me mira con una expresión de pánico— Sin embargo, con Hermione y Dumbledore fuera de combate... solo estamos nosotros para enfrentarnos a estas cosas.
—Lo sé. —respondo, levantando mi varita con firmeza, aunque el miedo me retuerce el estómago— Lo tengo muy presente...
Los Inferi nos rodean, y en medio de la confusión, siento unas manos frías y viscosas sujetarme con fuerza. Estas tiran de mí y me lanzan al suelo.
Grito, luchando por liberarme. Los dedos de la criatura se hunden en mi piel como si fueran garras, arrastrándome hacia el agua.
—¡LEAH! —la voz de Harry resuena, llena de pánico.
Me resisto con todas mis fuerzas mientras veo el agua a escasos centímetros de mí.
De repente, una ráfaga de calor me rodea.
Un hechizo de fuego impacta a mi lado, desintegrando a la criatura que me sujeta. El agarre desaparece, y aprovecho el momento para levantarme.
Harry me sujeta con fuerza, alejándome de los inferi.
—¡No te rindas, Leah! —dice mientras me ayuda a incorporarme.
Me aferro a su brazo, la varita temblando en mi mano.
Retrocedemos mientras las criaturas avanzan lentamente, sus pasos resonando como un eco espeluznante en la cueva. Harry, a mi lado, mantiene su varita alzada, su respiración acelerada.
—Necesitaremos un hechizo de fuego poderoso para acabar con todas esas criaturas de una sola vez —dice con urgencia.
Sacudo la cabeza, mirando rápidamente a nuestro alrededor.
—No conozco ningún hechizo lo suficientemente fuerte como para detenerlos todos... —respondo, sintiendo que el tiempo se nos agota.
Harry aprieta los labios antes de contestar:
—Hay un hechizo. No obstante, necesitaríamos un foco de magia extremadamente poderoso para lanzarlo.
Me quedo en silencio por un momento, mis pensamientos corriendo mientras observo la oleada de Inferi que se aproxima.
Entonces lo entiendo.
Mi magia antigua podría ser ese foco. No hay otra opción.
Lo miro con seriedad, mi voz firme.
—Yo te voy a proporcionar el apoyo que necesitas.
Harry parpadea, confundido por un instante.
—¿C-cómo piensas hacer eso?
—Vamos a usar mi magia antigua como canalizador de energía.
Él me mira alarmado, su varita temblando ligeramente.
—Eso es muy peligroso, Leah. Ya lo sabes...
Desvío la mirada hacia Hermione y Dumbledore, ambos inconscientes en el suelo. Sus rostros pálidos me llenan de determinación.
Suspiro antes de preguntar:
—¿Acaso tenemos otra opción?
Harry parece indeciso. La duda se refleja en su expresión. Sin embargo, también sé que entiende lo que está en juego.
—Sé que es peligroso. —continúo— Pero debo hacerlo. Si no acabamos con ellos ahora, ellos acabarán con nosotros. Hermione y Dumbledore ya han hecho suficiente. Es hora de que haga algo para ayudar.
Finalmente, Harry cierra los ojos y deja escapar un suspiro.
—Está bien... —dice al fin, aunque la duda aún persiste en su tono.
Asiento con determinación.
—Vamos a hacerlo.
Cierro los ojos y respiro profundamente, buscando dentro de mí esa fuente de magia que siempre he sentido, pero que rara vez dejo salir. Es como un río ardiente, fluyendo bajo la superficie, y ahora, tengo que dejarlo brotar.
Mis ojos arden mientras siento el poder extenderse por mi cuerpo.
Cuando los abro, miro a Harry.
—Cuando quieras —digo, mi voz más fuerte y llena de confianza.
Subimos juntos a una pequeña roca que nos da una mejor perspectiva. Desde allí, podemos ver a las criaturas avanzando como una ola de muerte. Harry traga saliva, ajustando su postura.
Antes de que lance el hechizo, se detiene un instante y me mira.
—Leah... por favor, ten cuidado —susurra.
Le sostengo la mirada y asiento.
Posando ambas manos sobre su espalda, cierro los ojos de nuevo, canalizando mi energía hacia él. La magia fluye como fuego a través de mis manos, conectándonos.
Harry siente la oleada de energía y, levantando su varita, grita con fuerza:
—"¡Incendio!"
La ola de llamas se extiende como un manto de destrucción, devorando a las criaturas que se acercan.
Los gritos de los Inferi llenan el aire, el sonido inhumano inunda la cueva mientras sus cuerpos se desintegran, convirtiéndose en cenizas y desapareciendo con el calor abrasador.
El resplandor de las llamas ilumina todo a su paso, haciendo retroceder las sombras que antes ocupaban toda la cueva.
Harry observa la escena, atónito ante la fuerza del hechizo. Su expresión se transforma lentamente en una sonrisa de satisfacción.
—¡Funcionó! —exclama, con los ojos brillando mientras desciende de la roca.
Lo sigo, intentando calmar el remolino de magia que aún se mueve en mi interior.
Le devuelvo la mirada y susurro:
—Era evidente...— sonrío triunfante.
El eco de los gritos de los Inferi aún resuena en mis oídos mientras observo cómo las cenizas caen lentamente al suelo, desvaneciéndose con las últimas llamas.
Mi respiración es pesada, y el calor de la magia ancestral todavía pulsa dentro de mí, recorriendo cada rincón de mi ser.
De repente, siento una punzada aguda en el pecho.
Mis manos se mueven instintivamente hacia mi corazón mientras cierro los ojos.
—Ugh... —jadeo, apretando los dientes.
Siento un torrente de energía inestable, como un río desbordándose dentro de mí. Cierro los ojos con fuerza, intentando controlarlo.
Harry está a mi lado antes de que pueda dar un paso atrás. Su mano en mi espalda es firme y reconfortante.
—¿Leah? ¿Estás bien?— pregunta preocupado.
Me obligo a asentir, aunque la presión en mi pecho no desaparece del todo.
—Sí, tranquilo... Solo fue un momento. Nada importante. —respondo, esforzándome por sonar convincente.
No es el momento de preocuparlo.
Hermione y Dumbledore están inconscientes, y aún hay demasiado en juego.
No puedo permitirme parecer débil ahora, no después de todo lo que hemos pasado. Mi varita está todavía alzada, sigo atenta, sin saber si el peligro ha pasado del todo.
Entonces, algo capta nuestra atención. Un pequeño brillo en el fondo del pedestal.
Harry murmura:
—¿Es que... acaba de aparecer algo?
Nos acercamos lentamente, y mi pulso se acelera de nuevo.
Harry, siempre valiente, extiende la mano y lo toma.
Es un guardapelo pequeño, con un diseño complejo de una serpiente entrelazada en forma de "S". El metal parece brillar con una energía propia, y algo en él me provoca un escalofrío.
—Esto es... —murmuro, observándolo con cautela.
Harry asiente, su mirada fija en el objeto.
—El horrocrux que venimos a buscar.
Lo guarda con cuidado dentro de su túnica, y no puedo evitar sentir un peso en el pecho. Este pequeño objeto, tan insignificante a simple vista, esconde dentro de sí parte del alma de Voldemort. Algo tan oscuro, tan perverso, y nosotros acabamos de encontrarlo.
—Ahora que lo tenemos, debemos regresar. —dice Harry con seriedad— No sabemos en qué estado están Hermione y Dumbledore, y cuanto antes lleguemos, mejor.
Asiento, sabiendo que tiene razón.
Me acerco a Hermione, quien sigue inconsciente en el suelo. Me arrodillo a su lado y la observo por un momento, preocupada. Su respiración es superficial.
"Al menos está estable." Pienso, "eso es lo único que importa ahora."
—Tranquila, Granger. Te voy a llevar a la enfermería. Allí te ayudarán. —susurro, aunque sé que probablemente no puede oírme.
Con esfuerzo, la levanto y la coloco sobre mi espalda. Hermione murmura algo, un sonido bajo e inaudible, suficiente para hacer que una pequeña sonrisa parezca en mi rostro.
Cierro los ojos y suspiro, ignorando el dolor en mi pecho mientras me pongo de pie.
—Harry, ayuda al director a levantarse. Tenemos que irnos ya.
Harry asiente y se mueve rápidamente hacia Dumbledore, que parece más frágil que nunca.
Juntos comienzamos a avanzar hacia la salida de la cueva, yo con Hermione en mi espalda y él cargando el peso del director.
La magia todavía burbujea dentro de mí, inestable y salvaje, pero decido ignorarla. No importa cuánto me esté costando mantenerme en pie; no voy a fallar ahora.
Hemos conseguido el horrocrux, hemos sobrevivido.
Solo falta un último paso: salir de aquí.
❀・°・❀
El tirón familiar del traslador nos envuelve, y aterrizamos con un golpe seco. Mis rodillas casi ceden bajo el peso de Hermione, logrando con dificultad mantenerme en pie.
Cuando abro los ojos, me doy cuenta de que no estamos en el despacho del director como esperaba.
—¿La torre de Astronomía? —murmuro, mirando a mi alrededor con el ceño fruncido.
El espacio es amplio, con una bóveda abierta al cielo nocturno. Las estrellas brillan débilmente, y la brisa fría de la altura nos envuelve.
Harry se frota la cabeza, confuso.
—¿Qué hacemos aquí? —pregunta en voz alta, girando sobre sí mismo— Se suponía que debíamos llegar al despacho de Dumbledore.
Dejo a Hermione con cuidado en el suelo, tratando de acomodarla lo mejor posible.
El director, que hasta ahora había permanecido inmóvil, comienza a moverse ligeramente e intenta abrir los ojos.
—Director, ¿puede oírnos? —pregunta Harry, arrodillándose a su lado.
Dumbledore murmura algo ininteligible. Harry lo ayuda a incorporarse, guiándolo hasta una de las sillas cercanas. El anciano parece recuperar la consciencia poco a poco, sus ojos abriéndose después unos segundos.
—¿Qué ha pasado? —pregunta finalmente con voz áspera, recorriendo el lugar con la mirada.
—Lo conseguimos. —responde Harry— Encontramos el horrocrux. Está a salvo. Los Inferi... hubo que enfrentarlos. Usted y Hermione...
Hace una pausa, lanzándome una mirada como buscando apoyo.
—Bueno, usted y Hermione colapsaron después de beber el líquido.
Dumbledore asiente lentamente, como si tratara de unir las piezas en su mente. Pasan unos minutos en silencio mientras el director respira profundamente, recuperando color en el rostro.
Finalmente, parece haber vuelto a ser él mismo.
—Gracias por traerme aquí. Me siento un poco mejor ahora. —dice con una leve sonrisa.
Harry y yo compartimos una mirada de alivio, devolviéndole la sonrisa.
La expresión del director se endurece de repente, borrando cualquier rastro de tranquilidad.
—Ahora debéis esconderos. —dice en voz baja— Me temo que han conseguido infiltrarse en la escuela, y vienen hacia aquí.
Mi corazón se detiene un segundo. Harry se endereza de inmediato.
—¿Quién, director? ¿A qué se refiere?
Dumbledore se pone de pie con esfuerzo. Su mirada recorre la torre como si estuviera buscando algo en particular.
—No es una coincidencia que el traslador nos haya dejado en la torre de Astronomía. —responde con gravedad— Alguien ha alterado el punto de llegada. Esto no estaba planeado.
—¿Quién ha hecho eso? —insiste Harry, su tono más urgente.
Dumbledore lo observa por un momento, como si dudara sobre cuánto revelar.
—Me temo que no hay mucho tiempo para explicaciones detalladas. Todo lo que os puedo decir es que los responsables no son simples intrusos. Son mortífagos.
Harry palidece, y siento un nudo en el estómago.
—¿Mortífagos? —pregunta Harry, como si necesitara oírlo una vez más para creerlo.
—Así es, Harry. Y me temo que no vienen solos.
Tras decir esto, el director se levanta abruptamente, y su movimiento repentino nos toma por sorpresa.
Harry y yo damos un paso atrás instintivamente.
—No hay tiempo para explicaciones. —dice con urgencia— Ya están llegando.
Luego señala con el dedo hacia un rincón oculto y ordena:
—¡Coged a la señorita Granger y escondeos detrás de allí, rápido!
Quiero protestar.
—P-pero, director...
—Leah, por favor, haz lo que te pido, y por nada del mundo intervengas. —me interrumpe con firmeza antes de volverse hacia Harry— Ninguno de los dos debe intervenir. Prometedlo.
Nos miramos dudosos, y finalmente asentimos. Son las órdenes del director, y aunque no lo entendamos, confiamos en él.
Entre los dos cargamos a Hermione y la llevamos al lugar indicado, escondiéndonos detrás de unas estructuras.
Mientras nos ocultamos, mi mente está en caos. Miro a mi alrededor nerviosa, intentando calmar mi respiración. La sensación de que algo va a salir terriblemente mal me oprime el pecho.
Los pasos resuenan cada vez más cerca.
La tensión en la habitación es sofocante hasta que, de repente, la puerta se abre de un portazo. El sonido hace eco por toda la estancia, y me sobresalto.
Desde nuestro escondite, veo a Dumbledore. Está de pie junto a la ventana, mirando la noche con una calma desconcertante, como si lo que está por suceder no le concerniera en lo más mínimo.
Y entonces, una voz helada rompe el silencio:
—Por fin lo he encontrado, director.
Mi corazón se detiene.
Instintivamente, llevo una mano a mi boca para ahogar el jadeo que escapa de mis labios.
Desde aquí, puedo verla claramente: Pansy Parkinson.
Harry y yo cruzamos una mirada. Su rostro refleja mi incredulidad. A pesar de todo, no estábamos equivocados en absoluto...
Pansy avanza un paso, su varita alzada, apuntando directamente al director. Dumbledore se gira despacio, con una tranquilidad inquietante.
—No quiero enfrentarme a usted, señorita Parkinson. —dice, su voz serena.
Pansy sonríe. Es una sonrisa que no reconozco, cruel y sin rastro de duda.
—Qué pena que no pensemos lo mismo —responde antes de gritar—: "¡Expelliarmus!"
La varita de Dumbledore vuela fuera de su alcance y cae al suelo con un golpe seco.
Pansy se agacha para recoger la varita de saúco, dejando desprotegido a Dumbledore.
El aire parece volverse más pesado mientras el director, desarmado, observa la situación sin perder la compostura.
—No sé lo que trama, señorita Parkinson, pero aún está a tiempo de rectificar. Nadie tiene que salir herido esta noche. —dice, y su tono transmite algo más que autoridad; hay compasión en él.
Antes de que Pansy pueda responder, otra voz irrumpe en la escena, una que hace que mi pecho se hunda de inmediato.
—Señor director, por favor, facilítenos las cosas.
Draco Malfoy.
Draco entra en la habitación. Todo mi cuerpo se tensa al verlo. Su rostro está pálido, y sus ojos, aunque intentan mostrar determinación, revelan una lucha interna que lo consume.
Se arrodilla con cuidado, recogiendo la varita del director del suelo. Su mano tiembla al hacerlo, como si su cuerpo se negara a cumplir la orden.
Mi garganta se seca. Lo observo fijamente, incapaz de apartar la mirada. "Draco... mi amigo. Mi mejor amigo..."
El chico frente a mí no parece el mismo que conocí. Hay algo roto, algo oscuro en él que no reconozco, y me cuesta aceptar lo que mis ojos ven.
Mi mente lucha por comprender mientras mis manos tiemblan, y Harry, a mi lado, parece igual de aturdido.
Pansy y Draco están aquí, y no es un error.
Ellos lo han elegido.
Dumbledore, que sigue de pie frente a ellos con una calma impresionante, da un paso adelante.
—Señor Malfoy, no sea la persona que todo el mundo se piensa que es.
Draco baja la mirada, sus hombros encorvándose como si cargara un peso demasiado grande. La tristeza en su rostro me golpea de una forma que no esperaba.
—¿Alguien os obliga? —continúa Dumbledore— No tenéis por qué hacerlo. Os prometo que puedo ayudaros, pero tenéis que darme la oportunidad.
Pansy, quien no ha bajado su varita ni un segundo, deja escapar una risa seca y amarga.
—¿Ayudarnos? —dice con un tono cargado de resentimiento— Nunca intentó ayudarnos. Siempre hemos sido escoria para usted.
Dumbledore levanta la mano en un gesto pacífico, avanzando un poco más.
—Os aseguro que siempre he intentado proteger a todos mis alumnos, incluso cuando no era evidente para ellos.
Sus palabras parecen tocar algo en Draco.
Se sobresalta, su mirada se endurece, y de repente, alza la cabeza con una actitud desafiante que no había mostrado antes.
—¿Ah, sí? —responde Draco, su voz cargada de una ira que parece contener desde hace tiempo— ¿Y dónde estaba cuando nos obligaron a esto?
Con un movimiento rápido y decidido, sube la manga de su camisa.
El tiempo se detiene cuando vemos lo que escondía allí.
En su antebrazo, la piel marcada por líneas negras forma una figura retorcida: la Marca Tenebrosa.
Un símbolo que grita de quién es propiedad ahora.
Siento que el aire abandona mis pulmones. Mis dedos, aferrados a la varita, comienzan a doler.
No puede ser verdad.
Incluso Dumbledore, con toda su compostura, no puede evitar que su expresión se torne profundamente triste. Su mirada está cargada de pesar, sus ojos fijos en la marca.
—Lo siento... —susurra el director, su voz apenas audible— Siento haberles fallado.
Draco da un paso atrás como si esas palabras lo hubieran golpeado físicamente. Aprieta los labios antes de hablar con una voz temblorosa que no logra ocultar su miedo.
—No lo entiende, ¿verdad? —murmura, sus dedos apretando el borde de su camisa como si fuera un escudo— Ya es demasiado tarde...
El peso de sus palabras cae sobre todos nosotros. Desde nuestro escondite, siento que algo en mi interior se rompe.
No he podido ayudar a mi amigo.
No vi las señales, no entendí lo que estaba ocurriendo, y ahora ya es tarde.
Mis manos tiemblan mientras observo a Draco, alguien que siempre pensé que conocía, transformado en alguien completamente distinto.
Y cuando creía que no podía ir a peor, el sonido de nuevos pasos resuena en la torre. La tensión en el aire se intensifica, como si algo oscuro estuviera a punto de revelarse.
Una risa, fría y cargada de locura, envuelve el espacio.
La puerta se abre de golpe, y todos los presentes se giran hacia la entrada.
Allí está ella.
Una mujer de cabello negro enmarañado que cae sobre sus hombros en un caos salvaje, sus ojos chispeando con un brillo desquiciado. Sus labios se curvan en una sonrisa que solo puede describirse como cruel. Su varita torcida gira en sus dedos con un movimiento juguetón.
—Es Bellatrix... —murmura Harry junto a mí, con un tono cargado de ira— Una de las mortífagas más peligrosas.
La sonrisa de Bellatrix se ensancha, y su voz resuena como un canto macabro.
—Parece que hemos llegado en el momento oportuno.
╔══❀・°・❀══╗
Draco... Yo confiaba en ti... Y Leah también.
#Decepcionada
Espero que os haya gustado, no olvidéis dejar un voto en cada capítulo o comentar, me ayuda mucho <3
Gracias por leer.
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