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(20) Voz Familiar

La semana ha pasado con normalidad, como si el mundo no se hubiera sacudido por completo tras lo que descubrí.

Draco sigue siendo... Draco. Bromea en los pasillos, se sienta a mi lado en algunas clases, e incluso en el desayuno me lanza un trozo de tostada como si todo estuviera perfectamente bien entre nosotros.

Y, lo admito, hay momentos en los que olvido.

Olvido esa conversación en la que mencionaron mi nombre, olvido lo que podría estar tramando, y todo parece como siempre ha sido. Es inquietante lo fácil que resulta volver a caer en esa falsa comodidad.

No obstante, Harry no olvida.

Lo he visto en los pasillos, siempre a una distancia prudente, observando a Draco con una intensidad que casi me da escalofríos. Él no confía en las apariencias. Es algo que respeto de Harry, pero también me recuerda que no puedo permitirme bajar la guardia, por mucho que mi mente quiera creer lo contrario.

Ahora, en la clase de Pociones, intento centrarme.

Estoy sentada con Ophelia, Selene y Araminta en nuestra mesa habitual, mientras el profesor Slughorn se pasea entre los calderos, repartiendo comentarios y halagos a quienes considera prometedores.

—¡Esto es lo que me gusta ver! —dice Slughorn mientras pasa junto a nuestra mesa y observa el contenido de nuestro caldero— La poción cambia a azul, como debe ser. Excelente trabajo, señoritas.

Araminta sonríe con suficiencia, mientras Selene simplemente se concentra en remover la mezcla en el caldero con la paciencia de siempre.

—¿Cuánto falta para que esté lista? —pregunto, tratando de sonar interesada.

—Cinco minutos, si no haces ninguna tontería como mezclarlo al revés. —responde Ophelia apartando el caldero de mí.

—No sería la primera vez que lo haces. —añade Araminta, burlándose suavemente.

—Fue una vez. ¡Una sola vez! —respondo, y no puedo evitar reír con ellas.

Por un momento, la tensión de los últimos días se diluye. Mis compañeras de Slytherin, con todos sus defectos, saben cómo hacerme olvidar las preocupaciones, aunque sea temporalmente.

—¿Por qué estás tan callada hoy? —pregunta Selene de repente, mirándome con curiosidad.

Levanto la vista, encontrándome con sus ojos inquisitivos. Me encojo de hombros y trato de evitar la pregunta.

—Solo estoy concentrada.—Mi voz suena convincente, aunque la realidad es muy distinta...

Sin poder evitarlo, mi mirada se desliza de reojo hacia donde está Hermione, sentada junto a Ron y Neville. Hablan entre ellos, probablemente comentando algo relacionado con la clase. Ella sonríe brevemente ante algo que Neville dice, pero no tarda en volver a enfocarse en el pergamino frente a ella.

Parece... ¿Apagada?

Antes de que mis pensamientos puedan desviarse demasiado, el profesor Slughorn avanza hacia el centro del aula, llamando nuestra atención con su característico entusiasmo.

—¡Veo que esta primera poción ha sido demasiado fácil para ustedes! —anuncia con una sonrisa mientras recoge varios frascos y los coloca sobre su mesa— Vamos a aumentar la dificultad.

Toda la clase se remueve en sus asientos, y algunos incluso murmuran emocionados. Slughorn nos observa con aire complacido antes de continuar.

—Hoy prepararemos una poción que no solo requiere precisión, sino también creatividad. —Hace una pausa teatral, dejando que el silencio llene el aula antes de revelar la respuesta—: ¡La poción amortentia!

Un murmullo intrigado recorre la clase. Mi estómago se revuelve ligeramente al oírlo.

—Una de las pociones de amor más fuertes y poderosas que existen. —continúa— Esta poción no causa amor verdadero, claro está, sino que genera una obsesión intensa hacia quien la ha preparado. Por eso, debe tratarse con extremo cuidado.

Mientras habla, se mueve entre los ingredientes en su mesa, eligiendo cuidadosamente frascos y tarros.

—Trabajarán en parejas, por supuesto. —añade— La pareja que logre la mejor preparación recibirá una recompensa especial.

Esto parece animar aún más al grupo.

Sin embargo, antes de que empecemos a agruparnos, Slughorn alza un dedo como si recordara algo importante.

—Antes de comenzar, una pregunta. ¿Alguien puede decirme qué ocurre si olemos este tipo de poción?

Como no podía ser de otra manera, la mano de Hermione ya está levantada incluso antes de que termine la pregunta.

—Cuando alguien huele la amortentia, —responde con su tono seguro— percibe los olores que más le atraen emocionalmente.

—¡Correcto, señorita Granger! —exclama Slughorn, claramente encantado— Cinco puntos para Gryffindor.

Los aplausos ligeros se extienden por el aula, mientras Hermione mantiene su compostura habitual. No obstante, el profesor no ha terminado.

—Ahora, si es tan amable, señorita Granger, ¿podría acercarse y decirnos qué huele usted en la poción?

Hermione se levanta de su asiento con naturalidad, caminando hacia el caldero en el centro de la sala.

Todo el mundo la observa, y aunque intento mantenerme indiferente, no puedo evitar inclinarme ligeramente hacia adelante, como si algo invisible me impulsara a mirarla.

Se detiene frente al líquido burbujeante, que emite suaves volutas de vapor, cerrando los ojos con una concentración absoluta.

Hermione cierra los ojos, dejando que los vapores ascendentes de la Amortentia la envuelvan. La clase contiene el aliento, expectante. Por un instante, su expresión es neutral, pero entonces algo cambia.

Una suave línea curva se forma en sus labios, una sonrisa ligera, casi imperceptible, como si acabara de recordar algo íntimo y reconfortante.

—Huelo... humo, como de una hoguera recién encendida. —dice en voz baja, casi más para sí misma que para los demás— Hay un toque de madera quemada, calidez... como fuego abrazador en una noche fría...

La sala permanece en silencio y yo no puedo apartar la mirada de ella.

Algo en su tono, en la forma en que pronuncia esas palabras, me hace sentir como si estuviera hablando directamente de mí, porque así es como ella me hacía sentir cuando pasábamos tiempo juntas... Como si fuera mi hogar...

Hermione abre los ojos lentamente, su mirada se pierde en la sala antes de detenerse, por un fugaz instante, en la mía. Es solo un segundo, pero es suficiente para que mi corazón dé un vuelco.

¿Me ha mirado a mí? Sacudo la cabeza, reprendiéndome. "No, Leah, no te hagas ideas."

Antes de que pueda darle más vueltas, Slughorn aplaude una vez, rompiendo el silencio.

—¡Excelente, señorita Granger! Una descripción precisa y emotiva. Ahora, a trabajar. Las instrucciones están en sus libros, página catorce. Recordad: precisión y paciencia.

La clase se agita mientras todos buscan en sus libros y comienzan a prepararse. Yo, sin embargo, sigo mirando hacia el caldero vacío frente a mí.

Mis amigas se han dispersado rápidamente: Selene, como era de esperarse, se ha ido con Blaise Zabini, dejando escapar una risita ligera mientras caminaban juntos. Ophelia y Araminta, como siempre, han formado su dúo inseparable en pociones.

Levanto la vista, dudando.

Por un momento me planteo la idea de acercarme a Hermione, aunque solo sea para...

"No, olvídalo, Leah." Está sentada junto a Weasley y ya revisa el libro mientras él parece más interesado en los frascos que en las instrucciones.

—He visto que todavía no has empezado.

La voz de Pansy me saca de mis pensamientos. Me giro y la encuentro a mi lado, con una sonrisa que parece tener algo más detrás.

—¿Quieres que trabajemos juntas? —pregunta, señalando su mesa vacía con un gesto casual.

Me tomo un momento antes de responder, pero al final asiento, sonriendo ligeramente.

—Está bien.

Mientras me acomodo junto a ella, no puedo evitar pensar: Quizás esto no sea tan malo. Puedo usar esta oportunidad para seguir investigando sobre lo que pasó. Y si Pansy realmente está involucrada, esto me acercará un poco más a la verdad.

Ella abre el libro y empieza a leer las instrucciones con entusiasmo, mientras yo organizo los ingredientes en silencio.

Mientras Pansy y yo seguimos trabajando, ella se acerca ligeramente, lo suficiente para que nuestros brazos se rocen. El contacto es breve, pero no puedo evitar tensarme, como si estuviera haciendo algo que no debería.

Instintivamente, mi mirada busca a Hermione, quien, para mi sorpresa, ya parecía estar observándome desde hace rato.

—¿En qué paso estás? —pregunta Pansy, llamando mi atención.

Suspiro, intentando sacarme ese sentimiento incómodo de encima.

—Aún por el principio. —admito, mientras observo los ingredientes frente a mí, sintiéndome perdida— No se me da muy bien hacer pociones...

Pansy apoya su cabeza en su mano, mirándome con una intensidad que me hace querer retroceder un poco.

—Tranquila. —dice, sonriendo de forma extraña— No creo que esta poción te vaya a hacer falta.

Levanto una ceja, extrañada.

—¿Por qué lo dices?

Lo siguiente me deja sin palabras.

—Porque, con tu belleza, ya debes tener muchos pretendientes.

Me guiña un ojo, y el comentario inesperado hace que mi cerebro se congele por un momento.

—Uh... —murmuro, sintiéndome incapaz de responder con coherencia. El calor sube rápidamente a mis mejillas, y me apresuro a enfocar la mirada en el libro, tratando de recomponerme.

De repente, un fuerte "¡Boom!", sacude la sala.

El sonido viene del otro extremo del aula, y todas las miradas se giran hacia la fuente de la explosión. Un caldero humea intensamente con un espeso humo negro, mientras Hermione se queda mirando, incrédula, el desastre frente a ella.

—Yo... no entiendo qué ha pasado... —dice, claramente desconcertada.

Slughorn camina rápidamente hacia ella y Ron, quien parece tan confundido como Hermione, con manchas negras en su túnica.

—Señorita Granger, tenga cuidado. Usted ya debería saber que si no se presta atención a este tipo de poción durante el proceso de creación, puede explotar. —reclama Slughorn, aunque no de forma severa.

Observo la escena con ligera preocupación.

Hermione... ¿Equivocarse en Pociones? Eso nunca pasa. Ella es la mejor en la clase, siempre ha sido meticulosa, precisa.

Mi mirada se fija en ella mientras Slughorn intenta ayudarla a limpiar el desastre. Su expresión, entre confundida y avergonzada, no me pasa desapercibida.

"¿Qué le ha pasado?", pienso, y entonces una idea inquietante cruza mi mente. Hermione había estado observándome antes del accidente... ¿Podría ser... que no estuviera prestando atención?

El ambiente en la clase ya era tenso por la reciente explosión de Hermione, pero el sonido de pasos apresurados resonando por el pasillo lo lleva a un nivel completamente diferente. Todos giramos la cabeza hacia la puerta, justo cuando esta se abre de una patada.

El golpe nos hace saltar en nuestros asientos.

Y allí, enmarcado por la entrada, aparece el profesor Snape, con su rostro pálido y su expresión aún más severa de lo habitual. Carga a Draco en sus brazos, inconsciente, con sangre manchando su camisa blanca.

El aire parece escaparse de mis pulmones.

—¡Draco! —grito, poniéndome de pie tan rápido que la silla casi cae al suelo.

A mi lado, Pansy corre hacia él con el rostro lleno de preocupación.

—¿Qué ha pasado, profesor Snape? —pregunta con un tono casi suplicante.

Snape no le presta más atención que una mirada fría.

—Me temo que no es de su incumbencia, señorita Parkinson —responde con su característico tono glacial.

Sin perder tiempo, despeja una mesa del aula con un solo movimiento, lanzando al suelo los frascos vacíos que estaban sobre ella. Coloca a Draco con cuidado, pero con urgencia, sobre la superficie limpia.

—Profesor Slughorn, por hoy la clase queda cancelada. —dice con autoridad— Necesitaré su ayuda para preparar una poción curativa para el señor Malfoy.

Slughorn, claramente impactado y sin discutir la orden, asiente rápidamente.

—¡Ya habéis oído al profesor Snape! Todos fuera, ahora mismo. Es un asunto de extrema importancia.

El aula se llena de murmullos mientras todos comienzan a recoger sus cosas apresuradamente.

Mi corazón está acelerado, y mi mente está en completo caos.

"No entiendo nada," pienso mientras guardo mis materiales con manos temblorosas. "Harry se suponía que estaría vigilándolo. ¿Cómo pasó esto?"

De repente, una conexión se forma en mi mente. Una cadena de hechos se enlazan con una claridad abrumadora.

Levanto la vista, con los ojos abiertos de par en par.

—Harry... —murmuro, apenas consciente de que he dicho su nombre en voz alta.

Todo encaja de golpe. Harry ha hecho algo. Algo ha pasado entre ellos. Sin perder tiempo, me apresuro a salir del aula. Necesito respuestas, y las necesito ahora.

—¿Ya te vas? —la voz de Pansy me detiene.

La miro por encima del hombro, notando que su atención está dividida entre Draco, que sigue inconsciente en la mesa, y yo. Sus ojos están llenos de preocupación.

—¿Qué ocurre? —insiste, tratando de descifrar mi expresión.

Frunzo el ceño, sintiendo cómo la ira empieza a hervir dentro de mí.

—Tengo que aclarar un asunto muy importante. —respondo con brusquedad, antes de salir por la puerta sin mirar atrás.

Corro por los pasillos sin mirar atrás, el corazón golpeándome con fuerza en el pecho. Ni siquiera sé exactamente hacia dónde voy, pero algo dentro de mí me empuja hacia adelante. Mi rabia, mi confusión... todo se mezcla, ardiendo como un fuego incontrolable.

Oigo murmullos mientras paso junto a otros estudiantes:

—¿Dónde va con tanta prisa?

No me importa.

Nada me importa ahora.

De alguna manera, mis pies me llevan fuera del castillo, hacia el aire frío que parece no calmar la tormenta en mi interior. Sigo avanzando, hacia el Bosque Prohibido, hacia la casita de Hagrid. Y entonces lo veo.

Harry está ahí, de pie en el camino, con los hombros tensos y una expresión que me desconcierta. Parece afectado, como si lo que fuera que hizo también lo estuviera atormentando. Sin embargo, eso no me detiene.

—¡Harry! —grito, deteniéndome solo cuando estoy lo suficientemente cerca para que me escuche.

Él se gira hacia mí, sorprendido.

—¿Leah? ¿Qué estás...?

No le doy oportunidad de terminar. Toda la rabia que he contenido estalla, y lo empujo con todas mis fuerzas.

—¡¿Qué ha pasado con Draco?!

Mis palabras salen como un rugido, mi voz temblando tanto como mis manos.

Harry retrocede un paso, su mirada endureciéndose al instante.

—¿De verdad vienes a defender a Malfoy? —me dice, su tono tenso, ya sabiendo hacia dónde voy con esto.

Doy un paso más hacia él, mis puños cerrados.

—¡No me cambies de tema! ¿Qué le has hecho?

—Me defendí. —La voz de Harry es firme, pero noto la furia contenida en su mirada. —¡Fue él quien atacó primero!

—¡Mientes! —le grito, mi corazón latiendo descontrolado. Solo puedo pensar en el estado de Draco, en la sangre manchando su camisa blanca— Eso no te da derecho a herirlo de gravedad, Harry.

—¿Herirlo de gravedad? —su risa es amarga y llena de incredulidad. —¿De verdad estás defendiendo a Malfoy? ¿Crees que es una buena persona?

—¡Sí, lo es! —replico, mi voz quebrándose por la intensidad del momento. —Sé que alguien lo está obligando. ¡Lo conozco, Harry! Puede cambiar.

Harry se cruza de brazos, sus ojos llenos de escepticismo.

—¿Cambiar? —murmura incrédulo— ¿Malfoy? Una buena persona no hace daño a otros. Una buena persona no miente, ni traiciona, ni trata de...

No lo dejo terminar. Lo empujo de nuevo, con el dedo índice clavado en su pecho.

—¡Todavía no está todo perdido! —grito, la rabia burbujeando hasta la superficie. —Solo necesita ayuda, y tú... tú no tienes derecho a decidir que merece sufrir de esta manera.

Harry se cansa de contenerse y da un paso hacia adelante, cerrando la distancia entre nosotros. Su tono es helado, pero el fuego en sus palabras es inconfundible.

—¿De verdad no lo ves? Malfoy siempre ha sido así, Leah. Solo se preocupa por sí mismo. Es un mentiroso, un cobarde...

—¡Cállate! —grito, mi cuerpo temblando por la intensidad del momento.

Harry me lanza una mirada furiosa.

—¡No sabes nada! Tú no entiendes. Es un traidor, y merece todo lo que le pase.

Eso es suficiente. Mi cuerpo se mueve antes de que pueda detenerme, y me abalanzo sobre él, mis ojos ardiendo con una rabia que no puedo controlar.

—¡¿Cómo te atreves?!

Caemos al suelo enredados, el peso de mi rabia y mi cuerpo aplastando a Harry contra la tierra húmeda.

La magia dentro de mí chisporrotea, hirviendo, y siento mis manos temblar mientras lucho contra el impulso de apretarlas más fuerte contra su camisa. Mi respiración es errática, y por un segundo oscuro, pienso que no puedo detenerme.

Entonces, alguien me detiene.

Sus manos me sujetan por detrás con firmeza. El aroma de un perfume familiar me envuelve.

—¡Parad los dos! —grita una voz clara, cortante.

Hermione.

Mi cuerpo se congela, y en el mismo instante, siento cómo la ira se desvanece, como si su presencia bastara para sofocar las llamas. Hermione me aparta de Harry, sus manos firmes en mis hombros.

—¡Por Merlín, Leah! ¡Para por favor!

Ron aparece de repente, interponiéndose entre Harry y yo. Pone una mano en el hombro de su amigo, tratando de calmarlo. Harry sigue respirando con fuerza, sus ojos verdes encendidos de furia, pero no intenta avanzar hacia mí.

Me levanto del suelo, tambaleándome ligeramente, y me limpio el uniforme con manos temblorosas. No sé qué me sorprende más: la intensidad de mi propia rabia, o el hecho de que toda esa ira se haya disipado tan rápido al verla.

Murmuro, sin apenas darme cuenta:

—Hermione...

Ella sigue alternando la mirada entre Harry y yo, con el ceño fruncido y su mandíbula apretada.

—Ya es suficiente —dice, su tono más frío de lo que estoy acostumbrada a escuchar —¿No veis que no vais a resolver nada así?

Sus palabras me sorprenden. Hermione rara vez levanta la voz, y mucho menos suena tan autoritaria. Sin embargo, mi desconcierto dura poco; frunzo el ceño y suelto:

—¿Qué haces tú aquí?

Hermione titubea por un momento, bajando la mirada antes de responder. Su tono pierde dureza, y hay algo vulnerable en su voz que me desarma un poco.

—Estaba preocupada... por ti. Y por Harry.

Su respuesta me deja sin palabras, mi inseguridad volviendo por un instante. Bajo la mirada, mis manos aún tratando de quitar la suciedad de mi uniforme.

—Estoy bien. Es más... —miro a Harry, luego a Ron, y finalmente a Hermione— Quédate aquí con tu amigo. Yo me voy.

Empiezo a darme la vuelta, pero antes de que pueda, Hermione me detiene, posando una mano ligera en mi antebrazo. Su toque es cálido, casi suplicante, y cuando levanto la mirada, me encuentro con sus ojos llenos de súplica.

—Leah... no te vayas.

Su voz es suave esta vez. Hay un temblor en ella que me inquieta. Me quedo inmóvil por un segundo, mi corazón apretado, pero la confusión y la amargura son más fuertes. Me suelto de su agarre, levantando un dedo índice como advertencia.

—No te entiendo, Granger. ¿Por qué te preocupas por mí? Tú eras la que quería apartarse de mí, ¿recuerdas? Y como ya te dije el otro día... ya es tarde.

El brillo en sus ojos cambia; ahora parece herida.

Baja la mirada como si buscara las palabras adecuadas, sin poder encontrarlas.

Ron mira a Hermione, y luego a Harry, lleno de preocupación. Harry, en cambio, sigue enfadado, su silencio lleno de tensión.

Yo suspiro, cansada, la rabia y el dolor dejando un vacío en su lugar.

—Lo que imaginaba. Me voy. Ya he tenido suficiente del "Trío de Oro".

Empiezo a caminar, cada paso se siente como si pesara toneladas. Un dolor insoportable se ha instalado en mi pecho, y no sé si es rabia, tristeza, o ambas. Tal vez debería detenerme. Tal vez debería darme la vuelta y enfrentar todo esto de una vez.

Entonces, una voz familiar atraviesa el aire, clara y cálida, cargada de un extraño consuelo que me golpea como una ráfaga de viento.

—No debería irse, señorita Leah.

Me detengo en seco.

Mi corazón late con fuerza, acelerado, mientras el tiempo parece detenerse. Sé quién es incluso antes de girarme. Lo sé porque mi mente no podría inventar algo tan real, tan vivo, ni siquiera en un momento como este.

Cuando me doy la vuelta, mis ojos buscan con ansias, y allí está. Junto al Trío de Oro, entre Hermione, Ron y Harry, está él.

Dobby.

Mi Dobby.


╔══❀・°・❀══╗

Dobby... ¿De verdad eres tú?

Te echaba de menos (^.^)

Espero que os haya gustado, no olvidéis dejar un voto en cada capítulo o comentar, me ayuda mucho <3

Gracias por leer.

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