(16) La Carga del Silencio
La oscuridad me envuelve, profunda e impenetrable. No hay arriba ni abajo, solo un vacío que parece interminable.
Dentro de esa negrura, siento algo: un tirón en mi pecho, una energía cálida que empieza como un susurro y se convierte en un rugido. Es como si algo estuviera llamándome, sacudiéndome con una fuerza que no puedo ignorar.
"Despierta", parece decir esa energía, como un eco distante en mi mente.
Lucho, aunque no sé exactamente contra qué.
Es como si estuviera atrapada en una corriente oscura, tratando de alcanzar la superficie. Mi cuerpo no responde, pero la fuerza en mi pecho crece, ardiendo como un sol atrapado dentro de mí.
Entonces, sucede.
Una explosión de luz y calor me atraviesa, empujándome de golpe hacia la consciencia.
Mis ojos se abren de repente.
—¿Qué hago yo aquí? —murmuro, mi voz ronca y débil.
Mi cabeza se siente pesada, como si una parte de mí faltara, como si algo importante hubiera sido arrancado. Parpadeo, tratando de entender dónde estoy. La habitación es silenciosa, iluminada por una luz tenue.
Estoy tumbada en una camilla.
Mi mirada recorre lentamente el lugar.
A mi derecha está el director Dumbledore, observándome con una mezcla de alivio y preocupación. A mi izquierda, Ron, con la boca ligeramente entreabierta, como si estuviera a punto de decir algo, pero no encontrara las palabras.
Y entonces la veo.
Hermione está frente a mí, más cerca que nadie. Sus ojos brillan con lágrimas no derramadas, y sus labios tiemblan cuando susurra con voz rota:
—Leah...
Su rostro está lleno de emociones que no logro descifrar del todo, pero algo dentro de mí se remueve al verla así.
Me llevo una mano al pecho, donde siento un extraño calor residual, como si algo poderoso hubiera estado allí hace solo un momento. Sin embargo, no recuerdo cómo llegué aquí.
Es como si una parte de mi memoria estuviera ausente, un espacio vacío que me provoca una incomodidad difícil de explicar.
—No entiendo nada... —murmuro, mirando a Hermione con confusión.
Antes de que pueda decir algo más, ella se lanza hacia mí, rodeándome con sus brazos.
El abrazo es cálido y sincero, y aunque me toma por sorpresa, no puedo evitar corresponderlo después de unos segundos. Hay algo en su gesto que alivia parte del caos que siento dentro. El calor del abrazo de Hermione es real, tan genuino que me obliga a quedarme quieta por un momento, absorbiéndolo.
Cuando finalmente se separa, noto que todos me están mirando de manera extraña. Sus expresiones oscilan entre el alivio y la preocupación, como si esperaran algo más de mí.
Me siento expuesta bajo sus ojos.
—¿Por qué me miráis todos de esta manera? —murmuro con un leve temblor en la voz.
Ron es el primero en reaccionar, señalando a Dumbledore con un gesto de su cabeza.
—Director, mire sus ojos... —dice, su tono cargado de algo que no puedo identificar.
Me sorprendo al notar la tensión en su voz.
Mis ojos...
Sin saber qué significa eso, Hermione me tiende un pequeño espejo de mano que estaba sobre una mesa cercana. Lo tomo con manos temblorosas y lo acerco a mi rostro.
El reflejo me golpea como una corriente helada: mis ojos brillan con un rojo carmesí intenso, como un par de llamas vivas. Ese color... es igual al que vi en mis sueños. Igual que cuando me miré en aquel espejo, cuando Dumbledore me ayudó a descubrir mi magia, igual que cuando...
Intento buscar algo concreto en mi mente, pero hay piezas que no encajan. Los recuerdos parecen rotos o arrancados. Mis manos empiezan a temblar, y dejo caer el espejo sobre mi regazo.
Dumbledore se aclara la garganta, rompiendo el silencio incómodo.
—Parece que la piedra ha afectado de alguna manera a su magia antigua... —dice con voz grave.
Frunzo el ceño, confusa y cada vez más frustrada.
—¿Qué piedra? —pregunto, buscando respuestas en los rostros de los presentes.
El rostro de Hermione cambia al instante. Sus ojos se oscurecen y su mirada se torna triste, como si la pregunta hubiera tocado una herida que aún no ha cerrado. El ambiente en la habitación se vuelve pesado.
Dumbledore me observa con detenimiento, su expresión impenetrable.
—Antes de continuar, señorita Leah, me gustaría saber qué es lo que recuerda exactamente —dice con suavidad, pero hay una firmeza en su tono que me obliga a enfocarme.
Respiro hondo y trato de ordenar las piezas en mi mente, aunque se sienten desordenadas y faltan muchas.
—No sé cómo he acabado aquí ni por qué estáis todos aquí conmigo... —digo lentamente— Tampoco recuerdo nada de los últimos días. Lo último que recuerdo es que Harry me enseñó el hechizo del Patronus y...
De repente, un recuerdo golpea mi mente como un destello.
— ¡Oh, Dios mío! El baile.
Hermione parece iluminarse por un breve segundo al escucharme mencionar el baile, pero su expresión vuelve a ensombrecerse cuando sigo hablando.
—¿Cuándo es el baile? —pregunto, la confusión apoderándose de mí— Yo debo prepararme, y...
—El baile ya pasó, señorita Leah... —interviene Dumbledore, su tono calmado pero firme— ...hace una semana.
Sus palabras caen como una losa sobre mí. La confusión se convierte en un torbellino de emociones que no puedo descifrar. Miro a Hermione, esperando que me explique, pero su expresión refleja una tristeza profunda.
—¿Cómo que ya pasó? —murmuro, pero nadie me responde.
El nudo en mi pecho se aprieta, pesado y sofocante, como si algo importante me hubiera sido arrebatado. Las miradas de todos en la habitación lo confirman: hay algo que no me están diciendo.
Algo que debería saber.
Mientras mi mente lucha por unir las piezas que faltan, un recuerdo fugaz me atraviesa: la vez que alejé a Hermione de mi lado.
Recuerdo el dolor en su rostro y cómo me dolió a mí misma, aunque nunca lo dije en voz alta. Mis ojos encuentran los de Hermione, y, antes de poder detenerme, alargo mi mano hacia la suya.
—Hermione... —mi voz es baja, casi un susurro, mientras siento la calidez de su mano llenándome de valor— También recuerdo haberte hecho daño. Cuando querías ayudarme, yo... te alejé, y... quiero que sepas que lo siento mucho. Actué mal, te alejé por miedo...
Antes de que pueda terminar, Hermione aprieta mi mano con suavidad. Su toque es reconfortante.
—No te preocupes, Leah. —dice, su voz firme, pero llena de ternura— Ya hablamos de eso.
La miro, sorprendida, confundida por sus palabras.
—¿Cuándo? ¿Qué más pasó? —pregunto, queriendo entender.
Hay algo en todo esto que no cuadra, y necesito saberlo.
Hermione parece dudar, su mirada se pierde por un momento mientras sus dedos, todavía entrelazados con los míos, se tensan levemente. Finalmente, suelta mi mano y se gira, como si mirarme le resultara demasiado difícil.
—El día del baile tuvimos la oportunidad de hablar. —dice con un tono que no puedo descifrar— Me pediste disculpas. Luego, aparecieron los dementores, y tú... tú me ayudaste.
Sus palabras deberían darme respuestas, pero no hacen más que alimentar mi sensación de que falta algo más. Algo crucial.
Noto una incomodidad en mi pecho, como si mi propio cuerpo me gritara que hay huecos en esta historia.
—¿No pasó nada más? —insisto, con cuidado, buscando cualquier indicio en su expresión.
Hermione cruza los brazos, sus ojos se clavan en los míos con una intensidad que me hace sentir pequeña. Su rostro es serio, hermético, y me cuesta leer lo que está pensando.
—No. —responde finalmente— No pasó nada más. Después de eso, usaste la magia antigua para ayudarme y te desmayaste.
Desde el otro lado de la habitación, Ron, que había estado en silencio hasta ahora, la mira con sorpresa, como si ni él mismo pudiera creer lo que acaba de escuchar.
La tensión en el aire es casi palpable, una cuerda estirada al límite, a punto de romperse. Antes de que pueda decir algo más, la voz grave de Dumbledore interrumpe la escena.
—Siento interrumpir, pero necesito hablar con la señorita Leah a solas, si es posible.
Hermione no dice nada. Simplemente, asiente, y sin mirarme de nuevo, dice con voz apagada:
—Por supuesto, director. Os dejaremos solos.
Sin más palabras, Hermione toma a Ron del brazo y se dirige hacia la puerta. Su paso es rápido, casi ansioso, como si estar un segundo más en esta habitación fuera un castigo. La puerta se cierra tras ellos, y yo me quedo observándola, sintiendo un vacío que no puedo explicar.
¿Qué es exactamente lo que está pasando?
Dumbledore rompe el silencio, acercándose con pasos tranquilos. Se sienta junto a la camilla, sus ojos azules llenos de una calma que, de alguna manera, consigue estabilizarme un poco.
—Antes de nada, ¿te encuentras mejor? —pregunta, con esa voz grave y pausada que siempre parece llevar consigo la promesa de sabiduría.
Respiro hondo, tratando de encontrar algo de claridad entre el torbellino de emociones que me invade.
—Físicamente... sí, creo que estoy bien. —Miro mi mano, como si necesitara confirmar que todo sigue en su lugar— No obstante, aquí... —Me toco la sien con dos dedos— Aquí hay algo que no encaja. Mis recuerdos... están rotos, incompletos. Es como si... —hago una pausa, buscando las palabras—, como si me hubieran robado una parte de mí.
Dumbledore asiente lentamente, su mirada fija en mí con una intensidad que no resulta incómoda, sino reconfortante.
—Lo que estás sintiendo es una consecuencia natural de la magia que se utilizó para traerte de vuelta, Leah. —Hace una pausa, como si eligiera cuidadosamente cada palabra— La Piedra del Despertar es un artefacto poderoso, pero su magia no es gratuita. Siempre toma algo a cambio.
Mis ojos se abren un poco más, procesando sus palabras.
—¿La Piedra del Despertar? ¿Qué es eso exactamente? —pregunto, mi tono cargado de incertidumbre.
Dumbledore entrelaza sus dedos sobre su regazo, inclinándose un poco hacia adelante.
—Un artefacto antiguo, diseñado para restaurar la vida o el vigor de aquellos que han sido tocados por la muerte. Utilizamos su poder para salvarte, pero... —sus ojos brillan con una mezcla de pesar y orgullo— sabíamos que habría un precio.
Mis manos tiemblan mientras las aprieto contra la tela de la sábana.
—Entonces... ¿Qué precio pagué? —pregunto, mi voz apenas un susurro.
Dumbledore respira hondo antes de responder.
—La piedra toma los recuerdos más recientes del alma que restaura. Los últimos días de tu vida, Leah, ya no son tuyos. —su voz es suave, pero cada palabra golpea como un martillo— Esos momentos se han desvanecido.
Mis ojos se llenan de lágrimas antes de que pueda detenerlas.
Mis últimos días...
Mi mente vuelve a esas piezas faltantes: el baile, las disculpas, los dementores... y esa mirada que Hermione tenía al salir.
Todo parece estar conectado, pero no puedo recordar cómo.
—Eso explica... por qué siento que me falta algo. —murmuro, apretando los puños— Sin embargo, aún no entiendo por qué Hermione y Ron estaban tan... extraños. ¿Qué pasó entre nosotros? ¿Qué es lo que no me están diciendo?
Dumbledore se queda en silencio por un momento, observándome como si estuviera evaluando cuánto decir.
—Eso, querida Leah, es algo que deberás descubrir por ti misma. —me mira directamente a los ojos, con un brillo de sabiduría que no puedo descifrar del todo— Las respuestas están ahí, incluso si ahora parecen fuera de tu alcance. Confío en que el tiempo y tus propias acciones te llevarán a comprenderlo.
Su respuesta no me tranquiliza en absoluto. Antes de que pueda presionarlo más, él continúa, cambiando ligeramente el tema.
—Sé que el estado en el que te encuentras es confuso, tanto física como emocionalmente. —Hace una pausa, como para asegurarse de que estoy escuchando con atención— Pero debo decirte que vayas con cuidado, Leah. Estoy preocupado.
Lo miro fijamente, mi confusión aumentando.
—¿Por qué? —pregunto, temiendo la respuesta.
Dumbledore suspira, su semblante más serio que antes.
—Lo que ocurrió en el baile fue, por decirlo de una manera simple, desafortunado. Sin embargo, hay algo que debes saber... Los dementores no pueden entrar a Hogwarts a menos que alguien dentro les permita el paso.
Mis ojos se ensanchan.
—¿Qué quiere decir? —pregunto, con un nudo en la garganta.
Dumbledore no vacila. Su siguiente declaración cae como una bomba.
—Creo que hay un traidor en Hogwarts.
Sus palabras resuenan en mi mente, casi imposibles de procesar. Intento comprenderlas mientras él continúa, su voz grave y solemne.
—Este traidor permitió que los dementores entraran, y no lo hizo por casualidad. Hubo un propósito detrás de ello, aunque por ahora desconocemos cuál era.
—¿Cree de verdad que hay un traidor en Hogwarts? —pregunto, sintiendo que mi voz apenas me pertenece.
—Aunque me duela admitirlo, así parece. —Su mirada es penetrante, como si buscara transmitir el peso de la situación sin alarmarme demasiado— Es por este motivo que ahora, más que nunca, debemos proceder con cuidado.
Me quedo en silencio, mi mente llena de preguntas sin respuesta. La idea de un traidor en la escuela me perturba.
—¿Qué es lo que le inquieta exactamente? —pregunta Dumbledore al ver mi expresión.
Finalmente, hablo, mi voz cargada de preocupación.
—No termino de entender dónde encajo yo en todo esto.
Dumbledore asiente lentamente, como si esperara esa pregunta.
—Mientras estuviste inconsciente, cosas horribles han sucedido, Leah. Voldemort ya no se esconde en las sombras. —Su tono se endurece al pronunciar el nombre, y siento un escalofrío recorrer mi columna— Y no me extrañaría que una parte de su plan incluyera infiltrarse en Hogwarts.
Al escuchar ese nombre, los recuerdos de aquella noche fatídica en mi infancia se deslizan por mi mente, oscuros y aterradores. Mi voz tiembla cuando hablo.
— Ha dicho... ¿V-Voldemort?
Dumbledore asiente solemnemente.
—Efectivamente. Hace casi dos años, Harry fue testigo de su regreso. Aunque nadie le creyó en ese entonces, la verdad se hizo evidente cuando intentó destruir el Ministerio de Magia. Ahora, su influencia ha crecido, y no hay duda de que está operando más cerca de lo que imaginamos.
Me llevo una mano al pecho, tratando de calmar los latidos frenéticos de mi corazón.
—¿Por qué los dementores? ¿Qué querían? —pregunto, temerosa de la respuesta.
Dumbledore me observa con gravedad antes de responder.
—Los dementores no aparecieron por casualidad, Leah. Su presencia tenía un objetivo claro. Y, me temo, ese objetivo eras tú.
El miedo me invade.
—¿Y-Yo era su objetivo? —pregunto, mi voz casi inaudible.
Dumbledore asiente con gravedad, su expresión más sombría que nunca.
—Me gustaría equivocarme, pero el mismo espía que permitió la entrada de esas criaturas también reveló al Señor Oscuro que usted seguía viva. Es por eso que, ahora más que nunca, debe tener cuidado con quién decide confiar.
Frunzo el ceño, preocupada. La idea de un traidor en Hogwarts me atormenta, y la advertencia del director no hace más que aumentar mi inquietud.
—¿Cómo voy a saber en quién puedo confiar? —pregunto, mi voz cargada de incertidumbre.
Dumbledore me ofrece una sonrisa reconfortante.
—Deje que su corazón la guíe. Observe los actos y las intenciones de quienes la rodean. La verdadera lealtad se revela con el tiempo y las acciones, no siempre al primer vistazo.
Asiento, dejando que sus palabras se hundan en mí.
—Entiendo. Gracias por su consejo, director.
Intento levantarme de la camilla, decidida a salir de la enfermería, pero Dumbledore levanta una mano, deteniéndome con delicadeza.
—Antes de que se marche, Leah, debo decirle una cosa más. —su tono se torna más serio, y sé que no será algo fácil de escuchar— Tiene que ver con su magia antigua.
—¿Qué pasa con ella, director? —pregunto, mi mente llena de posibilidades inquietantes.
Él me observa con paciencia antes de continuar.
—La cantidad de magia que usó para enfrentarse a los dementores esa noche fue excesiva. Su cuerpo no pudo soportarlo. Aunque usamos la Piedra del Despertar para traerla de vuelta, incluso con eso, su cuerpo aún está sobrecargado. Es la razón por la que sus ojos todavía son rojos.
Llevo una mano a mi rostro, recordando mi reflejo en el espejo.
—Así que mis ojos siguen rojos por eso... —susurro.
Dumbledore asiente, su expresión severa, pero llena de preocupación.
—Debo advertirle que, si vuelve a usar esa cantidad de poder sin moderación, no podremos hacer nada por usted. —Su tono es firme, y sus palabras dejan claro el peligro que corro.
Asiento lentamente, comprendiendo la gravedad de la situación.
—Entendido, director.
El director se inclina levemente, como si diera por terminada la conversación.
Me levanto de la camilla con cuidado y salgo de la enfermería, mis pasos lentos mientras mi mente da vueltas sobre todo lo que ha sucedido.
Los pensamientos se arremolinan en mi mente: el traidor en Hogwarts, mis recuerdos, los dementores, la magia antigua que corre por mis venas... No obstante, uno de ellos se queda conmigo más que los otros, persistente como un eco.
Hermione.
Su abrazo cálido, su mirada llena de emociones que no alcanzo a descifrar, las palabras que no dijo, pero que parecían pesar tanto. Algo falta, algo que no logro comprender... y el vacío en mi pecho no hace más que confirmarlo.
❀・°・❀
La sala común de Gryffindor está vacía, apenas iluminada por la tenue luz de las llamas en la chimenea. Hermione entra seguida por Ron, sus pasos rápidos y pesados, como si estuvieran cargados de una tensión que ninguno sabe cómo aliviar.
Apenas cruzan la puerta, Hermione se desploma en el sofá, hundiendo el rostro entre las manos.
Ron la observa en silencio durante unos segundos, sus cejas fruncidas con una mezcla de frustración y preocupación. Cruza la sala y se planta frente a ella.
—¿Por qué le has mentido? —pregunta, su voz cargada de reproche— Hermione, ¿se puede saber por qué no le has dicho la verdad? Por lo que me contaste... es evidente que algo más pasó.
Hermione no responde.
Sus manos continúan cubriendo su rostro, sus dedos temblando ligeramente mientras intenta mantener el control. Pero el silencio de Ron no dura mucho.
—¡No lo entiendo! —insiste, su tono más firme— Sé que Leah es importante para ti, pero ahora parece que estás decidida a apartarla de tu lado. ¿Por qué?
Hermione deja caer las manos, y sus ojos, brillantes por las lágrimas que no puede contener, se fijan en él.
Su respiración se quiebra cuando finalmente explota.
—¡Tú no lo entiendes! —grita, su voz desgarrada— ¡Yo quiero a Leah!
Ron se queda petrificado, su boca ligeramente abierta. La intensidad de las palabras de Hermione lo paraliza.
—¿C-Cómo? —balbucea, buscando confirmar lo que acaba de escuchar.
Las lágrimas descienden por las mejillas de Hermione, mientras su voz se quiebra aún más.
—Leah casi muere por salvarme, Ron. Usó magia antigua aun sabiendo lo peligrosa que es... —se abraza las piernas, apretándolas contra su pecho como si intentara protegerse de su propio dolor— No puedo soportar la idea de que se lastime de nuevo.
Ron, aún sin palabras, se sienta a su lado, pero Hermione no lo mira. Sus brazos están cruzados, y su cabeza descansa sobre sus rodillas.
—Si Leah recuerda todo lo que pasó entre nosotras... hará cualquier cosa por protegerme, incluso si eso significa poner en riesgo su propia vida. No puedo... no puedo arriesgarme a que eso pase. —Su voz es apenas un susurro ahora, pero la angustia en ella es palpable.
Ron finalmente se mueve, envolviendo a Hermione en un abrazo.
Ella no lo rechaza, pero sus sollozos aumentan mientras se aferra a su propio dolor.
—Y más ahora que el Señor Oscuro está de vuelta... —continúa entre lágrimas— Siempre estamos en peligro, Harry, tú y yo. Es como si lleváramos un legado de desgracias sobre nuestros hombros, y no puedo permitir que Leah sufra las consecuencias de algo que nunca pidió.
Ron, aún sosteniéndola, asiente con seriedad, aunque sus ojos reflejan la misma tristeza que Hermione siente. No dice nada más, porque sabe que cualquier palabra sería insuficiente.
En la chimenea, las llamas crujen suavemente, la única testigo del peso de las decisiones que cargan.
Hermione cierra los ojos, intentando contener los sollozos, mientras el dolor en su pecho no hace más que reafirmar lo que ya sabe: mantenerse alejada de Leah será el mayor sacrificio que haya hecho jamás.
╔══❀・°・❀══╗
Me dueleee me quemaaaa </3
Se me rompe el corazón :(
Espero que os haya gustado, no olvidéis dejar un voto en cada capítulo o comentar, me ayuda mucho <3
Gracias por leer.
╚══❀・°・❀══╝
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro