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(15) Pagar el Precio

El sol apenas asoma por las ventanas del aula médica, tiñendo la estancia con una luz tenue que no alivia la tensión en el aire.

Leah yace inconsciente en una de las camillas, su rostro pálido y su respiración lenta pero constante.

Hermione está sentada a su lado, con una mano firmemente entrelazada con la de ella. La preocupación es evidente en su mirada mientras sus dedos tiemblan ligeramente.

—¿Va a recuperarse, director? —pregunta Hermione sin apartar los ojos de Leah, su voz apenas un susurro cargado de emoción.

Dumbledore, de pie al otro lado de la cama, cruza los brazos, su expresión solemne mientras estudia a la joven que descansa frente a él.

—La cantidad de magia antigua que ha utilizado para conjurar ese patronus es inmensa, señorita Granger. Su cuerpo no pudo soportar semejante esfuerzo y colapsó.

Hermione suelta la mano de Leah de golpe, girándose hacia él con incredulidad.

—¿Magia antigua?

Dumbledore asiente con gravedad, su mirada ahora enfocada en Hermione.

—Así es. Leah es portadora de magia antigua. Por su reacción, deduzco que usted no lo sabía.

Hermione baja la mirada, fijándola en Leah de reojo mientras lucha por organizar sus pensamientos.

—No es que no lo supiera... —murmura, su voz quebrándose ligeramente— Leah vino a buscarme hace más o menos un mes. Había tenido un sueño... uno donde hacía daño a alguien por perder el control de su cuerpo. Pensamos que podría estar relacionado con magia antigua, así que investigamos juntas. Sin embargo, como no ocurrió nada extraño después de eso... dejamos que el tiempo actuara.

Cierra los ojos por un momento, sus dedos tensándose contra su regazo.

—Ahora ella está así... Si hubiera hecho algo más, si hubiera insistido en buscar ayuda...

—No se martirice con culpas que no le corresponden, señorita Granger. —interrumpe Dumbledore con suavidad— La magia antigua es una fuerza impredecible y difícil de controlar. No había forma de prever que algo así ocurriría esta noche.

Hermione asiente débilmente, aunque no parece convencida. Su mirada regresa a Leah, y un torrente de emociones lucha por salir de su pecho.

—Voy a... a dejarla descansar. —Susurra, finalmente, su voz temblorosa.

Se levanta lentamente, lanzando una última mirada a Leah antes de girarse hacia la puerta.

❀・°・❀

La biblioteca está en completo silencio, salvo por el susurro de las páginas que Hermione pasa con rapidez.

La luz tenue de la tarde se cuela por los ventanales altos, bañando los montones de libros apilados frente a ella. Tiene el rostro pálido y los ojos cansados, con profundas ojeras que delatan días de insomnio. Aun así, sigue adelante, ignorando el peso del agotamiento que amenaza con hundirla.

Han pasado días desde que Leah colapsó, y aún no muestra señales de despertar.

Hermione no ha dejado de visitarla ni un solo día. 

Cada vez que entra y ve su cuerpo sobre la camilla, algo dentro de ella se rompe un poco más. No obstante, cuando no está junto a ella, está aquí, en la biblioteca, buscando desesperadamente respuestas, convencida de que en algún rincón olvidado de estos libros antiguos encontrará una solución para despertarla.

Dumbledore le ha pedido discreción. El incidente con Leah y la magia antigua es un tema delicado, y por el momento, nadie más está al tanto, ni siquiera la gente más cercana de Leah.

Sus compañeras de habitación la detienen constantemente en los pasillos con preguntas sobre su paradero. Hermione siempre responde lo mismo: que Leah está ocupada, que todo está bien. Pero no lo está. Cada mentira que les dice se siente como un peso más en sus hombros, uno que la hunde un poco más.

Apenas ha dormido desde que esto comenzó, y cuando Harry y Ron se enteraron, fue porque no pudo más. Harry ofreció su apoyo sin dudarlo, mientras que Ron, con su torpeza habitual, trató de animarla como pudo.

A pesar de sus esfuerzos, Hermione sigue cargando este peso sola.

Ahora, mientras pasa una página más de un libro sobre magia antigua, una voz conocida la saca de su concentración.

—¿Hermione?

Levanta la cabeza, parpadeando con sorpresa al ver a Ron frente a ella. Él la observa con el ceño fruncido, mezcla de preocupación y leve exasperación.

—Llevas días metida aquí... —comienza Ron, apoyándose en el respaldo de la silla frente a ella— Sé que te encanta la biblioteca, pero incluso para ti esto es demasiado. Necesitas despejarte.

Hermione regresa su atención al libro, fingiendo no haber oído del todo.

—Descansaré cuando Leah despierte. Hasta entonces, debo encontrar cómo. Sé que en estos libros está la respuesta.

Ron suspira, se sienta a su lado y, con cuidado, aparta el libro de sus manos.

—Hermione, los médicos ya están trabajando en esto. Ellos saben lo que hacen. No tienes por qué hacerte esto a ti misma.

Hermione recupera el libro de inmediato, abrazándolo como si fuera su única ancla, y lo abre de nuevo mientras frunce el ceño.

—Ron, te agradecería que me dejaras sola. No puedo perder más tiempo.

Su amigo la mira durante un momento, sus labios apretados mientras decide si insistir.

Finalmente, suspira y dice:

—Yo solo me preocupo por ti y quiero ayudarte...

Ella lo ignora, pasando su dedo índice sobre las líneas del libro, inmersa en la lectura. De pronto, sus ojos se detienen en un fragmento, brillan de emoción contenida, y se pone de pie con brusquedad, cerrando el libro.

—Si tanto quieres ayudarme, acompáñame al Bosque Prohibido esta noche.

Ron levanta las cejas, sorprendido.

—¿El Bosque Prohibido? ¿Estás hablando en serio?

Hermione, todavía releyendo mentalmente el fragmento, asiente con firmeza. Levanta el libro y recita en voz alta las palabras que parecen haberle dado esperanzas:

"Solamente hay una cosa tan antigua como la magia arcaica, y esto es el Manantial Sagrado."

El desconcierto en la cara de Ron es evidente, pero antes de que pueda responder, Hermione lo mira con determinación.

—Esa es nuestra única opción. La piedra del despertar, si está ahí, puede ayudar a Leah.

Ron deja escapar un largo suspiro, pero finalmente asiente, resignado.

—Está bien, pero espero que sepas lo que estás haciendo...

❀・°・❀

La tensión es palpable mientras Ron sigue a Hermione a través del Bosque Prohibido. Las varitas de ambos iluminan el estrecho sendero. El aire frío cala hasta los huesos, y cada crujido de ramas o murmullo del viento parece un susurro de advertencia.

Hermione camina al frente, decidida, con el ceño fruncido y los labios apretados. Ron, un par de pasos detrás, intenta mantener la calma, aunque su mirada recorre el entorno con evidente inquietud.

—El Bosque Prohibido es todavía más peligroso por la noche. —murmura Ron, rompiendo el silencio que pesa entre ellos— ¿Estás segura de que ese manantial tiene lo que necesitas?

Hermione suspira, una mezcla de frustración y cansancio. Sin dejar de avanzar, responde como quien explica algo por enésima vez:

—Sé que es una leyenda, Ron, pero la piedra del despertar, si realmente está en el manantial, podría ayudar a Leah.

Ron frunce el ceño, sus pasos disminuyendo ligeramente. Se toma un momento antes de decir, con un tono más serio:

—Leah debe importarte mucho para que arriesgues tu vida así.

Hermione se detiene de repente y se gira hacia él. Hay una pequeña sonrisa en su rostro.

—Leah es una de las personas más importantes que tengo ahora mismo en mi vida. Ella me salvó aquella noche, lo dio todo por mí, y ahora yo voy a darlo todo por ella.

Ron baja la mirada, su expresión se ensombrece por un instante. Murmura en voz baja, casi para sí mismo:

—Ya veo...

Hermione no parece notarlo. Vuelve a girarse y acelera el paso, con Ron siguiéndola en silencio mientras el bosque se hace más denso y oscuro.

Finalmente, llegan al lugar.

El aire frío cede ligeramente, y ante ellos se abre un claro que parece sacado de un sueño.

Una pequeña cascada desciende suavemente entre las rocas, rompiendo el silencio con su susurro constante. El agua cristalina forma un manantial tranquilo, rodeado de musgo brillante. Luciérnagas revolotean en el aire, iluminando el lugar con destellos dorados.

Hermione apunta con su varita hacia el manantial, sus ojos reflejan una mezcla de asombro y alivio.

—Ya estamos aquí. —susurra, dando un paso hacia adelante— Este es el Manantial Sagrado.

Ron observa el lugar con escepticismo, sus ojos recorriendo las aguas cristalinas y las rocas cubiertas de musgo.

—No parece para nada especial, como dices —comenta, frunciendo el ceño— ¿Cómo vamos a saber si la piedra realmente está aquí?

Hermione entrecierra los ojos, pensativa.

—La piedra no quiere que la encontremos. —responde— Debe estar ocultándose, disfrazada de algo que se nos escapa a la vista.

Ron observa el lugar, su mirada, deteniéndose en una pequeña planta de color rojo fuego que crece sobre una roca en el centro del manantial.

—Esa flor... es preciosa. —dice con inocencia, señalándola.

Los ojos de Hermione se iluminan, una chispa de comprensión atravesándola.

—¡Eso es! —exclama, susurrando después para sí misma— Es del mismo color... tal vez...

Levantando su varita, pronuncia en voz firme:

—"Revelio."

Un destello de magia envuelve la flor, que comienza a transformarse ante sus ojos. La planta se disuelve en una pequeña roca brillante, incrustada en el centro de la piedra que la sostenía.

Hermione y Ron intercambian una sonrisa triunfante.

—Eso fue más fácil de lo que esperaba. —dice Hermione, acercándose cautelosamente al manantial.

De repente, el suelo tiembla levemente, un temblor que se intensifica con rapidez.

—¿Qué fue eso? —pregunta Ron, sus ojos llenos de alarma.

Antes de que Hermione pueda responder, el suelo vuelve a temblar, esta vez con una fuerza que los hace tambalearse. El agua del manantial burbujea y salpica, y una forma gigantesca comienza a emerger.

Un trol de roca se levanta lentamente del centro del manantial, con el cuerpo cubierto de musgo y minerales.

Su pecho brilla con una luz intensa: la piedra está incrustada allí, latente como un corazón de fuego.

—Un trol de roca... —murmura Hermione, sus ojos fijos en la criatura— Y tiene la piedra en su pecho.

Ron retrocede un paso, sacando su varita con rapidez.

—Está enfadado. —dice, tragando saliva— Parece que le hemos despertado de una siesta muy larga. ¿Estás segura de que quieres luchar?

Hermione mira al trol con determinación, su varita apuntando firme.

—Debo conseguir esa piedra, pase lo que pase.

La criatura ruge con fuerza, un sonido que resuena como un trueno, haciendo vibrar el suelo bajo sus pies y llenando el aire de una energía opresiva. Hermione no pierde un segundo y apunta con su varita directamente al pecho de la criatura, donde brilla la piedra.

—"¡Bombarda!"—grita con determinación.

Un rayo de luz anaranjada y brillante sale disparado de su varita, silbando a través del aire. El hechizo impacta en el pecho del trol con un estruendo ensordecedor, creando una explosión que envuelve a la criatura en una nube densa de humo y polvo.

Hermione y Ron se cubren el rostro, retrocediendo un par de pasos mientras la explosión sacude el terreno. Por un momento, reina el silencio, y ambos contienen la respiración, esperando ver los resultados.

No obstante, cuando la nube de humo se disipa, el trol sigue allí, ileso. Su pecho resplandece con una luz tenue, y en su rostro pétreo aparece una sonrisa malevolente, burlándose de sus esfuerzos.

Hermione retrocede un paso, su respiración acelerada mientras murmura:

—No... no le ha hecho nada.

El trol ruge nuevamente, un sonido tan poderoso que las hojas de los árboles caen alrededor de ellos como si fuera otoño, y las ramas tiemblan.

Ron, a su lado, no quita los ojos de la criatura mientras pregunta con el ceño fruncido:

—¿Cómo es posible? ¿Cómo ni siquiera ese hechizo pudo afectarle?

Hermione frunce el ceño preocupada, recordando con rapidez algo que leyó en uno de sus libros.

—Los troles de roca... son mucho más resistentes de lo que pensaba. —responde en voz baja— Sin embargo, deben tener algún punto débil...

Mientras su mente trabaja frenéticamente, no se da cuenta de que el troll empieza a avanzar hacia ella con una rapidez sorprendente para su tamaño. Sus enormes pasos hacen temblar el suelo, y Ron, alarmado, grita:

—¡Hermione, cuidado!

Hermione levanta la vista justo a tiempo para ver al trol encima de ella, su gigantesco puño levantado en el aire, listo para caer con una fuerza devastadora.

El trol deja escapar un rugido ensordecedor:

—"¡Arggg!"

El puño del trol desciende como una roca de montaña cayendo del cielo. Pero en el último instante, Hermione reacciona instintivamente y apunta con su varita delante de ella.

—"¡Protego!" —exclama, su voz firme a pesar de los nervios.

Una barrera mágica translúcida emerge justo a tiempo, deteniendo el golpe masivo con un estallido ensordecedor. El escudo vibra intensamente por la fuerza del impacto, pero resiste, protegiendo a Hermione de lo que habría sido un golpe letal.

Ron la observa con los ojos desorbitados, mientras el troll retrocede momentáneamente, confundido por no haber aplastado a su objetivo.

—¡Hermione! —exclama Ron, corriendo hacia ella mientras la chica respira con dificultad, su mente ya trabajando en un plan para enfrentarse a esa criatura casi invulnerable.

El trol, con un rugido ensordecedor, agarra un árbol cercano y lo arranca de raíz con una facilidad escalofriante. Hermione y Ron apenas tienen tiempo para reaccionar cuando la enorme criatura lanza el tronco hacia ellos.

—¡Cuidado! —grita Hermione mientras ambos se arrojan al suelo en direcciones opuestas, esquivando el árbol por apenas un par de metros.

Hermione, con la respiración agitada, levanta la vista justo a tiempo para notar algo crucial: cuando el trol lanzó el árbol, inclinó la cabeza lo suficiente para dejar su nuca expuesta. A diferencia del resto de su cuerpo, cubierto por gruesas placas de roca, esa área parece sorprendentemente vulnerable.

—¡Ron! —llama, señalando al trol mientras este se reincorpora, gruñendo con más furia— ¡Creo que lo tengo! ¡Su nuca! Es su punto débil.

Ron la mira incrédulo, pero asiente con determinación.

—De acuerdo... aunque espero que sepas lo que haces.

Con un movimiento rápido, Ron apunta su varita hacia la criatura.

—¡Expulso! —grita, y un rayo de energía azulada impacta en la base del cuello del trol.

La criatura tambalea con el impacto, emitiendo un gruñido de dolor por primera vez.

Hermione sonríe triunfante.

—¡Ha funcionado! —exclama— ¡Definitivamente su punto débil está en la nuca!

El trol, ahora visiblemente afectado, se tambalea por unos segundos antes de enderezarse nuevamente. Esta vez, está más furioso que nunca. Su piedra brillante en el pecho resplandece con una intensidad cegadora mientras ruge con una ira incontenible.

—Eh, Hermione... —dice Ron, retrocediendo un paso mientras el trol lo enfoca con ojos de puro odio— ¿Y ahora qué? Porque parece más cabreado.

Hermione, con el ceño fruncido, repasa mentalmente todos los hechizos ofensivos que conoce. Finalmente, una idea comienza a tomar forma en su mente.

—¡Ron! —le dice rápidamente— ¡No te muevas! Necesito que lo mantengas exactamente en esa posición.

—¡¿Qué?! —grita Ron, nervioso mientras el trol comienza a cargar hacia él— ¿¡Cómo se supone que lo haga?!

—¡Solo hazlo! —responde Hermione, ya levantando su varita, murmurando el hechizo que planea usar mientras se concentra con todo su ser.

El trol corre hacia Ron con la velocidad de un tren desbocado, su puño levantado y listo para aplastarlo. Ron, sin apartar los ojos de la bestia, grita desesperado:

—¿¡Hermione, por cuánto tiempo debo quedarme aquí!?

Al ver que no recibe respuesta, y con el trol prácticamente encima, Ron gira la cabeza y grita nuevamente:

—¡¿Hermione?!

Justo en ese instante, Hermione apunta con precisión hacia su nuca y susurra con intensidad:

—¡Confringo!

Un rayo anaranjado surge de su varita con una explosión atronadora. El hechizo impacta directamente en la nuca del trol, desatando una explosión de fuego y polvo, la cual envuelve a la criatura, que cae al suelo con un gran estruendo.

El suelo tiembla por el peso del trol al desplomarse.

Ron, todavía con el pulso acelerado por la tensión, da un paso cauteloso hacia la criatura y lo observa, preocupado.

—E-¿está...? —pregunta, sin estar completamente seguro de que el trol haya sido derrotado.

Hermione, con los ojos fijos en el trol caído, responde sin titubear.

—Está aturdido. Cojamos la piedra y vayámonos.

Con rapidez, Hermione recoge la piedra brillante.

El objeto, de un color carmesí intenso, parece pulsar con una energía poderosa. Juntos, Ron y Hermione empiezan a caminar hacia Hogwarts, con la piedra en las manos, dejando atrás el oscuro y peligroso bosque.

Al llegar al ala médica, la sorpresa los espera. En la habitación, sentado como si estuviera aguardando su llegada, se encuentra Dumbledore. Su mirada fija y tranquila sugiere que él ya sabía lo que sucedería esa noche.

Hermione, sin perder tiempo, se acerca al director y le entrega la piedra.

Dumbledore la observa con atención, su rostro iluminado por la luz tenue que emite la piedra, antes de decir en voz baja:

—Así que ustedes encontraron la piedra del despertar...

El director observa la piedra con cuidado, sus ojos fijos en su resplandor cálido. Hermione, con un nudo en el estómago, se acerca a Leah, quien sigue tumbada en la camilla, aún inmóvil.

Le toma la mano y le da un suave apretón, como si quisiera transmitirle que todo estaría bien.

—Director, —dice Hermione con voz decidida— sé que la piedra del despertar puede ayudar a Leah. ¿Me permite usarla en ella?

Dumbledore la observa en silencio durante un largo momento, evaluando sus palabras, antes de responder con una leve inclinación de cabeza.

—Efectivamente, la piedra puede ayudar a Leah, pero al ser un objeto mágico encantado... —hace una pausa, mirando a Hermione con una seriedad que hace que un escalofrío recorra su espalda— debes saber que siempre hay un precio por el uso de su magia.

Hermione se cruza de brazos, una sensación de peso en su pecho. A continuación, mira al director con determinación, como si ya hubiera aceptado esa realidad.

—Lo sé. La piedra se queda con los últimos recuerdos vividos de esa persona... —dice, y un nudo se forma en su garganta al pensar en todo lo que eso implica.

Ron, quien había permanecido en silencio, se acerca a Hermione, sorprendido por lo que acaba de escuchar.

—¿Hermione? —dice con una voz baja, pero firme— ¿Estás dispuesta a aceptar esa condición? ¿Incluso si olvida parte de lo que vivió contigo estas últimas semanas?

Hermione lo mira fijamente, el peso de la decisión apoderándose de ella. Un silencio se instala entre los tres, mientras las palabras de Ron resuenan en su mente.

¿Vale la pena el precio a pagar para salvarla?

Con la respiración entrecortada, Hermione baja la cabeza por un momento, como si procesara todo lo que implica esa elección.

Luego, con una determinación renovada, levanta la mirada y responde con firmeza, aunque su voz se quiebre al final:

—Leah me importa demasiado. Voy a hacer lo que haga falta para verla sonreír de nuevo, incluso si olvida esa noche del baile de invierno o si ya no soy yo quien sonríe a su lado... —su voz se rompe, y un nudo se forma en su garganta mientras mira a Leah, aún inmóvil en la camilla.

Ron la observa en silencio, procesando las palabras de su amiga. Su expresión triste, como si comprendiera el sacrificio que Hermione está dispuesta a hacer.

Dumbledore, que ha estado observando la escena con una calma inquebrantable, da un paso adelante y le entrega la piedra a Hermione.

La chica la toma entre sus manos con cuidado, como si fuera el objeto más precioso que ha tocado. La mira con ternura antes de susurrar, casi como una súplica:

—Leah, despierta, por favor.

Con una respiración profunda, Hermione coloca la piedra en el pecho de Leah, quien sigue acostada en la camilla, sin moverse.

Por un momento, no pasa nada. La sala parece sumirse en un tenso silencio, como si todos estuvieran esperando algo que no llega. Pero, de repente, la piedra empieza a brillar con una intensidad inimaginable.

La luz se extiende por todo el cuarto, haciendo que los tres presentes se cubran los ojos, incapaces de soportar el resplandor. Es como si la misma esencia de la piedra estuviera absorbiendo la energía del lugar, liberándola de golpe.

Cuando finalmente la luz comienza a apagarse, todos vuelven a mirar, apenas capaces de distinguir lo que sucede. La piedra, que antes brillaba con una intensidad cegadora, ahora está apagada. Su resplandor se ha desvanecido, transformándose en una simple roca corriente, opaca y gris, que parece no tener nada de especial.

Durante unos segundos, el aire está cargado de incertidumbre. Nadie se atreve a respirar, pensando que tal vez no haya funcionado.

Hermione, con el corazón latiendo con fuerza, siente cómo las lágrimas empiezan a asomarse. La sensación de fracaso es casi insoportable. 

No obstante, justo cuando va a ceder a la desesperación, algo cambia.

Leah, que permanecía inmóvil hasta ese momento, de repente mueve los dedos.

Luego, lentamente y con dificultad, abre los ojos.

El primer destello de luz que emana de ellos deja claro que algo ha cambiado. Sus ojos, antes azules, ahora resplandecen con un rojo intenso, exactamente como el color de la piedra que acababa de colocarse en su pecho.

Leah ha vuelto.


╔══❀・°・❀══╗

Hermione dispuesta a arriesgarse que Leah no recuerde lo que pasó en el baile...

¿Por qué yo no puedo tener una persona como ella? (-_-)

Espero que os haya gustado, no olvidéis dejar un voto en cada capítulo o comentar, me ayuda mucho <3

Gracias por leer.

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