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(14) Luz en la Oscuridad

El ambiente en el baile de invierno es simplemente mágico. 

Las luces flotantes crean destellos que parecen estrellas cayendo suavemente sobre nosotros. La música llena cada rincón del Gran Comedor, haciendo que los murmullos se mezclen con las melodías encantadas.

Pansy sonríe mientras seguimos moviéndonos torpemente por la pista.

—De verdad, lo haces bien. —Su voz suena tranquila, casi cálida.

Resoplo suavemente, sin creerle del todo.

—Si esto es bailar bien, no quiero ni imaginar lo que sería hacerlo mal.

Ella suelta una ligera risa.

—Te subestimas. Además, bailas mejor que yo.

Levanto una ceja, dudando de sus palabras, pero no puedo evitar reírme con ella.

—No es verdad, pero gracias.

—¿Sabes? Nunca pensé que Draco tendría una amiga con la que no intentara competir por todo. —Su tono tiene un toque divertido.

Miro hacia otro lado, intentando ignorar la sensación incómoda que sus palabras despiertan en mí.

—Draco tiene más profundidad de la que muchos creen.

Ella asiente, como si entendiera perfectamente lo que quiero decir, y seguimos bailando al ritmo de la música, aunque mi mente comienza a divagar. 

Mis ojos, como por instinto, buscan a Hermione en la sala.

La encuentro fácilmente. Está sentada en una de las mesas redondas, junto a Ron, con una expresión distante mientras él le dice algo que no alcanzo a escuchar.

—¿Buscas a alguien?— dice Pansy inclinando la cabeza al notar mi distracción.

Trato de centrarme en ella, aunque es evidente que mi atención está en otra parte.

—No, es solo... nada, olvídalo.

Ella no parece convencida, pero no insiste. En cambio, deja que la canción termine y se despide con un gesto elegante.

—Ha sido un placer bailar contigo, Leah. Espero que lo recuerdes como algo positivo.

—Gracias, Pansy. Yo también lo disfruté. —Sonrío sinceramente antes de dar un paso hacia atrás.

Para mi sorpresa, cuando vuelvo a buscar con la mirada a Hermione, solamente encuentro a Ron, quien está solo en la mesa. Su expresión luce preocupada mientras juguetea distraídamente con una copa de vidrio.

La alarma se enciende en mi pecho. Me acerco rápidamente, dejando a un lado cualquier duda.

—¿Ron?

Mi voz hace que levante la vista, sus ojos azules encontrándose con los míos.

—¿Dónde está Hermione?

Ron duda antes de responder, su mandíbula apretándose ligeramente.

—Salió hace unos minutos. Dijo que necesitaba un poco de aire.

La preocupación comienza a crecer.

—¿Salió sola?

—Sí, pero no creo que esté muy lejos. —Su tono es tranquilo, pero algo en su mirada refleja inquietud.

—Gracias. Voy a buscarla.—Asiento, agradeciendo la información.

El castillo se alza majestuoso bajo la luz plateada de la luna, sus torres y almenas proyectando sombras alargadas sobre el paisaje parcialmente nevado. A pesar de la belleza del paisaje, el frío comienza a calar. El aire es cortante, y el aliento se convierte en pequeñas nubes blancas que se disipan rápidamente.

El frío intenta apoderarse de mis pensamientos, pero no puede. Mi mente está fija en encontrarla y buscar respuestas.

¿Por qué se fue así? ¿Qué pudo pasarle? Una inquietud punzante se arraiga en mi pecho. Hermione no es de las que huyen, y eso me preocupa aún más. Tal vez vio algo, o tal vez... tal vez fue por mí.

Miro hacia las sombras que se extienden entre los árboles cercanos y las esquinas del castillo. La oscuridad parece más densa aquí afuera.

"Por favor, que esté bien", pienso mientras mis pasos apresurados dejan marcas en la nieve.

Me detengo por un momento, cerrando los ojos y escuchando. 

Nada. 

Solo el susurro del viento rozando las hojas secas. 

Mis ojos escanean el sendero que lleva hacia el lago. La luna llena, alta en el cielo, ilumina apenas lo suficiente para distinguir el contorno de los árboles y la zona que cubre el agua.

Finalmente la encuentro, está sentada en uno de los bancos de madera cerca del embarcadero, justo donde la luna parece acariciar el lago con su resplandor helado.

Hermione lleva aún su fabuloso vestido, la tela brillando como si estuviera hecha de las mismas estrellas que titilan en el cielo. Sin embargo, su mirada está perdida, fija en el suelo, y su postura encorvada transmite una vulnerabilidad que rara vez muestra.

Sus manos descansan en su regazo, y sus rizos castaños caen desordenados alrededor de su rostro.

Con pasos cuidadosos, me acerco, mi corazón latiendo con fuerza. Al llegar lo suficientemente cerca, susurro:

—¿Mione?

Ella levanta la cabeza de golpe, sus ojos marrones, ahora algo enrojecidos, se clavan en los míos. Por un instante parece sorprendida, como si no pudiera creer que estoy aquí.

—¿Q-qué estás haciendo aquí? —pregunta con una voz que intenta sonar firme, pero no logra ocultar la vacilación.

Sonrío levemente, cruzándome de brazos para no parecer tan nerviosa como me siento.

—Podría preguntarte lo mismo.

La mirada de Hermione se oscurece un poco, volviendo a bajar hacia el suelo. Su expresión cambia, reflejando una mezcla de tristeza y confusión.

—Necesitaba un poco de tiempo sola para pensar... aclarar mi mente.

Desde que la conozco, siempre ha sido así, reservada cuando algo la preocupa.

Suspiro suavemente, y con cautela pregunto:

—¿Puedo sentarme?

Levanta las cejas, sorprendida una vez más por mi pregunta. Luego, asiente con un pequeño movimiento de cabeza.

—Sí, sí... adelante.

Me siento a su lado, la madera del banco está fría, incluso a través de la tela de mi vestido. El silencio se instala entre nosotras, un silencio denso, lleno de palabras no dichas. Miro de reojo a Hermione, que se ha abrazado las rodillas contra su pecho.

Su mirada está fija en el lago, evitando encontrarse con la mía. El reflejo de la luna en el agua parece moverse con el viento, y mi mente se llena de preguntas que no sé cómo formular.

Abro la boca para hablar, pero antes de que pueda decir algo, su voz rompe el silencio:

—No esperaba que vinieras a buscarme.

Parpadeo, sorprendida por su confesión. Me giro hacia ella, inclinándome ligeramente.

—¿Por qué lo dices? —pregunto, genuinamente desconcertada.

Hermione me mira, sus ojos brillan con una mezcla de emociones que no puedo descifrar del todo. Hay algo en ellos, una tristeza que va más allá de esta noche. ¿Duda? ¿Miedo? No estoy segura, pero quiero saberlo.

Finalmente baja la cabeza, su voz apenas un murmullo cargado de culpa.

—Yo... quería disculparme. Soy una tonta a veces, actúo sin tener en cuenta los sentimientos de los demás...

La interrumpo, sin poder evitarlo.

—No digas eso, Granger. —mi voz suena firme, pero suave— Las dos cometimos errores. Yo también lo hice. Cometí el error de apartarte de mi lado y no explicarte las cosas desde el principio.

Mientras hablo, siento cómo mi corazón empieza a latir más rápido, un tamborileo constante que amenaza con delatarme. ¿Es este el momento que he estado esperando? ¿El momento para decirle lo que siento? La duda me atraviesa, pero también una necesidad apremiante de ser sincera.

Bajo la mirada, mis manos entrelazadas en mi regazo como si así pudiera encontrar las palabras.

—Tal vez he tardado mucho en darme cuenta. —admito, mi voz un poco más baja— Estas últimas semanas han sido... muy difíciles. No obstante, necesito sacar esto de dentro de mí...

Respiro hondo, preparándome para lo que viene. No obstante, antes de que pueda decir algo más, siento la calidez de una mano sobre la mía.

Levanto la mirada, sorprendida, y encuentro los ojos de Hermione, que ahora me observa con una expresión serena, aunque hay algo indescriptible brillando en sus pupilas. Su sonrisa me da fuerzas para continuar.

—Yo... necesito confesarte que... —trago saliva, mi corazón palpitando con tanta fuerza que parece que Hermione podría escucharlo.

— Me gustas Granger.

La ligera brisa nocturna juega con nuestros cabellos, como si quisiera envolvernos en un momento que parece suspendido en el tiempo. Hermione abre los ojos sorprendida, su boca entreabierta, pero no dice nada.

Esa reacción, ese instante de incertidumbre, me hace juguetear nerviosamente con mis manos para aliviar la tensión.

Continúo, sin atreverme a mirarla directamente por un momento.

—Tenía miedo de confesártelo porque... eres esa persona que llegó y lo cambió todo para mí. Temía que, si te decía lo que realmente siento, podría arruinar la conexión que tenemos.

Respiro profundamente, y esta vez, cuando levanto la mirada, mis ojos se encuentran con los suyos. La vulnerabilidad que siento al sostener su mirada es abrumadora, pero me aferro a ese instante.

—Sin embargo... lo que más temía era perder la oportunidad de ser honesta contigo.

El silencio que sigue es denso. Es un silencio cargado de emociones, de palabras aún no dichas y sentimientos que flotan en el aire entre nosotras.

—Leah, yo... —Hermione empieza a decir, pero antes de que pueda continuar, levanto una mano y la interrumpo.

—No hace falta que digas nada. —mi voz suena tranquila, pero hay un temblor subyacente que delata mi nerviosismo— Como te he dicho, necesitaba quitarme este peso de encima. Acepto que no sientas lo mismo.

Me levanto del banco, tratando de reunir mi valentía para lo que venga después. No obstante, antes de que pueda dar un paso, siento cómo su mano atrapa la mía con firmeza. Me detengo, sorprendida, girándome hacia ella.

—¡Leah, escúchame! —exclama Hermione con una intensidad que no había esperado.

La miro, desconcertada. Ella también se pone de pie, colocándose frente a mí con los ojos brillando de determinación.

—Tú también me gustas.

El mundo parece detenerse.

Su declaración resuena en mi mente, una y otra vez, hasta que finalmente logro reaccionar.

—¿Qué? —susurro, atónita, como si no pudiera creer lo que acaba de decir.

Hermione asiente, su mirada bajando un momento antes de volver a encontrarse con la mía. Sus ojos reflejan un torbellino de emociones.

—Y también tengo miedo. —su voz se suaviza, volviéndose casi un susurro— Miedo porque nunca me he sentido así por nadie.

La tristeza cruza por su rostro, pero antes de que pueda decir algo, una sonrisa tímida aparece en sus labios. Aún sujetando mi mano, comienza a jugar con mis dedos, entrelazándolos con los suyos como si buscara consuelo en el contacto.

—Sin embargo... —continúa, su mirada volviéndose más intensa, más sincera— Las cosas más valiosas en la vida están al otro lado del miedo. Y aunque estoy asustada por lo que esto pueda implicar, estoy dispuesta a enfrentar esa incertidumbre por lo que siento por ti.

El aire entre nosotras parece cargado, como si la magia misma del castillo nos rodeara, incitándonos a cerrar la distancia.

Nuestras miradas se encuentran, y como si fuera un imán invisible, nuestros rostros comienzan a acercarse.

Puedo sentir su aliento, cálido contra la fría noche, y mis palabras salen en un susurro, justo cuando nuestros labios están a un suspiro de distancia:

—Eres esa persona que ha iluminado mi mundo. No voy a dejar que nada ni nadie me impida decirte que me gustas más de lo que jamás pensé que sería posible.

Entonces, ese pequeño espacio que quedaba entre nosotras desaparece, y nuestros labios se encuentran.

Es un beso suave al principio, cálido y lleno de una dulzura que no sabía que podía existir.

Hermione, con un gesto casi instintivo, lleva sus manos hasta mis mejillas, acariciándolas con la yema de sus dedos, mientras yo dejo caer las mías a sus caderas, atrayéndola más hacia mí. Nuestros cuerpos se rozan con una mezcla de anhelo y desesperación, como si hubiéramos estado esperando este momento toda una vida.

La brisa nocturna sigue jugueteando con nuestros cabellos, pero todo lo demás desaparece: el frío, el miedo, la incertidumbre...

Solo estamos nosotras dos.

Sin poder evitarlo, sonrío contra sus labios, mis ojos aún cerrados mientras susurro:

—No sabes el tiempo que he esperado este momento.

Hermione se separa apenas unos centímetros, el aliento de ambas entremezclándose en el aire helado. Sus dedos trazan suavemente la línea de mi mejilla, una caricia delicada que hace que mi corazón se acelere aún más.

—Y valió la pena esperar. —Su voz es un susurro cargado de emoción, y sus ojos brillan con algo que no puedo describir.

No obstante, la magia del instante se quiebra de repente. 

Una sensación extraña se apodera de mí: la temperatura a nuestro alrededor desciende bruscamente, tan rápido que puedo sentir cómo el aire se vuelve pesado, helado.

Frunzo el ceño, una incomodidad creciente instalándose en mi pecho.

—¿No tienes mucho frío de repente? —le pregunto, notando cómo mi aliento se convierte en una nube de vapor frente a mí.

Hermione tiembla ligeramente y junta sus brazos alrededor de sí misma, su mirada reflejando una preocupación que coincide con la mía.

—Esto no me gusta nada... —murmura, casi para sí misma— Es un frío muy familiar.

Mi miedo aumenta al escuchar sus palabras. 

Actúo rápidamente, pasando un brazo por detrás de sus hombros para arroparla y darle algo de calor. Pero el malestar no desaparece. De hecho, se intensifica.

Y entonces, los veo.

Desde las sombras del bosque cercano, figuras oscuras comienzan a emerger, flotando con un movimiento lento y antinatural.

Dementores.

Altos y cubiertos con harapos que se agitan en el aire helado, sus cuerpos parecen absorber la luz misma, como si la noche se hiciera más oscura con su mera presencia. El sonido de su respiración, un jadeo terrorífico, llena el aire como una advertencia de muerte.

El frío se hace insoportable, penetrando en los huesos y dejando una sensación de vacío en el pecho, como si arrancaran la felicidad misma de mi alma.

Hermione se aferra a mi brazo, sus ojos buscando los míos con urgencia.

—Leah... —susurra, su voz quebrándose ligeramente— ¿Qué hacen aquí los dementores? No deberían estar aquí... no tiene sentido.

La confusión en su rostro me resulta palpable mientras intenta encontrar una explicación.

—Los dementores solo deberían aparecer si alguien los llama. Pertenecen a Azkaban, la prisión mágica. Son guardianes allí, controlados... en teoría.

Intento concentrarme, pero el frío y la proximidad de esas criaturas nublan mis pensamientos. Miro a Hermione, apretando su mano para captar su atención.

—Agradezco la clase de historia, Granger, pero creo que deberíamos irnos ya. —Mi tono es serio, casi desesperado.

Doy un paso para tirar de ella, pero siento un escalofrío aún más intenso detrás de mí. Algo está demasiado cerca.

Un grito rompe el aire.

—¡Leah, cuidado! —grita Hermione.

Me giro rápidamente, y mi corazón se detiene al encontrarme cara a cara con una de esas cosas. Su forma encorvada y su capucha raída se mueven como si estuvieran hechas de sombra líquida. La criatura levanta una mano huesuda, extendiéndola hacia mí como si quisiera atraparme.

—¡Agáchate! —grita Hermione, y sin pensarlo, me dejo caer al suelo.

"¡Expecto Patronum!"

La voz de Hermione resuena con fuerza, y una luz plateada brota de su varita. Un destello cegador ilumina la oscuridad, tomando la forma de una criatura brillante y majestuosa. 

El patronus de Hermione, una hermosa nutria, avanza con rapidez, ahuyentando al dementor que se retira con un chillido desgarrador.

Hermione me toma de la mano, tirando de mí con urgencia.

—¡Vamos! Tenemos que llegar al castillo. —mientras corremos, ella continúa explicándome con urgencia en su voz— El Patronus actúa como un escudo protector contra los dementores, pero solo los ahuyenta, no los destruye, por eso debemos irnos de aquí.

Intentamos huir, pero el frío se intensifica. Miro a nuestro alrededor y siento una oleada de desesperación. Cada vez aparecen más de esas criaturas. Donde sea que mire, hay sombras flotando, acercándose como una marea oscura.

Hermione se detiene de repente, jadeando, cuando dos de estas terroríficas criaturas nos cierran el paso. El pánico se refleja en su rostro, pero su determinación sigue intacta.

—Leah, corre. Yo los entretendré.

—¡No! —me rehúso de inmediato, plantándome junto a ella.

—¡Leah, no es momento para esto! —Hermione me mira con desesperación, su varita alzada— ¡No dejaré que te hagan daño!

En lugar de apartarme, me coloco frente a ella, mi brazo extendido como si pudiera protegerla con mi propio cuerpo.

—No dejaré que te hagan daño a ti.

Hermione parpadea, confundida.

—¿Qué estás haciendo, Leah?

La determinación arde en mi pecho, un calor que contrasta con el frío que nos rodea.

—Si crees que voy a dejarte enfrentarlos sola, es que no me conoces tan bien como pensaba.

Respiro profundamente, cerrando los ojos mientras intento concentrarme. Busco dentro de mí, en ese lugar donde la magia se siente más intensa, más viva. He practicado este hechizo antes, pero nunca en un momento tan crítico, nunca bajo estas circunstancias.

Siento la magia brotar desde lo más profundo de mi cuerpo, como un río que fluye con una fuerza imparable. Ese poder que corre por mis venas, se activa de forma instintiva, vibrando con una intensidad que casi me quema. La canalizo a través de mi varita, concentrándome en la imagen que necesito: protección, luz, esperanza.

Abro los ojos, y siento cómo el calor invade todo mi ser.

Hermione da un paso atrás, sorprendida. Lo noto por la forma en que sus labios se separan ligeramente, sus ojos fijos en los míos.

—Tus ojos... —susurra.

No me detengo. Apunto la varita hacia los dementores, sintiendo cómo el poder se acumula hasta alcanzar su punto máximo.

"¡Expecto Patronum!"—grito, mi voz resonando con una fuerza.

De mi varita surge una luz roja brillante, intensa y poderosa. Mi patronus, un dragón majestuoso, emerge rugiendo con una fuerza imponente. Toma forma con rapidez, extendiendo alas enormes que parecen abarcar el cielo.

Hermione lo observa, completamente asombrada, mientras la criatura vuela sobre nosotras, iluminando la noche con un resplandor que parece desafiar a la oscuridad misma.

El dragón sobrevuela el área antes de estallar en una explosión de luz cegadora. La onda expansiva se extiende en todas direcciones, arrasando a todos los dementores.

Las criaturas de sombra no tienen tiempo de retroceder ni de huir; se desintegran al instante, reducidos a cenizas que caen lentamente al suelo.

Hermione observa la escena incrédula, su voz temblorosa mientras rompe el silencio.

—P-pero... ¿Qué? Se han desintegrado todos.

Se gira hacia mí, buscando algún tipo de explicación, pero yo no puedo responder. La fuerza que usé me ha agotado.

Mis rodillas ceden, y caigo al suelo, la varita escapando de mis dedos. Todo se siente borroso, distante.

Puedo oír a Hermione gritar mi nombre mientras se arrodilla a mi lado.

Mi última visión antes de que la oscuridad me reclame es su rostro lleno de preocupación, su voz llamándome mientras intenta mantenerme consciente.


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AHHHHHH JNSSNXJNSKJJSXNJNLAKAKX

Por fin se han besadooo JNCCALNLMCCAM

Qué pena que ahora todo se vuelva más oscuro...

Espero que os haya gustado, no olvidéis dejar un voto en cada capítulo o comentar, me ayuda mucho <3

Gracias por leer.

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