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(13) El Baile de Invierno

El sol comienza a descender en el horizonte, tiñendo la habitación con un cálido resplandor anaranjado. Estoy sola, sentada en mi cama, con la mirada perdida en el atardecer que se filtra a través de la ventana.

Pienso en lo que ocurrió anoche con mis amigas, en el dragón de mi Patronus, en lo que Harry me dijo sobre luchar por lo que quiero. Y, inevitablemente, pienso en ella.

En Hermione.

La idea de enfrentarme a las consecuencias de mis decisiones me pesa más de lo que quiero admitir. La veré esta noche con Ron, y aunque sé que no están juntos de verdad, la imagen de los dos bailando y riendo no deja de invadir mi mente.

Respiro hondo, intentando ahuyentar esa sensación. 

"No puedes permitir que esto te controle, Leah," me digo a mí misma, aunque las palabras suenan vacías.

Entonces, un suave toque en la puerta interrumpe mis pensamientos. Me sobresalto, mi corazón acelerándose.

—¿Sí? —pregunto, mi voz más temblorosa de lo que esperaba.

La puerta se abre ligeramente y, para mi sorpresa, aparece Draco. Ya está vestido para el baile, luciendo un traje blanco impecable, con una corbata negra que contrasta perfectamente. Su porte, siempre elegante, parece aún más refinado esta noche.

—¿Leah, se puede saber qué haces? —pregunta con una ceja alzada— El baile empieza en una hora.

No puedo evitar sonreír al verlo.

—Muy elegante vas, Malfoy, ¿no?

Por un momento, sus mejillas adquieren un leve tono rosado. Desvía la mirada, fingiendo indignación.

—Los halagos... —dice, aunque su voz suena algo nerviosa— Guárdatelos para tu futura novia.

Evito mirarlo directamente, su comentario me hace recordar mis propios problemas.

—Draco... esta mañana ya te conté que Hermione y yo no estamos en el mejor de nuestros momentos.

Él suspira, cruzando los brazos mientras me observa con atención.

—Hoy no tendrá más remedio que hablarte. Ya verás cuando vea lo hermosa que vas a ir al baile.

Bajo la mirada, incómoda.

—Sí... tampoco tengo nada que ponerme.

Comienzo a buscar en mi armario, pero solo encuentro camisas, uniformes y ropa que, definitivamente, no sirve para una noche como esta. Draco se aclara la garganta de forma exagerada, llamando mi atención.

—Querida amiga, —dice con una sonrisa autosuficiente— deja de buscar. Por suerte, tengo la solución a tu problema.

Me vuelvo hacia él, frunciendo el ceño.

—¿A qué te refieres?

—Dame un segundo.

Se da la vuelta y desaparece rápidamente, dejándome aún más confundida. Pasan unos instantes, y justo cuando estoy a punto de llamarlo, vuelve a aparecer con algo en las manos.

—Eso no fue un segundo... —comento, riendo ligeramente.

—Venga, cállate y abre esto.

En sus manos, sostiene un paquete cuidadosamente envuelto, adornado con un lazo de terciopelo.

—¿Y esto? —pregunto, tomándolo con curiosidad.

—Mi madre ha querido darte esto como agradecimiento por aguantar a su hijo. Lo trajeron las lechuzas esta misma mañana.

Con las manos algo temblorosas, desato el lazo y desenvuelvo el regalo. Mi respiración se detiene por un momento al ver lo que contiene.

Es un vestido hermoso, de un azul claro que brilla como el cielo al amanecer. Su diseño de palabra de honor es elegante y delicado, con un sutil toque mágico que parece hacer que la tela fluya como el agua bajo la luz.

—Draco, e-esto es demasiado... Yo no puedo...

Él rueda los ojos, como si mi reacción fuera una tontería.

—Bobadas. Con este vestido, Granger no te va a quitar la vista de encima.

Intento protestar, pero antes de que pueda decir algo más, él da un paso hacia la puerta.

—Ahora nos vemos, que me esperan en la pista de baile.

Antes de salir, me dedica una última mirada, su sonrisa traviesa iluminando su rostro. Cierro la puerta, quedándome sola con el vestido entre mis manos. No puedo evitar sonreír mientras paso los dedos por la tela suave, dejando que una pequeña chispa de emoción se mezcle con los nervios.

Me coloco frente al espejo. El vestido azul abraza mi figura con elegancia. Me acomodo el cabello y aplico un poco de maquillaje: un toque de rubor en las mejillas, un sutil delineado en los ojos y un brillo natural en los labios.

Por un momento, casi ni me reconozco.

—Supongo que Draco tenía razón —murmuro para mí misma.

Cuando Araminta irrumpe en la habitación, ni siquiera levanto la vista. Estoy demasiado concentrada ajustando la caída del vestido frente al espejo, preguntándome si esto es real o si alguien ha lanzado un encantamiento sobre mí.

—¡Ay, lo siento! Me dejé el bolso aquí —dice ella mientras rebusca en su baúl, moviendo cosas de un lado a otro sin prestar atención.

Justo cuando encuentra el bolso, se gira y se detiene en seco.

—Oh. Dios. Mío. —Su tono me hace girar los ojos antes de que siquiera termine la frase— ¿Quién eres tú y qué has hecho con mi amiga?

Me sonrojo al instante, y mis manos se mueven nerviosamente hacia el borde del vestido.

—No seas exagerada, Araminta —murmuro, intentando desviar la mirada hacia cualquier cosa que no sea su expresión boquiabierta.

Se acerca con una sonrisa traviesa, examinándome como si fuera un raro descubrimiento en una clase de Pociones.

—Sigo sin entender por qué insistes en venir al baile con Ophelia y conmigo. Es evidente que podrías ir con quien quisieras. Mírate.

La sonrisa que se había formado en mis labios se desvanece un poco. Bajo la cabeza, notando cómo el vestido se mueve suavemente con el gesto.

—Con quien quiera... tampoco —murmuro, mi voz apenas audible.

Araminta frunce el ceño, pero antes de que pueda soltar alguna réplica, me agarra de la mano y tira de mí hacia la puerta.

—Venga, nada de dramas esta noche. Nos vamos.

—¿Qué? ¡Todavía no he...! —protesto débilmente, pero ella no me da opción.

❀・°・❀

Cuando llegamos al Gran Comedor, la visión me corta la respiración.

El lugar es completamente diferente. Las mesas largas han desaparecido, reemplazadas por mesas redondas cubiertas con manteles plateados, y en el centro de cada una flotan velas encantadas que iluminan suavemente la sala.

Miro hacia arriba y me encuentro con el techo encantado, donde las estrellas brillan como si hubieran sido puestas ahí solo para esta noche. Es tan hermoso que por un momento me olvido de todo lo que llevo en mi cabeza.

La música mágica llena el aire, y la pista de baile ya está abarrotada de estudiantes riendo, moviéndose al ritmo de la banda que toca en el escenario. Los colores de los vestidos y túnicas forman una mezcla vibrante que parece cobrar vida propia.

—Es impresionante, ¿verdad? —dice Araminta, guiándome hacia una de las mesas cerca de la pista de baile.

Asiento, todavía absorta en los detalles.

—Sí... increíble.

—Olalá, Leah, estás preciosa. Tú también, Araminta —dice Ophelia mientras se acerca con su característico entusiasmo, su vestido verde esmeralda brillando bajo la luz de las velas.

Le sonrío, agradecida por el cumplido.

—Gracias, Ophelia. Tú también estás deslumbrante. Ese color te queda increíble.

Ella gira sobre sí misma, haciendo que la falda del vestido revolotee.

—¿Verdad? Aunque debo admitir que estoy nerviosa. Creo que he pisado la falda al menos cinco veces antes de llegar aquí.

Me río suavemente, pero mi atención se desvía al ver a Selene acercarse desde la entrada del Gran Comedor, cogida del brazo de nada menos que Blaise Zabini.

—Cof, cof... traidora a la vista. —bromeo, dejando escapar una sonrisa maliciosa.

Selene arquea una ceja mientras llega a nuestro lado.

—¿Qué insinúas, Leah?

—Que has abandonado al grupo para venir con un acompañante. —replico, alzando las cejas en dirección a Blaise, que sonríe divertido y claramente encantado de estar allí con Selene.

—¿Abandonado? Por favor... —dice Selene con fingida indignación, colocando una mano en su pecho— ...Solo porque algunas de nosotras estamos solicitadas, no significa que haya traición.

—¡Solicitada! —Ophelia suelta una risita mientras toma asiento con nosotras— Por supuesto, Selene. No se te olvide mencionar que Blaise lleva semanas poniéndose de los nervios... querías que te invitara al baile...

Selene hace un gesto despreocupado con la mano, aunque sus mejillas adquieren un ligero tono rosado.

—Bueno, no podía decirle que no, ¿verdad?

Blaise interviene, aún con una sonrisa en los labios.

—Gracias por tu infinita compasión, Selene. Realmente, fue un acto heroico de tu parte.

—Eso creo yo. —dice Selene, levantando la cabeza con un toque de dramatismo antes de guiñar un ojo en mi dirección— Dejando eso de lado, Leah, debes contarnos cómo conseguiste ese vestido. Es un sueño.

Me sonrojo un poco y bajo la mirada hacia el delicado tejido azul claro.

—Fue un regalo de la madre de Draco.

Las tres se quedan en silencio por un segundo antes de que Ophelia hable.

—¿Un regalo de Narcissa Malfoy? ¿Por qué?

—Pues... algo sobre "aguantar a su hijo" —digo con una sonrisa nerviosa, recordando las palabras exactas de Draco mientras desenrollaba el lazo del paquete.

Selene suelta una carcajada.

—Bueno, ese es el tipo de agradecimiento que quiero recibir por aguantar a mis compañeros.

—Y no solo es hermoso, te queda perfecto —dice Draco desde mi izquierda, tendiéndome la mano con una sonrisa que pretende ser elegante.

Me giro hacia él, arqueando una ceja antes de responder:

—No me tiendas la mano, sabes que soy capaz de caminar por mí misma.

Él pone los ojos en blanco, pero su sonrisa no desaparece.

—Solo intentaba ser caballeroso.

—¿Tratando de impresionar a tu cita? —lo molesto con una sonrisa socarrona.

—¡No! —responde rápidamente, aunque su tono lo traiciona.

— Por cierto, tienes que presentármela.

Antes de que Draco pueda responder, Araminta interviene desde mi derecha, interrumpiendo la conversación con una risita divertida.

—Me temo que tendrás que conocerla después, Leah, porque tu chica acaba de llegar.

—¿Mi chica? —pregunto, desconcertada, siguiendo la dirección que Araminta señala con un movimiento de cabeza.

El aire parece detenerse en mis pulmones cuando la veo entrando en el Gran Comedor con una elegancia que roza lo irreal.

Hermione avanza entre la multitud. Su vestido rosa pálido con detalles de bordados florales en los hombros brilla bajo la luz de los candelabros, y su paso seguro emana una confianza que parece natural, como si estuviera destinada a ser el centro de atención.

—Wow... —murmuro, boquiabierta, incapaz de apartar la mirada.

Ophelia, que está de pie justo detrás de mí, me cierra la boca con un dedo y se ríe.

—Oye, ¿qué haces?

—Debía hacerlo. Estabas empezando a parecer un dementor  con la boca abierta forma de "O"—responde, todavía riendo.

—Sabes que quedándote aquí plantada no vas a conseguir nada, ¿no? —dice Draco con un tono burlesco.

—No creo que deba ir. Seguro sigue molesta por... —comienzo a decir, pero no llego a terminar la frase.

—¡Leah! —dicen todos al unísono, mirándome como si fuera una obligación.

Resoplo, levantando las manos en señal de rendición.

—Vale, vale... ¡Ya voy, ya voy!

Me armo de valor mientras doy los primeros pasos hacia Hermione, pero a mitad de camino no puedo evitar girarme.

Draco, Araminta, Ophelia y el resto me miran con sonrisas cómplices y me levantan los pulgares como si estuvieran animándome en un duelo. Respiro profundamente, tratando de calmar mi corazón acelerado, y me vuelvo hacia mi objetivo, repitiendo en mi mente un monólogo que no termino de decidir.

¿Qué le voy a decir?

"¿Hola, Hermione, estás hermosa, pero también quiero disculparme?" No, demasiado directo.

"¿Podemos hablar? ¿Creo que es hora de arreglar las cosas?" Tal vez eso sea mejor.

Mis pasos me acercan cada vez más, y mi respiración parece sincronizarse con los latidos de mi corazón. La observo mientras habla con un grupo de chicas de Ravenclaw. Su voz es serena, segura, y su sonrisa ilumina su rostro de una manera que hace que todo a su alrededor palidezca en comparación.

La oigo decir:

—Sí, este año el profesor Slughorn imparte Pociones, y aunque es algo excéntrico, su método es efectivo...

Tomo aire, llenándome de determinación, y finalmente hablo.

—Granger, ¿podemos hablar?

Hermione se gira al oír mi voz, y sus ojos se encuentran con los míos. Durante un segundo, parece sorprendida. Sus ojos recorren mi figura, deteniéndose un instante antes de volver a mi rostro.

—Leah... —dice con un tono que no logro descifrar, pero hay algo en su expresión que me desarma.

Por un momento parece nerviosa, pero pronto retoma su compostura.

— Disculpadme un segundo. —dice a las chicas de Ravenclaw, quienes asienten y se retiran con miradas intrigadas.

Y entonces, ahí estamos, cara a cara. El bullicio del Gran Comedor parece desaparecer a mi alrededor mientras trato de encontrar las palabras adecuadas.

—Quería empezar disculpándome por lo del otro día —digo finalmente, con el corazón martillándome en el pecho.

Hermione baja la mirada, sus manos apretando ligeramente las capas de su vestido. Su voz suena suave, casi frágil.

—Yo... debo admitir que me hizo daño, pero entendí que necesitabas tu espacio.

La culpa me asalta al instante, un nudo apretándose en mi garganta.

—Hermione, yo nunca quise... —empiezo, pero ella me interrumpe.

—La verdad es que he estado reflexionando sobre por qué me afectó tanto. —Su mirada se levanta y se encuentra con la mía, firme, pero con una intensidad que casi me desarma—. Y he sacado algunas... conclusiones.

Me quedo sin aliento, sus palabras flotando en el aire como un desafío que no termino de comprender. Abro la boca para responder, pero Hermione no me da oportunidad.

—Sin embargo, me alegro mucho de verte hoy. Puedo notar que estás mejor, y además... —hace una pausa, sus mejillas adquiriendo un leve color rosado, aunque probablemente sea mi imaginación—... Te queda genial ese vestido.

¿Hermione se ha ruborizado? Mi mente intenta procesarlo, pero no estoy segura de si es real o un truco de la luz. Me aclaro la garganta, notando que mi voz sale un poco más temblorosa de lo que esperaba.

—Tú... tú estás preciosa también.

Sus labios se curvan en una pequeña sonrisa, y algo en su mirada parece suavizarse. El bullicio del Gran Comedor parece regresar de golpe, como si el mundo se hubiera puesto en marcha otra vez.

—¿Te apetece bail...? —comienzo a decir, pero mi pregunta queda en el aire cuando una voz llama a Hermione.

—¡Hermione! —Ambas nos giramos sorprendidas.

Ahí está Ron, avanzando con su traje negro y corbata a rayas. Lleva una expresión decidida y, aunque trato de evitarlo, siento una punzada incómoda en el pecho.

—Te estaba buscando. Ahora empieza el baile por parejas, ¿vamos?

Hermione parece dudosa por un segundo, y luego se vuelve hacia mí con una expresión de disculpa.

—Leah, ¿te importa que vaya?

Sacudo la cabeza rápidamente, fingiendo una sonrisa despreocupada.

—No, no, tranquila. Te espero.

Hermione parece aliviada.

—Gracias.

Ron extiende la mano hacia ella, y Hermione la toma con una sonrisa genuina. Juntos avanzan hacia la pista de baile, donde comienzan a moverse con sorprendente gracia al ritmo de la música.

Hay algo casi palpable en la forma en que se miran y en la conexión que parece surgir entre ellos.

Me quedo en mi sitio, observando, aunque no estoy segura de por qué. Una mezcla de emociones se arremolina en mi interior, pero antes de que pueda descifrarlas, una voz femenina me saca de mis pensamientos.

—¿Estás sola?

Me giro y me encuentro con una chica de ojos esmeralda que me mira con curiosidad. Lleva un elegante vestido negro y guantes largos que le dan un aire sofisticado.

—Te he visto aquí sola y no he podido evitar preguntar. Soy Pansy. Pansy Parkinson.

Reconozco el nombre al instante; Draco me ha mencionado a su amiga de la infancia más de una vez.

—Me llamo Leah. Encantada.

—Lo sé. —Sonríe con cierta complicidad— Draco me ha hablado de ti. Somos muy amigos. Así que quería conocer a la famosa Leah.

Me quedo un poco perpleja por su franqueza. Antes de que pueda responder, Pansy me mira con intriga.

—Entonces, ¿sabes bailar?

—¿Bailar? —repito, confusa.

—Te estoy ofreciendo bailar conmigo. —Sonríe más ampliamente al notar mi expresión.

—Ah... —murmuro, algo nerviosa— La verdad es que estaba esperando a Granger para bailar...

Pansy sigue la dirección de mi mirada hacia la pista, donde Ron y Hermione siguen girando al compás de la música.

—Yo creo que Granger está demasiado ocupada para recordar eso.

Miro de nuevo hacia ellos. La conexión que tienen es innegable, y, aunque intento no sentirlo, hay una pequeña punzada que no puedo evitar.

Respiro hondo.

—Entonces, ¿bailamos? —pregunta Pansy una vez más, tendiéndome la mano con paciencia.

Miro su mano y luego a su rostro. Finalmente, asiento, aceptando su ofrecimiento.

—Está bien.

Pansy sonríe con satisfacción y me lleva a la pista de baile, mientras yo trato de dejar a un lado los pensamientos que me atormentan.

Por ahora, solo quiero dejarme llevar por el ritmo de la música.


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Quiero amigas como las de Leah...

Pd: Pansy soy tu fan (^.^)

Espero que os haya gustado, no olvidéis dejar un voto en cada capítulo o comentar, me ayuda mucho <3

Gracias por leer.

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