(12) Patronus
Ophelia y yo caminamos por los pasillos hacia el aula de Pociones.
La conversación es ligera, de esas que flotan en el aire sin esfuerzo, pero mi mente está en otra parte. Aunque intento mantener el ritmo, hay un nudo constante en mi pecho.
—Entonces, ¿qué pasó cuando Hermione fue a buscarte a tu habitación? —pregunta Ophelia con tono casual.
Mi cuerpo se tensa.
Bajo la mirada hacia el suelo, fingiendo no haber escuchado al principio, pero sé que no se dará por vencida.
—Hablamos de nuestras cosas, ya sabes... —murmuro finalmente, intentando sonar despreocupada.
Ophelia me observa por un momento, y su suspiro me confirma que no le he convencido.
—Está bien, Leah. No tienes que decírmelo si no quieres. Solo quería saber si estabas bien.
La calidez en su voz me desarma un poco, pero agradezco que respete mi silencio. Solo asiento, y seguimos caminando.
Llegamos al aula de Pociones, y justo antes de que nos detengamos, Ophelia cambia de tema, con una chispa en los ojos.
—Por cierto, Ron ha vuelto a Hogwarts. ¿Cómo te sientes al respecto?
Algo en mi interior se revuelve. No sé exactamente qué es, pero lo siento como una punzada en el pecho. Respiro hondo, tratando de calmarme antes de responder.
—Me alegro de que haya vuelto. Sé que significa mucho para Hermione.
Intento sonar neutral, pero no estoy segura de si lo consigo.
En ese momento, giramos el pasillo, y allí están ellos: Ron y Hermione, hablando animadamente frente a la puerta del aula.
Ron me ve primero y me saluda con una cálida sonrisa.
—¡Hola, Leah!
—Hola. —respondo con una sonrisa ligera.
Mis ojos se desvían hacia Hermione, quien simplemente me observa por un instante antes de entrar al aula sin decir una palabra.
El silencio que deja tras de sí pesa más de lo que debería.
Ophelia, al notar la interacción, se inclina hacia mí y susurra:
—Creo que está enfadada contigo. ¿Qué le has hecho?
Sus palabras me arrancan un suspiro.
—Enfadada, no... —respondo, cruzándome de brazos mientras miro a la puerta del aula— ...está dolida.
—¿Dolida?
—Te lo explicaré cuando estemos todas juntas. —añado rápidamente, intentando esquivar más preguntas— Ahora debo reunirme con Potter.
Ophelia frunce el ceño, claramente extrañada.
—¿Con Harry? Pero si se supone que ahora tiene Pociones.—dice Ophelia, aún más extrañada, sus ojos buscando alguna explicación en los míos.
Suspiro, intentando explicarle de alguna forma para que no se preocupe más.
—Es una orden de Dumbledore. —respondo, algo evasiva— De momento no puedo contarte nada más.
Ophelia me observa unos segundos, como sopesando mis palabras. Finalmente, asiente con un gesto resignado.
—Está bien. Confío en que nos lo contarás más tarde.
—Lo haré. —prometo, agradecida por su respeto.
Con eso, Ophelia se despide y entra al aula de Pociones, dejándome sola en el pasillo.
Mientras camino entre los corredores de Hogwarts, los pensamientos me asaltan uno tras otro. Dumbledore dijo que encontraría a Harry en la Sala de los Menesteres, pero hasta ahora, nadie a quien he preguntado parece saber nada sobre esa misteriosa sala.
—¿Dónde se supone que está? —murmuro para mí misma, mirando a mi alrededor en busca de alguna señal.
Mi mente comienza a divagar.
Pienso en Hermione y en cómo debería intentar hablar con ella cuando tenga tiempo. Necesito arreglar las cosas, pero ¿cómo empezar siquiera? El peso de sus ojos llenos de dolor me sigue persiguiendo.
—¡Oye, Leah! Es por aquí.
La voz de Harry me saca de mis pensamientos. Me detengo en seco y lo veo plantado frente a una pared de piedra, con una expresión difícil de descifrar.
—¿Qué? —pregunto, aún un poco desorientada por mis propias cavilaciones.
—La entrada está detrás de mí —dice Harry, señalando la pared con un leve movimiento de la cabeza.
Frunzo el ceño, mirando fijamente el lugar donde señala.
—¿Sabes que ahí no hay ninguna puerta, verdad? —digo, cruzándome de brazos con incredulidad.
Harry suspira, visiblemente cansado, y me lanza una mirada que parece decir: Ten paciencia.
—Solo observa —responde, sin molestarse en explicarse.
Antes de que pueda replicar, lo veo cerrar los ojos por un momento y murmurar algo para sí mismo. Luego, comienza a caminar frente a la pared, y, como por arte de magia, un arco de piedra con una puerta de madera aparece, brotando como si siempre hubiera estado allí.
Mis ojos se abren de par en par.
—¿C-cómo es posible?
Harry se gira hacia mí, su expresión aún seria.
—Bienvenida a la Sala de los Menesteres —dice, abriendo la puerta e invitándome a pasar con un gesto de la mano.
Cruzo el umbral detrás de él, y mi asombro aumenta al ver la sala en su interior. Es un espacio inmenso, lleno de columnas y decorado con una luz suave que parece provenir de ninguna parte en particular.
La atmósfera es tranquila, pero imponente, como si el lugar estuviera lleno de un poder que apenas puedo comprender.
—¿Qué es esto? —pregunto, casi sin aliento, mientras mi mirada recorre cada rincón.
—Es una sala mágica que se adapta a las necesidades de quien la usa. —explica Harry, cruzando los brazos mientras se detiene en el centro del lugar— La usamos mucho el año pasado para entrenar hechizos, pero puede ser cualquier cosa que necesites que sea.
Mis dedos tocan una de las columnas, tratando de asimilar lo que estoy viendo.
—Es increíble... —susurro, todavía maravillada.
—Lo es. —dice Harry, con un destello de nostalgia en su voz— Sin embargo, hoy vamos a usarla para algo un poco diferente.
Me giro hacia él, mi asombro dejando paso a una mezcla de curiosidad y nerviosismo.
—¿Para qué exactamente?
Harry me observa por un momento antes de responder, y aunque su tono es firme, hay algo en sus ojos que parece más... humano.
—Para que aprendas a invocar tu Patronus.
Me quedo mirando a Harry, tratando de entender lo que acaba de decir.
—¿Un Patronus? —repito, dudosa.
Harry asiente, su expresión algo más relajada ahora.
—Sí, es un hechizo avanzado, pero Dumbledore cree que te será útil para controlar y enfocar tus emociones. —Hace una pausa y añade—: Yo aprendí a invocar el mío en mi tercer año. Fue durante las clases con el profesor Lupin, cuando tenía que enfrentarme a los dementores.
La mención de los dementores me provoca un escalofrío. Los estudiamos durante la segunda semana, son criaturas oscuras y siniestras, que no tienen alma propia, considerados las criaturas más oscuras del planeta.
—¿Por qué es tan importante? —pregunto, intentando comprender.
Harry suspira, cruzándose de brazos mientras me mira.
—Porque un Patronus es más que un hechizo defensivo. Es una manifestación de tus emociones positivas, de los recuerdos que te dan fuerza. Invocarlo significa que puedes usar esas emociones para protegerte, incluso en los momentos más oscuros.
Sus palabras traen a mi mente lo que Dumbledore me dijo aquella noche: "El miedo puede ser nuestro peor enemigo, pero también nuestra mayor motivación si sabemos cómo enfrentarlo".
Asiento, tratando de concentrarme.
—¿Y qué debo hacer?
—Cierra los ojos —dice Harry, su tono más calmado—. Sumérgete completamente en un recuerdo positivo... Uno que te haga sentir feliz y segura, como si nada malo pudiera pasarte.
Respiro hondo y cierro los ojos, intentando encontrar algo que encaje con su descripción. Pero no es fácil.
—Es difícil pensar en un recuerdo positivo ahora mismo... —murmuro, sintiendo la tensión acumulándose en mis hombros.
—Inténtalo. —insiste Harry, con una firmeza que no admite réplica— A veces no es un lugar o un momento lo que te da esa sensación... a veces son las personas que son nuestro lugar seguro. Concéntrate en eso.
Las palabras de Harry se cuelan en mi mente y, sin quererlo, las imágenes comienzan a tomar forma. Pienso en Ophelia, Selene y Araminta, en las risas compartidas en nuestra sala común. Pienso en Draco, en los momentos de sinceridad que compartimos, cuando parecía que el mundo podía detenerse por un instante.
Inevitablemente, mi mente vuelve a Hermione. A su voz suave, a su calidez cuando me abrazó la otra noche, a cómo sus ojos reflejaban una preocupación tan profunda que parecía traspasar mis propias barreras.
Un nudo se forma en mi garganta, pero también una chispa de algo más.
Algo cálido.
—"Expecto Patronum..." —murmuro, sin abrir los ojos.
La varita en mi mano comienza a vibrar levemente, y siento que algo dentro de mí intenta salir a la superficie. La energía que se acumula es intensa, casi abrumadora, pero al mismo tiempo, reconfortante.
Abro los ojos de golpe, sintiendo el aire arremolinándose a mi alrededor. Mi respiración es entrecortada, como si acabara de despertar de un sueño profundo, y un destello de luz roja ilumina la sala frente a mí.
Un calor extraño comienza a propagarse desde mi pecho hacia mis ojos, que ahora parecen arder. Instintivamente, llevo una mano a mi rostro, intentando calmar la sensación, pero no desaparece.
—¿Tus ojos...? —dice Harry, observándome con atención.
Lo miro confundida, pero antes de que pueda responder, el destello rojo de mi varita se intensifica. La luz parece cobrar vida, creciendo con una fuerza que no esperaba. Es como si algo dentro de mí hubiera encontrado una forma de liberarse.
Y entonces, lo veo.
Un dragón imponente, con escamas brillantes que resplandecen con un fulgor carmesí, emerge de la punta de mi varita.
Sus alas batientes llenan la sala de un viento cálido mientras vuela con gracia alrededor de las columnas. Mis labios se entreabren por la sorpresa, y mis pies se mueven un paso atrás instintivamente.
Harry, a mi lado, está petrificado, observando al dragón con una mezcla de asombro y análisis.
—¿Eso es... normal? —pregunto, todavía con la mirada fija en la majestuosa criatura que ahora sobrevuela nuestras cabezas.
El dragón emite un suave rugido, como si respondiera a mi pregunta, antes de disminuir su tamaño y descender hasta quedar a pocos metros de nosotros.
Harry, todavía perplejo, dice en voz baja:
—No... no lo es...
Me vuelvo hacia él, esperando una explicación.
—El Patronus suele ser una figura translúcida, hecha de un resplandor plateado... —explica, todavía sin apartar la mirada del dragón— Sin embargo, es la primera vez que veo uno así de poderoso. Y definitivamente, la primera vez que veo uno rojo.
—¿Por qué es diferente? —pregunto, sin apartar la mirada del dragón, que ahora parece observarnos.
Harry respira hondo, pensativo.
—Quizá tenga que ver con tu conexión con la magia antigua. La intensidad del color y la forma tan definida podrían ser una manifestación de ese poder.
El dragón, ahora más pequeño, se aproxima lentamente hacia nosotros, y Harry lo estudia con atención.
—Además, —continúa— los dragones están profundamente vinculados a la magia antigua. Son símbolos de fortaleza, de poder, y de un vínculo único con lo arcano. Tal vez esta es la forma que tiene tu magia interior de mostrarse a ti.
Sigo observando al dragón, maravillada por su magnitud, su fuerza... y su belleza.
Algo dentro de mí se siente inexplicablemente conectado a él, como si fuera una extensión de mi propio ser.
—Ahora entiendo por qué la gente te llama "el Elegido". —digo, rompiendo el silencio con una sonrisa. Miro a Harry, cuyo rostro finalmente parece relajarse un poco— Tienes respuestas para todo.
Él deja escapar una pequeña risa, una que parece sincera por primera vez desde que lo conocí.
—No te creas. La que siempre tiene respuestas para todo es Hermione.
La mención de su nombre provoca un leve tirón en mi pecho, pero lo ignoro, dejando que el momento sea dominado por el dragón que sigue volando a nuestro alrededor.
El dragón carmesí da un último giro en el aire, su silueta brillante disminuyendo gradualmente hasta que desaparece por completo, dejando la sala de los menesteres en silencio.
Harry rompe el momento.
—Por cierto, Leah, ¿has hablado con ella?
Lo miro, intentando descifrar a quién se refiere, pero su expresión me lo deja claro antes de que lo diga.
—¿Con quién? —pregunto, fingiendo interés casual.
—Con Hermione.
Mi pecho se encoge ante el sonido de su nombre, pero logro mantener la compostura.
—¿Por qué lo dices?
Harry cruza los brazos, como si estuviera sopesando si debería continuar. Al final, se decide.
—Va a ir con Ron al baile de invierno. —Su tono es neutral, pero sus palabras son como un mazazo inesperado— Ron la vio bastante afectada y le propuso ir juntos, solo como amigos. Dijo que así podría desconectar un poco. Al principio ella estaba dudosa, pero al final aceptó. Irán mañana.
La mención del baile y la imagen de Hermione con Ron me golpean como un hechizo descontrolado. Bajo la mirada, incapaz de ocultar mi reacción, sintiendo cómo mi pecho se llena de un peso incómodo.
—Oye, ¿estás bien? —pregunta Harry, dando un paso más cerca.
—Sí... —respondo, aunque mi voz apenas sale como un susurro— Es solo que... no esperaba que fuera con él.
Harry ladea la cabeza, sus ojos entrecerrándose como si estuviera intentando descifrar un acertijo complicado.
—Leah... —dice lentamente— ¿qué hay entre Hermione y tú?
El calor sube a mis mejillas, y sin darme cuenta, me envuelvo con mis propios brazos, buscando un refugio que no encuentro.
—No lo sé... —admito, con un hilo de voz— Es difícil de explicar.
Harry se queda en silencio por un momento, como si estuviera decidiendo si debería seguir con la conversación o no. Finalmente, habla, su tono más suave de lo habitual.
—Yo... debo admitir que tenía ciertas dudas contigo al principio... —levanto la mirada hacia él, sorprendida, pero Harry continúa antes de que pueda responder— Por ser amiga de Malfoy, y todo lo que ha pasado... Voldemort, las circunstancias. No obstante, Hermione siempre me ha dicho que no eres una mala persona. Desde que te conoció, lo supo.
Sus palabras se quedan suspendidas en el aire, resonando en mi interior.
—Yo la creo. —añade, con un toque de firmeza— Hermione es mi mejor amiga. La conozco, y sé que cuando cree en alguien, tiene sus razones.
Trago saliva, sin saber qué decir.
—Así que... —prosigue, con una pequeña sonrisa que casi pasa desapercibida— te voy a dar un consejo. Si de verdad quieres algo, tienes que luchar por ello.
Sus palabras me llegan a mí con una fuerza devastadora.
—Harry, yo no sé si...
Él levanta una mano, interrumpiéndome con calma.
—Eso es todo por hoy. —sonríe de nuevo, esta vez con un aire casi cómplice— Debo ocuparme de unos asuntos.
Sin darme tiempo a responder, se da la vuelta y comienza a salir de la sala, dejándome sola con mis pensamientos, el eco de sus pasos, y un corazón que late rápidamente.
❀・°・❀
La noche cae sobre Hogwarts, y el silencio envuelve los dormitorios de Slytherin como un manto pesado.
Dentro de nuestra habitación, sin embargo, hay una mezcla de tensión y expectativa. Mis amigas me observan con ojos abiertos como platos mientras intento organizar mis pensamientos, sentada en el borde de mi cama.
—¿Entonces? —Ophelia rompe el silencio, cruzándose de brazos con impaciencia— Nos prometiste que nos contarías todo. ¿Qué está pasando, Leah?
Tomo aire, sabiendo que no hay vuelta atrás.
—Es complicado... pero creo que merecéis saberlo.
—Pues empieza por lo básico. —dice Araminta, inclinándose hacia adelante con los codos en las rodillas— ¿Qué fue todo eso de que tenías que reunirte con Harry Potter? ¿Y qué tiene que ver Dumbledore en esto?
—¿Y qué hay de Hermione? —añade Ophelia— Porque claramente algo pasó entre vosotras.
Selene, siempre la más tranquila, no dice nada. Solo me observa con una leve inclinación de cabeza, como si ya supiera que estoy reuniendo fuerzas.
—Todo está relacionado. —respiro hondo y me obligo a empezar— Hay algo en mí... algo que tiene que ver con magia antigua.
La reacción es inmediata.
—¿Magia antigua? —pregunta Araminta, perpleja— ¿Eso no es solo un mito?
—No lo es. —mi voz es firme, aunque siento el peso de sus miradas.
Continúo antes de que puedan interrumpirme de nuevo.
—Es un tipo de magia muy poderosa y peligrosa, algo que no cualquiera puede usar. Y, aparentemente, está conectada a mí.
—¿Por qué tú? —pregunta Ophelia, frunciendo el ceño.
—Por mis padres. —Las palabras salen antes de que pueda detenerlas, y me doy cuenta de que es la primera vez que digo esto en voz alta— Ellos... eran seguidores de Voldemort.
Un silencio helado llena la habitación.
—¿Qué? —Selene finalmente lo rompe, su voz apenas un susurro.
—Fueron sus seguidores... hasta el final. Pero esa noche, la noche que murieron, Voldemort no vino a matarlos solo por traicionarlo o algo así.
Siento cómo mi garganta se cierra, pero me obligo a continuar
—Alguien le contó que una alma inocente, —mi voz tiembla en esa última palabra— podía ser el recipiente perfecto para contener magia antigua. Y esa alma inocente... era yo.
Selene coloca suavemente una mano sobre mi brazo, su mirada llena de compasión.
—Así que tus padres, a pesar de todo... —empieza, buscando las palabras adecuadas— ¿Murieron protegiéndote?
Asiento lentamente, tragando el nudo que se ha formado en mi garganta.
—Sí. A pesar de todo lo que hicieron, esa noche dieron sus vidas para que Voldemort no pudiera usarme. Sin embargo, eso no cambia el hecho de que yo... —respiro profundamente— Yo soy la portadora de esa magia. Está dentro de mí, y si no la controlo, puedo herir a la gente que me importa.
Mis palabras parecen hundir la habitación en un nuevo silencio.
—Eso es... muchísimo para cargar sola, Leah. —Selene aprieta suavemente mi brazo— ¿Por eso Dumbledore te está ayudando?
—Sí. —miro a cada una de ellas, mi voz volviéndose más seria— Dumbledore y Harry creen que aprender a controlar mis emociones es clave para controlar este poder. Porque si no lo hago... podría ser peligroso.
Araminta se pasa una mano por el cabello, claramente procesando la información.
—¿Y cómo demonios se supone que haces eso?
—Por ahora, me están enseñando a canalizarlo. —evito mencionar el Patronus y los detalles exactos; todavía no estoy lista para compartir todo— No puedo permitirme perder el control. Ni por un segundo.
Ophelia me mira con una mezcla de preocupación y escepticismo.
—¿Y Hermione sabe todo esto?
Miro al suelo, sintiendo el peso de la conversación que aún tengo pendiente con ella.
—No. O al menos, no todo.
—Deberías decírselo. —Selene aprieta mi brazo una última vez antes de soltarlo— Ella se preocupa por ti. Nosotras también. Y si esto es tan grande como parece, no puedes enfrentarlo sola.
Sus palabras me llegan profundamente, pero no respondo de inmediato. En cambio, las observo, dejando que su apoyo silencioso me rodee.
—Gracias, de verdad.
Es todo lo que logro decir.
El silencio en la habitación se siente más cálido después de mi agradecimiento, pero Ophelia, fiel a su naturaleza, no tarda en romperlo.
—Bueno, dejando de lado todo lo complicado por un segundo... —dice, con un tono casi despreocupado, que claramente intenta aligerar el ambiente— El baile de invierno es mañana. Quizás sería un buen momento para relajarte y desconectar un poco.
Intento sonreír, pero la mención del baile me lleva inevitablemente a recordar la conversación con Harry.
Hermione.
Ron.
Todo lo que implica verlos juntos...
Un nudo se forma en mi pecho mientras asiento lentamente, sin confiar en mi voz para responder.
Relajarse, desconectar... Quizás sea más fácil decirlo que hacerlo.
╔══❀・°・❀══╗
El baile se acerca...
Espero que os haya gustado, no olvidéis dejar un voto en cada capítulo o comentar, me ayuda mucho <3
Gracias por leer.
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