El Regalo
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—Hola... ¿Estás sólo? —Inquirió una tierna vocecita curiosa a un desconocido que yacía sentado en el fondo de un callejón poco transitado, con su cabeza, hombros y pecho cubiertos por una larga prenda desgastada—. ¿Puedo acompañarte mientras espero a que lleguen por mí mis hermanos mellizos?
Al no recibir una respuesta, la criatura se le acercó, colocándose a su lado.
—Hoy es mi cumpleaños, y mi familia me ha preparado una gran fiesta —comentó emocionada—. Mis padres son muy buenos y cariñosos conmigo, y los dos se aman muchísimo —prosiguió—. Mi papi es el mejor espía del mundo, y mi mami es la mejor científica de su época.
El extraño continuó en silencio, pero se giró en dirección a la pequeña, como si mostrase interés en sus palabras.
—Por ser mi día especial, mis familiares favoritos lo celebrarán junto a nosotros. De parte de mamá vendrá mi abuelito Optimus, y de parte de papá será mi tío Thundercracker —añadió aplaudiendo con entusiasmo—. Me encanta estar con ellos dos, porque mi abuelo me cuenta historias de cuando era más joven, y mi tío se inventa juegos muy divertidos.
El tipo siguió callado, pero comenzó a hurgarse algo bajo sus trapos, entregándoselo a la menor.
—¿Es para mí? —preguntó ilusionada a su vez que unas chispitas emergían y chocaban entre sí desde los cuernitos en su casco.
Asintiendo, el mech le acarició su cabecita en cuanto desaparecieron las diminutas descargas.
—Es mi obsequio para ti, mi niña —dijo el sujeto, poniéndose de pie—. Eres igual a tu madre y a tu padre. —Sonrió a la vez que sus ópticos rojos intensificaron su tonalidad—. Quizás ellos ya me olvidaron, pero he de asegurarte, querida, que si tú les muestras eso, me recordarán.
Sin más que expresar, el encapuchado emprendió el vuelo dejando sola a la cumpleañera.
—¿Eh?, ¿los conoces?... ¡Espera! —gritó—. Ni siquiera sé tu nombre.
Ignorada por aquel individuo envuelto en misterio, la nena salió de ese rincón contemplando su inesperado regalo, el cual desprendió un brilló metálico una vez fue expuesto a la luz del sol.
—¿Será un broche? —analizó el objeto un tanto perpleja—. Es muy lindo... me gusta su color morado. —Rio contenta, satisfecha con la plaquilla—. Se parece al rostro de papá.
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