Arcano XX: El Juicio
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Entre dos bandos que en un principio proclamasen un objetivo en común, sus actos e ideologías distintas los enfrentarían por el control y la libertad; tal y como lo hiciesen unidos en otra época contra sus opresivos creadores. No obstante, creyéndose sus propios héroes, acabaron convirtiéndose en la sombra de sus antiguos verdugos, pues los frutos nunca caen demasiado lejos de su árbol. Por tanto, acostumbrados al odio y el recelo, aferrados a su necedad de los prejuicios moldeados en el pasado; sin empatía por el resto, ensimismados en sus ambiciones, egoísmos y fanatismos, la lucha era su constante e interminable desahogo; el conflicto su lenguaje, la venganza su meta, la destrucción su inminente final.
Sin embargo, en el ayer existió una voz que les consolidó como especie, hubo alguien que priorizó en su prójimo por encima de sí, y esa voluntad les condujo a la oportunidad de ser más de lo que se veía en ellos. Y así como las estaciones y la vida misma son cíclicas, tal vez una nueva era podría avecinarse pronto para los sobrevivientes de tan ya absurda belicosidad, si es que eran capaces de escucharse mutuamente, sanar esas viejas heridas y perdonar a sus iguales, que sólo eran diferenciados por una banal insignia púrpura o carmesí.
De modo que, un alma cualquiera, sin ser proclamada por nadie, ni augurada por profetas; carente de privilegios, estatus, poder o notoriedad; un número más en la multitud, nacida en una galaxia ajena a la de los titanes de acero; la voz de tal criatura vulnerable y humilde clamaría por la paz de aquellos entes, ya que les amaba como seres pensantes y sensibles, llegándose incluso a enamorar de uno de ellos. Un sollozo sincero de quien entreveía un destino semejante para los suyos, los cuales tampoco aprendían de lo ya vivido. Un fuerte grito de hartazgo de quien decide hacer su parte para renovar al mundo, tras haberse mejorado como individuo. Un llamado a la sabiduría.
Sí bien la solución yace a unos pasos delante de nosotros, dependerá del valor y el desapego de quienes pretendan alcanzarla, el atreverse a dar ese primer paso. Ese paso que lo cambiará todo.
Pero de momento, el pugilato sería inminente, quedándose en suspenso la respuesta...
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Las ráfagas iban y venían impetuosas por ambos flancos, desde y hacia la torre que sobresalía del cuartel submarino. Entretanto, los minicons resguardan a Lunatic en la cavidad techada, manteniéndola oculta, debido a que sus extremidades todavía no se reactivaban por completo.
Por su lado, la sospecha de que algo más ocurría llevó a Soundwave a aventurarse en el fuego cruzado, solicitándole a Thundercracker que él y su comitiva aérea cesasen los disparos. Por desgracia el fragor de la batalla había exaltado el raciocinio de los contrincantes, resultándose en la catástrofe, pues el osado espía terminaría herido, mandándolo a estrellarse detrás de la línea ofensiva; sacrificio que conllevó al sosiego del feroz tiroteo.
Tumbado sobre el puente, tembloroso, Soundwave emitió una resonancia baja en una frecuencia única e íntima como su último recurso para contactar a su amada.
—¿Dónde estás, Amaris?... Respóndeme, por favor.
Tras oír el eco del caballero de cobalto, la femme se reavivó impulsada por aquel susurro; y aun cuando sus piernas continuaban inhabilitadas, ella, al percibir tan cerca su conexión, con la mera fuerza de sus manos se arrastraría por el suelo a su encuentro.
—Sound...wave... —murmuró—. Aquí estoy... ya voy, mi amor.
Los casetes se paralizaron ante la conmovedora y triste escena, contemplándoles en silencio, pasmados atestiguando el instante en que los dedos de la celeste se entrelazaron con los de su abatido caballero, quien al apenas sentirla apretó su unión.
Encarándose los dos, tendidos en aquella fría plataforma metálica, sus ópticos se concentraron fijos en los del otro, y en ese intercambio de miradas, la felicidad de la pareja floreció en una atmósfera aislada, en un lapsus de armonía absoluta.
—Viniste por mí... Gracias.
—Para estar a tu lado... iría a donde sea.
—¿Por qué?
—Porque te busqué durante mucho tiempo... Vacío... inmensamente vacío.
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Avergonzados de su mal proceder, como cybertronianos civilizados, tanto el batallón Autobot como el Decepticon pactaron una tregua eventual para atender las lesiones del caído y aclarar los malentendidos que nacieron por su anterior altercado, como por lo sucedido previo a este.
Por el bienestar de los amantes, los involucrados prometieron guardar en secreto tales acontecimientos; por lo menos de sus camaradas que representasen una amenaza o que tal vez ejercieran represalias al respecto; satisfaciéndose además la petitoria de los mellizos y sus compañeros de partir junto a su superior, el cual les aceptó gustoso, almacenándolos en su cabina.
No obstante, una explosión en la entrada del puente, al unísono de un vocifero de guerra, perturbaron la concordia; y sin despejarse aún el humo, el trueno de un cañonazo destruyó la plataforma, lo que obligaría a todos a dispersarse por los aires; pero una Lunatic incapaz de volar, fue atrapada sana y salva por las palmas del recién ensamblado Superion.
Revelándose el tirano de plata, ignorante de que lo suyos le habían traicionado, por asumir que el desastre en la base fue causado por la intromisión de sus adversarios, Megatron ordenó a sus guerreros que recuperasen a su rehén. Sin embargo, el astuto Scrapper le enfatizó a su líder su evidente desventaja al no encontrarse disponibles sus colegas para transformarse en Devastator; apoyándolo Onslaught con el pretexto de que la detonación sólo consiguió complicarles el asunto, ya que anuló la salida de refuerzos.
Frustrada su maniobra en consecuencia de su fatal error, Megatron, furioso, se rehusó a rendirse tan fácilmente, disparándole a diestra y siniestra a Superion.
A pesar de que sus impactos no surtiesen un gran efecto, el Decepticon dio en el blanco tras atinarle en las manos al gigante, provocándole soltar a la femme, quien se precipitó rumbo al océano; intervalo que Megatron aprovecharía para tratar de agarrarla. Mas unos certeros y sorpresivos tiros en su espalda dañaron sus circuitos de vuelo, enviándolo a sumergirse en la profundad de las aguas.
Para extrañeza de los presentes, el heroico asalto no provino de ninguno de ellos, sino de un inadvertido soldado que esperó el minuto exacto para consumar su movida maestra.
Frenada su caída por el amparo de uno brazos ajenos a los de su Conjux o su guardaespaldas, Lunatic fue salvada por un sonriente y confianzudo Blitzwing.
—Tranquila, lindura. —Carcajeó burlón—. Aunque arriesgarme a rescatarte te costará una módica recompensa —alardeó Blitzwing, plantándole en sus labios un tremendo beso a la celeste.
El agravio que recibió Soundwave por la licenciosa calentura del desquiciado tanque alado con su Sparkmate, le valió a este una serie de severos reproches; pero el muy descarado se lo tomó con gracia y humor alegando que había valido la pena, escudándose de paso que sus razones para socorrerla fueron a consciencia de sentirse culpable y como un estúpido cobarde cuando la torturaron con los electroshocks; y quizás por un caprichoso antojo personal que ni él supo explicarse.
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Concluida la pesadilla, Lunatic echó un vistazo al crepúsculo desde la costa próxima a su mansión, para enseguida adentrarse en las olas del mar.
—¿En qué piensas? —le preguntó Soundwave, posicionándose a su costado en un sutil intento por indagar en los misterios de su mente.
—¿Eh?... pues, a decir verdad. —Sonrió—. Simplemente reflexiono el cómo las ondas que empujan la espuma en la arena se originaron más allá de lo que mis ojos ven. En un punto desconocido, se inician diminutas, expandiéndose a distancias y rincones ilimitados. Cada vez más grandes... cada vez más fuertes... Ya sea por las gotas que caen del cielo en las lluvias, o por los terremotos que sacuden el lecho marino; fluyen sin detenerse, adaptándose, cambiantes e impredecibles —suspiró con calma y alivio—. Y al final, sin darse cuenta, desembocan en algo más hermoso y admirable de lo que jamás hubiesen imaginado.
—¿Y eso qué significa? —Inquirió el azulino ladeando su procesador un poco confuso.
—Significa que, ya ha comenzado... Nuestra onda... nuestro eco especial en este bello mundo. Ahora es cuestión de tiempo para que los milagros acontezcan. —Río para sí—. La elección estará en manos de ellos... pero el cambio de consciencia ya está en camino.
—Amaris... eres una lunática —comentó el azulino a la femme, abrazándola por su cintura—. Mí lunática... mí Lunatic Hope.
Así los enamorados partieron a su cubil, para amarse en la privacidad de su hogar, sin las interrupciones de traviesos minicons.
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