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«𝑽𝑬𝑰𝑵𝑻𝑰𝑵𝑼𝑬𝑽𝑬»

— No puedo creer que quieran pasar toda la noche aquí encerrados —comentó Seokjin mientras se colocaba un blazer de color azul—. ¿Este se ve mejor que el negro, verdad?

El rubio se dio la vuelta esperando una opinión de sus queridos —y para nada colaboradores— compañeros de habitación, que no mostraron interés en la pregunta del mayor.

— No quiero asomarme a ese lugar, seguro no le cabrá ni un alma. —expresó el licántropo mientras permanecía con los ojos cerrados, tumbado en su cama.

— Eso es obvio, es el baile —agregó Seokjin, a lo que entornaba sus ojos.

— Pues odio las multitudes, me quedaré en mi jodido dormitorio sin que nadie me perturbe, gracias.

Así es, la noche del baile del fin de curso había llegado a Aestimare. No faltaba más que pocas horas para el inicio de la velada, sin embargo no todos parecían muy emocionados por ese hecho.

— Yo saldré esta noche —habló Hoseok con su vista en la ventana, recibiendo una mirada inquietante por sus dos compañeros.

— ¿Y por qué no vas al baile? —cuestionó el rubio con curiosidad.

— Porque es estúpido.

— ¡No es estúpido! —exclamó el mayor cruzándose de brazos.

— ¿Qué es estúpido? —intervino una nueva voz colándose a la conversación.

Al escuchar todo el barullo, Jungkook había salido del armario con su esmoquin a medio vestir y su cabello enmarañado.

— ¡Hoseok dijo que el baile es estúpido!

El menor abrió sus ojos de par en par, como si hubiese acabado de escuchar un sacrilegio.

— Oh... Hoseok, no creo que el baile sea estúpido.

— Eso fue lo que le dije yo —señaló en apoyo al brujo.

— ¿Saben qué es estúpido? ¡Seguir con esta absurda conversación! —bramó esta vez el más pálido sintiéndose exasperado, y haciendo que todos los presentes en la habitación guardaran silencio.

Dejando de un lado el tema, tanto Seokjin como Jungkook se concentraron en terminar de organizar sus vestuarios y cabellos.

— Creo que el esmoquin azul marino te sienta mejor que el negro —añadió el brujo observando al mayor de los elfos a través del espejo.

— ¿Verdad? Yo también lo creo, me quedaré con este.

Al escuchar una puerta abrirse, todos los presentes giraron en dirección de donde provino el ruido.

— ¿Ya te vas? —quiso saber el de cabellos violetas mirando, a quien ya había abierto la puerta del dormitorio.

— Así es, no volveré tan tarde. Buena suerte en su dichoso baile. —se despidió retirándose del lugar.

[]

Hoseok golpeaba repetida veces el suelo con uno de sus pies, estaba empezando a impacientarse; ya llevaba más de media hora parado en la salida del castillo, esperando en el lugar exacto en donde había planeado encontrarse con el vampiro.

«Si Taehyung no llegaba pronto, todo se iba a arruinar» el castaño resopló, revolviendo su cabello con una de sus manos.

— ¡Lo lamento! Se me hizo tarde.

Hosok volteó y observó preocupado, a quien permanecía con las manos en sus rodillas mientras intentaba regular su respiración.

— ¿Te encuentras bien?

Lo que en verdad quiso preguntar el mayor fue un «¿Por qué diablos tardaste tanto?» pero se quiso ahorrar la perdida de tiempo que le causaría hacer un reproche.

— S-sí. Es que Jimin necesitaba ayuda con su esmoquin, y se negaba a dejarme ir hasta que estuviera listo. —calló, a lo que intentaba tomar aire—. En realidad tuve que escaparme mientras iba a ducharse, seguro ahora debe estar enfadado conmigo.

El elfo dejó escapar una corta risa, a lo que negaba con su cabeza.

— Eso ya no importa. Andando, se nos hace tarde —ordenó tomando la mano del contrario.

— ¿Por qué tienes tanta prisa? —inquirió con curiosidad siguiendo el paso acelerado del castaño.

— Entre menos nos tardemos en llegar, mejor. No todos los lugares cercanos al perímetro del castillo son muy amigables.

— ¿Y a dónde iremos? —cuestionó el más alto.

— ¿Conoces el Lago de las estrellas?

— Oh, he escuchado que es donde aparecen un montón de luciérnagas en la noche. Pero nunca he ido.

— Pues hoy lo conocerás. Amarás ese lugar, te lo prometo —aseguró con una sonrisa temblorosa, afianzando su agarre en la mano del menor.

El azabache asintió animadamente, sin decir más palabra durante el camino.

[🔮]

El sonido de los violines y las liras inundaban el salón principal de Aestimare; en donde todo el alumnado se encontraba ahora reunido, unos danzando, otros en las mesas de comida devorando los bocadillos, y algunos tan sólo charlando... o algo parecido.

— ¿Te han dicho que tu cabello negro resalta aún más el brillo natural de tus ojos, en esta noche?

Una mirada fría y cargada de fastidio fue lo que recibió Soobin, después de haber abierto la boca en un fallido intento de coquetear.

— Apártate de mi vista —ordenó Dawon, dándole un sorbo a su copa de vino.

— Te gusta hacer las cosas difíciles, ¿no es así? Pero no hay problema, yo tengo mucha paciencia, preciosa —sonrió moviendo ambas cejas sugestivamente.

— Pero yo no... —arrastró sus palabras con rabia, pero antes de que pudiera hacer algo, el muchacho frente a ella había sido retirado con brusquedad de la escena.

Soobin frunció su ceño al haber sido tomado por su hombro, de manera repentina, y alejándolo así de la pelinegra, para ahora encontrarse con un chico más bajito que él, de largas alas traslucidas y con el ceño fruncido.

— ¿Qué rayos haces, Soobin? —cuestionó Jimin cruzándose brazos—. Tú fuiste quien me advirtió que era mejor tener distancia de ella.

— Querido, Jimin. ¿Qué es el romance sin un poco de peligro? —sonrió de manera presuntuosa.

— ¿Romance? ¿Estás loco? A esa chica le faltaron segundos para asesinarte con la mirada.

— Estás demasiado estresado, relájate un poco —sugirió palmeando la espalda del más bajo—. Y si me disculpas, tengo que volver por una dama.

Soobin bufó por lo bajo al percatarse de que "su chica" había desaparecido ya del lugar.

— Parece que tu dama, ya se fue —bromeó el sílfide, a lo que recibía una mirada fulminante por parte del menor.

[🔮]

En sólo un parpadeo la escurridiza bruja, ya se encontraba en el pasillo que daba camino hacia la oficina privada del director.

Con sigilo dio cortos pasos suaves hasta llegar a la puerta indicada. Al cerrar los ojos, tomó aire, para luego soltarlo. Varios golpes con fuerza dejó su puño contra la puerta de madera.

— ¡Director Kwon! —gritó con urgencia repetidas veces, para después ver como la puerta era abierta, dejando ver a un hombre de barba blanca y larga.

— Jovencita Jung ¿qué sucede? ¿por qué tanto escándalo? —preguntó preocupado.

— ¡Es urgente! ¡En el salón principal todos se han vuelto locos, todo es un caos!

— Por favor, señorita. Respire y cuénteme con calma que sucede —pidió amablemente a la chica, que parecía encontrarse nerviosa.

— ¡Rayos, fuego, mesas rotas! No sé quién empezó, sólo sé que ahora dos chicos, creo que son magos o brujos, no estoy segura. Pero están atacándose al uno el otro, y todos los demás están muy alterados. —chilló la pelinegra, limpiando las lágrimas que se deslizaban por sus mejillas

— ¿En qué momento sucedió todo esto? —cuestionó escandalizado—. No se preocupe, joven. Solucionaré el problema antes que puedas decir homúnculo —declaró, mientras salía corriendo de su despacho.

— Director, ¿no cree que sería más rápido sólo aparecerse en el salón? —sugirió Dawon, para luego ver al hombre mayor asentir y desaparecer del lugar.

La pelinegra sonrió con altanería, mientras su pie detenía la puerta de la oficina del director. Permitiendo que así esta quedara semiabierta, para finalmente entrar al lugar.

— Eso fue demasiado sencillo —expresó, cerrando la puerta detrás de sí, con su pie—. Muy bien... ¿dónde están esos interruptores? —se preguntó comenzando a recorrer el cuarto con su mirada.

Las comisuras de sus labios se levantaron, al haber hallado detrás de uno de los libros de la estantería, aquello que estaba buscando.

— Verde para la protección del castillo. Rojo para desactivar el escudo que protege el perímetro del instituto. —dijo, releyendo su libreta de apuntes.

El primer interruptor otorgaba resguardo absoluto del castillo, hacia todo lo externo. Todas las puertas de cada habitación, salón, así como también la puerta principal del castillo, quedaban aseguradas. Lo cual querría decir, que cualquiera que se encontrara fuera del instituto podría no podría entrar en él, como asimismo todos aquellos que permanecieran dentro de él, no podrían salir.

Con una facilidad y rapidez, la bruja apretó el interruptor verde, para luego observar a través de la ventana como todo el castillo empezaba a resplandecer, como si de una mina de oro se tratara.

Se giró de nuevo, para ahora apagar el interruptor rojo; pero a diferencia del anterior, este no parecía ceder tan fácilmente.

«Debe de tener algún tipo de seguridad» pensó, antes de que un foco en su cabeza se encendiera.

Puso sus dos manos enfrente del interruptor. Y cerrando sus ojos empezó a recitar un enrevesado conjuro mientras que sus manos despedían ondas de un azul brillante, las cuales aumentaron su intensidad, hasta al punto de provocar que interruptor estallara.

Dawon, apretó sus ojos al escuchar el estruendo del estallido, pero ese último no provino del interruptor.

Se asomó por la ventana, y logró observar como una delgada capa de humo brotaba del suelo de los jardines lejanos. Unos minutos después, ese humo se desvaneció, y con ello sólo el ruido de un imperceptible zumbido inundó cada espacio del castillo.

La bruja en ese momento supo que el trabajo estaba hecho. Bueno, en realidad recién había comenzado.

Finalmente, tomó asiento en la silla del despacho, y colocando sus pies sobre el escritorio, se dedicó a esperar a que los demás cumplieran con su parte. Y que hubieran la menor cantidad de afectados posibles —aunque la verdad, esto último no le importaba demasiado—.

[🛡]

El cuerpo de Seokjin se paralizó unos instantes, al sentir unos brazos rodeándolo por su espalda. Entorno sus ojos y bufó por lo abajo, después de girar el rostro y darse cuenta de quien se trataba.

— Namjoon, ¿qué haces aquí? —cuestionó el rubio, mirando de soslayo como el mencionado se posaba a su lado.

— Quise refrescarme un poco, todo el barullo y la aglomeración, me estaban causando jaqueca—expresó, a lo que cerraba sus ojos, permitiéndose disfrutar de la fría brisa de la noche.

— Mientes —replicó el mayor al ver una sonrisa asomarse en los labios del contrario.

— Tienes razón, sólo te estaba buscando —confesó.

— Namjoon, lo que pasó el otro día...

— ¿Hablas de cuando me besaste? —interrumpió, provocando que las mejillas del más bajo se tornaran rojas.

— ¡Tú también me besaste! —reclamó prevenido a iniciar una discusión.

— Yo nunca dije lo contrario —sonrió ladino acercándose al elfo.

Con cada paso que Namjoon daba, Seokjin retrocedía uno.

— ¿Sabes que estamos en un lugar público? —frunció el ceño, al mirar como el peliplata asentía—. Puede alguien vernos y...

— No me importa.

— ¿No te importa?

El mago dejó escapar una pequeña sonrisa, al notar lo tímido que se estaba comportando el rubio.

— No. —repitió, para después tomar con una de sus manos la cintura del elfo, y acercando su rostro lo suficiente como para rozar los labios ajenos con los suyos.

Pero tan pronto como sus labios empezaron a acompasarse, la burbuja de ambos fue estallada al escuchar el ruido de un golpe en el suelo, seguido de varios quejidos.

— Te dije que tuvieras cuidado.

— ¿De qué hablas? Tú me pisaste primero.

La pareja desvió su atención hacia los arbustos que se movían de un lado a otro, para después observar como fuera de estos caían el joven sílfide junto al chico de cabellos violetas.

— ¿Qué creen que hacen aquí? —preguntó Seokjin cruzándose de brazos.

Ambos jóvenes que se encontraban aún de cuclillas mientras se dedicaban a sacudir la tierra adherida a sus trajes, levantaron la mirada, y sus ojos se abrieron de par en par, al ver la molestia reflejada en los ojos del joven elfo.

— Nosotros estábamos...

— ¡No estábamos espiando! —exclamó Jungkook poniéndose de pie, intentando no lucir alterado.

El elfo arqueó una ceja analizando la situación.

Y Jimin sólo golpeó su frente con la palma de su mano, mientras negaba con la cabeza y miraba al menor con decepción.

— ¿Estaban espiándonos? —preguntó el mago, dirigiéndose al peliazul con una mirada cargada de reproche.

— No me mires de esa manera, no estábamos haciendo nada malo —se excusó desviando su mirada—. Te dije que había algo entre ellos —dijo esto último casi en un susurro dirigido hacia el brujo, a lo que este asentía dándole la razón.

El mayor de todos estuvo a punto de replicar, pero se vio interrumpido al ver como una pequeña bola de pelos saltaba a su brazos.

— ¡Tú, pequeña bestia, vuelve aquí! —ordenó Yoongi, quien venía corriendo mientras intentaba regular su respiración.

— ¿Yoongi? pensé que ibas a pasar toda la noche encerrado en esas cuatro paredes —habló el pelivioleta.

— Lo iba a hacer, pero eso fue hasta que me diera cuenta que fue una mala idea hacer de niñero de esta bestia... —suspiró al fijarse en la mirada filosa del rubio—, de Erwin. El punto es que estaba intentando darle algo de cenar, y de repente aruñó mi rostro y saltó desde la ventana ¡Desde la ventana!

— Comprendo el sentimiento. ¿Ves esta marca? —preguntó Namjoon señalando la cicatriz en su mejilla—. Me lo hizo esa bes... Erwin.

El de piel pálida hubiera continuado con la conversación, sino fuera por Jungkook llamando la atención de todos, llevando su índice a sus labios, exigiendo silencio.

— ¿Por qué nos callamos? —los labios del peliazul fueron cubiertos por la mano del brujo.

— Escuchen, suenan como si acercaran muchas pisadas.

Los ojos de los cinco jóvenes se posaron en la dirección hacia donde había acabado de señalar el menor de ellos. Sus ojos se entrecerraron en un intento de agudizar su visión, logrando distinguir pequeñas siluetas acercándose desde la distancia.

— ¿Qué son esos? —murmuró Jimin.

— Lucen como una manada de elfos.

— Namjoon, esos nos son elfos —aseguró el rubio con preocupación, mientras sus brazos se afianzaba alrededor de su mascota.

Todos fijaron su atención en Yoongi, el cual había adelantado sus pasos.

El licántropo cerró sus ojos, para después abrirlos. Sus ahora brillantes ojos color zafiro, se abrieron ampliamente y sus labios se hicieron en un pequeño círculo.

— Son drows. —afirmó, recibiendo una mirada de asombro por parte de los demás presentes.

Los músculos de sus cuerpos se tensaron y sus corazones se escucharon retumbar: por una extraña mezcla de terror e incertidumbre en su interior.

«¿Qué demonios estaba sucediendo?»

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