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«𝑽𝑬𝑰𝑵𝑻𝑰𝑪𝑰𝑵𝑪𝑶»

— ¿Qué haces despierto tan temprano? —preguntó el licántropo desde su cama.

— Ya ha pasado casi una semana y no sé nada de Erwin. —dijo el rubio desde el otro lado de la habitación mientras buscaba un abrigo en uno de los armarios.

— ¿En serio saldrás a buscar a esa mini bestia ahora?

— No es una bestia, y sí. Voy a salir a buscarlo ahora —respondió con molestia.

Dos golpes secos sonaron en la puerta del dormitorio provocando que todos se miraran entre sí. Yoongi volvió a cubrir su cabeza con su cobertor, Hoseok aún no despertaba, mientras que Seokjin se hizo el desentendido siguiendo con su labor en buscar una prenda para el frío.

Jungkook resopló al ver que ninguno pensaba atender el llamado. Soltó un bostezo y tallando uno de sus ojos se levantó con pesadez de su cómodo colchón.

Los ojos del pelivioleta se abrieron de par en par al ver a la persona detrás de la puerta.

— ¿Namjoon? —preguntó extrañado—. ¿Se te ofrece algo?

— Necesito a Seokjin —dijo observando por encima del hombro del menor—. ¿Lo podrías llamar?

El brujo asintió retirándose unos metros de la entrada para así llamar a su compañero.

— Seokjin, te necesitan en la puerta —murmuró al rubio antes de dirigirse otra vez a su cama.

La mirada de Seokjin reflejó confusión al ver al platinado reclinado en el marco de la puerta.

— ¿Qué haces aquí?

Namjoon parpadeó varias veces al darse cuenta que su mente se había ausentado en los segundos en que estuvo esperando.

El de ojos almendrados observó como el muchacho frente a él quitaba rápidamente la mochila de su espalda para luego abrir la cremallera de esta.

Un grito ahogado salió de los labios del mayor al notar como una pequeña cabecita se asomaba por la pequeña abertura.

— Yo decidí... caminar hace un rato fuera del instituto, y cuando bajé la mirada estaba ahí. —explicó de manera torpe—. Así que pensé que lo mejor era traértelo lo más pronto posible.

Seokjin no dudó en tomar al minino en sus brazos, para luego detenerse en Namjoon. Su mirada lo examinó de pies a cabeza percatándose de los notorios círculos oscuros debajo de sus ojos, sus manos rasguñadas, y botas salpicadas en lodo.

— ¿Seguro que Erwin llegó hacia a ti por su propia cuenta? —preguntó enarcando una ceja.

— Sí, así fue —aseguró.

El elfo no tenía por qué enterarse el hecho de que el menor pasó gran parte de la madrugada buscando a la bola de pelos, al igual que lo hizo los dos días anteriores a eso.

Una leve sonrisa no pudo evitar instalarse en los labios del rubio una vez volvió su mirada a los ojos del contrario.

— Gracias, Namjoon. En serio —dijo sincero.

— No fue nada, ya sabes... era lo mínimo que podía hacer, después de todo él llegó a mí.

Resultaba gracioso para Seokjin notar como el mago insistía en reforzar el mismo hecho una y otra vez.

— Aun así. Te lo agradezco —repitió mientras abrazaba a su pequeño gato.

El más alto asintió bajando un poco la mirada intentando reprimir la sonrisa que amenazaba con brotar de sus labios sin permiso.

— Bueno... es mejor que me vaya, espero que estés más tranquilo ahora con tu bestia de vuelta—se despidió para después desaparecer por el pasillo.

Seokjin giró sobre sus pies luego de cerrar la puerta, para después observar como sus tres amigos ya se encontraban despiertos y sentados en sus respectivas camas, a lo que le dirigían una mirada interrogativa ante la ligera sonrisa y mirada pérdida que aún permanecía en su rostro.

Reaccionó sintiéndose un poco intimidado al percatarse de todas las miradas fijas en él, así que solo añadió un:

— Miren quien está de vuelta —alegremente alzó al felino en sus manos mostrándoselo a los demás.

— Por fin dejaré de escuchar tus sollozos en la noche —bromeó Yoongi recibiendo una mirada fulminante.

— ¡Yo no sollozaba en la noche! —se defendió.

— Claro que sí —agregó el castaño.

— Ah, ¿ahora sí quieres opinar?

— Ya, chicos. No molestemos a Seokjin —suspiró el menor cansado por todo el barullo—. Es bueno tener a Erwin de nuevo —dijo acariciando el pelaje del minino.

[🔮]

— ¿Te has dado cuenta que cada día estamos más solos? —preguntó el más pálido.

El de cabellos violetas lo observó con confusión deteniendo la construcción de su muñeco de nieve.

— ¿Por qué lo dices? —dijo para después tomar unas piedrecitas y ponerlas como ojos en las dos bolas de nieve horizontales.

— Estos últimos días sólo vemos a Seokjin entre clases y en la cafetería. Y Hoseok...

— Hoseok nunca ha sido especialmente unido a nosotros —completó.

El mayor asintió dándole la razón.

— Aun así... este año ha estado más distante que siempre. Me pregunto si le sucede algo.

— ¿Te preocupas por alguien? —inquirió con burla recibiendo una bola de nieve en su rostro—. ¡Auch!

El contrarió entornó los ojos mientras sacudía la nieve de sus manos.

— No seas idiota. Lo conozco hace 3 años, por supuesto que me preocupa... quisiera saber que le ocurre, pero siempre responde que está igual que siempre —suspiró con pesadez—. ¿Qué hay de Seokjin? ¿Sabes dónde está?

— No estoy muy seguro, dijo que iría a dar una vuelta por ahí después de que salimos de la segunda clase.

Jungkook terminó la construcción de su muñeco de nieve mientras era observado por la mirada reprobatoria del mayor.

— La nariz te quedó chueca.

— ¡Claro que no! Mi muñeco quedó estupendo —renegó.

— Está feo.

— Feo te puedo dejar como la otra vez que parecías una zanahoria parlante —murmuró siendo escuchado por el contrario.

— ¿Qué dijiste? —preguntó en un tono de voz amenazante.

— ¡No dije nada!

— Tienes tres segundos para correr. 1... 2...

Reprimió una carcajada al notar como el menor se levantaba a toda prisa para empezar a correr devuelta al castillo.

— Espero que sea sólo un mal presentimiento. —musitó intentando dispersar sus pensamientos para después ir detrás del pelivioleta.

[🗡]

Con un bostezo y un libro en mano una hilera de huellas iban quedando marcadas en la blanca nieve con cada paso que Seokjin daba camino hacia su bosque favorito después de terminar su no tan larga, pero agotadora jornada de clases.

— No puede ser, ¿qué haces aquí? —preguntó el de ojos almendrados.

Namjoon, quién permanecía sentado en uno de los troncos caídos a mitad del bosque, giró su cabeza observando con detenimiento al rubio que permanecía unos centímetros detrás de él.

— Seokjin, que sorpresa verte por aquí.

— No te hagas el desentendido. Este es mi lugar —reprochó.

— ¿Tu lugar? —cuestionó, a lo que empezaba a mirar al suelo de un lado a otro—. No veo tu nombre escrito en ningún lado.

El rubio entornó los ojos dispuesto a retirarse del sitio.

— Oye ¿ibas a leer? —habló de nuevo al mirar el libro en las manos del mayor.

— Sí, pero creo que debo buscar otro lugar después de todo —respondió en un suspiro.

— Puedes quedarte si quieres —vaciló—. No me haría mal algo de compañía... Aunque si no quieres, puedes irte, no me importa.

El elfo observó con extrañes unos segundos al chico sentado frente a él, quien ahora se encontraba trazando con una pequeña rama garabatos en la nieve.

— Como sea, ya me da igual —dijo sentándose junto al peliplata.

— ¿Cómo está Erwin? —preguntó intentando romper el hielo.

— Sólo han pasado un par de días ¿en serio te interesa saber sobre él? —inquirió viendo como el contrario sólo se encogía de hombros—. Bueno, sí, está bien. Aunque no puedo sacarlo muy seguido para evitar problemas.

— Entiendo.

— ¿Y tú? ¿No deberías estar estudiando para los exámenes finales?

— Olvidas que el mejor mago de Aestimare no tiene la obligación de presentar esos exámenes —respondió con una sonrisa altanera.

Un silencio se produjo unos segundos en el que el mayor abría su libro para dedicarse a leer, antes de ser interrumpido por alguien observando —no de manera muy discreta— su lectura.

— ¿Te importa? —inquirió el rubio con algo de molestia.

— No, tranquilo. Puedes seguir leyendo.

El mayor suspiró rendido ante la vista fija del menor en su libro.

— Creo que iré por algo de comer a la cafetería...

— Puedes comer aquí si quieres.

El mago sacó la varita del bolsillo de su túnica, y dejando salir un destello al aire apareció una canasta repleta de manzanas rojas frente a él.

— ¿Ahora puedes hacer aparecer comida? —preguntó animado.

— Desde que cierto elfo lastimó mi orgullo el día en que rostizo mi único almuerzo del día, decidí que era urgente aprender a alimentarme fuera del instituto.

— ¿Así qué te inspire? —dijo con burla.

— Así parece. —respondió irónicamente—. ¿Te quedas o...

— Ya que tuviste la amabilidad de traer comida hasta aquí creo que me quedaré —comentó mientras tomaba una de las manzanas de la canasta.

Una diminuta sonrisa se asomó en los labios de Namjoon mientras observaba de reojo como los labios abultados del rubio se formaban en un tierno mohín, mientras mascaba su manzana con total parsimonia.

«Para de observarlo, idiota.» se regañó así mismo; aun así no desvió su mirada.

— ¿No vas a comer?

El menor dio un pequeño salto en su lugar ante la repentina mirada de Seokjin puesta en él.

«¿Estoy siendo demasiado obvio? Nah.» se dijo intentando mantener la calma.

— No, no me gustan las manzanas. Demasiado desabridas y saludables.

Apuntando de nuevo con su varita la canasta hizo que las rojizas manzanas se convirtieran en esponjosos muffins de chocolate.

Sin más que añadir casi que de un solo bocado engulló todo el postre chocolatoso.

— Comes como un ogro —comentó frunciendo la nariz.

— ¿Qué? —preguntó con la boca llena haciendo que su túnica se salpicara de chocolate—. Rayos, ensucié mi túnica nueva.

Dejando Seokjin unos segundos el desagrado reflejado en su rostro por la escena vista, abrió sus ojos con asombro al notar la brillante capa portaba el mago.

— ¿Cuándo obtuviste la túnica dorada?

Tragó grueso acabando con todo resto del pastelillo en su boca para poder responder correctamente.

— Oh, esta belleza. —respondió observando su vestimenta con orgullo—. Después de ganar el Desafío de hechiceros me convertí oficialmente en un archimago. ¿No es genial?

— Lo es, felicidades —respondió genuino.

— Woah, ¿desde cuándo eres tan cortés?

— ¿A qué te refieres con eso, idiota? Siempre he sido cortés.

Namjoon soltó una carcajada ante el arrebato del rubio, el cual ahora permanecía con el ceño fruncido.

— Es divertido molestarte —sonrió con fingida inocencia.

Seokjin sacudió unos segundos su cabeza y apartando rápidamente su mirada ante un repentino pensamiento que tuvo al ver la blanca sonrisa y los tiernos hoyuelos que se marcaban en las mejillas del contrario.

Unos largos minutos de silencio inundaron el lugar, un silencio en el que solo se escuchaba las ramas del viento chocar, respiraciones acompasadas, y uno que otro ruido proveniente de ambos chicos al triturar con sus bocas sus respectivos postres.

La quietud se vio interrumpida por Seokjin al soltar un estrepitoso estornudo, a lo que refregaba con la mano su nariz ya colorada.

— ¿Tienes frío? —habló de nuevo Namjoon—. Podemos irnos ya, si quieres.

— Sí, creo que es lo mejor —respondió sorbiendo su nariz.

Cuando ambos estuvieron de pie, Namjoon quien ya había avanzado giró su cabeza extrañado al no sentir los pasos del contrario siguiéndole.

— ¿Sucede algo? —cuestionó, observando al rubio que permanecía de pie.

— ¿No nos harás aparecer en el instituto?

— ¿Acaso ahora parezco tu teletransportador personal? —inquirió con burla.

— Yo creí... —balbuceó—. ¡Estamos congelándonos, pensé que era la opción más sensata! —protestó.

El peliplata negó divertido mientras le daba la espalda al elfo que empezaba a hacer una pequeña pataleta en su lugar.

— Vamos Seokjin, al menos déjame pasar otros minutos más contigo. —sonrió satisfecho al recibir un sonrojo por parte del mayor.

El elfo frunció sus labios con molestia, e ignorando las palabras anteriores aligeró su marcha de camino al castillo pasando por el lado de Namjoon, el cual unos segundos después empezó a seguirlo acompañado de una ligera risa... una que ya no resultaba tan molesta para el rubio.






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