
🥀 Capítulo 9🥀
AITOR
—Sé quién eres.
— ¿En serio? —preguntó burlona con una ceja levantada.
— ¿De verdad creyó aquel estúpido que podía ganarme? Supe de sus planes desde la primera vez que pisó esta tierra. —su expresión se volvió seria.
—Sí lo sabias entonces por qué…
—Me gusta jugar. Ser rey te hace colgar la espada y muy pocas veces la utilizas cuando tienes a todos sintiendo devoción hacia ti, y ninguno tan valiente como para enfrentarme o tan estúpido como tu esposo. —quiso atarme que las cadenas y el dolor se lo impidieron.
— ¡Desgraciado! ¡Te mataría sin tan solo...!
— ¿No estuvieras amarrada? Lo dudo mucho, no soy tan fácil de matar como mis hombres. Supe que lograste matar a uno y herir a dos de ellos. Debo admitir que eres buena guerrera pero también eres una mujer de cuna noble —ella apartó la mirada— Dasha Reyn, hija del lord Eddard Reyn. Tu padre fue un cobarde, un traidor, traicionó a su propia gente y vendió a su hija a invasores extranjeros.
Volteó a mirarme.
— ¿“Fue”? ¿No deberías decir “es”?
—Oh, claro, no lo sabes. Los vikingos que sobrevivieron a la batalla saquearon tu castillo y tus tierras, mataron a cada hombre que se opuso y…
—Mi hermana —pronunció con los ojos vacíos.
— ¿Quién?
—Gemma. ¡Mi hermana! ¡Mi hermana, Gemma! ¿¡Dónde está mi hermana?! ¡¿Dónde está mi hermana?! —comenzó a gritar histérica. — ¿¡Dónde está mi hermana!?
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GORKAN
Ese hombre mató a Drakk, lo mató. La ira que estuvo a punto de dominarme, tuve que contenerme. Tarde nos dimos cuenta que no podíamos ganar, todos moriríamos si nos quedábamos y si todos moríamos no habría quien vengara la muerte de mis hermanos.
Todos los que pudimos huir aun estábamos recuperándonos de nuestras heridas, los hombres más fuertes que quedaban estaban por preparar los barcos que quedaban los más rápido que podían para irnos de esta tierra mugrienta. El bastardo quemó más de la mitad de nuestra flota, las dejó hechas cenizas.
Estaba claro que él nos dejaba huir y podía adivinar lo que pasaba por su cabeza, éramos unos cobardes y para mi vergüenza eso era a lo que nos habíamos reducido.
— ¡Drakk está muerto! ¡No tenemos por qué seguir aquí a menos que queramos que nos maten también! —gritó Braken, quien tenía una horrible quemadura en su brazo. Lucia enfermo y débil.
—Nos iremos de inmediato, vengaré a mi hermano pero cuando nos hayamos reestablecido. Recojan todo la comida y oro que puedan sacar del castillo. ¡Vamos, muévanse! —ordené con furia.
Había conseguido algunas heridas nuevas en la batalla, la que más me dolía era la de mi pierna derecha, el traicionero enemigo me había acuchillado con una daga escondida. Drakk está muerto por su propia insensatez, le dije que era demasiado pronto para atacar y no teníamos una buena arma para luchar contra aquella cosa que masacró a gran parte de nuestra gente en segundos.
—Drakk por primera vez fuiste estúpido y descuidado en una batalla. Siempre impulsado por tus deseos.
—Gorkan —miré a Braken, el último amigo que me quedaba y se veía realmente débil. Tenía su ceño fruncido — ¿Te das cuenta de que acabas de dar el permiso para saquear el hogar de nuestra reina?
—Por ella estamos aquí. Con la muerte de Drakk ella dejó de ser mi reina. Ésta tierra me ha arrebatado y quitado a bastantes amigos y hermanos, ahora yo me llevaré algo que quiero. —Sostuve mi espada —Iré por lo que quiero.
Mis hombres invadieron el castillo. Los celtas dieron pelea, pero no se esperaron ni estaban preparados para un ataque de nuestra parte. A pesar de estar magullados aun los superábamos en números. Yo no quería sus joyas o cualquier baratija que escondían entre esos muros.
Había una gema más especial y muchísimo más hermosa que codiciaba para mí. Fui hasta el castillo, iría por aquella muchacha, ella seria mía. Vi los cuerpos tirados en el suelo, las mujeres llorando, me pare frente a una de ella y me miro con hostilidad.
Su ropa estaba desgarrada y su rostro estaba golpeado.
— ¿Dónde está la lady del castillo? —pregunté directamente.
— ¡Bastardos! Le ofrecimos asilo y así nos pagaron. —me reclamo colérica.
— ¿¡Donde esta lady Gemma!? ¡No lo volveré a repetir mujer!
—La pobre niña puede estar siendo violada por tus hombres ahora mismo, como ya hicieron con todas nosotras. —Mi puño se apretó con fuerza en mi espada.
—Mataré a cualquiera que la haya tocado, solo yo he de tocar aquella hermosa joya.
GEMMA
Acaba de salir a la entrada del castillo en compañía de sir Arnal y los gritos comenzaron.
— ¡Cierren las puertas! —gritó el viejo caballero...
— ¡¿Que sucede!?—pregunté asustada y sir Arnal me llevó arrastrada al interior de castillo. — ¡Sir Arnal!
—Debe esconderse mi señora, escóndase y no salga por ningún motivo de la seguridad del castillo. La protegeré con mi vida. ¡Vaya! —me ordenó y sin pestañear empecé a correr pensado en donde esconderme.
Las doncellas del castillo se habían puesto pálidas.
— ¡Escóndanse, deben esconderse! ¡Ahora! —les ordené igual de nerviosa y seguramente tan pálida como ellas.
Subí hasta mi dormitorio, abrí el cajón donde guardaba una daga. Mi corazón latía desesperado, estaba a punto de salirse de mi pecho, las manos me temblaban y la daga se me caía de las manos. Tenía miedo, mucho miedo. ¿Acaso Dasha y su esposo perdieron? ¿Era el rey dragón viniendo por los traidores a su causa?
Contuve las lágrimas que amenazaban con salir, ser una mujer llorosa no me salvaría de ser violada y asesinada por esos hombres afuera de las puertas. Mi respiración era acelerada.
Escuchaba a las mujeres llorar, los hombres que estaban afuera siendo masacrados y no había escapatoria, mis piernas temblaron apreté contra mi pecho la daga de mi hermana, no moriría sin luchar, la puerta de mi dormitorio fue abierta bruscamente y suspiré aliviada al ver el rostro de mi padre.
—Debemos irnos ahora Gemma. —fui hasta sus brazos y juntos salimos del dormitorio, quedaban pocos guardias. Todos corrían y se escondían, mi hermana ¡¿dónde estaba Dasha cuando más la necesitábamos?!
Me negaba a pensar que ella estaba muerta. Estábamos por salir del castillo cuando La espada de otro hombre le atravesó el pecho.
— ¡Padre! —grité y el hombre solo le cortó la cabeza como si nada. La sangre me salpicó en el rostro y me paralice, él solo sonreía.
—Mi botín de guerra al parecer es una hermosa princesa. —dijo al mirarme, se fue acercando y solo escuché la voz de mi hermana en mi cabeza.
«No dejes que nadie abuse de ti, si tienes que escoger solo entierra el cuchillo con fuerza, siempre es bueno apuntar a las bolas»
Fue instantáneo él se acercó y enterré mi puñal con todas mis fuerzas en sus bolas y gritó casi como una mujer. Salí huyendo hacia el interior del castillo corriendo lejos de los hombres que se acercaban. Conocía cada rincón y sabía en qué lugar podía esconderme hasta que el saqueo terminara. Corría por esos pasillos que siempre fueron mi hogar y ahora estaban mancillados de sangre y siendo saqueados.
Las mujeres que conocí desde niña, estaban llorando, escondidas y siendo arrastradas en contra de su voluntad a algún rincón del lugar.
— ¿¡A dónde vas preciosa?! —otro hombre me sujetó y yo comencé a luchar con todas mis fuerzas.
— ¡No! ¡Nooo! ¡Suéltame, desgraciado hare que te decapiten! ¡Maldito! —me arrastró hasta tirarme en el piso, arañé su rostro, golpeó mi rostro con fuerza, rasgaba mis prendas.
Lo vi sacar su miembro de sus pantalones, él estaba por violarme y una espada le corto el cuello, solo sentí alivio. No quería seguir soportando más esto, mi mente colapsó y solo me desvanecía, cerrando los ojos y deseando que mi hermana estuviera aquí conmigo…
Desperté arropada por una suave sabana, estaba en un camarote bastante cómodo y por el movimiento y ruido del mar que se escuchaba, se podía suponer que me encontraba a bordo de una embarcación, miré mi ropa.
Aun usaba mis prendas desgarradas. Me senté, quería comprender ¿qué sucedía? ¿En dónde estaba? Solo recuerdo, a ese asqueroso hombre sobre mí, apunto de violarme y luego nada… me sobresalté al ver entrar a un hombre al camarote.
Reconocí de inmediato esos ojos verdes que se habían vuelto parte de mis sueños y mis pesadillas nocturnas, él al verme no mostró casi ningún gesto, su rostro era serio y duro, no se acercó a mí. Se mantuvo distante, su pecho estaba al aire, no traía puesto ninguna camisa y veía el pecho masculino con algunas cicatrices, llegaba en su cinturón armas y las dejó caer al piso, luego se sentó en una silla que se encontraba frente a la cama y me observaba con atención.
Me estudiaba de la misma forma que lo hacía yo. Nunca lo había hecho antes. Su piel era cobriza, imponente tanto en estatura como en corpulencia. Sus ojos de un color verdoso y su cabello largo y negro que llegaba por encima de sus hombros.
— ¿Qué fue lo que pasó?
—Perdimos, eso pasó —respondió con frialdad.
—Eres la mano derecha del esposo de mi hermana. ¿Por qué nos atacaron?
—Drakk está muerto. Tú hermana está muerta, solo algunos pudimos escapar.
— ¿Por qué me tienes aquí? —pregunté con fingida calma, conteniendo el dolor que deseaba sacar de mi pecho.
—Porque eres mía ahora. Te dije que lo serias, eres mía Gemma. —se acercó a la cama y retrocedí atemorizada. Él puso su mano con ternura en mi barbilla haciéndome mirarle. —Solo para mí.
— ¡Mi hermana era su reina! ¡Les abrimos las puertas de nuestro hogar y nos hacen esto! ¡Me quitaron todo en un día, uno de tus hombres iba a violarme por tu causa!
—Pero no lo hizo. Yo me encargué de que no lo hiciera y ahora está muerto. Tú eres mía, no de otro, seré tu único hombre, se los dejé muy claro a todos los hombres a bordo. —Acarició mi mejilla con ternura. Me aparté de su toque, tenía tanta rabia y asco. —Haré que traigan una bañera y puedas lavarte, descansa ninfa.
— ¡No quiero nada que venga de ustedes, asesinos! —su mirada se oscureció.
—Tu hermana está muerta, tu padre está muerto, tu hogar es cenizas, no tienes a nadie más. Solo yo, soy el único que puede ayudarte.
— ¿Y esperas que me entregue a ti por voluntad propia? —pregunté con ironía —Mí hermana está muerta por culpa de tu amigo que la llevó a una guerra que no podían ganar. Mi padre murió gracias a ustedes, mi hogar es ceniza gracias a ti.
» Por como lo veo tú y tu gente son el único culpable de todas las desgracias de mi vida, yo era muy feliz, todos eras felices hasta que tú y tu gente vinieron a nuestras tierras. ¿Dices que tú eres mi única opción? te equivocas, todavía puedo simplemente colgarme o cortas mis muñecas a la primera oportunidad que tenga para terminar con todo. —él se acercó con ferocidad y se puso sobre mí, mirándome de manera amenazante.
— ¡No te mataras, no lo permitiré! Así tenga que mantenerte vigilada hasta cuando debas ir hacer aguas, no te quitaras la vida, yo soy el único que decide si vives o mueres y ahora no vas a morir Gemma—sentencio con voz dura.
El salió del camarote y en mis ojos ya no había más lágrimas, el dolor que sentía solo lo podía reemplazar con el más puro odio que había sentido en toda mi vida. Ellos me lo quitaron todo, todo fue culpa de ellos. Pagarían lo que habían hecho, no sabía cómo, pero lo harían y me reiría en sus caras.
GORKAN
Salí del camarote con el corazón apretado contra mi pecho, en mucho tiempo no sentía miedo, no sentí miedo de enfrentarme a veinte hombres, no sentía miedo de matar y me aterraba la sola idea de que aquel ser tan bello dejara de existir. Ella no morirá, no mientras pueda vitarlo.
Ya estamos en altamar y en no más de unos días volveríamos a nuestra tierra. Drakk está muerto, no había más familiares vivos o algún heredero, los noruegos siempre seguimos la fuerza, tomaré el lugar en aquel trono y cuando nos hayamos reestablecido, cuando nuestro ejército sea mil veces mejor que el de aquel desgraciado, volveré y lo atravesaré yo mismo con mi espada.
La muerte de Drakk no quedaría sin repercusiones, ese desgraciado morirá de mi propia mano, eso lo juro.
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AITOR
Entré a la celda, no había vuelto a entrar ahí desde que le dije lo que había pasado con su hogar y ella ni siquiera se movió cuando me adentré a la celda. Me paré frente a ella, no hacia ningún atisbo de querer hablar, ni siquiera para maldecirme.
— ¿No tiene nada que decir? —ella me miró con aquellos enigmáticos ojos violetas. —Deberías empezar a comprender en qué posición te encuentras, sería más fácil si me dices algo que sea de relevancia.
— ¿Qué quieres que diga que no sepas ya, rey dragón? Ganaste, derrotaste al ejército de Drakk, me tienes como prisionera en este lugar, no hay más planes que conozca. Soy inservible como prisionera ¿qué más deseas?
— ¿Quieres marcharte? ¿Volver a casa? Solo pídelo, arrodíllate y te lo concederé —en su carnosos labios apareció una cínica sonrisa.
— ¿Arrodillarme? ¿Volver a casa? ¿Qué casa seria esa? Mi padre murió, mis amigos murieron, mi hermana posiblemente haya sido violada y su cadáver esté rio abajo esperando ser comido. No me queda nada, soy la única que recordará aquellos hombres buenos que perecieron en batalla y la cual no tiene lugar a donde ir. —sus ojos se aguaron pero no soltaron ni una lagrima. —Si me los permites, preferiría que el fuego de tu dragón me quemara viva para por fin ascender con los míos, termina con esto ya rey dragón. Acaba conmigo, te lo pido.
—Eres una mujer valiente y estúpida, muy estúpida. Te ofrezco la oportunidad de irte y rehacer tu vida y a cambio quieres morir.
—Todos los malditos días siempre preguntaba lo mismo “¿qué me depara este día? ¿Al fin será mi hora?” Creí que estaría asustada pero… ahora no hay otra cosa que desee más que perecer y por fin ser libre. Estoy harta de luchar, muy cansada, vivía por proteger a mi gente, mi hermana y ahora ya nada de eso existe más. ¿Por qué vivir?
—Tal vez unos días más en esta celda te hagan cambiar de parecer. —dije con dureza.
—Lo dudo mucho. —apreté mis puños y salí de esa celda. Ella prefería, no, ansiaba que la matara. Pero entonces… ¿por qué no quería hacerlo?
Me encerré en mi estudio, no dejaba de pensar en ella. ¡Maldita mujer! Sir Arthur se anunció antes de entrar a la habitación.
—Majestad —hizo reverencia y luego se acercó.
—Imagino que vienes a insistir en la misma petición de siempre —Él no apartó la mirada y como siempre, un hombre con mucha determinación. Volvió a repetir las misma palabras que llevaba diciendo casi toda la semana.
—Majestad, mate a la salvaje. —volvió a insistir.
—Ella no es una salvaje. Creció y fue educada en estas tierras como una mujer alta cuna, su única insensatez fue aliarse con ese salvaje para intentar derrocarme. Ya he tomado mi decisión ser Arthur —respondí con dureza —Nadie la tocará, es una mujer y yo no mato mujeres.
—No creo que siga pensando lo mismo cuando ella lo apuñale por la espalda excelencia.
— ¡No permitiré que cuestiones más mis decisiones! Lady Reyn está encerrada y dudo mucho que pueda escapar de la celda a menos que alguno de mis hombres sea un traidor que la ayude a escapar, ahora retírate, deseo estar solo.
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