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𝕮𝖔𝖗𝖆𝖒 𝕯𝖔𝖒𝖎𝖓𝖔🕯

Acto I:  En mis pies se impregnó sangre que no es mía.

Sentía como la nieve ya no se derretía bajo mis pies descalzos, la sangre seca sobre mi ya había adquirido un tono marrón traslucido, ya no manchaba los árboles cuando me apoyaba en ellos como si había sido hace solo un par de horas atrás, el alba ya comenzaba a tornar el cielo en un opaco azul gracias a las nubes, no era lindo.

Tampoco era lindo mi vestido hecho jirones, los volantes sobre la falda, antes de un brillante color lima, se descocían más y más con cada paso que daba, las largas mangas, que solían ser de un deslumbrante beige perlado, ahora estaban completamente sucias y arrugadas, y que decir del frente de mi torso, de no ser por la espalda podría apostar que sería imposible deducir que alguna vez fue semejante al color blanco, algunos de mis botones habían sido arrancados, el miriñaque bajo mi vestido tenía suelto más de un aro, parecía ser que el corsé y mi pololo eran lo único que aun permanecía en una sola pieza.

Era como si mis pies ya no me hicieran caso, seguía caminando a pesar de querer detenerme un solo minuto a descansar, era como un instinto de supervivencia que gritaba en mi cabeza una y otra vez.

{- Si te detienes vas a morir -}

Uno no debe ignorar el instinto ¿cierto?

Tallaba mis ojos con desesperación completamente agotada, intuía no haber dormido nada durante toda la noche, no había manera de explicar tanto dolor en mi cuerpo si no era esa.

Entonces, luego de un rato aun caminando, demasiado ocupada como para llorar, cuando creí que la situación no podía ser peor, mi falda se atoró en las ramas de un arbusto cuando iba cruzando cerca de un río, que no estaba por completo congelado.

Y efectivamente, al intentar jalarla, además de casi destrozarla por completo, la fuerza hizo que cayera hacia atrás resbalando dentro del río.

Por desgracia o por fortuna, no caí lejos de la orilla, pero la crinolina hizo imposible la tarea de salir de ahí sin ahogarme o congelarme en el intento, maldecía cada momento en el que decidí conservarla para resguardar calor, que ya desde el principio de la concepción de esa idea no parecía muy tan brillante, pero era atorarme o congelarme, irónicamente, ambas terminaron ocurriendo.

Como terca empedernida que siempre he sido, no dejé de intentar salvar mi vida, había algo por hacer, aun no sabía que pero no podía irme sin averiguar porque seguía aquí, porque no había muerto los cientos de veces que imploré por ser comida de gusanos bajo tierra, si no morí antes no moriría por un estúpido pedazo de tela.

Cuando comenzaba a hundirme, cuando la adrenalina decidió abandonar mi cuerpo y el agua no se cansaba de intentar apagar mi llama; en ese momento algo salpicó bruscamente frente a mi.

- ¡SUJÉTATE BIEN! -

Más temprano que tarde acaté la orden sintiendo de pronto como era arrastrada a la orilla con fuerza, cuando mis congelados dedos alcanzaron la fina capa de nieve al costado del río, sentí como dos manos tiraban de mis brazos , y no se detuvieron hasta que mis pies salieron del agua.

Con la poca fuerza que me quedaba, puse ambas manos en mi garganta escupiendo toda el agua que había ingerido, mis ojos dolían por la irritación y del frío ya ni hablábamos.

Cuando intenté mirar hacía arriba en busca de agradecer a mi socorrista todo se desvaneció, todo pasó tan rápido que ni siquiera tuve tiempo de encomendarme a Dios a pesar de saber que moriría de frío... al menos pensé que moriría de frío.

.

.

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Acto II: Hoy llegó una mujer al monasterio.

Los tenues rayos del amanecer me hicieron abrir los ojos lentamente, con toda la pereza del mundo me levanté aun envuelta en mi cobertor de lana, podía ver claramente mi aliento vaporizado ante mis ojos y sentir mi nariz tan fría como la misma nieve; una ligera palmada en la espalda me hizo reaccionar antes de poder caer dormida nuevamente.

- Conny, arriba, mamá Isabella nos regañará si llegamos tarde -

- Si si, ya voy -

Bostecé una vez más, estiré mi espalda levantando los brazos hacia arriba con mis manos aun sujetando la cobija, después me levanté de la cama dejando su suave comodidad para quitarme el pijama y colocarme el atuendo diario, el que según madre Isabella nos protegía de las miradas celosas y avariciosas de los hombres que buscaban hacer daño.

Cuando Gilda ataba mis coletas pude ver por la venta algo muy particular.

- ¡Mira Gilda, en el camino de piedra, es el Mediador Norman! -

Ella miró por la ventana sin mucho interés, su semblante cambió luego de ver eso que lo volvía un hecho particular.

- Parece que trae... a una mujer en los brazos -

Rápidamente ambas vimos a Madre Krone correr directo hacia el con gran velocidad y lo que parecía ser una manta blanca, luego de colocarla sobre la extraña mujer, la campana comenzó a sonar.

- Oh no, corre Conny, tenemos que irnos -

Tomé su mano para poder ir más rápido escaleras abajo, jamás logré acostumbrarme a esas horrendas escaleras en espiral, eran rasposas y al mismo tiempo tan resbaladizas que a menudo temía caer, por eso jamás bajaba por las noches. siempre me pregunté por qué tenía que ser yo quien durmiera sola en la torre del monasterio, pero cada vez que preguntaba o mostraba el más mínimo repudio por ello, me ignoraban activamente, excepto el Mediador Norman, quien siempre respondía la misma oración de manera amable.

 "{- Es para que puedas estar más cerca de EL, Conny -}"

Esa oración me dejaba helada, y cada vez que olvidaba su respuesta me arrepentía de haber preguntado una vez más en su presencia, el Mediador Norman era un Hombre apacible, en la vida lo había visto enojado, pero por alguna razón, estar cerca de el me producía cierta repulsión, por lo que evitaba estar cerca suyo constantemente, incluso a lo lejos podía sentir su inquietante mirada sobre mi, tan penetrante como una necesaria inyección; negaba ese raro pensamiento, pues en este lugar siempre se predicó la paz y no estuve cerca del peligro ni una vez cerca de nadie, ese pensamiento predominaba en mi cabeza, no pensaba demasiado en ello.

Al llegar abajo raspé mi rodilla ligeramente con la escalera soltando un quejido sin darme cuenta.

- ¿Te pegaste? -

- No, estoy bien, fue falsa alarma -

- Bien, andando -

Cruzamos el campo del oratorio hasta llegar al salón de clases donde Madre Isabella ya había comenzado las clases, silenciosamente, yo me senté en el piso con la cabeza agachada junto a las otras niñas de mi edad mientras Gilda se dirigía al frente de la pizarra junto a Madre con el metro de madera en mano, Gilda descubrió el brazo con los brazos cerrados y esperó... hasta que ¡ZAS! el metro cayó con fuerza sobre su muñeca, no dos ni tres, sino cinco veces.

Gilda, mordiendo con dolor su labio inferior, cubrió su muñeca, dio una reverencia ante madre y el resto de la clase, todos aplaudimos y ella volvió a su asiento mirando a hacia arriba con la intención de evitar a cualquier lagrima caer, al sentarse eso fue algo inevitable, pero tiró su lápiz en busca de disimularlo cubriendo su rostro con la esquina del taburete, la veía disimuladamente por el rabillo del ojo.

Entonces madre continuó con la clase.

.

.

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Acto III: Aquella casa en llamas.

Yo no podía hablar, tampoco moverme por voluntad propia, ni siquiera pestañear, tal vez tenía algo que ver con el hecho de que ni siquiera tenía un cuerpo para empezar, estaba en la anda, una nada que no era infinita, esta nada era delimitada por una casa, una casa de madera que estaba prendida en fuego, fuego que ardía con pasión, podía describirlo con esa palabra, porque veía la intención en el, veía su propósito brillando al rededor, me decía que quería protegerme.

En el pórtico de dicha casa había un chico, un joven de cabello negro que al ver como me acercaba lentamente, se levantó del escalón donde reposaba y tendió su mano hacia mi, me estaba invitando a entrar, entonces pude sentir mi mano tomar la suya.

El fuego no parecía afectarnos en la entrada de la puerta, a pesar de ser de madera no parecía desmoronarse; cuando la vi de nuevo pude reconocerla, esa casa era la casa donde yo vivía, donde yo vivía con... ¿Con quien vivía? 

Ese chico, parecía querer hablar conmigo, pero solo podía verlo mover su boca, intenté con todas mis fuerzas replicar un simple "¿Qué?" pero tampoco podía oír algún sonido escapar de mi boca.

Grité nuevamente hasta que logré escuchar mi voz, sin embargo ya no estaba en la nada, ya no estaba dentro de un sueño aparentemente.

Desperté en una gran habitación rodeada por camas vacías y sábanas blancas perfectamente tendidas, el colchón en el que reposaba  era tan suave que parecía irreal, ni un solo resorte amenazaba con romper la tela y encajarse en mi espalda.

En la habitación había un reloj colgado a lo alto de la pared blanca, al ver con claridad las doce con nueve señaladas en el reloj pude comprobar que en efecto, esta era la realidad.

Después de sentarme, removí la sábana que cubría mi cuerpo encontrándome con una vestimenta que podría catalogar como indecorosa, solo una bata blanca.

Entré en pánico instintivamente buscando con la mirada aquellas prendas ensangrentadas, sin un contexto claro para mi, no podía siquiera defenderme ante cualquier malentendido.

Después de todo, solo pude ser testigo de mi casa en llamas, más no de los hechos que me habían llevado a estar  sola, sobre la nieve, frente al fuego.

Más allá de no encontrar mi ropa, no pude ver nada dentro la habitación además de lo ya descrito, no había ni siquiera un marco vidrio en las ventanas y la gran puerta de madera permanecía cerrada. Dispuesta averiguar lo que sucedía, me puse de pie junto a la cama en un rápido salto, fue tal mi error que caí sobre mis rodillas completamente aturdida.

El suelo helado hizo que un escalofrío recorriera mis huesos, mis medias también habían sido retiradas por lo que podía sentir claramente la textura lisa bajo mis pies, usando la pared y la cama como apoyo al levantarme pude sentir esa misma sensación esta vez provocada por el muro, pasé mi mano sobre este ya estando de pie, solo para comprobar que no era madera, se asemejaba más a la piedra, pero era demasiado suave como para serlo, además de que un extraño patrón cubría su superficie por todo el lugar, menos el techo, que a juzgar por las vigas de madera podía asumir que si estaba hecho de madera.

Por la ventana podía ver algo de nieve derretida sobre el pasto ante el calor de mediodía, y a la lejanía podía apreciar lo que parecían ser casas grandes de color blanco dispersas por el campo verde que rodeaban el área. Pero lo que más llamó mi atención fue lo que pude percibir como una iglesia, pero bien podía ser cualquier otra cosa por la forma tan rara en la que estaba construida, de hecho todo el lugar tenía formas muy raras, casi como cubos hechos de papel que podían salir volando en cualquier momento.

También vi siluetas humanas, entre ellas la mayoría parecían ser de infantes que no prestaban atención a mi dirección, saber que había niños a la redonda me hizo soltar de cierta forma un suspiro de alivio.

Explorando la habitación nada intrincada delimitada solo por cuatro paredes y un techo, llegué a la puerta, que a diferencia del cuarto, era una obra de arte, su forma de hiperbólica no la había visto jamás empleada de tal manera, además se podía observar el tiempo que alguien había pasado tallando su superficie, sin embargo no podía distinguir bien que representaba en ella, al menos en su mayoría, porque podía distinguir solo una cosa de nada.

En el centro yacían niños jugando y sobre ellos una figura escuálida y humanoide, con lo que parecían ser cuernos sobre su cabeza.

{-Debe ser una representación de la biblia-}

Pensé ingenuamente; jamás fue algo muy presente en mi vida a pesar de que mi padre intentaba que lo fuera, tuve sin fin de restricciones debido a eso, más no recuerdo haber cumplido con alguna de ellas, tampoco recuerdo haber sido aprendida por ello, e hecho no recuerdo haber pasado mucho tiempo con el.

Al pasar mi mano con suavidad sobre la puerta para tocar el tallado, esta se abrió ligeramente dejando escapar un gran chirrido que llenó mis oídos y probablemente los de quienes pasaban por ahí.

Con duda, la empuje por completo sin saber que me deparaba allá afuera, después de que la puerta lanzara su gran alarma en voz de un chirrido, fui deslumbrada por la brillante luz del día.

Acto IV: La mujer del río es agradable.

El aire fresco, el cantar de las aves y el sonido de los niños jugando sobre el pasto me hicieron sonreír de manera instantánea, coloqué una mano sobre mis ojos para que el sol dejara de estorbar a mi visión, miré a mis pies con la intención dar un paso al frente y sentir el césped cuando una voz chillona comenzó a hablar para que todos lo oyeran.

- ¡ES L A MUJER QUE TRAJO EL MEDIADOR NORMAN, YA SE DESPERTÓ! -

Entonces, todos esos niños que jugaban a lo lejos con una pelota a campo abierto comenzaron a correr en mi dirección haciendo un gran escándalo mientras una joven iba detrás de ellos con la intención de hacerlos parar, a pesar de sus audibles súplicas, los niños parecieron hacer caso omiso.

Ya frente a mi todos guardaron silencio mientras y uno que otro hacía a al resto callar, cosa que resultaba contraproducente, hasta que todos se callaron, una de las niñas carraspeó antes de formular su duda dirigida hacia mi con algo de inseguridad.

- Disculpe señorita ¿Puede decirnos cómo se llama? -

No pude evitar poner mis manos en las mejillas y sonreír ante la ternura que me provocaban,  manera tan formal de hablar fue la cereza en el pastel, de un segundo para el otro ya había olvidado todos mis males solo para concentrarme en aquellas pequeñas criaturas adorables.

- Yo me llamo Emma ¿y tu? -

- Yo me llamo Alicia -

- Un gusto, Alicia ¿Y ustedes, Cómo se llaman? -

Dicho eso, cada pequeño procedió presentarse uno después de otro

Rossi, Jemima, Sherry, Mark, Chris, Phil, Dominic, Eugene, Alicia y...

- ¡Lamento las molestias señorita, por favor no se enfade! -

Aquella chica que corría detrás de la manada llegó entonces, la fatiga se vio reflejada en su postura encorvada, colocó una mano en su pecho como si eso hiciera su aliento volver más rápido.

- ¿De qué hablas? No estoy molesta en lo absoluto, aunque si muy confundida -

- ¡Claro, claro! es comprensible... después de encontrarse en tan terrible situación-

Hizo una pausa empuñando los costados de su... peculiar falda de color negro, al percatarse de mi mirada en sus manos, soltó la tela jugueteando así con sus dedos, se le veía extremadamente nerviosa, hecho que no dejé que me pasara de noche.

- Le diremos al Mediador Norman que ha despertado, por favor vuelva adentro y espere -

Asentí, sin embargo, antes quería saber del paradero de mis cosas, pregunté por ellas amablemente, y a pesar de que el gesto fue devuelto, no podía dejar de notar algo lúgubre asomarse entre sus dulces palabras.

- No se preocupe por eso, ya han sido devueltas -

Segundos después, ya me encontraba sola nuevamente en aquella habitación, el azote de la puerta fue la despedida de la joven de anteojos cuyo nombre desconocía todavía.

Acto V: Emma es una musa.

Sin nada que hacer, di vueltas por la habitación hasta que terminó pareciendo un salón de baile ante mi aburrimiento, tras media hora sin querer recostarme, terminé por enrollarme a lo largo de una sábana, los largos pliegues de la tela volaban como el vestido traslúcido de un hada cada vez que giraba mientras levantaba mis brazos, la coreografía no era una improvisada, estaba en mi memoria como mi madre me hacía bailar con ella una melodía, dicha melodía que también atesoraré por siempre en mi corazón y cuya letra me acompañaba en mis ratos de soledad cuando papá se iba a trabajar.

La canción comenzó a dar vueltas por mi mente hasta que resonó por toda la habitación, rebotando así en una acústica divina, me dejé llevar, cerré mis ojos, mil escenarios pasaron por mi cabeza, desde reinos caídos hasta bailes encantados conjurados por brujas.

Tal fue mi inmersión en aquellos mundos de fantasía, que no me percaté del público que miraba el vergonzoso espectáculo desde las ventanas.

A la Tierra solo pudo traerme de vuelta el inconfundible sonido de la gran puerta abrirse.

La sangre subió a mis mejillas haciéndolas arder al mismo tiempo que desentonaba mi canción para luego dejarme muda.

Bajé mis brazos rápidamente en un fallido intento por cubrir mi cuerpo con las sábanas ante el hombre que acababa de cruzar la puerta. 

Después de atravesar el umbral, aquel hombre extendió su mano hacia arriba dando un cordial saludo.

- ¡Buen día señorita! -

Exclamó, caminó con paso constante hasta donde me encontraba sin decir una palabra, mientras miraba hacia las ventanas, y como si de magia se tratase, todos los expectantes chiquitines desaparecieron en un chasquido.

- Buen día - 

Dije tímidamente, avergonzada por la situación, al no encontrar manera de cubrirme adecuadamente deseé desaparecer, pero solo logré avergonzarme más ante su mirada expectante.

Finalmente se paró frente a mi con un semblante relativamente serio, a pesar de portar una tranquila sonrisa en sus labios. Extendió su mano hacia mi buscando formar un saludo, accedí por cortesía.

- Lamento enormemente no haber estado aquí para cuando despertó, tenía algunos asuntos pendientes -

- No hay problema -

Dije aun nerviosa. Infló su pecho al respirar mientras me miraba de pies a cabeza con una mano en su cuello y su peso recargado en la cadera, luego exhaló pesadamente sin dejar de sonreír.

- Veo que ya se encuentra mejor ¿Tiene hambre? ¿Gusta algo de beber? tal vez le gustaría explorar los alrededores del monasterio -

- De hecho... muero de hambre -

- ¡Perfecto! permítame escoltarla hasta el comedor señorita... señorita -

- Emma, mi nombre es Emma -

- Un placer Emma, mi nombre es Norman, soy el Mediador del monasterio -

Mediador de monasterio, en mi vida había escuchado ese concepto dentro de un contexto similar, tal vez porque jamás me había encontrado en una situación semejante, pero aun así es una espina que no me dejaría de picar.

Me ofreció su brazo para sujetarlo gentilmente, pero a la hora de dar un paso volví a recordar mi indecencia.

- Disculpe, Joven Norman ¿No sería mucha molestia si pudiera pedirle un cambio de ropa más apropiado? -

Me miró perplejo, supongo que no esperaba que le pidiera algo así aunque sería algo obvio en mi opinión, instantáneamente me arrepentí de hacer tal petición tan solo al ver su rostro.

- Bueno, si no se puede está bien, yo solo preguntaba porque-

- ¡No, no, usted tiene razón! despierta en un lugar extraño en paños menores así nada más  y sin sus pertenencias además, desde luego que quieres al menos ropa apropiada, discúlpenos de verdad, en este mismo instante le pediremos a Madre Isabella algo bonito para usted, que se ve que tiene... gusto fino -

Su discurso fue... exagerado por decir lo menos.

{- Debe ser alguien extravagante -} 

Fue lo que conectó en mi cerebro, después de todo tenía sentido junto a su excéntrica manera de hablar, sus movimientos casi ensayados como pasos de baile, y ni hablar de su apariencia.

Vestía un elegante chaleco plateado a juego con sus pantalones bien planchados, de la camisa blanca manga larga resaltaba una brillante corbata color azul que adornaba su pecho, sus zapatos, a pesar de su claro color café  no desentonaban en lo absoluto, lo que si lo hacía era su bastón delgado color negro.

sus ojos tan claros como un cielo despejado reflejaban absolutamente nada, uno suele dejar ver sus intenciones a través de las ventanas de su alma, claro está, pero, aquel hombre de cabello blanquecino cual anciano, a pesar de ser amable, no parecía actuar como cualquier otra persona con la que me haya atravesado. 

Se le veía enérgico y alegre como un niño, pero reflejaba autoridad y te hablaba de manera casi fraternal, si, siempre desde el respeto más no el profesional a pesar de, aparentemente, estar en servicio, su atenta mirada y cuidados al tratar con una extraña como yo, era curioso cuanto menos.

Al salir de la sala colgada de su brazo derecho me vi obligada a abandonar la sábana en una de las camillas.

Al ser deslumbrada por el sol nuevamente, un sentimiento de nostalgia me invadió, como si estuviera dentro de un sueño, no estaba acostumbrada a rodearme de un ambiente luminoso, recordaba mi casa como un lugar húmedo, siempre rodeada de árboles y cortinas cerradas, cuando no estaba limpiando o haciendo la comida, me encontraba en el pórtico sentada en la vieja mecedora de papá con un libro en mano, eso hasta que papá volvía por la tarde con leña.

A cada paso que dábamos en el exterior, un niño se acercaba sigilosamente a un par de metros de distancia a nuestras espaldas, no seguían en silencio, eso hasta que Norman paró en seco, y antes de dar la media vuelta, ya no había nadie detrás.

Extraño sin duda, pero lo tomé como un simple juego de niños ¿Qué más iba a yo a pensar? 

Durante el trayecto sobre el extenso pastizal mi mirada se posó sobre absolutamente todo, era un lugar tan hermoso, las mariposas volaban sobre las flores rojas que rodeaban el área, las cuales parecían cuidadosamente plantadas y cuidadas, los niños retozaban sobre el césped mientras se divertían, había vacas pastando a la lejanía, había un bello sendero de piedra que parecía conducir hacia el bosque, en las ramas de los árboles colgaban campanas de viento que cantaban cada vez que una ráfaga las hacía bailar.

Y sobre todo, aquellas edificaciones que en primera instancia me parecieron inquietantes, ahora se mezclaban en perfecta armonía con su entorno, eran finas, sobrias, simples y sobre todo, transmitían paz, creo que jamás había descrito una instalación con tales características.

- Disculpe joven Norman-

- Por Favor, llámeme Mediador Norman, es cuestión de protocolo -

- Claro, Mediador Norman ¿Podría hacerle algunas preguntas? -

- Desde luego -

Mordí el inferior de mi mano mientras frotaba mi pulgar con mi dedo índice algo nerviosa, tenía tantas preguntas pero no quería ser una molesta entrometida, sin embargo su tono me hizo pensar que podríamos hablar de cualquier cosa y el no se molestaría en responder.

- Bueno, se que sonará raro, pero ¿Podría decirme de causalidad que materiales usan para construir tan espléndidas fachadas? -

Rió genuinamente ante dicha pregunta, sinceramente yo también la haría, tardó más de lo esperado en contestar.

- Jamás pensé que una joven como tu se fijaría en algo como eso, es usted muy observadora, señorita Emma -

- Sabe, puede llamarme Emma, solo tengo quince años y toda mi vida me han tratado como una niña, se es raro "ser una señorita de pronto" -

- Mis disculpas, debí preguntar antes, y si, no es muy común encontrase con dicho material, no por su alto costo, sino por las arcaicas mentes que se niegan a abandonar su caja de cartón, lo que recubre las fachadas es cemento, es bastante duradero aunque algo pesado, reemplazamos los ladrillos por hormigón, espuma y castillos de varill-

- Espere, no entiendo una palabra de lo que está diciendo -

Reí con nerviosismo mientras el solo me miraba de reojo con una sonrisa ladina.

- Los tiempo están cambiando Emma, prueba de eso eres tu, muy pronto todos reemplazarán la madera por materiales más resistentes y dejaremos atrás edificaciones tan complejas sin valor, todo debería ser más simple ¿No lo crees? -

Asentí creyendo que cualquier cosa que dijera sería desacertada, preferí reservarme a que se refería con yo misma "siendo una prueba de ello" y preferí hacer la que debió ser mi primer pregunta.

- y... ¿Qué es este lugar? -

- Pensé que jamás preguntarías, este es "El monasterio para refugiados de William Minerva" un gran hombre y mi tutor, actualmente es más un orfanato religioso que otra cosa, pero la esencia prevalece, ayudar al prójimo, durante las últimas décadas hemos perdido muchos hombres al Norte del País en guerrillas por el territorio, por eso, luego de que William amasara una gran fortuna después de ganar la lotería y abrir su propia imprenta, en un noble acto de filantropía, decidió abrir este sitio en medio de la nada para refugiar a personas heridas por la batalla y niños huérfanos, también dimos sepulturas a cientos de fallecidos -

No tenía más opción más que mirarlo atenta mientras daba su explicación, sería una grosería aparentemente ignorarlo, y de cualquier modo no me molestaba fijarme en sus facciones, absolutamente cada una de sus características parecía una anomalía en especial su cabello blanco, el también volteaba continuamente en mi dirección aunque evitando casi por completo el contacto visual, no sabía como reaccionar ante su actuar tan... errático 

- Impresionante -

Realmente lo era, mi padre me contó de aquella guerra por el territorio, se quejaba a menudo de lo injusto que fue denotando constante xenofobia en sus palabras, para ese entonces yo tenía apenas unos cinco años y mamá aun estaba con nosotros.

Acto VI: Me siento una extraña.

Entonces el abrió una puerta más esplendorosa que la que había visto anteriormente, aunque no pude discernir ni siquiera una sola figura en esta ocasión, Norman entró saludando como parecía ser su costumbre, pero no había nadie que respondiera, al menos eso fue lo primero que pensé, detrás de la docena de mesas que llenaban el salón se encontraba una pequeña puerta negra en comparación a las otras, está se abrió abruptamente dejando salir así a la chica de cabello verde muy aprisa mientras tallaba sus ojos y  cubría su boca.

El Mediador Norman la sostuvo por el hombro bruscamente, aunque no parecía haber usado mucha fuerza la chica se encontraba aterrada, lo miró con sus pupilas sumidas en miosis mientras temblaba aun cubriendo su boca, evitaba hacer contacto visual lo más que podía, pero le fue inevitable cuando aquel hombre de ojos vacíos tomó su mejilla y lentamente sacó su mano por la fuerza.

Al darse cuenta de tal acción, ella tragó inmediatamente, aunque no fue suficiente. Con la mano que aún se mantenía en su mejilla, Norman limpió lentamente el borde inferior que yacía debajo de su labio y miró su dedo asqueado, esa misma mirada se la regresó a ella.

- Tráele a  Emma ropa limpia -

Dijo con una voz grave muy diferente a la que había utilizado anteriormente, entonces limpió su dedo en el hombro de la chica.

Cuando este la liberó, ella no tardó ni un segundo en salir corriendo, después de que la puerta se azotara, un hombre de tez oscura salió de aquella puerta negra  mientras abrochaba su cinturón.

- Mierda, eso estuvo cerca -

El chistecito le duró poco, su semblante relajado fue completamente reemplazado por tensión al ver los ojos azules de Norman atravesarlo como cuchillas filosas, quien juzgaba a mi lado suspiró amargamente mientras caminaba hacia aquel hombre desconocido.

- Emma, toma asiento, te traeré algo de comer en un momento, se paciente por favor -

Lo siguiente que supe es que esperaba a regañadientes sentada en una mesa vacía con los vestigios de lo que hace tan solo un momento fue mi apetito, me sentí... mal, tardé más de quince minutos en entender aquel chiste de mal gusto orquestado por la joven de cabello verde y el hombre detrás de la puerta, mismo tiempo que había pasado desde que Norman había cerrado la puerta blanca en un estrepitoso azote.

Por más que lo negara, mis latidos delataban el terror que sentía, escuchaba golpe, tras golpe, tras golpe, provenir detrás de aquella puerta oscura, cubría mi cabeza esperando que así se detuvieran las incesantes punzadas, ups, mi vista se nubló de nuevo.

Acto VII: Emma es una intrusa.

Volví al comedor con el encargo requerido en mano después de haber hablado con madre Isabella sobre... "mi comportamiento inapropiado", la boca me dolía después de recibir mi expiación, pero era más doloroso guardarlo en mi conciencia, ya lo había hecho por suficiente tiempo solo lograba envenenar mi alma, ellos solo  veían dentro de mi sin explicarse porque había perdido mi valor, mi brillo y mi pureza, pero encontraron como regresarlo a mi, expiando mi pecado, ahora puedo limpiar mi alma cada vez que esta se ensuciase, eso era lo correcto, hacer feliz al prójimo a costa del egoísmo propio, era justo y necesario para proteger la pureza de mis hermanos, si no era yo, lo sería alguien más.

Ese sentimiento me da paz luego de que me hacen sentir como una mierda detrás de un estúpido granero, creí no haber pedido esto, pero no me estaría pasando si ese fuera el caso, ahora tenía un deber, no fallaría en ello.

Abrí la puerta del comedor con pesadez, la señorita Emma miraba a la pared opuesta con su espalda recta casi inerte, ni siquiera se inmutó cuando rocé su hombro, me preocupé instintivamente al ver sus ojos carentes de expresión, tan diferente de la primera vez que la vi.

- Agradecería mucho que me dijera su nombre señorita -

El tono en su voz parecía uno completamente diferente, por un segundo dudé si quiera que fuera la misma persona, respondí inquieta su pregunta.

- Me llamo Gilda -

- Bien Gilda, hazme un favor ¿Escuchas los golpes? -

- S-si -

- Bien, quiero que me repitas tres veces que solo están preparando la comida, que están cortando vegetales ¿Entendido? -

- No, no entiendo -

Suspiró con frustración y volvió a repetir su instrucción

- Repite después de mí, solo están cortando vegetales -

- Sólo están cortando vegetales -

- Bien, ahora repite eso unas diez veces por favor -

Empecé a hacerlo sin mucha oposición, no entendía el propósito, pero su mirada era tan seria que no me permití dudar de ella, apoyó su cabeza en la mesa colocando sus brazos por enzima de esta, paré por un instante hasta que me pidió que lo repitiera nuevamente.

Eso hice, lo repetí con sudor frío en mi frente como si mi vida dependiera de ello, cada orden que me daban en este lugar me daba esa sensación.

- Está bien, ya te oí, ya puedes dejar de repetirlo -

Cuando volví la mirada ella me veía nuevamente, ya no con aquel rostro neutro y serio de hace solo segundos atrás, sino más bien con vacilación.

No dije nada más, dejé las prendas sobre la mesa, me di media vuelta, me despedí con un firme "hasta luego" y proseguí a terminar con mis deberes del día, miré el reloj dentro del comedor antes de salir, hora de recogerla.

Acto VII: Tu cabello me recuerda a algo hermoso.

Después de aquella extraña interacción con la chica de cabello verde, me cambié de ropa en una esquina al lado de una mesa cubriendo mi cuerpo como me era posible, pasaron minutos antes de que Norman saliera de ese cuarto con un platillo en sus manos, el olor era suculento y mi estómago no hacía nada fácil evitar recordar lo hambrienta que estaba.

El hombre de intrínsecos ojos azules colocó el plato frente a mi junto a una servilleta en mi regazo, cuchara en mano y una canasta con tortillas e maíz.

- Esto se ve delicioso ¿Qué es? jamás había visto algo así -

Debía admitirlo, la comida siempre fue un factor importante en mi vida y el hecho de probar algo nuevo me emocionaba demasiado, incluso si el lugar no me inspiraba confianza por momentos no podía decirle que no a un alimento, desperdiciar comida iba en contra de todo lo que yo creía así como juzgarla antes de probarla.

- Son verdolagas con... carne de puerco, come con cuidado, está caliente -

- ¿Usted no comerá? -

- Comí antes de que despertara, no se preocupe por mi -

Al dar el primer bocado me sentí en el paraíso, era un sabor casi nostálgico, sin embargo no hay manera de haber comido esto antes y no haber guardado el sabor para siempre en mi paladar, ni siquiera recordaba haberlo visto en el libro de recetas heredado por mi madre, ese que ojeaba a diario preguntándome a mi misma que prepararía cada tarde.

- Puede estar hablando mi hambre, pero esta es la comida más deliciosa que he tenido en mi vida, necesitaré la receta, digo, si no es molestia claro -

La comida bajaba mis defensas por completo, tanto que mi entusiasmo ya era evidente ante ojos de cualquiera, disfruté tanto esa comida.

 Norman se veía divertidamente extasiado observando con detenimiento mis acciones al comer de aquel plato, soltaba una que otra risa cuando soltaba uno que otro comentario sugerente a lo bueno que era el alimento.

- Veo que es aficionada de la cocina -

- Es mi pasión, es un deleite disfrutar de el arte culinario, me hace agradecer estar viva - 

Se le vio muy feliz ante mi respuesta, lo veía de reojo demasiado concentrada en el manjar que se me había presentado como para prestarle mi completa atención al albino excéntrico.

Me di cuenta del error que había cometido cuando sentí su mano acariciar mi cabeza, más específicamente mi cabello.

- Tienes una belleza muy particular ¿Lo sabías? -

Me ahogué con el último bocado, rápidamente di un sorbo al vaso de agua que se encontraba a mi derecha, tal vez había escuchado mal.

- ¿Disculpe? -

Dije con mi servilleta en la boca cuando por fin había pasado mi ahogo.

- No me malinterpretes por favor, fue solo un cumplido no un cortejo, lamento que haya sonado muy atrevido de mi parte, pero lo que dije es verdad, hay algo en ti que simplemente no me puedo explicar, irradias simpatía, a pesar de estar nerviosa no has tratado a nadie con desdén, los niños se veían tan alegres cuando hablaron sobre ti, les diste confianza, por ende a mi también, además de eso -

Volvió a acariciar mi cabello.

- Tienes un cabello hermoso -

Mis mejillas ardieron nuevamente gracias a la vergüenza, pero esa vergüenza se vio opacada por melancolía en segundos.

- Antes era más bonito, pero a inicios del invierno nos quedamos sin dinero en casa, así que mi padre tuvo que venderlo, desde entonces he evitado los espejos tanto como he podido, me siento horrenda... pero en serio aprecio el cumplido -

Norman paró un segundo de acariciar mi cabello, luego resopló con sorna para sacudir mi fleco después.

- Dudo que antes fuera tan bonito como lo es ahora, ahora luce como una flor ¿Qué hay más hermoso que una flor? -

Claro que ese comentario me hizo sentir bien, fue agradable, aunque una simple frase no podría hacer que desestime mi cabellera perdida de la noche a la mañana, era divertida su manera de hablar.

- ¿Le recuerda a alguna flor en especifico? 

- Déjame pensar, tengo el nombre en la punta de la lengua -

Terminé lo último que quedaba en mi plato mientras el chasqueaba sus dedos ya por fin con la respuesta en mente.

-  Cempasúchil -

- ¿Cuál? -

Me miró incrédulo.

- Debe ser broma ¿Cómo que no conoces la flor de cempasúchil? vives en México -

Limpié mi rostro con la servilleta mientras me encogía de hombros, el negaba divertido.

- Emma, tenemos que hablar -

Solté la servilleta y erguí mi espalda temiendo por lo que pudiera sacar como tema de conversación, ya me la estaba pasando bien y no quería que eso se perdiera ahora.

- ¿Planeas quedarte? -

Pero se perdió, ni de broma había había pensado en quedarme, de hecho estaba tan desorientada que ni siquiera sabía lo que haría después de comer, su pregunta sin duda fue un golpe de realidad, pero en ese momento mi mente no estaba consiente de la situación del todo.

- No, planeo volver con mi padre, de hecho debería irme yendo, mi casa-

{- Tu casa se incendió -}

Paré de hablar en el momento en que  recordé que realmente no tenía a donde volver, por alguna razón asumí que mi padre estaría ahí para mi, pero como sabría a donde volver, caminé durante toda la noche, mi padre tal vez me buscaba, estaba pérdida... otra posibilidad era que mi padre ya no... que el no... ¿Y si el no logró escapar?

Cubrí horrorizada mi boca con ambas manos, no podía soportar que algo como eso hubiera pasado, debía volver, debía asegurarme de que el estaba bien.

- Disculpa Emma, no era mi intención hacerte sentir mal, pero es así, además quiero saber de quien era la sangre que cubría tu ropa -

La conversación amena se torno en una oscura interrogante, sentí sus ojos sobre los míos intentando devorarme y consumirme en el frío de sus palabras, su semblante ya no era el de un hombre amable, sino más bien el de la muerte misma.

Las lagrimas en mis ojos se detuvieron de pronto al verlo de frente, colocó ambas manos frente a su boca, insistente por una respuesta que no tenía.

- No lo sé -

- Puedes confiar en mi, Emma, nadie te juzgará aquí -

- En serio no lo sé -

- ¿No será que esa era la sangre de-

Dejé de escuchar.

Acto IX: Quien lastime a Emma. 

Pude sentir su suave piel rozar contra mi mano, entonces el bastardo cayó al suelo. Me miró desconcertado, pálido y con el ceño fruncido, un hilo de sangre escurría por su nariz, eso estaba bien.

- Escucha pedazo de mierda, parces ser alguien inteligente y no confío en ti, por eso exactamente te diré la verdad a ti y solo a ti ¿De acuerdo? el papá de Emma murió en el incendio, la protejo desde entonces, no tenemos a donde ir y este lugar salió de la nada en una señal del destino o algo así, reafirmando que Emma debe vivir, así que agradecería de verdad si pudieras cooperar -

Solo me miró de pies a cabeza entrecerrando los ojos aparentemente analizando la situación, se paró como si nada hubiera pasado, entonces habló de nuevo.

- ¿Quién eres? -

- Ni siquiera sé qué soy, eso no importa, accede a mi propuesta y tómala como tu esposa o lo que quieras, no importa, solo déjanos quedarnos -

- ¿Eso depende? esto es... insólito, ni siquiera parece real, es más, lo dudo ¿Cómo puedo creer en ti? -

- No lo sé, tal vez quieras que te dé otro puñetazo y más al rato darte otro para comprobar si estoy mintiendo -

- Solo estaba jugando, confío en tu palabra, haré lo que me pides -

- Eres raro, como sea, salgamos de aquí -

 - Espera, esto es insólito ¿Volveré a hablar contigo? -

- Te aseguro Norman, que yo seguiré aquí para ella, ah, y una cosa más -

Lo tomé por la corbata dispuesto a morderle la cara.

- Si me vuelves a dar carne humana te juro que te mataré -

No parpadeó, solo asintió y se alejó lentamente.

- Ahora tómame del brazo y sácame de aquí, solo pensar que pude haber tragado semen me enferma -

Acto X: El paraíso en la Tierra.

Fui deslumbrada por el sol nuevamente, la puerta se abrió haciendo que me enamoré del paisaje cada aun más.

En ese momento Norman hizo la propuesta que cambiaría mi vida.

- Quédate Emma, podrás ver esto todos los días, la cocina será tuya si así lo deseas, los niños serán como tus hermanos o tus hijos si así lo quieres, plantaremos flores de cempasúchil en todo el lugar solo para que puedas apreciar tu belleza como yo lo hago -

- Eso parce una propuesta de matrimonio -

Estaba confundida, feliz al imaginarme todo eso pero no era mi intención casarme todavía.

- No tiene que serlo si no quieres, pero quédate por favor -

Fueron las palabras mágicas.

- Claro - 

Y así fue, fui presentada ante todos como la nueva hermana mayor junto a Gilda, la chica de pelo verde de cual jamás tuve la oportunidad de preguntarle apropiadamente por su nombre.

Entre las hermanas mayores también se encontraba Bárbara, una chica intensa que mandaba a los niños con puño de hierro cuando la madre superior no estaba cerca, y hablando de madres, había dos, Krone  e Isabella, ambas estrictas pero con temperamentos incomparables, mientras la primera, a pesar de usar constantemente su fuerte voz para llamar la atención de los más jóvenes, pocas veces usaba la fuerza, sin embargo, Isabella no era un perro que ladraba, era una gata sigilosa.

A Isabella le gustaba el orden y el respeto como a cualquier figura de autoridad, pero su sanguinaria naturaleza cínica se dejaba ver con frecuencia, principalmente con Gilda, la castigaba a menudo de maneras algo exageradas, a veces con nalgadas, a veces con un cinto, otras veces la hincaba por horas con libros en ambas manos y yo aun no podía deducir a que se debía tanto ensañamiento, supuse que algo con el cocinero Don tenía que ver, ese al que le hizo... un favor, el no me agradó nunca, se acercaba a mi siempre con un aire pedante hasta que Norman personalmente lo hacía alejarse de mi, a el le faltaba un brazo, pero jamás le pregunté  la causa, no porque no sintiera curiosidad, pro mi aversión por el era más grande.

sin duda parecía injustificada tanta violencia, más cuando dicha chica siempre llevaba la cabeza gacha, siempre accediendo sumisa a todo lo que se le pedía u ordenaba, jamás levantaba la voz, incluso frente a los pequeños que prácticamente debíamos pastorear.

Todo era relativamente tranquilo, a pesar de los hirientes castigos que repartía Isabella, por lo menos yo jamás fui victima de uno. De vez en cuando más hombres aparecían, algunos traían cargamento, otros lo llevaban, entre ellos destacaban Cislo y Vincent, ambos eran hermanos mayores, sin embargo, al ser los hombres más fuerte del lugar a menudo hacían las tareas más pesadas, eso incluía vender la leche que producíamos al pueblo más cercano, las mujeres ordeñan, los hombres entregan, un sistema funcional.

Norman era, por así decirlo, misterioso, a demás de ser también un hombre era muy diferente de todos, era letrado, frágil para ser un varón, clamaba poesía cuando se encontraba feliz y de vez en cuando, hablaba de cosas ininteligibles solo para retractarse de sus palabras después, un espécimen sin duda extraño, y eso es solo una parte, pero,  a pesar de todo esto, me maravillaba, platicar con el era una charla tan entretenida, me asombraba su conocimiento en medicina, en botánica y astronomía, además me dejaba acceder a su colección de libros si así lo deseaba, por lo que terminábamos charlando por horas sobre títulos de toda índole, era algo divertido, terminamos volviéndonos cercanos, y como lo prometió, a las semanas cada campo se cubrió de preciosas flores de cempasúchil, una flor hermosa.

Me contó como eran flores fuertemente relacionadas a la muerte, que se dejaban caminos de sus pétalos en altares dedicados exclusivamente a gente muerta para que no se perdieran de camino a casa con su familia, además era también una planta medicinal, estaba feliz de ser relacionada por el con esa flor.

Claro que jamás se acababa el negocio en el monasterio, desde temprano sacábamos agua del río donde casi pierdo la vida ahogada, regresábamos por el  sendero de piedra, yo tomaba mis clases, desayunábamos, cuidábamos a los niños mientras jugaban, planchábamos, lavábamos, limpiábamos y ordeñábamos a las vacas, casi todo hecho por Bárbara, Gilda y por mi, aunque Gilda a menudo estaba de aquí para allá, siempre ocupada.

Era cansado, si, pero no me molestaba, después de todo me habían acogido, lo menos que podía hacer era devolverles el favor trabajando duro.

Me sentía feliz

.

.

.

- Que raro -

- ¿Qué cosa? -

- Cuando llegué aquí, el Mediador Norman me dio carne de puerco, por aquí no criamos puerco -

- ... Vincent y Cislo nos traen la carne desde el pueblo -

- oh, bueno eso tiene sentido -

.

.

.

Acto XI: El infierno en la Tierra.

Tenía que chupar al menos un pene a la semana para que mi cuerpo permaneciera completo y no ser el siguiente puerco al asador, tenía que obedecer cada orden, hacer cada favor solo para dormir en un puto granero cerca de la estúpida torre cada noche para vigilar a la niña favorita del Dios, con nada más que una manta, heno y ovejas.

Cada semana Isabella hervía mi orina en un caldero solo para saber si estaba embrazada, así podía seguir con mi "expiación" sin culpa.

Siempre intenté ser tan devota, y todo para qué.

¿Y todo para qué? Para tener que pagar por los errores de los demás también y no solo por mis actos, si un niño no quería levantarse, si llegaba tarde a misa, si un niño estaba desalineado en clase, todos esos errores eran tatuados en mi piel.

Y cada latigazo, cada corte, cada cachetada, cada vez que era amarrada desnuda en la rama de un árbol era observado por esa hija de perra, esa hija de puta que solo se me quedaba mirando con esos ojos vacíos, también llegó a arrojarme piedras junto a otros niños que pensaron que sería divertido, solo lo hizo una vez, pero una vez fue suficiente para que mi rencor por ella no hiciera más que aumentar, porque todo es tan justo.

Se comporta como una madre, me sonríe si está cerca ¿Por que tiene que verme con desdén cuando sufro una condena que no merezco? ¿Por qué mierda ella sigue impune? se preocupaba por los niños como si su vida dependiera de ello, de hecho corrigió muchas actitudes con tan solo un mes en el monasterio, si, mis castigos se hicieron menos frecuentes más no desaparecieron y yo estaba bien con ello, estaba bien siendo el mártir que mamá decía que era.

¿Pero por qué tubo que aparecer? De no ser por esa zorra que se acuesta con Norman día y noche jamás me habría sentido así, tan impotente, tan miserable... tan patética, por tener envidia, por guardar rencor... ya no sabía a quien odiar más si a ella por existir o mi por querer dejar de hacerlo.

- A partir de ahora Emma cuidará de Conny -

A ella, la odiaba más a ella, la odiaba con cada gramo de mi ser.

Acto XII: Los días oleados de una niña.

Desde que Emma llegó mis días han dejado de ser tan tristes, me sentía sola y con frío todos los días, pero ella me ponía de buen humor, la comida que preparaba era deliciosa, subía cada noche conmigo a mi torre para que me quedara dormida mientras me contaba un cuento o cantaba una canción.

 Me puse muy feliz cuando la pusieron a cargo de mi, porque claro que Gilda era mi hermana y la amaba, pero siempre estaba ocupada, Emma ahora me ponía especial atención a mi, nos quedábamos adentro casi todos los días por culpa de mi alergia al sol, con ella a mi lado ya no me ponía triste por eso, jugábamos con peluches que ella hacía robando borra de almohada o lana de los corderos, la tela y el hilo de los sacos del maíz, una que otra sábana rota o trapos de cocina.

Lo único que no cambió fue mi adiestramiento, me encerraban en un cuarto oscuro completamente vacío por horas, por más que lloraba jamás me sacaban cuando se los pedía, pero al menos ahora Emma podía calmarme cuando sucedía.

Emma también se comportaba raro, durante las misas apenas parpadeaba con una cara seria, muy diferente a como solía ver al Mediador Norman usualmente, hasta llegaba a dar miedo en algunas ocasiones, después de la misa volvía a ser la misma de siempre.

Era la mejor mamá.

Acto XII: El equinoccio de primavera.

Era ya marzo del año mil ochocientos cincuenta y siete cuando se acercaba el equinoccio de primavera, un evento celebrado en la comunidad cada año, sin embargo, este año era diferente, porque este año habría  un eclipse como nunca antes visto desde El monasterio para refugiados de William Minerva.

Las vacas eran amarradas con hilos de lana rojos al igual que algunos árboles y a las niñas del monasterio por debajo de la ropa.

Llevaban todo el invierno preparándose para ese día, Norman se encargaba de que todo fuera perfecto, revisaba el cielo cada noche con su telescopio sin encontrar anomalías.

Los hombres recolectaban la leña para encender la gran fogata al atardecer mientras las niñas preparaban sus batas de manta adornándolas con flores tejidas.

Y los niños... ayudaban con el festín.

El día por fin había llegado, todos desde muy temprano se vistieron y salieron de sus habitaciones.

- Hoy te vas a ver preciosa Conny -

- Gracias a ti Emma -

Emma, que en tan solo un par de meses se había vuelto casi inseparable de la pequeña Conny, arreglaba su cabello con bellas margaritas y un maquillaje hecho con buganvilias magentas, mientras Emma decoraba su propio cabello con una corona de flores de cempasúchil.

Salieron para encontrarse con sus hermanas y colocarse en una fila de menor a mayor, pero a excepción de las demás, Emma y Conny lideraban el pequeño desfile, las madres seguían después de Bárbara y al final, Cislo y Vincent junto a Phil y Rossi.

Caminaban con banderines coloridos decorados con listones y flores, con panderetas, flautines y cascabeles, mientras también tiraban pétalos por el camino que recorrían.

Después de cruzar el claro llegaron hasta el templo donde el mediador Norman esperaba el desfile en completa calma. 

Después de que todos entraron el silencio prevaleció hasta que las puertas se cerraron, entonces el Mediador comenzó a hablar.

- Hijos, hermanos y madres, hemos formado una hermosa familia a lo largo de estos años, muchos han venido pero pocos han permanecido, la ceguera no les permitió ver lo que estaba por venir y prefirieron morir en ignorancia antes que bañarse en la gloria del conocimiento, y por aquellos quienes entregaron su vida para servir al bien mayor, ofrecemos un golpe en su honor -

Phil dio un paso al frente, se quitó una tambora de la espalda dando diecinueve golpes constantes en esta con un baquetón, entonces el hombre prosiguió.

- Después de este ritual sagrado tendremos el saber por una década más, y todo será gracias a ustedes -

Entonces todos aplaudieron, dijo más palabrería sin sentido hasta que se llegó la hora de jugar.

Los niños corrieron y jugaron todo el día en el bosque sin descanso ni comida hasta que la campana sonó, dando la señal, hora de encender el fuego.

Después de que esta fue prendida todos comenzaron a echar sus ropas al fuego por orden de Norman, a pesar de la contradicción, todos escucharon, todos, menos el claramente, echaron su ropa a la hoguera y se sentaron a los alrededores viéndola arder.

Agotados, sudorosos y hambrientos entraron al comedor cuando anochecía, los platos estaban siendo servidos cuando Emma quebró su plato en el piso completamente furiosa, entonces tomó a Conny y se la llevó corriendo fuera del salón, todos estaban tan impactados que el único que pudo reaccionar fue Norman quien corrió detrás de ellas.

Entonces el la tacleó, más ella no desistió, se incorporó rápidamente tirandole tierra a los ojos, entonces el la golpeó en la cara mientras la sujetaba del cabello y Conny veía todo esto al borde del llanto.

- ¿Qué e dije? ¡¿QUÉ TE DIJE CARAJO?! -

- Dijiste muchas cosas-

- ¡UNA COSA TE PEDÍ MALNACIDO DE MIERDA, UNA, NO ME DES CARNE HUMANA ¿Y QUÉ ME DAS? ¡EL MUSLO DE UN PUTO NIÑO! MIERDA, SABÍA QUE ESTABAN ENFERMOS PERO ¿QUÉ ES TODO ESTO? ESTÁN DEMENTES -

- Deja que te muestre entonces, lo que hacemos aquí -

Indecisa, ella aceptó, tomó a Conny en brazos y juntas siguieron al Mediador quien segundos atrás había prendido una antorcha.

Caminaron por todo el lugar hasta llegar a una instalación que la chica en su vida había visto, estaba detrás de todo lo verde, tal vez por eso el albino jamás se dignó en mostrárselo.

Al entrar la oscuridad no permitía ver nada pero olía espantoso y pisaba el piso cubierto de agua, era una especie de molino sin mantenimiento, que no era ni de broma como las otras estructuras, este estaba hecho de piedra, era tosco y rudimentario con solo una ventana pequeña.

Cuando la puerta se cierra detrás de Emma abraza a la niña que temblaba de miedo gracias a la oscuridad, eso hasta que dos hileras de personas se revelan cada una con una vela en mano, dejando entre ver el lugar, el olor pertenecía a la pila de cadáveres apilados de animales y niños, y aquello que pisaba no era precisamente agua.

Conny gritó y lloró desconsoladamente viendo los cuerpos de todos sus hermanos ahí tirados, oh bueno, lo que quedó de ellos y no se usó para la cena.

- ¿Qué es esto? -

- Creí que nunca preguntarías -

Exclamó felizmente el hombre con bastón de pelo blanco con una antorcha que se posaba frente a ella.

- Verás, William era un hombre ambicioso del otro lado del mundo, no vio ningún futuro como inversionista de Londres además de que el buscaba... algo más, algo que lo llenara, y entonces lo encontró, siempre había sido aficionado a los libros pero jamás se reveló ante el como en aquel sueño, entonces puso manso a la obra, viajó por el mundo simplemente con hambre de saber, y entre viaje y viaje llegó a México, donde a través de cuevas inexploradas sobre el golfo pudo descubrir algo sorprendente, lo descubrió a El -

- ¿Quién mierda? -

 - Más respeto, El es una entidad misteriosa desaparecida hace millones de años, eso hasta que William pudo contactar con el, tardó mucho pero al menos lo consiguió, quería hacer un trato con el pero no tenía nada que perder más que su vida, entonces hizo algo que le importase, este lugar, ¿Y qué quería hacer te preguntarás? pues William iba a entregar lo más valioso para el a El a cambio de conocimiento, el conocimiento que no puede tener el hombre, el de las estrellas el del futuro, lo descubriría todo, eso hasta que en algún punto lo más importante para el se volvió su vida, no sin antes dejarme a mi como su aprendiz, yo soy el mediador de esta realidad y la que sigue, del presente y de futuro, si no soy un Dios al menos podré comunicarme con uno, "ahora soy el centro de atención, las cámaras están sobre mi; soy un cadáver exquisito, tan surreal y hermoso pues al fin me convertí en una estrella aunque tuve que decir adió de este mundo" sabes esas fueron las últimas palabras de William, yo estuve ahí, lo vi cerrar los ojos hasta ser uno con el universo   -

- Estás enfermo -

- Solo soy amoral, es algo que nos inhibe, en fin , por eso estás tu aquí hoy, por eso estamos todos aquí hoy -

- ¿Qué? ¿Vas a decir que soy importante para ti? -

- Emma, si, ella es muy importante para mi, y no quisiera tener que hacer-

- Ay por favor  ¡YO SOY LA MALDITA EMMA! FUE UN ENGAÑO! ¿ENTIENDES? SIEMPRE FUI EMMA -

- No, tu mientes -

Dijo completamente seguro de sus palabras

- Mamá me decía que si creaba una personalidad fuerte como defensa podría protegerme de cualquier cosa, por eso te mentí, me harté de mi padre entonces lo maté y quemé la casa intentando olvidar, me hice de un amigo imaginario jugando a esa estúpida cosa de las dos personas en una, no tenía a donde ir, jamás me gustó este lugar salvo por los niños, eran mi vida ¡Y TU ACABASTE CON ESO MALDITO INFELIZ! -

- Amarrenla -

Más temprano que tarde Cislo y Vincent la sujetaron por la espalda.

- Déjame decirte algo, si me hubiera gustado casarme contigo, pero todo esto fue así desde que naciste, las casualidades no existen -

Dijo mientras acariciaba su mejilla, entonces el cuchillo de una nabaja rajó la garganta de Emma bañando a Norman completamente de sangre, Norman relamió sus labios casi satisfecho, entonces miró hacia atrás viendo como Conny lloraba y gritaba desconsolada en el piso muerta de miedo.

El demonio de ojos azules la abofeteó callándola al instante, entonces la tomó del brazo colocandola frente a Emma aun sostenida por los dos hombres, Conny miró a los ojos de su casi madre sin vida, recordando los buenos momentos que habían pasado juntas y lo mucho que la extrañaría, su llanto fue interrumpido por otra rajada en el pecho de Emma que fue bajó desde su clavícula hasta su pelvis.

Norman restregó a la pequeña contra el cuerpo inerte de la pelirroja hasta que quedó cubierta completamente en sangre y grasa, cubriéndola también por la parte de atrás, entonces la cargó entre sus brazos postrandola en una carroza pequeña blanca donde fue transportada hasta el comedor nuevamente.

En todo el trayecto solo podía tragarse sus lágrimas mientras recordaba aquella hermosa canción que Emma cantaba para ella, era su mayor consuelo, y entre sollozos pensó por un instante.

{- Que hermosa está la luna -}

Al entrar todos aplaudieron al verla, ya no eran solo los integrantes del monasterios, sino también las personas del pueblo, Gilda también se encontraba allí, aplaudiendo y sonriendo efusivamente, como todos. Fue colocada sobre la pequeña cabeza de la niña una corona de cempasúchil y un rastro de sus pétalos la conducían directo a la cocina, Antes de dar un paso más Norman le palmeó la espalda con cinismo.

- Sonríe Conny -

Y así lo hizo.

Fue el mejor festival que han hecho en mi honor.

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