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🎼 Canción Recomendada para este capítulo:

Hate - 4 Minute

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Otra mañana podrida en este infierno. Bien, corrí con suerte, pues se me asignó una celda completamente vacía donde podía hacer lo que quisiera sin enfrentarme a otra reclusa. Sin embargo, no era del todo bueno, ya que muchas deseaban esa pequeña libertad.

Han pasado dos meses desde que me arrestaron. Mi abogado es un completo inepto; aún no logra obtener el permiso que me otorgaron por aceptar el trato. Según él, debía esperar por lo menos seis meses para conseguirlo.

No me quedaba más que esperar y rezarle a ese ser omnipresente que tiene miles de seguidores, para que a ninguna reclusa se le ocurriera meterme en problemas.

En mi primera semana, conocí a la mayoría de las reclusas peligrosas, aquellas que lideran la jerarquía dentro de este horrible lugar. Son tres mujeres con un historial suficiente en sus conciencias.

A una de ellas la conocí cuando aún era adolescente; su sobrenombre es UEE. Esta chica era la amante del jefe con quien comenzamos a trabajar JungKook y yo. La arrestaron tras el asesinato de dicho sujeto, y ella era la única sospechosa.

Lleva aquí ocho años de los veinte a los que fue sentenciada; jamás hubo evidencia suficiente para declararla inocente. Ella me ha estado protegiendo de las otras dos reclusas; el costo es ayudarla a encontrar al sujeto que le tendió la trampa para ser inculpada y quien, casualmente, también es mi objetivo.

El saber quién era ella no me eximió de la golpiza que sus aliadas y enemigas me propinaron dos días después de mi llegada; de milagro sigo viva.

Los días aquí dentro son lentos y bastante obsoletos. En ciertos momentos, me doy la oportunidad de recordar, recordar mi esplendorosa vida antes de esta miseria. Bueno, no era la gran maravilla, pero por lo menos me sentía feliz y disfrutaba al máximo cada minuto como si fuera el último.

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Nunca vas a perderme yo soy tuyo y tú eres mía, nuestro amor es invencible mi vida dejemos de lado estos juegos por hoy quiero hacerle el amor a mí mujer...

─¡Vamos, malditas escorias! No están aquí de vacaciones!

Como ya era costumbre, desperté con el corazón exaltado y con lágrimas en los ojos. Últimamente he soñado con él y, aunque quiero olvidarme de todo lo que nos une, no puedo; aún lo amo. Mi absurdo cerebro todavía lo retiene con amor cuando, en realidad, debería odiarlo con todas mis fuerzas.

─Vamos, mariposita, tienes que trabajar. ─comentó una de las tantas guardias que me sacó de mis pensamientos.

─Ya lo sé, no tienes que repetírmelo a diario. ─dije con sarcasmo y una mirada de pocos amigos.

─No quieras pasarte de lista conmigo. ─sentenció tras tomar con fuerza mi muñeca.

─Es lo que menos quiero hacer. ─Le sonreí. ─Sabe, agente Park, me agrada. ─comenté sinceramente. Dicha guardia me observó confundida, frunció el ceño y, de un momento a otro, me jaló bruscamente de la mano para empujarme y pegar mi cara contra la pared de la celda.

Me retenía con fuerza contra la pared sin soltarme de la nuca.

─Deja tus jueguitos de una buena vez, sé perfectamente quién eres y, créeme, no te voy a ayudar, LADY JEON ─susurró muy cerca de mi oído ese asqueroso sobrenombre.

─¡Agente Park, suelte a esa reclusa! ─se escuchó a lo lejos.

─Discúlpeme, señora Chong, pero no puedo; la reclusa ha intentado tocarme cuando sabe que lo tiene prohibido, por ello la he inmovilizado.

─Entiendo, sea tan amable de llevarla a mi oficina; la reclusa y yo tenemos asuntos pendientes que resolver.

─¡Sí, señora!

En cuanto aquella señora de mediana edad se dio media vuelta, mi verdugo me soltó y colocó sobre mis muñecas un par de esposas; la maldita las apretó tanto que sentí cómo el metal obstruía mi circulación.

Caminé detrás de la guardia por los largos pasillos del penal. Ya me había acostumbrado a escuchar los abucheos de las reclusas cercanas a la puerta principal; estas, por alguna extraña razón, bramaban como bestias cada vez que una interna era escoltada fuera del pabellón.

─Tan importante eres, Lady. La directora nunca había entrado al pabellón por una reclusa ─expresó con cizaña.

─Eso parece, agente Park ─le resté importancia.

Ambas llegamos a la oficina de la directora, donde, por fin, pude sentir mis muñecas. Aquella habitación era bastante vieja, muy oscura y aburrida; se nota que el penal no ha recibido los recursos suficientes para cambiar el mobiliario de los años ochenta.

La directora Chong era una mujer de semblante fuerte y decidido, características primordiales para sobrellevar a miles de delincuentes. Estaba sentada frente a un gran escritorio de madera color caoba.

─Tomé asiento, Señorita Jeon. ─dijo sin siquiera verme, pues estaba leyendo lo que supuse era mi expediente.

─Señorita Lee... ─le interrumpí. Ella alzó la mirada y exhaló fastidiada.

─Bien, Señorita Lee, supongo que no hace falta decir por qué estás aquí. ─Dejó una hoja sobre el escritorio.

─Creo que no. Dígame, ¿para qué quería verme?

─Pedí que te trajeran porque tu permiso ha sido concedido. Tu abogado trajo los papeles necesarios para que los firmaras y, bien, estarás fuera de este lugar dentro de un mes. ─Esbozó una gran sonrisa fingida. ─Pero antes de que cantes victoria, debo advertirte que no pasaré por alto tu comportamiento sarcástico y burlesco. Más vale que te comportes como un cordero o, de lo contrario, tu permiso será revocado y permanecerás aquí más de cinco años. ─Esta vez sonrió con malicia.

─¿Quiere decir que... debo ser su súbdita? ─torcí los labios.

─No, mi súbdita, pero sí comportarte. Sabes que la agente Park es la más joven de los guardias, por lo tanto, no da su brazo a torcer fácilmente como el resto. Así que no intentes influenciarla porque no lo lograrás.

─No quiero influenciar a nadie. ¿De qué me serviría? Si más hundida no puedo estar... ─suspiré. ─Tan solo buscaba una conversación decente con ella. Desde que llegué aquí, no paro de oír las atrocidades que cada reclusa ha hecho y, vamos, no soy una santa, pero es repugnante oírlo. ─argumenté con asco. ─Quizá la agente Park pueda darme detalles del mundo de la moda. He visto que lee revistas de ese tipo y, como usted bien sabe, mi estilo es único. Y si voy a salir de aquí, quiero salir luciendo lo mejor. ─sonreí burlonamente.

─Le recomiendo que sea seria y no trate de entablar amistad con ninguna agente. Si desea leer esas revistas, pídaselo al encargado de la biblioteca ─sentenció fríamente.

─De acuerdo...

─¡Agente! ─bramó fuertemente.

Una agente mucho más alta que la agente Park entró a la habitación. Era bonita y me pareció que era más o menos de mi edad.

─Lleve a esta reclusa a su lugar de trabajo ─dijo la directora mientras ordenaba las hojas sueltas de su escritorio.

─¡Sí, señora! ─exclamó la agente por lo bajo para después tomarme del brazo y colocar las esposas en mis muñecas. A diferencia de la vez anterior, podía mover mis manos sin lastimarme.

Ambas salimos de la oficina con rumbo a la lavandería. Si, por desgracia, me tocó trabajar ahí y lavar todas las sábanas sucias, era repulsivo ver que muchas estaban manchadas de sangre menstrual y de uno que otro fluido corporal; me revolvía el estómago solo tener que tocarlas. Además, muchas veces tuve que esconder los objetos punzocortantes que las reclusas escondían en sus almohadas.

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Al terminar con mi trabajo en la lavandería, caminé hacia la zona de comida, donde me senté en una de las tantas bancas y me dispuse a comer lo que se suponía que era el almuerzo.

Mientras degustaba mi porción de lo que parecía ser un guiso de cerdo, una de las aliadas de UEE se sentó a mi lado.

Era una chica de unos diecinueve años, aproximadamente, con cara de ángel y buen cuerpo. Al parecer, fue atrapada en un robo a mano armada; es algo ingenua y muy infantil, por ello UEE la usa como portavoz.

─¡Hey, Lady Jeon! UEE quiere verte. ─dijo con firmeza tras robar una galleta de mi bandeja. Dejé a un lado los palillos con los que estaba comiendo y voltee a verla fastidiada.

─YeJi, sabes perfectamente cuál es mi nombre, deja de llamarme así, por favor.

YeJi esbozó un puchero tan infantil y bajó la mirada.

─Lo siento, SaRang, es que UEE me ha pedido que te llame así.

─¿Para qué quiere verme? Si sabe que me están vigilando ─pregunté.

YeJi seguía comiéndose mi porción de galletas mientras me escuchaba. Aún con el bocado en la boca, contestó:

─Dice que no importa, que vayas a verla después del almuerzo a su celda.

─¡Oye, basta! Eso es lo único comestible en este lugar ─expresé, molesta al ver que se había terminado mis galletas. YeJi sonrió inocentemente y se disculpó con una leve reverencia.

Sin poder negarme, le respondí que iría.

─Muy bien, nos vemos allá ─sonrió alegremente mientras se levantaba de mi lado. Antes de que se fuera, la detuve tomando su antebrazo.

─Oye, Secret, me debes una porción de galletas ─le susurré al oído, liberándola de mi agarre.

─Algún día te las daré, nos vemos ─se alejó rápidamente.

─¡Maldita mocosa! ─me crucé de brazos, claramente molesta.

─Sí que es irritante esa mocosa... ─escuché lo que decía alguien frente a mí.

─¿Y tú quién eres? ─examiné rápidamente con la mirada a esa chica de aspecto inocente y misterioso.

─Calma, Lady, no te haré daño.

─¡¿Cuántas veces tengo que decir que no me llamen así?! ─golpeé mis manos contra la mesa, provocando que aquella chica se sobreexaltara.

─Vamos, bonita, ese es tu alias; así te conocen todas aquí: la gran Lady JEON, la más grande y exitosa estafadora de toda la mafia coreana, sin mencionar que eres la mujer del hombre a quien hoy se merece todo el respeto del gobierno. ─expresó, acentuando un movimiento de grandeza con sus manos frente a mí.

─¿Me dirás quién eres? ─le pregunté, ignorando sus últimas palabras.

─Oh, vamos, no seas tan desconfiada. Me llamo Ruby Jane y digamos que estoy aquí para ayudarte realmente ─volvió a sonreír.

─¿Ayudarme realmente? ¿Y cómo harás eso? ─la reté con la mirada.

─Solo debes seguir mis instrucciones ─contestó, segura.

─Ah, claro... ¿Y crees que voy a obedecerte, así como si nada? ─mencioné irónicamente. ─No lo creo. ─negué con la cabeza mientras me levantaba de mi asiento.

La chica detuvo mi mano antes de que tomara mi bandeja de comida y me observó fastidiada.

─¡Qué terca eres! Créeme que UEE no va a ayudarte en nada...

─¿Y tú sí? ─alejé su mano de mi bandeja y la tomé.

Ella también tomó la bandeja y me sonrió exclamando.

─Claro, por eso estoy aquí contigo.

Fastidiada, dejé mi bandeja bruscamente en la mesa y me acerqué lo más que pude a su rostro.

─Haré como que te creo, niña bonita. ¿Cómo piensas ayudarme? Si ni siquiera sabes qué necesito.

Ella también se acercó a mí y me susurró al oído.

─Necesitas dinero y un apartamento para después de que salgas de aquí en un mes, ¿cierto? ─se alejó de mi rostro y me obligó a sentarme nuevamente.

─¿Cómo sabes eso? ─pregunté desconcertada.

─Tengo contactos. ─Sonrió triunfante. ─¿Entonces me crees? ─tomó mi mano.

Me quedé pensando y analizando la situación cuando, de pronto, sentí como una gran fuerza me tiraba hacia atrás.

─¡UEE te está esperando, maldita! ─era una de las súbditas de UEE, la más gorda y hedionda que tenía.

─¡Ya voy para allá! Ni comer a gusto se puede en este lugar. ─Quité la mano asquerosa de aquella gorda y me levanté de ahí, dispuesta a irme, pero antes de alejarme, me dirigí a Ruby.

─Hablemos más tarde. Ve a mi celda mañana en la tarde. ─La chica sonrió victoriosa y afirmó efusivamente mientras se levantaba de su asiento.

─Después ves a tu novia. Vámonos ya. ─Esbozó la otra, ¿chica?

─No me toques, que no soy de tu propiedad. ─dije en el momento en que la gorda tocó mi trasero como si fuese suyo.

─Lady... ¿No te enseñaron a ser puntual? ─preguntó con sorna UEE, apenas llegué a su celda.

─Estaba comiendo; además, esta desgraciada quiso pasarse de lista en el camino... ─acusé molesta, observando con odio a la susodicha.

─Ya veo, pero si vas a defenderte, que sea con clase, cariño, no como cualquier gata. Le dejaste la cara marcada. ─mencionó UEE tras analizar a detalle las marcas chorreantes de sangre que le había dejado a su súbdita.

─No vaya a perder su atractivo visual. ─rodé los ojos. ─¿De qué querías hablar?

─Qué directa, espero no lo hayas aprendido de ese bastardo. ─aseveró, cruzándose de brazos.

─Aprendí otras cosas, querida... ─respondí sarcásticamente.

─Sí, y por eso estás aquí. ─dijo entre risas. ─En fin, quería hablar de tu próxima libertad. En cuanto salgas de aquí, mis hombres te recogerán a diez metros de la puerta, te llevarán a mi casa y podrás buscar al bastardo que nos encerró aquí.

─¿Es todo?

─Sí, es todo. Y, por favor, no arañes a más chicas. ─me observó fijamente, hasta que le afirmé con la cabeza.

Salí de ahí sin expresión alguna en el rostro. Quizá UEE quisiese usarme como su títere y señuelo, pero, vamos, si no lo hiciera, no volvería a ver a JungKook. Lo odiaba, sí, pero también lo sigo amando.

Creí que podría estar en paz llegando a mi celda, pero la chica que anteriormente habló conmigo en el comedor estaba ahí dentro, acostada en la cama superior como si nada.

─¿Qué haces aquí? Te dije que vinieras mañana ─dije molesta.

─¡Oh, llegaste! ¡Bienvenida a nuestra celda! ─expresó alegre.

─Te pregunté algo, respóndeme. ─Tardé mucho en procesar lo que me había dicho, y me sentí una estúpida cuando me di cuenta.

─¿Cómo que nuestra celda?

─¡Sí! Me asignaron esta celda desde ayer en la noche cuando llegué aquí, pero al ser muy tarde me dejaron dormir en la primera celda con las ancianas. Me trajeron en la mañana, pero la celda estaba vacía. ─Contó como una niña pequeña que le contaba su día en la escuela a sus padres.

─¿Y me dirás por qué estás aquí? ─pregunté mientras me quitaba la parte superior del uniforme. Como la tela es cien por ciento poliéster, me provocaba un escozor y ronchas en la piel; desde niña he sido alérgica a este tipo de tela, pero desde luego eso no importaba en este lugar y tenía que aguantarme.

─Ya te lo dije, estoy aquí para ayudarte. ─comentó para después bajar de la litera en un brinco. Se colocó detrás de mí y observó aterrada mi espalda. ─¡Pero, qué es esto!

─Se llama psoriasis. ─la alejé de mí después de tomar mi ungüento. ─¿Quién te obliga a ayudarme? ─me giré para mirarla a los ojos.

─¿Duele? Se ve muy mal. ─intentó tocarme, pero detuve su mano al darme cuenta. Ella comprendió que no debía hacerlo y se recargó en la pared. ─¿Por qué no has ido a la enfermería? ─preguntó con ese halo de niña buena e inocente.

─Ruby, responde, ¿quién te obliga a ayudarme?

Ruby estaba tan absorta en su pensamiento que no me hizo caso. Le pregunté unas cinco veces más y en ninguna ocasión me respondió. Traté de no ser tan impulsiva, pero cuando me di cuenta, ya estaba gritándole mientras la sostenía del cuello.

─¡Está bien, está bien, te diré, solo suéltame! ─dijo, pataleando y en un hilo de voz. ─Diablos, sí que tienes fuerza. ─Me miró molesta, sobándose el cuello después de recuperar el oxígeno.

─¿Y bien? ¿Quién te obliga a ayudarme? ─me crucé de brazos.

─Que insistente eres... ─comenzó a peinarse el cabello para después formar un chongo y amarrarlo con una liga. Me acerqué nuevamente, tomándola del hombro; ella, asustada, se alejó inmediatamente, dando tres pasos hacia atrás con las manos hacia enfrente.

─Tranqui... quila, na... nadie me obliga a ayu... ayudarte, porque... que yo quiero hacer... cerlo. ─tartamudeó, temerosa.

La tomé nuevamente del cuello, aprisionándola contra la pared. Había perdido por completo la paciencia y sus respuestas en círculos solo hacían enfadarme mucho más.

─Dime de una buena vez ─sentencié, apretando su cuello.

─¡Quién quiere ayudarte es Min YoonGi!...

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Hello it's me 😅

Estoy aquí para decirles que cambié un poquito mi estilo de escritura, (casi no se nota), osea la hice más "profesional", según yo.

En fin espero que esté primer capítulo les haya gustado, aprovecharé estos momentos de inspiración para poder plasmar mis ideas.

Recuerda que los links a las listas de reproducción puedes encontrarlos en el apartado especial, tan solo debes escanear el QR.

No olvides dejar tu estrellita, ir a mi perfil para leer mis otras historias.
¿y por qué no?
Seguirme 😅

¡Lxs amo mucho! 😘💜

•᭡͡ᩬ✦ℨ𝔞𝔨𝔶 𝔇𝔯𝔞𝔤𝔬𝔫🐉

Se despide
Hasta la próxima 💜

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