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🎼 Canción Recomendada para este capítulo:

Slow Down - Chase Atlantic

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Después de casi dos horas de viaje, llegamos directamente al restaurante donde nos deleitamos con el sabor inigualable del guiso de pescado característico de la región. Después de ello, nos dirigimos a la pequeña casa que siempre rentamos cada vez que venimos a la isla.

La casa está situada a unos cuantos metros de la playa y en su interior alberga una gran cantidad de muebles lujosos y modernos, al igual que un sofisticado sistema de seguridad. Además, la alberca cuenta con un jacuzzi y una habitación de spa; definitivamente es una casa de ensueño.

Al llegar, ambos nos instalamos en la habitación, acomodando nuestra ropa y pertenencias en los muebles. JungKook estaba a punto de darse una ducha y ponerse cómodo cuando le pedí que me acompañara a una caminata por la orilla de la playa. En un principio, no fue de su agrado, pero cuando me quité el vestido negro que le encantaba y le mostré el diminuto bikini que traía puesto, me siguió cuan animal hambriento.

Esa noche, la brisa nocturna se sentía cálida y el cielo estaba completamente despejado, permitiéndonos admirar las estrellas que adornaban el firmamento. Me sentí como una adolescente enamorada al caminar aferrada al brazo izquierdo de JungKook.

─¿Ya te he dicho cuánto amo tu tatuaje? ─mencionó, acariciando la parte baja de mi espalda con su dedo índice...

Recuerden que mencioné que había vivido todo lo que una adolescente debe vivir a su lado. Bueno, pues el haberme tatuado un dragón chino con sus iniciales a los dieciocho años es parte de esa etapa. Cuando mi padre lo vio, me lanzó la taza que traía en las manos directamente a la cabeza. Nunca entendí por qué era tan impulsivo. En fin, desde entonces no he vuelto a hablar con él y me salí de casa ese día, dejando a mi madre sola con ese bastardo hasta que ella decidió pedirle el divorcio.

─No... ─le respondí vagamente.

Él me acercó contra su cuerpo y me tomó por el mentón para obligarme a verlo directamente a los ojos; me perdí nuevamente en su mirada.

─Si nunca lo he dicho, lo hago ahora: amo tu tatuaje ─dijo mientras acariciaba delicadamente mis labios con su pulgar y me sostenía de la nuca firmemente. Cuando él me sostenía así, debía colocarme de puntillas para estar a su altura.

─¿Lo amas más que a mí? ─inquirí con voz de niña pequeña, esbozando un puchero.

─Por supuesto que no, tú lo eres todo para mí ─besó mi frente después de mencionarlo.

Él no siempre es distante conmigo y amaba con toda mi alma esos momentos en los que me hacía sentir que yo era su única razón de vida.

Me acerqué a él con la intención de besarlo, pero en lugar de eso, lo pegué a mi cuerpo fuertemente en un abrazo necesitado. No quería que mis cursilerías arruinaran nuestra noche; siempre he sido muy sensible y cualquier cosa cambiaba mi estado de ánimo, y esto, sin duda, me vulnerabilizaba bastante.

Sentí un calor enorme al darme cuenta de que él no se apartó; al contrario, correspondió el abrazo y me sostuvo con firmeza de las caderas. Con suavidad, se separó de mi cuerpo unos pocos centímetros para depositar un beso en mi clavícula y después ascender a mi boca, donde unió sus labios con los míos fervientemente.

Sentí que ahí estaba, que aún seguía ahí, un poco débil, pero aún existía esa llama, esa devoción y esa esencia que nos une desde que ambos nos cruzamos en nuestras vidas.

Dejé que mis deseos más oscuros se apoderaran poco a poco de mi cuerpo, siguiendo sus movimientos dulces y un tanto atrevidos. Francamente, me era inevitable contener esos deseos cada vez que sentía su tacto directamente sobre mi cintura.

Nuestro beso pasó de ser tierno y dulce a ser pasional y lujurioso, permitiendo que él comenzara a acariciar mis glúteos con sus palmas extendidas y también comenzara a acariciar mis labios vaginales por encima de la tela del bikini con su pulgar. Sabía perfectamente cómo estimular mi intimidad para llevarme al límite de la cordura.

Sin detener sus caricias en mi zona íntima, procedió a desatar los tirantes del sujetador con los dientes, dejando al descubierto mis senos, los cuales deleitó visualmente. Después, se prensó como un bebé hambriento a uno de mis pezones, succionando ávidamente la zona.

Me tenía totalmente expuesta y a su disposición en medio de la playa, justo a mitad de la noche. Mientras él continuaba estimulando mi vulva, sentí que pequeños espasmos se alojaban en ese pequeño punto de placer; en cualquier momento, me perdería en el éxtasis, y eso no lo iba a permitir. Por lo que deslicé mis manos por su espalda y abdomen con la intención de llegar a su entrepierna, pero me detuve al sentir el fuerte mordisco en mi pezón. Esa era la señal para no desobedecerle y dejar que hiciera lo que quisiera.

Nuestra intimidad no era así. Cuando me entregué a él por primera vez, fue muy cuidadoso y, sobre todo, muy atento. Después de ello, siempre buscó mi placer por encima del suyo, pero cuando descubrió el BDSM, todo cambió.

Continuó acariciando mi vulva tras deshacerse de mi pantaleta y, con la parte superior de mi bikini, ató mis muñecas por encima de mi cabeza, caminando a mi alrededor y apreciando mi desnudez de pies a cabeza. Después, se quitó el saco para colocarlo sobre la arena y me obligó a hincarme frente a él.

Desde mi perspectiva, pude ver la gran y deliciosa erección que se marcaba sobre su pantalón. Quise deleitarlo inmediatamente, brindarle ese placer que lo enloquece solo con mi boca, pero debía esperar a que él me lo pidiera, más bien a que él me obligara a hacerlo.

JungKook sabía perfectamente que deseaba succionarle el pene hasta dejarlo seco, pero en su juego jamás iba a complacerme. Me tentó varias veces acercando su entrepierna a mi rostro y, en ningún momento, pude prensarme como él se había prensado a mis pezones. Tan solo pude lengüetear la rígida tela de su pantalón con la punta de la lengua. Estaba por cantar victoria en el momento en el que pude lamer más que la tela, cuando sacó de su bolsillo una pequeña bala vibradora y me observó lascivamente.

De nuevo, el juego de la sumisa mascota. De entre todos los juegos habidos y por haber, este era su favorito; debía comportarme como el animal que él eligiera en ese preciso momento.

─Es hora del juego, perrita. Vamos a casa.

Mencionó seductivamente mientras se hincaba frente a mí. Con el pequeño artefacto rosa, comenzó a acariciar mi clítoris y la línea de mi vulva hasta introducirlo lentamente en mi interior en un solo movimiento, gracias a la lubricación de mis fluidos.

Me besó la frente y, después de ello, me llevó con él a rastras, avanzando en la arena sobre mis rodillas. Durante el camino a casa, comenzó a encender y apagar la bala en mi interior. Aquella vibración emitida por ese artefacto únicamente me provocaba incomodidad en lugar de placer. Vamos, todo el mundo sabe que la estimulación con estas cosas debe ser paulatina, subiendo el nivel de vibración. En cambio, siempre colocaba el nivel máximo desde un principio.

Después de avanzar a gatas por todo el camino a casa, llegamos a la habitación donde me ordenó inmediatamente que me subiera a la cama. Le obedecí, tratando de no mostrar los fluidos que comenzaban a desbordarse por mis labios vaginales. A pesar de mi incomodidad, no podía frenar la reacción natural de mi cuerpo ante este tipo de estímulos. Debía tener cuidado con ello, pues si él notaba la presencia de lubricación excesiva en mis muslos, se enfurecía inmediatamente. Siempre decía que solo él podía causar ese tipo de reacciones en mi cuerpo, y si no obedecía o hacía algo para evitarlo, tendría que castigarme.

Una vez arriba de la cama, me hinqué, imitando la posición de un perro cuando se sienta, observando a detalle cómo poco a poco se desnudaba.

Se quitó la corbata lentamente y procedió a desabotonar su camisa.

─Amo...

─No tienes el derecho de hablar. ─sentenció, dándome la espalda.

─Lo sé, solo quería decirle que en el cajón frente a usted podrá encontrar muchos juguetes para su perrita... ─dije con un tono de voz más agudo de lo normal; extrañamente, ese tono era el que le gustaba cuando jugábamos así.

Lentamente, se acercó al lugar que le indiqué.

─Veamos qué hay por aquí. ¡Wow! La perrita sí que quiere divertirse, pero... estos juguetes son de Ruby. ─Se giró a verme con clara duda en el rostro.

─Busan. ─dije, evadiendo el contacto visual.

JungKook se cruzó de brazos y me observó detenidamente.

─Cariño, tu palabra de seguridad no es válida ahora.

─¡Busan! ─grité con los ojos cerrados.

─¿Qué pasa? ¿No quieres jugar? ─se acercó rápidamente a donde me encontraba, se colocó en cuclillas frente a la cama y me tomó por la barbilla suavemente.

─Sí quiero, pero... ─suspiré, alejando su mano de mi rostro. ─No como Minnie, quiero hacerlo como Ruby.

─Tú no decides eso. ─aseveró molesto.

─La última vez que jugamos fue con Minnie; Ruby no ha jugado contigo en años ─dije después de sentarme a la orilla de la cama.

─¿Por qué ahora? ¿Por qué Ruby?

De nueva cuenta, suspiré y aparté la mirada. Él me tomó por los hombros fuertemente, obligándome a responderle. Francamente, nunca creí que tendría que darle una explicación. Cuando yo le pedía de buena manera cambiar el personaje de juego, él accedía después de besarlo en los labios.

Cansado de no obtener una respuesta, se levantó del suelo y tomó las prendas de ropa que anteriormente había colocado en el buró, con la intención de irse rápidamente de ahí.

─¡Porque Ruby es lo más cercano a una relación normal! ─le grité para evitar que saliera de la habitación.

─Tus explicaciones son innecesarias; es evidente que ya no quieres jugar bajo mis condiciones ─se colocó la camisa y abrió la puerta, dispuesto a salir de ahí.

Antes de que Jungkook pudiera dar un paso hacia adelante, corrí tras él para cerrarle el paso.

─Quiero que me hagas el amor sin juego alguno; deseo a aquel hombre a quien le entregué mi virginidad a los dieciséis años y del que me enamoré perdidamente ─mencioné con voz quebrada.

─¿Por qué ahora?

─Porque te amo y necesito saber que aún soy tuya, que aún te gusto, que aún me deseas. Desde hace meses siento que te estoy perdiendo... ─no pude contener mis lágrimas; esto me dolía más de lo que imaginé. Esa horrible sensación de no ser atractiva para tu pareja me estaba consumiendo.

Dicho esto, me desató las manos y me cargó, sosteniéndome de los glúteos para después besarme efusivamente en los labios.

─Nunca vas a perderme; yo soy tuyo y tú eres mía. Nuestro amor es invencible, mi vida. Dejemos de lado estos juegos; por hoy quiero hacerle el amor a mi mujer ─afirmó contra mis labios, pegando suavemente su frente contra la mía.

Mientras me besaba, me sostuvo de las piernas, cuan recién casados, para llevarme a la cama y colocarme sobre ella con delicadeza. Recostada en la cama, vi que Jungkook se volvió a quitar la ropa; esa simple acción provocaba que lo viese con un halo de masculinidad irreal y exorbitante. Me era inevitable no mirarlo con deseo, pues con su excelente y bien definida figura era imposible; sin duda, el trabajo en el gimnasio daba muy buenas recompensas.

Sabía perfectamente cuánto me estremecía su cuerpo y, a pesar de haber dicho que no jugaríamos, comenzó a tentarme con quitar y no quitar su bóxer. Lo observé con reproche, pero dejé que siguiera moviendo sus caderas en un vaivén bastante sugestivo. Su mirada, cuan animal hambriento, me devoraba de pies a cabeza y se fijó en un solo lugar después de abrir mis piernas.

La bala vibradora siguió encendida a baja intensidad todo este tiempo, por lo que me encontraba en el punto máximo de la excitación. Los fluidos de mi cuerpo desbordaban por mis, ya hinchados, labios menores y mi clítoris estaba tan hinchado que quizás en cualquier momento explotaría.

JungKook se aprovechó de mi sensibilidad, frotando suavemente su pulgar por mis labios mayores. Sonrió al ver mi pequeña expresión de placer y siguió frotando su dedo para después comenzar a frotar su lengua directamente sobre mi clítoris. Al instante, cerré los ojos disfrutando del contacto.

Se detuvo y pidió que levantara las caderas para facilitar su tarea. Obedecí, intentando contener mis expresiones; no pude hacerlo tras sentir cómo introdujo uno de sus dedos en mi interior por debajo de la bala vibradora. La presionó un poco y después la sacó lentamente.

─Esto estorba. ─Lanzó la bala a un lado e introdujo sus dedos en mí lentamente, tocando con estos el punto clave para provocarme un orgasmo.

Continuó lamiendo mi monte de Venus repetidas veces, orillándome a sentir aquellos delirantes espasmos y culminar entre gritos de placer. Un tanto aturdida, abrí los ojos, observando a detalle cómo se quitaba el bóxer. Lo que más llamó mi atención fue que mantuvo la mano derecha en forma de cuenco para después mirarme y mostrarme que mis fluidos estaban ahí. Tocó su erección con la mano izquierda y después comenzó a masturbarse con la mano derecha, impregnando mi esencia en su miembro.

Mi vulva palpitaba de deseo; quería sentirlo, quería que me penetrara profundamente, que me hiciera suya una y otra vez hasta desfallecer, y sin rodeo alguno lo hizo. Su firme y grueso miembro se abrió paso en mis paredes, causando esa deliciosa y adictiva sensación.

Su firme movimiento estimulaba a profundidad mi punto más sensible; en consecuencia, no pude reprimir por mucho tiempo aquellas expresiones cargadas de satisfacción. A él le estremecía escucharme; eran un gran detonante para su instinto. Sus fuertes estocadas aumentaron al mismo tiempo que dejaban marcas violáceas en mis senos con sus labios. Me tomó por ambas manos, pegándolas a la superficie de la almohada, y continuó moviéndose.

El éxtasis que a ambos nos inundaba se sentía en el ambiente. Sus movimientos eran cada vez más y más frenéticos. Fijé la mirada en sus ojos, demostrándole cuán deseosa estaba de recibirlo. Sonrió de lado, mostrándome ese gesto único de sensualidad en él, para después besarme ávidamente y dejar que su virilidad culminará en mi interior.

Pequeñas gotas de sudor caían sobre mí; estas brillaban con la poca luz de la habitación. JungKook estaba exhausto y yo trataba de asimilar el éxtasis en el que aún se encontraba mi cuerpo.

Su respiración errática disminuyó lentamente; logró estabilizar su ritmo cardíaco para después salir de mi interior con cautela. Sin duda, nuestros fluidos terminaron sobre la sábana que cubría el colchón, dejando una pequeña huella de nuestra pasión.

─Te amo... ─pronunció con voz ronca.

─Y yo a ti. ─le respondí, otorgándole un tierno beso en la frente.

Se tumbó a mi lado, abrazándome por la cintura. Besé sus labios y nos cubrí a ambos con la sábana, acurrucándome a su lado.

─── ❖ ── ☪ ── ❖ ───

La mañana siguiente permanecerá marcada en mi memoria por siempre.

Al despertar, JungKook no estaba por ningún lado; había desaparecido por arte de magia y, en su lugar, más de quince agentes de la policía estaban ahí para arrestarme.

El cabrón les había dado mi ubicación y se deslindó de toda responsabilidad en los atracos que habíamos hecho juntos, señalándome como la mente criminal cuando él era quien planeaba todo.

Desde entonces, no sé nada de él. Mi abogado dice que desapareció del país, al igual que los hombres que lideraban la mafia a la que pertenecíamos. El club fue desmantelado y mi apartamento puesto a la venta.

Por suerte, y al no tener evidencia contundente contra mí, me sentenciaron a cinco años de prisión y me ofrecieron un trato que acepté sin dudar.

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