
EPÍLOGO: QUERIDA CERSEI
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EPÍLOGO
QUERIDA CERSEI
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Kaz tal vez tendría paz.
Pero Cersei, ella no podría recuperarse de esto.
Era la mejor Comandante que el Segundo Ejército había tenido, la estrella más brillante y ardiente de los grisha, una heroína intrépida y una dama elegante. La joven del cartel de todo el esfuerzo bélico, adorada por trillones, con su sonrisa brillando en las columnas de todos los castillos del país. Ojos de fuego esmeralda, llenos de pasión y fuerza. Mitología en carne y hueso. Como una tormenta eléctrica andante, una diosa entre los hombres. Si Ravka descubriera lo que realmente había ocurrido en la Sombra, caería como Ícaro.
Todo lo que quería, atreviéndose y creyendo y despreciando, volando directamente a las fauces de una estrella hirviente, tragada por una tormenta.
Y mientras las lágrimas empezaban a caer por las mejillas pastosas de Kaz, arrodillado en el suelo como un muñeco, miró la tumba recién cavada de Cersei.
Recordó que una noche, mientras estaban sentados en el cálido cielo lila, ella le había cogido de la mano con una sonrisa intrépida y le había hablado de sus sueños. Los lugares que quería ver, persiguiendo cometas y buscando respuestas en el fuego, con el humo siempre ardiendo en sus labios. La juventud de Cersei duraría para siempre si ella lo hubiera permitido. Pero ahora estaba cortada, como el acero royendo la seda, ahora Kaz tendría que soportar el peso de la galaxia para siempre, sólo porque se amaron y él lo perdió todo.
Por culpa de su propio descuido.
Los dedos de Kaz se enroscaron en su cabello de ébano, con las uñas raspando su cuero cabelludo. Le dolía respirar, sus pulmones se estrechaban y sus mejillas se oxidaban mientras las lágrimas seguían retumbando en su rostro, nublándole la vista. Estaba completamente inmovilizado por el dolor en su pecho, sollozando atrozmente, la desesperación garabateando sus mejillas de color carmesí. Totalmente disuelto, deshilachado y agrietado como la seda antigua, llorando con tanta desesperación que podía oír el eco de su lamento en el viento.
Eres un fracaso.
No pudiste salvarla.
El mundo del joven Brekker estaba sumergido en fuego y sangre.
El rubí todavía empapaba sus guantes y brotaba un poco de sus labios. Había un monstruo dentro de su corazón y podía sentir sus garras rasgando en él, podía oír su gruñido retumbando bajo los golpes erráticos de su corazón. Las sombras se filtraban en sus ojos. Se estaba ahogando, ahogándose en un mar de carmesí hirviente, con las manos extendidas para agarrar una estrella muerta. Agarrando el aire cubierto de hollín.
Cersei. Su nombre hirvió en sus labios como una blasfemia. Más allá de su vista, una silueta se agitó, se estiró, con dedos como huesos de acero para atraparlo mientras caía. Cersei. El fuego estalló a su alrededor, hirviendo, como una violenta mandarina. Pudo sentir cómo las llamas le rozaban la piel, royendo su carne negra fundida hasta que acabó gritando con la voz de otro.
La sangre brotó de su nariz, se marchitaba en medio de la tormenta.
Kaz, debes luchar. La voz de Cersei susurró en su oído. Sigue luchando.
Oscuridad. El fuego desapareció, el humo persistió en el aire como una sopa gris y un pantano se extendió en su mente, verde turbio y burbujeante de esperanza. Una figura emergió de la noche cubierta de vegetación. Una muchacha de ojos creados con esmeraldas fundidas, cargando una corona de diez quilates.
¿Qué hay ahí?
DEBES LUCHAR, KAZ. Él fue tragado por las sombras y los relámpagos, y la sangre hirvió en sus labios una vez más. VIVE POR MÍ.
Cersei. Es su voz. La joven lo miró fijamente.
Y el universo cayó muerto.
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Con un violento despertar, Kaz irrumpió en la luz del atardecer.
Empapado en sudor helado, con el pelo pegado a sus mejillas escarlatas, tragó grandes galeones de aire, con el pecho hinchándose y deshinchándose ferozmente. Sus labios humeaban y, cuando los limpiaba, tenían un sabor amargo, como una mancha de brillo vil con sabor a hierro.
Se había quedado dormido, frente a la tumba que le había cavado para Cersei.
Bebió su dolor como si fuera el mejor vino tinto. Como si fuera la sangre más pura. Después de un tiempo, nunca se puede distinguir la diferencia entre el placer y el dolor.
Y era triste, pero la vida está llena de despedidas repentinas.
En cuanto sus emociones se calmaron, Kaz se marchó de allí lo más rápido que le permitieron sus piernas, siendo ayudado por su bastón. Cuando al fin se detuvo para poder recobrar el aliento, se dio cuenta de que sus descontrolados pasos lo habían conducido hasta otra de las muchas colinas con las que contaba en paraje. Se trataba de un hermoso lugar en el que había diversos árboles e infinidad de flores rojas como la sangre que apenas estaban floreciendo. La belleza de las plantas que crecían a su alrededor logró calmar su estado de agitación y lo hizo olvida el porqué estaba allí, aunque solo fuese durante unas milésimas de segundo.
Pero las flores le recordaron a las que había puesto en el cabello negro de Cersei antes de enterrarla.
Dirigió la vista al frente y oteó el horizonte, más allá de las verdes colinas de Ravka, donde el cielo estaba siendo consumido por el fuego del atarceder. Una suave brisa le revolvió el cabello y acarició sus pálidas mejillas, haciéndolo cerrar momentáneamente los ojos.
Instantes después, echó a andar hacia un riachuelo que fluía con aguas cristalinas. Acomodó su abrigo y se sentó en cunclillas. Comenzó a mordisquearse el interior del carrillo con cierto nerviosismo, justo antes de introducir una mano enguantada en aquella agua.
Un tenue suspiro se escabulló de su garganta.
El Oscuro estaba muerto, al igual que Cersei. Era algo poético, en cierto sentido, pensó Kaz. Los dos Invocadores de Sombras eran magia. Sin embargo, Cersei era única. No todos podían sentir las cosas tan profundamente como ella. La mayoría de la gente tenía sentimientos... sosos, sin sabor. Nunca entenderían lo que es leer un poema y sentir chispas, o ver un pez muerto y sentir agonía digna de sacar lágrimas.
Ella peleó la guerra.
Pero la guerra ganó.
Él y Cersei... Sólo eran amigos que hablaban como amantes. Y eso parecía ser suficiente para dos adolescentes que tenían miedo de amarse.
Santos, había tantas cosas que se escapaban de su entendimiento.
En un arranque de desesperación se llevó la mano que tenía libre a la frente. ¿Cómo podían haberse torcido tanto las cosas? Esa misma mañana todo parecía tan idiílico y perfecto que le costaba aceptar que ahora se encontrase en esa situación... Con el corazón partido en dos.
Kaz viró la cabeza hacia su izquierda en tanto parpadeaba varias veces seguidas, en un vano intento por contener las lágrimas. Tragó en seco y sorbió por la nariz, forzándose a no perder la compostura. Sintió el viento en su cara y se imaginó que eran las manos de Cersei... No pudo evitar pensar en lo mucho que extrañaba el roce su piel... Así como la imagen de aquellos hermosos iris verdes brillantes devolviéndole una mirada pícara y divertida.
Estaba tratando de recordarla y dejarla ir al mismo tiempo.
Y dolía.
Gracias por amarme cuando aún sabía a dolor y a guerra.
Unos minutos más tarde, Kaz se decidió caminar de regreso al pequeño campamento que habían creado entre los pocos sobrevivientes, donde todos estaban sentados alrededor de Alina Starkov, la gran y magnífica Invocadora del Sol, la salvadora.
En las pocas horas que llevaban en el lugar, no le había prestado mucha atención, debido al remolino de emociones que había en su corazón y mente, pero comenzó a hacerlo cuando la joven se puso de pie.
La muchacha lo encaró.
Kaz se quedó en silencio. Estaba gritando a carne viva.
La garganta de Kaz ardía con gritos encarcelados, una mafia de lágrimas encerradas en la celda ámbar muerta de sus ojos. Su expresión era vacía, sin emoción, suspendida en el frío olvido con una estrella de neutrones por corazón. Estaba anestesiado, la escarcha escarlata crujiendo por sus venas, los labios encogidos en una franja sin sangre. No se le escapaban las palabras.
Porque era ella. Cersei.
En sentido figurado. El horror rubí no manchaba sus palmas o sus ropas físicamente, no había hedor a hierro en su corazón, pero aún así la inocencia derramada cuajaba en él como leche carmesí.
Y el alma de Cersei susurraba, suplicaba: Sálvame, sálvame, sálvame. En esa piel que no era la suya.
Como si hubiera quedado algo de Cersei para salvar.
A Kaz no le importaba el dolor. Era la esperanza lo que le mataba.
E incluso antes de que ella hablara su nombre, él lo supo.
La figura que emergió de la noche cubierta de vegetación en su sueño. La joven de ojos creados con esmeraldas fundidas, cargando una corona de diez quilates.
Cersei.
Luz y oscuridad.
Kaz casi sonrió.
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Los ojos grises de El Oscuro se habían mantenido cerrados mientras la batalla de desarrollaba en el esquife.
Pero entonces Aleksander oyó pasos que se estrellaban entre las sombras, pesadas botas, y Cersei gritaba, un sonido que se le abría el pecho y que sólo había oído en sus más oscuras pesadillas. La desesperación crecía y crecía, y apretó sus puños desnudos, escupiendo desesperadamente su nombre. De repente, el caos se apagó como si todo hubiera cesado de existir.
Las sombras dejaron de cantar el nombre de Cersei.
Por un momento, El Oscuro se quedó congelado. Y entonces un rayo de luz solar salió disparado hacia el cielo.
Pero entonces, empezó a temblar mientras el esquife se alejaba.
Había brasas en sus pulmones, carbones carmesí en su sangre, un horno moribundo hirviendo en la boca del estómago. Las víboras de humo empezaron a sisear, subiendo más allá de su esternón, ascendiendo, abrasando su garganta hasta que sus ojos hirvieron de lágrimas. Hubo un chillido espeluznante que floreció dentro de su pecho, como un metal raspando la piedra, y el fuego se hizo más caliente, más fuerte, gruñendo con oscuridad y rabia y sufrimiento. Y dejó que le consumiera, que conquistara hasta el último resto de su cuerpo.
Temblando, estremeciéndose, hirviendo; los labios de Aleksander se curvaron en un ceño asesino, su corazón fue aplastado con puño de acero. El dragón gritó largo y tendido.
Y detrás de él, las sombras se extendieron aún más.
El Oscuro estaba de pie en medio de la destrucción, con las sombras retorciéndose en su puño. Peligrosamente, levantó los ojos hacia el rayo de sol que se desvanecía y respiró los últimos restos de su impotencia.
—Está viva—gruñó. —Está viva y la encontraré.
Diez mil supernovas se disolvieron bajo sus pies.
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NOTAS
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¿Apoco creyeron que las/os iba a dejar así en el capítulo anterior?
Gracias por acompañarme en esta historia, sus comentarios me daban ánimo para continuar escribiendo las aventuras de Cersei. ❤️
Como saben, Alina y Cersei compartían un vínculo que contrastaba con sus habilidades y eran contrapartes perfectas, en otras palabras: Alina siempre tendrá algo de Cersei en su interior y viceversa. A eso es a lo que se refiere Kaz.
Este libro está dedicado a todos ustedes.
CURIOSIDADES:
— No es casualidad que Cersei pueda manipular las sombras; esto se debe a que es una pariente muy lejana de Aleksander.
— Los sentimientos de Alina y Cersei nunca fueron románticos, simplemente compartían una conexión.
— Si Cersei no hubiera fallecido, ella se habría quedado con Kaz.
❛ i l o v e y o u ❜
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❛ i h a t e y o u ❜
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