━━ 06. EL VÍNCULO
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CAPÍTULO SEIS
EL VÍNCULO
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La oscuridad que los envolvía era como un bosque en una noche de terror, pero Kaz que no se asustaba de las sombras porque encontraba riberas llenas de rosas bajo los cipreses de Cersei, quien los protegía a ambos manteniendo el lugar a oscuras.
—No deberían estar aquí, ¿verdad? Sobre todo usted, Comandante —se burló el inferni mientras recorría los estrechos pasillos—. Me dan asco. Son como una rata... y una araña herida en mi casa—comentó con malicia y se subió a las pequeñas bancas, intentando descubrir dónde estaban ocultas sus presas—. ¿Saben lo que les hacemos mi hermana y yo a esa clase de animales?
Una esfera de fuego se formó en las manos del inferni, con el propósito de iluminar el lugar, pero antes de que pudiera hacer algo con ella, dos cosas sucedieron al mismo tiempo: la luz volvió a la escena y Kaz lo golpeó con su bastón, tirándolo efectivamente al suelo. El grisha aulló de dolor cuando el ladrón le aplastó uno de sus brazos con un pie.
—A diferencia de una araña, solo necesito una pierna sana—sentenció Kaz con sus ojos ambarinos refulgiendo—. Sin embargo, tú... pareces necesitar ambas manos —masculló el joven, golpeando al grisha en el brazo con un artefacto metálico color dorado.
El inferni gimió de dolor y Kaz terminó dándole un golpe en la cara.
—Eso hasta a mí me dolió —alabó Cersei, saliendo de su escondite.
A la comandante le resultó imposible no sonreír, aliviada. Debía reconocerlo: lo que sentía por el joven frente a ella no lo había experimentado antes. Era una sensación extraña, pero a la vez hermosa. Algo tan fuerte y profundo que no sabía ni cómo describirlo. Lo necesitaba, quería estar con él. Por esa misma razón no podía fallarle, ni a él ni al resto de los Cuervos.
—Debió ser bonito verme hacer todo el trabajo duro—le reprochó Kaz caminando hacia ella con dificultad. Cersei arqueó una ceja—. No me mires así, sabes que es cierto.
La ojiverde estuvo a punto de replicar pero fue interrumpida:
—Te equivocas—rugió el inferni repentinamente, poniéndose de pie y creando otra bola de fuego. Cersei no podía dejar que continuara, tenía que ganar fuera como fuese. No podía permitir que todo el esfuerzo que le habían puesto al robo quedase reducido a cenizas. Si debía matar por Kaz, lo haría sin dudarlo—. Yo...
El grisha no pudo ni terminar su oración cuando una sombra lo partió por la mitad en un corte limpio.
Las oscuridad no se puede ver, no se puede sentir. No se puede oír y no se puede oler. Se encuentra detrás de las estrellas y bajo las colinas y llena los agujeros vacíos, viene primero y sigue después, acabando con la vida y matando la risa. Esta vez no fue excepción.
Cersei todavía mantenía alzada su mano, procesando qué había hecho y porqué. Kaz se acercó a ella cojeando.
—No te preocupes por mí, estaré bien—musitó la ojiverde—. Tenemos que irnos.
Estuvo a punto de echar a andar hacia la salida, pero Kaz la retuvo justo a tiempo. La agarró cuidadosamente con una de sus manos enguantadas, obligándola a encararlo de nuevo.
—Cersei... —La voz le falló, por lo que se vio forzado a callar durante unos breves instantes para recuperar la compostura. Respiró hondo y se relamió los labios antes de reunir el valor suficiente para seguir hablando—. No te culpes. Nos salvaste de ese inferni. Me salvaste a mí—exhaló, presa de un ligero temblor.
El corazón de la susodicha dio un vuelco ante sus palabras. Le aliviaba tanto que él también se preocupara por ella... Pues eso solo podía significar una cosa: que le importaba. Dejó de contenerse y envolvió la mano del joven con la suya. Agradecía tenerlo tan cerca, sentir su calor a través de los guantes de piel y aspirar el embriagador aroma que desprendían sus negros cabellos. Aquel ladrón se había convertido en alguien muy especial para ella, de modo que no pensaba dejarlo escapar.
—Ahora tengo algo más por lo que luchar, alguien a quien quiero proteger a toda costa—murmuró Cersei una vez hubo soltado su mano.
Kaz le respondió con una diminuta sonrisa casi imperceptible, y ella se sonrojó.
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En el camino a la salida, el par de pelinegros se topó con Inej, la cual había resultado ganadora en su propia pelea con una grisha. La invocadora había observado a la otra muchacha con detenimiento antes de avanzar. Estaba orgullosa de la ella.
Una vez que Inej se unió a ellos, los tres echaron a andar con paso decidido hacia los jardínes. Y cuando la luz de la luna incidió en sus semblantes y se reflejó en sus ojos, Jesper les hizo señas desde un pilar para que se apuraran.
—¿Qué pasó? —preguntó el joven, recorriendo a los tres con la mirada—. ¿Están bien?
—Es real, Jesper—afirmó Inej con los ojos brillando con esperanza, haciendo referencia a Alina—. Hizo que la luz cantara. —Cersei rodó los ojos.
—La perdimos —refunfuñó Kaz.
—¿De veras? —Preguntó Jesper con una sonrisa.
—No. Estamos bromeando—. Las palabras de Cersei estaban empapadas de sarcasmo pero el pistolero solo se rió en voz baja.
—No sabemos dónde está—informó el Bastardo del Barril. Jesper se dio la vuelta y comenzó a caminar a un carruaje.
—¿No?
—Jesper...
—Solo pregunta. —El grupo se subió a la parte delantera del carruaje y se sentaron uno por uno en el asiento del conductor. Kaz entrecerró los ojos y miró de reojo a Jesper, quien solo se encogió de hombros—. Vamos, pregúntame.
—Bien—concedió Kaz a regañadientes—. ¿Sabemos dónde está nuestro objetivo?
Jesper giró su cabeza disimuladamente y señaló la parte trasera del transporte.
Ante la silenciosa petición del pistolero, los otros tres integrantes del grupo echaron una mirada al gran baúl que estaba anexado al carruaje y entendieron el mensaje. Cersei suspiró y tomó las riendas entre sus manos para indicarles a los caballos que su momento de correr había llegado. Y cuando al fin los corceles los sacaron del Pequeño Palacio, todos se cubrieron para no ser vistos.
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Los jardines del Palacio estaban más lúgubres y solitarios que nunca, permanecían sumidos en un silencio sepucral. Únicamente el sonido de las pisadas del general Kirigan evidenciaban la existencia de vida en aquel lugar.
—Él no está aquí— le anunció Baghra con un tono severo.
—¿Quién?
—El rastreador. Sí, sé sobre él y tus planes para Cersei —informó la mujer. Aleksander la miró casi sorprendido pero guardó silencio—. Y tu misioncita.
—¿Qué hiciste con él? —Indagó el ojigris con el ceño fruncido.
—Me deshice de él. Junto con tu esperanza de encontrar al Ciervo.
—Siempre tengo esperanza, madre—comentó Aleksander con sorna—. Ni tú puedes matar eso—agregó resentido.
—Eso no es esperanza. Es codicia—corrigió Baghra severamente—. Ibas a usar a Alina y a Cersei contra el resto del mundo porque sabes lo que pueden hacer juntas. —Las palabras de la mujer quedaron suspendidas en el aire por unos breves instantes—. Tú y yo sabemos que trataste de crear enemistad entre ellas para que nunca descubrieran la verdad de su vínculo.
—El resto del mundo son nuestros enemigos —declaró el joven torciendo la boca. Baghra no se retractó—. Sin mí, solo están ellas. Ellas son lo único que importa ahora, no yo. Son el futuro...
—Sí, pero ¿dónde están? —La mujer ocultó una sonrisa—. Hace años, cuando le diste a Cersei su primera rosa, te lo advertí—le recordó con tranquilidad a su hijo—. Te dije que era poderosa incluso sin el amplificador, pero no quisiste deshacerte de ella. Y también te dije que llegaría el día en que Cersei descubriría la verdad.
—Ten cuidado. Tú tampoco importas ahora—siseó Aleksander y se acercó a su progenitora—. Y si las pusiste en peligro... piensa en lo que podría hacer yo—advirtió con veneno.
—Apuesto a que necesitarás un rastreador para encontrarlas—repuso la mujer—. Qué lástima.
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El Oscuro sintió cómo las fisuras de su pecho se apretaban cuando pasó por la puerta.
La madera crujió bajo sus dedos de titiritero, resonando en el abyecto e inquietante silencio, y el ojigris estudió el interior. El retrato polvoriento de él y Cersei había sido desgarrado sin piedad por la mitad, pero lo que detuvo su corazón fue el ramo de rosas rojas marchitas que estaba junto a la pintura.
Eso era sin duda obra de Baghra. Una advertencia.
—¿Ha dicho algo? —Le preguntó a Zoya en voz baja.
—Muchas mentiras—respondió ella, caminando tras él. La vendaval se detuvo unos breves instantes para poder observar el arruinado retrato que sigue colgado en la pared—. Iván está con él—agregó.
Y la silueta del hombre atado que encuentran unos metros adelante en una silla en el centro, con los músculos de su espalda rígidos, contrasta con toda la belleza y todos los horrores que alberga el cuarto en el que están.
—Me engañaron —declaró el prisionero, luciendo miserable—. Me embaucaron.
—Mis hombres dicen que te atraparon huyendo de la escena del crimen—apuntó Kirigan, ansioso por sacarle toda la verdad.
—Sí, los seguí.
—¿A quién seguiste? —La cara de Aleksander comenzó a torcerse, mostrando su verdadera naturaleza.
—Vienen del otro lado de la Sombra—confesó el hombre sin ninguna clase de remordimiento. Kirigan fingió interés en su relato—. Desde el comienzo me parecieron raros, así que cuando bajaron del escenario, en la fiesta, loz seguí para ver qué tramaban, y para cuando entré a la habitación, se habían ido y... —el prisionero hizo una pausa y luego continuó—. Santos, era horrible. Así que huí. Yo...
—¿Qué tanto es cierto? —Indagó el Oscuro.
—Sí cruzó la Sombra con los demás—respondió Ivan inmediatamente sin perder el ritmo—. El resto eran mentiras. —Aleksander hizo un gesto falso de sorpresa y se acercó al prisionero.
—¿Qué? Yo...
—Tú corazón te delata —lo interrumpió el corporalki con desdén. El hombre comenzó a negar desesperadamente en su asiento.
—¿Sabes que tenemos registro de todos los que cruzan la Sombra? —Preguntó el general con curiosidad burlona y el prisionero lo miró con confusión, así que el ojigris continuó:—Para la fiesta, hubo embajadores de Kerch, Novyi Zem, la Isla Errante, pero tú no cruzaste con ellos, ¿no? —El hombre balbuceó algo pero Kirigan lo ignoró—. No, tú y tu equipo tienen otro camino.
—No sé que decir. Yo...
—Sí sabe —anunció Ivan.
—Soy un artista. Oskar Krepkov. —El invocador y el mortificador compartieron una mirada, sabiendo muy bien que eran puras mentiras.
Aleksander avanzó hacia el hombre y tomó su brazo, revelando las largas cicatrices que había bajo la manga de la camisa—. Vaya, estás ofreciendo un gran espectáculo. Eres el Conductor. Arken Visser, ¿no? ¡Tú sacas grisha a escondidas de mi palacio! —rugió—. Los ayudas a abandonar la guerra.
—No. Comercializo servicios legales. No trato con grisha—negó Arken.
—Mentira.
—No necesito que me lo diga. Tenía dos espías—reveló el Oscuro—. Nina Zenik y Cersei Naharis. ¿Te suena?
—¿Ellas?
La cara de Arken empalideció.
—La última vez que tuvimos noticias de Nina ella iba a cruzar la Sombra con el Conductor y tres granujas de Ketterdam—aclaró el invocador—. Ella no conocía la misión. Esperaba conocerlos. Ahora, pobre Nina... nadie sabe nada de ella —se lamentó Kirigan y sus ojos se oscurecieron—. Y repentinamente, mi Comandante logra cruzar la Sombra sin dejar rastros y comienza a desaparecer cada que puede. ¿Tendrá eso algo que ver con usted, señor Visser?
—No. No. —Ivan le hizo una señal al general y Arken tomó eso como su luz verde—. ¿Ve? No sé qué pasó.
—Supongo que hiciste un trato con esos tres ladrones para secuestrar a Alina Starkov y arrastraste a mi segunda al mando contigo, porque sabías que ella tiene el poder de solidificar las sombras—manifestó el Oscuro—. Pero tienes una relación más fuerte con cierto general ravkano occidental que se ha hecho la idea de gobernar su propio país. Mientras la Sombra lo separe de nosotros—despotricó el azabache y rodeó a Arken—. Así que hiciste otro trato. Tú te disfrazaste. Y jugaste a ser un asesino.
—Así es —reconoció el hombre—. La recompensa por llevarla a Ketterdam era de un millón, dividido entre cuatro. Pero Zlatan me ofreció esa suma a mí solo... por matarla. —Kirigan lo miró rabioso—. Deme la mitad de eso, y me vengaré por usted. Puedo acercarme a Zlatan.
El Oscuro volteó la cara y Zoya e Ivan se retiraron apresuradamente del lugar.
—No. Creo que yo me encargaré—expresó el azabache y comenzó a alejarse de Arken.
—Pero yo puedo ayudar. Dígame cómo puedo ayudar—rogó el Conductor, sudando frío—. Puedo decirle con cuál de los ladrones su Comandante se veía a escondidas, puedo decirle a quién ama.
—Ya has ayudado—ladró el invocador—. Y la Comandante me ama solo a mí.
✧✦✧
ANTES
Cersei soñó con la destrucción de la Sombra, su figura tétrica desmoronándose en una explosión de luz y oscuridad.
Sin embargo, Cersei se despertó y estaba en su pequeña tienda, dirigiéndose a Poliznaya. Y la Sombra seguía dividiendo Ravka.
Cersei se deslizó de la cama y se envolvió un chal alrededor de los hombros. Necesitaba aire más fresco y salió de su tienda, sorprendida al ver a Aleksander que parecía estar esperándola.
—¿Alek?
Él la miró, sorprendido de que estuviera despierta. —Yo...
—¿Qué estás haciendo aquí?
—No podía dormir—, dijo el azabache suavemente—. Mis sueños, ellos... bueno, prefiero apartarme de ellos.
Se movió incómodo y Cersei miró hacia abajo. —¿Te... te gustaría dar un paseo?
—Por favor—, respondió él.
Cersei puso vacilantemente la mano en su brazo y se envolvió lentamente alrededor de él hasta que se sintió completa y cerró los ojos y dejó que él los guiara, sus respiraciones se mezclaban mientras el aire frío comenzaba a hacerse más cálido con cada hora que parecía pasar.
Apoyó su mejilla en el hombro de él y cerró los ojos, el olor de Os Alta se aferró a sus sentidos mientras caminaban por el campamento sin compañía.
࿐ ࿔*:・゚
Cersei apenas había terminado de desempaquetar sus cosas cuando Kirigan entró a trompicones en la habitación que le habían dado en el campamento.
—¿Alek? —Preguntó, sorprendida. Estaba pálido y en su piel brillaba una fina capa de sudor. —Alek, ¿qué pasa? —Vio un pergamino estrujado en sus manos y Cersei se lo arrebató con cuidado, aflojando los dedos mientras le apretaba la cara contra el cuello, las lágrimas calientes resbalaban contra su piel como el fuego.
Perdonadme, general, los drüskelle quemaron a nuestros hermanos grisha y los colgaron de los muros de...
La carta se le cayó de las manos y la ojiverde se aferró a los hombros de del azabache.
—Están muertos—, susurró él, con los brazos rodeando su cintura mientras intentaba acercarse lo más posible a ella, fundirse con ella mientras el calor del sur los rodeaba. —Están muertos y es mi culpa.
—Shhh—, susurró Cersei. Las lágrimas que amenazaban con caer mientras su cuerpo empezaba a temblar. Ella puso una mano en la mejilla de Aleksander y le sujetó la cara con las manos para que la mirara. —Shh... —Limpió cuidadosamente las lágrimas de su cara mientras las suyas empezaban a caer. —No es tu culpa. No es tu culpa.
—Debería haberte dejado ir a la misión —, gimió suavemente, acercándola a él y poniéndose a su altura para que ella tuviera que apoyarse más en él. —Al menos debería haberlo intentado. Pero no podía... —le puso una mano en la mejilla. —No podía perderte.
—No es tu culpa—, susurró ella. —No lo es.
Era magnético.
Cersei acercó sus labios a la comisura de la boca de Kirigan, y le dijo que sabía cómo reconfortarlo, ya que su propia determinación y su corazón se estaban desmoronando. Besó la otra comisura mientras Aleksander se estremecía contra ella.
Él giró ligeramente la cabeza, con un gruñido saliendo de su garganta, y sus labios se encontraron con los de ella.
Cersei se quedó congelada sólo un momento hasta que sus labios se apretaron contra los suyos con fuerza, el calor se filtró en su cuerpo y la hizo marearse. Algo en su interior se rompió y sus brazos se deslizaron por los hombros de él y le rodearon el cuello, acercándolo hasta que él le abrió los labios con su lengua.
Era puro instinto, animal, la forma en que sus cuerpos se movían el uno contra el otro, la forma en que sus cuerpos se moldeaban juntos mientras Aleksander saqueaba su boca, buscando la absolución de sus labios. Cersei se aferró a la parte trasera de su camisa, tratando de encontrar un punto de apoyo mientras las manos de él estaban en su falda, rodeando sus caderas para que él pudiera levantarla. Sus piernas se enroscaron alrededor de las caderas de él mientras éste empezaba a adentrarse en la habitación, ya que el calor se hacía insoportable.
Podía sentirlo duro entre sus piernas, podía sentir su calor allí y gimió cuando él la recostó contra la cama y sintió que el calor la abandonaba.
Kirigan la miró, sus ojos grises oscuros y hambrientos. Ella sabía lo que él quería. Sabía lo que necesitaba. Sabía lo que él deseaba.
Ella no podía negarle nada.
Era lo suficientemente poderosa como para dárselo todo.
Cersei se echó el vestido por encima de la cabeza y él se colocó sobre ella una vez más, sus labios contra su cuello mientras sus dedos se metían entre sus piernas. La cabeza de ella cayó contra el colchón mientras los dedos de él se deslizaban por sus pliegues y él le mordía la columna del cuello.
—Esto es mío—, gruñó.
Las manos de Cersei se dirigieron frenéticamente a los cordones de los pantalones de él y los desabrocharon, sin saber muy bien lo que estaba haciendo, dejando que el calor que latía en ella la guiara mientras envolvía su mano alrededor de su longitud.
Los dedos de él estaban dentro de ella, dando y tomando.
Ella gimió contra él mientras él seguía suspirando, perdido en ella tanto como ella se estaba perdiendo en él. Los dedos de él empezaron a enroscarse y Cersei dejó escapar un silencioso aullido de alivio que la invadió como el calor del verano.
Los dedos de Aleksander la abandonaron y, de repente, la abrieron con su dura longitud, con las manos sujetas a los lados de la cabeza mientras él la empujaba lentamente.
Cersei abrió la boca de par en par cuando los dientes de Aleksander le rozaron la clavícula y un dolor agudo le recorrió el cuerpo. Pero entonces él estaba completamente dentro de ella, presionado tan profundamente que no sabía dónde terminaba ella y dónde empezaba él.
Y entonces empezó a moverse.
Estaba viva, estaba completa y totalmente viva, no se había sentido así jamás.
Fue un movimiento duro, rápido e implacable, una fuerza que Cersei apenas pudo soportar mientras subía sus caderas para encontrarse con las de él. Lo necesitaba, lo necesitaba dentro de ella, necesitaba sentir algo, el calor que la rodeaba y la tragaba entera.
—Eso es—, gruñó él mientras Cersei rodeaba sus caderas con las piernas. —Vamos..
Cersei enhebró sus dedos en el pelo de él y se aferró a él, tomando su boca con la suya mientras empezaban a luchar por el dominio mientras sus piernas empezaban a temblar como gelatina.
—¡Alek! — Gritó cuando él se derramó dentro de ella, cayendo dentro de sí misma al hacerlo.
Las caderas de Aleksander contra las suyas y Cersei gimió con cada empuje. Quería gritar mientras él la llevaba al paraíso.
—Cersei... —Se derramó dentro de ella, caliente y rápido. Mientras seguía enfundado dentro de ella, el Oscuro se inclinó y apretó su cara en el valle de sus pechos.
Ella le pasó los dedos por el pelo y enseguida se quedó dormida.
Cuando abrió los ojos no lo encontró a su lado, pero sí había una preciosa rosa roja en su lugar.
En menos de una semana, Cersei decidió que esas eran sus flores favoritas y plantó un rosal en los jardines del Pequeño Palacio.
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NOTAS
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¡Espero que les haya gustado! Me tardé mil años xd.
En este capítulo les revelé cosas importantes: Alina y Cersei comparten un vínculo y Kirigan lo sabe. El rosal que Alina admiró hace unos capítulos lo plantó Cersei. Y mi Comandante es poderosa aún sin el amplificador.
Saquen sus teorías y si quieren pónganlas aquí:
En fin, ¡ya me compré la trilogía de Sombra y Hueso!
+ 75 VOTOS
❛ i l o v e y o u ❜
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❛ i h a t e y o u ❜
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