ꕥ Condesa, despierta ꕥ
TN.
Ya era de noche. En todo el día Claude no me dejó salir del hotel, pero tampoco había necesidad.
Me estuvo explicando acerca de todo, el golpe que recibí fue demasiado fuerte.
Supongo que debía creerle.
— Señorita, es hora de dormir.
— He estado cansada todo el día, estaba esperando este momento. — sonreí — ¡Vamos!
La lluvia comenzó a caer. Y con la oscuridad, sin el ruido de las calles, hacía que el ambiente se sintiera deprimente, como una presión en el pecho que solo te hace querer sucumbir. No estaba segura de por qué la sensación de impotencia se apoderaba de mí, pero solo quería algo de confort.
Sin embargo, Claude no era quien podía dármelo.
— ¿Acaso le asustan las tormentas? — me preguntó. No me había percatado, pues no le ponía atención, pero me estaba viendo — Aunque sea un pequeño rayo de luz, podrá continuar, y yo a su lado.
Era extraño, demasiado extraño. Algo no estaba bien, pero no podía ponerle nombre.
— Yo no... no le temo a eso.
Las tormentas, ¿por qué habrían de asustarme? Me traen malos recuerdos, eso es todo. Del día en que perdí a mi hermano.
Solo sabía que eso estaba correcto. Perdí a mi hermano, eso era verdad. ¿Faltaba algo más? Es como si las piezas estuvieran incompletas. ¿Los detalles? ¿Por qué habría de acordarme?
— Mi cabeza duele otra vez — dije en un suspiro. El dolor era tolerable, pero la molestia seguía ahí, quería deshacerme de ella — ¿Y qué esperas? — pregunté, al ver que solo estaba ahí parado — ¡Tráeme alguna pastilla o algo!
— Ah... Sí, como usted desee.
Me recosté en la cama y cubrí mis ojos.
« ¿Desde cuándo es tan incompetente? »
A los pocos minutos regresó con agua y una pastilla. Las tomé de inmediato.
No me apetecía quedarme sola, algo andaba mal.
— Claude, quédate, por favor.
Recuerdo que cuando no podía dormir alguien se quedaba conmigo, solo hablábamos, pero su compañía era especial. Era una mujer.
Y su nombre... su nombre no puedo recordarlo.
— ¿Quién es ella? — susurré.
— ¿Quién... es quien?
— La muchacha — contesté —, ella... ella siempre estaba conmigo.
Traté de formar una imagen en mi cabeza, pero todo daba vueltas y era borroso. Estaba segura de que su piel era bronceada, de sus ojos aún no estaba segura, eran oscuros. ¿Su cabello era castaño, o blanco?
— Hannah — dijo Claude —, se refiere a la sirvienta.
— Supongo — me encogí de hombros —, ¿dónde está ella?
— Espera por nosotros en la mansión.
« Puede que el golpe haya afectado demasiado... eso debe ser. Él no me mentiría »
— No se preocupe. El suelo se teñirá de carmesí.
Eso no me hacía sentir mejor.
— Quien me arrebató todo... si él muere, me sentiré mejor.
— Y para mí será un honor cumplir con sus deseos.
Asentí.
— Y, ¿qué hay de los otros sirvientes? Dijiste son trillizos, será difícil aprenderme sus nombres si recuerdo tan poco.
— No lo creo así, usted los aprendió rápidamente la primera vez.
— Uhm... ¡Sí me acuerdo! — exclamé, sonriendo — Timber, Thompson y... Cantaembury, ¿verdad?
— Correcto, la felicito por tan exelente memoria, señorita.
— Ellos son callados... sí, lo recuerdo bien.
— Su vocabulario es... algo vulgar, algo que una dama no debe hablar o escuchar.
— Tan expresivo como siempre. — murmuré sarcástica — Eh, así será hasta el día de mi muerte, ¿no?
— Hasta el último de sus días, yo estaré para usted.
— Sí, así es.
— No importa lo que suceda, jamás me iré de su lado. Estaré con usted siempre que lo necesite, yo seré su protector, seré su confidente, hasta que finalice nuestro contrato, yo no dejaré de desearla.
Esas palabras... no, no está bien.
— ¿Y a ti que diablos te pasa? — lo aparté — Pero que descarado eres.
Me vio algo inseguro de que hacer, o decir. Fui yo quien se cayó de las escaleras, no él.
— Explícame de nuevo lo del contrato.
Asintió — Tuve una pelea, perdí mi brazo, y con el la marca del contrato, es por eso que se perdió.
— Y tengo que hacerlo de nuevo.
— Sí, señorita.
Sonrió de una manera casi escalofriante. No se me apetece hacer un contrato así, pero sentía que eso era lo correcto.
— De acuerdo. Quiero que cobres mi venganza hacia Sebastian Michaelis, el demonio que me arrebató todo, y fue el causante de mi desdicha. A Ciel Phantomhive, quítale lo más preciado para él.
— ¿Dónde quisiera la marca del contrato?
— ¿Dónde la tenía anteriormente?
— En la lengua.
¿Por qué? Eso debió doler mucho.
— En mi brazo será.
Tomo mi barbilla y acercó su rostro.
— ¿Qué haces?
— Desde el momento en que–
Di unas palmadas en su mejilla y sonreí.
— Quiero volver rápido a la mansión, date prisa, Claude. No tengo todo el día.
...
Habíamos llegado a la casa Trancy, los sirvientes se alinearon para recibirme. Tres chicos idénticos de cabello morado, solo podía diferenciarlos si me aprendía la manera en que su cabello estaba acomodado. La mucama, Hannah, era la única que sonreía, y eso, a medias. El ambiente era algo... apagado.
— Hola, ya estoy de vuelta.
— Bienvenida. — dijeron al unísono.
— Huele muy bien, ¿qué es?
— Nardos — susurró la morena —, producen ese aroma dulce. Es grato que le agrade, ama.
— Ah, vaya — junté mis manos —. Muchas gracias, que considerados.
— ¿G-Gracias? — todos me miraron atónitos, como si hubiese dicho algo malo.
— Pues, sí, lo hicieron por mí, después de todo. Pero quisiera que quitaran los jacintos del jardín.
— ¿Qué desea que plante en su lugar?
— Rosas.
— Sí, su alteza.
— Se dirigirán a ella como "my queen" — intervino Claude —, ¿entendido?
Asintieron. Cada uno se largó a lugares diferentes.
Ninguno de ellos me me miró a los ojos, ¿por qué será?
Entrando, noté que la decoración era deslumbrante. El dorado y rojo predominaba entre todos los colores, parecía digno de la realeza.
— ¿Me das un recorrido por la mansión?
— Será un honor.
— Quiero ir al sótano, recuerdo que está repleto de té.
— Como desee.
Nos dirigimos ahí, él había encendido las velas, y me dejó entrar primero.
— Es impresionante — exclamé, entrando a cada pasillo. Me detuve al ver el "Moon Drop" nuevamente mi cabeza se revolvió. Quise tomar la caja, pero por otro lado, algo me decía que tenía que salir de ahí. Preferí hacer caso a mis instintos y me aparté.
— Es lindo y todo, pero prefiero el vino. Creo que tendremos que considerar dejar de comprar tanto té.
— Comprendo.
No intenta hablar conmigo, no sigue la conversación y solo contesta en oraciones muy cortas o simples palabras. No me agrada.
Después de un par de horas, nos dirigimos a mi habitación. Las paredes tenían un color crema, la cama estaba en el centro, las sábanas eran color vino, al igual que la alfombra. Tenía un gran tocador con un espejo ovalado al centro. Las cortinas eran blancas, y tenían una hermosa caída. Era muy espaciosa y elegante.
— ¿Es de su agrado?
— Bastante...
— Es bueno saberlo.
— Claude, quiero que sigas contándome cómo era estar aquí.
— Ya es tarde, ¿no prefiere dormir? — alzó una ceja, negué — ¿No está cansada?
— No. Oh, y quiero que saques a todas las arañas de la mansión. Vi demasiadas y no es algo que quiera que se repita.
— ¿Qué?
Creo que se molestó. Me encogí de hombros.
— Ví telarañas, quítalas.
— Las arañas forman parte del escudo de la familia Trancy...
¡Habla como si las arañas fuesen una parte vital!
— Sácalas de la mansión, pueden vivir afuera, pero no quiero verlas. Hazlo después de que continúes la historia.
Asiente — Yes, my queen. — lo dijo no muy convencido.
— ¿A qué esperas?
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