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08 | Juego de luces y sombras

La luz que se filtraba por la ventana era tenue, pero aún iluminaba la habitación, dejando ver lo necesario para poder caminar hasta su cama, además de llenarla de la calidez reconfortante que Jimin necesitaba en ese momento. Se sentó en la punta de la cama y llevó sus manos a las sienes, pasando una de las manos sobre esta, como un pequeño masaje que relajó la tensión que sentía debajo de la piel.


Las dudas llenaron su mente, eran tantas que sentía que le iba a explotar la cabeza, como una olla a presión olvidada en algún rincón de la cocina. La sesión con Lee no hizo más que empeorar todo y afianzar las ya existentes, sumando muchas más incógnitas a su mente.Se dejó caer sobre la cama, y esta rechinó. Cerró los ojos, sin dejar de masajear la sien. Podía ver cómo los pequeños puntos y estrellas desaparecían poco a poco, la migraña desaparecía.Abrió los ojos y suspiró hondo, negando con la cabeza.


—No. —Se quejó levantándose de la cama y yendo a tomar el pijama, previamente guardado en el armario. —No voy a dejar que esto me carcoma la mente.


Jimin se negaba a dejar que esos miedos y dudas se impregnaran en su cerebro como chicle debajo del zapato; esta noche dormiría de forma plácida. Así que, se cambió con rapidez y, de nuevo se dejó caer sobre la cama. Solo deseaba despejarse de todo, sintiendo cómo su cuerpo y mente caían en un tobogán de emociones negativas que finalizaba en un enorme y oscuro agujero de no retorno; si seguía así, terminaría volviéndose loco.


Tratando de despejar su mente de todo, desvió la mirada hacia la ventana. Observó cómo el sol se escondía en el horizonte, y mientras las esponjosas nubes lo acompañaban, de forma tenue, la luz anaranjada comenzó a desvanecerse, cediendo su lugar a la luna, cuyo resplandor iluminó su habitación una vez más, en compañía de sus fieles compañeras: las estrellas.


La transición fue lenta, de tal forma que, Jimin pudo ver cómo la luz se apagaba a su alrededor, como una flama extinguiéndose ante una suave brisa. Casi al instante, era reemplazada por el fulgor de la noche, sirviendo como guía de una a la otra. Podía percibir la quietud del momento, rota solo por el melódico canto de un búho a lo lejos. En el aire, el vuelo suave de un par de murciélagos dibujaba sombras fugaces sobre el lugar. La actividad persistía, desafiando la oscuridad de la noche.


Cerró los ojos, anhelando finalmente dormir y descansar, mientras la fatiga intentaba tomar el control de su cuerpo. Sin embargo, cada intento revivía en él la inquietante imagen del lobo negro cerrando sus fauces sobre su pierna, tan vívida como en esa pesadilla. En consecuencia, su garganta comenzó a secarse, el sudor caía sobre su frente, y la adrenalina fluía desde la punta de sus pies hasta su cabeza. Deseaba dormir, pero la impotencia y terror le impedían tal cosa. Lo único que le quedaba hacer era contemplar el techo y partes de la habitación, sintiendo como sus ojos se secaban a cada minuto que pasaba.


La luz plateada de la luna comenzó a crear juegos de luces y sombras, dando vida a un teatro macabro de formas y figuras que se proyectaban en la habitación. Sabía que eran reflejos de los múltiples árboles y objetos que lo rodeaban, pero en medio de la noche y la oscuridad, algunas adoptaban una apariencia más siniestra que otras.


Al principio, no le dio importancia; solo veía cosas sin forma ni coherencia alguna, deformes. Con el pasar de las horas, la iluminación comenzó a volverse más tenue, y una figura empezó a formarse frente a él, casi a pie de cama. La sombra era imponente, con un aspecto notablemente humano, parecía medir al menos dos metros, y se presentaba inusualmente más oscura y densa que las demás, como si realmente estuviera ahí, de pie frente a él. Tenía la cabeza agachada y los hombros tensos; aún así, podía sentir cómo lo observaba, con lo que parecía ser unas cuencas negras, como si allí dentro hubiera el vacío mismo.En medio de esta visión inquietante, cada movimiento que hacía para encontrar comodidad parecía volverse en su contra, como si las sábanas tuvieran vida propia y lo aprisionaran, una cárcel entrelazada entre las sábanas. Cada intento de liberar la tensión lo sumergía más en la tela que lo rodeaba. Sentía la tela ajustada sobre su piel, contraria a la comodidad y libertad que deseaba encontrar. En las sábanas, encontró solo grilletes para sus pies y manos, limitándolo. Era como si cada pliegue y arruga conspirara para convertir su intento de comodidad en una experiencia claustrofóbica, donde cada esfuerzo lo sumergía más profundamente en la prisión textil que lo rodeaba.


Los sonidos que venían de fuera de pronto se callaron, sumiendo todo en un silencio ominoso. De repente, el ambiente se volvió más siniestro. El aire parecía más pesado, como si se cerraran todas las salidas de oxígeno, y las sábanas parecían pesar más sobre sus hombros. Empezó a hiperventilar mientras intentaba minimizar la importancia de lo que sentía, pero le resultó imposible. Notaba cómo la sangre se le helaba, incapaz de apartar la mirada de esa oscura silueta; tenía la creencia de que, si lo hacía, sería atacado. Su respiración se volvió más errática, y el temor incluso le impedía pestañear, como si una fuerza mayor le obligara a ver esa sombra horrible frente a él.


—Es solo una maldita sombra —murmuró para sí mismo, en un intento por calmarse. Tomó las sábanas hasta cubrir la mitad de su rostro, sintiendo cómo sus manos temblaban con intensidad.


Creyó haber visto cómo esa entidad extraña acortaba la distancia, levantando su brazo torcido que parecía estar quebrado en múltiples partes, y con mucho más esfuerzo le señalaba la puerta.


—¡Qué demonios! —exclamó llevando su mano tapada por las sábanas a su pecho, sintiendo los latidos de su corazón; parecía que estaba a punto de tener un infarto. —Es solo una maldita sombra —cerró los ojos con tal fuerza que vio incluso estrellas.


Cuando los abrió, solo vio un cúmulo de ramas, retorcidas y sombrías, y escuchó el golpeteo rítmico detrás de su ventana. Cada golpe resonaba en la habitación, provocando una mezcla de intriga y temor en su interior.


Respiró hondo, aliviado. La pesadez y el frío del aire se disolvieron en un instante, dejando en su lugar una brisa suave y cálida que acariciaba su piel. El cambio fue tan palpable que pudo sentir cómo la tensión abandonaba su cuerpo, reemplazada por una sensación reconfortante.—No sé qué da más miedo, si este lugar o mi jodida mente.


Se dio media vuelta, acurrucándose entre las sábanas, apoyando una de sus manos bajo la almohada. Esa noche no podría pegar ojo. Un murmullo inquietante resonaba en la habitación, impidiéndole encontrar la paz necesaria para entregarse al sueño.

¡Holis!, ¿Cómo están? Espero que bien.

Iba a actualizar hace cómo dos semanas, pero edite el capítulo bastantes veces y lo re hice como 5 veces también, por eso la tardanza, además estoy intentando actualizar todo casi al mismo tiempo, pero en fin.

Quería que el capítulo de hoy diera un poco de miedo, pero no siento que lo haya logrado.  Por cierto, tengo la mitad del capítulo siguiente ya escrito, asique supongo que actualizare más rápido, espero.

¿Creen que Jimin solo se imaginó eso, o en verdad pasó?

Espero les haya gustado el capítulo de hoy.

✦¿Teorias?✦

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