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"I been lost tryna think of what I did to get here but i'm not a quitter,

Gotta get up, give it all I got or give up."

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Silas Kreager.

Uno de los hombres más poderosos de Estados Unidos y posiblemente del mundo, que no figura en la revista Forbes solo porque todos saben que es mejor no meterse con él. Se ha ganado el miedo y el respeto de todo aquel que lo conoce y una cantidad de poder que jamás imaginó posible; pero no sin sacrificio y mucho, mucho dolor.

La triste historia de la vida de Silas empieza el año 1980, hace 40 largos años atrás. Producto de un embarazo adolescente, su madre hizo todo lo que pudo por tratar de criar a su hijo por su cuenta, echada a la calle por sus padres e ignorada por el muchachito de 18 años que había cogido con ella. Pero para la mala suerte de ambos, el niño nació con varios defectos congénitos que se desarrollarían dentro de sus primeros meses de vida. A los seis meses, el ojo izquierdo del bebé se tornó blanco, nublado por una bruma desconocida y que resultaría ser cataratas congénitas. Un mes más tarde, sus dos ojos comenzaron a moverse frenéticamente de un lado a otro, como si bailaran. Y era que producto de las cataratas en su ojo, había desarrollado nistagmo, un movimiento involuntario del ojo que dificultaba el enfoque de las imágenes y la visión en general, además de una miopía intensa.

La cirugía de láser era imposible de costear para una muchacha que estaba sola, así que trató de seguir con el bebé prácticamente invalidado en términos de visión hasta que el niño cumplió dos o tres años, Silas no recuerda. Pero entonces se dio cuenta de que estaba quedando ciego, que no veía profundidad en absoluto y que necesitaba esa cirugía. Vendió todo lo que tenía, operó al niño y cuando este estuvo mejor lo entregó en adopción. El nistagmo no se le quitaría jamás y la probabilidad de que las cataratas resurgieran era altísima, y ella no tenía cómo financiar la cirugía de nuevo.

Seguramente nunca pensó que en realidad estaba condenando a su hijo a una vida mucho peor, o eso cree Silas que recuerda a su madre como una persona buena, pero con mala suerte. Porque Silas ya tenía tres años cuando entró al sistema de adopción y además tenía variados problemas en sus ojos, empezando por su nistagmo que solía espantar a los padres interesados que visitaban el orfanato. Nunca nadie lo adoptó. Prefirieron siempre, pareja tras pareja y con justa razón, a los bebés y niños menores que él y que además estaban sanos.

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"Don't give me that sob story liar, don't preach to the choir,

You ain't never even had to reach in the fire to dig deep,

Nobody ever handed me shit in life, not even a flyer."

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Saltó de hogar en hogar, siempre pasando por familias temporales con la esperanza de que en algún momento, alguna lo adoptara. Pero tener a un niño que trataba de coger el vaso de agua y acababa quebrándolo en miles de pedazos, que chocaba con murallas y que no podía socializar en la escuela, era mucho incluso para las personas con buena voluntad. El estado financió dos cirugías de cataratas más para su ojo izquierdo y su par de anteojos, la única pertenencia de Silas que jamás dejó que le robaran o que le rompieran en los muchos orfanatos por los que pasó. Tuvo la última a los diez años, y desde allí en adelante, no le quedó más que rezar para que sus problemas no volvieran en un largo tiempo, porque nadie lo volvería a operar. Por más que lo necesitara.

Silas se transformó en un rezagado, en uno de los muchos niños abandonados e ignorados por el sistema, que acabó encontrando amistades y algo de pertenencia en las calles. Que participó del vandalismo y del crimen en su adolescencia porque vengarse con la sociedad era lo único que le daba algo de alivio, ante el dolor de la injusticia. Trató muchas veces de conseguir un empleo desde los dieciséis años, pero con las cataratas que volvían en su ojo izquierdo, veía cada vez menos y rara vez lo contrataban. Finalmente, un amable caballero dueño de un pequeño supermercado en el Bronx lo contrató de cajero, esperando que con la luz del ordenador podría ver lo suficientemente bien como para hacer su trabajo. Durante siete meses, Silas trabajó allí, dándolo todo de sí para no decepcionar, trabajando, leyendo y funcionando con prácticamente un solo ojo que además veía mal. Nunca se equivocó, llegaba todos los días a la hora y ahorró todo lo que pudo de su sueldo en ese tiempo, esperando que quizás algún día tendría suficiente para operarse los ojos de nuevo.

Pero la mala suerte del muchacho aún no terminaba. Era un adolescente débil, flacucho, mal alimentado, triste y bastante indefenso dado que no veía de un lado completo. Un bicho raro que tenía ojos que revoloteaban como mariposas, uno blanco y uno marrón, con ojeras por el cansancio permanente de una vida miserable. El objetivo perfecto para otros mocosos que buscaban entretenerse.

Una noche, cuando Silas se preparaba para empezar a cerrar el supermercado, entraron cinco muchachos, cada uno más grande que el anterior y definitivamente más que él. Lo golpearon, humillaron y destrozaron el local. Intentó defenderse, pero no pudo por su lado ciego y su debilidad física. No era la primera vez que le pasaba pero sí fue la peor de su juventud. Adolorido, furioso por la injusticia de su vida una vez más, ni siquiera pudo explicarle al dueño del lugar lo que había ocurrido. Asumió la culpa, demasiado dañado emocionalmente como para pelear por su trabajo, y volvió a quedar a la deriva.

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"You want people to feel the fury of a pure evil cerebral berserk,

Deacon of words, syllable genius at work."

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Hubo solo un beneficio de aquella experiencia. La ira que se tragó fue el gatillo para que Silas desarrollara una resiliencia y determinación que mantiene hasta el presente. No quería estar en aquella situación nunca más en su vida, ciego por un costado, indefenso, solo e inútil. Pero ningún banco jamás le prestaría dinero para una cirugía ni para un lugar donde pudiese vivir en paz fuera del orfanato a un mocoso. Lo que a Silas le faltaba en físico, sin embargo, lo compensaba con el brillante cerebro que lo había mantenido con vida hasta el momento en aquel cruel y peligroso mundo. Así que buscando, usando su labia y averiguando, acabó vendiendo droga. En unos pocos meses era el mejor dealer del Bronx, luego de Brooklyn y así progresivamente hasta que a los dieciocho era el mejor de todo Nueva York. Jamás lo atraparon, jamás dejó un cabo suelto y a los veintidós tenía suficiente dinero para hacerse la cirugía otra vez. Para entonces, ya estaba casi completamente ciego del ojo izquierdo nuevamente, pero había estado viviendo fuera del orfanato, comiendo bien y yendo a un gimnasio local así que por lo menos físicamente había mejorado mucho.

Le informó al narco para el que trabajaba de que se haría la cirugía, y por supuesto este no se lo tomó muy bien. Lo amenazó de muerte si dejaba de vender incluso por unos días, y el miedo que invadió a Silas lo recordó de aquellos tiempos oscuros de su niñez. Y la rabia y la frustración regresaron. Solo que esta vez no estaba abandonado a su suerte; había hecho socios, amigos incluso, en su paso por el narcotráfico y había aprendido mucho más sobre los negocios ilícitos de lo que los demás creyeron. Apoyado por ellos, harto de que le arrancaran siempre lo poco que conseguía con esfuerzo, sudor y lágrimas, Silas asesinó al narco para el que trabajaba y se hizo respetar como el nuevo jefe. Le costó muchas matanzas, peleas y tener que probarle a sus nuevos socios que lo haría mejor que el anterior, pero finalmente lo logró.

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"Even if it means i'm selling my soul, just to be undisputed again,

Do whatever I gotta do just to win."

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Desde ese momento en adelante, el Silas del orfanato había quedado atrás. Este era un hombre distinto, dispuesto a todo con tal de asegurarse en el mundo, de inventar su propio sistema donde la cabeza y el creador de las reglas y de la justicia era él y solo él. Se transformó en una figura temida en el mundo de las drogas, y haciendo tratos, vendiéndole el alma al diablo, adquiriendo cicatrices externas e internas, hizo crecer su imperio. Pasó de manejar algunos cientos de personas a manejar miles. De tener unos pocos cientos de dólares ahorrados, a tener millones.

Hace diez años se consolidó como una de las mafias más poderosas de Nueva York, creció y se volvió un hombre de verdad a sus ojos. Tuvo acceso a los mejores servicios médicos, donde finalmente le dijeron la verdad. Seguir trasplantándose el lente artificial del ojo por otro no solucionaría su problema. Se hizo una cirugía para el nistagmo y mejoró levemente, aunque hasta el día de hoy sus ojos oscuros bailan un poco, y está esperando a que lleguen unos lentes intraoculares de Israel para solucionar su horrible miopía que ni con los lentes de contacto puede arreglar. Por eso desde el primer día tuvo chofer, cosa que para todo el mundo es simplemente por comodidad y lujo, pero es en realidad porque no ve lo suficiente como para conducir.

Odia su ceguera y sus ojos, el permanente recordatorio de todo lo que sufrió en su juventud y de todo lo que le he costado llegar donde está. Por eso tiene un sello cuando mata a sus víctimas; primero les saca los ojos pedazo por pedazo, como una forma de tratar de saciar la rabia que tiene contra el mundo todavía.

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"And I don't wanna be alone in the darkness,

I don't wanna be alone in the darkness anymore."

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En términos de personalidad, el rencor y el sufrimiento envenenaron el alma de Silas. La oscuridad que le brota hasta de los poros se siente de lejos, y basta con mirarlo a los ojos para saber que su vida ha sido una tragedia. Es un personaje sufriente, sin duda alguna, pero que posee una frialdad casi inquebrantable gracias a ello y que lo vuelve todavía más amenazante de lo que ya es. El dolor le soltó los tornillos, indudablemente, porque hay que estar más que loco para torturar y matar en la forma en la que él lo hace.

Es engañoso, porque la tranquilidad que tiene y su forma reservada de ser va de la mano con su gran intelecto, pero es bastante incongruente con la violencia y barbarie de la que es capaz, como si fuese un animal cuando lo sobreviene la rabia. En general, sin embargo, es un hombre razonable y sabe elegir sus batallas. Solo que cuando se trata de lealtad y de respeto, de la seguridad de su gente y de la suya propia, es una persona sin límites.

Con sus subordinados es extrañamente comprensivo y hasta bueno, como si fuesen su familia, y si lo tratan con respeto él hará lo mismo. Jamás cometería el mismo error que cometió el imbécil del narcotraficante que fue el definitivo fin del pequeño Silas. Sabe que las moscas se conquistan mejor con miel que con vinagre. Pero con el resto del mundo, se hace respetar a través del miedo y de la amenaza, cruel y despiadado. No busca peleas pero si te metes con él, prepárate para sufrir. Su mano dura ha mantenido sus negocios en la cima, eso y los fuertes pilares que tiene en su círculo interior de la mafia sumado a su inteligencia. Es analítico, observador, nunca hace cosas por impulso y a pesar de no haber tenido casi educación, su habilidad para multiplicar su dinero y resolver problemas de forma limpia y efectiva es verdaderamente admirable. Su mayor defecto cuando se trata de los negocios es que nunca pide ayuda, aunque la necesite, demasiado acostumbrado a la soledad y a pelear por su cuenta, y armado con un orgullo de metal.

Su pasado lo persigue. No tiene remordimientos cuando se trata de todas las atrocidades que ha cometido, pero al contrario de lo que se pudiese llegar a pensar, es bastante humano cuando se trata del dolor. Y la soledad, la desesperación y el odio de su juventud es algo que jamás olvidará. Pero no todo en él es tormento, aunque su forma de amar también sea sufriente; claro que eso solo lo saben sus más cercanos.

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"I'm a criminal, an animal caged who turned crazed,

But how the fuck you supposed to grow up, when you weren't raised?"

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EXTRAS

—Tiene varios perros doberman que lo siguen como sombra. Los quiere muchísimo, aunque con el resto da la impresión de que los ve como objetos y herramientas de protección nada más.

—Aunque su visión ha mejorado considerablemente en los últimos años, todavía ve bastante mal. Solo su círculo interno en la mafia lo sabe, porque Silas se ha empeñado en mantener aquella pequeña debilidad en secreto. De hecho, se entrenó durante años para poder fingir que es como cualquier otra persona, a pesar de que ni siquiera de cerca puede enfocar bien.

—Sus demás sentidos son tremendamente agudos, tan así que su forma de combatir cuerpo a cuerpo es mucho más eficiente que la de las personas corrientes, porque no depende para nada de su visión.

—Su cuerpo está lleno de cicatrices, muchas de sus años de adolescente en las calles.

—Usa lentes de contacto siempre, pero en la caja fuerte que tiene oculta en su habitación guarda su último par de gafas, quebradas y viejas.

—Tiene pesadillas muy frecuentes de despertar completamente ciego y solo. Por eso tiene insomnio regularmente, y su actividad preferida es ponerse auriculares y escuchar música o podcasts durante horas, o jugar con sus perros tras puertas cerradas.

—Nadie sabe por qué quiere vender el negocio. Todos piensan que se arrepentirá, que entrará en razón y verá que es extremadamente bueno en lo que hace. Y puede que se arrepienta, pero no será por eso.