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𝟙𝟙: ℂ𝕣𝕒𝕫𝕪.

—¡No estoy demente! —grité por segunda vez llamando la atención de la mujer que estaba frente a mí que me observó con fastidio, pero ella no era la única cansada de esta absurda situación.

Yo también lo estaba.

Estaba cansada y harta de esto y de que mi vida se haya convertido en una total locura con dementes siguiéndome por todas partes, diciéndome que yo era la demente; pero no era así, yo era la única cuerda en todo esto, por eso odiaba a André.

Definitivamente lo odiaba y odiaba que haya hecho todo esto, porque a pesar de todo lo que había vivido con él, yo seguía sin creer que me hubiera entregado de una forma tan vil a esta mujer diciendo que yo había perdido la cabeza, cuando él era el que la había perdido o, mejor dicho, el que había dejado creer en mí.

Todavía no creía que todo esto de verdad me estaba ocurriendo a mí. Simplemente no podía asimilarlo. Todo era tan increíble, incluso la forma de como André me había puesto aquí.

Era increíble todo esto y todo una completa locura.

Cerré los ojos con fuerza y volví a abrirlos mirando con incredulidad a la mujer de aproximadamente cuarenta años que me miraba sin expresión alguna en su rostro mientras acomodaba sus lentes para verme fijamente, como si quisiera analizar mis acciones o mis pensamientos, pero cualquier cosa que intentara, no lograría descifrarme.

—No creo que estés demente, Eliane —dijo la mujer con su cabello levemente canoso combinado con sus mechones rubios—. Sólo quiero comprender de donde sacaste toda esa información.

—Ya lo he explicado —solté abrumada porque otra vez habíamos vuelto a lo mismo.

—No es así, Eliane. Lo que has dicho es muy confuso —declaró cruzando sus piernas y acomodándose en su asiento—. Creo que deberías empezar desde el principio, contarme todo a detalles, para poder comprenderte.

—Señora... doctora, de verdad, puede ver los casos que mire en internet, e incluso le puedo decir las páginas... —comencé a decir con rapidez tratando de hacer entender a aquella mujer que yo tenía la razón.

Sin embargo, ella aún mantenía su mirada confusa, parecía no creerme en nada, pero no entendía porque no podía escucharme y entender lo que quería decir. Ya le había explicado todo desde el principio, pero ella quería seguir divagando de nuevo; no era buena en su trabajo, y eso estaba claro.

—Cariño, el problema aquí es a quién quieres culpar —comentó la doctora con una paciencia que me ponía los pelos de punta mientras se quitaba los lentes y los colocaba en la mesita que estaba a su lado—, y quienes son las víctimas. Es de mal gusto jugar con este tipo de casos, y me gustaría tener bien en claro de que hablas. Así que bien, dime, ¿quién es Araíd? ¿quién es ese tal Johnny Evanson? ¿de quién sospechas? —cuestionó mirándome fijamente a los ojos a lo cual bufé cansada de este discurso haciendo que la mujer me mirara con su boca puesta en una fina línea, cansada—. Cariño, el sujeto que está detrás de esa puerta se preocupa por ti y por eso te trajo aquí. Sólo estás diciendo cosas que te pueden causar conflictos.

Ahora la mujer hablaba con total dulzura, pero aun así no terminaba en confiar en ella completamente. Simplemente no podía.

Me removí de mi asiento incómoda y la miré a los ojos tratando de calmar el temblor de mis manos, aunque este no podía parar. Se suponía que ella estaba aquí para ayudarme, pero lo único que lograba era que mi estabilidad emocional siguiera estando no estable, y eso era malo. Muy malo.

Necesitaba salir de aquí.

—Alanna, esto es serio. No puedes andar diciendo estos comentarios; eso no es normal —declaró la mujer con preocupación—. Eres una buena mujer, lo puedo ver. Sólo debes tomar tus pastillas para que no tengas alucinaciones —dijo la mujer mayor observándome con atención mi reacción.

Pero yo sólo me digné a bufar y comencé a jugar con mis manos con nerviosismo sin dejar de pensar en Araíd y Johnny. Era cierto que no sabía que sucedía entre ellos y porque todos actuaban como si no existieran, simplemente no entendía nada. Y por eso ahora estaba aquí. 

Nuevamente miré a la mujer tratando de tomar el valor para decirle la verdad, esperando que ahora si me hiciera caso. Sin embargo, algo en mí sentía, que cualquier cosa que dijera, no me serviría de nada, aunque tenía que intentarlo por Araíd. Debía de hacer algo para que se hiciera justicia por lo que le había pasado.

Pero sea cual sean las palabras al decir, tenía que ser cuidadosa, pensar mejor, hacerlo como mi hermano. Él siempre fue tan inteligente, fácilmente podría hacerse pasar por un detective privado y sería excelente, incluso un abogado, porque con las palabras que usaba era fácil creer en lo que decía, casi siempre, ya que yo nunca le creí cuando hablaba de André. Cuando él decía que su expediente no estaba del todo completo y su pasado en ocasiones no tenía sentido ante las fechas que decía y las cosas que describía.

Tal vez si le hubiera puesto más atención o si él estuviera conmigo ahora, Araíd tendría justicia, por eso debía dar lo mejor de mí.

—La criminal no es Araíd, lo más probable es que sea Johnny —solté en un susurró provocando que me mirara la mujer con confusión, mientras yo me levantaba y comenzaba a caminar de un lado a otro en el consultorio—. Aunque sigo sin saber si Araíd está viva o no, es muy confuso todo lo que pasa y quiero respuestas.

Fijé mi vista en la señora, pero esta me miró extrañada y volvió a apuntar en su cuadernillo. Suspiré y limpié el sudor de mi frente sin apartar la mirada de la mujer mayor, sabía que ella me consideraba demente y que no me creía nada de lo que decía, pero tenía que intentarlo; por Araíd y tal vez por Johnny.

No sabía lo que pasaba entre ellos, pero necesitaba aclararlo. Y pronto.

—¿Y de dónde conociste a ese tal Johnny? —preguntó la mujer mirándome atenta.

Suspire sintiendo que la cabeza me daba vueltas. No entendía nada, no entendía porque André no había dicho quiénes eran mis vecinos y no recordaba lo último que me había pasado antes de venir.

No sabía nada.

—Alanna, ¿dónde conociste a Johnny? —volvió a decir la mujer atrayendo mi atención.

—Johnny es el vecino, vive en la casa de al lado —aclaré con el estrés aumentando en mi cuerpo.

¿Por qué no entendían de una vez por todas? No sabía con exactitud que les había dicho André, pero comenzaba a estresarme de que me tratarán como una demente. Y la cabeza me seguía dando vueltas.

—Tu vecina es Samantha por lo que tengo entendido. Ella vive sola al lado de tu casa —dijo la mujer colocando su mano en su mentón, tratando de descifrar mi reacción.

Intenté verme tranquila y en paz para poder salir de aquí sin ser considerada una demente, pero la sorpresa y el enojo se reflejó en mi rostro de forma inconsciente. Ni sabía para qué me sorprendía, era claro que dirían algo así; aunque eso sea mentira.

—Hay otra casa —declaré con tranquilidad tratando de hacerla mirar que estaba segura de mis palabras—. No solamente...

—¿Hablas ahora de la casa de tu vecina Samantha?

—No —dije frustrada, atrayendo la mirada confusa de la doctora—. Dije otra casa.

La mujer volvió a mirarme a los ojos levantándose de su asiento, tratando de descifrar algo, aunque al final, salió del lugar sin decir más. Suspire cansada pasando mi mano por mi rostro con cansancio, tratando de tranquilizarme.

No sabía que hacer ni que pensar, no sabía nada. Como siempre.

Miré a mis alrededores tratando de calmarme hasta que la puerta se abrió dejándome ver a André, que permanecía con una sonrisa alegre.

—Hola, cariño, ¿ya estás mejor? —preguntó acercándose a mí con una sonrisa.

—¿Por qué me trajiste aquí? —pregunté en un susurro casi inaudible.

—Actuabas demasiado extraño y me enseñaste artículos en internet de cosas extrañas —aclaró con la confusión en su rostro—. Tenía miedo que te pasará algo. Estabas tan... diferente.

Quería calmarme, realmente quería, pero la rabia me invadió de repente, como un impulso que salió de mí sin querer.

—¡Son del asesinato de Araíd! —grité cansada, soltando la bomba que había en mi interior.

Definitivamente, no entendía lo que pasaba ni porque no me escuchaban. No sabía que pasaba. Estaba cansada.

—No existe ninguna Araíd —declaró acariciando mi mejilla para calmarme, pero no lo lograba.

Mi corazón seguía acelerado y cerré los ojos tratando de calmar todo lo que sentía, tratando de procesar sus palabras, mientras él seguía diciendo mentiras. ¿Qué se creía? Él no debería mentirme de eso, André nunca había visto a Araíd, pero eso no significaba que ella no era mi vecina y mi amiga.

Era un idiota.

—¿De qué hablas? —cuestioné mirándolo a los ojos, tratando de descifrar sus miradas, pero el hombre me miró de forma tan seria que me comenzó a intimidar. Provocando que el miedo me recorriera en un instante al sentir su penetrante mirada.

—Tenemos que irnos a casa.

Una parte de mí no quería seguirlo, quería escapar de él, pero la otra parte asintió a sus palabras, logrando que me parará del asiento y comenzará a caminar a afuera del consultorio.

Empezando a caminar hacia el exterior, al estacionamiento, para cuando estaba ahí, sentada en el asiento del copiloto del auto, cerré mis ojos, olvidándome de todo y todos, para sentir una paz interior que tanto me había hecho falta.

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El sonido de la puerta del carro se escuchó y abrí los ojos de inmediato dándome cuenta que ya estaba frente a mi casa. Agarré mi cabeza con cansancio, para después salir del auto con los mareos y dolores constantes invadiéndome sin recordar que había pasado anteriormente y porque ahora estaba aquí cuando antes había estado acostada en mi cama.

Pero al instante todos esos recuerdos invadieron mi mente y retrocedí unos pasos mirando con terror al hombre con el que compartía un hogar.

Él era un monstruo, definitivamente lo era.

Y, ahora mismo, tenía la oportunidad de escapar de él, la tenía. Ya que él me estaba dando la espalda y no se había dado cuenta de que estaba despierta, pero a la vez quería decirle algo y desquitar todo aquello que sentía, pero el sonido de una guitarra atrajo mi atención y volteé al patio de Johnny dándome cuenta que él estaba tocando de esta sentado cerca de sus árboles con esas figuras extraordinarias que tanto me habían gustado.

Y, aunque no lo admitiera en voz alta, con él también sentía una molestia enorme, porque desde que apareció en mi vida todo era muy confuso; él era otra persona con la cual quería hablar y escapar de él al mismo tiempo.

I, I will be king, and you..., you will be queen. Though nothing, nothing will drive us away. —su voz era increíble, tenía que admitirlo. Incluso podía decir que era hipnotizante—. We can be heroes, just for one day. We can be us, just for one day...

Me deleite con su voz y la forma en que tocaba su guitarra, pero los pensamientos de él siendo un asesino o un delincuente invadieron mi mente una vez más, sacándome de mi ensoñamiento que comenzaba a sentir de él. Y deje de pensar en cosas buenas de Johnny al recordar la imagen de Araíd muerta.

Porque, al recordar el cuerpo desnudo de Araíd cubierto de sangre, tirado en el bosque como si fuera una basura, con su rostro angelical que permanecía con una mirada perdida, me hacía sentir terriblemente mal, pero también, hacía que la furia me recorriera todo el cuerpo.

Sabía que tenía que contenerme, que tenía que buscar una solución a este problema, sin embargo, lo único que pasaba por mi mente era desquitarme; el gritar, el sacar mi enojo y el decirle sus verdades a Johnny Evanson.

—¡Eres un asesino! ¡lárgate de aquí! —grité acercándome a su terreno con la furia en todo mi ser.

Pero este solo levantó la mirada viéndome con diversión cuando los brazos de André me sujetaron mi cintura arrastrándome hacia la puerta de la casa. Mientras yo seguía gritando y pateando a André para que me liberará, siendo vista y criticada por los vecinos curiosos que habían salido a ver lo que pasaba, sin embargo, Evanson parecía no importarle, ya que seguía cantando.

I, I can remember. Standing by the wall. —siguió en lo suyo, dándome una sonrisa divertida—. And the guns shot above our heads, and we kissed as though nothing could fall.

Seguía y seguía peleando con André tratando de librarme de sus brazos, pero no lo lograba. Finalmente ingresé a la casa y ahí fue cuando André cerró la puerta con fuerza evitando que siguiera escuchando a Evanson cantar, para después darme una cachetada en la mejilla cuando los vecinos dejaron de vernos. Por instinto, coloque la mano en esa parte tratando de calmar el dolor.

—¿Qué demonios te pasa? —cuestionó gritando el hombre con el enojo en su rostro.

—¿Qué te pasa a ti? —pregunté alterada—. ¿Por qué haces como que Johnny y Araíd no existen? —cuestioné de nuevo estresada.

—¡Por qué no existen! —gritó empujándome a la pared con demasiada fuerza y lo miré asombrada sin entender la fuerza que tenía ni porque me había tratado así.

Lo miré con ojos llorosos y me aparté de la pared tratando de calmar las lágrimas para que no me mirara siendo débil.

—¡Eres un mentiroso! —le grité acercándome a él para empujarlo hacia atrás y después irme corriendo a encerrarme en mi habitación.

Definitivamente estaba harta de que me tratarán como una demente y estaba harta de mi vida.

En el misterio, Mad-ClepGirl (Dianessa)🐧

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