¿Recuerdas el mes
En el que mejore?

El recuerdo de aquel mes de recuperación, marcado por la esperanza y la renovación, se erige como un faro de luz en medio de la oscuridad que nos rodeaba. Casi una semana de estabilidad marcó un punto de inflexión en mi lucha contra la enfermedad, permitiéndome vislumbrar la posibilidad de días mejores en tu compañía.

El médico, con su beneplácito, me concedió el privilegio de salir a pasear, bajo la condición de que tú fueras mi fiel acompañante en esta travesía hacia la normalidad. Tu reacción ante esta noticia reveló tu compromiso y dedicación, llevándome de compras en busca de un vestido especial para la ocasión.

El vestido lila, mi color favorito, se convirtió en el símbolo de nuestra jornada, marcada por la complicidad y la complicidad compartida. Un almuerzo en familia y una tarde de juegos con mis sobrinos añadieron alegría y calidez a nuestro día, culminando en una cena romántica en un restaurante elegante, donde las miradas curiosas no pasaron desapercibidas.

Aunque mi mejoría se hacía evidente, los vestigios de la enfermedad aún se reflejaban en mi piel pálida, mis ojeras pronunciadas y la ausencia de cabello bajo el pañuelo protector. Las miradas ajenas, algunas discretas y otras indiscretas, se posaban sobre mí, pero tu presencia reconfortante y tus palabras amorosas me brindaron la fuerza para enfrentar la mirada del mundo con valentía y confianza.

Durante ese mes de relativa calma, exploramos la ciudad juntos, disfrutando de la compañía mutua y compartiendo momentos de complicidad y amor. Cada salida, cada gesto de cariño, se convirtieron en pinceladas de una historia de amor en gestación, que florecía en medio de la adversidad y la incertidumbre.

Sin embargo, como bien sabemos, la vida es un torrente de altibajos, y aquel mes de calma y amor fue solo el preludio de la tormenta que se avecinaba en el horizonte.

《EDITADO 02/06/24》