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♡ Especial de Navidad ♥︎

24 de diciembre del 2024
Tromsø, Noruega

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Reich no podría estar más feliz. Bailaba por la habitación del hotel, dejándose llevar por los acordes de Fruit Cake de Sabrina Carpenter, su nueva obsesión. No se arrepentía de haber seguido la recomendación de esa chica en redes sociales que había hablado tan apasionadamente sobre el álbum. Las canciones lo envolvían en un trance navideño lleno de amor, alegría y calidez.

No podría pedir más.

Hablando de Navidad, las representaciones solían trabajar en la mañana de ese alegre día, para luego regresar a casa y celebrarlo con la familia. Aunque no todos deseaban estar cerca… Aún recordaba aquella Navidad de hace dos años, cuando se peleó con Weimar hasta el punto de enterrar un tenedor en sus costillas. Qué arrepentimiento sentía, tanto que al verlo nuevamente, lo abrazó llorando y se disculpó por su actitud.

Pero dejando eso de lado, este año, la UE y otras organizaciones decidieron hacer algo diferente: una fiesta para todos. Después de un año lleno de tensiones, ¿qué mejor manera de aligerar el ambiente que con una celebración conjunta? Les dieron la mañana libre y todo lo que quedaba de la semana para prepararse. Los llevaron a Tromsø, una ciudad en el norte de Noruega, para contagiarlos del espíritu navideño con sus impresionantes nevadas y el espectáculo de las auroras boreales.

Adaptarse al gélido clima noruego había sido complicado para Reich, pero tener habitaciones con calefacción y que la ONU le hubiera comprado casi una tienda completa de ropa de invierno lo mantenían caliente.

Ahora, llevaba puestos unos pantalones cortos negros, medias hasta la mitad de sus pantorrillas, unas pantuflas con caritas de gato (un regalo de Weimar), una camisa blanca de ONU que le llegaba dos dedos por encima de las rodillas, y un suéter de lana rojo tejido, lo suficientemente grande como para que le quedara igual que la camisa de  ONU, pero un poco más corto. Terminó de decorar su chocolate caliente con malvaviscos y lo llevó a su boca, soltando un gemido de satisfacción al sentir el calor de la bebida recorrer su cuerpo. El delicioso sabor y el vapor del chocolate llenaron sus fosas nasales. Sin duda, un verdadero manjar.

De repente, escuchó el pitido de la cerradura y luego el sonido de la puerta abriéndose. Se alejó de la mesita frente a la ventana y se acercó a la columna que separaba la entrada del baño en la habitación, mirando cómo ONU entraba sacudiéndose la nieve de su abrigo mientras llevaba varias bolsas de compras en las manos.

—¡Bienvenido! —exclamó Reich con una sonrisa animada, sin acercarse, pero manteniendo la mirada fija en ONU. Este, al verlo, sonrió suavemente, y sus ojos se llenaron de amor.

ONU se apresuró a quitarse el abrigo y lo dejó en el perchero, junto con las bolsas, sintiendo la necesidad de acercarse a Reich. Caminó hacia él y lo abrazó, rodeando su cintura con las manos. Por su parte, Reich se recostó ligeramente, abrazando el cuello de ONU, disfrutando del calor de su cuerpo.

—¿Dónde estabas, cielo? —preguntó Reich, hundiéndose en el pecho de su pareja. No había nada que le gustara más que sentir su calor corporal, especialmente al oír los latidos de su corazón cerca de su oído.

—Fui a hacer las compras para la noche de hoy.

—¿En serio? ¿Y qué compraste? —preguntó Reich, curioso, mientras se acomodaba en los brazos de ONU.

ONU, con una sonrisa traviesa, cargó a Reich en sus brazos, como si fuera una princesa, y lo llevó a la cama, sentándolo en su regazo mientras acariciaba suavemente su espalda. Se inclinó y sacó una bolsa blanca de una de las compras, de la cual sacó un par de prendas perfectamente dobladas. Le entregó a Reich lo que había comprado para él.

—El evento no será transmitido por televisión, lo cual es un alivio. Y UE pidió que fuéramos en pijama para estar más cómodos, así que decidí comprar unos conjuntos de pijama a juego para nosotros. ¿Te gustan?

Reich observó emocionado el conjunto: una camiseta de manga larga y pantalones color café, con estampados de ositos de tarros de miel, todo hecho de una tela suave y aterciopelada, como una manta de bebé. El conjunto de ONU era igual, solo que en un tamaño más grande.

—¡Gracias! —dijo Reich, con una sonrisa sincera, sintiendo el calor y la suavidad del material. No solo era un regalo práctico, sino que también reflejaba el cuidado y la atención que ONU ponía en todo.

Mientras Reich acariciaba el suave tejido de la pijama, se dio cuenta de lo afortunado que era de estar allí, rodeado de amor y calidez en ese día tan especial. Este, sin duda, sería un recuerdo que atesoraría por siempre. Y mientras ONU se acomodaba junto a él, compartiendo ese momento tranquilo y lleno de cariño, Reich no podía evitar sonreír al pensar en cómo la Navidad, con sus altibajos, siempre tenía la capacidad de sorprenderlo con momentos tan hermosos como aquel.

Reich estaba completamente cautivado por la mirada cálida de ONU, perdido en la manera en que lo observaba con tanta dulzura. Se sentía envuelto en la calidez de su presencia, tan reconfortante que olvidó por completo el chocolate que había preparado con tanto cariño. Pasaron unos segundos, pero no fue hasta que sus ojos se desplazaron inconscientemente hacia la mesita junto a la ventana, que recordó el pequeño detalle.

—¡Mi chocolate! —gritó, de repente, levantándose rápido, como si hubiera olvidado algo de suma importancia. Corrió hacia la mesita y, con algo de desesperación, tomó un sorbo del vaso. Afortunadamente, aún estaba caliente y, al sentir el calor del líquido recorrer su cuerpo, dejó escapar un suspiro de satisfacción.

Volvió hacia ONU, quien observaba con una sonrisa tranquila y comprensiva. Reich, sintiendo que había hecho algo tonto, le sonrió nervioso mientras se sentaba nuevamente a su lado.

ONU soltó una risa suave, una risa que resonó en el aire de la habitación como un susurro de ternura. Reich no pudo evitar unirse, pero con esa risa nerviosa que siempre surgía cuando se sentía un poco avergonzado. Era una risa ligera, llena de cariño, que solo hacía que ONU se sintiera aún más cercano.

—Lo siento mucho por haberte asustado, cielo —dijo Reich, sus palabras algo atropelladas mientras se sentaba nuevamente junto a él. Desvió la mirada, apenado por haber causado semejante revuelo por un simple olvido. No podía evitar sentirse un poco tonto.

—No te preocupes, Reich —respondió ONU, con su tono sereno y afectuoso, acercándose lentamente hacia él. Lo miró unos segundos antes de inclinarse hacia él y darle un suave beso en los labios, tan inesperado y dulce que Reich se quedó completamente paralizado por un momento. Fue solo un instante, pero Reich sintió como si el mundo entero se detuviera a su alrededor.

Cuando ONU se separó, no fue solo el roce de los labios lo que dejó una marca en Reich, sino también la forma en que lo miraba, con una mezcla de cariño y una pizca de diversión. Fue entonces cuando ONU lamió sus labios con una sonrisa satisfecha.

—Mmm... Sabor a chocolate... Me gusta. Además, la espuma estaba deliciosa —comentó ONU, dejando escapar una pequeña risa, como si estuviera saboreando tanto el chocolate como el momento mismo.

Reich, completamente sorprendido por lo que acababa de pasar, no pudo evitar sonrojarse, el color subiendo rápidamente por su cuello y hasta sus mejillas. No pudo entender muy bien qué había sucedido, pero el gesto tan cariñoso y sincero de ONU le hizo sentir una mezcla de emociones que no sabía cómo manejar. Quiso decir algo, cualquier cosa para disimular la timidez que se apoderaba de él, pero no encontró las palabras correctas.

—¡Ah! ¡No! ¡Eso es vergonzoso! —exclamó, cubriéndose parcialmente la cara con las manos en un intento inútil de esconder su rostro rojo. Sentía que la vergüenza lo envolvía, pero también una felicidad suave, que se mezclaba con la calidez que ONU le ofrecía sin esfuerzo alguno.

ONU, al ver su reacción tan genuina y adorable, solo sonrió más ampliamente. Se acercó un poco más, sin intentar incomodarlo, pero disfrutando de la incomodidad encantadora que Reich demostraba. Fue un momento que ambos sabían que se quedaría grabado en sus memorias, una pequeña interacción que, aunque cotidiana, los unía aún más.

—No te avergüences, Reich —dijo ONU en tono suave, acariciando la mejilla de Reich con ternura. —Lo hiciste bien. Y ahora tenemos que disfrutar de la noche.

Reich, aún sonrojado pero con una sonrisa tímida, asintió.

—Sí... Vamos a disfrutar.

Y juntos, con la nieve cayendo afuera y la calidez de la habitación envolviéndolos, la Navidad comenzó a sentirse más especial que nunca.

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24 de diciembre del 2024
Tromsø, Noruega

Después de pasar una tranquila tarde en su habitación, conversando y compartiendo risas, ambos se arreglaron para el evento. El ambiente festivo que los rodeaba estaba impregnado de la magia navideña, pero también de un toque especial que solo un evento como este podía ofrecer.

La fiesta no era tradicional en el sentido común de la palabra, no había grandes banquetes ni adornos excesivos, pero lo que sí estaba claro era que se trataba de una celebración de unidad, de fraternidad entre naciones y de una oportunidad para dejar atrás las tensiones del año.

Reich se ajustó su pijama nuevo, la tela suave y cálida abrazando su piel mientras el reflejo de las luces navideñas lo envolvía. ONU, por su parte, optó por su versión más cómoda del mismo conjunto, con una sonrisa tranquila mientras tomaba la mano de Reich.

Al llegar al salón principal del hotel, un espacio grande con ventanales desde los cuales se podía ver el cielo estrellado y las auroras boreales brillando sobre el paisaje nevado, la atmósfera era completamente diferente a cualquier otra fiesta que Reich hubiera presenciado. Las mesas estaban dispuestas de forma sencilla, con velas blancas, luces de colores y copas de vino y champán. Los invitados se encontraban en pequeños grupos, conversando en voz baja, algunos riendo, otros disfrutando de la música suave que se mezclaba con el sonido del viento exterior.

Reich no pudo evitar sentirse algo nervioso, no solo por el evento en sí, sino por la atmósfera de camaradería y la expectativa que acompañaba a una fiesta tan peculiar. Sin embargo, al ver la mirada calmada y reconfortante de ONU a su lado, todo comenzó a sentirse más fácil.

—No te pongas tan nervioso —dijo la ONU, con su tono de siempre, tan sereno como si nada en el mundo pudiera perturbarlo. —Es solo una fiesta, solo un pequeño momento para disfrutar.

Reich asintió, sonriendo de forma más relajada mientras dejaba que ONU lo guiara hacia la pista de baile. Al llegar, notó que muchos ya estaban disfrutando de una copa y compartiendo pequeñas conversaciones. Parecía un evento cálido, sin la presión de lo que normalmente era una fiesta oficial.

—¡Reich! —Italia se acercó con tanta emoción cuando vio a su amigo entrar, lo abrazó con fuerza, de la cual Reich se quejó un poco. —Por un momento pensé que no vendrían, ya me había preocupado. 

Reich soltó una risa. 

—Oh, no, no. Yo no podría hacer ese tipo de desplantes. 

—¡Impresionante! Porque te tengo un regalo —Italia mostró una bolsa pequeña que traía detrás de él. 

—Aww, Italia, no debiste —Reich tomó la bolsita y la abrió, encontrando una edición especial de su libro favorito. 

—Y mejor agradece, porque fui el único al que le traje un regalo, ni a mi intercambio le traje nada. 

—¿No? —El italiano negó. —¿Por? 

—Por mí. Me tocó con la perra de Francia, y a ella ni loco le doy algo. Que se joda y se quede esperando. 

—Oh... eso explica mucho. 

—Sí, además tengo deudas ahorita, y era o comprar un regalo o pagar el gas para mi agua caliente. Adivina qué elegí. 

—¿Pagar tu gas? 

—... Por primera vez sí. Lo hubiera gastado en un vestido nuevo o algo, pero Imperio me tiene vetado de su casa, y también mi hija. No tengo dónde bañarme con agua caliente, y con estos fríos no quiero verme resfriado. 

—Ay, Italia, al menos siente bien que tomaste una buena decisión. 

—Supongo —suspiró. —¿Y qué tal tu hijo? Tu hermano... No sé, cuéntame algo que no sea desgracia. 

Reich alzó los hombros. 

—No sé. Y a ti te aburre que te cuente de ONU. 

—Sí, porque ya solo hablas de él e Imperio de México... Es aburrido cuando eres el único soltero. 

—No es cierto, URSS es soltero igual y UK también. 

—¡Sí! Pero URSS es lo que le sigue de aburrido, le gusta hacerse el psicólogo chismoso o el economista brillante. Y UK solo vive con el miedo de que Francia le vaya a hacer algo por pedir el divorcio, así no es entretenido. 

Reich suspiró y solo le dio palmaditas en la espalda a Italia. La verdad ya no sabía qué más hacer con él. Lo tomó del brazo para ir al buffet, le dio un plato a Italia. 

—¿Qué, me ves muerto de hambre? 

—No, pero solo comes fideos instantáneos y no comida casera. Come hoy, escuché que hicieron pasta boloñesa auténtica. 

—Mmmm, bueno, si es así, sí como. No quiero volver a probar combinaciones sin sentido. 

Reich sonrió viendo al italiano empezar a agarrar su comida. Se encaminó hacia su mesa, pero al fondo del salón divisó una silueta completamente conocida. Así que volvió al buffet y llenó dos platos de comida para ir junto a la silueta. 

Weimar observaba a todos desde una esquina, con su inseparable gato Mohnbutter sobre sus brazos. El felino maulló. 

—¿Qué pasa? ¿Estás feliz? —Weimar sonrió y le dio ligeras caricias al gato. —Sí, ¿verdad? A ti te gustan mucho las fiestas. 

—¿A quién no? 

Weimar volteó hacia el sonido de la voz y, con la intención de salir corriendo del susto, miró a su lado, viendo a su hermano menor acercándose. Sin embargo, al ver que era Reich, se quedó inmóvil. 

—Y-yo me tengo que ir... 

—¡No, espera! —Reich tomó el brazo de Weimar para que no se fuera, sintiendo las lamidas del gato en sus dedos. —N-no quiero discutir, y mucho menos voy a enterar otro tenedor en tus costillas... Solo quiero conversar y estar a tu lado. 

—... 

—¿Estás de acuerdo que me quede aquí? 

Weimar solo asintió y se volvió a enderezar, dejando la idea de salir corriendo y encerrarse en la habitación de hotel que compartía con Derek. 

—Traje comida, no sé si ya comiste, pero prueba, está muy rica. 

—Bien. 

Tras eso, los dos se sentaron en el suelo y Reich le pasó los platos a Weimar, junto con los cubiertos. Así, los dos empezaron a comer. Bueno, tres, ya que Weimar cortaba pedazos pequeños cada tanto y se los daba a su felino, que solo ronroneaba ante eso. Comieron en silencio, mirando a todo el mundo, aunque no eran buenos socializando. 
Reich lo hacía porque aún guardaba un poco de rencor hacia su hermano por haberlo dejado solo a los 17 años, desapareciendo de la nada. Pero Weimar se había disculpado y sabía que tenía una fuerte culpa por haberlo abandonado. Los dos eran un caso complejo que, aún con terapias, no lograban deshacer. 

—¿Te imaginas que esto fuera todos los días? —preguntó Reich de la nada cuando terminó su comida y ahora comía el pedazo de pastel que se había traído, triple chocolate y pistachos, aunque se los quitaba ya que era alérgico a estos. 

—Sería abrumador... 

—¿Qué dices? A mí me gusta. 

—Agh, eso lo dices porque amas estos eventos. Siempre vienes sin falta. 

—Bueno, mi novio es la ONU Organización Mundial, que por más que no quiera, venga. Además, me gusta convivir con los que conozco, ¿a ti no? Antes te gustaban mucho los eventos sociales. 

—Sí, pero... Es diferente ahora. —Weimar también terminó de comer y dejó el plato a su lado. Mohnbutter iba a lamberlo, pero su dueño lo prohibió, cargándolo para ponerlo en su regazo y mantenerlo calmado ahí. Estaba sumergido en sus pensamientos, mirando a su gato cuando sintió que algo se acercó a su mejilla. Levantó la vista y la volteó hacia ese lado, mirando a Reich que le extendía un tenedor con un pedazo de pastel, esta vez con pistachos, ya que Weimar no era alérgico a ellos. 

—Vamos, di "ah". 

—¿Ahora soy un niño? Tú eres el menor. 

—Solo cuatro años, no es mucho. Ahora abre la boca. 

Weimar rodó los ojos y lo hizo, recibiendo el pedazo de pastel. Era rico, y bastante dulce por el chocolate, pero no al nivel de empalagar. 

—¿Y? 

—Es rico. 

—¿Quieres más? 

—Sí. 

—Ten —Le dio su plato donde aún quedaba la mitad de la rebanada y todos los pistachos que le había quitado con anterioridad. Weimar empezó a comerlos, dedicándose a saborear cada bocado que daba. 

—Sabes, te envidio mucho. 

—Mm? ¿Por qué? 

—Quisiera tener tus alergias. Tú no tienes tantos límites en comida, solo en el maní porque es la única alergia en común que tenemos. 

—No desees algo que no tienes. No sabes lo que es tener alergias como las mías. 

—!Ah¡—Reich hizo un puchero y se recargó en el hombro de su hermano—. Tú solo eres alérgico a cosas como ácaros, polvo y químicos de limpieza. Y no te llevan al hospital, solo un poco de medicina te basta. Pero yo, soy alérgico a muchos alimentos deliciosos, y si como solo un poco, me llevan en una camilla al hospital. 

—Tú las puedes evitar, pero yo tengo que estar limpiando mi habitación casi dos veces al día para evitar una alergia. 

—Aun así, te envidio, quiero comer como tú. 

—Ya cállate. 

Reich solo rió por eso y abrazó a Weimar del cuello mientras veía al gato amasar el regazo de su hermano para dormirse. 

—Qué gatito tan tierno. 

—Lo sé, Mohnbutter es la cosa más bella que verás. 

—Concuerdo. —Reich alzó su mirada y miró a Weimar fijamente—. Una pregunta, ¿eres alérgico a los besos y el cariño? 

—No, ¿por qué? 

—Por esto —Reich lo abrazó con más fuerza y le dio un beso en la mejilla a Weimar. 

—¡No, no, no, no, Reich! 

—¡Oh, vamos! ¿Por qué eres tan huraño? Déjate querer. 

—¡Noooo! 

Entre risas, Reich trataba de darle cariño a su hermano, y Weimar solo intentaba alejarlo, sonrojado de la vergüenza. 

Mientras tanto, la conversación a su alrededor fluía como una corriente tranquila. Los demás países se habían unido a la fiesta, y las interacciones entre ellos parecían mucho más relajadas que en las típicas reuniones formales. México y Italia, como siempre, estaban en medio de una animada discusión, mientras que Imperio y URSS observaban con divertidos ojos.

—No puedo creer que EU se haya quedado con todo el trabajo de organización de esta fiesta —murmuró México, levantando una copa mientras hacía una mueca juguetona. 

—¡Pues claro, se quería lucir! —respondió Italia, con una sonrisa burlona, mientras tomaba un bocado de pastel. 

Por otro lado, el abuelo de Reich, Second, que estaba sentado cerca de la chimenea, observaba todo con una sonrisa tranquila, aunque su mirada se perdía de vez en cuando. Parecía estar pensando en algo, tal vez en el pasado. 

ONU buscaba a Reich hasta que lo vio en la esquina del salón hablando con Weimar, y solo se quedó donde estaba, sin interrumpirlo. 

—¿Y quién te tocó de intercambio? 

Weimar ladeó la cabeza un poco para tratar de recordar. 
—Mmm, creo que fue Hungría. 

—¿Y ya le diste su regalo? 

Weimar negó. 
—No... Y-yo no sé cómo dárselo, además no sé si le gusta, no sabía qué darle. 

—A ver, muéstramelo. 

Weimar se quitó la mochila para sacar un juguete de hurón. 
—Vi que le gustaban los hurones en sus redes sociales, y pensé que sería un buen regalo. 

—¡Y lo es! Weimar, esto es excelente. ¡Vamos a dárselo! 

—A-Ahora? 

—¡Sí! OMS dijo que debes empezar a socializar o no, ¿Mohnbutter? 

El gatito maulló mirando a su dueño. 

—E-Está bien... —Ni bien terminó la frase, Reich ya lo había arrastrado hacia donde estaban todos los países en busca de Hungría. 

Finalmente, Weimar entregó su regalo con algunas dificultades, ya que no paraba de tartamudear, pero lo entregó, y Hungría lo aceptó con mucho gusto. De parte de Hungría, Weimar recibió un libro, pues le había preguntado a Alemania qué le gustaba, y Alemania le dijo: "Los alemanes somos ratones de biblioteca", y vaya que sí, ya que vio a todos regalarle a Reich y Alemania libros, y los tres estaban felices comentando sobre ellos. 

En medio de las risas, las miradas cálidas y las conversaciones informales, lONU y Reich se encontraron sus miradas entre el gentío, sintiendo la conexión más fuerte que nunca. Reich se acerco a ONU, hasta quedar frente a el.

—Hola, siento mucho dejarte solo.

—Descuida, te vi con tu hermano y no quise interrumpir —Lo abrazo de la cintura y lo beso. —¿Bailamos? —preguntó la ONU, con una sonrisa traviesa en el rostro. Reich, sin dudarlo, aceptó. Tomó su mano, dejando que el calor de sus dedos se fusionara, y caminó hacia el centro de la pista de baile.

La música era tranquila, pero llena de emoción, un toque de jazz suave combinado con canciones navideñas. La pista se llenó rápidamente de parejas y grupos que se movían lentamente, disfrutando del momento. Reich y ONU, sin perder la conexión, se movían al ritmo de la melodía, casi como si todo a su alrededor desapareciera.

Reich sintió la calidez del abrazo de ONU, la forma en que sus cuerpos se fusionaban en un solo movimiento. En ese instante, todo lo que había pasado antes, los nervios, las tensiones, las diferencias entre ellos y otros países, se desvanecieron. Solo quedaban ellos dos, bailando, compartiendo un momento único en el que el tiempo parecía haberse detenido.

—Me gusta cómo te ves hoy —dijo la ONU, sus ojos fijos en Reich mientras seguían bailando. La luz tenue reflejada en su rostro hacía que su mirada fuera aún más intensa, más profunda.

Reich sonrió, sintiendo el corazón latir un poco más rápido. —Tú también estás increíble. A veces creo que no merezco ser parte de este momento. Todo esto parece tan perfecto…

ONU rió suavemente, una risa llena de cariño. —No digas eso. Este es nuestro momento. Y lo estamos viviendo, disfrutando. Eso es lo que importa.

La música cambió a una melodía aún más tranquila, y ambos, sin palabras, continuaron bailando con un paso más lento, casi etéreo.

Y cuando la noche llegó a su fin, después de bailar, reír y brindar con los demás, Reich y ONU regresaron a su habitación, sus pasos tranquilos sobre las escaleras.

—Hoy fue perfecto —dijo Reich, con una sonrisa sincera mientras se quitaba los zapatos y se dirigía al baño para cambiarse.

ONU lo miró desde la puerta, apoyado en el marco, y asintió lentamente. —Lo fue. Y ahora, tenemos todo el tiempo del mundo para disfrutar de nuestra Navidad.

Reich se detuvo, lo miró y sonrió. —Sí. Y esta vez, no voy a dejar que nada arruine el momento.

ONU sonrió, sabiendo que lo que Reich quería decir.

Fin

No es lo mejor, pero es trabajo humilde y espero les guste. :3

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