f o u r
Jimin desarrollo la costumbre de tomar la mano de Yoongi todo el tiempo desde entonces.
Sus ojos siempre parecían asustados, y muchas veces Yoongi tomaba sus mejillas para mirarlo fijamente, los ojos gatunos del mayor eran lo contrario, fríos y tranquilos, eran lo único que podía relajarlo.
Y era extraño pero hermoso, cómo el mayor notaba el pánico crecer en el menor, y cómo simplemente tomaba su rostro, aplastando ligeramente sus abultadas mejillas y se acercaba hasta que la vista era sólo él, enfocaba los ojos en el otro, conectaban miradas y se quedaban allí largos minutos, sin decir o hacer nada más, hasta que finalmente Jimin lo abrazaba como agradecimiento, cuando aquello funcionaba y se sentía más tranquilo, un poco más a salvo.
Se encargaban de caminar juntos, de la mano, haciendo avanzar los cristales en sus tiempos de aburrimiento, sin más, viendo a la nada eterna e infinita.
—¿Crees que en verdad podramos salir de esto? — era una pregunta que Jimin formulaba cada tanto, que Yoongi últimamente contestaba de la misma manera.
— Aunque cueste una noche o cien años— decía, asintiendo—. Algún día saldremos de aquí.
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