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𝕆 ℕ ℂ 𝔼

JUNGKOOK

Aunque mi cabeza decía que no, mi cuerpo proclamaba otra cosa.

No debía preocuparme por ella, nosotros dos solo estábamos en un acuerdo ridículo, nada de esto estaba dentro de lo que se había hablado, pero después de verla tan triste, no siendo ella, algo en mi se revolucionó.

¿Fue su aspecto? Parecía una hermana de la iglesia con el vestido que llevaba puesto pero aún así logró que todos mis sentidos se nublaran desde que la vi. Se veía guapísima y era la primera vez que usaba algo más o menos normal, porque cuando se trataba de atuendos ella se iba hasta el borde.

Definitivamente ella estaba enamorada de ese tal Namjoon, alguien a quien parecía no importarle en absoluto, pero Arumi aún no había visto eso. Le gustaba provocarse dolor, herirse ella misma porque a pesar de estar viendo no miraba. Se aferraba a la idea de que le gustaba, en algún punto podía parecer un capricho, sin embargo la entendía.

El primer error que cometí fue dejar que mi imaginación hiciera de las suyas y me figurara a Arumi como una posible acompañante de cama. No dejé de verla en todo el evento, su expresión de enojo y la manera en la que arrugaba su nariz y sus cejas, me cautivó.

El segundo error fue seguirla. Ella pasó a mi lado muy enojada mientras yo charlaba con su papá, todo había terminado y no había más que hacer, yo aun seguía con mi problema de efímera atracción hacia ella, para intentar calmarlo pensé en que iba a ser buena idea invitarla a cenar, o más bien llevarla a mi casa para comer juntos, pero la vi llorar.

Con la cara roja y las manos hechas puño salió corriendo por los pasillos, al principio pensé en que era algún momento de debilidad femenina, pero después de ver a otra dirección me di cuenta de que Namjoon besaba a su acompañante. No dudé en seguirla lo más rápido que pude hasta tomarla de su mano y arrastrarla a una habitación.

Tenerla más de cerca no me ayudo a desearla menos, porque a pesar de que le había dicho muchas veces que no era mi tipo, justo en este momento estaba dudando seriamente.

Su rostro estaba cubierto por lágrimas, sus ojos brillaban en una expresión diferente, no una de anhelo, era dolor.

Las palabras se precipitaron en salir de mi boca y aunque sabía que lo que tenía que decirle era "¿Quieres ir a comer?" No pude. Hice caso a mi lado carnal, el lado de mi ser que la deseaba.

— Yo no soy él, pero a como te dije antes, puedes acostarte con alguien más y si vas a hacerlo, eligeme a mi...

No pude callar mi boca, ella estaba confundida y aunque sus ojos ya no tenían dolor, brillaban con ausencia.

Una parte de mi me decía que debía parar, pero la otra ya controlaba mi cuerpo y la tenía apresada contra la pared y mi mano ya hurgaba debajo de su vestido.

Mientras ella trataba de contenerse y me daba palabras un tanto retenidas y sofocadas, yo estaba atento en su ropa interior.

Ella pudo haber salvado esto, pudo haber dicho que no y yo me habría detenido, pero se dejó secudir y creí poder escuchar las campanas del infierno sonar, porque sabía que ambos íbamos a arder, para dolor o placer.

— ¿Sí, qué? Dilo, necesito que lo digas — le di una oportunidad más, porque si empezaba sabía que no podía parar.

— Sí, te elijo a ti.

Empecé a besarla tan pronto como dijo esa palabra, en medio del anhelo y del deseo me di cuenta de que esto de alguna manera se convertiría en un problema. A pesar del sabor increíble de sus labios, y que ella de verdad sabía besar, me teduve.

Ambos respirabamos con dificultad. Sus manos viajaron hacia mi cuerpo y empezó a tocar mis hombres por sobre la ropa. Mis manos tampoco pararon, y bajo la atenta mirada de ella, introduje mis dedos en el escote de su vestido.

— Es una lástima que no pueda desnudarte...

Su piel era caliente y suave y aunque deseaba observarla desnuda por completo, sabía que no teníamos mucho tiempo. Ya habría otra oportunidad.

Acaricié sus pezones haciendo que ella echará su cabeza hacia atrás, mostrándome su cuello, su seductor y dulce cuello. No perdí tiempo y llevé mis labios hacia esa parte expuesta de su piel. Dejé besos húmedos en cada milímetro que mis labios alcanzaban.

— Ahhh... — el gemido brotó de sus labios de la manera más natural posible, encendiendo mi cuerpo, haciendo que mis dedos apretaran con más fuerza sus pezones.

Mis besos subieron hasta su oreja y le mordí el lóbulo de manera delicada.

— Mueve tus manos a mi bolsillo trasero — sus manos que descansaban en mis hombros encontraron su camino de manera lenta hasta mi bolsillo — Saca un condon.

Tan rápido como lo tuvo en sus manos, soltando su pierna me separé de ella, y le bajé la parte de arriba por los lados, dejándome ver unos pechos increíbles.

— Perfectos — rodee uno con mi mano y lo apreté por completo — Me encantan.

Ella me dio una sonrisa genuina y agitó el condon frente a mi cara. Me alejé un poco más y empecé a desabrocharme los pantalones. Me los bajé hasta medio muslo y adelanté mis caderas hacia ella.

— Ponmelo — sus pequeñas manos tomaron el envoltorio y lo rasgaron.

Deslizó el condon suavemente, deteniendose cuando lo puso por completo, dándome una mirada llena de deseo.

La tomé una vez más de las piernas y la levanté a la altura de mis caderas. Sentí su caliente respiración cerca de mi boca mientras yo trataba de meter las manos bajo su vestido y apartar la tela de la tanga a un lado.

— La puerta no tiene seguro... — me acerqué aun más a ella, sintiendo lo caliente de su intimidad contra mi erección — ... y eso lo hace aún mejor.

Rápido, arremeti con fuerza haciendo que ambos soltaramos un gemido.

Se sentía tan bien, su cuerpo, su piel y lo caliente de su interior. Debí de habérmelo imaginado, era asombrosa.

┤⁛⁛⁛⁛⁛⁛⁛⁛⁛⁛⁛⁛⁛⁛├

Con una sonrisa, ambos salimos de la habitación en donde solo la oscuridad y las paredes eran testigos de la manera en la que lo hicimos. Pero no era suficiente.

No sabía exactamente por cuánto tiempo estuvimos encerrados, pero cuando regresamos a la sala central ya no había nadie.

— Si me esperas puedo ir a dejarte a tu casa — solté su mano y le sonreí.

— ¿De verdad quieres llevarme a mi casa? — preguntó con burla.

— La verdad es que no — sonreí — Iré por mis llaves.

Ella asintió con una sonrisa.

Me sentía relajado y tranquilo. ¿Cambiará las cosas? Evidentemente lo hará, porque ahora definitivamente no podré tener mis manos alejadas de su cuerpo.

Busqué mis llaves que las había dejado  en una esquina de la habitación junto con mi maletín. Las tomé rápidamente y regresé con ella.

— Vamos — tome su mano y la saqué del edificio.

Caminamos juntos de la mano hasta el parqueo y con mucha rapidez localicé mi auto y la llevé hasta él. Abrí la puerta del copiloto para ella.

— Pensaba que habías dicho que no eras un caballero — me dijo riendo mientras yo aún sostenía la puerta y esperaba a que se acomodara por completo — Pero veo que sí eres uno.

— No te hagas ilusiones, intento ser amable para que me dejes seducirte más tarde — me dio una sonrisa gigantesca — Yo no soy un caballero.

— Con razón. Ahora puedo entender tu comportamiento de hace unos minutos.

— Puedes llamarte afortunada, no es así como funciono usualmente — le di un guiño y cerré la puerta de su lado.

A pesar del interludio que habíamos tenido, aparentemente mi cuerpo aún no había probado suficiente y quería más, así que me dispuse a conducir tan rápido como me era posible y llevarla a un lugar en donde podía hacer con ella cuanto quisiera y cuanto ella lo permitiera.

Pensé en llevarla a un hotel, pero no tenía caso. Con ella rompí mi regla de no llevar mujeres a mi casa desde el primer momento, así que era ridículo no llevarla ahora que estábamos más involucrados que nunca.

— ¿A dónde vamos? — le di una sonrisa y la observé por un momento.

— A mi casa — respondí obvio.

— Pensé que no llevabas mujeres a tu casa...

— No lo hacía, pero haré una excepción contigo.

— ¿Debería sentirme especial?

— No, pero deberías saber que no te considero como el resto.

— ¿Dónde está el hombre agresivo que me hizo gritar en esa habitación? — preguntó con burla.

— Lo vas a conocer tan pronto como entremos a casa.

Entré a mi condominio y aparqué el auto.

Ella no espero a que le ayudara a bajar. Los dos, en silencio, caminamos hasta la puerta de mi casa y tan pronto como la cruzamos ella se abalanzó sobre mi.

Las llaves de mi auto se me cayeron de las manos por la sorpresa, sin embargo me recuperé pronto y la tomé de la cintura levantandola hasta que sus piernas se enredaron en mi cadera.

Mi cuerpo se despertó al instante y a pesar de que de alguna manera estaba satisfecho, cierta parte de mi no entendía y se endureció tan pronto como sentí el calor de su cuerpo contra el mío.

Con ella en mis brazos, besándome y mordiéndome el cuello la llevé hasta mi habitación.

— Vas a dejarme marcas — le dije, porque sus besos en mi cuello eran demasiado fuertes y sabía muy bien que eso iba a provocar una marca.

— ¿Y? No creo que tu mamá se sorprenda — respondió con burla.

Abrí la puerta de mi habitación y la tiré sobre la cama.

— Te agradecería si me dejas marcas en otro lado — empecé a desbrochar mi camisa — Quítate el vestido.

— Hazlo tu — ella sola, empezó a acariciar sus pechos sobre la tela del vestido, manteniendo su mirada fija en mi.

Me desprendi de los pantalones y los tire por algún lugar en la habitación, quedando completamente desnudo.

— Veo que eres desobediente y provocadora — la tomé de las piernas y la puse sobre el borde de la cama — Eso puede darte un castigo.

— Nunca me han castigado antes — metió uno de sus dedos en su escote y echó la cabeza hacia atrás.

— Déjame cambiar eso...

Le quité el vestido y las sandalias, obligandola a ponerse sobre sus pies. Me quedé un momento observándola por completo, ella sola en una diminuta tanga era un tentación entera.

— Tengo muchas cosas pasando por mi mente justo ahora, sin embargo me gustaría reservarlas para cuando crea que estés lista...

— No soy ninguna virgen a la que puedas impresionar — respondió altanera — Dudo que haya algo que me sorprenda.

— No sabes lo demente que puedo estar...

— Quiero comprobarlo.

— Por ahora es mejor que nos demos un baño — empujé su cuerpo hasta el cuarto de baño.

Tan pronto como estuvimos dentro, la tomé en mis brazos y la puse sobre la encimera del lavamanos.

— ¡Ah! Esta helado.

— No te preocupes, ya pondrás tu hermoso trasero sobre algo caliente.

Abrí la llave de la tina y me aseguré de que estuviera caliente. Deje que se llenaran lo suficiente para nosotros dos y cuanto estaba listo me di la vuelta para tomar a la rubia despeinada que tenia en el baño.

— Debo de suponer que hoy también traes un montón de cosas en la cara — le dije con burla, quitando los pasadores que aún estaban en su cabello — ¿Quedarás como mapache si te mojo la cara?

— ¿Cuál es el afán tuyo de criticar mi maquillaje? — intentó bajarse de la encimera pero se lo impedí.

— Ninguno... — con mis dedos empecé a jugar con su tanga y la jale hasta que se rompió — Tu tanga no era resistente.

— Era de la Victoria Secret. Me debes una tanga.

— Te la pagaré con placer — le quité la tela que había quedado sobre ella y desnuda por completo me di cuenta de que su cuerpo era tentador.

— ¿Algún problema? — preguntó cuando vio que estaba ido observando su cuerpo.

— No, solo creo que tu cuerpo es increíble.

La bajé del lavabo y la llevé hasta la bañera. Observando como su piel brillaba por el agua y como sus pezones se ponian erectos. Sus rojos y tentativos pezones.

— Deja de verme como si yo fuera una reliquia.

— Lo eres.

— No mientas, mi cuerpo es solo promedio...

— No es así. Tienes el cuerpo de una mujer normal — me metí con ella en la tina y la acomodé sobre mi regazo — No tienes el estómago plano — le dije cuando pasé mis manos por esa parte de su cuerpo, sintiendo su piel tersa.

— No tienes que recordarmelo.

— No no no. Hablo de que eso es estupendo, es un cumplido en toda la regla. Y si hablamos de tus pechos, también son increíbles.

— No tienes que decir esas cosas para hacerme sentir mejor, ya te has acostado conmigo.

— Para empezar, aun no lo hemos hecho en mi cama, sin embargo es lo más honesto que alguna vez te he dicho. La mayoría de mujeres con las que he dormido tienen los pechos duros como piedras producto de las cosas que se ponen.

— Pero puedo jurar que has disfrutado sus pechos — con su mano empezó a tocar mis piernas mientras yo jugaba con sus pezones.

— Las tuyas son más bonitas, puedo abarcarlas con mis manos y apretarlas sin preocuparme por reventar la pelota de silicon que llevan dentro — eso hizo que ella soltara una carcajada, contagiandome en su paso.

Se dio la vuelta y me encaró. Me dejó un pequeño beso en los labios y con su dedo dibujo la línea de mis labios.

— Sí te gustan tanto, entonces besalas.

Sonreí y acate su orden, no solo besando sus pechos, también mordiendolos.

No sabía por caunto tiempo esto podía estar de esta manera, porque no debíamos de olvidar que esto era un acuerdo mutuo. Que ella estaba enamorada de Namjoon y que yo aún estaba jodido por mi pasado.





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