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JUNGKOOK

Unos días después de dejar a Arumi en su casa, pensé en como era posible que esa mujer lograra que yo hiciera cosas por ella. Hacía frío ese día y lo que menos me apetecía era salir a la calle, sin embargo era más que obvio que no iba a dejarla dormir en casa. Eso ya había pasado una vez y no quería que ocurriese otra vez más.

En todo el camino empezó a parlotear sobre los planes que tenía para el evento de exposición de autos, medio escuché algunas cosas ya que la mayoría de ellas no me interesaban.

Faltaban solamente dos días para que ambos diéramos el primer paso en este tipo de acuerdo mutuo.

Le advertí de muchas maneras que no esperara mucho de mi, porque no soy el tipo de hombre que ella cree y que no estoy ni cerca de intentar serlo. Haría esto solo por la futura cena en navidad, en una semana más la presentaría en casa como mi "novia"

No estaba completamente seguro del plan que ella tenía en su cabeza, porque en la mía no cabía aún la posibilidad de que sus padres tomarán esto de buena manera y lo que menos me apetecía era tener un disgustó con el señor Park y acabar con el negocio, estaba más que consciente en que tenía que ser sumamente cuidadoso y evitar cruzar la línea con ella.

Algo muy en el fondo de mi me decía que tenía que alejarme de ella, que solo me iba a traer problemas, pero a pesar de las señales de emergencia decidí seguir adelante.

La mañana en la que se fue de aquí, estuve muy tentado a llamar a su número y decirle que en realidad esto no podía ser y que era mejor parar ahora que no habíamos empezado, pero algo me decía que no importaba cuántas veces yo tratara de esquivarla, siempre la iba a encontrar. Prueba de ello fue que en la tarde nos encontramos en el gimnasio.

Al principio pensé que no era ella y que mi mente podía estar jugando conmigo, pero después de observar detenidamente su figura a lo lejos llegué a la conclusión que, en efecto, era la rubia. Increíblemente también nos divertimos y si por un momento pensé que ella no sería capaz de parecer relajada y dejarse llevar, sin duda me equivoqué.

Y no lo voy a negar, disfruté mucho boxear con ella y traerla a casa a comer.

Hacia mucho que no me daba ese tipo de libertar con alguna mujer, todas eran solamente una noche de placer. No había nada de malo con ello, ninguna parte salía herida.

Pensar en Arumi desde una posición diferente y dejarla de ver como la personificación exacta para la vanidad, me ayudó mucho en verla como una mujer real. Aún me faltaba mucho para poder conocerla de verdad, tenía que pasar mucho para que ambos llegáramos a un grado de confianza mutua y desde ya debo decir que no tenía un interés profundo en hacerlo y que la mayoría de eventos que nos habían llevado a cruzar palabras fueron solo mucha coincidencia.

┤⁛⁛⁛⁛⁛⁛⁛⁛⁛⁛⁛⁛⁛⁛├

Un viernes como cualquiera uno espera levantarse con mucho ánimo y hacer las cosas que faltan. En mi caso era tomar una ducha, café y luego ir al taller porque tenía mucho que hacer, sin embargo empezó a ser una mala mañana y todo mi plan rutinario se vio acabado por unos toques en mi puerta.

Cerré el grifo de la ducha y tomé una toalla para ir y ver quien era el desgraciado que se había atrevido a tocar mi puerta.

Salí del baño mientras mi cabello goteaba y mis pies se deslizaban por el piso producto del agua que derramaba. No me importó ir con el pecho descubierto más que nada porque tenia confianza en que quien tocaba la puerta era el señor Choi, el dueño de casi todo el condominio en esta villa y mi amigo personal.

Abrí la puerta de la casa y no me encontré con el señor Choi, era Arumi con unas gafas de sol horrendas que parecía que se las había sacado prestadas al soldador del barrio, un abrigo de peluche enorme, parecía que traía un oso sobre ella, y un sombrero con una pluma al lado. Suspiré profundo porque la mañana iba a ser dura.

— Hasta que te animas en abrir la puerta — muy digna, y como si la casa era de ella, pasó por mi lado mientras se quitaba las gafas de sol.

— ¿Cuándo te di carta verde para que visitaras mi casa cuando se te place hacerlo? — Cerré la puerta fuertemente y me voltee para caminar hacia ella con las manos en mi cintura.

— Te conviene que yo esté aquí — se acomodó en mi sillón, mi sillón favorito.

Se desprendió de su abrigo de peluche y del sombrero, mostrando una camisa blanca de cuello alto y un Jean de color café. El atuendo más normal que le había visto hasta ahora.

— ¿Ah, sí?

— Umju. A como sabrás, el evento de los autos es el día de mañana y dudo mucho que en tu armario de mecánico tengas un traje a la altura del evento.

— Por favor, dime lo que según tú me conviene escuchar.

— Vine para llevarte de compras.

Rodé los ojos y me di la vuelta para ir a la ducha de nuevo y dejarla que hablara solo todo lo que quería, porque sin duda nada de lo que me decía me interesaba.

— ¿A dónde vas? — seguí caminando — Tienes que ir presentable, no puedes ponerte cualquier cosa, vas a estar sentado a mi lado y necesito que Namjoon de verdad te vea como una competencia.

Llegué hasta el baño y mientras ella hablaba, y le daba a entender que no la estaba escuchando, ella también se abrió paso hasta dentro de mi cuarto de baño.

— ¿Qué? ¿Quieres verme otra vez? — abrió la boca con total sorpresa al darse cuenta de donde estaba — Porque si es así me gustaría decirte que no estoy interesado.

— ¿Tu crees que yo quiero ver algo de tu cuerpo? Enano — dirigió su vista hasta mi entrepierna, aun cubierta por la toalla.

— Cuida lo que dices, te estas acercando al fuego y no vas a querer arder en el mío.

— Muchas palabras, poca acción. Además, no hay nada que pueda sorprenderme, ya la vi. ¿Recuerdas?

— Sal del baño, Arumi. Dame un minuto de paz aunque sea aquí — le di la espalda mientras trataba de controlarme — Contaré hasta tres. Si aún estas aquí para cuando acabe, atente a las consecuencias.

— ¿Contar hasta tres? Que inmaduro...

Abrí la llave de la ducha y mientras el agua empezaba a caer me daba cuenta de que ella creía que yo estaba jugando.

— Uno...

— Infantil.

— Dos...

— Te pareces a mi papá...

— Tres... te lo has buscado.

Rápidamente la tomé de la cintura y la atraje hacía mi, metiendo su cuerpo bajo el chorro de agua, viendo lentamente como su ropa se mojaba.

— ¡Jungkook! — su chillido casi me rompe los tímpanos.

No la solté a pesar de que luchaba, la sujete con fuerzas y deje que toda ella acabara mojada.

— Te lo advertí — de un momento a otro, fijé mi vista en su pecho.

Justo hoy, no llevaba sujetador ni cubre pezones. Todo se transparentaba por su camisa blanca, dándome la vista perfecta de sus pechos y del color rosado de sus pezones.

Mientras yo observaba esa parte de su cuerpo, sintiendo mi sangre arder y considerándome a mi mismo como un acosador, su mano alcanzó mi toalla y la jaló hasta que cayó como un charco a mis pies.

Ambos nos miramos a los ojos mientras él agua caía sobre nosotros.

— No se te ocurra mirar abajo — le advertí — No lo hagas.

— ¿Miedo escénico? — inquirió levantado una ceja, mientras se soltaba de mi porque yo ya había aflojado mi agarre — Te vi observando mis pechos de manera muy descarada, para estar a mano yo haré lo mismo.

— ¿Y qué esperas? ¿ir por la vida sin sostén y con una camisa transparente y querer que nadie lo note? Tu camisa se mojó y no soy ciego.

— Yo tampoco lo soy — se acercó a mi, y yo traté de poner mi manos sobre mi entrepierna — Tenemos que estar a mano.

— Te dije que te salieras del baño.

— Lo repito, eres un infantil.

Pensé que iba a fastidiarme un poco más, pero en lugar de ello se inclinó para tomar la toalla sin bajar la mirada y me la dio.

— Tapate, no vaya a ser y se asusta.

Salió del baño y me quedé como estúpido en la ducha por unos momentos, sosteniendo la toalla en una mano y tapándome con la otra.

Cerré la llave y tomé una toalla seca, ya no tenía caso terminar de bañarme, tenía a una loca en mi casa y podía ser capaz de cualquier cosa.

Salí hasta mi cuarto y pensé que la encontraría esperándome, pero no, no había rastro de ella.

— ¿Donde diablos estas Arumi?

— En tu guarda ropa. No vengas aún que estoy desnuda.

Detuve mi andar y me lamenté haberla mojado.

— ¿Qué haces ahí adentro?

— Buscar ropa.

— No tengo nada de mujer — en ese instante salió y me mostró a una Arumi diferente.

Con un pantalón de chándal y una camiseta blanca daba un pinta diferente.

— No, pero entre estar mojada y usar tu ropa fea, prefiero la segunda.

— Así no pareces tan pija — me reí y pasé a su lado para ir en busca de mi propia ropa.

— Aún tiene que decirme que significa esa palabra.

— Tú. Esa palabras es tu.

— ¿Un insulto o un halago?

— A como tu quieras. Pero eres tú, vanidosa, caprichosa, así como tu.

— Lo tomaré como un halago.

— Como quieras — Salí del cuarto ya vestido — Saca tu ropa mojada de aquí.

— Eres nefasto — torció los ojos y fue por su ropa — Ahora entiendo porqué no tienes novia.

— ¿Por la misma razón por la cual no tienes novio?

— Estúpido.

Tiró su ropa dentro del baño y salió del cuarto.

Fui tras ella y me deleite viendo su cuerpo en mi ropa.

— ¿Quieres café? — me desplace a la cocina y busqué unas tazas.

— Al menos eres un poco amable, yo pensé que eras un completo gorila.

— Puedo ser peor si no piezas a ser linda conmigo.

— Pudrete — le di la taza de café y yo tome de la mía — ¿Podemos pasar a lo importante?

— No voy a ir de compras contigo — estaba más allá de loca si pensaba que iba a hacerlo.

— Por favor... solo esta vez — puso su mejor cara de suplica pero no cedí.

— No, Arumi. A como te habrás dado cuenta gozo de un guarda ropas demasiado amplio. Ya tengo trajes con los cuales poder ir.

— Pero seguramente no son elegantes.

— ¿A quién le importa?

— A mi... hazlo por mi.

— No.

— ¿Osea que vine hasta aquí para nada?

— Debiste preguntarte eso cuando saliste de tu casa esta mañana — terminé mi café y busqué mi celular para checar la hora — Es tardísimo y todo por tu culpa.

— ¿Mía? A ti fue a quien se le ocurrió la grandiosa idea de jugar con el agua.

— Iré a lavarme los dientes y cuando regrese espero que ya te hayas ido.

Me fui a mi habitación de nuevo, a buscar mi billetera, cepillarse los dientes y a conseguir un cinturón.

Me cepille los dientes con verdadera paciencia y esperaba que ella se marchara.

El clima hoy no ayudaba mucho ya que estábamos en diciembre así que busqué un abrigo.

Cuando regresé a la sala ella seguía sentada en la barra de la cocina.

— ¿Sigues aquí?

— Está nevando, no quiero conducir así — se colocó su abrigo y cruzo sus brazos mientras se acomodaba en el sillón — ¿Qué?

— Fuera. Voy a trabajar y tu no te quedaras aquí — la sostuve con mi mano y la obligue a levantarse.

— ¿No puedes saltarte el trabajo hoy?

— No. La gente común trabaja siempre.

— Tu mundo es aburrido.

— Ni modo. Mueve el trasero y vete — busqué mis llaves — Vamos.

— Un día perdido.

— Estas más desocupada que un oso en invernación. Un día perdido... eres chistosa.

— Pude al menos ir de compras.

— ¿Sabes qué? Dado que no tienes nada que hacer tengo un plan para ti, tal vez así ocupas tu mente ociosa para algo bueno.

— ¿Qué cosa?

— Primero ve a lavarte bien la cara que con tanta cosa que te pones se te ha corrido todo — abrió la boca en una "o" y se tapó la cara — Y te vienes conmigo al trabajo.

— Estas loco, jamás he tenido que trabajar.

— Bienvenida a tu primer día entonces. En lugar de ir a gastar dinero ve a aprender como se gana. Yeonjun no trabaja hoy así que necesito un ayudante.

— Estas loco...

— Mueve ese trasero y apúrate a quitarte todo eso de la cara que pareces un mapeche y nos vamos.

Suspiró y fue a lavarse la cara.

Sabía que me iba a arrepentir por llevarla a mi trabajo, pero por alguna razón la encontré divertida y talvez esto podía ser bueno.

Espero no arrepentirme...




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