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Capítulo 5

—Gracias –agradecí bajando del taxi. Parandome enfrente del banco.

Tomé mi bolso con fuerza y entre. Camine hasta la caja y ahí, hable para retirar el dinero. Me lo entregaron pero también un sobre con una carta. 

—¿Y esto? –pregunté. 

—El remitente pidió te lo entregaramos –respondió. 

Papá. Fue lo único en lo que pude pensar. Agradecí y decidí sentarme en la sala de espera para leer la carta. 

Este es tu ultimo envío hija. 
Te toca comenzar a trabajar, de ahora en adelante solo te depositare la mitad e irá bajando. 
Lo demás lo pones tu
Asi que ponte las pilas y hazlo. Yo se que puedes
Dime ¿cuando no has podido algo?

Te quiere, papá. 

Rode los ojos y guarde la carta, salí de ahí guardando el dinero en mi bolso, sujetandolo fuertemente. Llamé un taxi pidiéndole me llevara de vuelta hacia la torre departamental. Al llegar page por él, salude rápidamente a Ángel y al llegar a mi apartamento guarde mi bolso, me servi un vaso de refresco y decidí llamar a papá. 

—¿Bueno? –se oyó la voz de mi padre del otro lado de la línea. 

—¿Por qué una carta por correo cuando puedes llamarme o mandarme un mensaje? –fue lo primero que solte hablando en español y me lancé al sofa con el teléfono en la mano y el vaso en otro. 

—Sabes bien que no soy muy bueno con los teléfonos hija, y menos si no estas tu –me respondió. 

—Si pero que te cuesta pedírselo a mis primas –le dije sonriendo de lado. 

—Bueno no se enoje, la próxima vez llamaré –dijo y lo oí soltar una risita–. Por cierto ¿vas a conseguir trabajo? 

—Ya lo hice –respondí sonriente. 

—¿Ya ves? Hasta me ganas, siempre vas a un paso adelante —sonreí por su comentario. 

—Tu me enseñaste que uno tiene que no acostumbrarse ni aferrarse a las cosas porque rápidamente se pueden ir –bebí un poco del vaso y carraspe la garganta–. Aprendí de el mejor. 

—Si, y por eso te fuiste de la casa lejos y rápido –sentí melancolía en sus palabras y me llene de culpa–. Por cierto... ¿De qué trabajas ? 

—Unos días trabajo de medio tiempo en una cafetería y otros voy un par de horas con un grupo de niños a darles clases de español, sus papás me pagan bien –respondi–. Incluso he pensado dejar la cafetería y dedicarme totalmente a esos niños –adheri. 

—Te mueves rápido hija, de por sí ya estás más lejos que cualquiera en la familia. Pero no has llamado mucho últimamente.

—Apenas es el primer mes y ya fue temporada de pruebas –me defendí.

—Esta bien, lo entiendo, te concentraste en eso y en nada más. Y dime...¿Aprobaste? 

—Excente todo –respondi altanera. 

—Esa es mi genio –me felicito y solté una risita–. ¿Sabes qué? ¿Por qué mejor no descansas? Gastate ese dinero, cuando te lo acabes me llamas y te vuelvo a enviar mas. Consideralo tu domingo –respondio y yo sonreí. 

—Gracias papá, eres el mejor. Adiós –terminé y le colgué. 

Me quede en el sillón, prendí la tele y vi por un rato las noticias. Después de un buen rato de ocio, una notificación llegó, mire mi teléfono, tenía un mensaje de Beverly. 

Bev

Hey _____

Lista para ir al carnaval y divertirte con los perdedores? 

Recuerda, es a las 8 

Sonreí ante su comentario. Beverly de verdad era una gran amiga desde que la conocí por casualidad, me encanta lo dedicada que esta en su sueño de volverse diseñadora de modas. Incluso me regalo una linda blusa que ella hizo. Y aunque casi nunca me habla sobre su adolescencia ni su niñez usando la excusa de que no recuerda mucho, es capaz de explicarme como conoció a los perdedores y se volvió una de ellos. También con lo poco que le he sacado descubrí que su padre era la mierda con ella en su adolescencia, era padre soltero, vaya vida. 

Seguro

Solo me arreglo y te veo allí

Genial

Si quieres paso por ti

Gracias Bev

Termine nuestra conversación y decidí meterme a bañar. Llene la tina con agua caliente y como quise consentirme le puse burbujas. Puse mi teléfono en una bolsa de plástico, me quite la ropa y me metí. 

Me quede pensando, esto se parece a mi último sueño. Sonreí sarcástica, como si eso fuera posible, en ese sueño era como si el fuera mi novio o algo parecido, además me dio a entender que ya lo habíamos hecho antes, si no, ¿como le deje pasar el hacer eso?

Mi pensamiento dejó de ser gracioso y se volvió más sombrío al recordar el sueño anterior a este y los sucesos que he vivido últimamente. Ese sueño, no había tenido algo parecido desde los catorce, esos deseos enfermizos que pensé había dejado de sentir. 

Recuerdo que dejarlo no fue voluntario, al principio daba miedo, sentirme acechada, que el me vigilaba e intentara matarme. No me dejaba dormir y me hacía querer dormir en el cuarto de mis padres. 

Pero lentamente esos sueños fueron subiendo de tono. En vez de acosarme para matarme me acosaba para tenerme para él, y para nadie más. Los "bu" cambiaron a "mía", las persecuciones eran para atraparme y besarme, y las fuertes apuñaladas cambiaron a fuertes embestidas. ¿Cómo fue que llegué a eso? La pubertad supongo. El hecho de hacerme suya y soñar una vida con él. Se había vuelto costumbre y lo esperaba. 

Imágenes de mis viejos sueños llegaron a mi cabeza y comence a sentirme incomoda, o más bien caliente. No pude mas y decidí salir de la bañera. Me seque rápidamente y camine hacia mi cuarto. Abrí mi closet me puse mi ropa interior y que quede ahí decidiendo que usar. Finalmente lo encontré. 

Unos pantalones de cuero negros, una blusa ceñida morada de tirantes y mis botines negros. Solo me pinte los labios, aunque la idea de el rimel fue tentadora. Ya que, tomé el rimel y me pinte las pestañas de negro. Me mire al espejo y le sonreí a mi reflejo. 

Mi teléfono vibró de inmediato lo revisé. 

Bev
Oye ya estoy afuera

Bajas?

Tomé mi chaqueta con prisa, el bolso donde tenía el dinero que papá me dio y mi billetera, meti mi tarjeta en él y salí del apartamento. 

Al bajar del ascensor hacia el recibidor Ángel me miró. 

—Ohh~ ¿a dónde vas tan arreglada? –preguntó pícara. 

—Solo iré al carnaval con unos amigos –respondi sintiéndome algo roja. 

—Si claro ¡Usa condon! –me grito antes de salir por la puerta. 

Rodee los ojos. 

Corrí hacia el auto de Beverly, ella me miró y me abrió la puerta del copiloto. 

—Ya era hora –me dijo. 

—¿Tan tarde es? –cerré la puerta. 

—¿No has revisado tu teléfono? –pregunto y yo negué. Me miró burlona–. No es tan tarde, es solo que quiero llegar a buen tiempo –finalizó y encendió su auto. 

Al llegar al carnaval nos estacionamos cerca de los puestos. Me pidió dejar mi chaqueta, ya cuando fuera más de noche e hiciera más frío me dejaría ir por ella. 

Cerca de ahí nos encontramos con Bill, Stan, Eddie y Richie, quien al verme comenzó a actuar con un nerviosismo muy notorio. 

—¡_____! Gracias por venir –me agradeció extendiendome la mano.

—Que profesional Richie –oí murmurar a Bill sarcástico. 

Ignore eso y le respondí a su apretón de manos. 

En una motocicleta y con una chaqueta de cuero vi bajar a quien deduje, era Ben. Aún no lo conocía pero Beverly me enseñó varias fotos de él y me platico sobre él. Recuerdo que Beverly me platicó que cuando eran adolescentes; Ben era obeso, y por eso sufría de bullying, sin embargo se esforzó mucho por dejar de serlo, hizo ejercicio, fue por un tiempo a la escuela militar para aprender a defenderse y adelgazo. Hoy estábamos viendo el resultado de eso. 

—Ben —le llamó Bill y este se quitó el casco. 

—Hey chicos –respondió alegre. 

—Ben –se acercó Beverly a darle un abrazo, luego me tomó a mi del brazo y me acercó a él–. Ella es _____, Richie la invitó y la mayoría estuvimos de acuerdo. 

—Mucho gusto, Ben Hanscom –me saludo extendiendome la mano, obviamente la acepte y le sonreí. 

—Igual –mire su motocicleta Honda negra–. Bonita moto. 

—¿Sabes conducirlas? –preguntó. 

—De hecho no, soy pésima con el acelerador. 

—Bien –interrumpió Bill y todos lo miramos–. ¿A dónde iremos primero? 

—Primero comamos algo y después subamos a la montaña rusa para vomitar a gusto y lanzarselo a quien quiera que pase –exclamó Richie. 

—Ugh, eso es antihigiénico –se quejo Eddie. 

—Vamos Eddie, han pasado años, ¿y aún tienes miedo a las enfermedades? -se burló Stan. 

—Viejos hábitos no pueden arraigarse –se defendió. 

—Bueno ya –les detuvo Beverly–. Mejor a los puestos. 

—Mejor –le apoye, le tomé de la mano y camine con ella. Los demás entendieron el mensaje y nos siguieron. 

Jugamos varias cosas, tiro al blanco, dardos, aros, subimos a los carros chocones y finalmente a la montaña rusa. Donde casi al final del juego Richie comenzó a vomitar, había comido algo sin que nosotros lo hubiéramos visto. Ya al bajar buscó el bote de basura más cercano y comenzó a vomitar todo lo que había retenido en la montaña rusa. 

—Viejo. ¿Pues cuanto comiste? –le preguntó Eddie al lado de él. 

—Tres hamburguesas, dos hot dogs y unos nachos –soltó y volvió a vomitar. 

—¿Y todo eso sin que nosotros te viéramos? –adhirió Beverly y luego suspiro pesado.

—Sera mejor que nos vayamos ya –sugirió Ben. 

—¿Y Bill? –preguntó Beverly. Miramos a nuestro alrededor y no estaba. 

—Estaba aquí hace un momento –comentó Stan. 

—Yo iré a buscarlo –me ofrecí, pero antes fui al auto de Beverly, saqué mi chaqueta y dejé mi bolso. 

Lo busqué entre los puestos, diciendo su nombre. Cuando lo vi caminando hacia la casa de la risa, como si estuviera hipnotizado. 

—¿Bill? –le llame pero el no me escucho. Y se metió a la casa de la risa. 

Camine detrás de él, intrigada por su comportamiento. Más al estar enfrente de la casa de la risa me detuve un momento. El ambiente se había vuelto un poco más lúgubre, trague saliva y antes de entrar a la casa, tomé una roca y la guarde en mi bolsillo, tenía un mal presentimiento. 

Al entrar, lo primero que pensé fue tétrico, y seguí mi camino algo mareada. ¿Por qué me sentía así? Pensé mirando a mi alrededor. 

Gas de la risa, vi el nombre en un tanque colgado en el techo. Camine lo primero del pasillo y antes de entrar a la sala de los espejos lo llamé nuevamente. 

—¿Bill? –le llamé alto y las luces comenzaron a parpadear. 

Camine más adentro y le llame por segunda vez, nuevamente las luces parpadearon. 

—¿____? –lo oí llamarme y acelere el paso hacia donde había escuchado su voz. 

Y en eso, un grito infantil que juraría escucharon incluso afuera resonó en la atmósfera. 

—¿Bill? –llame una vez más. 

Y al doblar la esquina lo encontré a él, pero también a un niño, asustado, al otro lado de la pared. Y detrás de él, había un vidrio agrietado. 

—¿Bill? –pregunte sin entender nada. 

—_____, _____ no hay tiempo para explicarlo pero tienes que ayudarme a romper el vidrio y sacar al niño -me explico agitado y nervioso. 

—Por favor –pidió el pequeño con cara de Real terror y lágrimas. Y sin dudarlo dos veces acepté. 

—Fuerza no me falles –dije mirando a mis nudillos, y comencé a golpear el vidrio. 

Bill le dio patadas a este mientras yo lo golpeaba con mis puños, y juntos pudimos romper el vidrio que nos separaba del niño. Este corrió hacia nosotros, Bill se inclinó a su altura y comenzó a revisarlo. 

—¿Estas bien? –pregunto y el niño asintió temblando. 

Una estrepitosa risa hizo eco en todos lados. 

—No –oí murmurar a Bill–. ____ llevate al niño y salgan de aquí –me ordenó empujando al niño hacia mis brazos–. Llevalo afuera. 

—¿Y tu? –pregunte cargando al niño. 

—Les haré ganar tiempo –me dijo y las luces comenzaron a parpadear y a apagarse–. ¡Ahora corre! ¡Corre! ¡Corre! 

Con el niño entre mis brazos comencé a correr fuera de ahí. Mientras las luces detrás mío se apagaban, intentando alcanzarme. 

—Tranquilo –le dije haciendo que ocultara su rostro en mi hombro. 

Al doblar esquinas solía toparme con paredes de vidrio que me hacían chocar, desorientandome, más no por eso alente el paso, sea lo que estuviera tras de mí y el niño no se detendría. Así que corrí con todas mis fuerzas. 

Pero enfrente mío apareció un payaso de dientes afilados y ojos amarillos como el fuego decirme "bu".

Le lancé la piedra que tenía en mi bolso, rompiendo el vidrio, que me daba un atajo hasta la salida. Corrí hacia ella y al salir, vi a mucha gente rodeando la casa de la risa. Entre ellos los perdedores y la policía, donde pude reconocer a Michael. 

—____ ¿Estas bien? –me preguntó Ben acercándose a mí junto con Beverly. 

—¿Qué pasó? –pregunte sin entender. 

—Comenzamos a escuchar gritos dentro de la casa de la risa. Luego, globos rojos salieron de ahí y estos reventaron lanzando sangre –me explico Beverly. 

Mire detrás mío, la casa de la risa tenía gigantescas manchas de sangre, si de por sí se veía tétrico, lo era aún más. 

—¿Te encuentras bien? –me preguntó Michael. 

En eso lo recordé. Bill, se había quedado adentro con lo que fuera que había allá adentro. Y no iba a dejarlo. 

—Tomen al niño –ordene y Beverly lo tomó entre sus brazos. Para yo poder retomar paso hacia la casa de la risa. 

—¿Qué vas a hacer? –me preguntó Michael intentando detenerme, poniéndose enfrente de mi e intentando rodearme con sus brazos. 

—Salvar a Bill de lo que sea que esté allá adentro con él –dije y en un rápido movimiento le quite la pistola que tenía en su bolsillo. 

Mientras todos estaban distraídos aproveche para meterme nuevamente a la casa de la risa. Oí a Michael, Bev y Ben gritar mi nombre, oí a Michael decir "no entres ahí". Pero lo ignore totalmente. 

Me metí rápidamente, camine rápidamente hacia la sala de espejos, que en vez de tener tener luces blancas, comenzaban a cambiar a rojas. 

—¿Bill? –grite fuertemente y oí aquella risa estrepitosa. 

—¡_____! ¡Por aquí! –oí su voz y la seguí. Con el arma en mano y preparada, pero guardada en mi bolsillo. 

Corrí por el laberinto de espejos que se me hizo eterno. Lo llamé varias veces y este me llamó a mí. Hasta que finalmente lo encontré. 

—Bill –le llamé y este volteo a verme. 

—¿____? ¡____! ¡Vete! ¡No vengas! ¡Sal de aquí y no te acerques! –me dijo. 

—¿De qué estás hablando? Hace un momento gritaste por mí –dije extrañada. 

Una mueca de espanto invadió su rostro

—No fui yo –dijo con voz quebrada. 

—Fui yo –oí una voz diferente hacer eco en todos lados. 

Las luces se apagaron sin aviso y lentamente se tornaron carmesí. Frente a nosotros apareció un payaso, que parecía una combinación entre Bozo y Ronald McDonald, solo que él usaba un traje plateado y botones rojos.

—Tu –oí a Bill hablarle con odio–. ¿Por qué la incluyes en esto si ni siquiera tiene que ver? ¡No es una perdedora! –le gritó con furia. 

—Oh Billy~ –musito–. Ella sola se metió en esto al juntarse contigo y los perdedores, y al ayudarte a salvar a ese niño –me miró directamente a los ojos–. Además, se ve que es muy importante para ustedes y me preguntaba... ¿Qué pasaría si a ella le pasara algo? 

Mi cuerpo se tenso de tan solo oírlo.

—¡No te atrevas a tocarla maldito! –le gritó corriendo hacia mi, pero al intentarlo chocó contra un vidrio. 

—¿Me pregunto, cómo te sentirías si me la comiera? –dijo cínico y comenzó a lamer el vidrio enfrente mío.

—¡No! ¡No la toques! ¡Llévame a mi pero no la toques a ella! –gritaba Bill mientras golpeaba el vidrio. 

Mire a Bill preocupada. En su mirada veía preocupación y miedo por mi. Sin embargo recordé la pistola, y como si esta fuera un amuleto, el miedo desapareció de mi. Saqué la pistola y apunté hacia Bill. 

—A un lado –ordene, él me obedeció y disparé contra el vidrio. 

Este inmediatamente se rompió. Haciendo que aquel payaso desapareciera y las luces volvieran a ser blancas. 

—Vámonos –le dije tomándolo de la mano y corriendo hacia la salida. 

—¿Creen que pueden escapar tan fácilmente de alguien como yo? –dijo y la salida comenzó a verse cada vez más lejos–. Primero tendrán que salir de este laberinto de miedos. 

Mientras corríamos hacia la salida, comenzaron a salir monstruos, animales y miedos promedios. Lo primero que vimos aparecer fue un enjambre de ratas, que corrían entre nuestros pies. 

—Dan más asco que miedo –Solté al aire y pise varios ratones, teniendo la sensación de que eso me escuchaba. 

Tal parece así fue pues estos desaparecieron de inmediato. Volví a tomar a Bill de la mano y corrimos. Un nuevo miedo se nos presentó, mostrando a perros Doberman ladrandonos sin cesar. Ellos se me hacían molestos, odiaba ese tipo de perros, no perdí tiempo y le di una patada a uno. 

—¿Es en serio? ¿Perros? –pregunte perdiendo el miedo. 

Ellos nuevamente desaparecieron, volvimos a correr, la salida estaba cada vez más cerca. 

Más sin embargo el suelo comenzó a retumbar y este parecía se iba desmoronando. Quedando así Bill y yo en lo que parecía un alto pilar, con un fondo incalculable a la vista. 

Pero entonces, todo comenzó a temblar nuevamente y nosotros miramos hacia atrás. Una araña gigante, con ojos de un tamaño amenazador, pelos por todos lados y con ocho patas apareció. 

Amenazando con tirarnos de nuestro único soporte y caer al vacío. 

—Las arañas se pueden pisotear –me abrazo fuertemente para que no me cayera–. Y mientras más alto, ¡mejor es la vista hacia lo que es inferior a ti! -dijo Bill enfrentándose ahora.

La araña comenzó a encogerse hasta que ya no pudimos verla más, el piso volvió a retumbar, un viento nos cegó los ojos por un momento y cuando los abrimos, todo volvió a la normalidad; volvíamos a estar en la casa de la risa, en la parte del laberinto de espejos. Suspiramos aliviados, todo parecía haber acabado, parecía que él se había rendido.

Cuando de repente comenzamos a escuchar aplausos lentos y sarcásticos. El payaso apareció frente a nosotros. Aplaudiendo lentamente.

—Felicitaciones lindura –dijo acercándose a mi peligrosamente–. Pudiste con los miedos de la gente promedio e hiciste a Bill más valiente. ¿Como pudiste hacer eso? ¿Acaso Maturin te creo? 

—¿Ahora de que estas hablando payaso desquiciado? –le reclamo Bill tomándome de los hombros. 

Ignoro a Bill y me analizó de izquierda a derecha. 

—Esta vez, me meteré en tu cabeza –se alejó de nosotros e inhalo fuertemente, agitando todo su cuerpo por un momento para después volver en sí–. Bingo~ –sonrió con malicia y sus ojos brillaron.

Mi cuerpo y mi mente se paralizaron. Mi corazón comenzó a latir del miedo. El ya lo sabía, e iba a usarlo en mi contra. 

—No –murmure temblando. 

—Veamos~ –musito poniendo un dedo en sus labios–. El es pequeño –su cuerpo se achicó, como un muñeco–. Pero esta estatura es muy tonta, mejor lo haré tamaño humano –volvió a crecer, siendo tan alto como Bill–. Piel blanca –transformó su piel de nieve a una más humana–. Usa un overol azul y un suéter a rayas –cambió sus ropas por las susodichas y se fue acercando a mi lentamente. 

—Bill, Bill tapame los ojos -pedí tomando una de sus manos aún temblando. 

—Cabello anaranjado, largo y algo alborotado –alargó su cabello y lo alboroto–, los ojos azules -pestañeo y esos rojo cual fuego cambiaron a azul eléctrico-. Y no olvidemos... -puso su mano en su rostro.

—¡Bill! -grite desesperada y este puso su mano en mis ojos.

—Sus cicatrices y esa demoníaca sonrisa~ -lo oí decir.

Sentí sus pasos acercarse a mi. Tenía miedo, tenía bastante miedo. Y a él le estaba gustando, podía sentirlo. No podía moverme, no podía pensar en nada. Estaba estática. Estaba frente a mí.

Inhalo profundo.

—Este miedo –lo oí decir–. Jamás había olido un miedo como éste –pude sentir como sonreia–. Me gusta~.

No articule ni dije nada. Me tomó del mentón con la yema de sus dedos, de manera delicada.

—Te sientes sumisa. ¿No ____? -pregunto.

Y vaya que sí, pensé tragando saliva. Normalmente cuando decía eso en mis sueños terminaba con resultados sexuales. 

—¡Aléjate de ella! –intentó alejarle Bill pero este le ignoró. Como si solo fuéramos el y yo en aquella habitación.

Hacía caso omiso, y pronto la delicadeza de sus yemas fueron cambiadas por unas filosas uñas, que no sólo parecían querer tomar mi tráquea y arrancarmela. Si no también tocaban mi piel y la rasguñaban horriblemente, sintiendo que casi podían cortarme. 

—¿Otra vez usando mi forma física para asustar a las personas? -oí la voz ronca de alguien, que con tan solo oírla me sentí fascinada por ella. Se oía algo molesto. 

El payaso rápidamente me soltó, se alejó de mí y me sentí más calmada.

—¿Tu? ¿Como siempre apareces para arruinarme la cena? –le reprochó.

—¿Y tú cómo te atreves a usar mi forma física? Te sabes las reglas Penny, no usar la forma física de otro slasher para asustar a la gente –le reprochó serio la otra voz.

—Son idénticos -oí murmurar a Bill.

El miedo y la curiosidad estaban batallando dentro de mí. Me mataba la curiosidad por ver quién era. ¿Será él? ¿Será en serio él? ¿O este es un sueño?

—____, a mi señal, levanta el arma hacia tu derecha y dispara –oí que Bill me susurraba en el oído.

Asentí mientras tragaba fuerte. Podía oírlos discutir. Prepare el arma, en la espera de Bill. 

—Ahora -lo oí decir y actúe rápidamente. 

Oí a alguien gritar, pareció ser le di al payaso, pues reconocí su voz al quejarse. Quito su mano de mis ojos y me tomó de la mano para comenzar a correr. 

Y al abrir los ojos, parecía que el tiempo se detuvo por un momento. Pues lo único que alcancé a ver antes de correr más rápido, fueron unos ojos azules eléctricos, con una mirada profunda y venérea, que chocaron con mi mirada. 

Corrí al lado de Bill hacia a la salida. Mientras escuchaba al payaso intentar perseguirnos. 

—¡Alto! ¡Vuelvan aquí ustedes dos! –lo oímos gritar. 

Antes de salir pude ver aquel gas otra vez. Tuve una idea y decidí dispararle, haciendo que cayera encima del payaso y el tanque se rompió, soltando aquel gas tóxico que nos hizo toser. 

Logramos salir de la casa de la risa, pero también el gas escapó hacia afuera. Solté a Bill y el arma y caí de rodilla, intentando controlar la respiración y recuperar las fuerzas. 

—¿____ estas bien? –me preguntó Ben inclinándose a mí altura. 

Oi a los perdedores llamarme y ponerse a mi lado, dándome palmadas. Entonces alguien me tomó del brazo y me abrazo, fue Beverly. 

—Gracias a Dios estas bien -me dijo. 

Correspondi a su abrazo y me deje caer, cerrando mis ojos y descansando un momento. Pero comencé a oír gritos los gritos de las personas y los abrí de golpe. 

La casa de la risa se estaba incendiando. Los policías llamaron a los bomberos y servicios médicos, Michael me llevó con los paramédicos, donde me revisaron y me dieron una mascarilla y un tanque para limpiar mis pulmones del gas. Además de curar las heridas que tenían mis nudillos al intentar romper el vidrio y sacar al niño. 

—¿Estas bien? -me preguntó Michael y yo me quite la mascarilla. 

—Michael, allá adentro, había un monstruo horrible, un payaso que se transforma en tus miedos -le dije jadeante. 

Él miró hacia la nada y como si estuviera hechizado, se fue de ahí. Pero los perdedores aparecieron apenas el se fue. 

—____, que bueno que estas bien -me dijo Richie intentando animarme. 

—¿Qué fue lo que viste? -me preguntó Ben. 

—Un payaso, un payaso que se transforma en tus miedos, se transforma en arañas, perros o crea cosas, y parece ser se alimenta de eso -explique esperando ellos me creyeran. 

—¿Pero cómo es posible? -soltó Beverly. 

—Ni siquiera han pasado diez años, ¿y él ha vuelto? -comentó Eddie aterrado. 

—Pero lo más importante es, ¿cómo pudo salir de Derry? -adhirió Richie. 

—¿De qué están hablando? ¿Acaso no me creen? -les pregunté y todos me miraron. 

—____ -me llamó Bill tomándome del hombro-. Yo te creo, ellos te creen, todos te creemos. Porque nosotros lo conocemos desde adolescentes. 

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