Capítulo 10
Playlist:
«Animals – Maroon 5»
«Crazy in love – Beyoncé [50 shades of Gray version»
«Haunted – Beyoncé»
¿Recuerdo como salimos de la fiesta?
No
¿Recuerdo como llegamos a mi departamento?
No
¿Recuerdo siquiera si alguien nos vio?
No
¿Pero recuerdo como lo hicimos?
Hasta el más jodido detalle.
Cualquier cosa que paso después de besarnos en la fiesta y antes de entrar a mi departamento estaba borroso, negro. Pero después de cerrar la puerta de mi departamento estaba mas claro que el agua.
Apenas cerré la puerta de mi departamento, él me acorraló contra ella y me vio directamente a los ojos.
Aquellos ojos azul cielo, puros y brillantes, que parecían ser los de un ángel divino, le pertenecían a alguien diabólico y oscuro. No por ser brillosamente celestes debían ser puros y emanar inocencia, más bien emanaban salvajismo, erotismo, deseo y maldad.
—Dime una cosa muñeca -hablo agitado-. ¿Eres virgen? ¿No anal? ¿No oral?
Mire avergonzada a otro lado que no fueran sus ojos.
—Yo… me masturbo… jugueteo con mis dedos… y uso juguetes…
Dios mío, pensé que eso me lo llevaría a la tumba, y ahora se lo había dicho. Masturbarme ya no me hace virgen. ¿O si?
Lo vi sonreír de lado, me tomo del mentón y me hizo mirarlo.
—Eso facilitará las cosas -me dijo sonriendo ladinamente.
Junto nuestros labios y nos unimos en un fogoso beso. Lo abrace por su cuello para profundizar el beso, y sentir a su lado millones de sensaciones nuevas y sin ser descubiertas antes.
Estuvimos un buen rato en aquella posición, en la puerta, besándonos y rozando nuestras pieles.
El calor iba subiendo a nuestros cuerpos desenfrenada mente, con cada fricción de estos el deseo y de pasar a la cama. Pero a mi, el deseo había sido sumado al miedo, porque no importara que fuera un humano ahora, él era Chucky, mi más grande miedo y terror, aquel por el que no dormía cuando era una niña, y ahora, me estoy besando con él.
Si mi yo de cuatro años me viera…
¿Qué me diría? ¿Y qué le diría yo? Demonios sería tan jodidamente difícil de explicar.
—Ngh~ -gemí cuando el metió sus dedos entre mí vestido y comenzó a lamer mi cuello.
Me aferre a él enredando mis piernas en su cintura y abrazándolo por su cuello, trepándome a él cual koala bebe a su madre.
Estuvimos un buen rato así, el acariciando aquello que no era cubierto por mi vestido, dejando un rastro de saliva y besos húmedos por ahí, al mismo tiempo que acariciaba mis muslos. Yo soltaba gemidos y jadeos en su oído, estando consciente de que le gustaba.
Intentaba no gemir tan alto, después de todo era una torre departamental, cualquiera podría oírnos entre las finas paredes.
Pero por un momento, paró. Alzó su mirada hacia mí, profunda y venérea, como si me quisiera dar un mensaje.
¿Lista? Decía aquel mensaje.
Asentí. Me llevó hacia mí habitación, y allí me aventó a la cama de una manera no tan brusca. Con desesperación, él se quito parte del overol, y luego su camiseta, volviendo a apreciar a aquello que ya había visto. Un cuerpo escultural. ¿Cómo era que lograba verse como un adonis verdadero?
Acaricie con libertad su torso, mientras el continuaba besando mi cuerpo semidesnudo, él se las había arreglado para encontrar el cierre de mi vestido y hacerlo caer hasta mi cintura, donde un cinturón que resaltaba esta lo retenía.
—Pero mira nada más~ -susurro con voz ronca, provocándome escalofríos–. Este cuerpo lo mantenidas muy bien escondido, ¿no ________?~
Sentía mis piernas hacerse gelatina y desmoronarse en cualquier momento, pero el me tenía contra su cuerpo y el respaldo de mi cama, no iba a dejarme caer.
Comenzó a tocar mis pechos y a masajearlos suavemente, jugando con ellos y pinchándolos de vez en cuando, lo que me hacía hacer gestos y soltar pequeños jadeos.
—Dios, son jodidamente suaves -soltó mientras acercaba su boca hacia ellos.
Jugaba con mis pechos y los succionaba, pero no gemía tanto en aquel punto, solo hacía gestos, mis pechos nunca fueron un punto sensible. Él lo noto rápidamente y paseo sus dedos fríos contra mí espalda.
Ese, ese si era mi punto sensible. Arquee la espalda con su toque, haciéndome sobresaltar, sentir mi cuerpo más sumiso y soltar un gemido.
—¡Ah!~
—Bingo~ -musito victorioso.
Dejó mis pechos en paz y volvió a besarme. Al mismo tiempo que con sus dedos recorría toda mi espalda, intentando averiguar en que partes era más sensible.
Sus dedos se movían de infinitas maneras por mi espalda, suavemente, de manera tersa, simulando pasos con sus dedos, dibujando círculos imaginarios. Todos esos toques a mi espalda me volvían loca, me estremecían hasta el último instante.
Sus besos bajaron a mi cuerpo, donde no sólo besó, si no también dejo nuevas marcas. Mordidas salvajes y despiadadas aparecieron en mi cuello, hombros, pechos y seguían aumentando los lugares
Algunas mordidas eran tan salvajes que me hacían sangrar y sacar lágrimas del dolor.
Duele, decía mi mente y parecía que mi rostro también lo expresaba.
Él regresaba hacia las marcas más fuertes y las lamia, lamia la sangre delicadamente y seguía con su trabajo.
Mi vientre también se lleno de marcas, al igual que un rastro de saliva que me hacía gemir su nombre. Finalmente se deshizo del vestido y de mis bragas, arrojándolos sin ceremonia alguna.
Se metió entre mis piernas con una sonrisa de lado, mordió de igual manera mis muslos y también los hizo sangrar. Carajo, tal parecía le gustaba hacerme sufrir. Dolía, dolía horriblemente, pero al mismo tiempo me gustaba, al final del dolor, de cada mordida, una sensación de satisfacción me invadía. Pues dedicaba besos y caricias a estos de una manera sensual.
—¿Qué tal un poco de preparación previa ______?~
Que él dijera mi nombre me volvía loca, me hacía perder los estribos y cualquier señal de sentido común.
Acercó tres de sus dedos a mi boca.
—Necesito que los chupes muñeca.
De una manera lasciva, obedecí, saque mi lengua y humedecí aquellos dedos, lamiéndolos de una manera provocativa, que era gracias al calor del momento.
Lo vi morderse el labio ante la vista, y al estar bien lubricados los dedos, se acerco a mí y me sonrió.
—Si así tratas a mis dedos, ¿me preguntó cómo trataras a mí amiguito aquí abajo?
Introdujo un dedo pasó sin dificultad, pero dentro, comenzó un movimiento que lastimó levemente mi entrada, y mi rostro se lo hizo saber.
Mis jadeos lastimosos debido a la estimulación interina volvieron al tono placentero cuando me acostumbre.
El segundo dedo intentó entrar y un dolor más prominente apareció, intente cerrar mis piernas debido a la intromisión que ardía pero él me lo impidió.
—Oh no no no no, no lo harás –habló mientras con su mano libre mantenía separadas mis piernas–. Arde, lo sé, pero descuida, intentemos distraer tu mente con otra cosa.
Llevo su mano libre a mi clítoris, ese botón rosado tan fácil de estimular. Y con sólo un roce, me sentí mejor que bien; él comenzó a acariciarlo, moverse sobre el, alrededor, y dándole pequeños pellizcos.
Eso me distrajo del dolor del segundo dedo y poco a poco, pudo entrar con más facilidad. Empezó a besar mi vientre mientras sus manos seguían en mi intimidad, una en mi clítoris y otra dentro de mi, simulando un movimiento de tijeras.
El tercer dedo debía meterse y para eso intensificó las caricias al clítoris que me hacían gemir placenteramente.
Pude sentir el último dedo, pero con mi entrada mojada, le fue más fácil. Entró y los tres dedos al estar juntos, simularon embestidas mientras movía el botón rosado como el de un control.
Finalmente, después de mucha estimulación, se quito las últimas prendas, mostrando su miembro, palpitante, y con líquido seminal que salía de él chorreante. Mi instinto me decía que me iba a doler, una cosa eran mis dedos y otra era uno de verdad.
Pero el calor, el deseo y la excitación mandaban todo eso al carajo, me había preparado previamente. Mis manos se extendieron hacia él, pidiendo tocar su rostro y besarlo mientras me penetraba, era una imagen que mi mente me daba.
Entendió mi mensaje y se acercó a mí, acercó su rostro hacia mis manos y las suyas preparaban su miembro hacia mi entrada. Con solo sentir la punta chocando con mi clítoris me hacía gemir más seguido, sentirme más caliente y desesperada por tenerlo.
—Créeme, te va a doler -me dijo agitado-. Voy a dejarte sin caminar.
Vaya manera de alentarme, llegue a pensar.
Al final, unió nuestros labios en un apasionado y ardiente beso, y metió su miembro dentro de mí.
Mis uñas se ensartaron en su espalda, no dolía, ardía, aunque mi entrada estuviera mojada y previamente preparada, lo hacía.
Tardó un buen rato sin moverse, hasta que quise que comenzara, le di la señal dándole una palmada en su hombro, él entendió y comenzó a moverse lentamente.
Para hacerme disfrutar mientras me acostumbraba, jugaba con mi sensible botón rosado. Lo pellizcaba, le daba masajes con la punta de su dedo pulgar y lo rozaba en círculos. Gracias a eso solté su nombre en gemidos.
—A-ah~, Chuck, ah~.
Intentaba no gemir alto, cualquiera podría escucharme, pero me daban ganas de mandar todo eso al carajo.
Mis caderas se movieron en mensaje de haberme acostumbrado. El entendió rápido y me hizo cambiar de posición. Apoyo una de mis piernas en su hombro y me levantó mientras me tomaba de la cintura.
En esa posición, pude oírle soltar jadeos, varias maldiciones pero también oírle disfrutar igual que yo. Le veía morder su labio, soltar suspiros, y gemidos roncos; cosa que sólo me encendía más.
—Mgh~ mierda. Ahh~ mierda que bien se siente –decía él enfocado en la parte donde nuestros sexos se encontraban.
Tras un par de minutos en aquella posición, decidió nuevamente cambiarla.
Me puso encima de él, sentada en su regazo, tomó mis caderas con sus manos y comenzó a penetrarme.
Los obscenos ruidos de nuestras pieles chocando y fluidos no tardaron en escucharse. Combinados con mis gemidos que muy en el fondo intentaba retener.
—Ngh~ -soltó un jadeo ronco al sentir mis uñas en su espalda-. No te contengas, gime para mí. Mandemos a tus vecinos al carajo -susurro ronco y entre jadeos en mi oído
Me dio una fuerte estocada y solté un gemido alto. De ahí en adelante las palabras suavidad y delicadeza fueron mandadas al demonio.
Lo hacía salvajemente conmigo, encima de él, y yo, rasguñaba toda su espalda y me aferraba a ella. Cada rasguño le hacía soltar gruñidos que me daban satisfacción interna.
—¡Ah~! ¡Ah~! Chuck -gemía aferrada a él.
Era jodidamente excitante, el calor estaba en todos lados y la cama rechinaba.
Me taladraba por dentro, pero poco me importaba en ese momento, era como tocar las puertas del cielo. Era como si el infierno hubiera cambiado de lugares con el cielo. Pues me estaba entregando a un demonio del infierno, que me hacía sentir el cielo.
Un monstruo que además de dar miedo y muerte daba placer.
Antes de corrernos juntos nos besamos una última vez en la noche, dejó una bestial marca en mi hombro y mi espalda, y el éxtasis llegó para ambos.
Solté el gemido más alto de la noche y enteré mis uñas lo más posible. Sentí aquella semilla caliente llenarme y hacerme nublar la vista por un segundo, mientras sus ojos azules cual zafiro aún seguían con aquel hambriento y salvaje brillo.
Su miembro salió de mi entrada y se acostó conmigo en la cama, arropándonos.
Lamio nuevamente todas las marcas con sangre que hizo, yo abrazaba su cabeza sintiendo placer.
—Aquel que creías te observaba en la noche, era yo -confesó mientras lamia las heridas-. La persona que te ve en las sombras soy yo.
Cuando terminó, me atrajo hacia el y susurró en mi oído.
—Ahora si eres mía y de nadie más
Me abrazo y yo toque su espalda. Note los resultados de mis rasguños desde el espejo que estaba detrás de él. No me arrepentía.
Y desnudos, dormimos en mi cama. Esperando en mis adentros que el se quedara conmigo esa noche, y al despertar el siguiera conmigo.
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