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Capítulo 1

La tormenta había caído de golpe, apenas salí del edificio y cerré la puerta, esta calló y me hizo soltar un suspiro. Podía escuchar los truenos y relámpagos caer, además de ver las gotas de lluvia por medio de los faroles y las luces fluorescentes de aquel callejón.

—Lo que me faltaba –dije frustrada en voz alta aferrada a mi bolso.

Menos mal que tenía paraguas. Lo abrí y comencé a caminar hacia la parada de autobuses. Escuchando mis botas de tacón haciendo un ruido que acompañaba a las gotas de lluvia, siendo estos los únicos sonidos y mi única compañía.

Mientras caminaba no pude evitar oír sonidos extraños. Pasos fuertes detrás de mí o como alguien pequeño corría de un lado a otro, haciendo ruido entre montos de basura y uno que otro contenedor.

Durante un buen rato los oí. Haciéndome sentir incomodidad y un nerviosismo que iba creciendo poco a poco.

Después de un buen rato oyendo dichos sonidos, no podía aguantarlo más, la inseguridad como la curiosidad de saber quién me seguía me carcomía. Decidí darme la vuelta y ponerle cara a lo que sea que estaba frente a mí.

Pero cual fue mi sorpresa ver la calle desolada. Solo los departamentos tenían sus luces prendidas además de algunos anuncios fluorescentes que parpadeaban y los faroles detrás de mí. Sentí un escalofrío recorrerme, tenía un mal presentimiento.

Volví a caminar. Pero ahora ya no escuchaba los pasos. Sin embargo, me invadió la sensación de ser observada. Podía sentir los ojos de alguien clavados en mí. Podía sentir que los tenía bien abiertos. Cual búho mirando a su presa en la noche. Me sentía acechada, nerviosa y con miedo.

Más que incomodarme , me alarmó, y apreté el paso. Finalmente llegué a la parada de autobuses. Había dos personas esperando ahí.

Si hay gente no me seguirá más, pensé con miedo y esperanza.

Finalmente llegué. Pare y podía sentir mi respiración agitada, junto con mi corazón palpitando.

—Señorita ¿está usted bien? –me preguntó la anciana junto a mí.

—¿Eh? –reaccioné sorprendida–. S-si, si –respondió nerviosa y aún agitada–. Es sólo que la lluvia me agarró desprevenida –me excuse.

Ella no me dijo más. Suspire de alivio y me senté a su lado. Cerré mi sombrilla y me quedé a esperar el autobús. El alivio llegó a mi como una bomba, y poco a poco se apoderaba de todo mi ser; regulando mi pulso y mi respiración.

No tardó más de cinco minutos cuando llego y me subí. Me subí a él y me senté casi en el fondo. Estaba vacío pero no le tomé importancia, después de todo ya era muy tarde.

Me recosté en el asiento, apoye la cabeza en la ventana y cerré los ojos un momento. Cuando sentí el autobús frenar para una parada abrí los ojos lentamente. Ya estando totalmente abiertos vi a alguien enfrente de mi. No justo en el asiento de enfrente, si no un par de asientos más adelante.

Por alguna razón me concentré en él y en nadie más. Cabello anaranjado alborotado y largo, alto y usando un overol azul junto con una playera larga a rayas. ¿Dónde he visto eso antes?

Cuando sentí que volteaba a verme baje la mirada y saqué mi teléfono, fingiendo usarlo para que no sospechara o me mirara raro.

Digo ¿acaso tu no consideraría raro a alguien que lleva un rato mirándote?

Por un momento, todo se volvió oscuro, habíamos entrado a un túnel, pensé restándole importancia.

De pronto, alguien me toma de las muñecas con un agarre fuerte y firme, y me hace tirar mi teléfono. Con su otra mano libre, me tapa la boca para no gritar en caso de.

—Shhh –me calló y yo le obedecí sintiendo una corriente eléctrica estremecerme de manera masiva.

Después de segundos, que parecían minutos paralizada, lo vi quitando su mano de mi boca lentamente

Oí su risa. Me estremeció de arriba hacia abajo.

—Me atrapaste~ –dijo con una voz gruesa y ronca–. Planeaba hacer esto cuando llegaras a tu departamento, pero eres muy lista _____, nada se te escapa.

Mi cuerpo y mi mente quedaron en shock.

Esa voz. No podía ser. Aquel que me atormentaba desde niña. Aquel por el cual tenía sueños mojados en la adolescencia, la persona por la cual fantaseaba y deseaba de una manera inhumana. Estaba aquí.

—Tu –logré decir.

Pude ver su sonrisa de lado. Dios eso logró excitarme.

—Bingo~ –musito acercándose a mis labios.

Me soltó de su agarre, con sus dos manos tomó mi rostro entre estas, y me beso de una manera desesperada. No perdió el tiempo y metió su lengua; húmeda y caliente, la junto con la mía compartiendo fluidos y dándome una sensación que me estremeció toda la columna vertebral. Al mismo tiempo que una de sus manos bajaba a mis caderas, de una manera firme, lenta y suave. Podía sentir los obscenos sonidos que hacía el dentro de mí boca. Como su lengua jugueteaba en mi boca, como su lengua tocaba la mía y la exploraba sin que yo lo detuviera. Era un beso francés.

Me sentía acalorada, llena de miedo pero al mismo tiempo llena de deseo. Tal parece el deseo le ganó al miedo, pues mis manos se posaban en sus hombros y espalda, buscando un apoyo.

—Voy a comerte viva, y no vas a negarte –me amenazó entre el beso.

Desperté de golpe y totalmente sorprendida. Tanto, que logré levantarme. Estaba completamente agitada y sudando del miedo. Mi corazón latía con fuerza, podía oírlo. Me sentía inmóvil, presa de un montón de sentimientos, entre ellos miedo y excitación.

Me abracé a mi misma y mire a mi alrededor. Era mi habitación, era de noche. Todo había sido una pesadilla... O quizás un sueño húmedo.

Suspire pesado mientras me sostenía la cabeza con una mano.

—Esto ya no me pasaba desde los catorce –dije en voz alta y atontada.

Mi teléfono, estaba al lado, en mi mesita de noche. Lo tomé y miré la hora, 6:28 a.m.

—Todavía es muy temprano, mi vuelo sale a las once –dije para volver a taparme.

Pero por alguna razón, en los primeros minutos no pude dormir. Es que, se sintió tan real... Y recordarlo se sentía igual.

Al fin y al cabo logré dormir. Pero no soñé nada. Solo un negro vacío. Era preferible eso a soñar con él.

Finalmente me desperté a las 8:30 por culpa de mis pequeños primos y también los grandes. Me despertaron lanzándose todos a mi cama. Aplastandome.

—¡Por un demonio! –dije levantándome–. ¡Hijos de su reconchuda madre! ¡Me las van a pagar! –les grite mientras les pegaba uno a uno.

Con algo de esfuerzo y varios golpes en la cabeza, logré sacarlos de mi cama y de mi cuarto a todos juntos.

—¡Ahora largo de mi cuarto, voy a cambiarme y a darme un baño! –los eche de mi cuarto a patadas y cerré la puerta de golpe.

Me apoye sobre esta y me cruce de brazos, soltando un suspiro, para después comenzar a reírme y caer lentamente al suelo mientras seguía riendo.

—Ay, por eso los quiero –dije parando de reírme y levantándome.

Me quite mi pijama, una playera con tirantes y un short, los dos de color crema. Los olí levemente. Aún sirven, pero se los dejaré mamá por si vengo de visita, pensé guardandolos en mi ropero, ahora con muy poca ropa. Sonreí de lado con nostalgia, aun no puedo creer que esté pasando.

Me metí al baño de mi cuarto, abrí la llave del agua caliente, me quite mis bragas y me metí a bañar. Tarde alrededor de 15 minutos y después salí con dos toallas, una en mi cuerpo y otra en mi cabello.

Cuando salí, encontré a mi madre sentada en mi cama. Sosteniendo un cuadro entre sus manos, mientras miraba la ahora casi vacía habitación, solo con pocas decoraciones.

—¿Mamá? –le llame mientras secaba mi cabello.

Me puse a su lado, mire la foto que ella tenía en sus manos. Era la foto que me tomaron cuando fui reina de la primavera, a mis diez años*. Usaba un bellísimo vestido morado pastel, junto con colores rojo y azul del mismo tono.

—Recuerdo cuando ganaste –me dijo con voz casi quebrada–. Estabas tan feliz. Y tu corona –soltó una risa nostálgica–. Querías hasta bañarte y dormir con ella.

–Mamá –le dije tomándola del hombro.

—Y recuerdo que cuando veías la Cenicienta y te levantabas decías "vengan~, vengan pajaritos~, vengan a tender mi cama" –volvió a reír–. O cuando agarrabas la franela y una cubeta, la llenabas de agua y te ponías a limpiar la banqueta mientras cantabas, "canta ruiseñor-"*

—¡Mamá! –le reproche avergonzada escondiendo mi cara en mi toalla.

Pude oírla reír.

—Es que aún no puedo creer que te vas de la casa a estudiar tu universidad –me dijo sollozando–. Aún recuerdo cuando tan solo tenías seis años y decías que de grande serias tantas cosas.

No aguante y la abracé. Y es que tampoco yo me la creó, me iré a Connecticut, donde esta una de las mejores universidades de Estados Unidos, y me admitieron becada; y bueno, también mi familia tuvo que invertir en mi, pero ellos están bien, digo ¿Lo suficientemente bien como para mantener a seis familias en una sola casa? Eso solo se pudo con el apoyo de todos y cada uno en la familia, y están haciendo lo mismo conmigo ahora.

Estuvimos así un buen rato. Finalmente ella dejó de llorar, se apartó de mí, se limpio las lágrimas y me miró.

—Bueno, vístete y cámbiate –dijo levantándose y entrando a mi baño–. Lavare tu última muda de ropa.

—Gracias mamá –le dije mirándola salir de mi cuarto.

Cerro la puerta y me vestí. Me puse mi ropa interior y luego unos jeans vaqueros, junto con una blusa azul de una sola manga. Finalmente me puse mis botines favoritos, eran negros y tenían algo de tacón, para poder practicar. Porque sonara raro o extraño, pero mi tía una vez me dijo "mujer que sabe andar en tacón de aguja se respeta, pero que sepa correr con ellos cual gacela, se alaba"*.

Abrí mi armario y lo encontré. Una chaqueta negra larga, como las que usaban en la película Matrix, ame esa película y más las chaquetas que usaban. Tanto que una de mis tías, españolas, me consiguió una chaqueta parecida. La amo con todas mis fuerzas, la cuido como uno de mis tesoros más preciados. Solía tener una capucha, pero como era desprendible y no me gustaba mucho, así que se la quite. Pero la guarde en una de mis maletas, por si acaso, en climas como esos debía verse genial.

Finalmente me peine y me deje el cabello suelto, no es como si lo tuviera muy largo pero tampoco lo tenía de Dora la exploradora.

Finalmente baje y mire el comedor. Ruidoso, con albures, gritos y risas estrepitosas. Como a mi me gustaba.

—Ya llegué –dije sentándome en mi lugar y quitándome mi chaqueta.

—Ya era hora, son diez para las nueve –me dijo mi tía Margarita–, desayuna bien y déjate consentir, después de todo hoy es tu último desayuno con nosotros.

—Y ayer fue tu última fiesta –me animo mi prima Verónica, quien tenía casi mi misma edad. Pero ella había decidido que a los 20 entraría a la universidad.

—Lo malo fue que tuvimos que irnos temprano –se quejo mi prima Rachel.

—Hijas, su vuelo sale hoy –le regaño mi otra tía, Rosa–, si les hubiéramos dejado estar en el antro hasta las doce de seguro y no se levantaba hoy.

—Ay mamá, nosotros nos encargábamos –dijo mi primo Lance para después mirar a sus sobrinos, quienes soltaban risitas.

Fruncí el ceño y les mire amenazante.

—Si, como en la mañana ¡Me hicieron la plancha todos juntos! –reproche para luego reír con ellos.

Estuvimos así más de media hora. Cuando ya era hora de que me fueran a dejar al aeropuerto, terminé de comer, agradecí por la comida y lave mis platos. Tomé mi chaqueta y subí rápidamente a lavarme los dientes. Al terminar me puse mi chaqueta y saqué mis maletas que ya había hecho desde hace días.

Abrí la puerta para salir y le di un último vistazo, para después soltar un suspiro.

—Ya es hora –me dije a mi misma.

Salí de mi cuarto, mis primas me ayudaron a bajar mis maletas. Ya afuera de la casa todos me esperaban.

–¿Prometes llamar? –preguntó mi mamá.

—Procuraré hacerlo seguido –le dije abrazando a mi mamá para después separarme.

—Recuerda divertirte y mandar fotos –me dijo mi prima Rachel abrazándome–. Y no te quedes soltera y aburrida como la tía Juana –murmuró lo último.

—¡Las oí escuinclas! –habló ella para después soltar un gruñido.

Mi prima y yo soltamos una risita.

—Te lo garantizo ya encontraré algo –le murmure.

Luego mire a mis pequeños primos, quienes se abalanzaron sobre mí. Me dieron un abrazo grupal y un par de cartas.

—No las abras hasta llegar a él avión –me pudieron mi pequeña prima Ana.

—No lo haré –prometí guardándolas en el bolsillo de mi chaqueta.

Mire hacia el coche de mi primo Lance, él y mi papá ya estaban ahí.

Me despedí de todos y entre al auto, aguantándome las lágrimas. Quería llorar. Lance me ayudó a subir las maletas a la cajuela. Luego me subí y arrancaron el coche. Para darle una última mirada a casa.

Llegamos al aeropuerto quince minutos antes de las once. Lance me ayudó a bajar mis maletas y junto con papá me fueron a despedir.

—No puedo creer que mi niña ahora cumple su sueño –dijo mi papá acariciando mi mejilla–. Jamás quise que esté día llegara, el día que te fueras de mi lado, pero llegó –mire como tenía lágrimas que amenazaban con salir.

—Papá ¿Estas llorando? –dije burlona, aunque yo también quería llorar.

—No, solamente me entró una basura por el ojo –dijo sarcástico.

—Tío, vamos –le dijo mi primo apartándolo y poniéndose enfrente mío–. Te voy a extrañar —me abrazo–. Se que te dije esto cuando tenía once años, pero te lo diré otra vez. Eres mi ídolo más grande.

—Gracias Lance –agradecí–. Ya verás, serás un gran astronauta. Tu estudia, y serás más que yo.

"Segunda llamada para los pasajeros del vuelo 295 hacia Connecticut, Nueva Inglaterra. Favor de abordar por la puerta 7"

—Ya debo irme –dije tomando mis maletas–. Adiós –me despedí.

Cuando subí al avión y me senté. Tenía un montón de sentimientos en mi. Miedo, nervios, emoción. Todos se revolvían en mi estomago como una licuadora. No podía creer que estaba cumpliendo mi sueño, me voy becada a Connecticut, en Estados Unidos.

Saqué mi teléfono y unos audífonos. Escuchando música un rato.

Cuando una aeromoza me tocó el hombro y me quite mis audífonos.

—Señorita, ya vamos a despegar –dijo amablemente.

—Ah, si claro –dije.

Cuando despegaron tuve la necesidad de ver las cartas que me hicieron mis primos. Las abrí y las fui leyendo una por una.

"No te olvides de nosotros prima. Te queremos mucho"

"Eres nuestra ídolo"

"Te adoramos prima"

"Te vamos a extrañar :3"

"Cumple tu sueño"

No pude evitar querer llorar. Limpie mis lágrimas y guarde nuevamente las cartas.

Volví a colocarme mis audífonos, puse música y comencé a quedarme dormida.

Estaba dentro de una tina. Escuchando música pacíficamente, incluso cantaba la letra. Cuando escucho como alguien abre la puerta de mi habitación, para luego escuchar pasos directo al baño.

Por intuición cierro los ojos y finjo estar dormida lo más real posible. Para luego escuchar como la puerta del baño se abre. Y escuchar más pasos.

—Se que estas despierta, no quieras fingir –dijo una voz varonil.

Seguí sin abrir los ojos pero con nervios y miedo.

—Bien –escuché como comenzaba a quitarse la ropa. La corbata, camisa, pantalones.

Sentí como se acercaba a mi, y sentí su lengua lamiendo el lóbulo de mi oreja. Sintiéndose extraño con el tacto y los sonidos de su lengua. Comencé a hacer caras y gestos. Pude escucharlo reír.

—Lo sabía nunca falla~ –me dijo para suspirar en mi oído, logrando estremecerme.

Luego, no escuche más pasos. Se ha ido, pensé tranquilizándome. Entonces alguien se mete a la bañera conmigo. Regando algo de agua. Al mismo tiempo que abro los ojos solté un grito de susto. Mirando una cabellera naranja bajo el agua, que sale de ahí cual piraña o tiburón, yo cierro los ojos y me apoyo en sus hombros.

Lo oí reír.

—¿¡Acaso estas loco!? –le reclame con la vista borrosa.

No podía verle la cara en sí, pero vi perfectamente su cara con cicatrices y unos hermosos ojos azules que me estremecían. Lo mire examinarme y sonreír pervertidamente mientras se mordía el labio. Oh no, ya sabía a dónde iba esto.

—¿Qué? –pregunté con nerviosismo.

—¿Sabes? Aún no lo hacemos en la tina~ –me dijo seductor.

—¿Y-y? –dije sintiéndome incomoda.

Se acercó a mí oreja.

—Y~, será tu castigo por fingir estar dormida e ignorarme –susurro de una manera erótica.

Se acercó a mis labios y los beso fogosamente, metiendo su lengua, explorando la cavidad de esta y aprendiéndosela de memoria, loco y desesperado, eso emitía el beso. Al principio puse resistencia. Pero luego, sus manos viajaron hacia mí vientre, donde sus dedos comenzaron a tocar suave y lentamente mi piel. Oh Dios era mi debilidad. Tanto así que encorve mi espalda.

Accedí a su beso francés y jugué con su lengua también. Poniendo el ambiente más caliente y excitante. Me aferré a su espalda y el tocaba la mía, donde sabía que era mi más grande debilidad.

Finalmente nos separamos.

—Entonces, ¿haremos mi fantasía? –preguntó juguetón.

—Tu ganas Chucky –respondí aferrándome a su espalda.

Me desperté nuevamente, dejando de escuchar música. Me quite los audífonos con desesperación y algo de miedo. Una aeromoza se dio cuenta y se me acercó.

—Señorita ¿Se encuentra usted bien? –preguntó preocupada.

—¿Ah? S-si, eso creo me siento algo mareada –coloque una mano en mi cabeza–.

—Le traeré una pastilla –dijo y se fue.

Suspire pesado, como si me hubiera librado de algo forzoso, sentí alivio pero entonces recordé el sueño ¿Otra vez? Esto se está poniendo muy raro. ¿Pues que clase de música escuche para que soñara eso? Saqué mi teléfono y mire las últimas canciones que escuché:

Can't feel my face-The weeknd.

Animals-Maroon 5

Con razón, pensé yo. Miré por la ventana, el cielo se veía hermoso. Sonreí y luego volví a mi sueño. Es la segunda vez que sueño algo como eso, ¿Y con la persona con la que no sueño desde hace muchos años? ¿Qué significa eso?

🪶༆━━ Esta historia no sera actualizada ni tendrá continuación.

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