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03

No todo fue bonito y de color rosa para un Lee Hyunjin, jamás pudo presenciar un ambiente sano y amoroso como el que le mostraba la televisión cuando veía sus programas favoritos. No entendía por qué, por qué él tuvo que pasar por grandes castigos —tanto físicos como mentales— mientras que era su hermanito el que realmente se merecía todo lo que sus padres le hacían.

Minho siempre fue su favorito, él lo sabía.

Y en el mundo bajo donde creció, el favoritismo nunca fue una opción. Sus difuntos padres lo supieron demasiado tarde, y no los juzgaba, no fue su culpa consentir tanto a su pequeño hermanito hasta llegar al jodido nivel de entregar su vida por él.

Para él eso fue un sacrificio estúpido, para sus padres, una salida fácil a sus deudas.

Y con tan solo diecisiete años, un peli rojo tuvo que llegar al mando como jefe de la mafia que sus padres habían fundado para intentar librarse de las cuentas pendientes que les tenía con una cuerda en el cuello.

Él era solo un niño despreciado, usado y roto que lo único que deseó en su vida, fue el amor de sus padres.

Afirmó las mangas de su traje negro, eran aproximadamente las cinco de la tarde cuando un nervioso Minho entró hacia su habitación. Vio su reflejo por el espejo, sus ojos cayeron en los grisáceos de su hermano y el miedo que encontró en ellos, lo devastó.

No mentiría, él era un hombre sincero y sencillo. Si le gustaba algo, lo decía, sino simplemente se deshacía de ello. Y Minho cumplía fácilmente con las características para ser algo despreciable a sus ojos.

Pero era su hermano, era aquel pequeño inocente ser que limpió sus lágrimas cuando sus manos se mancharon de sangre al sostener el cuerpo de su madre entre sus brazos. Minho había seguido sus ordenes a diestra y siniestra, como un perro fiel que había sido herido por otro amo y necesitaba protección de alguien más.

Pero el peli rojo también fue aquel joven del cual su prometido, Han Jeongin, se enamoró. Fue ese tonto adolescente que lo delató frente a la policía sin miedo alguno, fue ese estúpido chiquillo que más de una vez, había liberado a rehenes que usaba para sobornar a los ministros y gobernantes.

Minho bien pudo ser la reencarnación de judas, porque era un maldito hipócrita de sangre. Mientras estaba ahí siendo tan sumiso frente a él, a sus espaldas creaba un plan para acabar con su vida.

—¿Qué haces aquí? —preguntó frío hacia el menor.

—Jisung ya está listo, cambiamos los planes y pensaba si-

—Lo último que puedes hacer tu, es pensar —respondió ajustándose la corbata, girando sobre su mismo eje, se plantó imponente frente su hermano —Siete de la noche, en el Royal Central Forest.

—No. —sentenció —Iré yo solo a donde Jisung me invitó, no te quiero cerca —y con firmeza salió de la habitación.

Minho podía ser un gran imbécil y un hijo de puta de primera, pero aún así era su hermano, y por más que intentase convencerlo de ir al bosque, el peli gris no lo escucharía. Ya no podía hacer nada, su pequeño hermano iba a meterse a la boca del lobo y estaría totalmente fuera de su protección, porque el FBI, la policía nacional y la CIA lo arrestarían a toda costa si él se acercaba siquiera.

Lee Minho iba hacia su propio juicio a muerte, y Lee Hyunjin era demasiado egoísta para intentar salvarlo. Suspiró para sí mismo, no tenía caso intentar explicarle a su hermanito en la gran trampa en la que se estaba metiendo. Y si lo veía desde otra perspectiva, podría fácilmente deshacerse de dos pájaros de un solo tiro.

Por otra parte, un extasiado Han Jisung salía de su casa vistiendo un elegante traje gris ajustado mientras su brillante bolso colgaba desde su hombro. La noche sería maravillosa, y él debía lucir resplandeciente cuando al mirar a los ojos a Minho le dijera su frase más esperada.

Quedas arrestado, Lee Minho.

Sin embargo, una parte en su ser lo hacía revolverse y sentirse repulsivo cada vez que pensaba en la traición que estaba a punto de cometer. Y si bien, el mayor era la carnada perfecta para atraer a su verdadero pez gordo, él no contaba con que su corazón se encogiese al ver los ojos grises de Minho mirándolo con tanta admiración y adoración.

Aquella adoración que lo tenía enganchado en ese preciso instante mientras el peli gris caminaba hacia él en un jodido traje negro de marca y con su perfecta sonrisa de zorro asomando por su boca. Él no sabía cuánto le dolería haber seguido su plan, porque conocía perfectamente que el mayor no era más que otro peón manipulado por la perversa mente de Hyunjin, y que si bien había cometido crímenes, él no era su objetivo principal.

Tal vez no para ser arrestado, precisamente.

Y es que sabía que no podía negar el palpitar rápido de su corazón cada vez que esa mirada penetrante florecía en el rostro del Peli gris. Él realmente no podía ignorar el cariño que le había cogido a Minho luego de observar cada uno de sus movimientos por más de tres años. Cada acción malvada que Hyunjin lo obligaba a hacer, era tan bien recompensada por la bondad que él tenía en su ser.

Como la vez que entregó la mitad de los fondos de la mafia a niños de escasos recursos, cuando envió un camión lleno de sicarios a otra ruta para salvar la vida de una familia humilde, o cuando liberó a rehenes menores de edad y familiares de los ministros, siempre siendo él el que se sacrificaba bajo las duras manos de Hyunjin quien, sin piedad, lo maltrataba cada vez peor por todos sus errores.

Él no podía negar el alma puramente bondadosa de Minho, y la traición que estaba por cometer, le dolería más a Jisung que a él.

—Buenas noches, joven —saludó el mayor una vez entró al carro.

—Buenas noches, caballero. Espero su masculinidad no se haya caído —dijo burlón mientras hacía sonar el motor de su carro deportivo.

—Ay no, para nada, tal vez la recoja en el camino de regreso —jugueteó.

—Tan gracioso... —sonrió mientras conducía por las calles infestadas de Corea.

Y todo era tan mágico en ese momento. Las luces brillantes que adornaban las calles indicando que la navidad se acercaba, la nieve parecía irreal de lo blanca que era, las risas y bullicio no eran sofocantes y le daba un toque hogareño a la gran ciudad. 

Si me desvío... —pensó.

Inventar una excusa para no entregar a Minho sería fácil. El fin y al cabo era un Lee y su apellido de marca no daba espacio para debatir en duda sobre él. Sus pensamientos mecánicos la absorbieron tanto que sin darse cuenta, solo daba vueltas por el centro sin tener un rumbo fijo ni un destino a donde llegar.

Una mano calló sobre su rodilla, sus ojos se colocaron rápidamente sobre los cafés contrarios buscando un indicio de perversión o mal trato, pero lo único que encontró en ellos fue seguridad y unas bonitas estrellas que parecían estar atrapadas ahí.

—Podemos ir a cualquier lugar, no tienes que pensarlo tanto —sonrió cálidamente.

Y Jisung solo quiso llorar. Llorar de frustración y enojo, él quería llorar porque no sabía qué hacer. Muy independientemente de si su corazón se valía de las acciones del mayor, su cerebro y sed de venganza seguían latientes necesitados de justicia por la injusta muerte de su hermano.

Desgraciadamente, el ser humano no es precisamente racional del todo, y aquella grieta oscura contenida con perversión, bastó para cubrir toda duda que había florecido. Lo cubrió todo, el plan volvió a su mente llenándolo completamente y la adrenalina viajó por todas sus venas al saber que luego de esa noche, también tendría a Lee Hyunjin tras las rejas.

Esa sed que se arraigaba a su alma, había bastado para cubrir las estrellas en los ojos de Minho.

—Llegamos —informó sonriendo falsamente.

Oh pobre corderito, ¿Dónde te has metido?

—Es un lugar muy bonito —respondió Minho mientras veía los candelabros dorados y las mesas impecables abastecer todo el restaurante. Las personas comían en silencio, y los violinistas a cargo de esa noche tocaban una suave melodía al ritmo de la versión de orquesta de la tan famosa canción, Lonely St.

Caminaron por las mesas, siendo Minho quien dijo —El ambiente es tan elegante —sonrió complacido por la música. Miró a Jisung, recorrió su figura con sus ojos y estos se posaron en lo bonito de su rostro. Él se veía tan irreal, tan perfecto e inalcanzable para él. Sabía que esa era su oportunidad de acercársele, así que con una sonrisa verdadera extendió su mano —¿Me concede esta pieza, joven caballero?

El peliazul negó gracioso, sin embargo, la firme mano del mayor se colocó en su cintura y sacando el bolso de su hombro, lo llevó hacia el centro del restaurante listos para comenzar un precioso baile. Vueltas y pasos suaves cubrían toda la improvisada pista de baile, la mirada seductora de Lee lo hacía sentirse en otro lugar, la manera en que sus manos recorrían su cuerpo no se sentía perversa o con malas intenciones, todo era tan clásico, tan romántico y juvenil, como si únicamente fuesen dos desconocidos que necesitaban tanto moverse al ritmo de una obra maestra.

Los camareros se quedaron quietos, las miradas de los comensales se posaron en ellos, las luces se atenuaron y el silencio cubrió todo en segundos. Siguieron bailando, marcando pasos y cometiendo acciones que lo decían todo y a la vez nada. La mirada de sus ojos demostraban al otro cuán hechizados estaban por la belleza que desprendían. Y en un punto, todo desapareció.  Solo eran ellos dos brillando bajo la luz dorada de un candelabro, los violines que seguían la nostálgica música, sus corazones desenfrenados que marcaban un compás juntos y... cierto, también era todo un equipo del FBI apuntándolos con varias armas.

Estamos listos —una voz ronca llegó a su oído, entonces, recordó todo.

—La noche es perfecta —alagó él mirándolo preciosamente.

Danos la señal, Jisung —volvió a oír.

—Me siento tan libre, extrañaba sentirme así.

¡No tenemos tiempo!

—Gracias, gracias por hacerme sentir vivo de nuevo —tomó de la mandíbula al peli gris y juntó sus labios en un casto beso.

¡Entraremos ahora!

Se apartó de él de golpe, todo a su alrededor se rompió. Minho lo miró confundido y de pronto, sin saber en qué preciso momento, todos estaban actuando con tanta desesperación. Las personas corrían de un lugar a otro, mesas y sillas fueron volteadas en segundos, los gritos de los agentes policiales llenaron la sala y aunque todo era un caos, Minho no se movió de su lugar.

Él sabía lo que significaba, y aún así, esperó encontrar en la mirada de Jisung algún arrepentimiento.

Ellos se quedaron ahí, inmóviles, mirándose fijamente. Jisung vió el preciso instante cuando los ojos de Minho dejaron de brillar, cuando sus orbes se llenaron de lágrimas y sus manos se apretaron en un puño. Vio cómo el chico frente a él se rompió en pedazos al verse traicionado tan de repente. Varios federales llegaron hacia él, apresando su cuerpo con fuerza y brutalidad, lanzándolo al suelo como si fuese solo un trapo.

Un trapo, una marioneta usada y desechada, así se sentía él.

—Gracias agente Jisung, ha hecho un gran trabajo —un oficial alagó mientras se acercaba a él.

Pero el peliazul no le prestó atención. ¿Qué había hecho? ¿Por qué no se sentía satisfecho? El plan salió tal cual lo planeó, pero ningún sentimiento de felicidad llegó a él. El cuerpo de Minho fue levantado del suelo, lágrimas bañaban sus mejillas, y su rostro demostraba cuán dolido estaba.

—M-Minho...

—¿Agente? —preguntó grotesco.

—Yo no sabía q-qué hacer...

—¿Yo? ¿Ahora nos confesaremos? Vete a la mierda —dijo dolido. Seungmin, quién había estado presenciando todo, no tardó en actuar, dejó un fuerte golpe en el pómulo derecho de Minho. El peli gris solo rió con sorna, sus ojos volvieron a centrarse en la mirada consternada de Jisung.

—Eso no es lo que quise decir.

—Bueno si tanto buscas una confesión, déjame decirte que yo lo maté —soltó frío. Jisung lo miró asustado, temiendo que esas palabras salieran de la boca de Minho. —Yo maté a Jeongin.

Y el corazón de Jisung se rompió.

Luego, nada le importó.

Ha llegado el fin. Sip, pasó muy rápido 😭, pero espero que les haya gustado. No olviden apoyar la historia historia original ♥♥.

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