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Capítulo 68

Bueno antes de empezar... oficialmente estamos en Ao3, con el usar de: Solecito_Medusa 

Ya publiqué el prólogo y ahorita espero pasar algunos cuantos capítulos más :D

Y Cloe por favor has comentarios tercermundistas, me ayudan a escribir más, me gusta leerlos <3

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S irrumpió en el claro con un movimiento frenético, sus músculos tensos mientras se lanzaba a toda velocidad. Cuando cruzó la línea entre los árboles y el espacio abierto, su cuerpo pasó de estar a cuatro patas a levantarse en una postura erguida, sus pies deslizándose levemente sobre la hierba húmeda mientras trataba de detenerse por completo. A su espalda, Cyn y V llegaron casi al mismo tiempo, sus cuerpos tambaleándose al intentar frenar la inercia del movimiento. Unos instantes caóticos, como si el momento de calma se estuviera burlando de ellas, pues la escena frente a sus ojos no tardaría en llenar el aire con una tensión insostenible.

S se detuvo justo al borde del claro, sus ojos recorriendo cada rincón con rapidez, su pecho subiendo y bajando mientras aspiraba el aire con ansias. Pero lo que buscaba no era solo algo que pudiera ver: su nariz trabajaba frenéticamente, procesando olores superpuestos, combinados, enredados entre sí como un torbellino de información sensorial. Las orejas de S, puntiagudas y atentas, se movían de un lado a otro con un frenesí palpable, captando cada pequeño sonido: ramas crujir, el eco de pisadas veloces, una batalla...

En el centro del claro, una batalla rugía como una tormenta desatada. Las figuras involucradas parecían sacadas de una pesadilla o de una visión distorsionada de un mundo que alguna vez tuvo equilibrio. N estaba allí, su figura sólida y desafiante, enfrentándose a lo que parecía ser un ángel... pero no cualquier ángel. Aquel ser tenía alas negras como la noche, un detalle que perturbaba profundamente a S, pero que a la vez todo habitante del bosque hubiera sabido de quien se trataba. Pero claro estaba para todos... Había algo antinatural en la criatura, algo que no encajaba con la pureza asociada a los ángeles.

Mientras tanto, no muy lejos, Uzi luchaba con todo su ser contra un par de adversarios que eran, por decirlo de alguna manera, igual de grotescos. Uno de ellos era una criatura enorme, con un cuerpo que se asemejaba al de un murciélago gigante. Las alas membranosas de la bestia se desplegaban con fuerza, enviando ráfagas de aire cargadas de un olor nauseabundo. Era un hedor que a S no le dejó dudas: aquello había sido J en algún momento, pero ahora era algo diferente, algo monstruoso. J, o lo que quedaba de ella, lanzaba ataques sin piedad, gruñendo con una ferocidad inhumana.

El otro enemigo era un ser aún más extraño, una criatura semi-humanoide cuya apariencia era un mosaico de detalles desconcertantes. Su forma parecía intentar ser humana, pero cada aspecto estaba... mal. Sus proporciones eran ligeramente incorrectas, su piel tenía un brillo antinatural, y su movimiento era errático, como si sus articulaciones no estuvieran hechas para moverse de esa manera, y además a esto añadiremos sus extremidades deformadas como si fueran patas de cabra y los cuernos enormes en su cabeza, claramente más de uno pensaría que eso era la encarnación del mismísimo anticristo. Pero lo más inquietante para S no era su apariencia, sino su olor. Ese hedor agrio y peculiarmente familiar que emanaba era inconfundible: tenía rastros de humano, pero también algo más, algo que no podía identificar del todo.

Sin embargo, lo que verdaderamente capturó toda la atención de S fue la figura de Alvirian. Su corazón dio un vuelco al verlo. Allí estaba él... o al menos su cuerpo. Pero algo estaba terriblemente mal. A pesar de que físicamente era Alvirian, algo en su esencia no era correcto. Lo que estaba frente a ella no era su amigo. Era algo que lo había suplantado, algo que ocupaba su lugar, pero que no podía imitar su alma, ni su olor. Para S, esto era más evidente que para nadie: ese ser no olía a Alvirian. En cambio, su aroma era una mezcla indescriptible de lo más nauseabundo que había experimentado en su vida. Había algo profundamente podrido en él, como si su interior estuviera descomponiéndose. Era un hedor a muerte, a carne en descomposición, a huevos podridos, a azufre. Incluso en sus días más oscuros, S jamás había encontrado algo tan ofensivo para su agudo sentido del olfato. El olor la hacía desear arrancarse la nariz, y al mismo tiempo, le resultaba imposible ignorarlo.

Mientras S procesaba todo esto, V fue la primera en reaccionar. Su cuerpo se tensó antes de lanzarse hacia adelante con una agilidad casi sobrenatural. Sus pies apenas rozaban el suelo mientras se dirigía hacia la bestia que había sido J.

—¿Así que te quedas la diversión para ti, eh? —gritó V con una sonrisa torcida, su tono cargado de desafío.

Sin esperar respuesta, V se interpuso entre N y la criatura. Con un movimiento preciso y poderoso, lanzó a la bestia por los aires, el impacto resonando en el claro como un trueno. J, o lo que fuera ahora, emitió un chillido agudo y desagradable mientras caía al suelo, levantando una nube de polvo.

N, quien había estado enfrascado en su propia batalla con el ángel de alas negras, miró a su hermana con una mezcla de alivio y aprobación. Pero justo cuando abrió la boca para decir algo, un destello plateado cruzó el aire. Un grito ahogado escapó de sus labios mientras un dolor punzante se clavaba en su costado. La lanza del ángel había encontrado su marca, perforando su carne con una precisión brutal. La hoja plateada, claramente bendecida, hizo que el dolor fuera aún más intenso, una quemazón que parecía extenderse desde el punto de impacto.

N apretó los dientes con fuerza, un gruñido bajo escapando de su garganta. Pero en lugar de retroceder, su ira pareció multiplicarse. Sus ojos ardieron con una furia contenida mientras sus manos se cerraban alrededor de la lanza. Con un movimiento rápido y calculado, giró el arma en el aire, arrebatándosela al ángel antes de lanzarla con toda su fuerza hacia un punto distante. La daga plateada aterrizó con un ruido sordo, clavándose profundamente en el suelo a varios metros de distancia, casi como si la tierra misma quisiera tragársela.

El ángel retrocedió un paso, su expresión cambiando brevemente a una mezcla de sorpresa e irritación. Pero N no le dio tiempo para recuperarse. Avanzó con pasos pesados, cada uno cargado de determinación, listo para continuar la pelea.

Mientras tanto, S apenas podía mantener su atención en una sola cosa. Había demasiados estímulos, demasiados olores, sonidos, movimientos. Pero más allá de todo esto, el único pensamiento que se repetía en su mente era el de Alvirian. No era su amigo. No podía serlo. Y si eso era cierto, ¿qué demonios estaba enfrentando Uzi? Porque, aunque su magia era hermosa, casi como un baile en medio del caos, S no podía evitar sentir la urgencia del momento. Uzi estaba luchando con todas sus fuerzas, pero sus movimientos también reflejaban lo crítica que era la situación. No había espacio para errores, no había margen para la duda.

S apretó los puños con fuerza, sintiendo la piel de sus palmas tensarse hasta casi doler. Su respiración era profunda, pero irregular. En ese momento, no había espacio para el miedo, solo para la acción.

N y Adael se midieron con la mirada, sus figuras erguidas en medio del claro mientras el eco de la batalla llenaba el ambiente. Sus cuerpos tensos parecían reflejar la guerra contenida entre ellos, como si la tierra misma se preparara para la fuerza de su conflicto. La daga de plata, clavada en la tierra, brillaba débilmente a varios metros de distancia, recordándoles que cada paso, cada movimiento, era crucial.

Adael, con las alas negras desplegadas en todo su esplendor, era la imagen misma de un guerrero celestial caído, decidido a cumplir su misión sin importar las consecuencias. Frente a él, N, con su postura felina y la sombra de una sonrisa burlona en sus labios, irradiaba una energía animal, una amenaza palpable que no podía ser ignorada. El aire entre ellos vibraba, cargado de una tensión que prometía estallar.

Fue Adael quien rompió el impasse. Con un movimiento súbito, cargó hacia N, su figura transformándose en un borrón de velocidad. Sus brazales oscuros brillaron bajo la luz pálida que se filtraba entre las copas de los árboles mientras buscaba golpear con precisión mortal. N reaccionó de inmediato, lanzándose hacia un lado con una agilidad sobrehumana, su cola ácida girando detrás de él como un látigo vivo que cortó el aire con un silbido.

El golpe de Adael falló por milímetros, pero no perdió el ritmo. Con una gracia impecable, giró sobre sus talones y lanzó una patada lateral, dirigida al costado de N. Esta vez, su movimiento fue demasiado rápido para que N lo esquivara por completo. El impacto resonó como un tambor apagado, haciendo que N retrocediera un par de pasos mientras gruñía con una mezcla de dolor y furia contenida.

—Eres persistente, ¿no? —espetó N, enderezándose y extendiendo sus alas membranosas con un chasquido que hizo vibrar las hojas cercanas. Sus ojos brillaban con una intensidad peligrosa, y la sonrisa que curvaba sus labios no alcanzaba a esconder el placer que encontraba en el desafío.

Adael no respondió. Sus ojos se desviaron brevemente hacia la daga clavada en el suelo, calculando la distancia. Pero N no era ajeno a esa mirada. Con un movimiento brusco, batió sus alas con fuerza, lanzándose hacia Adael antes de que pudiera dar un paso hacia su objetivo. Los dos cuerpos chocaron en un torbellino de fuerza y velocidad, un intercambio de golpes que resonó en el claro.

Mientras tanto, en lo alto, la lucha entre V y la bestia murciélago continuaba con igual intensidad. V se movía como un espectro en el aire, sus alas membranosas la impulsaban con una velocidad vertiginosa mientras esquivaba las garras y los colmillos de su adversario. Cada vez que la bestia intentaba atraparla, V respondía con ataques rápidos y precisos, usando su cola ácida como un látigo que buscaba dejar marcas ardientes en la carne de la criatura.

—¿Qué eres? —gruñó V, su voz cargada de desafío mientras giraba en el aire, esquivando un zarpazo que pasó a escasos centímetros de su rostro. La criatura no respondió, pero emitió un chillido ensordecedor que hizo temblar el aire. Sus alas se batieron con fuerza, lanzándola hacia V con una ferocidad que solo podía describirse como animal.

El impacto fue brutal. Las dos figuras chocaron en el aire, girando en una espiral caótica mientras sus garras y colas se entrelazaban. V logró liberarse con un golpe de su cola, enviando a la bestia hacia atrás. Sin embargo, no perdió tiempo en volver a atacar, lanzándose hacia ella con los colmillos expuestos.

De vuelta en el suelo, Adael había conseguido algo de ventaja. Usando su velocidad y su habilidad, logró esquivar un golpe descendente de N, girando a su alrededor y lanzando un puñetazo dirigido al rostro del vampiro. N bloqueó el golpe con su antebrazo, pero Adael aprovechó la apertura para girar nuevamente y lanzar una patada que conectó con la pierna de N, haciéndolo tambalear.

—No creas que voy a caer tan fácilmente —gruñó N, recuperando el equilibrio rápidamente y lanzando su propia serie de ataques. Su cola ácida se movía como un látigo, buscando envolver a Adael o forzarlo a retroceder. Sin embargo, el ángel estaba preparado. Usó sus brazales para desviar los ataques de la cola, bloqueando los movimientos con precisión mientras buscaba una oportunidad para contraatacar.

La batalla era un espectáculo de fuerza y estrategia. N intentaba usar su superioridad física para dominar a Adael, mientras que el ángel confiaba en su velocidad y su habilidad para mantenerse un paso adelante. Cada golpe, cada movimiento, era una prueba de sus habilidades y su determinación.

En el fondo, la pelea entre V y la bestia alcanzaba un nuevo nivel de intensidad. La criatura, a pesar de su apariencia monstruosa, luchaba con una ferocidad que era casi desesperada, como si su vida dependiera de vencer a V. Y tal vez lo hacía. V, por su parte, no estaba dispuesta a ceder. Su agilidad y su control sobre el campo de batalla le daban una ventaja que usaba sin piedad.

—No importa lo que seas, voy a acabar contigo —dijo V, su voz cargada de una mezcla de furia y deleite mientras lanzaba un golpe con su cola ácida. La punta de la cola golpeó el ala de la bestia, dejando una marca negra que comenzó a humear de inmediato. La criatura chilló de dolor, pero no se detuvo. En lugar de retroceder, se lanzó hacia V con una velocidad que la tomó por sorpresa.

El impacto las envió a ambas hacia el suelo, donde rodaron en una maraña de alas, colas y garras. V logró liberarse con un movimiento brusco, empujando a la criatura hacia atrás y poniéndose de pie de un salto. Su ropa estaba rasgada, y había una línea de sangre corriendo por su mejilla, pero su mirada era tan feroz como siempre.

—Bien, esto se pone interesante —dijo, flexionando sus dedos mientras sus alas se extendían detrás de ella.

De vuelta en el centro del claro, Adael intentó una vez más llegar a la daga. Con un movimiento rápido, se lanzó hacia el arma, pero N estaba listo. Su cola envolvió el tobillo de Adael, tirándolo al suelo con fuerza. El ángel golpeó el suelo con un gruñido, pero no perdió tiempo. Rodó sobre sí mismo y usó sus brazales para cortar la cola de N, obligándolo a soltarlo.

Ambos se levantaron al mismo tiempo, sus respiraciones pesadas pero sus miradas igual de determinadas. La daga seguía fuera de su alcance, pero ninguno estaba dispuesto a rendirse.

—Esto no termina aquí —dijo N, mostrando una sonrisa cargada de colmillos.

—Nunca pensé que lo haría —respondió Adael, flexionando sus alas mientras adoptaba una postura defensiva.

La batalla continuó, cada movimiento, cada golpe, acercándolos más al desenlace que ninguno podía prever. Y mientras tanto, el claro seguía siendo un campo de caos, un testigo silencioso de la guerra que se libraba en su interior.

El claro resonaba con los ecos de una batalla desenfrenada. Los sonidos de la lucha se entremezclaban con los rugidos, las explosiones mágicas y el soniudo de su fuerza incanzable por el momento. Uzi y Alvirian estaban en el centro de este caos, moviéndose con una velocidad y precisión que era casi hipnótica.

Alvirian, quien alguna vez había sido un amigo, ahora era una sombra de lo que Uzi recordaba. Su rostro era familiar, pero sus ojos estaban vacíos, carentes de la chispa de humanidad que alguna vez los caracterizó. Su magia era poderosa, pero no era suya; estaba teñida de una energía corrupta que Uzi podía sentir como un veneno en el aire. Aun así, no dudaba. Cualquier rastro de su antiguo amigo parecía haber sido consumido por la podredumbre que ahora lo definía.

—¡Alvirian! —gritó Uzi mientras esquivaba una ráfaga de energía oscura que él lanzó hacia ella—. ¡Esto no eres tú! ¿Qué te hicieron?

Alvirian no respondió. En lugar de eso, conjuró otra ráfaga de magia, un torbellino oscuro que se extendió como una ola hacia Uzi. La joven bruja levantó sus manos rápidamente, invocando un escudo de luz mágica que destelló al contacto con el ataque de Alvirian, desintegrando la oscuridad antes de que pudiera alcanzarla.

—¿Vas a seguir jugando a los enigmas? —gruñó Uzi, sus ojos brillando con determinación—. Muy bien, si no vas a hablar, ¡haré que lo hagas!

Con un movimiento rápido, Uzi conjuró un látigo de energía pura, un lazo morado que chisporroteaba como un relámpago en sus manos. Con un giro fluido, lo lanzó hacia Alvirian, buscando inmovilizarlo. Pero Alvirian era rápido. Se movió con una velocidad sobrenatural, esquivando el látigo y cerrando la distancia entre ellos en un instante. Su puño envuelto en energía oscura se estrelló contra el escudo de Uzi, rompiéndolo en una explosión de fragmentos luminosos.

Uzi retrocedió, tambaleándose ligeramente, pero no perdió el equilibrio. Con un chasquido de sus dedos, conjuró una esfera de luz que lanzó directamente hacia el pecho de Alvirian. Él levantó un brazo para bloquearla, pero la fuerza del impacto lo hizo retroceder unos pasos.

—¡Sigues siendo fuerte! —exclamó Uzi con una mezcla de frustración y admiración—. Pero no suficiente para derrotarme.

Mientras tanto, en la periferia de la batalla, Doll observaba con ojos brillantes y una sonrisa torcida. La criatura semi-humana, una amalgama de carne y magia corrupta, parecía deleitarse en el caos que se desarrollaba frente a ella. Su forma retorcida era inquietante: una figura humanoide con extremidades alargadas y movimientos que parecían más de un depredador que de una persona. Nadie sabía quién era ni qué quería realmente, pero su presencia añadía un nivel de peligro que era imposible ignorar.

Cyn, que había estado observando desde la distancia, no pudo contenerse más. Sus manos estaban apretadas en puños, sus uñas casi perforando su piel mientras veía cómo Doll comenzaba a moverse lentamente hacia Uzi, sus intenciones claramente hostiles.

—¡No! —exclamó Cyn, dando un paso hacia adelante—. ¡Voy a detenerla!

Antes de que pudiera lanzarse, S apareció a su lado, sujetándola del brazo con firmeza. Sus ojos estaban fijos en Doll, sus orejas girando hacia la batalla como antenas captando cada detalle.

—No puedes hacerlo —dijo S, su tono bajo pero firme—. Es demasiado peligroso.

—¿Qué estás diciendo? —protestó Cyn, girando para enfrentarse a ella—. ¿Vas a quedarte ahí mientras esa cosa intenta matar a Uzi?

—No lo permitiré, pero tampoco dejaré que tú te pongas en peligro —respondió S, su voz tensa pero inquebrantable. Sus ojos se encontraron con los de Cyn, llenos de determinación—. Yo iré.

—¡Pero...!

—No hay tiempo para discutir —la cortó S, soltando su brazo. Su cola, ya alerta, se movía detrás de ella como una señal de que estaba lista para atacar—. Quédate aquí y cúbreme si es necesario.

Cyn apretó los dientes, su frustración evidente, pero no dijo nada. Sabía que S tenía razón, aunque odiaba admitirlo. Mientras observaba a su pareja lanzarse hacia la criatura, su corazón latía con fuerza, dividido entre el miedo y la admiración.

S aterrizó frente a Doll con un rugido gutural que hizo eco en el claro. La criatura se detuvo, girando su cabeza hacia ella con movimientos espasmódicos, como si estuviera sorprendida de haber sido interrumpida.

—¿Vas a ir por ella? —dijo S, su voz un gruñido mientras flexionaba sus dedos con garras—. Primero tendrás que pasar por mí.

Doll no respondió con palabras. En lugar de eso, lanzó un chillido agudo que hizo vibrar el aire, antes de lanzarse hacia S con una velocidad y ferocidad que eran casi inhumanas. S no retrocedió. Con un movimiento rápido, su cola se agitó y se colocó en cuatro patas lanzándose hacia adelante para encontrarse con su atacante. Sus cuerpos chocaron con un impacto que resonó como un trueno, enviando una onda de choque que sacudió las hojas y el polvo del claro.

La lucha entre S y Doll era brutal, un enfrentamiento de fuerza y velocidad en el que ambas combatientes buscaban cualquier ventaja. S usaba su cola como un soporte, moviéndola con gracia para no perder el equilibrio y precisión para golpear y mantener a Doll a raya. Sin embargo, la criatura era sorprendentemente ágil, esquivando la mayoría de los ataques y respondiendo con garras que chisporroteaban con una energía oscura.

Mientras tanto, Uzi seguía enfrentándose a Alvirian, su duelo una danza mortal de magia y habilidad. La joven bruja estaba comenzando a cansarse, pero su determinación no flaqueaba. Cada vez que Alvirian lanzaba un ataque, ella respondía con una defensa o un contraataque, negándose a ceder terreno.

—¡Dime qué te pasó! —gritó Uzi mientras esquivaba un rayo de energía oscura que pasó zumbando cerca de su cabeza—. ¡Alvirian, tienes que luchar contra esto!

Por un momento, los ojos de Alvirian parecieron titubear. Un destello de algo reconocible apareció en ellos, pero se desvaneció tan rápidamente como llegó. El Alvirian que ella conocía ya no estaba allí. Su magia, oscura y voraz, comenzó a concentrarse en su brazo, formando una espada de energía negra que brillaba con una luz antinatural.

—Lo lamento, Uzi —dijo Alvirian, su voz fría y distante—. Pero ya no soy quien piensas.

Y por un momento, ese fue Alvirian, el verdadero, el que Uzi había conocido antes de todo. No el monstruo que ahora se encontraba frente a ella, no la sombra que había reemplazado a su amigo, sino aquel que alguna vez compartió risas, secretos, e incluso sueños. Fue una fracción de segundo, un destello fugaz que surgió en sus ojos, esos mismos ojos que ahora estaban vacíos, pero que por un breve instante parecieron devolverle la luz. El cambio fue tan sutil que Uzi casi no lo vio, pero lo sintió. Fue como una brisa fría que rozó su piel, tan ligera y efímera que le dio la sensación de que todo lo que había pasado entre ellos nunca había sido más que un sueño, uno que ahora se desvanecía ante sus propios ojos.

La voz que salió de sus labios, rasposa y quebrada, era un eco distante de la persona que Uzi conocía. Tan desgarrada y rota, pero a la vez tan dolorosamente humana, como si, en lo profundo, aún quedara algo de la esencia que había sido Alvirian. Su tono era una mezcla extraña de arrepentimiento y desesperación, un sonido que parecía clamar por perdón sin realmente saber cómo pedirlo. Esa voz, vacía y rota, parecía pedir ayuda, pero al mismo tiempo, no sabía cómo aceptarla, cómo cambiar lo que ya estaba irremediablemente roto. Uzi lo escuchó claramente, y ese momento, esa pequeña rendija en su alma, fue suficiente para hacer que su corazón se apretara en un nudo.

"Lo siento", había dicho, aunque no con palabras, pero si con emociones que de alguna forma parecían pertenecerle. Eran como un eco de lo que alguna vez había sido, pero ya no estaba seguro de si aún era capaz de sentir ese arrepentimiento genuino o si era simplemente el reflejo de lo que Mammon había dejado de él. Su voz resonaba en la mente de Uzi, trayendo consigo una avalancha de emociones contradictorias. Había una fragilidad en esas palabras, una vulnerabilidad tan humana que Uzi no pudo evitar sentirse impotente ante el sufrimiento que aún llevaba dentro, aunque ya no fuera capaz de controlar ni siquiera su propio cuerpo.

Y mientras esa voz se desvanecía, Uzi notó algo más, algo aún más desgarrador: una indiferencia, una incapacidad para detener lo que se había desatado. Alvirian estaba allí, frente a ella, pidiendo perdón sin siquiera saber cómo detener el daño que había causado. No podía cambiar lo que había hecho, no podía detener lo que Mammon había provocado en su interior. Y en ese mismo momento, Uzi comprendió que, aunque su amigo estaba atrapado en ese cuerpo extraño, ese ser vacío y controlado por una fuerza mucho más grande, aún quedaba algo de él. Algo que deseaba volver a ser, pero que no tenía el poder ni la fuerza para liberarse.

Eso fue lo que hizo que el corazón de Uzi se encogiera, como si una pesada losa de piedra hubiera caído sobre su pecho. Lo que sentía era una mezcla amarga de compasión y desolación, de amor por lo que había sido y miedo por lo que podría hacerle ahora. Porque, a pesar de las palabras, a pesar de ese destello fugaz de lo que alguna vez fue Alvirian, Uzi sabía que nada podía detener lo que estaba sucediendo. Nadie podía salvarlo, ni siquiera él mismo. Y en ese instante, comprendió que la batalla no solo era contra Alvirian, sino contra la propia oscuridad que había reclamado su ser.

En ese instante, Doll aprovechó la distracción. Con un movimiento ágil, se deslizó entre los árboles y se acercó sigilosamente por detrás de Uzi. Sus garras, afiladas como cuchillas, se levantaron hacia ella con la intención de perforar su espalda. Pero justo cuando Doll estaba a punto de atacar, una sombra se lanzó hacia la criatura.

Cyn, incapaz de mantenerse al margen, había decidido intervenir. Sus alas negras batieron el aire con furia mientras corría hacia Doll, lanzando una ráfaga de energía oscura hacia su objetivo. Doll, sorprendida por la repentina intervención, se desvió hacia un lado, pero Cyn ya estaba sobre ella.

—¡No la toques! —gritó Cyn con furia, lanzando una serie de ataques con sus garras hacia la criatura. Doll se deshizo de los golpes con movimientos rápidos, pero Cyn seguía atacando sin tregua, determinada a proteger a su amiga.

—¡Cyn, no! —gritó Uzi desde lejos, pero ya era demasiado tarde. Cyn no se detenía, su furia vampírica impulsándola a atacar con una rabia casi animal.

Pero en ese momento, S apareció entre ellas, empujando a Cyn hacia atrás con una fuerza que la hizo tropezar. Cyn, sorprendida, miró a S con una mezcla de confusión y frustración.

—¡¿Qué estás haciendo?! —protestó Cyn, su voz llena de indignación.

—¡Es demasiado peligroso! —respondió S, su rostro tenso mientras observaba a Doll. Su cola se movió con agitación, y sus ojos brillaron con una intensidad feroz—. Tú no puedes luchar contra ella sola, Cyn. Te lo dije, ¡quédate atrás!

Cyn, frustrada, se apartó momentáneamente, pero su mirada no dejaba de arder. ¿Cómo podía quedarse atrás cuando su novia estaba en peligro? Pero S no le dio opción. Con un rugido bajo, se lanzó nuevamente hacia Doll, esta vez con toda su fuerza.

La batalla continuó, cada movimiento marcado por una energía salvaje y sin piedad. Las sombras danzaban en el claro, y la lucha entre los combatientes se volvía cada vez más desesperada. Uzi, mientras tanto, luchaba por mantener a Alvirian a raya, sabiendo que cada segundo que pasaba podría ser crucial para encontrar una forma de salvarlo.

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Sinceramente espero que esto no este lleno de incongruencias, pero sí lo escribí de corrido y todo porque tengo dos tareas para mañana pero como llevo sin actualizar mucho y también me puse a hacer lo de Ao3 no sentía justo dejarlos más tiempo sin actualizar <3

En fin, muchas gracias por leer los tqm

Hasta aquí Solecito, nos leemos luego ^^

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