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Capítulo 61

6 de Febrero 1995

Diario de Caza.

Este es mi segundo día como cazador. Ni mi padre ni mi abuelo me acompañan esta vez. Ambos, con rostros marcados por años de experiencia y batallas, insistieron en que debía esperar un poco más, que aún no estaba listo para salir al bosque por mi cuenta. Pero decidí ignorar sus palabras. Tenía que hacerlo solo. No porque no confiara en su guía, sino porque había llegado el momento de demostrarme a mí mismo que era capaz.

El pueblo habla, desde hace siglos, esperando alguien que los escuche. Y ese alguien debo de ser yo. Siempre he sentido que el deber de mi familia no es solo cazar criaturas, sino también prestar atención a las historias que susurran entre los árboles, las que cuentan los ancianos junto al fuego y las que se transmiten de generación en generación. Historias que, aunque parezcan simples relatos de miedo, esconden verdades.

Desde hace siglos, tantos que incluso en nuestros diarios de caza está escrito, el pueblo habla de un lugar dentro del bosque. No es cualquier bosque, por supuesto. Este parece respirar por sí mismo, con árboles tan altos y antiguos que sus copas parecen tocar el cielo, mientras sus raíces se entrelazan como si ocultaran secretos bajo la tierra. En ese lugar, según las historias, ocurren cosas que pocos se atreven a describir con detalle.

Cuentan de gente que baila bajo la luna llena, alrededor de hogueras que crepitan con una intensidad casi sobrenatural. Personas que parecen estar en trance, danzando al compás de cánticos que, según dicen, el viento transporta como un eco lejano hasta el pueblo. Bailan al ritmo de la lluvia, del bosque mismo, mientras los lobos, fieles al ritual, acompañan los cantos con aullidos que resuenan como un coro salvaje.

Así que, con estas historias en mente y armado con relatos aún más inquietantes, me encamino al bosque. ¿Con qué finalidad? Pues sencillo: planeo capturar a una bruja y exhibirla al pueblo. Este sería un logro que no solo demostraría mi valía como cazador, sino también reforzaría mi lugar dentro de mi linaje. Sin embargo, hay algo más que me impulsa, algo más oscuro y perturbador que las leyendas sobre brujas.

Otros relatos, transmitidos en susurros y con temor, hablan de la existencia de cinco vampiros. Nadie sabe con certeza cuándo llegaron ni desde cuándo habitan el bosque. Lo único que parece ser un hecho es que están allí, ocultos entre las sombras, moviéndose con la misma fluidez y sigilo que el viento que atraviesa los árboles. Según los aldeanos, son los responsables de las desapariciones que, aunque no son frecuentes, siempre dejan un rastro de miedo y misterio.

Claro, no sería la primera vez que me enfrento a un vampiro. Dirán, "pero si tan solo tienes doce años". Y, aunque pueda parecer increíble para algunos, a mi corta edad he tenido ya un encuentro con estas bestias despiadadas. Fue un encuentro que marcó un antes y un después en mi vida, no solo por la adrenalina y el peligro, sino porque me enseñó que estos seres, aunque distintos entre sí, comparten características inconfundibles.

Aunque cada vampiro tiene sus propias particularidades, hay ciertos rasgos que siempre los delatan. Sus pieles pálidas, tan pálidas que parecen estar hechas de mármol, son como una señal de advertencia. Su sensibilidad al sol es otro indicio claro: jamás los verás bajo la luz del día. Y luego están sus peculiaridades religiosas. Nunca entrarían a un lugar sagrado, ni siquiera pasarían cerca si pudieran evitarlo.

Algunos dirán que hay muchas personas pálidas que no creen en religiones, pero hay una diferencia abismal entre el escepticismo humano y el repudio absoluto que estos engendros del infierno sienten hacia cualquier mención de Dios. Estas criaturas, nacidas de las tinieblas y el pecado, evitan cualquier cosa que represente luz o santidad.

Por esto mismo, no salgo al bosque sin prepararme adecuadamente. Llevo conmigo una cruz de mármol, pequeña pero firme en su propósito. También he llenado una botella con agua bendita, un arma simple pero efectiva contra estas abominaciones. Además, en mi mochila llevo una estaca de madera, tallada cuidadosamente por mi abuelo, y una cadena de plata bendita, que podría ser mi última defensa si me encuentro cara a cara con uno de ellos.

Por ahora, emprenderé mi camino al bosque. El frío de la madrugada comienza a envolver el ambiente, y la bruma que se alza entre los árboles parece querer ocultarme lo que está por venir. Quizá después, si regreso con vida, vuelva a escribir mis hazañas como cazador.

Firma: Khan J. Doorman

17 de Diciembre 1998

Acabo de regresar al pueblo. El viaje fue largo y agotador, pero no puedo evitar sentirme lleno de orgullo y emoción. Esta vez fui acompañado por mi padre y mi abuelo, dos cazadores experimentados que, aunque a veces parecen demasiado rígidos en sus métodos, siempre me enseñan algo nuevo. Fuimos a la ciudad más cercana, creo que era Seattle. La verdad, la geografía nunca ha sido mi fuerte, pero supongo que eso no importa mucho ahora.

Lo importante es lo que ocurrió allí. Recibimos un llamado urgente de unos sacerdotes. Estaban aterrados, y con razón. Según nos contaron, un pequeño clan de vampiros había comenzado a acechar la iglesia local. Las bestias ya habían asesinado a varios monaguillos, dejando tras de sí un escenario macabro que solo alimentaba las leyendas.

El solo hecho de imaginar a esos vampiros, con sus colmillos afilados y miradas vacías, atacando a personas inocentes dentro de un lugar sagrado, me llenó de una furia que nunca antes había sentido. Así que, sin dudarlo, nos pusimos en marcha.

La cacería fue, sin duda, la experiencia más increíble y peligrosa de mi vida. Nos adentramos en las calles oscuras, siguiendo rastros apenas visibles, guiados solo por nuestra intuición y el instinto que años de entrenamiento habían desarrollado en mi familia. Los enfrentamientos fueron brutales. Cada movimiento, cada ataque, cada defensa, parecía formar parte de una danza mortal en la que un paso en falso significaba la muerte.

Al final, salimos victoriosos. La satisfacción de haber cumplido con nuestro deber superaba cualquier miedo o cansancio. Ahora, tengo en mi posesión doce colmillos de vampiros. No sé qué haré con ellos aún. Quizá los convierta en collares, como recuerdo de esta hazaña. O tal vez se los dé a Nori.

Nori... No sé bien qué es lo que me atrae tanto de ella. Quizá sea su curiosidad por lo paranormal, por lo desconocido. O quizá simplemente porque es bonita. De cualquier manera, creo que regalarle uno de esos colmillos sería una buena forma de acercarme a ella. Tal vez así pueda darme cuenta si tengo alguna oportunidad con ella o si solo son ideas mías.

Sea como sea, este día quedará grabado en mi memoria para siempre. A veces, cuando me detengo a pensar en todo lo que he vivido en tan poco tiempo, me doy cuenta de que mi vida, aunque peligrosa, está llena de propósito.

Firma: Khan J. Doorman

26 de Marzo del 2000

Nori es increíble. Es la persona más fascinante que he conocido, y cada día me sorprende más. Hace poco abrió una tienda de cachivaches relacionados con la magia y cosas paranormales. Es un espacio peculiar, lleno de velas aromáticas, cristales, libros sobre hechicería y pequeños objetos que parecen sacados de cuentos de fantasía. Ella me asegura que nada de eso es real, que solo lo hace por fanatismo y porque, según sus palabras, tiene que ver con algo llamado "cultura emo y gótica". Admito que no entiendo del todo esa moda ni por qué le interesa tanto, pero me esfuerzo por apoyarla porque sé cuánto le importa.

Sin embargo, no puedo evitar sentirme un poco inquieto con la idea de la tienda. Me preocupa que alguien pueda malinterpretarlo y confundirla con una bruja. No sería descabellado, dado lo supersticioso que puede llegar a ser nuestro pueblo. A veces, la sola idea de que algo así pueda ponerla en peligro me quita el sueño. Pero ella, como siempre, se ríe de mis preocupaciones. Dice que estoy siendo exagerado, que nadie realmente cree en esas cosas. Quizá tenga razón, pero no puedo evitar pensar en las historias que he escuchado desde niño, esas que siempre terminan mal para quienes se acercan demasiado a lo desconocido.

A pesar de mis inquietudes, llevamos casi tres años juntos, y puedo decir con certeza que Nori es la mejor novia que pude pedir. Es inteligente, divertida y tiene una forma única de ver el mundo. Siempre me está enseñando algo nuevo, ya sea sobre música, libros o incluso esas ideas extrañas que ella adora. Quiero casarme con ella. De eso estoy seguro. Pero no sé si ella quiera lo mismo. A veces, cuando hablamos sobre el futuro, evita el tema o lo desvía con una broma. Eso me hace preguntarme si quizá ella no comparte mi entusiasmo.

Nori no es religiosa, al menos no de la manera convencional. No asiste a misa ni sigue ninguna de las tradiciones que mi familia considera importantes. En su lugar, le reza a la diosa Selene, algo que, al principio, me pareció extraño. Cree fervientemente en ella, y aunque no comparto esa creencia, trato de respetarla. Supongo que todos necesitamos algo en lo que creer, algo que nos dé fuerzas en los momentos difíciles. Mientras ella esté bien con eso, yo también lo estaré.

Por otro lado, hace poco hice algo que llevaba tiempo queriendo hacer: fui al cementerio Hollywood Forever. Había escuchado muchas historias sobre ese lugar, sobre su belleza y su aire de misterio. Es, sin duda, un lugar impactante. Las tumbas y mausoleos dedicados a personas eminentes son imponentes, y el ambiente general tiene un aura de respeto y melancolía que es difícil de describir. Es un lugar precioso, pero mi visita no fue turística, ni mucho menos.

Fui porque me aseguraron que ese cementerio está lleno de actividad paranormal. Algunos incluso lo llaman el cementerio más embrujado que existe. Al principio, no creí mucho en los rumores, pero mi curiosidad pudo más. Quería comprobarlo por mí mismo, así que tomé mis cosas y me adentré en ese lugar al caer la noche.

La experiencia que viví fue... peculiar. No vi nada en específico, ninguna figura fantasmal ni sombras moviéndose entre las tumbas. Pero no podía sacudirme la sensación de estar siendo observado. Era como si cientos de ojos invisibles estuvieran fijos en mí, siguiendo cada uno de mis movimientos. Además, escuché voces, murmullos que parecían venir de todas partes y de ningún lugar al mismo tiempo. Intenté ignorarlos, diciéndome a mí mismo que solo era mi imaginación, pero no fue fácil.

Desde que regresé de ahí, no he podido sacudirme una sensación extraña, como si algo me estuviera siguiendo. Es como una sombra que siempre está detrás de mí, aunque no pueda verla directamente. A veces, siento que ese "algo" no quiere hacerme daño, sino advertirme de algo mucho mayor. Pero no puedo permitirme detenerme por miedo o incertidumbre. Mi propósito es claro, y no puedo dejar que esos engendros del demonio, esos vampiros y criaturas que acechan en las sombras, ganen esta batalla. Seguiré en la cacería mientras mi cuerpo me lo permita, porque eso es lo que soy, y eso es lo que haré.

Firma: Khan J. Doorman

31 de Octubre del 2003

Diario de Caza. Entrada Final

Hoy ha sido la noche más larga de mi vida. Mientras escribo estas palabras, mis manos tiemblan tanto que apenas puedo sostener la pluma. Aún siento el frío recorriéndome, como si se hubiera impregnado en mis huesos, y los ecos de lo que vi esta noche resuenan en mi mente, repitiéndose una y otra vez como un mal sueño del que no puedo despertar. Pero no es un sueño. Lo que sucedió esta noche fue real, tan real como el aire que respiro y el miedo que me consume.

Había algo extraño desde el principio. La noche de Halloween siempre trae consigo una atmósfera inquietante, pero esta vez era diferente. El aire se sentía más pesado, como si algo invisible estuviera apretando mi pecho. Las luces del pueblo titilaban, y el bosque, que normalmente me recibe con susurros y crujidos familiares, parecía guardar un silencio antinatural, un silencio que gritaba peligro.

Había recibido un aviso esa misma tarde. Una familia había desaparecido en una pequeña cabaña al borde del bosque. La madre, el padre y sus dos hijos. Ninguna señal de lucha, solo la cabaña vacía y un extraño símbolo tallado en la puerta principal: un círculo incompleto con cinco líneas que salían de su centro, como un sol sin terminar. Nadie sabía qué significaba, pero algo en ese símbolo me puso los pelos de punta.

Decidí ir solo. Sabía que mi padre se ofrecería a acompañarme si se enteraba, pero quería demostrar que podía manejarlo. Ya no era un niño; llevaba años cazando y enfrentándome a lo peor que este mundo tiene para ofrecer. Pero nada de eso me preparó para lo que estaba a punto de encontrar.

La cabaña estaba en completo silencio cuando llegué, salvo por el viento que arrastraba hojas secas contra las ventanas. Dentro, el aire olía a cera quemada y algo más... algo metálico y acre que me revolvió el estómago. Revisé cada habitación, buscando pistas. No había nada fuera de lugar, excepto por ese símbolo, que se repetía en las paredes, en el suelo y hasta en los techos.

Fue entonces cuando escuché el primer sonido. Era un crujido, como si alguien o algo estuviera caminando sobre la madera vieja del piso superior. Mi corazón se aceleró, pero subí las escaleras con la estaca en una mano y la botella de agua bendita en la otra. Había enfrentado a vampiros antes, y aunque cada encuentro era peligroso, siempre había salido victorioso. Me repetí que esta vez no sería diferente.

Llegué al último escalón, y lo vi. O, al menos, lo intenté. Era algo que desafiaba toda lógica y razón, una forma negra y cambiante que parecía hecha de sombras vivas. No tenía ojos, pero sabía que me estaba mirando. Podía sentir su atención clavada en mí, perforándome como un cuchillo. Intenté moverme, pero mis piernas no respondieron. Intenté hablar, pero mi voz estaba atrapada en mi garganta.

Entonces, habló.

No con palabras, sino con imágenes que inundaron mi mente como una avalancha. Vi cosas que ningún humano debería ver. Mundos muertos y vacíos. Ciudades que ardían bajo un cielo rojo sangre. Hombres y mujeres atrapados en gritos eternos, sus cuerpos deformándose una y otra vez como si fueran de cera derretida. Vi a la familia desaparecida, pero ya no eran ellos. Sus rostros estaban torcidos en expresiones de agonía, y sus cuerpos se habían convertido en algo monstruoso, inhumano.

De alguna manera, logré moverme. Arrojé el agua bendita hacia la sombra, y el líquido chisporroteó al contacto, arrancándole un sonido que no puedo describir. No era un grito, ni un rugido, sino algo peor, algo que parecía vibrar en el aire y en mi propio cuerpo. Aproveché el momento para correr. Bajé las escaleras de dos en dos, sintiendo que esa cosa me seguía, aunque no podía oír pasos ni nada físico detrás de mí.

Cuando llegué afuera, el bosque ya no era el mismo. Los árboles parecían más altos, sus ramas retorcidas como garras que intentaban atraparme. El viento susurraba mi nombre, o al menos eso creí escuchar. Me tomó todo mi esfuerzo mantenerme corriendo hasta llegar al auto. No miré atrás. No podía mirar atrás.

Ahora estoy aquí, en casa, con las puertas cerradas y cada luz encendida. Nori duerme en la habitación a mi lado, ajena a lo que sucedió. Quisiera despertarla y contarle todo, pero no puedo. No quiero que vea lo que he visto ni que se acerque a este mundo oscuro que me ha consumido durante tantos años.

He tomado una decisión. No volveré a cazar. No volveré a poner un pie en el bosque ni a enfrentarme a estas cosas. He dado demasiado, y esta noche me ha demostrado que hay cosas que no podemos vencer, cosas que no podemos entender.

Esta será mi última entrada en este diario. No porque quiera olvidar, sino porque necesito proteger lo que queda de mi cordura. Si alguna vez alguien encuentra esto, espero que sirva como advertencia: hay lugares que debemos dejar en paz y horrores que es mejor no despertar.

Firma: Khan J. Doorman

19 de Noviembre del 2006

Sé que dije que no volvería a escribir en este diario. Lo cerré con la intención de dejar atrás esa parte de mi vida, esa oscuridad que me perseguía y que casi me destruye. Pero no puedo evitar sentir que, si no registro lo que ha sucedido desde entonces, la historia quedará incompleta, como si las lecciones que aprendí no sirvieran de nada si no las comparto.

Hoy tengo algo nuevo por lo que vivir. Mi hija, Uzi, ha llegado al mundo después de años de intentos, dudas y tratamientos que parecían interminables. No puedo describir con palabras la felicidad que sentí cuando la sostuve por primera vez. Es tan pequeña, tan frágil, y a la vez, parece traer consigo una fuerza que ilumina todo a su alrededor. Tiene apenas unos días de nacida, pero ya puedo decir que es lo más hermoso que he visto en mi vida. Sus ojos, aunque todavía no enfocan del todo, parecen tener un brillo especial, como si llevaran consigo una chispa de algo mucho más grande que yo.

He cumplido mi promesa. Desde aquella noche que marcó mi vida, no he vuelto a cazar. Decidí dejar atrás ese mundo, por mí y por mi familia. Pero abandonar la caza no significaba dejar de preocuparme por cómo mantenernos. Especialmente ahora, con una recién nacida en casa, las responsabilidades se multiplican, y necesito asegurarme de que nada nos falte.

Por eso, acepté el puesto como líder de la policía del pueblo. Llevar la comisaría no es un trabajo fácil, pero es mucho más seguro que mi vida anterior. Aunque no será algo permanente. Es una solución temporal mientras estabilizo nuestras vidas y reúno los recursos necesarios para mi próximo proyecto. Porque tengo una idea que no puedo sacarme de la cabeza: abrir una tienda dedicada a la protección contra brujería y espectros.

Sé que suena extraño, pero la sensación de que aquella cosa, aquella criatura que me hizo dejar la caza, sigue acechándome, nunca se ha ido del todo. A veces, en las noches más tranquilas, cuando el silencio es absoluto, siento un escalofrío inexplicable que me recorre la espalda, como si algo o alguien estuviera vigilándome desde las sombras.

Le conté a Nori lo que sentía. Ella, como siempre, fue mi refugio. Pasó días enteros en la biblioteca, sumergida en libros antiguos y textos esotéricos, intentando encontrar una respuesta. Finalmente, me dijo algo que me dejó helado: lo que enfrenté aquella noche era, según sus investigaciones, una bruja corrupta. Una de esas que, en su desesperación, venden su alma a algún demonio, perdiendo toda humanidad en el proceso.

Esa revelación me trajo recuerdos que preferiría olvidar. Pero Nori, con su paciencia y su amor incondicional, me ofreció algo que cambió todo: un amuleto. Era uno de los artilugios que vende en su tienda, una pequeña pieza de plata con inscripciones que no entendí pero que ella aseguró eran poderosas. Desde el momento en que lo llevé conmigo, sentí como si un peso enorme se aligerara. El frío que había sentido desde aquella noche desapareció, y por primera vez en años, experimenté una sensación de calidez y seguridad, incluso cuando estaba solo.

Eso fue lo que me inspiró. Si algo tan pequeño podía protegerme, ¿por qué no ofrecer la misma seguridad a otros? Así nació la idea de la tienda. Será un espacio dedicado a crear y vender amuletos, talismanes y otros objetos de protección. No sé si el pueblo lo aceptará al principio, pero estoy convencido de que, con el tiempo, comprenderán que es una forma de protegernos de lo que acecha más allá de lo que podemos ver.

Mientras tanto, he colocado en la sala de nuestra casa una reliquia familiar: el grindyllow disecado que heredé de mi padre. Ese espantoso ser es un recordatorio de lo que enfrenté en mis años como cazador, y también de lo que estoy dejando atrás. Pero ahora, en lugar de verlo como un trofeo de victoria, lo veo como una advertencia para las generaciones futuras.

Este diario también es parte de esa advertencia. Lo guardaré para que, si algún día alguien más en nuestra familia decide seguir el camino de la caza, lo haga sabiendo exactamente lo que significa. Quiero que sepan que no todo es gloria ni heroísmo. Hay horrores que no deberían enfrentarse, errores que no deberían repetirse. Espero que estas páginas sirvan para que se preparen mejor que yo.

Y con esto, cierro el diario por última vez. Ahora mi vida tiene un nuevo propósito, una nueva razón para seguir adelante. Mi familia. Mi esposa, que siempre ha sido mi fuerza. Mi hija, que es mi luz. Ellas son todo lo que necesito, y haré lo que sea para protegerlas.

Firma: Khan J. Doorman

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