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Capítulo 60

Uzi parecía echar fuego una vez que Alvirian dejó de hablar.

Le había contado absolutamente todo: su encuentro con Mammon, el lugar exacto en que se encontraba el lago, cómo había llegado hasta allí y cómo había encontrado al Wendigo. No omitió ningún detalle de aquella vez que se aventuró solo al bosque, a pesar de que sabía que no era algo que sus compañeros aprobarían. Era cierto que Alvirian intentaba mantener una postura fuerte e indiferente mientras narraba lo sucedido, pero el temblor en su voz lo traicionaba. Cada palabra que pronunciaba parecía pesarle como una losa. Por más que quisiera proyectar valentía, su esfuerzo resultaba en vano. Estaba fracasando totalmente.

Mientras tanto, Uzi estaba sacando chispas. Su furia era palpable, irradiaba como si la habitación estuviera llena de electricidad estática. Sus ojos morados, normalmente cálidos y brillantes, parecían encendidos con una luz que rozaba lo amenazante. Cada centímetro de su cuerpo reflejaba indignación. Su cabello, que parecía estar animado por la misma energía que la recorría, ondeaba suavemente, casi como si respondiera a su estado de ánimo. Estaba claro que estaba conteniéndose, pero el esfuerzo por mantener su enojo bajo control solo hacía que pareciera aún más aterradora.

N, por su parte, estaba detrás de ella, con ambas manos firmemente apoyadas en sus hombros. No era difícil adivinar que, de no ser por él, Uzi ya se habría lanzado sobre Alvirian para reprenderlo directamente. La fuerza con la que la mantenía en su lugar no era exagerada, pero sí suficiente para asegurarse de que permaneciera sentada en la cama. Parecía ser la única manera de impedir que se dejara llevar por la furia. Sus dedos estaban tensos, pero su postura seguía siendo aparentemente relajada, como si el control que ejercía fuera una extensión natural de su autoridad en la habitación.

V estaba igualmente alerta. Sus ojos ambarinos estaban fijos en Alvirian, sin parpadear, como los de un halcón que estudia cada movimiento de su presa antes de lanzarse al ataque. Había algo en esa mirada que era incluso más intimidante que el enojo evidente de Uzi. No había ninguna palabra en sus labios, pero no hacía falta: la tensión en el aire era tan espesa que resultaba casi sofocante. No apartaba la vista de él, como si estuviera esperando el menor error o algún detalle que Alvirian hubiera dejado fuera de su relato.

Por otro lado, N tampoco se veía más tranquilo que las otras dos. Aunque su postura era la de alguien completamente inmutable, la expresión en su rostro era de una frialdad que lograba ser aún más inquietante que cualquier muestra de ira. No había rastro de emociones en su semblante. Su mirada era dura, gélida, y parecía atravesar a Alvirian como si pudiera leer hasta el último rincón de su mente. Esa calma fría y calculadora era mucho más desconcertante que un grito o una mirada airada. Era el tipo de reacción que hacía que uno deseara cualquier otra cosa, incluso una explosión de ira, antes que enfrentarse a esa indiferencia cortante.

Alvirian se sentía diminuto frente a ellos, como si estuviera siendo juzgado no solo por sus acciones recientes, sino por cada decisión que había tomado en su vida. Su intención no había sido causar tanto alboroto, pero ahora que estaba allí, de pie, enfrentándose a sus miradas acusatorias, no podía evitar sentir que había cometido un error imperdonable.

Sabía que ellos estaban preocupados, que lo que realmente impulsaba su enojo era el temor a que algo le hubiera sucedido. Lo entendía perfectamente, pero eso no hacía que fuera más fácil soportar la situación. El silencio de N, la intensidad en los ojos de V, y la furia contenida de Uzi eran demasiado. Podía sentir cómo cada palabra que había pronunciado en su relato seguía resonando en la habitación, cada una siendo analizada y sopesada por sus compañeros.

—¿Qué estabas pensando? —La voz de Uzi, aunque baja, era cortante, y su tono solo reflejaba una fracción del enojo que estaba sintiendo. Sus palabras se sintieron como un látigo para Alvirian, quien bajó la mirada, incapaz de sostener el peso de aquellos ojos morados que lo taladraban.

—Yo... —intentó responder, pero su voz volvió a traicionarlo. El temblor que intentaba disimular era más evidente que nunca.

—Eso es exactamente el problema —intervino V, con un tono que no admitía réplicas—. No estabas pensando.

N no dijo nada, pero el leve endurecimiento en su mandíbula revelaba que estaba de acuerdo con cada palabra de las dos chicas. Alvirian tragó saliva con dificultad. Sabía que nada de lo que pudiera decir en ese momento serviría para justificar sus acciones. Y lo peor de todo era que tenía que admitir que ellos tenían razón.

La tensión en la habitación seguía creciendo, como si el aire mismo estuviera a punto de romperse bajo el peso de las emociones acumuladas. Alvirian cerró los ojos un momento, intentando encontrar la manera de calmar el caos que había desatado. Pero, por mucho que quisiera arreglarlo, no podía retroceder el tiempo.

Alvirian mantuvo la mirada baja, el peso de las palabras de Uzi y V aplastándolo como una losa. El silencio en la habitación era tan denso que podía escuchar el latido acelerado de su propio corazón, como si fuera un tambor marcando su culpa. Sabía que tenía que decir algo, pero cualquier palabra que pronunciara solo parecía empeorar las cosas.

Uzi, todavía con los ojos encendidos de furia, hizo un movimiento brusco para levantarse, pero las manos de N en sus hombros se lo impidieron. Ella giró la cabeza hacia él, fulminándolo con la mirada.

—¡Déjame, N! —dijo, su voz temblando de rabia.

—No, Uzi —respondió N, su tono calmado pero firme—. No vas a resolver esto perdiendo el control.

Ella chasqueó la lengua, frustrada, y volvió a mirar a Alvirian. Su pecho subía y bajaba rápidamente, como si estuviera conteniendo una tormenta que amenazaba con desbordarse.

—¿En qué estabas pensando, Alvirian? —exclamó al fin, incapaz de contenerse más—. ¿Qué clase de estupidez te llevó a ir solo al bosque? ¡Sabes lo peligroso que es! ¡Y encima no nos dijiste nada!

Alvirian levantó la mirada con dificultad, encontrando esos ojos morados que parecían arder como brasas. Tragó saliva, sintiendo el peso de sus palabras antes de siquiera pronunciarlas.

—Yo... pensé que podía manejarlo —murmuró, su voz apenas audible.

—¿¡Manejarlo!? —repitió Uzi, incrédula—. ¿Te estás escuchando? ¡Te enfrentaste a un Wendigo, Alvirian! ¡Un Wendigo! ¿Tienes idea de lo cerca que estuviste de morir?

—Lo sé... —respondió él, bajando la mirada de nuevo.

—No, no lo sabes —lo interrumpió ella, su tono cada vez más cortante—. Si lo supieras, no habrías hecho algo tan irresponsable.

V, que hasta ese momento había permanecido en silencio, se inclinó ligeramente hacia adelante, su mirada fija en Alvirian como un cuchillo que buscaba hundirse en su conciencia.

—No solo te pusiste en peligro a ti mismo —dijo, su voz baja pero cargada de tensión—. Pusiste en riesgo todo lo que hemos trabajado para proteger. Si Mammon sabe algo de nosotros...

—¡No le dije nada! —interrumpió Alvirian, levantando la voz por primera vez. Sus ojos se llenaron de una mezcla de frustración y miedo mientras miraba a V—. ¡Nunca le diría nada sobre ustedes!

V alzó una ceja, su expresión fría e imperturbable.

—¿Y cómo podemos estar seguros de eso? —preguntó, su tono más cortante que nunca.

—¡Porque lo juro! —exclamó Alvirian, dando un paso hacia adelante. La desesperación comenzaba a filtrarse en su voz—. ¡Lo juro, V! No le dije nada.

El movimiento hizo que Uzi se levantara de un tirón, obligando a N a soltar sus hombros para evitar que ambos cayeran al suelo.

—¿Y crees que eso lo arregla? —gritó ella, su furia desbordándose al fin—. ¡No tienes idea del daño que podrías haber causado! ¡De lo que podríamos haber perdido!

Alvirian apretó los puños, su propia frustración creciendo al sentirse acorralado.

—¡Lo hice porque quería ayudar! —dijo, casi gritando—. ¡Quería demostrar que puedo ser útil, que no solo soy un estorbo!

La confesión hizo que el silencio volviera a llenar la habitación, aunque esta vez era diferente. Uzi parpadeó, sorprendida por la intensidad de sus palabras. Incluso V parecía ligeramente desarmada, aunque su expresión seguía siendo severa.

—¿Un estorbo? —repitió Uzi, su tono bajando ligeramente, aunque aún cargado de incredulidad—. ¿Crees que eso es lo que pensamos de ti?

Alvirian apretó los labios, incapaz de responder. N cruzó los brazos, observándolo con esa mirada fría e implacable que parecía atravesarlo.

—No se trata de lo que pienses que eres para nosotros, Alvirian —intervino N finalmente, su voz tan helada como su expresión—. Se trata de las consecuencias de tus acciones. Pensaste que estabas probando algo, pero lo único que lograste fue ponernos a todos en riesgo.

Uzi parecía a punto de responder algo más, pero antes de que pudiera hacerlo, V se movió. Fue un movimiento rápido, casi imperceptible. En un abrir y cerrar de ojos, estaba frente a Alvirian, su mano cerrándose alrededor del cuello de su camisa.

—¿Te parece que esto es un juego? —preguntó, su voz baja pero llena de peligro.

Alvirian no tuvo tiempo de reaccionar antes de que V lo empujara contra la pared con fuerza. El impacto le cortó la respiración, y sus manos volaron hacia las de V, intentando liberarse del agarre.

—¡V, suéltalo! —gritó Uzi, pero su voz fue ignorada.

Los ojos de V brillaban con una intensidad peligrosa, como si estuviera a punto de desatar toda la ira que había estado acumulando. Alvirian intentó hablar, pero su voz quedó atrapada en su garganta.

—¡Eso es suficiente, V! —La voz de N resonó como un trueno en la habitación.

En un movimiento rápido y preciso, N se interpuso entre ambos, su mano cerrándose alrededor de la muñeca de V. La fuerza de su agarre hizo que V soltara a Alvirian, quien cayó al suelo, tosiendo y llevándose una mano al cuello.

V giró hacia N, su mirada aún encendida de furia.

—¡Se lo merece! —exclamó, su voz más alta de lo habitual—. ¡Tiene que aprender!

—No así —respondió N, su tono firme pero más bajo. Su mirada se encontró con la de V, y durante un momento parecía que ambos estaban en un enfrentamiento silencioso. Finalmente, V dio un paso atrás, aunque su expresión seguía siendo de puro enojo.

Alvirian, todavía en el suelo, se llevó una mano al costado, donde sentía un dolor punzante. Al mirarse los dedos, notó una pequeña mancha de sangre. Los movimientos bruscos de V habían rasgado su camisa y dejado unos cuantos arañazos en su piel, nada grave, pero suficiente para recordarle lo cerca que había estado de salir peor parado.

Uzi se agachó rápidamente a su lado, su expresión cambiando de enojo a preocupación al ver la sangre.

—¿Estás bien? —preguntó, su voz temblando ligeramente.

Alvirian asintió, aunque todavía estaba respirando con dificultad.

—Sí... estoy bien —murmuró.

N se giró hacia él, su expresión tan imperturbable como siempre.

—Esto no vuelve a pasar, Alvirian —dijo, su tono dejando claro que no había espacio para discusiones—. La próxima vez que sientas que necesitas demostrar algo, lo haces con nosotros. No solo.

Alvirian asintió lentamente, sin atreverse a decir nada más. Uzi le ofreció una mano para ayudarlo a levantarse, y él la aceptó, aunque evitó mirarla directamente a los ojos.

La tensión en la habitación seguía siendo palpable, pero algo había cambiado. Aunque el enojo aún flotaba en el aire, también había un entendimiento silencioso. Uzi y V aún parecían furiosas, pero el control de N había evitado que las cosas llegaran demasiado lejos.

—Ve a limpiarte esas heridas —ordenó N, su voz más suave pero aún cargada de autoridad.

Alvirian asintió de nuevo y salió de la habitación con pasos vacilantes, dejando a los otros tres solos.

Uzi cruzó los brazos, mirando hacia la puerta por donde él había salido.

—Todavía quiero matarlo —murmuró.

V resopló, aunque su expresión ya no era tan severa.

—No eres la única.

N suspiró, llevándose una mano al puente de la nariz.

—Lo importante es que aprendió la lección.

Uzi miró a N, su expresión suavizándose un poco.

—Más le vale.

Y con eso, la habitación volvió a sumirse en un silencio pesado, pero esta vez no era el mismo. Había menos furia y más reflexión, como si todos entendieran que el error de Alvirian no era solo suyo, sino un recordatorio de lo que significaba trabajar juntos y protegerse mutuamente, incluso de sí mismos.

Pero no pasó mucho tiempo para que escucharan la puerta frontal de la mansión cerrarse con un portazo, un ruido seco que resonó por toda la casa como un eco de la tensión que había llenado la habitación momentos antes. El sonido hizo que Uzi frunciera el ceño, su enojo volviendo a hervir en su interior como si una chispa lo hubiera reavivado. Gruñó entre dientes, su paciencia agotándose rápidamente.

Sin pensarlo dos veces, salió corriendo al pasillo, su mente ya decidida. No importaba a dónde hubiera ido Alvirian o qué estuviera pensando hacer; ella lo seguiría. No iba a dejar que huyera de sus errores ni que se escapara de una conversación que todavía no había terminado. Las palabras no dichas, el enojo acumulado y la preocupación que intentaba ocultar la empujaron a actuar sin dudarlo.

El sonido de sus botas resonaba contra el piso del pasillo mientras avanzaba a toda velocidad. Los cuadros en las paredes parecían mirarla, testigos silenciosos de su determinación. Su cabello ondeaba detrás de ella, reflejando la misma energía frenética que la impulsaba hacia adelante. Cada paso la acercaba más a la puerta principal, pero también hacía que su enojo creciera, alimentado por la obstinación de Alvirian y su propia frustración.

Al llegar al vestíbulo, Uzi notó que la puerta todavía estaba ligeramente entreabierta, como si Alvirian no se hubiera molestado en cerrarla completamente. Ese simple detalle solo añadió más leña al fuego. Se detuvo un instante, respirando profundamente, intentando calmarse, pero fue en vano. Apretó los puños con fuerza, la mandíbula tensa mientras empujaba la puerta para salir.

La noche estaba fría, y el aire que golpeó su rostro parecía burlarse de su estado de ánimo. Afuera, no había señales inmediatas de Alvirian, pero Uzi no se detuvo a pensarlo demasiado. Sus ojos morados se movían rápidamente, recorriendo el sendero que conducía lejos de la mansión, buscando cualquier indicio de hacia dónde había ido. No podía estar demasiado lejos; el portazo había sido reciente, y estaba segura de que lo alcanzaría si mantenía el ritmo.

Sus botas crujieron contra la grava mientras comenzaba a correr nuevamente, siguiendo el camino que llevaba al bosque cercano. Aunque no lo admitiera en voz alta, una parte de ella no solo estaba enojada. Estaba preocupada. Alvirian no siempre tomaba las mejores decisiones, y si había aprendido algo en todo este tiempo, era que él tenía una habilidad innata para meterse en problemas incluso cuando no lo intentaba.

—Alvirian, más te vale no haber hecho otra estupidez —murmuró entre dientes, su voz baja pero cargada de determinación.

El viento frío azotaba su rostro, pero no le importaba. Nada más le importaba en ese momento que encontrarlo y enfrentarlo. No iba a dejar que se escapara sin más, no después de todo lo que había ocurrido. La discusión no había terminado, y Uzi no estaba dispuesta a permitir que él la evitara.

Con cada paso, su resolución se hacía más firme. Encontraría a Alvirian, sin importar cuánto tuviera que correr.

Holaaaaaa :3 

Efectivamente! Estamos llegando al clímax de la historia! Pero no se preocupen, todavía quedan muchos capítulos ^^

YYYY ando vuelto loco con la entrada a la uni :"3 al menos con suerte podré entrar a mi uni soñada (ESCENA) 

Pero bueh, este capítulo se escribió mayormente en la escuela, y ahorita hice la última parte, cuídense mucho y nos leemos luego^^

Hasta aquí Solecito <3

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