Capítulo 55
Uzi tenía siete años, se encontraba en el segundo grado de primaria, y su aspecto llamaba la atención. Le gustaba usar coletas, dos coletas pequeñas y algo alborotadas, que adornaba con banditas de colores. Su cabello oscuro y espeso se dividía en dos colas que brincaban con cada movimiento de su cabeza, y cada banda que sujetaba el cabello tenía colores vibrantes, una explosión de tonos que destacaba entre la mayoría de los otros niños, quienes preferían estilos más convencionales. A Uzi le gustaban las cosas que parecieran diferentes y únicas, y sus accesorios, tan pequeños como eran, le hacían sentir que estaba mostrando un poco de lo que era.
Esa mañana, Uzi llevaba puesta una falda negra que le llegaba a medio muslo. Su madre la había mirado con cierta desconfianza cuando la eligió, pero finalmente le permitió ponérsela. Para complementar su look, llevaba unas mallas a rayas verdes y negras, que hacían contraste con su falda, y una camiseta negra con una calavera rosa estampada en el pecho. Había encontrado esa camiseta en una tienda un par de semanas antes y le había suplicado a su madre que se la comprara. Le encantaba la calavera y el color rosa brillante que resaltaba sobre el fondo oscuro; para ella, esa camiseta era la mezcla perfecta de lo que le gustaba, un toque oscuro con un brillo colorido.
Como toque final, Uzi llevaba unos guantes largos sin dedos que simulaban mangas a rayas. Eran negros y verdes, igual que sus mallas, y cubrían sus brazos hasta los codos. Era su propio estilo, una mezcla de cosas que le parecían interesantes y que, aunque no a todos les gustaba, la hacían sentir auténtica. Saltaba suavemente sobre la silla en la cocina, esperando con emoción el siguiente momento especial.
Mientras tanto, su madre, Nori, preparaba un pastel en la mesa frente a ella. El pastel estaba cubierto de un betún de colores morado y rosa, los favoritos de Uzi, y en el centro, relucía una vela verde en forma del número siete. Su madre lo había decorado con mucho cuidado, agregando pequeños detalles alrededor del borde que representaban las cosas favoritas de Uzi, como calaveras diminutas y estrellitas. El pastel tenía un aire peculiar, muy acorde con la personalidad de Uzi, y Nori se sentía orgullosa de haber hecho algo que reflejara el espíritu único de su hija.
Uzi continuaba saltando en la silla, incapaz de contener su entusiasmo, hasta que un salto más fuerte estuvo a punto de hacerla caer hacia atrás. Por suerte, su padre, Khan, se dio cuenta a tiempo y alcanzó el respaldo de la silla, evitando que cayera. Uzi soltó una pequeña risa nerviosa y sonrió apenada, mientras se acomodaba en la silla y trataba de mantenerse tranquila, aunque le costaba. La emoción le recorría el cuerpo, y miraba a su alrededor mientras el resto de su familia se acercaba a la mesa.
Su tía Yeva llegó al lugar, vestida de manera sencilla, con unos pantalones deportivos y una camiseta gris. Uzi notó que su tía estaba un poco más delgada que la última vez que se habían visto, lo cual le pareció extraño, pero no le dio mayor importancia en ese momento. También estaba su prima Doll, siempre radiante, con una sonrisa amistosa en su rostro y vestida en un conjunto deportivo rosa que contrastaba con el estilo de Uzi. Aun así, Doll siempre había sido amable con ella, y a Uzi le gustaba que estuviera presente en su cumpleaños. Por último, estaban sus padres, Khan y Nori, quienes la miraban con orgullo y alegría, ambos sonriendo mientras contemplaban a su hija en su día especial.
Sin embargo, esta escena familiar y alegre era completamente distinta a lo que Uzi había vivido unas horas antes en la escuela, y aquellos pensamientos comenzaron a cruzar su mente mientras observaba el pastel. Retrocedió en su memoria, recordando cómo había sido el inicio de su día.
Aquella mañana, Uzi se había despertado sin demasiadas ganas de ir a la escuela. Aunque sabía que era su cumpleaños y eso era algo emocionante, la idea de pasar el día en la escuela no le resultaba particularmente agradable. Sabía que Nori, su madre, no la dejaría faltar, así que, resignada, se levantó con un suspiro y comenzó a vestirse. Eligió su atuendo con cuidado, eligiendo cada prenda que sentía que representaba quién era, aunque sabía que probablemente esto le traería algunos comentarios desagradables de algunos compañeros. No obstante, no quería dejar de ser ella misma solo para evitar eso.
Después de elegir sus prendas, tomó varias ligas de colores y algunas con cuentas de colores brillantes, y se peinó en dos coletas desordenadas que sobresalían en lo alto de su cabeza. Al mirarse en el espejo, sonrió, sintiéndose satisfecha con su apariencia. "Así está perfecto", pensó. Luego, bajó corriendo las escaleras, donde sus padres la esperaban. Ambos la felicitaron con entusiasmo, llenándola de besos y abrazos por su cumpleaños, y Uzi se sintió amada y especial en ese momento. Su madre le preparó un desayuno sencillo, pero delicioso: tostadas a la francesa, que eran su plato favorito. Después del desayuno, Khan y Nori la animaron a que se dirigiera a la escuela. A pesar de sus ganas de quedarse en casa, sabía que no podía evitar ir, así que salió de casa caminando, despidiéndose de sus padres con una sonrisa.
El camino a la escuela no era muy largo, pero durante todo el trayecto, Uzi no podía evitar pensar en lo que probablemente la esperaba al llegar. Lizzy, una de sus compañeras, llevaba semanas haciendo comentarios desagradables sobre su apariencia, y parecía que estos se volvían cada vez más constantes. Lizzy solía señalar su ropa o su peinado con burlas o comentarios sarcásticos, y aunque Uzi intentaba ignorarla, no siempre era fácil. Había días en los que esos comentarios le afectaban, y a veces se preguntaba si realmente había algo malo en ella por elegir vestirse y verse de manera diferente.
Justo como había imaginado, apenas cruzó la entrada de la escuela, los comentarios comenzaron a llegar. Algunos niños la miraban y cuchicheaban entre ellos, mientras otros la llamaban "bicho raro" o "fenómeno". Escuchó uno que otro apodo, aunque no eran muy creativos, y eso en cierto modo le provocaba un leve alivio. Prefería que fueran aburridos a que se tomaran el tiempo de pensar en algo realmente hiriente. Sin embargo, aun siendo comentarios simples, cada palabra resonaba en su mente como un eco, recordándole que era diferente, que no encajaba en los moldes de los demás.
La mañana pasó lentamente, con cada clase pareciendo más larga que la anterior. Cada vez que miraba el reloj, el tiempo apenas había avanzado unos minutos, y Uzi comenzaba a desesperarse. Quería que las horas se esfumaran, que el día terminara para poder regresar a casa y celebrar su cumpleaños en paz, lejos de las miradas y los comentarios. Trató de concentrarse en los libros y las actividades, pero en su mente rondaban constantemente las burlas y los susurros que había escuchado en los pasillos.
Finalmente, al sonar la campana de salida, Uzi sintió un alivio inmenso. Tomó sus cosas rápidamente y salió de la escuela casi corriendo, deseando alejarse de aquel lugar lo antes posible. Mientras caminaba de regreso a casa, la brisa fresca le dio una sensación de calma, y poco a poco, su ánimo comenzó a mejorar. Sabía que en casa la esperaba su familia, que la amaban tal y como era, y que su cumpleaños seguiría siendo especial sin importar lo que otros dijeran.
Al llegar a casa, fue recibida con sonrisas y abrazos nuevamente. Ahora estaba con su familia, y todo lo vivido en la escuela empezó a desvanecerse. Uzi volvió a sentirse feliz y segura, y en su mente, dejó atrás los comentarios de sus compañeros, al menos por el momento. Ahora, solo importaba el pastel que su madre había hecho, la vela verde en forma de número siete y las personas que la rodeaban. A su alrededor, veía las caras de las personas que significaban todo para ella. Allí estaban su tía Yeva y su prima Doll, además de sus padres, mirándola con afecto.
El ambiente cálido y familiar la hacía sentirse reconfortada y amada. Mientras su madre encendía la vela, Uzi tomó un momento para cerrar los ojos y formular un deseo. No pidió algo material ni tampoco algo grandioso; simplemente deseó poder seguir siendo quien era, sin importar lo que los demás pensaran, y encontrar la fuerza para seguir siendo fiel a sí misma, con o sin la aprobación de los demás. Luego, abrió los ojos, sonrió, y sopló la vela, iluminada por el brillo de la llama que desapareció con su aliento, marcando el inicio de un nuevo año en su vida.
Sin embargo, el día siguiente no fue mejor para Uzi. Lo que había pasado el día anterior ya la había dejado con un peso en el pecho, un sentimiento incómodo que no podía sacarse de encima, pero intentó armarse de valor al salir de casa, deseando que tal vez, solo tal vez, aquel día fuera diferente. Sin embargo, el destino parecía tener otros planes.
Apenas llegó a la escuela, Uzi notó algo extraño en el ambiente. Algunas miradas se cruzaron en el pasillo, susurrando a su paso, mientras otras risas se escuchaban a su espalda. Decidió ignorarlo, tratando de concentrarse en su rutina, en el horario de clases, en cualquier cosa que le diera una sensación de normalidad. Pero, al parecer, las cosas no serían tan sencillas.
Durante el recreo, mientras intentaba encontrar un rincón tranquilo en el patio, sintió cómo un grupo de chicos y chicas comenzó a rodearla. Algunos de ellos los conocía de vista, otros eran de grados mayores y apenas los había visto antes. Todos parecían tener un aire burlón, sus sonrisas maliciosas y miradas fijas en ella la hicieron retroceder un paso. Una sensación de alarma empezó a encenderse en su pecho.
En el centro del grupo, destacaba Rebecca, amiga de Lizzy. Rebecca era conocida por su actitud mandona y su estilo llamativo: el cabello corto, teñido de un azul vibrante con una franja rosada, que parecía ondear con cada movimiento, dándole un aspecto aún más intimidante y una expresión que siempre sugería superioridad. A Uzi no le sorprendía ver a Rebecca allí, pero su presencia y la manera en que la observaba hicieron que su incomodidad se transformara en miedo.
Rebecca la miró de arriba abajo, con esa sonrisa sarcástica que tan bien conocía.
- Vaya, ¿sigues vistiendo esas cosas raras? -comentó con desdén, mientras el resto del grupo reía a su alrededor.
Uzi apretó los puños, intentando no mostrar que esos comentarios le dolían. Intentaba parecer fuerte, como si todo le resbalara, pero la verdad es que cada palabra se sentía como una punzada, minando su autoconfianza.
De repente, uno de los chicos mayores se acercó y, antes de que pudiera reaccionar, le lanzó un chorro de agua que la empapó de pies a cabeza. El agua fría la dejó congelada, tanto por el impacto como por la sorpresa. Su ropa quedó completamente mojada, pegándose a su cuerpo, y su cabello comenzó a chorrear, sintiendo las gotas resbalando por su rostro. Todo a su alrededor se volvió confuso; las risas y burlas resonaban en sus oídos como un eco interminable, mientras ella intentaba procesar lo que acababa de pasar.
Pero eso no fue suficiente para ellos. Entre las risas, alguien sacó una enorme tijera de metal, brillante y amenazante. Rebecca la tomó, observando a Uzi con una mezcla de crueldad y placer, y se acercó lentamente, como si quisiera prolongar la anticipación del siguiente movimiento. Uzi sintió su corazón latir con fuerza, cada vez más rápido, pero estaba demasiado asustada para moverse. Era como si sus pies estuvieran pegados al suelo, y a pesar de querer correr, simplemente no podía.
Rebecca se acercó más y, con un movimiento rápido, tomó una de las coletas de Uzi y, con un tirón fuerte, comenzó a cortar el cabello. Uzi intentó resistirse, quería hacer algo, gritar, defenderse de alguna manera, pero el miedo la tenía paralizada, y la fuerza de los otros chicos era demasiado para ella. A pesar de su esfuerzo por mantenerse firme, comenzó a temblar.
Sentía el tirón en su cabello, la presión de la tijera y el peso de las manos de Rebecca, y finalmente, el dolor de perder aquella parte de sí misma. Escuchó el sonido de la tijera cortando las hebras de su cabello, y su corazón se rompió un poco con cada corte. Uzi intentó contener las lágrimas, esforzándose al máximo por no mostrarse débil frente a ellos. Su respiración era entrecortada, y el nudo en su garganta se hacía cada vez más grande. Intentaba convencerse de que era solo cabello, que no importaba realmente, pero para ella era más que eso. Sus coletas, llenas de ligas de colores, eran parte de su identidad, una parte de lo que la hacía sentir única y feliz consigo misma.
Sin embargo, no le dieron tregua. Apenas Rebecca terminó de cortar una de sus coletas, uno de los chicos mayores la empujó de nuevo hacia la fuente del patio, y Uzi, sin poder hacer nada para evitarlo, cayó al agua, empapándose aún más. El frío del agua la hizo estremecerse, pero las risas que estallaron a su alrededor dolieron mucho más que la temperatura o la caída. Se sintió como si estuviera atrapada en una pesadilla de la que no podía despertar.
Cada vez que intentaba ponerse de pie, alguien la empujaba de nuevo, haciendo que volviera a caer en el agua, riendo y burlándose sin piedad. Sus intentos de levantar la cabeza, de mostrarse fuerte, se desvanecían con cada nuevo empujón. Sentía como si su propia dignidad se hundiera con cada caída, y aunque su instinto le decía que debía defenderse, golpear, gritar, no conseguía hacerlo. Estaba atrapada en un mar de impotencia y desesperación, y el sentimiento de soledad la envolvía cada vez más.
Entonces, en medio de las risas, Rebecca se acercó de nuevo, sosteniendo la tijera con una expresión de satisfacción. Esta vez, uno de los chicos mayores sostuvo a Uzi con fuerza, inmovilizándola para que no pudiera moverse. Uzi sintió el agarre en sus brazos, fuerte y firme, y por más que intentaba zafarse, su fuerza no era suficiente para librarse. Rebecca, con la misma expresión de malicia, levantó la tijera y se dispuso a cortar su otra coleta.
-Ups -dijo Rebecca con una voz exageradamente sarcástica, y dejó caer la coleta de Uzi en el agua.
La sonrisa triunfante de Rebecca la atravesó como un cuchillo, y la mirada de los demás chicos parecía celebrar aquella victoria cruel. Uzi observó cómo el mechón de cabello flotaba en el agua, y una tristeza profunda comenzó a llenar su corazón. Su cabello, su propio cabello, ahora se veía deshecho, desordenado y lleno de mechones cortados al azar.
Fue entonces cuando Uzi miró su reflejo en el agua. La imagen que vio en la superficie le devolvió un rostro que apenas reconocía. Su cabello, ahora arruinado, era una mezcla de mechones desiguales, algunos más cortos que otros, con pequeños trozos faltantes que dejaban a la vista su cuero cabelludo. Su aspecto era desaliñado, y el agua que resbalaba por su rostro se mezclaba con sus lágrimas, aunque apenas se daba cuenta de que estaba llorando.
La visión de su propio reflejo, de aquel rostro tan vulnerable y derrotado, fue suficiente para romper la última barrera que tenía en su interior. Uzi comenzó a llorar, sin poder contenerse más. Las lágrimas se desbordaban por sus mejillas, y aunque sabía que eso solo provocaría más risas, ya no le importaba. El dolor era demasiado profundo para disimularlo. Era como si todo el peso de los días anteriores, de cada burla y cada rechazo, cayera sobre ella en ese instante.
Al ver su llanto, las risas de los demás se intensificaron, y las burlas comenzaron a arreciar. Le decían que era una "bebé", que lloraba "por algo tan estúpido como su pelo". Uzi escuchaba sus palabras, pero sentía que ya no podía reaccionar. Estaba agotada, física y emocionalmente. Cada insulto era como una piedra que se acumulaba en su pecho, haciéndola sentir cada vez más pequeña y menos valiosa.
En ese momento, Uzi sintió que todo se volvía más pesado, más oscuro. Sentía que estaba atrapada en un lugar del que no podía escapar, un lugar donde nadie la entendía, donde cada parte de lo que era, de lo que le hacía feliz, se desmoronaba frente a sus ojos. Se preguntaba por qué la trataban así, por qué parecían disfrutar de su dolor, por qué no podía simplemente ser aceptada tal y como era.
La imagen de su reflejo, con su cabello arruinado y su expresión herida, quedó grabada en su mente. Sabía que al día siguiente tendría que enfrentarse a las miradas de todos, que todos verían el desastre en el que se había convertido su cabello, y temía que ese sentimiento de vergüenza y humillación la persiguiera durante mucho tiempo. Pero, en el fondo, también sentía una pequeña chispa de resistencia, una voz silenciosa que le decía que, a pesar de todo, encontraría la manera de sobreponerse.
Pero sin que nadie realmente lo notara, en una esquina lejana del patio, oculto en las sombras de un pasillo, había un chico que observaba la escena con una mezcla de impotencia y rabia contenida. Su figura era alta y delgada, con una piel pálida que contrastaba contra las sombras que lo envolvían, como si fuera una extensión de la penumbra misma. Sus ojos, de un color amarillo intenso, brillaban en la oscuridad con una luz que parecía arder en silencio, reflejando la frustración de no poder intervenir. Observaba cada detalle de lo que ocurría, sus pupilas dilatadas mientras miraba la crueldad que se desplegaba frente a él.
El cabello blanco del chico, largo y ligeramente rebelde, estaba recogido en una coleta desordenada que caía sobre su hombro, pero algunos mechones se escapaban y enmarcaban su rostro pálido. Su expresión era una mezcla de tensión y dolor; los músculos de su mandíbula se tensaban cada vez que veía a los otros chicos empujar a Uzi una y otra vez, y su mano se cerraba en un puño involuntariamente, como si quisiera lanzarse contra ellos y protegerla.
Sin embargo, había un problema, una barrera infranqueable para él: el sol que iluminaba el patio. Aquella luz dorada que para los demás era inofensiva, para él representaba un peligro mortal. Si daba un paso fuera de las sombras, si siquiera rozaba el borde donde comenzaba el brillo del sol, su piel reaccionaría de inmediato, ardiendo en llamas. Su naturaleza lo ataba a las sombras, y aunque cada fibra de su ser le pedía intervenir, sabía que no podía hacer nada. No podía arriesgarse a salir de su escondite.
Desde su lugar, seguía cada uno de los movimientos de Uzi. Veía cómo ella intentaba mantenerse fuerte, cómo luchaba por no llorar frente a sus agresores, y algo en su pecho se apretaba con cada segundo que pasaba. Sentía la necesidad de hacer algo, cualquier cosa, pero estaba atrapado en una prisión de penumbra, sin poder romper las cadenas invisibles que lo retenían allí, solo, mientras ella sufría a plena vista.
El chico respiraba profundamente, intentando calmarse, pero su respiración se hacía cada vez más pesada. Sentía que el tiempo se volvía más lento mientras observaba, cada segundo siendo una agonía. Podía ver la desesperación en los ojos de Uzi, el momento en el que dejó caer su fortaleza y comenzó a llorar, y ese instante rompió algo en su interior. Verla así, derrotada y sin fuerzas, le hacía sentir como si también él estuviera siendo herido.
Quería intervenir, quería correr hasta ella y ahuyentar a aquellos que la maltrataban, protegerla de todo daño. Pero la realidad era cruel, y las sombras eran lo único que le permitían observar sin ser visto. Así que, en lugar de actuar, tuvo que quedarse ahí, quieto, tragándose la impotencia y la rabia, observando cómo la escena se desenvolvía ante él, sin poder hacer nada más que mirar desde las sombras.
Pero a partir de ese momento, algo en Uzi cambió. Fue como si el peso de lo que había vivido se transformara en una determinación profunda y silenciosa. Llegó a su casa después de la escuela, caminando con la cabeza baja y los ojos aún enrojecidos, pero sin lágrimas; ya había derramado todas en el camino. Para su suerte, sus padres no estaban en casa, y eso le dio un pequeño respiro. No quería que la vieran en ese estado, no quería tener que explicar lo que había sucedido. Solo quería unos momentos a solas.
Decidida, Uzi subió a su habitación y cerró la puerta tras de sí. Se miró en el espejo y vio su reflejo: el cabello cortado de forma irregular, el rostro cansado y los ojos llenos de una tristeza que no lograba disimular. Apretó los labios y decidió que no podía dejarlo así. Recordó que, aunque solo conocía algunos trucos, podía usar un poco de la magia que había aprendido hasta ahora. Con cuidado, concentrándose profundamente, usó el poco conocimiento que tenía para arreglar su cabello. No era mucho, pero logró igualarlo lo suficiente como para darle una forma decente, una que no mostrara lo que había pasado.
Después de eso, rebuscó en uno de sus cajones hasta encontrar un gorro tejido de rayas negras y grises, que se puso con firmeza sobre la cabeza, como una especie de escudo. Al mirarse al espejo de nuevo, notó que la imagen era distinta, que algo en su reflejo había cambiado. Sus manos temblorosas buscaron en su armario, y en lugar de la ropa habitual que solía usar, eligió unos pantalones y una sudadera, ambos negros y holgados. Se sentía escondida en esa ropa, pero al mismo tiempo, de algún modo, se sentía protegida.
Se quedó mirándose en el espejo un rato más, estudiando cada detalle de su nuevo aspecto. Era distinto, muy distinto a cómo solía verse, pero en cierto modo se sentía bien. Se sentía más fuerte, como si esa versión de sí misma pudiera enfrentar lo que estaba por venir. Respiró hondo, intentando convencerse de que podía superar aquello, de que necesitaba ser fuerte para no dejar que volvieran a lastimarla.
Con ese pensamiento, se tiró en su cama, escondiendo el rostro en sus almohadas. Por fin, se dejó llevar, llorando en silencio, dejando que sus lágrimas cayeran sin interrupción, abrazando sus almohadas y deseando, con todas sus fuerzas, que esos momentos de dolor cesaran, que de algún modo dejaran de molestarla.
Desde su visión aislarse era lo mejor... No podrían lastimarla si realmente nadie sabía quien era, o si ella no lo demostraba, no la lastimarían nunca más porque ella no lo dejaría pasar...
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Buenassssssssssssss
Llevo todo el día escribiendo esto JAJA es que me puse a hornear también y ñam rico ^^
(me hice una galleta tipo las crumble cookies)
Nos vemos skibidis, no digan toilet ^^
Por cierto, muchas gracias a @rena123rouge por el video que hizo para youtube sobre esta historia :D vayan a apoyarla aquí porfa: https://youtu.be/LJxpzI5pGy0?si=TpnOVQzsAhePXZYt
Yyyy otra cosita:
me podrían seguir porfa? :>
Igual por ahí me pueden mandar mensajitos si gustan, nos leemos luego~
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