Capítulo 51
SAPO VERDE ERES TÚ, SAPO VERDE ERES TÚ, PORQUE ESTÁS BIEN FEOOOOO SAPO VERDE ESRES TÚ >:3
Feliz cumpleaños Cloeeeeeeeee
Toma tu reaglooooooo
V se despertó justo cuando comenzaba a anochecer. Los últimos rastros de luz solar se difuminaban lentamente en el horizonte, y las estrellas, tímidas al principio, empezaban a adornar el cielo oscuro. Estiró su cuerpo, desperezándose de la sensación de adormecimiento que el día le dejaba sobre los hombros, y se levantó de la cama con movimientos pausados, como quien disfruta cada instante de la transición entre el sueño y la vigilia. Al pararse, sintió la textura de las sábanas aún cálidas bajo sus pies descalzos y se dirigió al vestidor.
Primero, se colocó su ropa interior y luego el brasier, cuyo encaje oscuro le daba un toque de elegancia y sensualidad que ella misma valoraba. Después, tomó su clásico abrigo corto, uno de sus favoritos, que la acompañaba desde hacía años y que llevaba los signos de su largo caminar por el tiempo. La prenda había resistido innumerables jornadas y aventuras, y con cada uso, parecía adaptarse más a su cuerpo, a su esencia. Completó el atuendo con unos shorts blancos y ajustados que dejaban al descubierto sus piernas, y finalmente, se calzó unas botas negras altas, de cuero brillante y suelas gruesas, que le daban una presencia fuerte e imponente, tal como ella deseaba.
Una vez vestida, V se estiró una vez más, estirando los brazos hacia el cielo en un gesto automático, y entonces, con pereza pero cierta satisfacción, desplegó sus alas. Las miró, como siempre hacía, observando cada detalle de aquellas alas de murciélago, negras y membranosas, tan complejas y vivas como ella misma. Todos los siglos que había vivido pasaron fugazmente por su mente, y aun así, cada vez que las veía desplegadas, experimentaba una mezcla de asombro y orgullo. En aquellas alas había historias de enfrentamientos, de aventuras y también de pérdidas. Había orificios y cicatrices, huellas de antiguas heridas; algunas quemaduras habían sido causadas cuando, inadvertidamente, el sol la había alcanzado durante algún amanecer al que se había expuesto sin precaución, y otras marcas pertenecían a encuentros con animales y criaturas que habitaban las sombras, seres con los que había cruzado miradas y combates en su eterno viaje.
Tras un último vistazo a sus alas, las plegó con suavidad, sintiendo cómo la energía en ellas se aquietaba al ser guardadas. Salió de su habitación, caminando por los largos y oscuros pasillos de la mansión, que se mantenía en un silencio casi reverencial. Las paredes parecían absorber el sonido de sus pasos, y la penumbra otorgaba al ambiente una paz sepulcral, algo que, lejos de inquietarla, le resultaba reconfortante. Bajó por las escaleras de mármol que conectaban los diferentes pisos de la enorme casa, sintiendo que el frío de los escalones subía a través de sus botas y le refrescaba los pies.
Aquel silencio, sin embargo, le hizo notar una ausencia que, aunque no la sorprendió, la llenó de una vaga nostalgia. Probablemente ni Cyn ni J estuvieran en la mansión en ese momento. Cyn tenía una naturaleza inquieta y, a menudo, salía por las noches en busca de algún tipo de inspiración o aventura. J, en cambio, ya no pasaba tanto tiempo en la casa. En otro tiempo, los hermanos habían sido inseparables, compartiendo tanto la tranquilidad como el peligro en aquellos muros, pero ahora la distancia parecía haberse instalado entre ellos, y J cada vez era más una sombra en su vida, una presencia que se desvanecía; mientras que Cyn y N parecían cada uno ocupados por sus propios asuntos... y eso la hacía sentir sola...
Sacudió la cabeza, apartando aquellos pensamientos, y se centró en el momento presente. Bajó las escaleras en un segundo, lanzándose con agilidad por el barandal del quinto piso y cayendo con gracia en el recibidor, frente a la puerta de entrada. Sus labios dibujaron una pequeña sonrisa al imaginar la expresión de terror que tendría un humano curioso si la sorprendiera cayendo de esa forma sin el menor rasguño ni gesto de dolor. Había algo en la idea de asustar a un humano que le resultaba encantadoramente travieso, una fantasía que, aunque inofensiva, despertaba en ella una chispa de diversión.
Con aquella imagen aún presente en su mente, salió de la mansión, siendo recibida inmediatamente por el aroma a tierra y pino que impregnaba el aire. El bosque que rodeaba la casa parecía susurrar en el lenguaje de las hojas y los troncos, en un idioma que solo aquellos que llevaban siglos en la Tierra podían comprender. Alzó la vista y vio la luna en su fase de cuarto menguante, rodeada de un manto de estrellas que parecían brillar solo para ella. Recordó una vieja fantasía que había imaginado cuando era niña: la idea de que el sol era el esposo de la luna y que las estrellas eran sus hijos, esparcidos por el cielo como pequeños puntos de luz que unían a la pareja celeste. Aquella historia infantil la había acompañado a lo largo de los años, y aunque sabía que era solo eso, una historia, le gustaba aferrarse a esa imagen, como un vestigio de la inocencia que un día tuvo y que ya apenas recordaba.
Inspirada por esa visión, V desplegó sus alas una vez más y, con un impulso ágil, se elevó al cielo. Al principio, sus movimientos eran pausados, adaptándose al ritmo de la noche, pero poco a poco sus alas comenzaron a batir con más fuerza, llevándola cada vez más alto. El viento acariciaba su rostro, y la frescura de la noche llenaba sus pulmones mientras se acercaba al pueblo que se encontraba más adelante. Desde aquella altura, podía ver las luces del lugar, pequeños destellos que parpadeaban en la oscuridad como si intentaran competir con las estrellas.
Mientras volaba, los recuerdos volvieron a su mente: momentos de otras noches en las que había recorrido aquel mismo cielo, tiempos en los que las circunstancias eran distintas y en los que su vida parecía tener un propósito diferente. Se dejó llevar por esa nostalgia durante unos instantes, disfrutando de la libertad y del poder de volar, sintiendo cómo cada batir de sus alas la acercaba más y más al pueblo. La cercanía de la vida humana siempre le había resultado intrigante; aunque no compartiera la misma naturaleza, se sentía atraída por sus luces y su energía.
Llegar al pueblo significaba algo más que solo un cambio de paisaje. Era un recordatorio de la vida en constante movimiento, de la intensidad que el mundo humano experimentaba cada día sin siquiera imaginar cuántas otras existencias, como la suya, se movían en la penumbra, en el silencio de la noche.
Aterrizó suavemente en las afueras del pueblo, casi al borde del bosque, donde los árboles parecían susurrar bajo la luz de la luna. Con un movimiento fluido, guardó sus alas, dejando atrás su naturaleza oculta y abrazando la noche con determinación. Inhaló el aire fresco y húmedo, y, ajustando su abrigo, comenzó a caminar hacia la avenida principal. Sus botas resonaban levemente contra el suelo cubierto de hojas secas, cada paso marcado por su intención de llegar al corazón del pueblo, donde las luces de las farolas y el murmullo de las voces la esperaban entre las sombras.
En un lugar no muy distante, Thad se preparaba con detenimiento, ajustando cada detalle de su enorme mochila. Llevaba ya rato acumulando provisiones: metía varias botellas de agua, asegurándose de que no fueran a hacer ruido al moverse dentro de la mochila; luego añadió latas de atún, apilándolas con cuidado para evitar que se golpearan unas contra otras. Las galletas, frutos secos y carne deshidratada fueron también parte del inventario, todo meticulosamente seleccionado para poder durar semanas sin necesidad de refrigeración. Thad sabía bien lo importante que era llevar alimentos que resistieran el tiempo, ya que la travesía al bosque y la vida en la extraña mansión lo requerían.
Pero eso no era todo. También había conseguido, con bastante esfuerzo, dos grandes tarros llenos de sangre: uno de sangre de res y otro de sangre de cerdo. Estas últimas provisiones habían sido especialmente complicadas de conseguir, pues sabía que levantaría sospechas si simplemente se los pedía a su padre. El hombre era carnicero, un hombre de pocas palabras pero con un ojo afilado para detectar mentiras, por lo que Thad se había esmerado en construir una coartada perfecta. Le contó que la sangre era para un proyecto de biología en la escuela, una excusa que parecía plausible, especialmente considerando que Thad siempre había mostrado cierto interés en ciencias. La excusa había funcionado, aunque no sin recibir una mirada de duda y una advertencia para que tuviera cuidado con los frascos.
Thad se aseguró de que cada frasco estuviera sellado a la perfección, colocando una capa extra de envoltura de plástico para evitar cualquier derrame indeseado. Un accidente con la sangre en el camino sería un desastre, tanto por el olor como por la mancha que dejaría en la mochila y, sobre todo, porque levantaría sospechas si alguien llegaba a verlo. Con todo listo, ajustó las correas de la mochila y, con una última revisión de los frascos, se sintió listo para partir.
Salir de su casa sin levantar sospechas era un arte que Thad había perfeccionado con el tiempo. Asegurándose de que nadie en la casa estuviera mirando, salió con paso tranquilo, como si fuera a dar un simple paseo por el pueblo. Al cruzar la puerta, sintió la frescura del aire nocturno en su rostro, una sensación que siempre lo calmaba y lo llenaba de energía. Miró a su alrededor, manteniendo la calma, pero a la vez, atento a cualquier movimiento que pudiera delatar su partida. No quería que nadie en el pueblo, ni siquiera sus amigos más cercanos, supieran sobre sus escapadas al bosque. Ese era un secreto que guardaba celosamente, una misión que consideraba personal.
El trayecto hacia el bosque requería pasar primero por las afueras del pueblo, evitando las calles principales para reducir la posibilidad de encontrarse con alguien que pudiera reconocerlo. Así que optó por un camino más discreto, una ruta que pasaba cerca de las viejas granjas, alejadas de las luces de las casas y del bullicio del centro. Cada paso lo acercaba más a su objetivo, pero también aumentaba el riesgo de ser descubierto si alguien decidía salir a pasear o si algún curioso lo seguía. La tranquilidad del pueblo a esa hora de la noche era casi total, y cada pequeño sonido, cada crujido de ramas bajo sus pies, parecía resonar en el silencio como un eco inquietante.
Mientras caminaba, su mente divagaba un poco, repasando los detalles de su plan. No era la primera vez que se aventuraba al bosque, pero cada visita traía consigo una mezcla de emoción y de responsabilidad. La comida era principalmente para Uzi y Alvirian, dos habitantes de la mansión que apreciaban las provisiones frescas que Thad les llevaba. Pero esta vez, había llevado algo especial para N. Sabía que N tenía necesidades diferentes, y la sangre que había conseguido sería un obsequio que, esperaba, pudiera ayudarle.
Conforme se acercaba al linde del bosque, la oscuridad se hacía más espesa, y los sonidos de la noche parecían cobrar vida. Los árboles, altos y silenciosos, se alzaban como sombras espectrales, cubriendo el camino con sus ramas. Thad inspiró profundamente, dejando que el aroma a tierra y a hojas secas llenara sus pulmones. Este bosque, a pesar de lo misterioso y lúgubre que podía parecer, se había convertido en un lugar familiar para él, un territorio en el que se sentía cómodo y en el que sus pasos ya conocían el camino de memoria.
Decidido, ajustó de nuevo la mochila sobre sus hombros, manteniendo firme su objetivo de llegar hasta la mansión. Los secretos que guardaba aquel lugar y los lazos que había formado con sus habitantes le daban sentido a esas escapadas nocturnas. Sin mirar atrás, continuó su marcha, internándose en la penumbra del bosque, sabiendo que cada paso lo llevaba más cerca de la mansión y de la extraña vida que allí se desplegaba bajo la luz de la luna.
V se saltó de inmediato detrás de un árbol al ver a un humano acercarse al bosque. Era un movimiento instintivo, una reacción que había desarrollado con el tiempo, una defensa automática que la mantenía a salvo de posibles peligros. La adrenalina corrió por su cuerpo, sus sentidos se agudizaron y su corazón comenzó a latir con fuerza. Se escondió detrás del tronco grueso, sintiendo la rugosidad de la corteza contra su piel, como si el árbol la abrazara y la protegiera de la curiosidad del extraño.
Mientras espiaba al chico que se acercaba, el bosque a su alrededor parecía cobrar vida. Las hojas susurraban con el viento, creando un murmullo que resonaba en sus oídos, y el canto lejano de un búho interrumpía la quietud de la noche. La luz de la luna se filtraba a través de las ramas, formando patrones de sombra y luz en el suelo cubierto de hojas secas. V se sintió parte del paisaje, como si el bosque y ella fueran uno solo, unidos por un lazo invisible.
Thad se acercó un poco más, su figura recortándose contra la luz de la luna. V mantuvo su posición, oculta tras el árbol, sus instintos la advertían de que debía ser cautelosa. La forma en que él caminaba era tranquila, pero había una tensión en su postura, como si supiera que no debía estar allí. A medida que el chico avanzaba, V observó cada detalle: el ligero movimiento de sus músculos bajo la camiseta ajustada, el brillo de sus ojos que reflejaba la luz lunar, y el modo en que su cabello rubio caía de manera desordenada sobre su frente.
—Puedo prometerte que no soy un pervertido, así que puedes salir de ahí —dijo Thad, su voz resonando suavemente en el aire fresco de la noche. V sintió una pequeña chispa de sorpresa; el chico no había mostrado miedo ni desconfianza. Aun así, no se movió. Se asomó un poco más, con cautela, midiendo cada paso que daba hacia la revelación de su presencia.
Era bonita, le parecía bonita. Pero al mismo tiempo, la imagen de N cruzó su mente, una sombra que no podía evitar. Era imposible negar el parecido que tenían, y en un instante, se encontró pensando que era como ver a N si fuera una chica. Ese pensamiento le causó una mezcla de incomodidad y curiosidad. La conexión familiar era palpable, como si los lazos que unían a los dos fueran más fuertes de lo que quería admitir.
V finalmente decidió salir de detrás del árbol, dando un paso cauteloso hacia la luz que emanaba de Thad. La oscuridad parecía cobrar vida a su alrededor, y el suave crujido de las hojas bajo sus pies resonaba en la quietud de la noche. Al salir, la luna iluminaba su figura, revelando su cola ácida, que se movía con un ligero temblor. Su presencia estaba cargada de tensión, y Thad la observaba con una mezcla de sorpresa y fascinación.
—¿Eres de por aquí? —preguntó Thad, su tono amistoso, pero V sintió que había algo más en sus palabras, como si tratara de sondear su historia.
—Se podría decir que no —respondió V, su voz casi un susurro, como si temiera que las palabras rompieran el encanto del momento. Su mirada se desvió, incapaz de sostener la intensidad de los ojos verdes de Thad, que parecían brillar en la oscuridad. En su interior, una lucha se desarrollaba entre la necesidad de proteger su secreto y el deseo de conectar con alguien, incluso si ese alguien era un humano.
Thad asintió con la cabeza, como si comprendiera que había más de lo que ella decía. La sinceridad en su expresión era reconfortante, y a medida que se miraban, V comenzó a preguntarse si tal vez podría confiar en él, aunque esa idea la asustaba.
—¿Conoces a N? —preguntó Thad, y las palabras cayeron como piedras en el silencio de la noche. V sintió que su corazón se detenía por un momento, como si el tiempo mismo se hubiera congelado.
Esa pregunta la tomó desprevenida, y, sin querer, sus garras comenzaron a alargarse, afilándose como un reflejo de su estado de alerta. La naturaleza defensiva de su ser se activó al instante, un mecanismo de supervivencia que había aprendido a lo largo de los años. ¿Cómo podía él saber sobre N? ¿Qué otros secretos guardaba ese humano? La tensión creció en su interior, y V se debatió entre la curiosidad y la desconfianza.
—Te pareces mucho a él —continuó Thad, y su voz ahora era más baja, casi un susurro. Sus ojos se entrecerraron mientras la estudiaba, tratando de leer la expresión en su rostro—. Te preguntó porque lleva varios días sin ir a la escuela.
V sintió que su mente se llenaba de pensamientos confusos. Thad claramente solo intentaba no delatarse mientras deseaba ser amable, pero la revelación de que conocía a su hermano la inquietaba. ¿Acaso N había estado hablando de ella? La idea la incomodó y sus pensamientos se agolpaban en su mente como hojas arrastradas por el viento.
"Así que ese idiota no ha dejado la escuela, a pesar de que J le dijo que no lo hiciera... Maldito suertudo, es el menos sensible al sol de nosotros, y en lugar de traernos ropa o algo así, prefiere ir a la escuela..." pensó V, sintiendo que su enojo se intensificaba. Su mente se debatía entre el enfado hacia N por su imprudencia y la curiosidad sobre la relación entre Thad y su hermano.
Finalmente, tras una breve pausa, dejó que las palabras fluyeran de sus labios, sintiendo que había un pequeño alivio en decir la verdad:
—Es mi hermano —dijo, su voz ahora más firme, como si al pronunciar esas palabras también estuviera reafirmando su identidad.
—Entiendo... —dijo Thad, y V notó que había caído en cuenta de la naturaleza de la chica, de su conexión con N. La expresión de su rostro cambió, y ella pudo ver que empezaba a comprender la realidad en la que estaban involucrados.
—Eso explica por qué nunca te he visto por aquí —añadió, y la confesión resonó en el aire entre ellos. Aun así, V se sintió un poco incómoda, como si las palabras de Thad abrieran una puerta a preguntas que no estaba lista para responder.
"¿Así que sabe que somos...?" pensó V, sintiendo que la tensión en el ambiente cambiaba. La sensación de peligro se desvanecía, reemplazada por una curiosidad latente. La defensiva en ella seguía ahí, pero comenzó a preguntarse si era el momento de mostrar su verdadero yo.
Con un movimiento decidido, salió por completo de su escondite, dejando que su cola ácida se mostrara con orgullo. Apuntó al cuello del adolescente, la punta casi rozando su piel, y Thad no retrocedió. En cambio, su expresión se mantuvo serena, como si supiera que el miedo no era la respuesta que ella buscaba.
—No diré nada —dijo Thad antes de que ella pudiera hablar. Su tono era calmado y su mirada, firme—. N es mi amigo, solo estoy intentando ayudarlo.
V arqueó una ceja ante esto, sintiendo una mezcla de incredulidad y curiosidad. La sinceridad en sus palabras la sorprendió; no había muchas personas que pudieran ver más allá de su exterior, que pudieran mirar más allá de las garras y la cola.
—¿Ayudarlo? —preguntó, con un matiz de desconfianza en su voz.
Thad asintió con la cabeza, y luego comenzó a explicar todo lo que sabía. Habló sobre cómo estaban atrapados porque Alvirian había roto alguna especie de regla y cómo ahora el bosque no los dejaba marcharse. V lo escuchó atentamente, asintiendo con entendimiento. Era una historia que conocía bien, una realidad que había tenido que afrontar día tras día.
—¿Puedo invitarte algo? —dijo Thad cuando V finalmente alejó su cola de su cuello, como si la tensión entre ellos se disipara un poco.
V arqueó una ceja, sorprendida por la oferta. La pregunta la tomó por sorpresa, y sintió que había algo inesperado en la forma en que Thad ofrecía su compañía.
—¿Algo como...? —inquirió, sintiéndose intrigada, aunque algo escéptica.
—No lo sé, podemos ir a caminar o algo así, y después podrías llevarte la mochila contigo. Hay comida para Uzi y Alvirian, y dos frascos de sangre. Quizá podrías quedarte uno... —sugirió Thad, y V no pudo evitar sonreír un poco ante la idea.
La inocencia de Thad era casi refrescante. La forma en que ofrecía algo tan simple como comida en un momento de incertidumbre le pareció encantadora, y en su corazón, sintió una pequeña chispa de conexión. No tenía malas intenciones, así que ¿por qué no? La noche estaba aún joven, y una parte de ella anhelaba escapar de la presión que siempre sentía en su vida.
—Está bien, estoy dentro —respondió V finalmente, sintiendo que algo en su interior se abría, como si estuviera permitiendo que una luz entrara en su mundo oscuro y sombrío.
Mientras caminaban, V comenzó a dejar atrás un poco de su desconfianza. La forma en que Thad sonreía, con esa luz genuina en sus ojos, era contagiosa. Se dio cuenta de que él no era como los otros humanos que había encontrado. Había algo especial en él, un brillo de autenticidad que la atraía de una manera que no podía explicar.
La luna, alta y resplandeciente, iluminaba las calles de la ciudad con su luz plateada, creando un ambiente mágico. V y Thad caminaban por las aceras, envueltos en un suave murmullo de risas y susurros que llenaban el aire fresco de la noche.
Las luces de las tiendas centelleaban, reflejándose en los charcos dejados por una lluvia reciente, mientras el aroma del pan recién horneado de una panadería cercana se mezclaba con el aire fresco del mar. Los sonidos de la noche envolvían a los dos jóvenes: el canto de las ranas en la distancia, el susurro del viento entre los árboles, y las risas de otros paseantes que disfrutaban de la velada.
Thad se detuvo frente a una pequeña tienda de antigüedades, cuya vitrina brillaba con la luz de las lámparas. Dentro, los objetos antiguos parecían cobrar vida bajo la tenue iluminación, llenos de historias por contar.
—¿Te gustaría entrar? —preguntó Thad, su entusiasmo palpable mientras señalaba la puerta.
V asintió, sintiendo un cosquilleo de emoción. Al cruzar el umbral, el tintineo de una campanita les dio la bienvenida, y el aire fresco del exterior se transformó en un olor a madera envejecida y polvo. La tienda era un refugio del bullicio nocturno, un mundo lleno de curiosidades.
Mientras Thad se adentraba, V se detuvo frente a una estantería que contenía botellas de vidrio, cada una con formas y colores únicos. Se agachó, maravillándose de cómo cada una reflejaba la luz de manera diferente, capturando destellos de luna en su interior.
—Mira esto —dijo Thad, sosteniendo un antiguo reloj de bolsillo con un diseño intrincado—. ¿No es genial?
V se volvió hacia él, su corazón latiendo más rápido al verlo sonreír.
—Es impresionante. ¿Sabes qué hora es? —preguntó, sintiendo que la noche se llenaba de promesas.
Thad se rió y sacó su teléfono.
—Son las ocho y media. Pero el tiempo no importa mucho cuando estás con buena compañía —respondió, guiñándole un ojo.
El rubor se apoderó de las mejillas de V, y por un momento, el mundo exterior desapareció. La conexión que sentía con Thad era intensa y, a la vez, emocionante.
Después de explorar la tienda, salieron, la luz de la luna iluminando su camino. Thad miró a V, y en su rostro se reflejaba la luz plateada del cielo estrellado.
—¿Te gustaría pasear por la playa? —preguntó Thad, su voz suave y tentadora.
La idea hizo que el corazón de V diera un pequeño salto. La playa bajo la luz de la luna era un lugar donde se sentía libre, y el deseo de estar allí con Thad la envolvía como una manta cálida.
—Me encantaría —respondió, una sonrisa iluminando su rostro.
Al caminar hacia la playa, el sonido de las olas rompiendo en la orilla les dio la bienvenida. La brisa marina acariciaba sus rostros mientras la luna reflejaba un camino de plata sobre el agua. El ambiente era mágico y V se sintió en paz, lejos de las preocupaciones diarias.
Cuando llegaron a la playa, la arena fría se hundió bajo sus pies descalzos. Thad encontró un lugar apartado donde podían sentarse, y V sintió que la tensión del día se desvanecía.
—¿Te gusta la noche? —preguntó Thad, mirando hacia el horizonte, donde la luna se fundía con el mar.
—Sí, me encanta. Hay algo especial en la tranquilidad de la noche —respondió V, sintiendo que cada palabra resonaba en su corazón-, aunque también es lo único que conozco...
Thad sonrió y se giró hacia ella, la luz de la luna iluminando sus rasgos.
—¿Te gustaría intentar pescar? —preguntó. Su tono era juguetón, como si la idea de pescar en la oscuridad fuera una aventura secreta.
V rió, sintiendo una chispa de emoción.
—No tengo idea de cómo hacerlo, pero suena divertido —dijo, aceptando el reto.
Thad se puso de pie, con una energía contagiosa.
—Vamos a buscar una caña. La tengo en mi casa, y te prometo que será una experiencia única bajo las estrellas —dijo, guiándola hacia su hogar.
A medida que caminaban, V disfrutaba de la compañía de Thad. Las luces de la ciudad parpadeaban a lo lejos, pero aquí, en la playa, se sentía como si estuvieran en un mundo aparte. Sus conversaciones fluían con naturalidad, y cada risa compartida hacía que el aire se sintiera más ligero.
Cuando llegaron a casa de Thad, él buscó la caña de pescar y se la mostró con orgullo. V eligió una caña de color azul brillante, su tono vibrante contrastando con la oscuridad de la noche.
—¿Estás lista para la aventura? —preguntó Thad, su voz llena de entusiasmo.
—Lista —respondió V, sintiendo cómo la emoción la envolvía.
Regresaron a la playa, donde el murmullo de las olas se convirtió en su banda sonora. La luz de la luna iluminaba su camino mientras se acercaban al agua. Thad le mostró cómo preparar la caña, y V lo observó atentamente, sintiendo que la conexión entre ellos se profundizaba con cada gesto.
Mientras la noche avanzaba, el cielo estrellado se convirtió en un espectáculo deslumbrante. Las constelaciones danzaban sobre ellos, y V no pudo evitar sentirse inspirada por la belleza de la naturaleza que les rodeaba.
—¿Sabes? La noche me hace pensar en lo vasto que es el mundo —dijo V, mientras Thad lanzaba su línea al agua.
—Es cierto. A veces, es fácil olvidar lo pequeño que somos en comparación con todo esto —respondió Thad, señalando hacia el cielo.
V sintió que su corazón se abría, y en ese momento, una ola de conexión pasó entre ellos. El silencio se volvió cómodo, y ambos miraron hacia las estrellas, perdidos en sus pensamientos.
El sonido del mar y la brisa nocturna crearon una atmósfera íntima, donde el tiempo parecía no tener importancia. V sintió que estaba compartiendo algo especial con Thad, algo que trascendía las palabras.
Mientras esperaban a que algún pez mordiera el anzuelo, Thad se giró hacia V, su expresión seria.
—¿Por qué decidiste salir conmigo hoy? —preguntó, como si quisiera conocer la verdad detrás de su elección.
V lo miró, sintiendo que su corazón latía más rápido. La sinceridad en su voz la conmovió.
—A veces, solo necesitas un cambio de aire, y contigo siento que puedo ser yo misma —respondió, sintiendo que cada palabra era un paso más hacia la apertura de su corazón.
Thad sonrió, y en ese instante, V sintió que el espacio entre ellos se llenaba de posibilidades.
Pasaron un tiempo en silencio, disfrutando de la compañía del otro mientras miraban las olas.
De repente, Thad sintió un tirón en su línea de pesca.
—¡Creo que he atrapado uno! —exclamó, emocionado. Comenzó a recoger la línea con rapidez, y V se puso de pie, sintiendo su corazón latir con fuerza ante la adrenalina del momento.
Mientras Thad intentaba sacar el pez, V no pudo evitar reírse de la emoción que irradiaba. El pescado finalmente salió del agua, revoloteando, y Thad lo sostuvo con orgullo.
—¡Mira esto! —gritó, su risa resonando en la noche.
V lo aplaudió, sintiendo que todo en ese momento era perfecto. El pez brillaba a la luz de la luna, y Thad lo sostenía como si fuera un trofeo, con una sonrisa que iluminaba su rostro.
—Eres un pescador natural —dijo V, acercándose para observar más de cerca.
Thad soltó el pez de regreso al agua, y ambos observaron cómo desaparecía en las profundidades, como un pequeño destello que se desvanecía.
—Tal vez deberíamos hacerlo de nuevo, pero con una caña más grande la próxima vez —sugirió Thad, y su tono despreocupado hizo que V riera.
La noche continuó envolviéndolos en su manto, y el tiempo parecía fluir sin restricciones. La conversación se deslizó desde la pesca hasta sus sueños, anhelos y esperanzas.
Mientras compartían risas y miradas furtivas, V sintió que su corazón se llenaba de una calidez reconfortante. Cada palabra que intercambiaban creaba lazos invisibles entre ellos, y en esos momentos, la conexión se sentía tangible.
—¿Tienes algún sueño que quieras cumplir? —preguntó Thad de repente, su curiosidad brillando en sus ojos verdes.
V se detuvo a pensar. Había tantas cosas que anhelaba, tantas metas y deseos que la impulsaban. Pero en ese instante, su corazón se centró en algo más importante.
—Quiero encontrar mi lugar en el mundo —respondió finalmente, sintiendo que era una verdad profunda.
Thad la miró, comprendiendo la complejidad de su respuesta.
—Eso es algo que todos buscamos, ¿verdad? —dijo, y su voz estaba impregnada de empatía.
La noche se extendía ante ellos, y mientras continuaban hablando, V sintió que la conexión entre ellos se fortalecía, tejida por risas, sueños compartidos y momentos que parecían suspendidos en el tiempo.
A medida que la marea subía, la espuma blanca de las olas acariciaba sus pies, y el aire nocturno se llenaba de la promesa de un futuro incierto. Sin embargo, en ese momento, bajo la luz de la luna, todo parecía posible.
La conversación se desvió hacia sus experiencias, compartiendo historias y anécdotas que revelaban más sobre quiénes eran. Las risas resonaban, creando ecos en la noche. V sentía que cada palabra que Thad decía la acercaba más a él, y cada historia que compartía era un hilo que tejía un nuevo capítulo en su relación.
Thad hablaba de sus aventuras en el bosque, de la libertad que sentía al explorar los rincones secretos de la naturaleza. V lo escuchaba con atención, sus ojos brillando con curiosidad.
—Siempre me ha fascinado cómo la naturaleza puede ser tan hermosa y tan peligrosa al mismo tiempo —dijo Thad, mirando hacia el mar, como si estuviera buscando respuestas en las olas.
—Es cierto. A veces, siento que la naturaleza tiene su propia forma de comunicarse con nosotros —respondió V, recordando momentos en los que había sentido esa conexión profunda con el entorno que la rodeaba.
Thad la miró, como si estuviera viendo una parte de ella que pocos conocían.
—¿Has tenido alguna experiencia extraña en el bosque? —preguntó, su voz baja y llena de interés.
V dudó por un momento, recordando sus propias vivencias y cómo había sentido la dualidad de su existencia. Decidió abrirse un poco más.
—Una vez, mientras exploraba, sentí que algo me observaba. Era como si el bosque tuviera vida propia, y no solo las criaturas que lo habitaban —compartió, sintiendo que las palabras fluían con sinceridad.
Thad se inclinó hacia ella, su expresión seria, como si entendiera el peso de sus palabras.
—A veces, los lugares pueden tener historias que contar, aunque nosotros no las entendamos completamente —dijo, reflexionando sobre su propia relación con la naturaleza.
Mientras continuaban hablando, el tiempo pasó volando, y la conexión entre ellos se profundizaba en cada intercambio de miradas y sonrisas.
La noche avanzó, y el aire se volvió un poco más fresco, pero la calidez de su compañía mantenía a raya el frío. V sintió que su corazón latía al unísono con la música de la noche, y la incertidumbre que había sentido anteriormente se desvaneció, reemplazada por una sensación de pertenencia.
Finalmente, la luna comenzó a descender, y Thad se giró hacia V, sus ojos brillando con una chispa de aventura.
—Deberíamos volver a casa antes de que nos atrape el amanecer —sugirió, pero su voz tenía un tono juguetón.
V sonrió, sintiendo que la noche aún tenía mucho que ofrecer.
—Quizás podamos quedarnos un poco más —respondió, su voz llena de desafío.
Thad rió, y V sintió que todo era posible.
La noche se extendía ante ellos, llena de promesas y sueños compartidos. Mientras caminaban de regreso, sus manos se rozaron y V sintió un escalofrío recorrer su cuerpo. Cada pequeño gesto parecía tener un significado, y cada palabra resonaba en su corazón.
A medida que se acercaban a la orilla, la brisa marina les acariciaba la piel y las olas seguían rompiendo con fuerza, como si la naturaleza misma celebrara su conexión. Thad miró hacia el mar y luego a V, su expresión iluminada por la luna.
—¿Qué te gustaría hacer ahora? —preguntó, su voz suave y tentadora.
V se detuvo un momento, sintiendo que su corazón latía con fuerza.
—No sé... Tal vez podríamos... simplemente disfrutar de la noche un poco más —sugirió, su voz un susurro.
Thad asintió, comprendiendo la magia del momento. Se sentaron en la arena, observando cómo la luna iluminaba el mar.
El silencio se llenó de la melodía de las olas y el canto de las criaturas nocturnas. V sintió que la conexión entre ellos se solidificaba, tejida por el aire fresco y el murmullo de la naturaleza.
Mientras contemplaban el horizonte, V se dio cuenta de que había encontrado en Thad a alguien que la entendía. En esa noche mágica, bajo el manto de las estrellas, el mundo parecía pequeño y lleno de posibilidades.
Y así, la noche continuó deslizándose suavemente, como un río de tiempo que no quería llegar a su fin. La conexión entre V y Thad florecía, uniendo sus corazones en un viaje que apenas comenzaba.
Y mientras el amanecer comenzaba a aparecer en el horizonte, tiñendo el cielo de tonos rosados y anaranjados, V tomó la mochila de Thad, colgándola al hombro con un gesto despreocupado. Su corazón aún palpitaba con la emoción de la noche anterior, mientras miraba a Thad, quien aún estaba sentado en la arena, contemplando la vastedad del océano. La brisa marina les acariciaba la piel, trayendo consigo el fresco aroma de la sal y la promesa de un nuevo día.
—Gracias por todo —dijo V, su voz suave, cargada de una gratitud que iba más allá de las palabras. Aún podía sentir el eco de las risas compartidas y las conversaciones profundas que habían tenido. Era como si la noche hubiera creado un lazo invisible entre ellos, un hilo que los unía de manera inexplicable.
Thad sonrió, y en sus ojos había una chispa que hacía que el corazón de V se acelerara. Ella notó la manera en que el sol comenzaba a iluminar su cabello rubio, convirtiéndolo en un halo dorado. Sin pensarlo dos veces, impulsada por una mezcla de coraje y deseo, V se inclinó hacia él, cerrando la distancia que aún los separaba, y lo besó.
El beso fue inesperado, un gesto espontáneo que ni siquiera ella sabía por qué había hecho. Sus labios se encontraron en un encuentro dulce y apasionado, un momento suspendido en el tiempo donde nada más parecía importar. Ninguno de los dos se apartó; al contrario, se dejaron derretir en la calidez del beso, disfrutando de la suavidad de sus labios. Era como si el mundo a su alrededor se desvaneciera, dejándolos solos en su pequeño rincón del universo, donde solo existían ellos dos y la conexión que había surgido entre ellos durante la noche.
V sintió que el tiempo se detenía. En ese instante, la humedad de sus labios y la intimidad del momento los envolvían como un manto. Era un beso lleno de promesas, de sueños compartidos, y de un entendimiento tácito que parecía ir más allá de las palabras. Podrían haberse quedado así por siempre, inmersos en esa burbuja de felicidad, de no ser porque uno de los primeros rayos de sol tocó la piel de V.
El contacto con la luz del sol fue instantáneo y doloroso. Un chillido de sorpresa y desagrado escapó de sus labios mientras una punzada de agonía se extendía por su cuerpo. La luz dorada del amanecer, tan hermosa para muchos, era para ella una amenaza. La quemazón del sol era un recordatorio cruel de su naturaleza. V se apartó rápidamente, su rostro reflejando una mezcla de dolor y resignación.
—¡Ay! —gruñó, llevándose una mano al rostro, como si pudiera alejar el ardor con un simple gesto. La sensación de la luz se intensificaba, y sus alas, que habían estado cerradas y ocultas durante la noche, se desplegaron instintivamente. La vista de sus alas negras y membranosas, con las marcas de batallas pasadas y cicatrices de un tiempo que parecía lejano, era un recordatorio de quién era realmente.
Thad la observaba, su expresión de sorpresa transformándose en preocupación al ver cómo se retorcía por el dolor. V sabía que debía partir; quedarse un segundo más bajo la luz del sol sería un riesgo que no podía permitirse. Sin embargo, la idea de separarse de Thad, de dejar atrás esa conexión tan intensa, la llenaba de una tristeza profunda.
Con una mezcla de determinación y melancolía, V extendió sus alas completamente. El viento fresco de la mañana las acarició, y en ese instante, sintió la fuerza que siempre había estado presente en ella, una parte de su esencia que nunca podría ser negada. Con un último vistazo a Thad, quien parecía atrapado entre la preocupación y la admiración, V se preparó para despegar.
—Nos vemos pronto —dijo, su voz un susurro entre el viento, mientras se elevaba en el aire.
Thad no respondió, pero su mirada la seguía, llena de algo que V no podía descifrar del todo. Una mezcla de anhelo y respeto, tal vez. En el momento en que se alejó de la playa, el peso de la mochila se sintió ligero en su espalda, como si el acto de volar le liberara de cualquier carga emocional.
Mientras ascendía, la brisa le acariciaba el rostro, llevándose consigo el dolor y la tristeza. A medida que se alejaba de la costa, miró hacia abajo, donde Thad se quedaba parado, una figura pequeña en la arena, que se desdibujaba lentamente con la distancia. En su corazón, V sabía que la conexión que habían creado no se desvanecería con la llegada del amanecer.
Y así, mientras surcaba el cielo, dejando atrás el mar y la playa, V se prometió a sí misma que regresaría. La noche había traído consigo una chispa de algo que había estado ausente en su vida, y no podía permitir que se apagara tan fácilmente. La idea de regresar a la mansión con una nueva perspectiva, una nueva amistad, y la posibilidad de algo más con Thad la llenaba de una energía renovada.
A lo lejos, el paisaje comenzaba a cambiar, y la mansión aparecía a la vista. Su hogar, donde las sombras y los secretos solían reinar. Pero ahora, algo había cambiado en ella. Con el corazón aún palpitando por el beso, y la promesa de lo que estaba por venir, V sintió que, finalmente, estaba comenzando a encontrar su lugar en el mundo.
Entró rápidamente por una ventana que estaba abierta, cayendo pesadamente en el suelo de la habitación. El impacto hizo que un pequeño polvo de partículas se levantara del suelo, y V sintió un ligero temblor en sus alas, aún adoloridas por el roce de la luz del amanecer. Corrió a cerrar las cortinas con un movimiento apresurado, intentando cubrir la habitación con una penumbra protectora que la alejara del peligroso brillo del sol. No quería sufrir más quemaduras, especialmente después de lo que ya había soportado en el camino. Cada movimiento era un recordatorio del dolor, pero su deseo de evitar que el sol la tocara era aún más fuerte.
Una vez que las cortinas estaban bien cerradas, suspiró, dejándose caer pesadamente sobre el suelo, sin darse cuenta de en qué habitación se encontraba. Todo era un torbellino en su mente; las imágenes de la noche anterior y el beso con Thad aún danzaban en su memoria, pero también la urgencia de regresar y la preocupación por sus quemaduras.
—¿V? —la voz de N rompió el silencio, y ella levantó la vista, reconociendo la familiaridad de su hermano. A su lado estaba Uzi, la presencia imponente de la bruja contrastaba con la suavidad de la luz que se filtraba por las cortinas.
V se sentó lentamente, recuperando un poco de compostura, mientras N se acercaba. El brillo de sus ojos revelaba una mezcla de alivio y preocupación, algo que siempre la hacía sentir en casa.
—¿Qué te pasó? —preguntó N, frunciendo el ceño mientras observaba sus alas, notando las cicatrices recientes y el rastro de ceniza que aún permanecía en ellas.
Sin pensarlo dos veces, V les lanzó la mochila. Uzi la atrapó con un movimiento fluido, usando su magia para evitar que cayera al suelo.
—Un humano se los manda —dijo V, con un tono de voz que no permitía preguntas. No tenía intenciones de profundizar en el tema. Estaba demasiado agotada como para explicar cómo había conocido a Thad, o cómo ese breve encuentro había hecho que su corazón latiera de una manera diferente.
El peso de la mochila le pareció excesivo, como si llevase consigo no solo la carga física de la comida y los frascos, sino también el peso de las emociones que había experimentado. Con un gesto de resignación, saltó del suelo, colgándose contra el candelabro que colgaba del techo.
En un movimiento fluido, se envolvió en sus alas, creando un refugio a su alrededor. La oscuridad que la rodeaba le ofrecía una sensación de seguridad, un espacio donde podía dejar de pensar por un momento. Cerró los ojos y se permitió ser arrullada por el cansancio, dejando que su mente se desvaneciera en un sueño profundo.
Mientras tanto, Uzi y N abrieron la mochila con curiosidad y ansias. La vista de la comida era un alivio, algo que sus cuerpos necesitaban desesperadamente. N tomó de inmediato uno de los frascos y lo abrió con un chasquido, llevándoselo a los labios con urgencia. La sangre que contenía era una necesidad básica, un recurso vital que no podían desperdiciar. Cada gota le proporcionaba la fuerza y la vitalidad que requerían para seguir adelante, para resistir en un mundo que parecía cada vez más hostil.
Uzi, por su parte, se centró en el paquete de carne seca que había encontrado. Con un gesto elegante, abrió el envoltorio y comenzó a comerlo mientras que miraba a N ebeber la sangre con cierta desesperación, sabiendo que ambos necesitaban alimentarse antes de que el día avanzara. La comida no solo era sustento físico, sino también un vínculo entre ellos; un recordatorio de que, a pesar de las adversidades, aún podían encontrar momentos de normalidad.
Ambos agradecieron silenciosamente a V por traerlo. Sabían que había conocido a Thad en el proceso, y aunque no estaban seguros de cómo se sentiría al respecto, había algo en su relación que parecía significativo.
Con cada bocado que tomaban, el aire de la habitación se llenaba de un sentido renovado de esperanza. La luz tenue y la atmósfera protegida les ofrecían un pequeño respiro en su caótica vida. Sin embargo, mientras V continuaba soñando envuelta en sus alas, sus pensamientos regresaban a Thad, a su sonrisa y a la promesa de un futuro incierto pero lleno de posibilidades.
A medida que los minutos pasaban, el silencio en la habitación se mantenía, roto solo por los sonidos de la comida siendo consumida y el suave murmullo del viento que acariciaba las ventanas cerradas. La conexión entre ellos se sentía más fuerte que nunca, como si cada uno estuviera consciente de lo que el otro había soportado.
Uzi, al terminar su parte, levantó la vista hacia N, quien aún saboreaba cada gota del frasco.
—¿Crees que debería despertarla? —preguntó Uzi, su voz apenas un susurro.
N lo miró pensativo, aún atrapado en sus pensamientos. La idea de interrumpir el sueño de su hermana le parecía incómoda, pero también sabía que tenían que hablar sobre lo que había sucedido. Después de todo, el encuentro de V con Thad podría cambiar las cosas, y necesitaban entenderlo mejor.
—Quizás deberíamos dejarla descansar un poco más —decidió finalmente N, convencido de que, en su estado actual, era mejor no presionarla. Tendrían tiempo para hablar más tarde, pero por ahora, la paz del momento era más que suficiente.
Así, la habitación se sumió en un silencio cómodo, donde el tiempo parecía pasar de manera diferente. Los tres, a su manera, estaban en un mismo camino, y aunque cada uno tenía sus propias batallas que librar, sabían que juntos podían enfrentar cualquier cosa que el mundo les arrojara.
—¿Quién era esa chica? —exigió saber Lizzy cuando Thad entró en la casa, claramente agotado y aún intentando procesar la noche que había tenido. Las luces del hogar iluminaban el pasillo con una calidez que contrastaba con la fría brisa que había sentido fuera, y Lizzy estaba de pie, con los brazos cruzados y una expresión que mezclaba curiosidad y sospecha.
Thad dejó caer su mochila en el suelo, el sonido del impacto resonando en el silencio de la casa. El crujido de la mochila al aterrizar parecía resonar en su mente, cada ruido amplificando la tensión de la situación. Con un profundo suspiro, se dirigió a la litera inferior de su cuarto, sintiendo el peso de la fatiga en cada uno de sus huesos. Su hermana gemela lo miraba con una expresión de expectación, como si su mirada pudiera obligarlo a dar más explicaciones. Había algo en su actitud que lo hacía sentir un poco como si fuera un niño atrapado en una travesura, sabiendo que su hermana no se detendría hasta que obtuviera la verdad.
—Se llama V —dijo finalmente, sintiéndose algo débil. Las palabras salieron casi como un susurro, pero el simple hecho de recordar a V hizo que una oleada de energía y nerviosismo recorriera su cuerpo. Cada vez que pensaba en ella, su corazón daba un vuelco, recordándole el calor de su risa y la luz en sus ojos.
—¡¿Y?! —insistió Lizzy, cruzando los brazos y elevando una ceja, casi como si estuviera desafiándolo a ocultar algo más. Thad podía ver que su hermana estaba ansiosa por conocer más detalles, y eso solo aumentaba su frustración.
Pero Thad solo gruñó, la tensión entre ellos se hacía palpable. No tenía energías para lidiar con ella tan temprano, especialmente después de haber pasado toda la noche despierto. Se dejó caer en su cama, la comodidad de la colcha familiar envolviéndolo como un abrazo. La suavidad de las sábanas contrastaba con la agitación en su mente. Aunque su mente seguía maquinando, no podía negar que aún sentía el hormigueo en sus labios por haberse besado con V.
"Es muy hermosa..." pensó mientras cerraba los ojos, dejando que su mente viajara de regreso a ese momento. La forma en que sus ojos brillaban a la luz de la luna, el suave perfume que emanaba de su piel, todo parecía un sueño. Thad se preguntó si volvería a verla. ¿Le gustarán las flores? La idea le trajo una sonrisa a los labios, pero también un toque de preocupación. ¿Cómo podría acercarse a ella sin parecer un tonto? La posibilidad de quedar como un idiota frente a ella le provocó un ligero escalofrío.
Con esos pensamientos en mente, comenzó a ceder al sueño. La oscuridad suave y envolvente de su habitación era un refugio acogedor. Se sentía cada vez más pesado, como si el mundo exterior se desvaneciera, llevándose consigo las exigencias y las preguntas de su hermana. En esos momentos, la idea de que V pudiera convertirse en parte de su vida le llenaba de una calidez que hacía tiempo no sentía.
Finalmente, dejó que Morfeo lo atrapara por completo, permitiendo que su mente se sumergiera en un océano de sueños. No le importaba demasiado la insistencia de Lizzy ni las preguntas que seguirían. Su mente ahora estaba ocupada en un lugar donde solo existía él y la posibilidad de un futuro junto a V, un futuro que se sentía tan vibrante y lleno de esperanza.
8052 PALABRAAAAASSSSS
Feliz cumpleaños Cloeeeeeeeeeeeeeeeee >:D
Un capítulo VThad, yyyyy sigue siendo canon dentro de la trama del libro en sí :3
Así que sip, pude cumplirte tu capricho y adaptarlo para que no sea solo relleno, y sí va a ser importante para el final, y me va a ayudar a darle más protagonismo a V en el final.
Toma a tus papis número 1234567898765432345678 como regalo de cumpleaños ^^
YYyyyy que este cap SÍ es canon dentro de la trama del libro :>
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