Capítulo 48
Uzi salió casi corriendo de la habitación del vampiro, con el rostro completamente encendido. No podía creer lo que acababa de hacer. ¿En qué estaba pensando al ser tan atrevida? ¿Qué había pasado por su mente para inclinarse y besarle la mejilla así, sin más?
Mientras corría por los largos pasillos de la mansión, su mente era un caos. Los latidos de su corazón retumbaban en sus oídos, y una parte de ella no podía dejar de repetirse lo absurdo que había sido todo. ¿Qué pensarían los demás si se enteraran? Pero más que eso, ¿qué estaría pensando el vampiro ahora mismo? Su rostro enrojeció aún más al imaginarlo. Intentó ahogar esos pensamientos, luchando por recuperar algo de calma.
Llegó a la biblioteca, su refugio habitual cuando las cosas parecían salirse de control. Empujó la puerta con suavidad, permitiendo que el familiar olor a libro viejo y humedad la envolviera. Ese olor siempre la calmaba. Era un bálsamo para su agitada mente, un recordatorio de que, en medio de tanto caos, ese lugar siempre estaría allí, inmóvil, constante. Uzi respiró profundamente, llenando sus pulmones con ese aroma reconfortante. Amaba este lugar. Más que cualquier otro rincón de la mansión, la biblioteca había llegado a ser su santuario.
Las altas estanterías repletas de libros antiguos parecían perderse en las sombras de los rincones más oscuros de la habitación. Los volúmenes, algunos gruesos y pesados, otros delgados y casi olvidados, contenían un vasto conocimiento que apenas comenzaba a comprender. Desde que había llegado al bosque, este había sido su lugar de aprendizaje y escape. Aquí, en la tranquilidad de los libros y los hechizos, había aprendido más sobre la magia de lo que jamás imaginó. Y más importante aún, había comenzado a desentrañar los misterios que rodeaban ese bosque maldito.
Caminó hacia una de las mesas de madera oscura, sus dedos rozando el lomo de los libros al pasar. Aún sentía el calor en sus mejillas, aunque poco a poco comenzaba a calmarse. Había venido a la biblioteca buscando despejar su mente, y necesitaba sumergirse en algo, cualquier cosa, que la alejara de la vergüenza que todavía sentía ardiendo en su interior.
Se sentó en una de las grandes sillas acolchonadas que bordeaban la mesa central. A su lado, una lámpara de aceite titilaba débilmente, proyectando sombras que danzaban en las paredes. Sacó uno de los libros que había estado leyendo sobre magia, una obra gruesa y polvorienta, con páginas amarillentas por el paso del tiempo. Aunque su objetivo inicial había sido encontrar una forma de salir del bosque y escapar de la maldición que la retenía allí, últimamente había comenzado a disfrutar de la magia en sí, recordando cuando su madre Nori le enseñaba a controlarla. Cada hechizo nuevo que aprendía, cada conjuro que practicaba, le daba una sensación de control en un mundo que parecía empeñado en quitarle todo.
Sin embargo, mientras intentaba concentrarse en las líneas de texto, las palabras parecían desvanecerse frente a sus ojos. Su mente seguía volviendo, una y otra vez, al momento que acababa de vivir. El recuerdo del vampiro, su mirada, el frío de su piel... Y, por supuesto, el beso. ¿Qué había significado para él? ¿Había sido algo insignificante, una simple muestra de gratitud? O tal vez... tal vez él lo había sentido de la misma forma que ella.
Negó con la cabeza, intentando ahogar esas ideas. No tenía tiempo para distraerse con esas cosas. Había problemas más importantes que resolver. Su principal misión seguía siendo encontrar una forma de salir del bosque y liberar a los suyos de la maldición que los tenía atrapados. Había jurado para sí misma que no descansaría hasta encontrar una solución. Y esta biblioteca, con todos sus misterios y conocimientos ocultos, era su mejor esperanza.
Pero a pesar de su determinación, no podía evitar que sus pensamientos volvieran una y otra vez al vampiro. Había algo en él que la inquietaba, algo que la atraía. No solo era su aspecto, aunque no podía negar que eso jugaba un papel importante. Era la forma en que la miraba, como si viera más allá de lo que ella misma era capaz de ver. Como si entendiera algo sobre ella que ni siquiera ella misma comprendía.
Suspiró y cerró el libro con un suave golpe. Estaba claro que no iba a poder concentrarse en nada hoy. No con su mente tan agitada. Necesitaba tiempo para aclarar sus pensamientos, para poner en orden todo lo que sentía. Pero al mismo tiempo, sabía que no podía permitirse ese lujo. El tiempo corría, y cada día que pasaba, sus posibilidades de encontrar una salida se reducían. Tendría que encontrar el equilibrio entre sus emociones y su misión, o de lo contrario, perdería mucho más que su corazón en este bosque.
Determinada a retomar el control, se levantó de la silla y caminó hacia una de las estanterías del fondo, donde sabía que se guardaban los textos más antiguos y poderosos. Si había una respuesta para su dilema, estaría en uno de esos libros. Y mientras sus dedos recorrían los lomos de los volúmenes en busca de uno que le llamara la atención, supo que, aunque el beso había sido solo un momento, un simple gesto, de alguna manera, había cambiado todo. Y ahora, tendría que descubrir qué significaba realmente.
- ¿Legeremancia? -dijo abriendo al azar el primer libro que tomó de la estantería.
Uzi sostenía el libro entre sus manos, sintiendo el peso de las palabras que acababa de leer.
"Legeremancia", pensó, una habilidad poderosa, peligrosa incluso, si se usaba sin control o ética. La idea de poder leer la mente de los demás era tentadora, pero también lo llenaba de dudas.
La luz tenue de la biblioteca apenas alcanzaba para iluminar las páginas amarillentas, pero a Uzi no le importaba. Estaba en uno de sus lugares favoritos, rodeado por estantes llenos de libros antiguos y con ese aroma inconfundible a papel envejecido. Para él, este era un refugio, un lugar donde podía desconectarse de sus preocupaciones y explorar los misterios de la magia. Pero ahora, las palabras en el libro frente a él no le ofrecían calma, sino un torbellino de emociones.
"¿Leer la mente de alguien? Podría ser peligroso", pensó mientras acariciaba la cubierta del libro con los dedos. "Pero... ¿y si lo uso para entender mejor a los demás? ¿Y si lo hago para ayudar, no para invadir su privacidad?"
La tentación de aprender la legeremancia crecía en su interior. Imaginaba lo fácil que sería entender los pensamientos y sentimientos de los demás sin necesidad de preguntarles. No habría confusiones ni malentendidos. Especialmente en lo que respectaba a N... Desde ese beso en la mejilla, su mente había estado inquieta, llena de preguntas. ¿Qué sentía N? ¿Lo había hecho sólo por impulso o había algo más detrás de ese gesto?
Uzi se detuvo por un momento y dejó caer la cabeza hacia atrás, mirando al techo de la biblioteca como si buscara respuestas allí. La sensación de duda la envolvía.
"No debería usar la magia para algo tan personal", se dijo a sí misma. "Sería un abuso de poder". Pero entonces, otra idea surgió en su mente. "¿Y si N también está confuso? Tal vez leer su mente me ayudaría a aclarar las cosas... y a no cometer más errores."
Abrió de nuevo el libro, repasando las líneas con más atención. Las palabras describían los procedimientos básicos, los riesgos y los límites de la legeremancia. Al parecer, era una magia avanzada, algo que requería no sólo habilidad, sino también una profunda conexión con el otro. No era simplemente leer pensamientos como si fueran palabras en una página; era adentrarse en el entramado de la mente, un espacio lleno de emociones, recuerdos y secretos.
"¿Sería capaz de hacerlo?", pensó Uzi. Sabía que su magia había crecido mucho desde que empezó su aprendizaje, pero esto era algo distinto. La legeremancia no era un juego. Además, ¿cómo se sentiría N si supiera que estaba pensando en usar magia para leer su mente?
La ética de la situación lo abrumaba. Sabía que N confiaba en él, y traicionar esa confianza sería un error imperdonable. Pero al mismo tiempo, no podía evitar sentirse tentado. Tal vez, sólo tal vez, si aprendía a usar esta habilidad con moderación, podría llegar a comprender mejor lo que estaba ocurriendo entre ellos.
"Quizá no sea tan malo si lo uso de manera responsable", se justificó a sí misma. El conflicto interno era cada vez más fuerte, como una batalla entre su curiosidad y su sentido del deber. "No lo usaría para hacer daño, sólo para entender..."
Pero entonces, un pensamiento lo detuvo en seco: ¿Y si la legeremancia revelaba algo que no quería saber? ¿Y si, al mirar dentro de la mente de N, descubría que sus sentimientos no eran los mismos? O peor aún, ¿y si veía algo que rompiera completamente la conexión entre ellos?
Cerró el libro de golpe, con un gesto decidido.
"No puedo hacer esto", murmuró. "No puedo usar la magia para satisfacer mi propia curiosidad." El peso de esa decisión lo dejó sintiéndose un poco más aliviado, aunque aún inseguro.
Uzi se levantó, colocando el libro de vuelta en la estantería. Las estanterías a su alrededor parecían observarlo en silencio, como si los viejos volúmenes supieran del dilema moral que había enfrentado y respetaran su decisión.
"Tal vez sea mejor hablar con N directamente", se dijo mientras miraba hacia la puerta. "Tal vez sólo necesitemos ser sinceros el uno con el otro, sin magia de por medio." Con una sonrisa ligera, salió de la biblioteca, dejando el libro y la tentación de la legeremancia atrás.
El camino hacia la verdad sería más difícil, pero sabía que sería más genuino.
Uzi, con la mente hecha un torbellino, ni siquiera se dio cuenta del momento exacto en que chocó contra algo sólido, casi rebotando hacia atrás, pero antes de que pudiera caer, unos brazos firmes la envolvieron con suavidad, impidiendo que su cuerpo tocara el suelo. Instintivamente, miró hacia arriba, encontrándose con los ojos ambarinos de N, el vampiro que la tenía atrapada.
—¿N? —murmuró, confundida por su presencia y por el hecho de que él la estuviera sujetando—. Deberías estar dormido —agregó, todavía procesando la cercanía.
N la miró con esa sonrisa suave que siempre le provocaba un nerviosismo extraño. Sin soltarla por completo, respondió:
—Lo sé —hizo una pausa—, pero tenía que devolverte algo.
Uzi, con el ceño fruncido, abrió la boca para preguntarle qué quería devolverle cuando, sin previo aviso, N se inclinó un poco más hacia ella y depositó un beso en su mejilla. El gesto fue tan inesperado y tan suave que, por un segundo, Uzi sintió como si todo a su alrededor se congelara. Apenas pudo reaccionar cuando N se apartó ligeramente, aún con una sonrisa juguetona en el rostro.
—Listo, estamos a mano —dijo él, como si hubiera hecho algo tan simple como devolverle un libro o un objeto perdido.
El rostro de Uzi, ya confundido, pasó a reflejar un caos interno. Se quedó paralizada, su mente intentando procesar lo que acababa de suceder, pero el calor en su mejilla parecía quemarle, y la sensación se expandió rápidamente a todo su rostro. No podía creerlo: el vampiro la había besado. Aunque fuera en la mejilla, el gesto tenía un significado diferente para ella, y eso la hizo entrar en un estado de nerviosismo.
Mientras tanto, N seguía viéndose encantado, claramente disfrutando del impacto que había causado. Para él, la situación parecía ser más divertida que incómoda. Su actitud relajada contrastaba con el caos mental de Uzi, que estaba tan inmóvil que parecía una estatua.
—¿Uzi...? —preguntó N, con un tono que intentaba ser despreocupado, aunque ya era consciente del efecto que había tenido en ella.
El sonido de su nombre en los labios de N la sacó de su trance. Sin pensar, gruñó, intentando recobrar el control de la situación.
—¡Jódete! —exclamó mientras lo empujaba con suavidad. Su gesto no era agresivo, pero lo suficiente para que N retrocediera unos pasos.
N no hizo más que reír. La manera en que Uzi intentaba disimular su vergüenza lo divertía. Sabía perfectamente que, a pesar de sus palabras, ella no estaba realmente enojada.
—Eres un idiota... —murmuró, llevándose una mano a la cara, como si eso pudiera ocultar el evidente rubor que ahora cubría no solo sus mejillas, sino también la punta de sus orejas.
—Sí, bueno, soy un idiota que aún así quieres —dijo N con una media sonrisa, sus ojos brillando con una mezcla de satisfacción y picardía.
—¿Qué...? —Uzi lo miró, confundida y con el corazón latiéndole tan rápido que sentía que podría explotar.
—Nada, nada —respondió N, agitando una mano en el aire, claramente tratando de desviar la conversación—. ¿Qué encontraste?
El vampiro señaló con la mirada el libro que Uzi llevaba consigo, visiblemente intentando cambiar de tema antes de que la situación se tornara aún más incómoda para ella. El simple hecho de mencionar el libro distrajo a Uzi, aunque no lo suficiente como para que su mente dejara de centrarse en el beso.
—Legeremancia... —respondió ella finalmente, con una voz que aún reflejaba su nerviosismo. Pero agradeció internamente el cambio de tema. Hablar de magia, de libros, siempre le resultaba más fácil que lidiar con sus emociones, especialmente cuando N estaba cerca.
—¿Legeremancia? —repitió N, arqueando una ceja, visiblemente intrigado.
Uzi asintió mientras se apartaba de él y abría el libro al azar, tratando de concentrarse en el contenido en lugar de en el calor que aún sentía en su mejilla. Leía en voz baja, lo suficientemente alto para que N también pudiera escuchar.
—El arte de leer la mente empleando la habilidad mágica... —recitó.
La idea de leer mentes le resultaba fascinante y aterradora al mismo tiempo. Imaginó por un momento lo que podría descubrir si tuviera esa habilidad, si pudiera asomarse a los pensamientos de otros... Los de N, por ejemplo. Su mente divagó hacia ese pensamiento sin quererlo. ¿Qué estaría pensando él en este momento? ¿Habría significado algo más ese beso para él? Sacudió la cabeza, alejando esos pensamientos antes de que pudieran profundizarse más.
—Quizás... —murmuró, pensando en las posibilidades que esa magia le ofrecía.
No podía evitar sentir curiosidad. Leer mentes, saber qué pasaba en la mente de alguien, especialmente después del incidente con el beso. La idea de usar la legeremancia para descubrir lo que N pensaba la tentaba. ¿Sería capaz de hacerlo? Podría obtener respuestas sin tener que preguntarle directamente, evitando así más momentos incómodos. Pero, al mismo tiempo, algo en su interior le decía que no debía hacerlo. No podía usar la magia de esa manera, por más curiosidad que tuviera.
—¿Estás pensando en aprenderla? —preguntó N, quien parecía haber notado la breve pausa en su habla.
Uzi no respondió de inmediato. Cerró el libro y lo miró de reojo, notando cómo la luz de las lámparas de la biblioteca proyectaba sombras sobre su rostro, haciéndolo ver más misterioso de lo que ya era.
—Tal vez... —dijo al final, en un tono que dejaba entrever que aún estaba indecisa. No era solo la magia lo que la hacía dudar; era la moralidad detrás de usarla en alguien que comenzaba a volverse importante para ella, aunque no supiera cómo manejar esos sentimientos.
N la observó por unos segundos, como si intentara leer sus pensamientos sin necesidad de legeremancia. Luego, con una sonrisa enigmática, simplemente asintió.
—Bueno, si lo haces, asegúrate de no espiarme mucho, ¿de acuerdo? —bromeó, rompiendo el momento de tensión.
Uzi lo miró y rodó los ojos, aunque una pequeña sonrisa se formó en sus labios. N siempre encontraba la forma de aligerar el ambiente, y eso, en cierto modo, la ayudaba a sentirse menos atrapada por sus propios pensamientos.
—No necesito la magia para saber que eres un tonto —replicó, volviendo a su tono habitual.
—Eso puede ser cierto —concedió N, mientras ambos comenzaban a caminar juntos hacia otra sección de la biblioteca.
Aunque las emociones de Uzi seguían siendo un caos, había algo reconfortante en estar cerca de N, incluso cuando no sabía cómo manejar lo que sentía. Las preguntas sobre el beso y lo que significaba podrían esperar, al menos por ahora. Por el momento, tenían libros por leer y secretos por descubrir juntos, y eso, pensó Uzi, era suficiente.
—¿Has visto a Alvirian? —preguntó N con curiosidad mientras recorría con la mirada el lugar vacío, el tono de su voz ligeramente preocupado.
—Estaba dormido cuando salí —respondió Uzi, la más baja de ambos, mientras se cruzaba de brazos—. ¿No estaba en el cuarto?
N negó con la cabeza, y ambos intercambiaron una mirada de resignación. Alvirian no solía ser cercano a ellos, no era que siquiera hablaran más allá de las lecciones de magia que Uzi le daba cada tanto, pero su tendencia a desaparecer de repente siempre los dejaba inquietos.
—Mientras no nos meta en más problemas... —murmuró Uzi, medio en broma y medio en serio, mientras observaba a N estirarse con un largo bostezo. La expresión cansada del vampiro no pasó desapercibida.
—Deberías dormir —insistió Uzi, sus ojos fijos en él.
N negó con la cabeza de manera terca, aunque la fatiga se hacía evidente en sus movimientos lentos. Uzi, sin perder tiempo, ya había decidido lo que iba a hacer.
—No me obligues a... —dijo ella, dejando la frase inconclusa con un tono amenazante, y antes de que N pudiera preguntar de qué hablaba, Uzi desapareció en un destello purpura.
Uzi apareció sobre él y antes de que pudiera decir algo ambos habían desaparecido en un destello morado.
La teletransportación siempre resultaba extraña para N. La sensación de asfixia momentánea, como si lo pasaran por un tubo demasiado estrecho. No importaba cuantas veces había visto a Uzi hacerlo cómo si nada, para él el instante en que el aire parecía serle arrebatado antes de reaparecer en otro lugar le dejaba desorientado. Apenas volvió a respirar y el entorno cambió, se dio cuenta de que estaban en su habitación. El destello púrpura se desvaneció, dejándolos a ambos en la cama, y Uzi cayó suavemente sobre él, aunque la situación no parecía importarle mucho.
N parpadeó, aún intentando orientarse, pero sonrió de medio lado al ver la expresión de Uzi. Ella estaba por encima de él, con el ceño fruncido.
—Duerme —ordenó Uzi, sin darse cuenta de la posición en la que habían aterrizado, sus ojos fijos en el techo como si ignorara completamente el contacto.
N, sin embargo, no pudo evitar una sonrisa. Aprovechando el momento, la abrazó con suavidad, atrayéndola hacia su pecho. La cercanía le hacía sentir el calor que desprendía el cuerpo de Uzi, algo inusual para él, acostumbrado a la frialdad de su naturaleza vampírica. Pero estar así, con ella tan cerca, era reconfortante de una manera que no se atrevía a explicar del todo.
—Solo si te quedas conmigo —murmuró N, su voz baja y algo somnolienta, mientras una leve sonrisa se formaba en su rostro. Su pálido rostro se sonrojaba ligeramente ante el contacto, algo que ni él mismo parecía controlar.
Uzi gruñó en respuesta, pero no hizo esfuerzo alguno por separarse. De hecho, parecía haberse resignado a la situación, apoyando su cabeza en el pecho de N, mientras ambos se acomodaban en la cama. Aunque no lo admitiera, la cercanía también la calmaba, como si el ritmo lento y regular de la respiración de N la invitara a relajarse.
El cuarto de N era enorme y aún así lleno de cosas, pero estaba organizado con una precisión casi militar, reflejando el carácter metódico del vampiro, o al menos la forma en que había sido criado. Las cortinas gruesas bloqueaban casi toda la luz exterior, dejando la habitación sumida en una penumbra cómoda. La cama, amplia y cubierta con sábanas de terciopelo oscuro, parecía una burbuja perfecta para esconderse del mundo.
El silencio de la habitación fue interrumpido solo por el sonido del viento contra las ventanas y el ocasional crujido de la madera antigua de la casa. Era como si todo conspirara para que N y Uzi tuvieran ese momento de calma juntos, lejos de las preocupaciones y problemas que los rodeaban.
N, ahora sintiendo el calor del cuerpo de Uzi contra el suyo, no pudo evitar cerrar los ojos. Sentía el peso ligero de ella sobre él, su respiración suave y tranquila, y por un momento, el cansancio acumulado lo venció. Su mente comenzó a apagarse, y pronto sus pensamientos quedaron atrapados en la bruma del sueño.
Uzi, por otro lado, no podía dormir tan fácilmente. A pesar de lo cómoda que estaba, su mente seguía activa, pensando en todo lo que había pasado recientemente, en Alvirian y en cómo siempre parecía meterse en problemas. Pero a pesar de esos pensamientos fugaces, una parte de ella se centraba en N, en lo tranquilo que parecía en ese momento.
No podía negar que estar cerca de él la hacía sentir extrañamente segura, como si todo estuviera bajo control cuando él estaba cerca. Aunque jamás lo admitiría en voz alta, la cercanía de N la reconfortaba de maneras que no entendía del todo.
—Te odio —susurró Uzi, medio en broma, mientras cerraba los ojos, acomodándose un poco más en el pecho de N.
N, aún entre sueños, sonrió.
—Lo sé —murmuró, apenas consciente, su voz suave y tranquila.
El silencio volvió a reinar en la habitación. El mundo exterior parecía lejano, irrelevante. Todo lo que importaba en ese momento era la sensación de estar juntos, de compartir ese espacio de intimidad, aunque ninguno de los dos lo verbalizara.
El tiempo pasó lentamente, el sonido del viento se hizo más distante, y finalmente, Uzi también cayó presa del sueño, sus pensamientos desvaneciéndose mientras se dejaba llevar por el cansancio acumulado.
El ambiente del cuarto, cálido y oscuro, parecía protegerlos de cualquier amenaza exterior. Las paredes gruesas de la antigua mansión y las cortinas pesadas los envolvían como una fortaleza contra el caos que solía gobernar sus vidas. El suave balanceo del pecho de N, subiendo y bajando con cada respiración, terminó por adormecer también a Uzi.
Quizá no necesitaban decirlo, quizá no necesitaban aclarar lo que significaba ese momento. Tal vez, simplemente sabían que esa cercanía, ese entendimiento tácito, era suficiente. Y, por ahora, eso bastaba.
Ambos durmieron profundamente, abrazados en la penumbra de la habitación, dejando que el resto del mundo se desvaneciera por un rato más.
Llevo como 3 días escribiendo esto.... y eso que es un capítulo corto en comparación con otros...
1. Hoy es mi cumpleañosssss
2. La legeremancia sí es muy cabrona, y hay gente que lo hace de manera inconsciente, pero ajá, la moralidad también juega un papel importante, y es magia Arcana, o sea que no es algo que puedas aprender de manera nata, tienes que tener un "maestro" aunque hay brujos y brujas que nacen con la habilidad y se llaman Legerementes (Harry Potter no mentía en eso jaja)
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