Capítulo 40
Holly Molly, yo decía que a lo mucho serían unos 20 capítulos....
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Doll salió de casa temprano por la mañana, una mañana que, a simple vista, se antojaba monótona y gris. El cielo estaba cubierto por un manto de nubes pesadas, y la lluvia caía sin prisa, pero constante, formando pequeñas charcas en los caminos de piedra. Las gotas de agua que golpeaban el suelo creaban un ritmo suave, casi hipnótico, mientras se deslizaban por el concreto y las hojas de los árboles que bordeaban la calle. Doll llevaba puestos unos pantalones amplios que, aunque viejos, siempre la hacían sentir cómoda; eran de un color oscuro, lo que la ayudaba a no preocuparse demasiado si se ensuciaban al mojarse. Además, había optado por una sudadera oversize, de esas que se sienten como un abrazo en días fríos como ese. Se la ajustó con cuidado, subiendo la capucha sobre su cabeza para protegerse un poco más de la humedad que la rodeaba. No era especialmente fanática del frío, y menos de la lluvia, pero sabía que no había opción más que adaptarse. Para completar su atuendo, se puso sus botas favoritas, unas que ya llevaban varias temporadas de lluvia con ella, pero que nunca le fallaban. Las botas eran resistentes y, aunque ya empezaban a mostrar signos de desgaste en las suelas, aún mantenían sus pies secos y protegidos del agua que salpicaba con cada paso que daba.
En una mano sostenía su paraguas, uno de esos que había comprado en una tienda local hacía un par de años. No era especialmente bonito, pero era funcional. Lo había elegido porque su diseño sencillo y la calidad de los materiales le prometieron durabilidad, y hasta ahora no la había defraudado. Sin embargo, hoy sentía que el viento estaba un poco más caprichoso que de costumbre. El aire corría a ratos con fuerza, intentando arrancarle el paraguas de las manos mientras pedaleaba en su bicicleta, que crujía levemente con cada giro de las ruedas, acompañando el murmullo de la lluvia. Se aferraba al mango del paraguas con determinación, consciente de que si lo soltaba por un segundo, el viento se lo arrebataría sin compasión, dejándola completamente empapada antes de llegar a su destino. Era una escena que ya había vivido antes y que no tenía deseos de repetir. A pesar del mal tiempo, Doll pedaleaba con un ritmo constante y determinado, su mente absorta en el sonido de las gotas al impactar contra el paraguas, creando una sinfonía que la acompañaba mientras avanzaba. Era casi como si estuviera en una especie de burbuja personal, protegida del mundo exterior mientras se enfocaba en llegar a su destino.
Finalmente, después de unos minutos de recorrido, llegó a su destino: la escuela. El edificio, una estructura grande y algo descolorida por el paso de los años, se levantaba ante ella, proyectando una sombra imponente bajo el cielo gris. A pesar de su aspecto un tanto deprimente, la escuela era un lugar familiar, un refugio de rutina en medio del caos que a veces parecía envolver su vida. Doll estacionó su bicicleta en el área destinada para ello, asegurándose de que estuviera bien asegurada antes de continuar. Ajustó su mochila, que llevaba sobre un solo hombro, una vieja costumbre que nunca había logrado dejar. La mochila, aunque algo gastada y con algunos parches que había agregado a lo largo de los años, era su fiel compañera en cada jornada escolar. Mientras la ajustaba para asegurarse de que no se resbalara, echó un vistazo rápido al cielo, notando que la lluvia no parecía tener intenciones de detenerse pronto. Tomó una bocanada de aire frío y húmedo antes de correr hacia la entrada del edificio, buscando un poco de refugio y, con suerte, algo de calor dentro.
El interior de la escuela ofrecía un alivio inmediato del clima exterior. El sonido de sus botas resonaba en los pasillos vacíos mientras avanzaba hacia su salón de clases, el eco de cada paso amplificado por las paredes de concreto. A pesar de que todavía era temprano, algunos estudiantes ya deambulaban por el lugar, cada uno inmerso en su propio mundo, hablando en pequeños grupos o revisando sus teléfonos. Pero Doll no prestaba mucha atención a los demás; su mente estaba enfocada en una sola cosa: llegar a su salón y calentarse un poco. El aire frío y húmedo del exterior se le había metido hasta los huesos, y todo lo que quería en ese momento era sentirse un poco más cómoda. Al llegar a la puerta de su salón, empujó suavemente la puerta y entró, apenas registrando los detalles del aula hasta que sintió una ráfaga de calor al cruzar el umbral.
Justo en ese momento, Lizzy, su mejor amiga desde que tenían memoria, apareció de la nada y se lanzó hacia ella en un abrazo efusivo. Doll sonrió ligeramente y correspondió al gesto. Aunque no era particularmente fanática de los abrazos, con Lizzy era diferente. Habían compartido tantos años juntas que cualquier contacto con ella se sentía natural, casi como una extensión de sí misma. Lizzy siempre había sido la extrovertida de las dos, la que hablaba sin parar y sin inhibiciones, mientras que Doll prefería escuchar, perdida en sus pensamientos la mayor parte del tiempo. Así que cuando Lizzy empezó a hablar con entusiasmo sobre el prom que se acercaba, Doll simplemente se acomodó en su asiento, dejando que su amiga tomara las riendas de la conversación.
Lizzy estaba emocionada, como siempre lo estaba cuando hablaba de moda o de cualquier tipo de evento social. Con una sonrisa amplia en el rostro, empezó a describir en detalle el vestido que planeaba usar.
- Va a ser rosa -decía, como si ya hubiera tomado la decisión final en su mente-. Definitivamente rosa. Y tal vez me deje el cabello suelto. Todavía no estoy segura de eso... pero creo que me vería bien.
Doll la escuchaba, asintiendo de vez en cuando, sin interrumpir. Para alguien que no conociera bien a Doll, podría parecer que no estaba realmente interesada en la conversación, como si su mente estuviera en otro lugar. Y, en cierto sentido, lo estaba. No es que no apreciara a Lizzy o que no quisiera ser parte de la conversación, simplemente a veces le resultaba difícil encontrar las palabras correctas para mantener una conversación fluida.
Esto le sucedía con muchas personas. En general, hablar con la gente no era algo que le resultara fácil. Había días en que se sentía como si estuviera atrapada detrás de un muro invisible, observando a los demás desde la distancia, pero sin poder participar de la misma manera que ellos lo hacían. Las palabras a veces simplemente no salían, o cuando lo hacían, no sonaban como ella quería. No era timidez exactamente, era más una especie de barrera emocional que a veces parecía insuperable.
Pero con J... con ella era diferente. Con J las cosas siempre habían sido distintas, desde el principio. No importaba cuán complicado o confuso se sintiera el mundo a su alrededor, cuando estaba con J, todo parecía más sencillo, más natural. Las palabras fluían sin esfuerzo, y cuando no lo hacían, no importaba. Los silencios entre ellas nunca eran incómodos; al contrario, eran como un refugio. Podían pasar largos ratos sin decir nada, y aun así sentir que se entendían perfectamente.
Había algo en la manera en que J la miraba, en la calma que proyectaba, que hacía que Doll se sintiera segura. J era la única persona con la que podía ser completamente ella misma, sin miedo al juicio o al rechazo.
—¿Y tú? —preguntó Lizzy con su tono entusiasta y chispeante, inclinándose un poco hacia Doll para asegurarse de que su amiga no se distrajera.
Doll, que aún tenía la mirada perdida, tardó un segundo en responder. Sus pensamientos flotaban como las gotas de lluvia que seguían cayendo fuera, pero volvió a la conversación, aunque con la misma calma que la caracterizaba.
—Aún no he pensado... —dijo finalmente, encogiéndose levemente de hombros—. Quizá algo rojo o azul.
No había puesto mucho interés en el prom ni en lo que iba a llevar puesto. No porque no le importara el evento en sí, sino porque no le interesaba tanto la parte de la moda, de elegir un vestido perfecto o planear el peinado del día. Para ella, lo importante era otra cosa, algo que no podía definir con facilidad. Aunque Lizzy hablaba sin parar de los detalles del vestido, de los zapatos y de cómo se arreglaría el cabello, Doll pensaba que el prom sería más una noche para observar, para experimentar, más que para lucir o destacar. Quizás, como siempre, solo intentaba entender el mundo de una manera distinta, más introspectiva.
Y así, la conversación continuó. Lizzy hablaba con la misma energía de siempre, describiendo los últimos detalles de su plan para la noche del prom, haciendo suposiciones sobre lo que llevarían otras chicas y comentando qué vestidos les quedarían mejor. Mientras tanto, Doll asentía de vez en cuando, interviniendo solo lo justo para mantener la charla fluida. Sabía que Lizzy disfrutaba de esos momentos, de desahogarse y compartir sus ideas, y ella estaba más que dispuesta a escuchar.
Sin embargo, Doll no notaba que, mientras estaban tan inmersas en su conversación, algo más sucedía fuera del salón, al otro lado de la ventana, justo en el borde del alféizar que se empapaba con la lluvia. Un cuervo, completamente negro y con las plumas brillantes por la humedad, estaba posado allí, observando detenidamente. Sus ojos, de un rojo intenso y profundo, parecían atravesar la distancia que lo separaba de Doll, como si la mirara fijamente. No movía ni una pluma, ni siquiera cuando la lluvia caía pesadamente sobre su cuerpo, empapando su plumaje hasta el punto de hacer que las gotas de agua se escurrieran por sus alas y goteasen desde la punta de su pico.
El cuervo, a pesar de estar en medio de una tormenta, parecía inmune al mal tiempo. Era como si la lluvia no le afectara, como si no notara el frío que la acompañaba o la humedad que envolvía el ambiente. Solo tenía un objetivo: seguir observando a Doll. Sus ojos carmesí no se apartaban de ella, como si quisiera descubrir algo, algo que aún ni siquiera Doll sabía de sí misma. Pero la chica no lo vio, no notó su presencia. Estaba demasiado inmersa en la conversación con Lizzy, en los detalles del prom, en el vestido que quizás elegiría para ese día.
El cuervo permaneció inmóvil, su figura oscura destacando contra el fondo gris de la tormenta. Cada vez que alguna gota caía sobre él, su plumaje se sacudía apenas, como un pequeño temblor en su piel, pero sin cambiar su postura. No batía las alas ni se movía, sólo estaba ahí, mirando, esperando, con una paciencia inhumana.
Doll, completamente ajena a la mirada fija del cuervo, continuaba escuchando a Lizzy, perdiéndose en sus palabras. La conversación, aunque animada para su amiga, para ella era como un sonido de fondo, un murmullo que llenaba el espacio, pero que no requería de toda su atención. Su mente, a menudo distraída, no registraba lo que sucedía afuera. La ventana seguía empañada por la lluvia, las gotas deslizándose por el vidrio como pequeños ríos, pero no lo suficientemente rápido como para ocultar al cuervo que, imperturbable, seguía allí.Era como si hubiera un silencio extraño en el aire, uno que Doll no percibía, pero que flotaba en ese pequeño rincón del mundo donde el cuervo y ella compartían espacio, aunque ella no lo supiera. Lizzy seguía hablando, emocionada, pero Doll, sin saber por qué, sintió un ligero escalofrío recorrerle la espalda, una sensación breve, apenas perceptible, pero que le hizo ajustar la capucha de su sudadera un poco más.El cuervo, mientras tanto, seguía allí, quieto, mirando con esos ojos rojos brillando en la oscuridad.
Así transcurrió el día escolar, como cualquier otro, al menos para Doll. Los minutos parecían deslizarse lentamente, y las clases, monótonas como siempre, no lograban captar su atención. Los profesores hablaban de temas que parecían lejanos y abstractos, y sus compañeros de clase, enfrascados en sus propias conversaciones y risas, estaban tan inmersos en sus vidas que para Doll todo parecía un ruido de fondo. Lizzy, por supuesto, no dejaba de hablar de vestidos y planes para el prom, mientras Doll solo asentía de vez en cuando. No estaba del todo desconectada, pero tampoco completamente presente. Y mientras tanto, algo se mantenía constante a lo largo de la jornada, algo de lo que Doll no se percataba, pero que no dejaba de ocurrir.
El cuervo, aquel misterioso pájaro de ojos rojos, la había estado siguiendo durante todo el día. Aunque Doll no parecía darse cuenta de su presencia, el ave se mantenía siempre cerca, ya fuera posado en los techos de los edificios escolares o escondido entre las ramas de los árboles que bordeaban el patio. No importaba en qué dirección se moviera Doll, el cuervo siempre encontraba la manera de observarla. Sus ojos, brillantes y penetrantes, no se apartaban de ella en ningún momento, como si esperara una señal, un gesto, algo que le indicara que Doll finalmente lo había notado. Pero la chica, absorta en la rutina del día escolar, no prestaba atención a nada más allá de sus propios pensamientos y la charla incesante de Lizzy.
Y finalmente, tras lo que se sintió como una eternidad, el día escolar llegó a su fin. La campana sonó, liberando a los estudiantes a sus propios caminos. Doll salió de la escuela con paso tranquilo, aprovechando que la lluvia había cesado. El cielo seguía cubierto por nubes grises, pero al menos el ambiente se sentía menos húmedo y pesado. En lugar de subirse de inmediato a su bicicleta, decidió caminar un rato, arrastrándola a su lado. Quizá, pensó, encontraría alguna tienda que le llamara la atención en la que pudiera empezar a buscar un vestido para la graduación. Aunque no era algo que la emocionara especialmente, sabía que eventualmente tendría que elegir algo. Sin embargo, su interés por la moda o por el prom no era suficiente para apurar el proceso, así que caminaba sin prisa, con la mente divagando.
Pero el destino, como a menudo le sucedía, tenía otros planes para ella. Apenas había dado unos pocos pasos fuera del recinto escolar cuando chocó accidentalmente con alguien. El impacto fue lo suficientemente fuerte como para desestabilizarla, pero antes de que pudiera caer, sintió unas manos firmes que la tomaban de la cintura, estabilizándola. Sorprendida, levantó la vista y se encontró cara a cara con J, ¿novia? si es que podía llamarle así, y la persona con quien siempre se sentía más cómoda.
—¿Acaso tropezarte conmigo es algo nuestro? —dijo J, con una sonrisa divertida, mientras ayudaba a Doll a recuperar completamente el equilibrio.
Doll no pudo evitar reírse un poco ante el comentario. Era verdad, no era la primera vez que terminaba chocando con J de manera accidental. A veces parecía que había algo que la empujaba a esos pequeños accidentes.
—O más bien solo eres distraída —añadió J después de unos segundos, su tono más juguetón.
Doll asintió con una pequeña sonrisa en los labios. Tal vez J tenía razón. Estaba distraída la mayor parte del tiempo, sumergida en sus pensamientos, desconectada de su entorno. Pero eso no le molestaba; estar distraída le permitía perderse en sus propias ideas, en su propio mundo, algo que a veces necesitaba para sobrellevar el día.
J, siempre tan perceptiva, la observaba con una mezcla de curiosidad y cariño. Era una de las pocas personas que no intentaba cambiar a Doll, que no la presionaba para ser alguien diferente. Y aunque la tarde inicialmente estaba destinada para encontrar un vestido, Doll estaba más que dispuesta a pasarla con J. Sabía que cualquier cosa que hicieran juntas sería mejor que ir de tienda en tienda buscando un vestido que realmente no le interesaba tanto.
Sonaba como un plan perfecto: pasar la tarde con J, caminar por las calles, quizás detenerse en algún café o simplemente deambular por el pueblo sin rumbo fijo. Todo parecía encaminarse hacia una tarde tranquila, hasta que algo inesperado sucedió.
Mientras caminaban juntas, un chico alto se acercó a ellas desde el otro lado de la calle. Su figura destacaba de inmediato: llevaba puestos unos pantalones de jean negros y una camisa del mismo color, cuyo cuello estaba parcialmente desabrochado, revelando varias cadenas de plata que colgaban sobre su piel pálida y clavículas descubiertas. Tenía el cabello negro, largo hasta los hombros, que le caía desordenado alrededor del rostro. Pero lo más llamativo eran sus ojos, de un rojo brillante, los cuales contrastaban con el frío de su piel, que estaba ligeramente enrojecida por las bajas temperaturas. Su aspecto no pasaba desapercibido, y Doll notó cómo algunas chicas que caminaban por la calle lo miraban de reojo, sin disimular demasiado su interés. Era, sin lugar a dudas, un joven atractivo.
El chico se acercó a Doll con paso firme, y aunque J estaba a su lado, parecía que su objetivo era claro. Con una leve inclinación de cabeza, saludó primero a J, como si fuera parte de alguna etiqueta que debía cumplir antes de dirigirse a quien realmente quería hablar.
—Señorita —dijo, con una voz suave pero firme, antes de voltear hacia Doll—. Doll, ¿puedo hablar contigo?
El tono de su voz hizo que Doll se detuviera en seco. Estaba a punto de preguntar quién era aquel extraño y cómo sabía su nombre, cuando algo llamó su atención: un tatuaje en la muñeca del joven, un cuervo negro con las alas extendidas. Algo en su mente hizo clic, y por un breve momento, su imaginación le jugó una mala pasada. Si a ese chico le agregara unas alas negras, como las de un ángel caído, y su cabello fuera más corto... entonces tendría frente a ella una imagen muy familiar.
—¿A? —preguntó Doll, con el ceño ligeramente fruncido.
El joven asintió, una ligera sonrisa en sus labios.
—Su familiar al servicio, querida bruja —dijo A, haciendo una reverencia exagerada, casi teatral, como si estuviera representando una obra de época.
Doll apenas podía procesar lo que estaba ocurriendo. Tenía tantas preguntas, pero lo único que pudo hacer fue murmurar una.
—¿Eres... humano? —preguntó, aunque sabía que la respuesta no sería tan sencilla.
A sonrió, como si la pregunta le resultara entretenida.
—Sí... bueno, algo así —respondió, encogiéndose ligeramente de hombros—. Esta es una forma más discreta para pasar entre la gente sin llamar demasiado la atención.
Doll se quedó en silencio, intentando asimilar todo lo que acababa de escuchar. ¿Discreta? El chico, con su apariencia llamativa, sus cadenas de plata y sus ojos rojos brillantes, no era exactamente el epítome de la discreción. Y, sin embargo, allí estaba, explicando con total naturalidad que era el cuervo que la había estado vigilando. Era surrealista, pero al mismo tiempo, Doll sentía una extraña calma. No había temor en su interior, solo una curiosidad creciente.
Mientras tanto, J observaba la escena con interés, aunque sin soltar la mano de Doll. En algún punto de la conversación, J había tomado su mano, un gesto que le resultaba reconfortante y natural, pero que ahora le generaba preguntas. ¿Cuándo había empezado a hacerlo? No lo sabía, pero tampoco le importaba mucho en ese momento.
El silencio entre los tres se sentía cargado, pero no incómodo. Finalmente, Doll respiró profundamente y decidió enfrentar lo que estaba ocurriendo. Quizá no tenía todas las respuestas, pero sabía que este encuentro cambiaría las cosas de alguna manera.
—Entonces... ¿qué sigue ahora? —preguntó Doll, mirando a A directamente a los ojos, con una mezcla de determinación y confusión.
A sonrió de nuevo, un gesto que parecía anticipar todo lo que vendría.
—Ahora, querida bruja, comienza el verdadero viaje.
A tomó a Doll de la mano con firmeza pero suavidad, guiándola hacia un callejón oscuro que se encontraba a pocos metros de donde habían estado caminando. J, que aún sostenía la mano de Doll, fue arrastrada junto a ellos sin ofrecer resistencia, aunque con una ligera expresión de desconcierto. El callejón estaba desierto y sombrío, apenas iluminado por la luz tenue de los faroles callejeros, y un frío inexplicable parecía envolver el lugar, intensificándose a medida que avanzaban.
A, sin soltar la mano de Doll, se detuvo en medio del callejón y cerró los ojos por un breve momento. De repente, sus alas se desplegaron con un sonido suave pero potente, como el aleteo de un gran pájaro. Eran alas enormes, negras como la noche, que parecían brillar bajo la luz tenue de la calle. Su cabello, que hasta hacía unos segundos caía sobre sus hombros en desordenados mechones, comenzó a acortarse, volviendo a su longitud habitual. Doll lo observó con fascinación, reconociendo la forma en la que A solía manifestarse: ya no era solo el chico atractivo que había visto en la calle, sino el ángel negro que siempre había conocido. Verlo de nuevo en esa forma la hizo sonreír ligeramente, aunque no tuvo tiempo de decir nada antes de que todo su entorno cambiara de golpe.
Un remolino de plumas negras los envolvió a los tres, girando alrededor de ellos como si el viento las hubiera arrancado de las alas de A. La escena fue tan rápida que Doll apenas tuvo tiempo de procesarla, y un segundo después, ya no estaban en el callejón. En su lugar, se encontraban en la habitación de Doll, como si hubieran sido transportados a través de algún portal invisible. La lluvia, que empezaba a caer nuevamente afuera, golpeaba con fuerza las ventanas, llenando la habitación con el suave sonido del agua chocando contra el vidrio.
—Primero —dijo A, mientras Doll y J se sacudían algunas de las plumas negras que habían quedado en su ropa—, permítanme presentarme formalmente.
A se dirigió hacia J, haciendo una leve reverencia con un toque de dramatismo.
—Mi nombre es A —dijo con voz clara—. O mejor dicho, Adael, el nombre que se me otorgó al morir. Soy un guardián del bosque, pero también soy el familiar de Doll.
A sonrió con una expresión traviesa y alborotó el cabello de Doll, lo que hizo que esta riera suavemente. A pesar de lo extraño de la situación, la presencia de A siempre lograba tranquilizarla de alguna manera.
—Como familiar —continuó A, retomando su tono serio—, mi deber es cuidar, proteger y resguardar a Doll de cualquier amenaza que pueda surgir. Mi misión es asegurarme de que esté a salvo, así como guiarla en el uso de sus poderes cuando sea necesario.
J, que hasta ese momento había permanecido en silencio, asintió lentamente con la cabeza, procesando toda la información que acababa de recibir. Aunque no era fácil sorprender a J, la revelación de que Doll tenía un ángel guardián como familiar ciertamente había captado su atención.
—Segundo —dijo A, su expresión tornándose más seria mientras se acercaba un poco más a J—, debo advertirte que, si alguna vez veo que le pones una garra encima a Doll, vampiro...
El tono de A era más oscuro ahora, casi amenazante, y J respondió de inmediato con un gruñido bajo, una advertencia sutil pero palpable.
—No dudaré en eliminarte —continuó A, sin inmutarse ante el gruñido de J—. Pero por ahora no puedo hacerlo, porque, aunque me cueste admitirlo, Doll es feliz contigo. Y mientras eso sea así, no tengo motivos para intervenir.
Doll sonrió al escuchar esas palabras, y sin pensarlo dos veces, abrazó uno de los brazos de J. La calidez del gesto hizo que incluso J, normalmente seria, esbozara una pequeña sonrisa, a pesar de la intensidad del momento.
—Y tercero —añadió A, ahora dirigiendo su atención completamente a J—, hay una situación que involucra a uno de los tuyos. Una humana está viviendo en el bosque con tu hermano. Ella es una bruja, pero no es ella quien representa un problema.
J y Doll intercambiaron miradas, claramente intrigadas por lo que A estaba a punto de decir. La habitación, que ya de por sí era fría por la lluvia que caía afuera, pareció enfriarse aún más con cada palabra que A pronunciaba.
—El problema —continuó A, caminando lentamente de un lado a otro de la habitación, como si el movimiento lo ayudara a organizar sus pensamientos—, es el brujo que la acompaña. Ese brujo es sumamente peligroso, y aunque la bruja no lo sabe aún, su magia es impura, corrupta. Incluso el mismísimo Leviatán podría temer a la fuerza que él posee.
Doll sintió un escalofrío recorrerle la espalda. A siempre tenía una forma de hablar que hacía que incluso las situaciones más aterradoras parecieran aún más inquietantes. Pero el hecho de que mencionara a Leviatán, una criatura de inmenso poder, no era algo que debía tomarse a la ligera.
—Lo he estado observando —dijo A, con voz más grave—. Ese brujo ha encontrado una reliquia, una que le otorga un poder inimaginable. Y no dudará en volver a usarla. Encontrará a El Guardián, y cuando lo haga...
A hizo una pausa, su mirada fija en un punto indeterminado de la habitación, como si estuviera viendo un futuro oscuro que solo él podía percibir.
—...comenzará el génesis —terminó J, su voz apenas un susurro, pero cargada de significado.
A asintió lentamente, su rostro sombrío. Parecía que aquella palabra, "génesis", contenía en sí misma todo el peso del caos que estaba por venir.
Doll miraba a ambos, pasando su mirada de J a A y de vuelta, sin poder evitar sentirse algo confundida. Los términos que usaban parecían estar más allá de su comprensión inmediata. ¿Qué significaba exactamente "génesis"? ¿Qué tan grave era la situación?
—¿Eso es... malo? —preguntó Doll, rompiendo el silencio con una voz que delataba su incertidumbre.
A asintió con la cabeza, su expresión más seria que nunca.
—Sí, muy malo —respondió—. Si el génesis comienza, significará el fin del equilibrio que mantenemos en este mundo. Y lo peor es que la única forma de detenerlo es si tú, Doll, encuentras la reliquia antes que él y aprendes a usar su poder.
Doll sintió que el peso de las palabras de A caía sobre ella como una losa. ¿Ella? ¿Tenía que encontrar una reliquia mágica y usar su poder para evitar un cataclismo? No sabía si estaba preparada para algo así, pero al mismo tiempo, no podía permitirse dudar. Miró a J, buscando algún tipo de apoyo, y la encontró. J la observaba con una mezcla de preocupación y determinación en sus ojos.
—No estarás sola en esto —dijo J con firmeza, como si hubiera leído los pensamientos de Doll—. Lo enfrentaremos juntas, pase lo que pase.
Doll respiró hondo, tratando de calmar sus nervios. Sabía que lo que estaba por venir no sería fácil, pero también sabía que no estaba sola. Con A a su lado, y con J dispuesta a acompañarla en lo que fuera, sentía que podría superar cualquier desafío.
—Bien —dijo Doll finalmente, su voz más firme de lo que había sido antes—. ¿Dónde está esa reliquia? ¿Cómo la encontramos?
A dejó escapar un suspiro leve, como si esperara esa pregunta.
—La reliquia se encuentra oculta en el corazón del bosque, en un lugar que solo aquellos con una conexión mágica pueden encontrar. Pero no es fácil llegar hasta allí. El Guardián protege ese lugar, y no permitirá que nadie que no sea digno lo atraviese.
Doll asintió, comprendiendo que el camino no solo sería largo, sino también peligroso. Pero si no lo intentaba, el precio a pagar sería demasiado alto. Tenía que hacerlo, y lo haría.
—Confío en que, con tu habilidad, podrás encontrar la reliquia antes que ese brujo —añadió A—. Pero debes tener cuidado. La magia que rodea ese lugar es antigua y poderosa, y no será fácil dominarla.
Doll tragó saliva, sintiendo la tensión en el aire. El desafío que tenía por delante era monumental, pero no tenía otra opción. Debía enfrentar lo que fuera para evitar el génesis.
—Entonces —dijo Doll, mirando a J y luego a A—, ¿cuándo empezamos?
A sonrió ligeramente, aunque su expresión seguía siendo seria.
—Tan pronto como estés lista —respondió—. El tiempo corre en nuestra contra.
Doll respiró hondo y asintió. Sabía que estaba a punto de embarcarse en una misión que cambiaría su vida para siempre, pero también sabía que no estaba sola. Con A y J a su lado, enfrentaría cualquier obstáculo que se presentara en su camino.
—Vamos a detener el génesis —dijo Doll, su voz llena de determinación.
Y con esas palabras, supo que ya no había vuelta atrás.
Buenassss ya se empieza a poner bueno no? perooo aún faltan muchas más cosas >:D
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