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Capítulo 39

Khan salió de la casa cuando el sol apenas comenzaba a salir. El aire fresco de la mañana rozaba su rostro, pero no lograba disipar la pesadez que llevaba en su corazón. Hacía tiempo que se sentía abrumado por un sentimiento de impotencia, una sensación que lo invadía cada día al despertar. Sabía que, sin importar cuántos días pasaran, no encontraría a su hija en casa, pero aún así, su rutina diaria lo empujaba a levantarse de la cama. Su esposa, que compartía el mismo dolor aunque lo expresaba de otra manera, seguía dormida. Khan siempre le daba un beso de buenos días antes de bajar las escaleras. Ese gesto cotidiano era su pequeño intento de mantener una fachada de normalidad, aunque el vacío que Uzi había dejado en sus vidas nunca desaparecía.

Cada mañana, en los primeros momentos del día, mientras caminaba por el pasillo hacia la escalera, Khan mantenía viva una pequeña esperanza. Era casi infantil, irracional incluso, pero no podía evitarla. A veces soñaba que al bajar las escaleras, encontraría a Uzi sentada en la planta baja, esperando con una sonrisa. En esos breves instantes, el mundo parecía más soportable. Pero, al dar el primer paso en la escalera, la esperanza se desvanecía lentamente, y la realidad volvía a asentar su peso. Su hija no estaba allí, no había estado allí durante mucho tiempo. La esperanza, en lugar de ser un consuelo, se estaba convirtiendo en una fantasía que lo atormentaba.

Ese día, al igual que tantos otros, no pudo soportar quedarse en la casa. Decidió salir antes de que su esposa despertara. Sabía que, si ella lo veía, le pediría que se quedara, que tomaran el desayuno juntos o que simplemente la acompañara en ese dolor compartido. Pero Khan no podía hacerlo. No esa mañana. No podía seguir atrapado en la casa, rodeado de recuerdos que le recordaban a Uzi en cada esquina. Había demasiadas cosas que le hacían pensar en ella: su silla en la mesa, la manta que solía usar para acurrucarse en el sofá, los dibujos que alguna vez decoraron el refrigerador. Todo aquello lo hacía sentir asfixiado.

Por eso, se dirigió al garaje, donde su viejo Ford Anglia lo esperaba, fiel como siempre. Ese coche había sido su compañero en muchos momentos de su vida, y ahora se había convertido en su refugio. Subirse al coche antes del amanecer, cuando la ciudad aún dormía y las calles estaban vacías, le daba una extraña sensación de alivio. Las aves comenzaban a cantar, pero sus trinos eran suaves, aún adormilados por la oscuridad que apenas se estaba disipando. Esa tranquilidad, ese silencio roto solo por los cantos distantes, era lo que Khan necesitaba. Si esperaba a que su esposa despertara, nunca habría salido de casa. Sabía que ella lo entendía, pero a la vez, sentía que estaba huyendo de un dolor que no podía afrontar.

Mientras conducía, su mente vagaba por recuerdos de Uzi. Recordaba su risa, sus pequeñas ocurrencias y la manera en que solía iluminar cualquier habitación con su presencia. La desaparición de Uzi había sido un golpe devastador para ambos, y aunque el tiempo había pasado, la herida seguía abierta. Khan se aferraba a esos recuerdos, pero a veces le dolía tanto que prefería huir, conducir sin rumbo fijo en la madrugada, como si el movimiento constante pudiera ayudar a calmar el caos en su interior.

La carretera estaba desierta, y Khan no tenía un destino en mente. Solo quería alejarse, aunque sabía que no importaba cuán lejos condujera, nunca podría escapar del dolor. Sin embargo, el simple hecho de estar en movimiento le daba una ilusión de control, algo que sentía que había perdido por completo desde que Uzi desapareció. La impotencia que sentía cada día al despertarse lo consumía, pero en esas primeras horas de la mañana, mientras las luces de la ciudad aún no brillaban con fuerza, sentía una especie de alivio pasajero. Conducir le permitía dejar de pensar, al menos por un rato, y simplemente dejarse llevar por el camino frente a él.

Khan no sabía si alguna vez encontraría paz. Cada día era una lucha, y aunque su esposa intentaba mantenerse fuerte por los dos, él sabía que ambos estaban rotos por dentro. Pero esa mañana, al salir de casa antes de que el sol se alzara por completo, sintió que al menos podía respirar un poco mejor, aunque solo fuera por un breve instante.

Fue entonces cuando un nuevo pensamiento lo golpeó de manera repentina, tan fuerte que lo sacudió por completo. No lo vio venir, pero cuando lo hizo, no pudo ignorarlo. Frenó bruscamente, su corazón acelerado. ¿Cómo no lo había pensado antes? Todo tenía sentido ahora, o al menos así lo veía en su mente. Sin detenerse a analizarlo demasiado, giró el volante e hizo una vuelta en U prohibida. No le importaba si estaba infringiendo alguna norma de tránsito; después de todo, era demasiado temprano para que alguien lo viera. Las calles estaban vacías, y la ciudad aún dormía. La adrenalina corría por sus venas mientras aceleraba en dirección al bosque, convencido de que ahí, entre los árboles, encontraría a su hija.

Mientras conducía, una idea tan extraña como absurda comenzó a tomar forma en su mente. ¿Y si alguna bruja se había llevado a Uzi? Parecía ridículo, pero para Khan, no lo era. A sus ojos, tenía todo el sentido del mundo. Después de todo, él era el último cazador de brujas, y ese pensamiento lo dominaba. Los recuerdos de sus días como cazador volvieron a su mente, mezclándose con la angustia de la desaparición de su hija. Había pasado tanto tiempo desde que su vida había estado llena de esos conflictos sobrenaturales, que la posibilidad de que una bruja pudiera estar detrás de la desaparición de Uzi lo inquietaba, pero también le daba una explicación a lo inexplicable. Esa idea, por más descabellada que pudiera parecer, le ofrecía algo a lo que aferrarse.

La posibilidad lo llenaba de una mezcla de esperanza y temor. Si Uzi había sido llevada por una bruja, significaba que aún estaba viva, que podría salvarla. La imagen de su hija atrapada en algún oscuro encantamiento, tal vez perdida en algún rincón oculto del bosque, lo impulsaba a acelerar más. Pero, al mismo tiempo, el miedo lo devoraba. ¿Y si ya era demasiado tarde? ¿Y si la magia de la bruja había hecho lo peor?

Mientras se acercaba al bosque, recordó viejas historias que le habían contado en su juventud sobre brujas y sus maldiciones. Había aprendido a luchar contra ellas, pero nunca pensó que algo así pudiera afectarlo a nivel personal. La caza de brujas había sido parte de su vida, una misión que había dejado atrás, pero ahora sentía que lo perseguía nuevamente.

Sin embargo, había algo que Khan no sabía. Las únicas brujas que quedaban en el pueblo eran más cercanas a él de lo que jamás habría imaginado. Eran su propia esposa, su hija y su sobrina. Un legado de magia que él desconocía por completo. Uzi no había sido secuestrada por una extraña; en realidad, formaba parte de un linaje antiguo de brujas que se había mantenido en secreto. Su desaparición no era lo que él pensaba. Lo que Khan ignoraba es que Uzi estaba, de alguna manera, conectada con ese poder oculto, y su destino no dependía de una búsqueda en el bosque ni de una batalla contra alguna criatura oscura.

Pero Khan no sabía esto, y con la esperanza renovada y un frenesí que lo impulsaba, continuó su camino hacia el bosque, convencido de que allí encontraría respuestas.

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V regresaba del pueblo volando suavemente sobre las casas, sus alas negras apenas se movían mientras surcaba el aire. La noche la había alimentado bien; no sentía la necesidad de cazar ni de alimentarse. El viento frío acariciaba su rostro, y sus pensamientos vagaban distraídos cuando algo la sacó de su ensoñación. Un auto avanzaba hacia el bosque, rompiendo la tranquilidad de esas primeras horas de la madrugada. Su sorpresa fue genuina, ya que rara vez alguien se aventuraba por esas carreteras a esas horas.

Curiosa, descendió un poco, manteniéndose oculta entre las sombras del cielo. Observó el vehículo acercarse, un viejo Ford Anglia que emitía un ronco zumbido. ¿Qué haría alguien dirigiéndose al bosque tan tarde? Algo no cuadraba, y V, con su naturaleza vigilante, decidió que no podía simplemente dejar pasar la oportunidad de investigar. Al mirar más de cerca, vio al hombre al volante, con el ceño fruncido, las manos tensas sobre el volante. Iba claramente decidido, pero también perturbado, como si algo lo empujara a entrar en territorio peligroso.

Sabía perfectamente que no podía permitir que el hombre llegara hasta allí. El bosque era su dominio, y había cosas en su interior que no debían ser vistas por ojos mortales, secretos que debían permanecer escondidos. Aunque V no necesitaba matar a nadie esa noche, después de todo, ya había saciado su hambre, pero un poco de diversión no le haría daño. Se relamió los labios, entretenida por la idea.

Descendió rápidamente en picada, sus alas desplegadas sólo lo justo para controlar la caída, y aterrizó de golpe sobre el techo del coche en movimiento. El auto se sacudió violentamente, y el impacto resonó a lo largo de la carrocería metálica. V sintió la adrenalina correr por sus venas al escuchar el chillido de los frenos. Khan, el hombre que conducía, se sobresaltó, y su pie instintivamente pisó el freno a fondo. El coche derrapó unos metros antes de detenerse en seco.

V, con una sonrisa de satisfacción, se pegó al techo del coche, su cuerpo se deslizó hasta quedar tumbada boca abajo sobre la superficie metálica, con su rostro justo frente al parabrisas. Se apoyó sobre sus codos, como si estuviera descansando cómodamente sobre una cama, su cabeza inclinada hacia abajo, sus oscuros ojos con pupilas doradas lo observaban desde el cristal. Sonreía mostrando unos afilados colmillos, una sonrisa que parecía al mismo tiempo invitadora y letal.

Dentro del auto, Khan quedó completamente paralizado al ver esa grotesca imagen ante él. Sus manos, antes tensas sobre el volante, ahora temblaban ligeramente. La criatura que lo miraba desde el otro lado del cristal no parecía humana, y la idea de que era un simple accidente o ilusión desapareció de su mente cuando vio esos ojos dorados penetrantes y la sonrisa retorcida de la figura femenina en su techo. El terror lo congeló por un segundo que se sintió como una eternidad.

V soltó una pequeña risa, un sonido agudo y casi melodioso, pero también cargado de locura. Sabía que su mera presencia lo aterrorizaba, y eso le encantaba. Con un dedo, golpeó ligeramente el parabrisas, como si estuviera llamando a la puerta de una casa. El sonido resonó en el auto y fue suficiente para hacer que Khan reaccionara. Quiso moverse, hacer algo, pero no podía. Sus pensamientos eran un caos; no había lógica ni razón que pudiera aplicar en esa situación. Él, un hombre acostumbrado a enfrentar cosas extrañas, nunca había visto algo así.

—¿A dónde crees que vas? —dijo V, su voz suave pero cargada de burla, resonando en la mente de Khan como si hablara desde dentro de su cabeza.

Khan respiró hondo, intentando calmar su acelerado corazón, pero el miedo lo tenía atrapado. No sabía qué hacer. El bosque, el mismo lugar al que se dirigía en busca de su hija, ahora parecía aún más lejos. ¿Acaso esta criatura sabía lo que él buscaba? ¿Era ella la causa de la desaparición de Uzi? Sus manos, ahora frías, aferradas al volante, parecían no obedecer sus órdenes. El sudor comenzaba a acumularse en su frente, y su cuerpo estaba rígido por el terror.

V, divertida por la reacción de su presa, comenzó a deslizarse lentamente hacia el borde del auto, casi como si disfrutara de cada segundo que pasaba. Bajó del techo y se plantó frente al coche, mirándolo a través del parabrisas. Su delgada figura, envuelta en una capa oscura que ondeaba con el viento, parecía una sombra en la carretera desierta. No podía ver completamente su forma, pero sabía que lo observaba con intensidad.

—No puedes entrar al bosque —dijo de nuevo, esta vez en voz alta, con un tono juguetón pero innegablemente amenazante—. No deberías estar aquí, Khan.

El simple hecho de que conociera su nombre lo dejó sin palabras. ¿Cómo podía saberlo? Aunque la realidad era que sólo lo había leído del gafete que colgaba del espejo retrovisor interno del auto. ¿Quién o qué era esa criatura que se interponía en su camino? 

Finalmente, su mente, aún nublada por el terror, se obligó a reaccionar. Si esa criatura sabía su nombre y conocía el bosque, entonces quizás también sabía algo sobre Uzi. Decidido, aunque aún tembloroso, bajó del coche, con las piernas rígidas y el cuerpo todavía dominado por el pánico, pero la esperanza de encontrar a su hija lo impulsaba.

—¿Sabes algo de mi hija? —logró preguntar, su voz ronca y quebrada por el miedo.

V lo miró por un momento, su expresión cambiando levemente, casi como si considerara su pregunta. Sus pupilas doradas centellearon con malicia mientras un suspiro burlón escapaba de sus labios.

—Oh, claro que sé de tu hija... —dijo, su sonrisa más amplia y siniestra—. Pero no de la manera que piensas.

Khan sintió cómo la sangre se le helaba al escuchar esas palabras. ¿Qué quería decir con eso? Sus pensamientos se atropellaban mientras intentaba procesar lo que estaba sucediendo.

—Ella no es lo que tú crees... y tú tampoco sabes en lo que te estás metiendo —añadió V, su tono ahora más serio, pero aún cargado de burla.

Khan, confundido y asustado, soltó un pequeño chillido mientras se aferraba aún más al volante, su mente intentando aferrarse a algún atisbo de lógica. Pero la presencia de V lo desbordaba. No podía seguir adelante, pero tampoco podía darse la vuelta. Estaba atrapado, no sólo en el camino, sino también en una pesadilla de la cual no veía salida.

V lo observaba con detenimiento, sin apartar sus oscuros ojos de Khan ni un solo instante. Cada mínimo movimiento que él hacía, cada pequeño gesto de duda o vacilación, era para ella una fuente de diversión. Podía sentir su miedo, casi saborearlo en el aire frío de la madrugada, y eso la deleitaba profundamente. Sabía mucho más de lo que él podía imaginar. Conocía secretos oscuros que habrían sido demasiado para su frágil mente. Sabía que en esa situación, el poder estaba completamente en sus manos. No había nada que él pudiera hacer para cambiarlo. Estaba atrapado, y ella disfrutaba del espectáculo.

Cada palabra que él intentaba articular, cada intento por comprender lo que sucedía, la entretenía más. Sabía que, tarde o temprano, Khan cedería ante el terror y la confusión que lo dominaban. Él no tenía más opciones; todo lo que podía hacer era mantenerse paralizado bajo su mirada, mientras ella decidía su próximo movimiento. V jugaba con él, como un gato juega con un ratón antes de finalmente dar el golpe mortal. Pero esta vez, no necesitaba matarlo. Ya había cenado lo suficiente esa noche, y aunque no le importaba derramar sangre, estaba más interesada en sembrar caos y miedo en la mente de Khan.

El bosque se extendía detrás de ella, un lugar lleno de secretos oscuros y peligrosos. Aquello que se escondía en su interior no estaba listo para ser revelado, y V lo sabía. Pero el hombre frente a ella parecía decidido a adentrarse en ese mundo peligroso, buscando respuestas que no estaba preparado para entender. Sin embargo, V, en su control absoluto de la situación, sabía que no podía permitirle avanzar más. Aun así, no tenía prisa; la angustia de Khan le daba placer, y ella quería disfrutarlo un poco más.

Khan intentó hablar de nuevo. Abrió la boca, como si quisiera hacer una pregunta, pero las palabras no salían. El miedo lo había paralizado por completo. Entonces, algo inesperado ocurrió. El sol comenzaba a salir. Un pequeño rayo de luz se filtró entre los árboles, tocando la mano de V. Al contacto con la luz, V soltó un chillido agudo, el dolor recorriéndola como una descarga. El rayo solar era como una quemadura mortal sobre su piel, y el dolor era insoportable.

Con un rápido movimiento, V apartó su mano del rayo, sacudiéndola frenéticamente en el aire, tratando de disipar el dolor. La quemadura brillaba en su piel, una señal de su vulnerabilidad bajo la luz del día. El sol, que empezaba a asomar lentamente en el horizonte, la obligaba a actuar rápido. V sabía que no podía quedarse más tiempo; la luz era su enemiga más implacable. Aunque disfrutaba del miedo que había sembrado en Khan, no podía permitirse seguir jugando con él.

Antes de que Khan pudiera articular la pregunta que tenía en mente, V extendió sus alas negras y emprendió el vuelo. En un batir de alas, se elevó rápidamente en el aire, huyendo de la luz creciente del amanecer. Sus alas de membranas oscuras batían con fuerza mientras se alejaba, desapareciendo en la espesura del bosque, donde la luz del sol no podía alcanzarla.

Khan, aún temblando y aturdido por lo que acababa de suceder, se quedó inmóvil por unos segundos, mirando el lugar donde V había desaparecido. Su mente intentaba procesar lo ocurrido, pero el terror y la confusión lo dominaban por completo. El encuentro había sido demasiado para él, y cada parte de su ser gritaba que debía irse de inmediato. La amenaza había pasado, pero el miedo persistía.

Con manos temblorosas, Khan volvió a poner en marcha el motor del coche. Miró brevemente hacia el bosque una última vez, pero no vio nada más que oscuridad. Sin pensarlo más, dio una vuelta en U, girando el auto en dirección opuesta, y comenzó a conducir de regreso a casa. Sus pensamientos eran un torbellino, y el miedo aún lo invadía, pero ahora sabía algo que no había sabido antes. Había aprendido algo nuevo sobre Uzi, algo que esperaba fuera cierto, aunque no sabía exactamente cómo encajaba en todo esto.

Mientras conducía de regreso, Khan no podía dejar de pensar en lo que acababa de experimentar. Las imágenes de V, con sus ojos oscuros y pupilas doradas, la sonrisa siniestra y los colmillos afilados, seguían grabadas en su mente. Era una criatura aterradora, y él había sobrevivido a su encuentro por pura suerte. No estaba seguro de lo que ella sabía sobre su hija, pero ahora tendría que enfrentar algo igual de aterrador: contarle a su esposa, Nori, lo que había sucedido.

Sabía que Nori lo regañaría. No solo por haber salido tan temprano de la casa sin avisar, sino también por haber intentado adentrarse en el bosque, un lugar que ambos sabían que era peligroso. Nori siempre había sido cautelosa respecto al bosque, y Khan entendía por qué, ahora más que nunca. Aún temblando, pero con la mente clara, condujo de regreso a casa, preparándose para la inevitable conversación que le aguardaba. Sabía que tendría que explicarle todo lo que había sucedido, incluso las partes más aterradoras, y esperar que juntos pudieran encontrar una solución.

Buenasssss

otra vez ando de hacker en la escuela dándome administración del modem para tener internet en mi compu aunque los demás no tengan >:D

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